Masculinidades Transformadoras y de Cuidados en el marco del COVID-19 (Nariño)

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Tabla de contenido

Introducción

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Fuentes y ejercicio de análisis

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Principales hallazgos

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Masculinidades, cuidado y diversidad cultural. Masculinidades, cuidado y su relación con las violencias basadas en género. Masculinidades, salud y cuidados. Masculinidades y economía del cuidado. Paternar desde adentro.

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Hacia masculinidades transformadoras y de cuidados: caminos y recomendaciones para la acción.

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01. Desde la investigación. 02. En ámbitos educativos y de formación. 03. Para la prevención de violencias. 04. En el sector productivo y empresarial. 05. Desde la gestión pública, social y comunitaria, teniendo en cuenta un enfoque diferencial. 06. En los sistemas de cuidados y paternidades activas. 07. Desde la comunicación y la transformación cultural. 08. Desde la salud pública.

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Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

Introducción

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on el objetivo de orientar líneas de acción e incidencia que permitan vincular la perspectiva de masculinidades transformadoras y de cuidados, en estrategias para el reconocimiento, reducción y redistribución de trabajo de cuidado no remunerado desde el hogar, la sociedad y el estado, se ha creado el presente documento como insumo para el departamento de Nariño, teniendo en cuenta el análisis de datos estadísticos generados en el marco de la emergencia por COVID-19 y periodos post pandemia. Durante la pandemia por COVID-19, se han generado afectaciones sociales, políticas y económicas que han agudizado las problemáticas en torno a las tareas de cuidado y las consecuencias en la seguridad y bienestar de las mujeres al interior de los hogares, pero también se han generado oportunidades para el despertar de masculinidades reconciliadas (no violentas y corresponsables), a partir de la promoción, el fortalecimiento, resignificación y vinculación de los hombres en las prácticas de cuidado, la prevención de violencias basadas en género, la corresponsabilidad en los ámbitos familiares, laborales, sociales y políticos, para el bienestar no sólo de las mujeres, los niños, niñas y la naturaleza sino también de los hombres mismos.

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En el departamento de Nariño existe un fuerte arraigo de roles y estereotipos tradicionales de género y el predominio de masculinidades hegemónicas, que refuerzan y perpetúan las violencias contra las mujeres y las niñas. El sistema patriarcal se ha visto reflejado en la dominación y relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, la apropiación de los hombres hacia el espacio público, la delegación de las mujeres al espacio privado (el hogar) y la baja participación de los hombres en las tareas de cuidado, lo cual ha generado discriminación e incremento de la carga de trabajo y violencias contra las mujeres y niñas, que en tiempos de emergencia se han agudizado, debido a que los niños, niñas y adolescentes se encuentran fuera de las instituciones educativas y permanecen la mayor parte del tiempo en sus hogares al cuidado de sus padres.

Ante este panorama se develan algunos impactos producto del reforzamiento de la masculinidad no cuidadora: Incremento de las violencias contra las mujeres por la permanencia al interior de los hogares, en algunos casos, junto con los mismos agresores. Permanencia de muertes violentas de los hombres, producto del reforzamiento de una masculinidad dominante a través de relaciones de poder. Incremento del riesgo de enfermedad por el contagio de COVID-19 en hombres, debido al imaginario del cuidado como una práctica exclusivamente femenina y por lo tanto contraria a la masculinidad tradicional. Permanencia del porcentaje de suicidios en hombres, lo que indica el riesgo que experimentan por la ausencia de cuidado mental y emocional.

Débil corresponsabilidad por parte de los hombres en el proceso de planificación familiar, la cual es asumida generalmente por las mujeres y redunda en altos índices de paternidades ausentes. Incremento de la carga laboral para las mujeres al interior de los hogares relacionada con actividades de cuidado no remunerado. Tensiones a nivel personal, familiar y social, asociadas a la fractura en el rol de proveeduría de los hombres, debido a las dificultades socioeconómicas de la pandemia. Baja participación de los hombres en el trabajo doméstico y en cuidado de niños y niñas, adultos/as mayores, personas enfermas o dependientes. Incremento del consumo de publicidad sexista proveniente de la televisión y redes sociales por el modelo social consumista, que se fortalece a raíz de la permanencia en casa.

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Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

Fuentes y ejercicio de análisis

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Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

Principales hallazgos

ara el análisis de la información contenida en este documento se revisaron fuentes secundarias a nivel nacional, regional y local:

