Leyendasbook

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NarracioneS

indĂ­genas


Creación del mundo Cuento Nahuatl Apenas había aparecido la vida, el señol Tlalocan ordenó a la tierra que reverdeciera y pronto todo se cubrió de yerba, de bosque, de selva. Aparecieron los animales en el mundo. El señor Tlalocan pensó: – ¿Y para quién sera todo esto? Voy a hacer a otro animal que lo usará todo. Hizo un hombre y una mujer para que vivieran en el mundo y lo poblaran. Pero no se hablaban, ni se veían siquiera. Y así, ¿pues cuándo? – ¿Cómo haré? Se preguntaba el señor Tlalocan. Juntó un buen tanto de piojos y tomándolos en los dos puños cerrados se los echó en la cabeza; un puñado al hombre y otro a la mujer: se rascaban y se rascaban. Y como nadie se puede espulgar solo, pues tuvieron que hablarse. Y como es un asunto tardado, comenzaron a quererse. Y así empezó todo, así nacimos en la tierra, porque el señor Tlalocan usó a los piojos, para ayudar tantito a nuestros primeros padres.

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Tres enamorados miedosos Cuento Maya Vivía en un pueblo una muchacha muy bonita: tan bonita que tres hermanos comenzaron a enamorarla. Ella los oyó a los tres y no sabía cómo decirles que no sin que se pelearan. Esto fue lo que ocurrió al fin: Llegó el mayor a declararle su amor. –¿De veras me quieres tanto?- le preguntó. – Ay, niña. Tanto te quiero, tanto, que haría cualquier cosa que pidieras. – Bueno. ¿Irías a cuidar un muerto en el cementerio? – Sí. – Ven en la noche, el muerto estará listo, lo llevarás al camposanto. – Bueno. Al rato llegó a declararse el segundo hermano. – Haría lo que me pidieras, para que supieras cuánto me gustas. – ¿De veras? – Claro. – Pues esta noche harás como si fueras muerto. Aceptó y le tomaron las medidas para hacerle su caja. El tercer hermano llegó más tarde. – Ay, niña, eres mi amor. Haría por ti lo que me ordenaras. – ¿Harías de diablito? – De lo que pidas y mandes. – Lo citó para la noche. 2


Cuando llegó el que iba a hacer de muerto, lo amortajaron y lo metieron al ataúd. Al rato llegó el que debía cuidarlo: le dio cuatro cirios y lo mandó con el difunto a velarlo. Al más chico lo vistieron con un traje cubierto de latas agujeradas. Cada lata llevaba una vela encendida dentro. Le pusieron cuernos. Salió lanzando destellos y chispas; tintineaba al caminar. – ¿Y qué debo hacer? – preguntó. – Ve al panteón y te pones a dar de brincos. Llegó al panteón y, aunque con miedo, comenzó a saltar. – ¡Ave María Santísima, qué es eso! – gritó el que estaba velando. Se echó a corer. – ¡Jam, un Diablo! – gritó el muerto y escapó. – ¡Un muerto que corre! – gritaba el diablito al emprender la huida. El primero volteaba y veía que lo perseguían. No paró hasta llegar a su casa. Se aventó a su hamaca. El Segundo, para escaper del diablo, se escondió en la misma hamaca. El diablo, con el susto, ni vio que el muerto venía delante de él, se fue a encontrarlo en la mismísima hamaca. Cuando se dieron cuenta de la broma y de su miedo, dejaron en paz a la muchacha: ni la volvieron a ver; ni adiós le dijeron.

