1.4.2 El terremoto del 16 de agosto de 1868

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El terremoto de Ibarra. 2.- El Terremoto del 16 de Agosto de 1868. EL TERREMOTO DEL 16 DE AGOSTO DE 1868.

"El Terremoto de 1868" - Rafael Troya Repuestos y tranquilos ya los imbabureños del susto que les causaran los dos antedichos temblores, dice el Dr. Juan de Dios Navas, todos se habían entregado al sueño y al descanso, a las sombras de la noche; cuando, a eso de la una de la mañana del día 16, a impulso de fuerzas subterráneas, sacudiéronse con tanto furor y violencia las capes terrestres en la vasta extensión de centenares de leguas cuadradas, que en un abrir y cerrar de ojos, los edificios de las poblaciones se desquiciaron y sumieron, sepultando entre sus escombros a los desprevenidos moradores. Y cual si se tratase de agitado mar, la tierra convulsionada se partió en mil grietas, formando abismos, surgiendo montículos, y transportando árboles, escombros y cadáveres de uno a otro sitio. ¡Cerca de veinte mil seres humanos quedaron sepultados para siempre bajo las ruinas, ofreciendo al espectador un cuadro el más lúgubre y desconsolador, agravado por voces de plegaria, aves y lamentos¡.


COMO NARRÓ ABELARDO MONCAYO LA HORRIBLE CATÁSTROFE. “A un estampido infernal como de cien truenos en el interior de nuestro globo, a un tormentoso hervidero de su superficie, como el mar en borrasca, los montes se desgarran y precipitan en pedazos, los ríos paran su corriente, las poblaciones se hunden en impensado abismo, zarandeada, sacudida la tierra hasta sus más hondos senos, se trueca una inmensa zona en campo de indescriptible desolación. En menos de diez segundos, cuántas innumerables víctimas que del sueño fugitivo de la noche pasan al profundo de la eternidad, cuántos debajo de los escombros, en pugna cruel entre la muerte y la vida; y cuántos, si bien escapados por prodigio, atónitos ante lo insólito de su infortunio. EL TERREMOTO DE 1.868 EN IMBABURA. Era la tarde del 15 de Agosto de 1.868, "el jardín del Ecuador", ensalzado por los viajeros y poetas fue sacudido por varios pequeños temblores que intranquilizaron a los habitantes en especial a los de El Ángel y de Ibarra. Se repitieron sin causar víctimas ni daños mayores y se sosegaron los ánimos. Más en el silencio de la noche, a la una y tres cuartos de la madrugada del 16 de Agosto, los habitantes de Imbabura se sobresaltaron al escuchar un espantoso estruendo subterráneo. Yertos de pavor, sintieron al mismo tiempo que el suelo se desquiciaba y deshacía en pedazos. Con expresión gráfica y muy acertada, se dijo que la capa terráquea se sacudió con tal violencia, como se sacude un caballo enfurecido para librar se del jinete que le gobierna. Sobrevino en seguida otro estruendo, mas no subterráneo sino superficial, causado por el derrumbe de torres, iglesias y casi todos los edificios. Un minuto más y todo fue profundo silencio interrumpido muy luego por alaridos desesperantes, ayes de dolor, lamentos y gritos solicitando socorro y auxilio. !Ay! los pocos ilesos, fuera de sí, descalzos, desnudos o semidesnudos, presos de pánico, se esforzaban por abrirse paso por entre las ruinas, el polvo y la oscuridad para huir al campo mientras a cada instante la tierra temblaba. En el cataclismo los montes y collados se desquiciaron, sus aguas subterráneas se precipitaron y de los Poguios Altos una gigantesca erupción de agua viscosa y hedionda