Observatorio de genero de Nariño (OBGN): Cifras en contexto 1, Violencia contra las mujeres género y COVID-19, agosto de 2020; Cifras en contexto, Informe del Observatorio de Género de Nariño sobre Violencias Basadas en Género en Nariño en el Marco de la Pandemia COVID - 19 Información con corte a junio 2020; Mujeres y Hombres: Brechas de género en Nariño 2020 (documento en prensa). Observatorio del Delito de la Policía Nacional. Base de datos de causas externas y homicidios (2019 y 2020). Medicina Legal. Boletín 2014. Violencia de género en grupos étnicos. Instituto Nacional de salud. Reporte en línea sobre contagio Covid-19 (agosto 2020). Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (DANE, 2017). Censo Nacional de Población y vivienda (DANE, 2018). Estado de la Paternidad en el Mundo “Liberando el potencial de los hombres en el cuidado” Promundo. (2019) Estado de la paternidad en América Latina y el Caribe. Promundo. (2017) Víctor Seidler. La sinrazón masculina. (2000) Posterior a la revisión de la información, se presenta en este documento temas clave en relación con la masculinidad y la diversidad cultural, las violencias basadas en género, la salud y sexualidad, la economía del cuidado y el ejercicio de la paternidad activa. Dicho análisis culmina en el capítulo final con un

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panorama propositivo y esperanzador donde se presentan algunas recomendaciones para tener en cuenta desde los ámbitos institucionales, sociales, comunitarios y políticos, frente a la promoción de masculinidades transformadoras y de cuidados.

01 /// Masculinidades, cuidado y diversidad cultural.

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l departamento de Nariño cuenta con una riqueza cultural determinada por su composición y diversidad étnica. Según el OBGN (2020), Nariño es el tercer departamento con mayor porcentaje de población indígena en el país, después de La Guajira y el Cauca.

Según el Censo Nacional de Población y Vivienda del 2018, se reconoce que la población en Nariño es en un 67,09 % blanca y mestiza, en un 17,45% negra o afrodescendiente, en un 15,45% indígena americana y el 0,01% gitana (ROM). En este sentido, el mayor porcentaje de población en el departamento de Nariño se considera mestiza o blanca, seguido de la población NARP (Negritudes, afrodescendientes, Raizales y Palenqueros) y luego, la población indígena distribuida en los pueblos Pastos, Awa, Quillacingas, Inga, Eperara Siapidara, Kofan y Nasa.

se cimentan en condiciones de pobreza, de profunda inequidad social y de patrones culturales que las mantienen en posición de desigualdad y subordinación”.

Si bien, las violencias contra las mujeres son un problema estructural y generalizado, es importante identificar algunas interseccionalidades que profundizan las discriminaciones, tales como las condiciones sociales y culturales. Según el boletín de Medicina Legal del 2014, las violencias hacia la población étnica tienen relación con “la exclusión, la discriminación, la negación y/o falta de reconocimiento de sus derechos, la explotación laboral y el abuso sexual, que

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De manera general se puede decir que, de los reportes de mujeres agredidas en Nariño durante el año 2018, fueron el 6,99% indígenas, 8,64% mujeres NARP y 0,27% mujeres ROM, por otra parte, frente a la violencia sexual, las mujeres NARP son mayormente afectadas (80%), seguidas de mujeres sin reconocimiento étnico (12%) e indígenas (8%). Como lo menciona el OBGN (2020) es relevante reconocer estos datos teniendo en cuenta la perspectiva diferencial desde el enfoque étnico. De acuerdo a los datos anteriormente mencionados, se puede evidenciar que la pertenencia étnica ligada a prácticas culturales concretas no está exenta de la permanencia de la masculinidad hegemónica y violenta, debido a que dicho modelo de masculinidad es transversal a todo el sistema social. Si bien existe una diversidad y riqueza cultural en Nariño, se hace necesario el reconocimiento y fortalecimiento

de masculinidades ligadas al cuidado de la corporalidad (el cuerpo biológico-naturaleza) y el territorio natural, pues el distanciamiento del hombre con la naturaleza responde a los pilares de la modernidad, desde donde se ha fortalecido la dominación y control del entorno y no el fomento de una relación cercana y cuidadora hacia los recursos naturales. (Seidler, 2000) Se propone, por tanto, vincular a los hombres en la transformación y refuerzo de masculinidades en conexión de cuidado con la madre tierra y el pensamiento colectivo, identificando los privilegios que históricamente han disfrutado y que se han utilizado para el ejercicio del poder desde la dominación y la violencia, y reconociendo su relación con la otredad, el respeto por los recursos naturales, la flora y fauna que hacen parte del entorno que habitan.

Violencias contra las mujeres en Nariño, según pertenencia étnica (2018).

NARP

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02 /// Masculinidades, cuidado y su relación con las violencias basadas en género.

L

as manifestaciones de violencia contra las mujeres y niñas se han agudizado en las medidas de aislamiento obligatorio, debido a la fuerte presión social y cultural que mantiene un modelo de masculinidad violenta y hegemónica, impidiendo también el tránsito hacia masculinidades corresponsables, sensibles, resignificadas, no violentas y transformadoras.

Según el Observatorio de Género de Nariño (2020) en el año 2018 se presentaron 8.946 casos de violencias, en los cuales 5.650 víctimas fueron mujeres (63.2%), en el 15 % de los casos las agresiones se perpetraron por familiares y en el 59,6% por la pareja actual o anterior. Frente a la violencia de pareja en el 97,16% de los casos el agresor fue un hombre, evidenciando un porcentaje significativo de mujeres como principales víctimas y los hombres como principales perpetradores. Esto implica que, aunque existen avances significativos frente a la sensibilización para la prevención de VBG, la disminución de estos hechos son aún un reto y es necesario vincular a los hombres.