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De cómo le crecieron las orejas al conejo Cuento Maya El conejo era pequeño, y cuando se paraba delante del sol, su sombra era muy chica. Pensó ir a donde vivía el Gran Dios y pedirle que lo hiciera más grande, no estaba conforme. Comenzó a ir, ir, ir, hasta que llegó a donde era su casa. Tocó. El ayudante del Gran Dios abrió. – ¿Qué quieres Juan Conejo? – Quiero hablar con el Gran Dios; voy a pedirle que me haga más grande, no me gusta estar así de chico. – Espérate, voy a avisarle, a ver qué dice. Y le contó. – Ayudante – dijo el Gran Dios – si lo hacemos más grande, quién sabe qué fin tendrá. Si así de chiquito es tan travieso y llegó hasta acá, imagínatelo grande. Pero vamos a darle gusto: le pondremos una condición difícil. Si la cumple, lo agrandaremos; si no la cumple, así lo dejamos. Pasaron a Juan y le dijeron la condición: – Tienes que traer noventa pieles de mono para mañana. Si las traes, te agrandamos; si no, pues no se va a poder. –Bueno, voy por ellas. Juan cogió su camino. No sabía todavía qué hacer. Llegó a una casa vieja y vio tirado un costal. –Mmm, eso me va a servir. Lo cogió y siguió caminando. Al rato se encontró una lata vieja. También la recogió. La metió en su costal y siguió caminando. Al rato llegó a un platanar, había platanos maduros. Comenzó a cortarlos y a meterlos en el costal.

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-Me van a servir. Siguió caminando y llegó al monte. Comenzó a tocar en su lata: traca, traca, traca, ta. Como los monos, quién no lo sabe, son muy curiosos, comenzaron a asomarse, a ver qué cosa era la que sonaba. Juan Conejo seguía con su lata: traca, traca, traca, ta. Y los monos se acercaron más. –Vengan, miren, les traje unos platanos para que coman. Los changos se acercaron a comer. – Traje bastantes, no se los van a terminar ustedes solitos, vayan a invitar a otros compañeros para que coman todos. Los monos se fueron a traer más monos. Regresaron haciendo mucho ruido. Cuando ya se estaban terminando de comer los platanos, el conejo gritó: – Ahí vienen otros changos; metánse en el costal, escondánse para que les toquen más platanos. Los monitos se metieron al costal y ya adentró los apaleó y les quitó la piel. Y así siguió hasta juntar las noventas pieles que le habían pedido para hacerlo más grande. No bien las tuvo listas se fue a la casa del Gran Dios. – Aquí está lo que me pidieron. – Está bien. Ayudante, agárrale las orejas y yo le agarraré la cola. Y lo jalaron. La cola se le trozó y las orejas se le alargaron. Al soltarlo, el conejo se paró delante del sol y vio que su sombra era más larga. –Así estoy bien, Gran Dios, ya no estoy tan chiquito como estaba antes. Y así fué como le crecieron las orejas al conejo.

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Una viuda y el Diablo Cuento Huave Cuentan que una vez, el diablo se enamoró de una viuda. Llegaba a su casa y le platicaba. A la señora no le gustaba y además, tenía miedo de que se enojara. Tanto y tanto le ofrecía el diablo que por fin la señora dijo: —Bueno, seré tu mujer si me construyes una casa bonita. El diablo se la hizo. La viuda fue a buscar al cura para que le echara agua bendita; así, el pobre diablo no podría entrar a la casa que él mismo había hecho. El cura le advirtió: —Si no encuentras el modo de acabar con él, él acabará contigo. La mujer pensó bien el asunto y esto hizo: busco dos montones de botellas, uno blanco y otro oscuro. Se sentó en la enramada, era la hora en que acostumbraba llegar el diablo. La encontró muy atareada. —¿Qué haces? —Aquí, lavando botellas. ¿No me ayudas? —Sí. —Lava ese montón de botellas —le dijo señalando las oscuras—, hasta que queden limpias, como ésas —y señaló el otro montón. —¿Y cómo crees que voy a hacer claro lo oscuro? No se puede. —Claro que sí, mira ya todas las que llevo. —¿Y cómo le hiciste? —Ah, es que se tienen que lavar por dentro. Si eres poderoso, ¿por qué no te metes? El diablo entró en la botella y la mujer luego la tapó. Ya que tuvo encerrado al diablo, fue al monte y, con todo y botella, lo enterró. Y por eso dicen que sólo las mujeres son más listas que el diablo.

