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La Aurora ADN Dominicano y los genes de la tradición
Luciano Quadrini
Hace unos 150 años no se sabía con claridad por qué los hijos se parecen a sus padres, e incluso a sus abuelos. Se barajaban diversas teorías basadas en componentes de la sangre principalmente, y hasta se llegó a proclamar que familias reales tenían “sangre azul”. Gregor Mendel, el padre de la genética ya había estado experimentando con las leyes básicas de la herencia genética, mucho antes de que el término “gen” fuera acuñado. Fue en 1869 cuando el biólogo suizo Johan Friedrich Miescher logró aislar por primera vez una molécula de ADN. Esta sigla que significa Ácido Desoxirribonucleico, y es mundialmente conocida, ya que representa nuestro código genético, que es una suerte de manual de instrucciones para todos nuestros procesos biológicos, heredado de nuestros progenitores.
Hace poco tiempo conocí personalmente a un amigo chileno, que ya conocía virtualmente desde el inicio de la reciente pandemia de Covid-19. Como tantas otras veces nos unió el tabaco, y entre reuniones de Zoom, siempre acompañadas de dos dedos de alguna bebida espirituosa (dos dedos en posición vertical dentro de la copa), se fue consolidando un gran grupo de amigos que hasta el día de hoy nos mantenemos en contacto permanente a través de grupos de WhatsApp, fumadas virtuales, y cuando se puede también presenciales.
Sebastián Alcázar Sichel es dueño y fundador de Casa Sichel Cigars. Su espíritu emprendedor no salió de la nada, fue forjado por su abuelo Silvio Aurelio Sichel Simonetti, e impregnado en su ADN. Silvio fundó en 1967 una empresa llamada Casa Sichel, dedicada a los trofeos y las medallas, especialmente destinados al hipódromo. Además, siempre estuvo ligado al boxeo, que era su deporte favorito, y a un equipo de fútbol chileno llamado Audax Italiano. Fue socio del Stadio Y Club Italiano por muchos años, y gran amigo de los embajadores de Italia en Chile. Muy amante de su familia y amigos, defensor de los suyos, como buen italiano.
Con este ejemplo que siempre lo ha marcado a fuego como inspiración, Sebastián compaginó su historia con el mundo de los tabacos. Uno de los disparadores según él fue su visita a Tony Pichs en Miami, donde vio cómo la familia cubana se reúne en torno del tabaco y lo amplían a quien se acerque. Compartiendo con ellos, se dio cuenta de que eso era lo que faltaba en Chile: un punto de reunión, un club, unos amigos que se reúnan a compartir, indistintamente de la profesión, el dinero, el lugar de residencia, la edad, etcétera. Y que el punto en común sea el tabaco.
Así nace Casa Sichel Cigars, reuniendo esos valores familiares italianos inculcados por su nonno, reforzado por la familia del tabaco, y con su toque personal, ampliándose al mundo de las motos, que, al igual que el tabaco, es su otra gran pasión.
En febrero de este año Sebastián anduvo de visita por Argentina y pudimos coordinar para juntarnos, asado de por medio por supuesto, y conocernos personalmente. Tuvo el gran gesto de hacerme llegar de su reciente viaje a República Dominicana un puro de La Aurora que hacía tiempo tenía ganas de probar y no había podido conseguir: ADN Dominicano, en sus vitolas robusto y gran toro. Y como si fuese poco también me trajo algo de tabaco andullo para fumar en pipa. Es un placer hoy en día dedicarle un artículo a mi amigo y a estos tabacos.
Pongámonos un poco en contexto. La Aurora es la fábrica de cigarros más antigua de Dominicana. Fue fundada el 3 de octubre de 1903 por Eduardo León Jimenes, hijo y nieto de cosecheros de tabaco, y que, sin dejar de
lado su tradición familiar, quiso dar un paso más con la creación de una marca de cigarros a la que aspiraba a dar dimensión mundial. Su fundador tenía solo 18 años cuando heredó unas tareas de terreno, y con una reducida nómina de seis tabaqueros, mucha ilusión y esfuerzo, comenzó a construir su sueño. Hoy en día La Aurora tiene presencia en los cinco continentes y más de mil empleados.
La Aurora ADN Dominicano utiliza como “alma” un tabaco en su ligada que es un símbolo de la historia del tabaco dominicano: el andullo. El proceso artesanal tabaquero más antiguo de la isla.