Así mismo, de los 5.650 casos de violencias reportados contra las mujeres, el mayor número de casos se llevó a cabo en el hogar, (59,4%) lo cual indica que este no es un espacio seguro para ellas. (OBGN, 2020)

Porcentaje del agresor-a frente a violencias de pareja en Nariño, desagregado por sexo (2018).

Tipos de violencias más frecuentes contra las mujeres, Nariño (2018).

Los tipos de violencia ejercidos contra las mujeres fueron diversos, sin embargo, en mayor proporción sufrieron violencia física (69,13%) y sexual (21,26%) (OBGN, 2020). Ahora bien, en cuanto a los casos de violencia sexual, en el año 2018, 11 de cada 100 mujeres de 15 a 49 años que han vivido en pareja, han sufrido este tipo de violencia a manos de su pareja actual o anterior.

Indígenas ROM Hombre 97% Mujer 3%

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Violencia Física Violencia sexual Otras violencias

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Esta información permite identificar que la corporalidad de las mujeres está sujeta en mayor medida a agresiones violentas por parte de los hombres, reafirmando que en las relaciones interpersonales se fortalece el ejercicio de poder de lo masculino hacia lo femenino, y en este sentido se legitima la práctica de dominación hacia las mujeres. En la contingencia por COVID_19 también se han evidenciado casos de violencias contra las mujeres, a nivel nacional, según lo reportado por Medicina Legal, entre marzo y junio 2020 se presentaron 19.062 casos de violencias de los cuales 11.968 (62.7%) fueron víctimas mujeres, a su vez, en Nariño (OBGN, 2020), durante el periodo de enero a junio del presente año se reportaron 974 casos de violencias contra las mujeres y 152 casos de violencia contra las niñas y adolescentes; si bien el reporte durante el mismo periodo en el 2019 fue mayor (1782 casos de VCM y 200 contra NA) esto no indica necesariamente la disminución de hechos victimizantes, al contrario esto puede estar relacionado con las limitaciones para realizar las denuncias, debido a factores como las brechas digitales y la convivencia con el perpetrador de la violencia en tiempo de contingencia por la permanecía obligatoria en casa. Teniendo en cuenta el porcentaje significativo de hombres que son reconocidos como jefes de hogar en Nariño (60,25%), y considerando

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que el 59,4% de los casos la violencia contra las mujeres se genera en el hogar, cabe entonces la pregunta sobre ¿qué tipo de masculinidad se ejerce en el hogar y como esta se relaciona con las violencias contra las mujeres? indudablemente, se ejerce una masculinidad hegemónica y violenta ligada con la práctica de una proveeduría vertical que refuerza el poder y autoridad de los hombres al interior de los hogares. En este sentido, en todas las sociedades patriarcales se puede identificar cuatro encargos básicos asignados a los hombres, que según el antropólogo David Gilmore (1995) son: “ser proveedor”, “ser protector”, “ser procreador”, y la “autosuficiencia”, los cuales a su vez se asocian culturalmente con la jefatura de hogar y motiva a los hombres a demostrar permanentemente sus capacidades a través del ejercicio del poder, traducido en sometimientos y dominación hacia las mujeres, niños-as, adultos mayores y/o personas enfermas. Mantener una masculinidad hegemónica y violenta también perjudica la calidad de vida de los hombres, las principales causas de muerte entre los años 2008 y 2018 en hombres se relacionan con lesiones personales (13,6%), los accidentes de tránsito (4,8%) y el suicidio (2,3%) (OBGN 2020). La masculinidad hegemónica ejerce fuerte presión en los hombres a tal punto de desdibujar la noción y práctica de cuidado y autocuidado que se han relacionado como sinónimo de debilidad, en este sentido, se explica por qué la agresión es la principal causa de muerte en hombres, seguido de accidentes de tránsito y trastornos emocionales que pueden llevar al suicidio. Ahora bien, teniendo en cuenta el contexto de pandemia, según el reporte del Observatorio del Delito de la Policía Nacional (2020) entre enero y junio del año 2019 se presentaron en Nariño 267 casos de homicidios, de los cuales 239 fueron hombres, y en el mismo periodo

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durante 2020, se reportaron 240 homicidios de los cuales 220 son hombres. Estos homicidios se llevaron a cabo con arma blanca cortopunzante en 43 casos (35 hombres y 8 mujeres), arma de fuego 178 personas (171 hombres y 7 mujeres), artefacto explosivo 8 casos (7 hombres y 1 mujer) y elementos contundentes 11 casos (7 hombres y 4 mujeres). Es evidente que la raíz del homicidio es la violencia (emociones no tramitadas adecuadamente) y que, aunque se desconoce con fidelidad el dato del sexo de los agresores,

03 /// Masculinidades, salud y cuidados.

es importante reconocer que la masculinidad hegemónica propone la violencia como camino para la resolución de los conflictos. La idea de dominación masculina esta mediada por relaciones de poder y dominación sobre las mujeres y también fortalece el sentido de competencia entre hombres que puede generar acciones impulsivas, agresivas y violentas. La violencia como centro de la masculinidad hegemónica limita el posicionamiento de masculinidades que contrarresten las violencias contra las mujeres, niños niñas, otros hombres, la naturaleza, pero también consigo mismos.

