Educación Secundaria. 1.- El Seminario Menor de San Diego
a Edificio del Seminario Menor de San Diego -Actualmente Edificio del Colegio Diocesano Bilingüe-
Era el año 1821. La sangre de los libertadores de América corría todavía a torrentes, y era aún muy fuerte el gobierno español en el Virreinato del Perú. Pero los inmensos territorios de Venezuela y Colombia sacados a la vida libre por la espada de Bolívar debían pensar ya en organizarse políticamente, y así lo hicieron. En Cúcuta se reunió el Congreso General, y allí se formuló la Constitución Republicana de la Gran Colombia. Sea porque la nueva nación se creyera heredera del patronato español, o porque sobre la virgen Americana soplaron recio los vientos de la Revolución Francesa; o porque los tristísimos rezagos de la vida colonial hicieran necesaria una reforma eclesiástica como fundamento de toda otra transformación bienhechora; es lo cierto que el Congreso General de Cúcuta suprimió los conventos que no tuvieran ocho sacerdotes religiosos, y adjudicó sus bienes a la dotación de los colegios existentes en las mismas provincias de los conventos suprimidos, o a su fundación donde no los hubiere. Esta ley se confirmó en el Congreso reunido en Bogotá en 1826.
ESTADO DE LA INSTRUCCION PUBLICA EN LA PROVINCIA DE IMBABURA Del estado en que entonces se encontraba la instrucción pública en la Provincia de Imbabura, nos dará una idea lo que el señor Gobernador Dn. Eusebio Borrero decía en un informe de febrero de 1826, al respecto: Tiene la Provincia 35 escuelas de primeras letras, en las que aprenden 869 niños; de estas escuelas solo la de la Capital es por el método Lancasteriano, y actualmente se ocupa el Gobierno de establecer otra de esta clase en Otavalo. Las demás son por método antiguo tan defectuoso en sí mismo y más por la ineptitud y malas cualidades que generalmente tienen los maestros que las presiden, que sería de desear que no las hubiese. De todas ellas solo la Lancasteriana de Ibarra está dotada de los fondos públicos. No hay ninguna de niñas, aunque podría muy bien establecerse en el Monasterio de Conceptas arreglando la administración de sus pingües fondos. Carece la Provincia de un Colegio o Casa de Educación, y existe únicamente en la Capital una cátedra de Gramática dotada del ramo de temporalidades. Se ha propuesto por este gobierno y también por la Junta Provincial el establecimiento de un Colegio en la Capital de la Provincia, destinándose a este objeto las rentas de los conventos menores mandados suprimir por la Ley del 6 de agosto del año 11° del Congreso Constituyente, y también parte de los bienes del finado Martín Sánchez, que dispuso se empleasen en la educación de la juventud de Ibarra. La dificultad solo consiste en que el gobierno no ha mandado aún ejecutar en este Departamento la Ley citada sobre la extinción de conventos menores, y que la disposición del Sr. Sánchez no tiene lugar sino después de los días de su esposa que aún vive”. GESTIONES EN FAVOR DE LA FUNDACION DEL COLEGIO SEMINARIO. En aquel año de 1827 no había sino una cátedra de latinidad en Ibarra y otra, en Otavalo; insuficientes de todo en todo por las necesidades intelectuales del pueblo, y perjudiciales mas bien, como la experiencia nos enseña que lo son siempre esos tintes de ilustración que se adquieren en colegios mal organizados.
