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GUT FEELING
En este mundo moderno con tanta conexión y links a todas partes, andar fumando por ahí siempre me ha dejado recuerdos que he conservado y suelo refrescar de tanto en tanto. El fumar durante reuniones o eventos, con amigos y en soledad me ha aportado experiencias que trato de coleccionar.
Muchas son repetidas, la mayoría. Prácticamente todas son placenteras y muy rara vez he tenido molestias al fumar un buen puro. Claro, las sensaciones desagradables han venido siempre de la mano de un cigarro de baja calidad o de dudosa procedencia.
Con el correr de los años hemos ido aprendiendo a cuidar esos detalles, no menores, y si hoy tengo el gusto de fumar será siempre algo que viene de buenas manos, digamos: de un estanco, de un amigo y, por qué no, de un buen amigo de un estanco.
Es el caso del puro que quiero reseñar hoy. Es cierto que desde hace algunos números vengo escribiendo sobre algunas historias, muy resumidas, de whisky. Sepan entender que es otro de mis gustos. Beber un buen whisky es como, según he leído por ahí, humectarse con la cultura del hombre occidental y su constante esfuerzo por transformar el entorno en busca de la perfección en un producto.
Pero bueno, no me quiero desviar del tema de este artículo breve. Ya de whisky he hablado un poco y es tiempo de cambiar. Así pues, vamos de nuevo a otro gran producto, el tabaco; en este caso, un gran puro. Para empezar, reconozco que al fumar este puro me pasó algo que no muchas veces sucede. Quienes me conocen y/o siguen en redes han pedido que les cuente sobre el Gurkha Cellar Reserve 15 años, Ed. 10mo. Aniversario. Y es quizá porque lo fumé de modo relajado, en un entorno muy agradable, que la calidad del puro obligó a prestarle mucha más atención de la que estaba preparado para darle inicialmente. Tal fue su efecto, que lo fumé todo con muchísimas ganas y gran atención, de punta a punta, sin exagerar... Literal, hasta quemarme los bigotes. A continuación les ofrezco un resumen. No podría decir que fue una cata muy estricta ni la imaginé así, pero de acuerdo con la circunstancia, ya que muchos me consultaron por el puro –incluso personas a quienes no conozco–, dejaré acá mis impresiones. Ojalá les sean útiles y despierte su curiosidad. Si no lo han probado, créanme que se merece lo que vale.
De los parámetros convencionales, se puede decir que la presentación de este cigarro notable es en una vitola tipo Toro, 6x52. Se lanzó en septiembre de 2017 en conmemoración del 10mo. Aniversario de la Línea Cellar Reserve, que es la marca de mayor venta en el mercado americano. Viene empacado en una caja-humidor con 50 unidades de edición limitada. Su procedencia no se ha declarado y se produjo unas mil cajas.
Presenta una capa Habano rosado ecuatoriano y se sabe que tanto la tripa como el capote provienen de las zonas de Condega, Jalapa y Estelí, Nicaragua: tabacos finos añejados durante 15 años. En apariencia, la capa muestra algunas venas menores que no generan rugosidades y las costuras se disimulan, sintiéndose bien al tacto, y presenta relativa oleosidad. Si bien la denominación de rosado le sienta bien, lo noté un poco más marrón que otros puros de la misma capa. Nada qué reclamar. Primera impresión, súper satisfactoria.
La inhalación en frío fue muy agradable. Ciertas notas de tabaco dulce y amaderado, así como algo terroso y especiado, mayormente dulce. Muy agradable. Enseguida se percibe que no es un tabaco más, sino todo lo contrario. Este cigarro me hablaba y yo escuchaba lo que un gran puro siempre empieza diciéndome: “…No esperes tanto, fúmame…”.
Antes de describir el perfil de sabores y para que no olvide mencionarlo, este puro, con fuego, es todo lo que uno puede esperar. Gran tiraje, se quema bien parejo y constante.
Al encenderlo, lo primero que noté fueron ciertas confirmaciones respecto del sabor: notas amaderadas y algunas cítricas también. Fue un puro de bajo mantenimiento; apenas algunas correcciones con el encendedor para contrarrestar una corriente de aire que tenía desde mi lado izquierdo. Nada grave. De entrada gran equilibrio, cuerpo medio e intensidad razonable que hicieron de mi experiencia una fumada balanceada.
Obviamente, con el nivel de intensidad se fue elevando un poco las sensaciones, pero nunca llegó a contrarrestar el balance, que fue su mayor mérito a lo largo de todo el fumar.
Adentrado en el tercio inicial mi fumada se hizo agradablemente cremosa y surgieron notas a almendras que marcaron el resto de la actividad; sabor notable de estos frutos secos. Alguien que sabe mucho, dijo una vez que entre las características que más le gusta encontrar en un buen tabaco está justamente esta nota de sabor a almendras. ¿Qué si las tiene? Las sentí casi como si las estuviese masticando. Magnífico.
mentos gustativos y en paladar las cosas se fueron modificando un poco. Las maderas surgieron y el cedro convivió de maravilla con las almendras, siempre bajo este perfil bien equilibrado entre intensidad y cuerpo.
Un poco más hacia acá, en el último tercio, el puro ofreció notas más tostadas –sin ser carbonizadas–, así como de heno y a tierra húmeda. Todo ello combinado de manera lograda, que para nada alteraron un perfil agradable y balanceado. A estas alturas las almendras eran como mis amigas, siguieron galope y se acercaron hacia notas más ácidas, pero sin descuidar su identidad.
Aquí sucedió lo que generalmente no me pasa. Producto del balance o de su intensidad media, este puro logró que no lo descartara al sentir en el tacto de los dedos ese calor que venía del flujo de aire que aspiraba. Le hice un pequeño corte al pie, que estaba bastante saturado de resinas ennegrecidas y quemadas, y apenas lo volví a fumar la cosa renació.
Me hice de un pequeño clip, a modo de soporte, ya que no tenía algún otro elemento, y continué fumando hasta límites insospechados. O sea, hasta el final... Nunca hago esto, no me parece prolijo y generalmente me quemo los labios o cuanto menos los bigotes, no muy bien recortados para el caso.
Pero qué sé yo, me dejé llevar y otra vez volví a escuchar al puro, que me decía “…no abandones…”. Así fue la sensación. Entre curiosidad, las ganas de seguir un poco más y otro poco más, llegué a un punto que fumé sin siquiera tocar al puro con los labios. Bastó que aspirara cerca del que fuera el pie. Una transferencia mágica de sensaciones viajaron flotando en el aire hasta el paladar. estaba absorbiendo el alma, practicando cierto vampirismo tabaquero. Sueno un poco raro, lo sé, pero no quiero borrar las palabras porque la idea era ver llegar al puro al final. En ese momento no supe de dónde salía el humo, pero puedo asegurar que fue una gran experiencia. Hablando más en serio, he fumado toda la línea Cellar Reserve, y éste, claramente, está en mi top tres de la gama.
A manera de conclusión, puedo decir que siendo un cigarro de complejidad razonable, fuerza y cuerpo medio, es súper recomendable de probar. Lo volveré a fumar, sin duda, pues está en mi humidor. Ojalá pase pronto esta sensación de poder oír a mi puro y llegar a los límites... es agradable andar por esas zonas.
Espero que tengan buenos humos y nos volveremos a encontrar en próximas fumadas.