L

as problemáticas de salud generadas por la pandemia hacen relevante identificar y analizar las implicaciones tanto físicas, mentales y emocionales producto del aislamiento y el riesgo de contagio, pero también las implicaciones culturales que distancian a los hombres de asumir prácticas conscientes de cuidado, autocuidado y cuidado colectivo.

Para algunos hombres llevar a cabo prácticas de autocuidado y cuidado, es sinónimo de debilidad, lo opuesto a lo masculino, situación que los mantiene alejados de asumir hábitos y estilos de vida saludables. Los contagios por Covid-19 desagregados por sexo en Colombia, según los reportes del Instituto Nacional de Salud (julio 2020) representan 133.973 casos, de los cuales el 53.81% son hombres y 46.19% son mujeres; a su vez, de las 4.714 personas fallecidas por Covid-19, el 62.16% son hombres y el 37.84% mujeres. De acuerdo al IDSN en Nariño, hasta el mes de julio se presentaron 7.620 casos de contagio, de los cuales 4.143 fueron hombres (54,4%) y 3.477 mujeres (45,6%). Como puede evidenciarse son los hombres quienes padecen en mayor proporción el riesgo de contagio por Covid-19, lo cual puede estar relacionado con

Contagios por COVID-19 en Nariño desagregados por sexo con corte a julio 2020.

54% Hombres

46%

Mujeres

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su baja disposición al cuidado, la exposición a escenarios públicos o conglomeraciones para cumplir su papel de proveeduría (irrupción de las medidas de aislamiento), no utilizar tapabocas de manera adecuada, ni realizar el lavado de manos periódicamente como muestras de virilidad. A su vez, es probable que sean las mujeres quienes asuman el cuidado de los hombres enfermos por ser una práctica naturalizada para ellas, generando mayor carga en trabajo no remunerado y menos posibilidades de participar en actividades remuneradas. Número de suicidios en Nariño desagregados por sexo con corte a julio 2020.

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Hombres Mujeres

El campo emocional de los hombres y su cuidado es generalmente vinculado a la intimidad, cualquier asomo de expresión de esta privacidad es considerada como síntoma de debilidad y fragilidad masculina. Una de las emociones más aceptada socialmente para los hombres es la ira, y por ello, en muchas situaciones utilizan la violencia para gestionar los conflictos. Esta situación propia de las masculinidades hegemónicas podría estar generando tensiones emocionales en los hombres que podría evidenciarse desde las cifras de suicidio desagregadas por sexo; de acuerdo a los reportes del Instituto Nacional de Medicina Legal, en Nariño, entre enero a julio del

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año 2019 se reportaron 41 casos en hombres y 7 en mujeres, en el mismo periodo durante el año 2020 se reportaron 27 casos en hombres y 12 en mujeres. Aunque el número de casos disminuye para los hombres se evidencia que se mantiene la proporción de suicidios en hombres sobre las mujeres, lo que indica el riesgo que experimentan en relación con la ausencia de cuidado mental y emocional. Frente a la salud sexual y reproductiva como una práctica de cuidado, se evidencia de acuerdo a la ENDS que, durante el 2015, el 87,9% de los hombres nariñenses y 85,9% de las mujeres que se encontraban en una relación de pareja, utilizaban métodos anticonceptivos. Sin embargo, el 79,8% de las mujeres y el 81,9% de los hombres reportaron la utilización de métodos modernos de planificación como la esterilización femenina y el implante anticonceptivo. “El porcentaje de métodos de planificación relacionados con la fisiología del hombre no alcanza el 7%, lo cual indica que, si bien un porcentaje alto de hombres encuestados planifican, la mayoría utiliza métodos que no involucran su propio cuerpo sino el de la mujer” (OBGN, 2020). El bajo involucramiento de los hombres en el cuidado de la salud sexual a nivel personal y de pareja, ha sido promovido a su vez, por los enfoques de las políticas y programas públicos que han vinculado a las mujeres como actoras principales en la prevención de ITS y embarazos no planificados, y es por esto también un reto para el estado involucrar a los hombres en acciones particulares para que se vinculen como actores de cambio y liderazgo en torno a la sexualidad y la reproducción, lo cual puede repercutir positivamente en prácticas de autocuidado y la corresponsabilidad en los cuidados de hijos e hijas, a partir de decisiones más conscientes e informadas.

Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

Se evidencia entonces, que la masculinidad hegemónica atenta contra el bienestar de los hombres mismos, de su propia corporalidad, salud mental y emocional, para reafirmar la

04 /// Masculinidades y economía del cuidado.

hombría. Una masculinidad de cuidados involucra el reconocimiento del cuerpo de los hombres como sujeto de derechos, en busca del bienestar físico, mental y emocional.

