1.5.6 Retorno a Ibarra

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El Retorno a Ibarra. 1.- El Retorno. ,

En enero de 1.869 García Moreno ascendió de nuevo a la presidencia de la República; siguió manifestando a la provincia de Imbabura un cariño especial y volvió a visitarla con frecuencia. Bajo su dirección la Convención Nacional de 1869 expidió un Decreto fechado el 14 de julio, ordenando el pronto restablecimiento de las ciudades destruidas por el terremoto y determinando los fondos que habían de invertirse en su reconstrucción. Largas vacilaciones precedieron a la reedificación de Ibarra. El 18 de marzo de 1870, en una sesión pública, las intervenciones del Sr. Dn. José Nicolás Vacas y del Presbítero Dr. Mariano Acosta triunfaron y se votó la resolución popular de activar la reconstrucción de la ciudad. Dos años después siendo muy adelantado el trabajo de la reedificación, el 13 de febrero de 1872, el Excmo. Sr. Presidente García Moreno escribió al Hmo. Sr. Obispo Dr. Tomás Antonio Iturralde: Mi venerado Señor y muy querido Amigo: "No sé como agradecerle su resolución de bajar a Ibarra después de Pascua, Escribo al Gobernador para que se prepare a bajar en todo el mes de Abril, con las autoridades, escuelas, oficinas y guarnición aunque sea a vivir en tiendas de campaña o a cielo raso". En vista de la insistencia del Excmo. Sr. Presidente, el Sr. Gobernador Juan Manuel España, dio el 10 de Abril de 1872 el Decreto siguiente: "Desde el 22 del presente se establecerán en la ciudad de Ibarra todas las oficinas de despacho tanto políticas como municipales y judiciales y la guarnición militar; y desde aquella fecha se dirigirán a dicha ciudad cuantas comunicaciones oficiales y asuntos tengan relación con los servicios públicos. El Gobierno Supremo el 23 de Abril de 1872 envió al Sr. Gobernador el siguiente oficio: "El Supremo Gobierno aprueba la orden que ha expedido Ud. para que se trasladen a la ciudad de Ibarra todas las oficinas públicas el 22 del presente, y me ha ordenado agradecer a V.S. por su interés por la reedificación de la nueva ciudad". Dios guarde a V. S. FRANCISCO JAVIER LEÓN. El Retorno a la ciudad nueva. El 20 de abril de 1872, 19 peones transportaron desde la Esperanza los muebles y útiles de las dos escuelas y los colocaron en los planteles escolares de la nueva ciudad. El 21 de Abril, huelga ponderar la emoción de de los habitantes, de gozo la gran mayoría, y


a la febril actividad en hombres y mujeres para el transporte ajuar, de comestibles, de infantes incapaces de caminar, de aves y animales de corral etc. Al despuntar el alba del 22 de abril, día lunes, todo bulle, y todo es bulla en la Esperanza. Se da la última mano a los cargamentos, a los paquetes, el enjaezamiento de los caballos, etc. Alegremente empieza el desfile de las caravanas; grupos abigarrados que descienden a Caranqui, de allí a Chaupi-Estancia, en donde aprovechan la recta y flamante carretera hasta la Ciudad Nueva. El día 22 transcurrió en un incesante trajinar entre la Esperanza e Ibarra, y en instalarse pasablemente en la villa resucitada. Esta comenzó a ser de nuevo la Capital de Imbabura, después de tres años y ocho meses de haber sido tan solo sede de un Teniente Político. En el decurso de aquella memorable semana las gentes continuaron bajando a Ibarra pues la Esperanza con la partida de las gentes iba resultando, de día en día, menos atrayente y simpática. La Reinstalación en Ibarra. El 27 de Abril, se publicó en Ibarra el siguiente Oficio: "El día de mañana tendrá lugar la bendición de esta ciudad, nuestra cara patria, se celebrará una misa en acción de gracias a la Divina Providencia, por la nueva instalación"... Aurora la más linda pareció a los ibarreños la que brilló sobre la cima del Imbabura, el día domingo 28 de Abril de 1872. Festivos repiques dé campanas en una improvisada capilla de nuestra Señora de las Mercedes convidó a los sobrevivientes que se agolparon en el diminuto templo y sus contornos. Allí estaba el Hmo. Señor Obispo Tomás Antonio Iturralde con su clero, el dinámico Gobernador Juan Manuel España con las autoridades municipales y cantónales, el Comandante de Armas Coronel Manuel Salazar con la compañía de soldados. De la Merced arrancó la procesión, en dos largas hileras, cantando la letanía de los santos. Llegados a la plaza principal el bondadoso Prelado bendijo la naciente ciudad mediante las oraciones rituales. Luego regresó la procesión a la capilla de la Merced y se celebró la Santa Misa. Después del Evangelio el señor Canónigo Dr. Mariano Acosta pronunció un hermoso discurso en el cual tuvo estas entusiastas y proféticas palabras: "¡Ibarra! Patria mía, levántate del seno de las ruinas y la diestra del Altísimo te embellecerá. Tus calles serán espaciosas y pobladas. Tus plazas hermosas y afluidas de gentes de los mares. Tus aguas cristalinas y puras. Tus habitantes virtuosos y felices. Un ángel de Dios velará en las alturas de tus Andes para contener los desenfrenos de la naturaleza; y despejará el horizonte al amanecer de los felices días que se te prometen..."