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El pájaro Dziu Cuento Maya Nos cuenta que una mañana Chaac, el señor de la lluvia sintió deseos de ir a pasear, y recorrer los campos de El Mayab. Salió contento, listo para encontrar los cultivos fuertes y crecidos, pero se sorprendió al ver que las plantas estaba débiles y la tierra seca. Esto lo preocupó muchísimo , y luego de pensar un largo rato, encontró una solución quemando todos los cultivos para que la tierra recuperara su riqueza y las nuevas siempre fueran buenas. Así fue como Chaac le pidió a un sirviente que llamara a los pájaros de El Mayab. El primero que llegó fue Dziú, un ave de ojos cafés. Se acomodó en su rama cuando llegó Toh, un pájaro negro que tenia la cola llena de plumas hermosas. El Toh se puso al frente donde todos pudieran verlo. Así fueron llevando el resto de las aves. Chaac les dijo: Las llamé porque quemaré los campos y necesito que salven las semillas de las plantas, ya que es la única forma de salvarlas y sembrarlas nuevamente. El pájaro Dziú pensó: Voy a buscar la semilla del maíz, creo que es la más importante. El pájaro Toh pensó: Tengo que cuidar la semilla del maíz, todos van a envidiarme si la encuentro yo antes. Así fue como las dos aves salieron en su búsqueda, pero el Toh vio al Dziú y quiso adelantarse. Así se atravesó en su camino y lo empujó para quedar primero. Al Dziú no le importó y se fue calmo, decidido a cumplir su idea. El Toh voló tan rápido que se

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agotó cuando llevaba mucha ventaja, y se dijo: “Voy a descansar un poco, al final llegaré antes que todos, total están lejos”. El ave se recostó y se quedó dormida. Así fue pasado por las otras aves, y como era de noche ya no veían a Toh, por lo cual éste se despertó por los pisotones. Los pájaros habían llegado a donde deseaban, la mayoría tomó la semilla que mas cerca estaba, porque el fuego era intenso. Faltaba solo el maíz, y el Dziú voló desesperado sin poder verla. Ahí llegó el Toh, y cuando vio las llamas se olvidó del maíz y buscó tomar otra semilla. Sin embargo el Dziú no se cansaba de buscar sin importar que sus alas se quemaran, cuando halló los maizales tomó uno de los granos. El Toh no pudo mas que admirarlo y se acercó a felicitarlo. Así, las aves se dieron cuenta de que habían cambiado: los ojos del Toh no eran ya negros sino verdes como el tomate que salvó. Y el Dziú quedó con las alas grises y los ojos rojos, por el fuego. Chaac y las aves reconocieron la hazaña de Dziú, y lo premiaron. El Toh propuso que se le diera un derecho especial: “Ya que el Dziú hizo algo por nosotros, ahora debemos hacer algo por él. Yo propongo que a partir de hoy, pueda poner sus huevos en el nido de cualquier pájaro y que prometamos cuidarlos como nuestros”. Esto fue aceptado, y se cumple la promesa hasta el día de hoy. El Dziú no se preocupa en encontrar hogar, solo grita su nombre cuando elige un nido y los pájaros están dispuestos a cumplir su promesa.

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Cuando el tunkuluchú canta… Leyenda maya En el Mayab vive un ave misteriosa, que siempre anda sola y vive entre las ruinas. Es el tecolote o tunkuluchú, quien hace temblar al maya con su canto, pues todos saben que anuncia la muerte. Algunos dicen que lo hace por maldad, otros, porque el tunkuluchú disfruta al pasearse por los cementerios en las noches oscuras, de ahí su gusto por la muerte, y no falta quien piense que hace muchos años, una bruja maya, al morir, se convirtió en el tecolote. También existe una leyenda, que habla de una época lejana,