L

as mujeres han ingresado lentamente al ámbito público y económico fortaleciendo el modelo de producción, sin embargo, la doble carga que recae en ellas por asumir el cuidado doméstico y a su vez participar en el mercado laboral, ha afectado su calidad de vida. La contingencia por COVID-19 no ha sido ajena a dicha realidad, inclusive las cargas hacia las mujeres se han incrementado significativamente y de manera desproporcional en esta emergencia, profundizando las desigualdades. Es por eso que estrategias para el reconocimiento, la reducción y la redistribución de los cuidados entre la familia, la sociedad y el estado, son prácticas necesarias para reducir las brechas de desigualdad y aportar al desarrollo de las regiones.

Para comprender mejor este fenómeno, es necesario conocer algunos datos y cifras frente al uso del tiempo y condiciones de empleabilidad. En Nariño, durante el 2018 (OBGN, 2020) el 50% de las mujeres y el 27% de los hombres se encontraban en condiciones de desempleo, indicando una significativa brecha de 23 puntos porcentuales. Ahora bien, de la población que se encuentra ocupada en Nariño, el 5% de los hombres y el 4,5% de las mujeres cuentan con vínculo laboral formal, y el 8% de hombres junto con el 7% de las mujeres con vinculación como independientes, con afiliación a seguridad social, esto hace evidente que además de las limitaciones para que las mujeres accedan al mercado laboral, cuando lo hacen, no gozan de las condiciones laborales óptimas en comparación con los hombres, sumado a ello la reproducción de estereotipos tradicionales de género en el ámbito laboral que promueven

la discriminación y violencia hacia las mujeres limita mucho más su desarrollo y autonomía económica. La división sexual del trabajo fortalecida por los estereotipos tradicionales de género, es un factor que impide que las mujeres accedan a cargos que representen mayores ingresos. Durante el año 2018, (OBGN, 2020) el índice de segregación ocupacional indica que las mujeres están vinculadas a cargos de cuidado como empleadas domésticas (97), trabajadoras familiares sin remuneración (3) y trabajadoras en servicios generales (4), mientras que en cargos superiores como empleadoras (0,3), conductoras de maquinaria y servicio de transporte (0,18), cargos de dirección o funcionaria superior (0,57) aparecen infrarrepresentadas, indicando que estos cargos son ocupados principalmente por hombres, reafirmando las brechas laborales existentes y desigualdades en oportunidades y derechos en el mercado laboral.

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A ello se suma que el 49% de las mujeres nariñenses se vinculan al mercado laboral de manera parcial (empleos de 1 a 30 horas semanales) pues de esta manera pueden invertir más tiempo en labores de cuidado. Como lo menciona el OBGN (2020) el trabajo parcial implica una inestabilidad para las mujeres debido a que los ingresos son limitados y se reduce la cotización a seguridad social que podría garantizar mejores condiciones de vida.

Porcentaje de desempleo en Nariño en 2018, desagregado por sexo.

Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo realizada por el DANE en el año 2017, en promedio, las mujeres colombianas dedican 31 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado del hogar y la comunidad. Es decir, más del doble de tiempo que los hombres (14 horas). En Nariño “las mujeres destinan en promedio 54,66 horas de su semana a actividades domésticas y de cuidado no remunerado (oficios del hogar y cuidado de niños, niñas y personas discapacitadas), mientras que los hombres sólo designan 24,87 horas” (OBGN, 2020). El tiempo que las mujeres invierten al trabajo no remunerado supera el tiempo que invierten en trabajos remunerados, es por ello que el empleo parcial se convierte en una opción, aunque estanque el fortalecimiento de su autonomía económica (fenómenos conocidos como pisos pegajosos y techos de cristal).

Horas semanales dedicadas al cuidado en Nariño, desagregado por sexo (2017)

La manera en cómo se fortalece la desigualdad a la hora de asumir las tareas de cuidado se observa desde la niñez y adolescencia, momentos en los que se refuerza en los diferentes escenarios de socialización de los estereotipos tradicionales de género. Según el OBGN (2020) con información de la Gran Encuesta Integrada de Hogares, en el 2018 los niños y niñas de entre 0 y 13 años asumieron las tareas de cuidado de manera desigual, los oficios del hogar fueron asumidos en un 8,05% por niñas y en un 5,18% por los niños, mientras que el cuidado de menores fue asumido en un 7,70% por las niñas y en un 5,77% por los niños. El trabajo de cuidado no remunerado tiene unas implicaciones en el cuerpo de las mujeres, según el OBGN (2020) a partir de los 40 años hay mayor proporción de mujeres con limitaciones en su funcionamiento cotidiano (52%), indicando que son más propensas a adquirir alguna enfermedad y/o discapacidad por el desgaste corporal que implica el trabajo de cuidado. Los datos presentados reconocen situaciones de desigualdad significativa sobre las mujeres, haciendo evidente la necesidad que los

Mujeres 54,6 Horas semanales

50%

24,8 Horas semanales

27% Hombres

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Mujeres Hombres

05 /// Paternar desde adentro.