Terminada la función religiosa la concurrencia se dirigió al Palacio Municipal. Aquí el Gobernador Dr. Juan Manuel España, en un corto discurso declaró que Ibarra quedaba rehabilitada como Capital de Imbabura. Entonces tomó la palabra el notable y entusiasta orador José Nicolás Vacas... o como familiar y cariñosamente le llamaban los ibarreños el "SEÑOR VAQUITAS" quien, cuando Ibarra, fugitiva y desolada, acampó en Santa María de la Esperanza durante cuatro años, no cejó un punto en su campaña de convencimiento para abandonar los hospitalarios campos de la Esperanza y retornar a los antiguos lares. Con profunda emoción e intenso júbilo, subido a la tribuna prorrumpió en un clásico y hermoso discurso que terminó con las siguientes frases: Salve Ibarra! dulce patria mía, Ibarra asiento del honor, del valor y de la inteligencia. Bendito sea mil veces el fausto momento en que tu nombre vuelve a resonar entre los nombres de los pueblos vivos, surgiendo nuevo y brillante del polvo del olvido en que ibas a sepultarte..." Loor eterno señores al Supremo Dispensador de todos los bienes; y después de El, a los hombres a quienes debemos tan señalado beneficio. Que la Historia, depositaría fiel de todos los grandes sucesos, recoja los nombres del egregio Presidente actual de la Nación; del laborioso joven Gobernador de esta provincia, y de las demás autoridades locales, y los compagine con los del ínclito Miguel Ibarra, haciendo resaltar el 28 de Abril de 1.872, junto al 28 de Septiembre de 1.606. Esta segunda fundación de Ibarra fue firmada, en este acto solemne por las altas autoridades presentes y luego por el Presidente Municipal Dr. Rafael Peña-herrera, por el Secretario Joaquín Moran, por ciudadanos particulares: Manuel Alejandro Pasquel, Modesto Gómez Jurado, Miguel Cervantes, José María Pozo, Ramón Rosales, Aparicio Moncayo, Darío Almeida Marrillo, Mariano Manosalvas, Manuel Alejandro Cifuentes, Miguel Játiva, Nicolás Clerque, Luis Villafuerte, Darío Erazo, Teodoro Jijón, Pedro Recalde, Manuel Castelo y cien más. Al terminar la solemne Sesión se resolvió un voto de agradecimiento al egregio Presidente Dr. Gabriel García Moreno, al Sr. Gobernador Dr. Juan Manuel España y demás Autoridades locales. Todos estos documentos fueron enviados al señor Presidente de la República, y publicados en "El Nacional" de 20 de mayo de 1.872.