El Libertador, que, bajo su férrea coraza de guerrero, abrigaba con corazón noble y paternal, decretó a fines del mismo año que se fundara un colegio en la ciudad de Ibarra; y armado de este Decreto el Comandante D. Basilio Palacios Urquijo resolvió no descansar hasta conseguir que se realizara su sueño dorado en pro de “la juventud de Ibarra y de los Pueblos que componen esta Provincia dotada de las más excelentes disposiciones para la ilustración”.-como él decía. Algunos años atrás, en su primera gobernación, ya había el Comandante Palacios Urquijo trabajado mucho en este mismo sentido; de modo que apoyado en la Ley de 1821, no le fue difícil exigir del Ejecutivo la autorización necesaria para la instalación del Colegio, señalando concretamente los fondos con que se contaba, tanto en las cajas nacionales como en las colecturías privadas encargadas de acopiar los réditos de los conventos suprimidos en Ibarra, (1) <Excepto los paramentos y piezas sagradas para la mantención del Culto>. Hizo más: pidió que por lo pronto se agregara la cátedra de Filosofía a la de Gramática, se opuso a la venta de terrenos de los conventos que pretendía efectuar la Municipalidad, porque preveía que con el tiempo, sus arriendos darían mejores rendimientos. Y señaló como local adecuado por lo pronto el convento de La Merced. Termina su informe D. Basilio Palacios con estas palabras que revelan los afanes de su alma: “Suplico al Supremo Poder Ejecutivo que no me prive de la dulce satisfacción de ser el fundador de un Seminario benéfico a la ilustración y a la Patria”. DECRETO DE BOLIVAR ESTABLECIENDO EL COLEGIO DE IBARRA. El 16 de febrero de 1828, Dn. Simón Bolívar expidió un nuevo Decreto autorizando el establecimiento del Colegio de Ibarra y dando disposiciones concretas en orden a la provisión de Rector y catedráticos. En tal virtud, el Comandante Palacios en el mes de marzo hizo la presentación del personal docente para el futuro Colegio, en esta forma: al Rdo. Padre Fray Mariano Negrete, R. C., que con lucimiento había dirigido las clases de latinidad durante tres años por encargo de Dn. Manuel Alomía, para Rector; al Sr. Dn. José María Salazar y Ruiz, acreditado profesor de Gramática en Otavalo, para catedrático de
Latinidad; y al Sr. Dn. Mariano Maldonado, para catedrático de Filosofía, a cuyas aulas podían ya concurrir doce jóvenes. A la vez presentó una razón sucinta de los capitales con que contaba, en concepto de arriendos de los bienes de Conventos suprimidos, y de pensiones de ingreso de los alumnos, y formuló un presupuesto de rentas, que equilibrados los ingresos y los egresos, quedaba un sobrante para desembolsos imprevistos. En cuanto al edificio, advirtió el de La Merced serviría solo de manera provisional, e insinuó la adjudicación al Colegio del Convento de los expatriados Jesuítas; hasta entonces ocupado por los despachos de Gobierno, para cuya colocación propuso
Simón Bolívar
combinaciones fundadas en muy acertados cá1culos locales y económicos. ORDEN DE LA INSTALACIÓN DEL NUEVO COLEGIO. Obtuvo por fin el Sr. Comandante Basilio Palacios Urquijo la orden de instalación del Colegio deseado; y el 30 de mayo de 1828 hizo publicar en Ibarra y en Otavalo una entusiasta convocatoria para la instalación del Colegio de Imbabura, que tendría lugar el 14 de
junio
inmediato.
El día 14 de junio celebra la Iglesia Católica la fiesta de San Basilio Obispo y Doctor. El Sr. Comandante quiso darse alguna recompensa a sus afanes, algún desquite a sus amarguras; y se los dio como creyente, dedicando la grande obra de la Ilustración de un pueblo a su Santo Protector, cuyo glorioso nombre llevaría en adelante el Colegio, hasta cuando viniera a reemplazarle el que ya estaba ordenado por Dn. Martin Sánchez. Llegó pues el 14 de junio de 1828; y un gran concurso de eclesiásticos, autoridades y pueblo, rodeando al grupo de profesores y alumnos con los que iba a fundarse el nuevo Colegio, acudió al Templo, y con una Misa cantada y un Solemne Te Deum dedicaron a Dios, al Dador de todo bien, el Padre de toda luz, la institución escolar por la que tanto había sufrido la Provincia. Luego se efectuó la instalación oficial, con la misma
concurrencia y con no menor entusiasmo; donde se pronunciaron entusiastas discursos propios de las circunstancias. EL LIBERTADOR RESTABLECE LOS CONVENTOS MEDIANTE DECRETO. No fueron pocos ni de pequeña significación los reclamos que se elevaron de todos los pueblos de Colombia, en favor de los conventos suprimidos de los religiosos, en atención a que, con la disminución de sacerdotes, venía muy a menos el servicio del culto. El Libertador, hallando justos los deseos de sus subordinados, restableció, por un Decreto del 10 de Julio de 1828, los mencionados conventos; más, para que no se defraudaran las esperanzas que en esos colegios establecidos con los bienes religiosos se habían fundado, ordenó que dichos colegios subsistieran, con la obligación de contribuir con cierta suma al sostenimiento de los conventos rehabilitados. SOBRE LA SECULARIZACION DEL COLEGIO. En la