hombres asuman masculinidades cuidadoras y corresponsables al interior de los hogares, contribuyendo a la reducción de dobles y triples jornadas para las mujeres, y a su vez, se comprometan en la generación de ambientes laborales libres de violencias, sin discriminación y procesos de contratación sin estereotipos de género. Por otra parte, en contexto de aislamiento por Covid-19, la televisión ha reafirmado su potencial recreativo para las familias, sin embargo, fortalece a través de sus contenidos estereotipos tradicionales de género. Si en promedio en un hogar consumen 4 horas diarias de televisión, habrán consumido aproximadamente 1 hora (64 minutos) de contenido publicitario, lo cual significa que el 25% del consumo de televisión está relacionado con mensajes que reafirman el rol de sumisión de la mujer, relegada al espacio del hogar, encargada de la educación de los hijos e hijas, así mismo, promoviendo una masculinidad hegemónica, violenta, imponente y autoritaria; son muy pocos los mensajes que se difunden desde un enfoque de igualdad de género y la transformación de dichos estereotipos que causan discriminación.

P

aternar desde “adentro” no sólo refiere a la permanencia en casa de los padres sino a la vinculación de su intimidad emocional en la interacción con hijos e hijas, es decir paternar desde el sentir. En época de aislamiento por Covid-19, volver a la casa se presenta como una invitación a los hombres para el reencuentro consigo mismos y con las demás personas desde la emotividad. Una paternidad activa es una paternidad participativa, a través de cuyo ejercicio el hombre asume el rol de padre en todas las etapas de la infancia y adolescencia de sus hijos/as, es decir, acompaña, cuida y vela por el bienestar de su hijo o hija, más allá de un rol de proveedor, netamente económico. (Aguayo, 2016)

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Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

Si bien continúa siendo un reto la práctica de una paternidad responsable entendida como la obligación y el deber de los padres con el bienestar de los hijos e hijas, es aún mayor el reto de ejercer una paternidad desde el sentir, donde se vincule el placer y disfrute de ser padre. En Nariño, en el 60,25% de los hogares el jefe de hogar es un hombre y en el 39,75%, es una mujer (OBGN, 2020). La jefatura de hogar está relacionada con el ejercicio de la proveeduría Porcentaje de hogares con jefatura de hogar en Nariño, desagregado por sexo (2018).

60%

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y con ello el mantenimiento de la estabilidad económica en el hogar, sin embargo, es posible que el reconocimiento como jefe de hogar también involucre una referencia de autoridad para quienes lo conforman. En este sentido, la jefatura de hogar está vinculada con una visión jerárquica al interior de los hogares que promueve unas dinámicas inherentes a la posición de superioridad, lo cual se vincula con el mantenimiento de una masculinidad hegemónica.

Número comparativo por cada 10 hogares monoparentales en Nariño, con jefatura de hogar desagregada por sexo (2018).

1 de cada 10 hogares

40% Hombre

Hombre

Mujer

Mujer

cuando los hombres ejercen una paternidad activa “mejora su salud física, mental, su vida sexual, y tienden a asumir menos conductas de riesgo. Los hombres que se involucran en las tareas del hogar y en la crianza de sus hijas e hijos, sostienen que esta es una de las fuentes más importantes de su bienestar y felicidad”. Dentro de las actividades de cuidado en el hogar, los hombres nariñenses participan más en el cuidado de niños y niñas, siendo aún más significativa su participación en el cuidado de menores de 5 años (29,72 horas semanales) que en el resto del ciclo vital de sus hijos/ hijas (OBGN, 2020), esto podría estar ligado a un mayor interés por asumir roles de cuidado desde el ejercicio de la paternidad, lo cual tendría resultados significativos debido a que “la intervención de los padres se ha relacionado con un aumento del desarrollo cognitivo y del rendimiento académico, una mejor salud mental de los niños y las niñas, empatía y habilidades sociales, así como con tasas de delincuencia más bajas entre los hijos varones.

Al ser corresponsables de los cuidados y las tareas domésticas, los hombres apoyan la participación de las mujeres en la fuerza laboral, la vida social y la igualdad de las mujeres en general. El involucramiento de los padres desde la gestación tiene efectos positivos en las conductas de salud materna, en la nutrición de la mujer gestante, en el uso por parte de las mujeres de los servicios médicos antes y después del parto, así como en la defensa de los derechos de las mujeres durante el parto” Promundo (2017).

9 de cada 10 hogares

En Nariño los hogares familiares con hijos/ hijas representan el 37,5%, a ello le sigue los hogares extendidos (tíos/as, abuelos/as) con el 23,5% y luego los hogares monoparentales (un padre o una madre) con el 14,6%. Así mismo, 9 de cada 10 hogares monoparentales están en cabeza de una mujer y tan sólo 1 en cabeza de un hombre, es decir que la jefatura femenina en este tipo de hogares representa el 88% mientras que la jefatura masculina tan solo el 12% (OBGN, 2020).