2.- Un Decreto Histórico UN DECRETO HISTÓRICO Juan Manuel España GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE IMBABURA CONSIDERANDO: Que para entender más eficaz e inmediatamente a la reparación de la ruinas de la ciudad capital de esta Provincia, dar cumplimiento a la resolución popular acordada en la Sesión pública del 18 de marzo de 1870; y llenar la voluntad y disposición de la legislatura Última y del Supremo Gobierno de la nación, es indispensable trasladar cuanto antes todos los despachos a la ciudad de Ibarra. DECRETO: ARTICULO PRIMERO.- Desde el 22 del presente mes se establecerán en la ciudad de Ibarra todas las oficinas de despacho, tanto políticas como municipales y judiciales y la Guarnición Militar; y desde aquella fecha se dirigirán a dicha ciudad, cuantas comunicaciones oficiales y asuntos tengan relación con los servicios públicos. ARTICULO DOS:Para la conservación del orden y administración de justicia, quedarán en la población de La Esperanza, durante el tiempo que ella permaneciere, el Teniente y jueces parroquiales, según la Ley del Régimen Interior. PUBLIQUESE Y CIRCULESE PARA LA COMUN INTELIGENCIA. Dado en la sala de despacho de la Gobernación en la Esperanza a 10 de abril de 1872. Juan Manuel España GOBERNADOR DE LA PROVINCIA Luis F. Lara SECRETARIO


3.- Cronología del Retorno a Ibarra CRONOLOGÍA DEL RETORNO A IBARRA

Casa de Gobierno en el día del Retorno

AÑO 1872. Día 20 de abril, diecinueve peones tuvieron que abandonar su trabajo del Palacio de Gobierno, para transportar desde La Esperanza los muebles y útiles de dos escuelas, y colocarlos en dicho edificio. Asimismo empezase la fábrica de ladrillos con que pavimentaron el suelo de las piezas destinadas a las clases. Tales actividades absorbieron una semana entera. Amaneció el domingo, 21 de abril, último día en la existencia de La Esperanza, como capital de Imbabura, y aun como domicilio de no pocos de sus pobladores. Su número exacto no se halla consignado en los documentos de aquel tiempo. Huelga ponderar la emoción de aquellos habitantes, de gozo en la mayoría; la fabril actividad en hombres y mujeres para el transporte de ajuar, de comestibles, de infantes incapaces de caminar por sus propios pies, de aves y animales de corral, etc. Un parasceve para el viaje de todo un pueblo. Al despuntar el alba del 22 de abril, día lunes, todo bulle, y todo es bulla, en La Esperanza. Se da la última mano a los cargamentos, a los paquetes, al enjaezamiento de los caballos, etc. Empieza el desfile de las caravanas; grupos abigarrados que descienden a Caranqui, de aquí a Chaupi-estancia, en donde aprovechan de la recta y flamante carretera. De seguro que gran número de personas particulares bajaron también a Ibarra en ese día 22, pues tal fecha fue y es considerada como el día del retorno. Es de suponer que Monseñor


Iturralde cumplió su palabra, y se trasladó a la ciudad rediviva, en la semana de pascua, por tanto en los primeros días de abril. Asimismo el ilustre sacerdote Mariano Acosta, cuyas son estas palabras: "¡Ibarra! cuna dos veces mía, por cuanto después del terremoto otras tantas me considero nacido. ¡Ibarra! bella entre las bellas, por la planta en que brotó y los elementos de vida que posee. Ibarra, en cuanto esté de mi parte ha de resucitar, y en sus edificios ha de quedar escrito el nombre de los ibarreños que, como hijos, la amen. Bien está La Esperanza como la tienda del árabe en el desierto, como punto de reposo para una noche. Pero, mientras más a la vista el hogar propio, mayor el ansia de abrigarnos en su seno". Ese día 22 transcurrió en un incesante trajinar entre La Esperanza e Ibarra, y en instalarse pasablemente o mal en la villa resucitada. Esta comenzó a ser de nuevo la capital de Imbabura, después de tres años y ocho meses de haber sido tan solo sede de un Teniente Político. En el decurso de aquella memorable semana las gentes continuaron bajando a Ibarra, pues La Esperanza iba resultando, de día en día, menos atrayente y simpática. El 23 de abril, Don Francisco Javier León, Ministro del Interior, dirigió el siguiente oficio al Gobernador Juan España: "El Supremo Gobierno aprueba la orden que ha expedido vuestra Señoría para que se trasladen a la ciudad de Ibarra todas las oficinas públicas el 22 del presente; y me ha ordenado agradecer a vuestra Señoría por su interés por la reedificación de la nueva ciudad". En igual fecha, García Moreno escribió al Dr. Juan Villavicencio, con dirección no a La Esperanza sino a Ibarra. He aquí el contenido: "Parece que UD. no comprende bien el objeto esencialmente caritativo de los Montes de Piedad. Estos establecimientos no son como los Bancos, medios de favorecer la industria y el comercio, proporcionando dinero al que tiene responsabilidad y necesita para negocios. Su objeto es proporcionar dinero a los pobres que, en las enfermedades y otras circunstancias críticas de la vida, son víctimas de los usureros o chulqueros, como dicen en el país. Lejos de acabarse el Monte de Piedad, según UD. cree, es más fácil se acaben los fondos destinados a él. Por lo que hace a la incompatibilidad del Código Civil, se olvida UD. de que la ley posterior deroga a la anterior; y tal vez ignora que en todos los países en que se conoce esta benéfica institución, leyes especiales permiten que reciba un interés más crecido del establecido por la ley común, con el objeto de conservar y aumentar los fondos del Monte en favor de los pobres".