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cuando el tunkuluchú era considerado el más sabio del reino de las aves. Por eso, los pájaros iban a buscarlo si necesitaban un consejo y todos admiraban su conducta seria y prudente. Un día, el tunkuluchú recibió un aviso, en el que se le invitaba a una fiesta que se llevaría a cabo en el palacio del reino de las aves. Aunque a él no le gustaban los festejos, en esta ocasión decidió asistir, pues no podía rechazar una invitación real. Así, llegó a la fiesta vestido con su mejor traje; los invitados se asombraron mucho al verlo, pues era la primera vez que el tunkuluchú iba a una reunión como aquella. De inmediato, se le dio el lugar más importante de la mesa y le ofrecieron los platillos más deliciosos, acompañados por balché, el licor maya. Pero el tunkuluchú no estaba acostumbrado al balché y apenas bebió unas copas, se emborrachó. Lo mismo le ocurrió a los demás invitados, que convirtieron la fiesta en puros chiflidos y risas escandalosas. Entre los más chistosos estaba el chom, quien adornó su cabeza pelona con flores y se reía cada vez que tropezaba con alguien. En cambio, la chachalaca, que siempre era muy ruidosa, se quedó callada. Cada ave quería ser la de mayor gracia, y sin querer, el tunkuluchú le ganó a las demás. Estaba tan borracho, que le dio por decir chistes mientras danzaba y daba vueltas en una de sus patas, sin importarle caerse a cada rato. En eso estaban, cuando pasó por ahí un maya conocido por ser de veras latoso. Al oír el alboroto que hacían los pájaros, se metió a la fiesta dispuesto a molestar a los presentes. Y claro que tuvo oportunidad de hacerlo, sobre todo después de que él también se emborrachó con el balché.

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El maya comenzó a reírse de cada ave, pero pronto llamó su atención el tunkuluchú. Sin pensarlo mucho, corrió tras él para jalar sus plumas, mientras el mareado pájaro corría y se resbalaba a cada momento. Después, el hombre arrancó una espina de una rama y buscó al tunkuluchú; cuando lo encontró, le picó las patas. Aunque el pájaro las levantaba una y otra vez, lo único que logró fue que las aves creyeran que le había dado por bailar y se rieran de él a más no poder. Fue hasta que el maya se durmió por la borrachera que dejó de molestarlo. La fiesta había terminado y las aves regresaron a sus nidos todavía mareadas; algunas se carcajeaban al recordar el tremendo ridículo que hizo el tunkuluchú. El pobre pájaro sentía coraje y vergüenza al mismo tiempo, pues ya nadie lo respetaría luego de ese día. Entonces, decidió vengarse de la crueldad del maya. Estuvo días enteros en la búsqueda del peor castigo; era tanto su rencor, que pensó que todos los hombres debían pagar por la ofensa que él había sufrido. Así, buscó en sí mismo alguna cualidad que le permitiera desquitarse y optó por usar su olfato. Luego, fue todas las noches al cementerio, hasta que aprendió a reconocer el olor de la muerte; eso era lo que necesitaba para su venganza. Desde ese momento, el tunkuluchú se propuso anunciarle al maya cuando se acerca su hora final. Así, se para cerca de los lugares donde huele que pronto morirá alguien y canta muchas veces. Por eso dicen que cuando el tunkuluchú canta, el hombre muere. Y no pudo escoger mejor desquite, pues su canto hace temblar de miedo a quien lo escucha

