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Sean Williams, en Silencio
(¿Yentonces, de dónde saco tema para la historia?)
Michel I. Texier Verdugo
Cuando viajo, ya sea por compromisos deportivos, periodísticos o de cualquier otra índole, siempre tengo por costumbre intentar complementar la agenda con actividades relacionadas al mundo del whisky y/o el mundo del tabaco, anuncio mi itinerario en redes sociales, busco coincidir con amigos, contactos virtuales, comerciantes del rubro, elaboro intrincadas y sobre exigidas rutas para intentar estar en todas partes, muchas veces al mismo tiempo, busco en las cercanías de mis destinos lugares que valga la pena visitar, personas qué conocer, le envío un e-mail y mensajes a decenas de personas sin la más mínima expectativa que me respondan y me dejo llevar por lo fortuito con una actitud decidida de disfrutar lo que sea que haya de ser.
En este contexto, muchas de las personas a las que intento contactar, o les dejo lanzada la primera piedra de una posible interacción en vivo y en directo ni siquiera se toman la molestia de responderme, o lo hacen vagamente y de manera tardía, o no ponen esfuerzo alguno en concretar la posibilidad de reunirse, no voy a juzgarlos, tampoco a intentar explicarlos o entenderlos, simplemente es algo que sucede y que me lleva a apreciar, de mucho mejor manera, a aquellos que reciben mi comunicación con alegría y voluntad y se dan, de alguna manera, el tiempo para compartir un café, un tabaco, algunos minutos o unas cuantas horas de conversación.
Fue el caso de Sean Williams, en mi último paso por París, casi había coincidido con él en Madrid algunas semanas antes y por cuestión de horas no me lo había encontrado en Barcelona la semana anterior. Sin conocerlo previamente (solo lo seguía en las redes), al enterarme que estábamos en la misma ciudad, le dejé pasado un mensaje (y la advertencia que no hablaba inglés) por si disponía de tiempo para coincidir en algún punto de la ciudad que corta en dos el río Sena y poder, de esta forma, recabar información para construir esta historia, situación que requiere, en todos los casos, de la colaboración de un buen invitado, de salvar las distancias idiomáticas, de abrirse a otras visiones y disponer de buen ánimo para que el tiempo compartido resulte placentero y memorable.
Sean me contestó casi de inmediato, era viernes y ambos abandonábamos París a alguna hora del domingo con distintos destinos, me pregunto si disponía de tiempo el sábado, y ante mi respuesta positiva, quedamos de afinar los detalles al día siguiente.
El sábado fue una carrera, entrada la mañana vi su mensaje proponiendo una hora y lugar, hice los cálculos y percibí que prácticamente debía salir de inmediato para llegar al encuentro a tiempo, no en vano debía cruzar la ciudad de lado a lado y contar con la perfecta sincronía de un transporte público que siempre funciona para no incurrir en el desaire de llegar tarde a una reunión en la cual yo resultaba ser el solicitante.
El lugar propuesto fue Le Grain-Churchill, un café de especialidad donde disfruté de una deliciosa expresión elaborada a partir de granos etíopes y que cuenta con un par de salones subterráneos de ensueño, con paredes de piedra rústica, acondicionados para disfrutar de las bondades del buen fumar.
Llegamos al mismo tiempo al lugar y Sean, luego de saludar y agradecerme el haber ido (el agradecido era yo en todo momento), me presentó a Romain y Cyril, dos amigos que lo acompañaban y que eran parte del equipo de organización de las actividades que él estaba desarrollando en París en su múltiple rol de Cigar Maker, Cigar Blender y Brand Ambassador de la marca Silencio, que no es otra cosa que el nombre que ocupa la marca Cohiba desarrollada para el mercado americano en aquellos mercados donde no puede hacer uso del nombre de la marca que es uno de los buques insignia del portafolio de Habanos.
París era el penúltimo destino de una gira por Europa que concluiría en Marsella el siguiente martes y ese sábado, después del que yo suponía solo sería un café conmigo, debía dictar una Master Class privada y exclusiva para un selecto grupo de miembros de @cigarsocialclub.fr como parte de las actividades pautadas por la marca y por Scandinavian Tobacco Group, empresa a la que pertenece.