En 27 de abril, sábado, se publicó en Ibarra el siguiente oficio: "Señor Jefe Político del Cantón: El día de mañana tendrá lugar la bendición de esta ciudad, nuestra cara patria, y una misa en acción de gracias a la Divina Providencia, por la nueva instalación. No obstante que no es fiesta de las designadas por la ley, sin embargo un acto de gratitud y amor a nuestro suelo natal, nos impone voluntariamente a concurrir a dichas ceremonias religiosas. Así pues, espero que UD., en unión del Ilustre Concejo Municipal se sirva hacerlo en la forma de estilo y a la hora de costumbres. Dios y Patria. — Juan M. España". Aurora más linda les pareció a los ibarreños la que brilló sobre la cima del Imbabura, el día domingo, 28 de abril de 1872. Festivos repiques de campanas en una improvisada capilla de nuestra Señora de las Mercedes, trajeron el recuerdo de los encantos de Navidad. Y ciertamente a celebrarse iba un acontecimiento análogo al de Belén, a saber: el nacimiento y bautismo de la segunda Ibarra, cual ave fénix, renacida de sus cenizas. Centenares de sobrevivientes se agolparon en el diminuto y destartalado templo y sus contornos. Allí estaba, como solícito pastor, el Hmo. Sr. Obispo Antonio Tomás Iturralde, con una parte de su clero. Allí el dinámico Gobernador Juan España, juntamente con las autoridades municipales y cantónales. Allí el Comandante de Armas, Coronel Manuel Salazar, a la cabeza de bizarra compañía de soldados. De allí arrancó la procesión en dos largas hileras, cantando las letanías de los santos. Llegados a la plaza principal, Monseñor Iturralde, revestido de la capa pluvial, recitó alguna de las oraciones compuestas por la Iglesia, para pedir a Dios la cesación de las calamidades. He aquí un espécimen: "Oh Dios, que os ofendéis con nuestras culpas, y os aplacáis con nuestra penitencia, escuchad las preces de vuestro pueblo, y apartad los flagelos de vuestra ira". El bondadoso Prelado bendijo la naciente ciudad, mediante una de las fórmulas prescritas en los rituales. He aquí una de ellas: "Oh Dios que te muestras benigno en toda la extensión de tus dominios, concédenos que, de hoy en adelante, nunca falte tu bendición en este lugar, y todos cuantos te invocamos recibamos los beneficios de tu largueza". Acto seguido, roció el suelo con agua lustral. Regresó la procesión a la capilla de la Merced; comenzó la santa misa; y después del evangelio, subió a la cátedra sagrada el Sr. Canónigo Mariano Acosta. Oigamos unos acápites de su alocución:


Mariano Acosta

"Cuando nos vimos peregrinos en nuestro suelo, sin hogar doméstico, sin templo, con vista anublada y paso tembloroso, buscando asilo para nuestra inclemencia, invocamos a la Providencia salvadora. Cuando, postrados en tierra, y regando el suelo con profuso llanto, levantábamos nuestras voces al Cielo para mover la conmiseración del Altísimo; cuando, contritos y confusos por el terror que nos infundía el Dios de los ejércitos, de la tierra y del mar, nos sometíamos, resueltos, al poder del brazo fuerte que nos hería, entonces confesando estábamos que la vida y la muerte, nuestra patria y nuestras esperanzas estaban en manos de Dios; que no había lugar en la tierra donde pudiésemos estar a cubierto del poder formidable de un Dios, cuya mirada estremece los abismos, cuyo tacto derrite los montes como cera. Y muy lejos de poner en acción me- . Dios humanos para salvarnos, nuestro consuelo fueron los exorcismos y las bendiciones de la Iglesia.