convención de 1830 hubo solicitudes en pro y en contra de la secularización del Colegio de San Basilio; más los legisladores juzgaron conveniente negar tal secularización. Luego se suscitaron dificultades personales entre el Rector y los alumnos, lo que dio por consecuencia el que Fray Mariano Negrete, fuera reemplazado por Fray Pedro Albán primero y por Fray Cecilio Cifuentes después. En Octubre de 1832 el Sr. Dn. Miguel Gangotena instituyó en la hacienda de Chorlaví una imposición de 2.000 pesos a favor del Colegio de San Basilio; lo que arguye por una parte que la organización del Colegio infundía confianza a la sociedad de Ibarra, y por otra parte la buena disposición que había en favor de la instrucción pública en general y de nuestro Colegio en particular. Con todo, las dificultades se sucedían una a otra, y el Congreso de 1832 hubo de ocuparse de manera muy detenida en las reclamaciones hechas por los religiosos, exigiendo la devolución de sus rentas, o lo que era lo mismo, la clausura del Colegio que con ella se sostenía. El resultado fue que se decretó tal devolución, imponiendo
a los religiosos la obligación de dictar clases tanto en Ibarra como en Otavalo, y de sostener escuelas de primera enseñanza. El Poder Ejecutivo, preocupado de la suerte que al Colegio de Ibarra y deseoso de arreglar en aquella ciudad la educación de la juventud de un modo que haga honor al país, pidió al Congreso la autorización de establecer un nuevo Colegio contando con los bienes do Dn. Martin Sánchez y de su esposa Doña Isabel Villarruel, y con las rentas municipales de que para el electo pudiera disponerse: ofreciendo dar cuenta de todo en la próxima Legislatura de
1834.
Digna de aplauso es sin duda esta actitud del Gobierno; pero la verdad es que se anticipó mucho en sus proyectos, pues nada podía hacerse sino después de la muerte de la Sra. Villarruel, la que no acaeció sino en Mayo de 1833. No sabemos si a raíz de este fallecimiento se dieron o no todos los pasos que aceleraban la fundación del Colegio de San Diego; pero es lo cierto que en febrero de 1834 el Sr. Gobernador Dn. Agustín Ángel Posso gestionaba por la tasación de unas casas de gobierno para plantear allí el Colegio de San Basilio. LOS BIENES CON QUE CONTABA EL COLEGIO DE SAN DIEGO. La catástrofe que Ibarra sufrió el 16 de agosto de 1868 hizo desaparecer gran parte de los Archivos que constituían preciosa fuente de información para quien quisiera más tarde bosquejar la historia de la Provincia. Por este motivo no se ha podido dar con los documentos relativos a la fundación del Colegio de San Diego; pero dicha fundación no pasa de 1836, pues el Sr. Dn. Manuel Cifuentes, al otorgar su testamento en Diciembre de 1837, constituye herederos de sus bienes al Colegio de San Diego de Ibarra. Los bienes con que contaba el Colegio de San Diego fueron: Quitumba y Canavalle, legados por Dn. Martin Sánchez; Anafo comprado con el legado del Sr. Manuel Cifuentes; y el Convento de la extinguida Compañía de Jesús, adjudicado por Decreto Legislativo de
noviembre de 1846 al Colegio de San Diego, como lo habían deseado todos los pobladores de Ibarra desde la fundación de la Provincia. LAS ESCUELAS DEPENDIENTES DEL COLEGIO. En el año 1853, el Congreso impuso un gravamen a las salinas de Imbabura, cuyo producto debía ingresar en la Colecturía del Colegio, y con él atenderse al sostenimiento de las escuelas, que se fundaran en todas las parroquias de la Provincia, y además en Guayllabamba. Quedaban, pues, bajo la dependencia del Colegio, las escuelas de La Merced, la Compañía, la Concepción y el Hospital de Ibarra, y las de Salinas, Otavalo, Atuntaqui, Cotacachi, Cayambe, Tabacundo, Tulcán, San Antonio, Caranqui, Urcuquí, Tumbabiro, Mira, Pimampiro, Cahuasquí, San Pablo, Tocachi, Tusa, Puntal, Ángel, Guayllabamba, Pialaquer, Angochagua, Intag, San Pedro de la Carolina, Ambuquí, Imantag, Malchinguí, Cangahua y Huaca: casi todas mixtas, con dotaciones ínfimas y tan desprovistas de elementos para la enseñanza, que el Sr. Gobernador de la Provincia Dn. Luciano Solano de la Sala hablando de una de las escuelas de Ibarra, con fecha 24 de marzo de 1863, se queja de la falta absoluta de elementos principales para la enseñanza: las tablas de las clases rotas –dice- dos bancas caídas y las otras al caerse. Además, corría de cuenta del Colegio el cuidado del templo de la Compañía y el sostenimiento del culto; de tal manera que no solo debía dotarse al Capellán y al Síndico, sino que además eran de cuenta de la Colecturía las reparaciones del edificio. Cuando el terremoto del 22 de marzo de 1859 causó graves averías en una de las torres, hubo de acudir el Colegio a reconstruirla aún con mengua de las escasas rentas del profesorado. CREACION DR UN CONSEJO ACADÉMICO. Casi siempre el Gobernador de la Provincia era a la vez Inspector de Estudios, bajo cuya dirección el profesorado del Colegio debía atender no solamente al régimen interno de la Casa sino también a la provisión de las escuelas de la Provincia, y a fiscalización de los institutores.