Pero no sería solo un café, después de las presentaciones de rigor y de brindarme el primer puro de lo que sería una larga jornada. Dimos comienzo a una conversación distendida mientras fumábamos los cuatro a pocos pasos del Moulin Rouge y del Café des Deux Moulins (que para los que no son amantes de la película Amélie carece de significado), almorzamos, Romain no me dejó pagar la cuenta y Cyril me preguntó si requería de tiempo en privado con Sean para entrevistarlo o si estaba muy limitado de tiempo; al decirle que me acomodaba por completo a su agenda y disponibilidad, me invitó a acompañarlos en un breve paseo a las inmediaciones del Sacre Coeur que, dado que fue en subida y en una asoleada tarde parisina, hizo lamentar por un rato a Sean la tenida escogida para la ocasión.
Ya llegados a destino, hicimos las fotos de rigor, hablamos de cosas tan disímiles como las historias del barrio en la época de la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, las características de la ligada de las distintas líneas de Silencio/ Cohiba o el pasado deportivo universitario de Sean, de quien no resulta difícil imaginar su desempeño en fútbol americano dada su complexión física y sus casi dos metros de estatura; buscamos un dibujante que hiciese una caricatura de Sean y que era un regalo que Romain y Cyril querían hacerle y volvimos prontos a Le Grain a esperar el inicio de la Master Class que tenían programada.
Como era privada y previa invitación, no podía quedarme, pero fui animado a continuar la tarde disfrutando de la marca por lo que mientras se desarrollaba en los magníficos salones subterráneos, yo compartía en el primer piso junto con el dueño de Le Grain, experimentaba sus cafés y continuaba fumando expresiones de la marca Silencio puesto que el protagonista de esta historia se aseguró que no me faltase de fumar durante todo el tiempo que permanecimos juntos, o al menos, cercanos.
La tarde pasó como si solo hubiesen sido unos minutos, y cuando la actividad formal acabó y vino la hora de la distensión y la coloquialidad, Sean se sentó a conversar conmigo por iniciativa propia, a agradecerme el haber asistido (en rigor era yo el agradecido) a hablarme un poco de su vida y su familia, de lo alegre que lo hacía saber que pronto estaría de vuelta en su hogar, en Atlanta, después de casi tres semanas fuera de ella, me respondió cuanta cosa tuve a bien preguntarle en un español tan trabajado como puede resultar mi inglés y me dejó la impronta de una persona que, a pesar del rol que juega en la industria y de las responsabilidades que asume sobre sus hombros, no parece estar dispuesto a perder la cercanía con la gente, el contacto directo (maneja sus propias redes sociales) y una humildad genuina que lo distingue de muchos otros pares de este mundo que parecen, en ocasiones, haber alcanzado un estadio en donde no parecen reconocer que todos somos iguales y que siempre tenemos algo que aprender.
Los aspectos técnicos, las características de los puros y mi apreciación de ellos será tema de otro registro, para eso siempre hay tiempo (y por suerte, puros), ahora quise detenerme en lo humano, en la sensación con la que volví esa tarde-noche a casa de contar con un amigo nuevo, y en rigor más de uno, pues también a Romain y Cyril espero volver a verlos, como volveré también a Le Grain, en Rue Lepic 11, en el París más bohemio de todos, a pasos de Pigalle, la de las historias prohibidas, vayan ustedes también si visitan la ciudad de La Conquete du Pain, la Rue Monge 49 o de la Rue Crémieux, los recibirá una sonrisa, un café de calidad insuperable (en serio es el mejor café que bebí en París y les prometo una historia más extensa junto a su dueño), un piano disponible para quien lo quiera tocar, una carta de comida breve pero de alta gama, abundante y de precios justos y, por supuesto, la eterna alegría que nos entrega a los fumadores un lugar que nos recibe con beneplácito, precisión estética y ánimo para la conversación,
A Sean Williams, las gracias por la fraternidad, la alegría y la conversación, y por sobre todo, la confianza reflejada en la rápida respuesta a la propuesta de este poco ilustre desconocido, y anímense con Silencio, es una fumada compleja, de buena evolución y construcción impecable, y con expresiones en varios territorios de fortaleza, lo que ha de agradar a un abanico extenso de fumadores, siempre atentos a experimentar algo distinto, como diría un conocido nuestro: #detodomigusto.