Para la elaboración del andullo se utiliza la variedad de tabaco rabito o punta de lanza. El proceso de elaboración dura un año y tiene el mismo fundamento que el del perique, del cual ya hemos hablado en otro artículo. Comienza con la recolección de tabaco ligero y visus, curado durante tres semanas para mantener su flexibilidad, para luego despalillarse. Luego el tabaco es colocado en yaguas (hoja de la Palma Real) de unos dos metros que se enrollan y aprietan con cuerdas, proceso el de la “apretada”, que se repite hasta cinco veces para revisar temperatura y humedad para un correcto secado. El siguiente paso es el añejamiento, donde el tabaco termina de perder humedad y se asienta, dando lugar a una pasta que se puede utilizar para tabaco de mascar, pipa, o cigarros como en este caso.
CATA EN PIPA DEL ANDULLO
Su aspecto es oscuro y oleoso. En frío desprende aromas pomtentes a chocolate y cuero, con un leve dulzor de almíbar y vainilla. Es predominantemente especiado y picante, al punto tal que se siente en la nariz su fortaleza. El encendido lo hago suave con fósforos de madera. Abre con un picor en el centro de la lengua que se expande desde su nacimiento. Una pimienta negra que se vuelve muy picante y a la cual rápidamente se le une el cuero aportando amargor. Luego en el fondo comienzan a apreciarse un leve dejo de madera de roble y notas terrosas. El humo es voluminoso y abundante, y deja una sensación de sequedad en el paladar. Finalmente surgen notas a chocolate amargo y el picor desciende paulatinamente pero aún se percibe en el paladar. La sensación en garganta es bastante áspera, y concuerda con la cantidad de nicotina que tiene este tabaco. El retronasal es para valientes.
LA AURORA ADN DOMINICANO ROBUSTO
Posee una capa oleosa, color colorado maduro rojizo. Lisa, con poca presencia de venas. En cada vuelta la capa cambia levemente de color haciéndose paulatinamente más clara hacia el pie. La construcción se percibe pareja tanto visualmente como al tacto, sin baches ni resaltos. Este robusto de fortaleza alta y de medidas clásicas (50x5) está elaborado con capa Habano 2000 dominicana y capote Cameroon, pero su verdadero tesoro se encuentra en la tripa: hojas de Nicaragua, Pennsylvania y por supuesto de República DominiRcana, provenientes del Valle del Cibao y una hoja que define por completo el ADN dominicano: el andullo.
Capítulo aparte es la anilla que ostenta con orgullo la bandera dominicana con su azul, rojo y blanco, pegada de forma oblicua, con el famoso león de La Aurora en el centro posado sobre las palabras “ADN Dominicano”. Realmente una de las anillas que más me gusta de esta marca.
En nariz, sobre la capa, el primer aroma que percibo es el cuero, con algo de frutas maduras como ciruelas, almendras y chocolate. El pie es más especiado, y de él emergen aromas a canela además de vainilla y café.
Realizo un corte con guillotina en V y procedo a hacer la calada en frío en la cual me encuentro con cerezas y chocolate, luego se siente el picor en la punta de la lengua. Enciendo con torch lentamente tostando el pie del cigarro a 45 grados sin quemar la capa, teniendo sumo cuidado ya que me encuentro fumando en exteriores.
La primera en aparecer con notable energía es la pimienta negra, abarcando paladar y lengua y en un principio impidiéndome “ver” lo que hay detrás de ella. Después de algunas caladas la pimienta nos permite apreciar de a poco lo que lleva detrás, y surgen notas a pan tostado. El picor es persistente. Algo de cuero marca la base, y sobre ella se van depositando aromas a chocolate amargo y almendras tostadas que le proporcionan un amargor y astringencias sutiles y agradables en la fumada.
Como en una buena comida, el secreto está en el balance. La intensidad se siente desde las primeras caladas y también la fortaleza. Dos conceptos muchas veces mal utilizados como sinónimos, pero que describen características organolépticas completamente distintas. Cuando hablamos de fortaleza nos referimos específicamente a la presencia de una molécula específica: la nicotina, alcaloide presente en la planta de tabaco y también en otros vegetales como las berenjenas y el tomate.
Por otra parte, la intensidad o expresión se refiere a la potencia de los sabores. Este puro puede ser un poco agobiante para fumadores nobeles o de los que gustan de fortalezas suave o media. Desde el primer tercio denota un carácter enérgico que no fluctúa calada a calada. La astringencia que se siente en la parte posterior de la boca no es agradable a todos los paladares. En mi caso particular debo decir que hasta el momento lo estoy disfrutando, y mucho.
Mitad del primer tercio y el chocolate y el café se hermanan relajando un poco el picor de la pimienta negra. La fumada esta virando hacia un perfil más amaderado llegando al segundo tercio, con notas a madera de roble que se intensifican escalonadamente.