formó una corriente lodosa de cerca de 400 metros en su mayor anchura que recorrió su plano inclinado y pasó arrollando en su curso cuanto encontraba hasta precipitarse en el Ambi. Así muchas personas que no habían perecido aplastadas por los muros y techumbres de sus casas encontraron la muerte envueltas en las torrentadas. EL EPICENTRO DEL SISMO - NÚMERO DE VICTIMAS. La espantosa ola sísmica, cuyo epicentro se ha fijado entre Otavalo y Atuntaqui, se extendió hasta la ciudad de Guayaquil, y por el Norte hasta Honda, Colombia. El Cantón de Ibarra tuvo 9.700 muertos; el de Otavalo, 6.000; el de Cotacachi, 3.400; el de Tulcán, 60. AL DÍA SIGUIENTE: EFECTOS DEL TERREMOTO. Al día siguiente la provincia de Imbabura y sus pueblos presentaban un cuadro lastimoso y horrendo. Los efectos del temblor en Otavalo fueron espantosos. No había quedado una sola casa parada, no existía en pie ningún edificio, ni siquiera las tapias de un metro de altura. Las calles habían desaparecido debajo de los escombros, Idéntico estrago en el vecindario

de

Atuntaqui.

Arruinadas yacían igualmente, si bien con algunas calles y casas la ayer risueña y hoy desconocible Ibarra. La villa de Cotacachi, y los pueblos de Imantag, Urcuquí, San Antonio, San Pablo quedaron muy castigados, y algo menos Salinas, Tumbaviro, Mira y el Ángel. He aquí la lista aproximada del número de los muertos. El cantón de Ibarra tuvo 9 700 muertos, casi 5.000 correspondían a su capital. El de Otavalo 6.000 de los cuales la mitad correspondían a la ciudad. El cantón de Cotacachi 3.000 y 2.000 en Atuntaqui. La verdad es que fueron pocos los que perecieron de contado en las primeras horas de la catástrofe y mucho más numerosos los que sepultados vivos terminaron horriblemente sus días por falta de cuadrillas que les atendiesen. En extrema o casi total necesidad deambulaban por los campos unos 50 mil sobrevivientes. Para colmo de males, gentes desalmadas excitadas tal vez por el hambre y la miseria, se


dieron a robar y saquear. En las campiñas un gran número de indios al grito de "¡Viva Atahualpa!" se dispusieron a exterminar por completo al puñado de sobrevivientes blancos para apoderarse de sus bienes y tierras. GRAVEDAD DEL CATACLISMO EN IBARRA. Ibarra fue la ciudad más castigada por el terremoto. Apenas quedó familia que no deplorara varias víctimas y algunas desaparecieron enteramente. De las Carmelitas murieron cuatro, entre ellas la priora, de las Conceptas murieron trece, inclusive la abadesa. Fallecieron los siguientes eclesiásticos Reverendo Canónigo Villalobos, Reverendo Padre Alomía, Padre Trejo filipense y el Doctor Pedro Cevallos. De las familias de Ibarra murieron diez y ocho de la de Rocha y quedó extinguida; de Villota once personas, de Almeida veintiséis, de Vacas cuatro, de Subía siete y con los arrendadores veinte, de Pérez cinco, de Juan Villavicencio diez y ocho, de Dávila seis, de Páez cinco, de Lara siete, de Burbano tres, de Rosales diez y siete, de Andrade Marín doce, de Manuel Andrade siete, de Ledesma quince y se extinguió, de Peñaherrera diez y ocho, de Grijalva cuatro, de Rivadeneira cuatro, de Vega siete, de Yépez seis, de Espinosa seis, de Torres once, de Brizón cinco, de Acosta ocho, de Peña seis, de Pacheco ocho, de Terán tres, de Flores siete, de Gómez cuatro, de Guzmán cinco, de Pozos cuatro, de Benalcázar ocho, de Suárez ocho, de López trece de Valencia cuatro. Además de éstos pereció un número considerable de vendedores que habiendo acudido a la feria se habían quedado en los tres portales de la plaza. El Sr. Dr. Fernando Pérez, Jefe Político de Ibarra, en comunicación al Gobierno en fecha de 1o de Octubre de 1868 daba los datos siguientes: de los 7.200 habitantes de la ciudad han fallecido 4.458, están heridos 2.289 y quedan ilesos solamente 553.


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