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La paternidad ausente es una de las evidencias de como la masculinidad hegemónica reafirma el ejercicio de cuidado de hijos e hijas en manos exclusivas de las mujeres. La renuncia masculina de habitar y disfrutar de la conformación y mantenimiento del hogar sigue siendo una constante en el departamento, esta renuncia implica el desconocimiento del cuidado como una práctica que beneficia no sólo a la familia sino a los mismos hombres. En estudio realizado por Promundo (2019) reconoce que

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Hacia masculinidades transformadoras y de cuidados: caminos y recomendaciones para la acción.

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otenciar en los hombres la participación y redistribución de las tareas de cuidado, posibilita que las mujeres puedan invertir más tiempo en procesos de formación, inserción en el ámbito laboral y productivo, participación social y política, y actividades en pro de su desarrollo integral, contribuyendo a la reducción de brechas de desigualdad y propiciando escenarios más equitativos e igualitarios. Es por ello que la promoción de masculinidades transformadoras y de cuidados significa un reto amplio y se hace urgente generar acciones para involucrar a los hombres de manera más activa desde la corresponsabilidad, la no violencia y el cuidado. A continuación, se presentan alternativas de transformación en diversas áreas de intervención involucrando los diferentes ciclos de vida (primera infancia, niñez, adolescencia, juventud, adultez y vejez), el ámbito laboral, el comunicativo, educativo, la gestión pública y la salud teniendo en cuenta el enfoque étnico territorial y las características de la población desde su ubicación geográfica (rural y urbana):

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Desde la investigación.

Impulsar investigaciones frente a la construcción de la masculinidad que permitan orientar acciones para la prevención de violencias basadas en género, el impulso de paternidades activas y facilitar el trabajo de sensibilización y resocialización de victimarios teniendo en cuenta un enfoque étnico y territorial. Fortalecer los procesos de investigación adelantados por entidades del nivel departamental, desde la perspectiva de masculinidades. Promover y/o patrocinar investigaciones sobre masculinidades desde instituciones de educación superior. Promover semilleros de investigación estudiantil sobre masculinidades.

02

En ámbitos educativos y de formación.

Incentivar una educación no sexista desde una perspectiva de masculinidades, con los actores involucrados en los procesos formativos a lo largo del ciclo de vida: Participación activa de los hombres (padres y/o cuidadores) en Escuelas de Familia. Promoción de comunicación asertiva entre niños/as y padres (cuidadores) en centros de escucha. Procesos de sensibilización y formación con agentes educativos, maestros y maestras. Promover la vinculación de hombres en procesos de formación técnica, tecnológica y profesional en áreas asociadas a la atención de niños y niñas de primera infancia. Producción de material lúdico y metodologías pedagógicas no sexistas desde la primera infancia, en articulación con bibliotecas públicas e instituciones educativas. Vinculación de la temática de masculinidades en proyectos pedagógicos de jornadas únicas escolares, programas de formación humanística universitaria, diplomados y encuentros académicos. Sensibilización a manipuladoras-es de alimentos (Programas de Alimentación Escolar) en cuanto a las necesidades nutricionales de niños y niñas sin estereotipos de género. Promover espacios de educación comunitaria (Proyectos Educativos Comunitarios - PEC) con enfoque étnico para el impulso de masculinidades transformadoras y no violentas, con y desde las instituciones educativas.

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Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

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Para la prevención de violencias.

Promover la participación de hombres a nivel familiar y comunitario, como actores en la prevención de violencias basadas en género, a través del impulso de masculinidades cuidadoras, no violentas y corresponsables: Procesos de formación y sensibilización en programas de seguridad y convivencia (dirigidos también a la fuerza pública), considerando temas como: igualdad de género, violencias basadas en género, identidades de género diversas, masculinidades, maltrato infantil, cuidado de la naturaleza y maltrato animal. Estrategias para la resocialización con hombres agresores o perpetradores de violencias basadas en género. A través de acciones de intervención y acompañamiento terapéutico dirigido a hombres agresores, el desarrollo de estrategias psico educativas dirigidas a hombres, estrategias terapéuticas individuales y colectivas como círculos de hombres o círculos sanadores, la creación de programas de intervención psico social para agresores con perspectiva de género y la habilitación de mecanismos multi plataforma de atención y orientación para hombres agresores.

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En el sector productivo y empresarial.

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Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

Promover la corresponsabilidad desde el sector privado, empresarial y productivo apoyando la vinculación de los hombres en los cuidados, facilitando la mediación entre la vida familiar y laboral, y promoviendo la toma de decisiones democráticas y concertadas con las mujeres: Fortalecer la cultura organizacional desde programas internos (inducción, cursos o formación) que impulsen masculinidades corresponsables, cuidadoras y no violentas. Promover licencias parentales y de paternidad extendidas para hombres padres y/o padres en licencia parental por adopción. Subsidiar o facilitar espacios para el cuidado de niños y niñas de primera infancia hijos/as de los/as colaboradores. Fortalecer en el ámbito empresarial la vinculación de hombres y mujeres en cargos no tradicionales, con el fin de romper estereotipos de género culturales. Promover desde el sector empresarial apoyo a padres cuidadores para el acompañamiento en el desarrollo de la vida de sus hijos/as. Con acciones que permitan a los hombres flexibilidad en el horario laboral para el acompañamiento en las

actividades escolares de hijos e hijas, el impulso de políticas internas de permisos que faciliten a los hombres mediar entre la vida familiar y laboral; el desarrollo de estrategias de bienestar laboral que fortalezcan la relación entre hombres padres/cuidadores e hijos-as a través de conmemoraciones como el día de la familia, o el día del padre, entre otras. Apoyar a las organizaciones productivas rurales en el desarrollo de procesos de sensibilización, formación, implementación de medidas y ajuste de estatutos, que permitan vincular a los hombres en los cuidados al interior del hogar.