En el segundo tercio se asienta el roble como base y se desenvuelven el café y el chocolate que venían en un tranquilo ascenso. La pimienta negra se suavizó en picor, pero mantiene su aroma, y ahora llegan la tierra húmeda y la canela a darle un giro al recorrido de esta fumada. El amargo sigue presente, pero ahora que ha disminuido el picor y hay más presencia de notas dulzonas, se balanceó un poco más. El anillo de combustión se mantuvo parejo a pesar de que hay bastante viento. El tiro es impecable el igual que la ceniza que es blanquecina con líneas transversales grisáceas.
El último tercio lo abre el roble, con la pimienta que aún persiste y una nota herbácea a heno que se detecta mejor en el retronasal, además del cuero. Aclaración aparte, hay que ser bastante cuidadoso con el retronasal en este tercio, ya que realmente se siente la fortaleza y puede ser irritante para algunos. El roble tiene un final largo que queda en la boca entre calada y calada incluso por varios minutos. La cremosidad del humo aumentó considerablemente en este tercio y resurgió la nota a café que con el sabor a crema me parecen un gran acierto. No requirió de reencendidas y apenas una pequeña corrección con el torch debido al viento. La intensidad de sabores y aromas en este puro es realmente notable, y la armonía, para ser un puro de fortaleza alta está muy bien lograda.
LA AURORA ADN DOMINICANO GRAN TORO
Esta vitola (58x6) posee venas más marcadas que el robusto que fume anteriormente, especialmente una que se aprecia en la foto. De aromas más intensos en capa y pie, y un peso notable. En nariz, me es imposible diferenciarlo del robusto, ya que encuentro exactamente los mismos matices: cuero, ciruelas, almendras y chocolate, sobre la capa, y un pie más especiado con aromas a canela, vainilla y café.
Desde antes de la primera calada, luego del corte en V y encendido con torch, ya se percibe el aroma a chocolate. Comienza con una pimienta que aumenta su picor paulatinamente, muy pausada, en un marco de cedro y frutos secos. Los tostados se hacen presentes tempranamente con notas a almendras y a pan. La definición de las almendras en este punto es increíblemente deliciosa. Empezó bien. El tiraje es muy bueno, apenas apretado, pero placentero. Ahora la pimienta pasó a ser un condimento y dominan por completo la fumada los frutos secos. El picor es suave y queda en el paladar. Surgen reminiscencias a tierra húmeda. La ceniza es blanca grisácea bastante lisa, firme, y no descama. El anillo de combustión se mantiene parejo. El dulzor está representado por una nota de azúcar negra muy agradable y a medida que avanzamos hacia el segundo tercio las maderas nos van interceptando cada vez más.
El segundo tercio abre con canela y vainilla. El cedro ahora se define por completo y se afianza en el retronasal. Aparece una nota amarga suave a café tostado, y los frutos secos comienzan a retroceder poco a poco. El picor de la pimienta negra ahora se trasladó a la lengua en su parte posterior, seguramente arrastrado por los sabores amargos. El humo es abundante y cremoso, favorecido por el tiro que ahora se abrió un poco más. Algo de cuero se va levantando entre la canela y la vainilla y el dulzor desciende algunos escalones. El cono de combustión es perfecto.
En la mitad del puro domina el cuero con la pimienta y el cedro y se percibe un leve aumento de la fortaleza. De golpe, emerge una nota fuerte a café que explota en el retronasal y luego perdura en boca. Una delicia.
El último tercio empieza con el café que perdura del segundo, al que se le suma la nuez. La fumada ahora vira suavemente hacia las notas herbáceas como el heno. La pimienta sigue presente ahora con un poco más de definición, aunque el picor es más leve que al principio. La vainilla vuelve a atacar, dulce y levemente amarga, amalgamada con la crema que naturalmente incrementa la sensación de cremosidad en
la fumada. La ceniza ahora se descama algo más que antes, pero la combustión y el tiro continúan perfectos. La madera ahora es más intensa y se ha inclinado más hacia el roble. El final es de caramelo, con un aftertaste largo que hacen que uno nunca quiera que termine.
Así es como podemos ser participes de un capítulo de la historia de República Dominicana, cuyas tradiciones perduran en el tiempo y se afianzan cada vez que encendemos un puro dominicano. Soy un agradecido de las personas que, al proteger estas tradiciones, me permitieron tener contacto con estos tabacos de antaño como el andullo, que es un símbolo de la cultura tabacalera dominicana. Es nuestro deber como aficionados promulgar el conocimiento sobre estos antiguos métodos de procesar la hoja de tabaco, para entender un poco más el por qué hoy sabemos lo que sabemos sobre esta maravillosa planta, y que esta pasión no se quede solo en exhalar humo.