Levantó el sacerdote la santa insignia de nuestro Redentor; y orando con el pueblo, conjuró la tempestad desoladora. Las aguas que bajaban a inundar la ciudad desgraciada y completar su ruina, se suspendieron, al tocarla. La densa nube tempestuosa que cubría el horizonte, se disipó de improviso. La Providencia extendió a los habitantes de Imbabura su mano bienhechora; y éstos le levantaron altares en el sublime templo de la creación, para ofrecerle el único sacrificio que afianza la paz y amistad entre Dios y el hombre.

Sumamente propicia la voluntad del Señor, hizo llegar bien pronto el clamor de la desgraciada Imbabura a las provincias y naciones vecinas. Quito, Cuenca, Guayaquil hicieron nuestro su pan, su vestido, sus medicinas, su dinero. ¡Gratitud eterna a las provincias del Ecuador, y naciones de Inglaterra y del Perú! Y sobre todo, guardaremos imperecedera la memoria de los imponderables servicios personales que debemos al magnánimo y caritativo Jefe de la Nación, Padre de Imbabura, quien lloró con nosotros, se apropió de nuestra desgracia, para remediarla; y con brazo robusto improvisó una grande población compuesta de hospitales, monasterios, templos, escuelas, y casas de habitación para todos los menesterosos...

¡Ibarra! patria mía, levantaos del seno de las ruinas, y la diestra del Altísimo te embellecerá. Tus calles serán espaciosas y pobladas. Tus plazas hermosas y afluidas de gentes de los mares. Tus aguas cristalinas y puras. Tus habitantes virtuosos y felices. Un ángel de Dios velará en la altura de tus Andes para contener los desenfrenos de la naturaleza; y despejará el horizonte, al amanecer de los felices días que se os prometen".


Terminada la función religiosa, la concurrencia se dirigió al Palacio Municipal. Aquí el Gobernador Juan España emitió un corto discurso, en el cual afirmó no haber omitido esfuerzo alguno por el resurgimiento de su provincia; y declaró que Ibarra quedaba rehabilitada como capital de. Imbabura.

Tomó también la palabra el notable orador José Nicolás Vacas. Escuchemos algunos párrafos: "Al revuelto y proceloso fragor de la tormenta, sucede la calma de la bonanza; al desaliento, reemplaza la fe; vea se brillar en los confines del horizonte, a través del polvo sepulcral que oscurecía nuestros ojos, la consoladora luz de la esperanza, con la cual entrevemos poco a poco el porvenir, hasta que el espíritu de reacción viene a aposentarse de lleno en nuestros corazones. Los esfuerzos y paternal solicitud de un Gobierno verdaderamente ilustrado, y la activa cooperación de nuestros magistrados locales, inteligentes y probos, resuelven el problema de nuestra rehabilitación...

José Nicolás Vacas

¡Salve, Ibarra!, dulce patria mía. Ibarra, asiento del honor, del valor y de la inteligencia. Bendito sea mil veces el fausto momento en que tu nombre vuelve a resonar entre los nombres de los pueblos vivos, surgiendo nuevo y brillante del polvo en

que iba a sumergirse. Loor eterno, señores, al Supremo Dispensador de todos los bienes; y después de El, a los hombres a quienes debemos tan señalado beneficio. Que la historia, depositaría fiel de todos los grandes sucesos, recoja los nombres del egregio Presidente actual de la Nación; del laborioso joven Gobernador de esta provincia, y de las demás autoridades locales, y los compagine con los del ínclito Miguel Ibarra, y con los de Troya, Bedón, Saona, Checa, Narváez, Forcen, Monreal, etc., haciendo resaltar el 28 de abril de 1872, junto al 28 de setiembre de 1606...