La Junta Administrativa ejerció siempre este Ministerio, y solo en 1863 se creó un Consejo Académico que asumiera este cargo, y en el que de nuevo tomaban parte los mismos profesores. CÁTEDRAS QUE SE DICTABAN EN EL COLEGIO DE SAN DIEGO. Se dictaban en el Colegio de San Diego las cátedras de Humanidades, Literatura, Idiomas, Filosofía, Teología Dogmática, Teología Moral, Derecho Civil y Derecho Canónico.En enero de 1858, la Junta Administrativa fundó escuelas de Dibujo y Escultura. Desde 1844 hasta 1865 se sucedieron ocho rectores, de lo que apenas uno fue eclesiástico y cuyo cargo duró tres años. En cuanto a los profesores, todos, con excepción de los de Teología y Derecho Canónico, fueron seglares. Un importante eclesiástico, el Sr. Dn. José Miguel Novoa que desempeñó con lucimiento la cátedra de Derecho Civil por algún tiempo. No sabemos si antes de 1857 hubo estatutos, o si el régimen interno del Colegio dependía de la acción exclusiva, de la Junta Administrativa; lo cierto es que en Enero de 1855 el Ministro de Instrucción Pública preguntaba si el Colegio tenía estatutos; y negativas fue sin duda la respuesta, pues en Mayo de 1856 el Presidente de la República ordena qué se los formule. SUS PRINCIPALES ALUMNOS. Al Colegio de San Diego de Ibarra no solo acudían los jóvenes de Imbabura, sino también muchos del Sur de Colombia. El número de alumnos era relativamente a la época, crecido; y no es para despreciarse la circunstancia de que los profesores más notables fueran alumnos del mismo Colegio: Miguel Pasquel, Manuel Herrería, Manuel Alejandro Pasquel, José Nicolás Vacas, Rafael Peñaherrera, Mariano Acosta. SUS RECTORES. Han regido el Colegio, entre otros:
El Dr. Francisco Javier Suárez, Vicario General y Deán, cuya memoria durará mucho, no solo en el Colegio, cuyo Protector fue por largo tiempo, sino en toda la sociedad, que no podrá recordarlo sino con esa ternura y veneración con que se recuerda a los hombres justos. El Dr. Felipe Santiago López, Sacerdote de la Oratoria de San Felipe, de miras muy elevada, y que introdujo en el Colegio reformas importantes, como conferencias trimestrales de los alumnos, informes mensuales de los profesores, estímulos para los exámenes de colegios y escuelas, etc. La junta Conciliar hizo justicia a sus labores en una forma muy honrosa. El Dr. Mariano Acosta -Canónigo y Vicario General-, Director de la construcción del edificio del Seminario, Fundador y Director de la obra del Colegio Nacional. El Dr. Francisco Almeida -Sacerdote modesto-. Si como alumno fue un verdadero modelo en el Colegio de Ibarra, como, profesor, no podemos darle otro título que el de Reformador del Seminario de San Diego, y Benefactor de la Diócesis. Fue él quien dio al Establecimiento la verdadera orientación con vista al Santuario. El Dr. Manuel Páez -Vicario General y Deán-, de carácter dulce, sacerdote prudente y pacífico, y que tenía el secreto de derramar sonrisas, ocultando intensas y profundas amarguras. El Dr. Francisco Aurelio Recalde -Deán-, talentoso, ilustrado, piadoso. El Dr. Francisco Telésforo Peñaherrera -Canónigo Magistral-, de carácter emprendedor, palabra fie1, inteligencia clara, circunspecto y culto, celoso y atrayente. El Dr. Alejandro Pasquel Monge –Deán, Vicario General, Obispo de Ibarra- amable, abnegado desprendido, optimista y gran patriota, verdadero padre de sus alumnos. Elias Liboiio Madera