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Desde la gestión pública, social y comunitaria, teniendo en cuenta un enfoque diferencial.

Fortalecer políticas públicas, planes de desarrollo, programas de ayuda condicionada, proyectos sociales, comunitarios e instancias de participación desde una perspectiva de masculinidades y cuidados: Sensibilización en masculinidades no violentas y corresponsables dirigidos a funcionarios-as públicos, organizaciones que promueven liderazgo y participación comunitaria como Juntas de Acción Comunal, Juntas de Acción Local, Consejos Ciudadanos, Veedurías Ciudadanas, Plataformas de Juventudes, Consejos de Cultura, Resguardos Indígenas, Consejos Comunitarios, Kumpanias (ROM), Población NARP, Población en proceso de Reincorporación, Población Migrante, Población refugiada, Población Reinsertada. Apoyar iniciativas de grupos de hombres que trabajan por la resignificación de la masculinidad y promover la conformación de nuevas instancias de reflexión, participación e incidencia como Mesas de Masculinidades y Círculos de Hombres. Promover procesos de sensibilización, formación y vinculación de los hombres beneficiarios de los programas de ayuda condicionada, frente a la redistribución de los cuidados desde el ámbito doméstico y el ejercicio de paternidades activas. Desarrollar e impulsar programas de intervención social y de sensibilización frente al tema de masculinidades cuidadoras para población con discapacidad y cuidadores-as, considerando un enfoque diferencial. Promover estrategias y procesos de sensibilización dirigidos a personas con identidades de género diversas, frente a la construcción de masculinidades no violentas, corresponsables y cuidadoras.

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Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

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En los sistemas de cuidados y paternidades activas.

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Desde la comunicación y la transformación cultural.

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Desde la salud pública.

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Promover medidas que fortalezcan el rol de los hombres como padres y/o cuidadores desde la vinculación afectiva con sus hijos-as, el ejercicio de una paternidad activa y una proveeduría horizontal. Apoyar el impulso de leyes que promuevan licencias de paternidad extendidas no compartidas. Fortalecer procesos de formación dirigidos a padres jóvenes y adultos, para que puedan involucrarse más en la crianza durante el ciclo vital. Promover estrategias que apoyen la redistribución equitativa de actividades dentro del hogar entre niños y niñas, facilitando un acceso igualitario a actividades de formación, recreación y deporte. Apoyar mecanismos que impulsen el ejercicio de la paternidad, incluyendo el reconocimiento del derecho de parejas del mismo sexo de adoptar y/o tener hijos-as biológicos.

Masculinidades transformadoras y de cuidados en el marco del COVID-19

Vincular a los hombres en el cuidado y toma de decisiones informadas frente a la gestión de sus riegos en salud durante su ciclo vital, incluyendo la salud sexual y reproductiva. Promover programas y estrategias de formación y sensibilización que vincule a padres y profesionales de la salud, fortaleciendo el papel de los hombres como cuidadores y los vínculos de afecto con los niños-as. Trabajar procesos de educación emocional y salud mental fortaleciendo en niños, adolescentes, jóvenes y adultos habilidades para la expresión de emociones distintas a la ira y el enojo, a fin de reducir estereotipos de la violencia ligada a la masculinidad.

Desarrollar estrategias de transformación cultural, comunicación comunitaria, masiva y publicitaria en las que se replique patrones positivos de masculinidades cuidadoras, no violentas y corresponsables, desde un lenguaje de pares. Fortalecer la oferta cultural (teatro, títeres, música, literatura, danza, deporte, escritura emergente), apoyar procesos culturales dirigidos por jóvenes, programas y proyectos que involucren a los hombres en el cuidado del medio ambiente. Realizar campañas comunicativas permanentes con enfoques territoriales y comunitarios.

Fortalecer programas de salud pública involucrando a los hombres como actores claves para el autocuidado y el cuidado de la salud familiar y comunitaria. Impulsar la participación de padres y/o cuidadores en los programas de vacunación, crecimiento y desarrollo, nutrición, gestación, puerperio, salud oral, agudeza visual, lactancia materna.

El impulso de masculinidades transformadoras y de cuidados es un camino para fortalecer la igualdad entre hombres y mujeres, implica el abandono de una orilla e invita a cruzar el puente desde donde el feminismo ha luchado históricamente, ese puente cargado de esperanzas por la igualdad y donde caben todas las diferencias. Equipo Hombres en Marcha

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