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La piel del venado Leyenda Maya Los mayas cuentan que hubo una época en la cual la piel del venado era distinta a como hoy la conocemos. En ese tiempo, tenía un color muy claro, por eso el venado podía verse con mucha facilidad desde cualquier parte del monte. Gracias a ello, era presa fácil para los cazadores, quienes apreciaban mucho el sabor de su carne y la resistencia de su piel, que usaban en la construcción de escudos para los guerreros. Por esas razones, el venado era muy perseguido y estuvo a punto de desaparecer de El Mayab. Pero un día, un pequeño venado bebía agua cuando escuchó voces extrañas; al voltear vio que era un grupo de cazadores que disparaban sus flechas contra él. Muy asustado, el cervatillo corrió tan veloz como se lo permitían sus patas, pero sus perseguidores casi lo atrapaban. Justo cuando una flecha iba a herirlo, resbaló y cayó dentro de una cueva oculta por matorrales. En esta cueva vivían tres genios buenos, quienes escucharon al venado quejarse, ya que se había lastimado una pata al caer. Compadecidos por el sufrimiento del animal, los genios aliviaron sus heridas y le permitieron esconderse unos días. El cervatillo estaba muy agradecido y no se cansaba de lamer las manos de sus protectores, así que los genios le tomaron cariño. En unos días, el animal sanó y ya podía irse de la cueva. Se despidió de los tres genios, pero antes de que se fuera, uno de ellos le dijo:

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—¡Espera! No te vayas aún; queremos concederte un don, pídenos lo que más desees. El cervatillo lo pensó un rato y después les dijo con seriedad: —Lo que más deseo es que los venados estemos protegidos de los hombres, ¿ustedes pueden ayudarme? —Claro que sí —aseguraron los genios. Luego, lo acompañaron fuera de la cueva. Entonces uno de los genios tomó un poco de tierra y la echó sobre la piel del venado, al mismo tiempo que otro de ellos le pidió al sol que sus rayos cambiaran de color al animal. Poco a poco, la piel del cervatillo dejó de ser clara y se llenó de manchas, hasta que tuvo el mismo tono que la tierra que cubre el suelo de El Mayab. En ese momento, el tercer genio dijo: —A partir de hoy, la piel de los venados tendrá el color de nuestra tierra y con ella será confundida. Así los venados se ocultarán de los cazadores, pero si un día están en peligro, podrán entrar a lo más profundo de las cuevas, allí nadie los encontrará. El cervatillo agradeció a los genios el favor que le hicieron y corrió a darles la noticia a sus compañeros. Desde ese día, la piel del venado representa a El Mayab: su color es el de la tierra y las manchas que la cubren son como la entrada de las cuevas. Todavía hoy, los venados sienten gratitud hacia los genios, pues por el don que les dieron muchos de ellos lograron escapar de los cazadores y todavía habitan la tierra de los mayas.

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Una discussion Cuento Otomí Hacía mucho frío: se encontraron en el campo un otomí y un gringo. El otomí tenía la ropa de manta agujerada y estaba como si nada; el gringo iba muy abrigado y aún así, tenía frío. -¿No tienes frío con esa ropa? – preguntó el gringo. -No. ¿Tú sí? -Claro, por eso me abrigo. -Sientes frío porque no sabes defenderte de él, como nosotros. -Claro que sé, por eso me abrigo. -No. Como tú te vistes tanto, te encierras el frío encima, no tiene por dónde salir. Mírame a mí, en cambio: no siento frío porque se escapa por los agujeros de mi ropa. Otro día, el gringo invitó a comer al otomí. Llegó a su casa, veía todo con gran interés. El gringo puso cubiertos, pero el otomí ni los conocía. Sirvieron sopa. El otomí había llevado su itacate de tortillas por si acaso. Las sacó y las empezó a usar para cucharear su sopa. -No seas sucio - le dijo el gringo – usa la cuchara como yo. -No, el sucio eres tú: le untas saliva a tu cuchara y la vuelves a meter al caldo. Nosotros tenemos cuchara para cada bocado. -Pues los cubiertos son mejores. -A ver, ¡cómetelos como yo!

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2 años

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lectores Es una iniciativa realizada por escritores y ciudadanos con el afán de difundir la literatura y fomentar la lectura en la ciudad, y que este año cuenta con el respaldo del Programa de Apoyo a Culturas Municipales y Comunitarias (Pacmyc) Para mayor información sobre nuestras actividades o si desea integrarse a nuestra agrupación escríbanos al correo electrónico hojaderutajrz@hotmail.com o conri@hotmail.com


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