Estamos en el caso de hacer lo que haría un individuo particular a quien, teniéndole por muerto, se le fuese ya a depositar en el sepulcro. Pero, en el momento de abandonarle para siempre, aparece un hombre inspirado por la ciencia y la caridad; y rompiendo el sudario aplicase al cadáver un bálsamo de portentoso efecto, con el cual no sólo volviese a la vida,


sino que adquiriese fuerzas bastantes para emprender nueva y mejor carrera. Pues tal individuo, en aquel instante solemne, se postraría en tierra para rendir las más humildes gracias primero al Dios de las misericordias, y después al hombre bienhechor, al hombre de la ciencia y la caridad. Nosotros hemos sido hasta hoy el pueblo muerto, a quien ya se quiso olvidar; y el hombre bienhechor es la autoridad pública". Esta segunda fundación de Ibarra fue firmada, en acta solemne, por los personajes antes mencionados, y por el Presidente Municipal Doctor Rafael Peñaherrera, por el Secretario Joaquín Moran, por ciudadanos particulares como Manuel Alejandro Pasquel, Modesto Gómez Jurado, Miguel Cervantes, José María Pozo, Ramón Rosales, Aparicio Moncayo, Darío Almeida Marcillo, Mariano Manosalvas, Manuel Alejandro Cifuentes, Miguel Játiva, Nicolás Clerque, Luis Villafuerte, Darío Erazo, Teodoro Jijón, Pedro Recalde, Manuel Castelo, y cien más. Todos estos documentos fueron enviados a Don Gabriel, junto con el más cordial y efusivo agradecimiento; y publicados luego en "El Nacional" de 20 de mayo de 1872. En el rostro del Presidente brotó una sonrisa de paternal satisfacción; y en su pecho se acreció el anhelo de hacer más beneficios a la renaciente provincia.


4.- Juan Manuel España y la Reconstrucción de Ibarra. JUAN MANUEL ESPAÑA Y LA RECONSTRUCCIÓN DE IBARRA DIA DEL RETORNO

Prominente ciudadano ibarreño; tuvo una destacada política y en la administración publica. Por su notable cultura y sus relevantes virtudes cívicas concurrió al Congreso Nacional como Senador por Imbabura y posteriormente desempeñó importantes cargos de enorme responsabilidad, en especial en la rehabilitación de Ibarra. El violento terremoto del 16 de agosto del 1.868, redujo a escombros y desolación a la progresista y apacible ciudad de San Miguel de Ibarra y a varios pueblos aledaños.

Para felicidad de la desventurada provincia de Imbabura, el Señor Presidente de la República Don Javier Espinosa, en conocimiento del fatal suceso nombró al esclarecido y rectilíneo hombre público Dr. Gabriel García Moreno como Jefe Civil y Militar dé esta región, con facultades extraordinarias para la defensa y reconstrucción de los pueblos desvastados por la furia de la naturaleza. García Moreno se trasladó inmediatamente a cumplir su cometido. Llego a Caranqui el 24 de agosto y convirtió provisionalmente a esta población en la capital de la infortunada provincia. Luego de atender a las apremiantes necesidades de toda la zona desvastada con solicita abnegación y sacrificio, en peregrinación conmovedora y triste, condujo a los


sobrevivientes de la urbe ibarrense, desde las ruinas del hogar querido, hasta las llanuras de Santa María de La Esperanza al sur de la ciudad destruida. El Sr. Juan Manuel España, en calidad de Alcalde Primero Principal del Ilustre Municipio, asistido a la memorable sesión del Cabildo en la vecina población de la Asunción de Caranqui, el 10 de Septiembre de 1.868 y al acto público religioso realizado en la ciudad provisional de Santa María de la Esperanza, el 20 del mismo mes, en cuyas asambleas las autoridades tomaron importantes resoluciones que las circunstancias así lo exigían. Cerca de cuatro años vivieron nuestros antepasados en su forzoso destierro, contemplando mañanas y tardes enteras el destrozado girón de sus ensueños pasados, donde otra hora se levantó airosa y risueña la floreciente ciudad de Cristóbal de Troya. La Convención Nacional de 1.869, siendo Presidente de la República el Dr. Gabriel García Moreno, mediante Decreto del 14 de Julio, ordenó el pronto restablecimiento de las poblaciones arrasadas, por el terremoto, señalando además, los fondos necesarios para este fin. La opinión de los sobrevivientes se había dividido: unos querían establecer la ciudad definitivamente en el mismo lugar de Santa María de La Esperanza; otros ansiaban por volver a reconstruirla sobre los escombros de la extinguida villa. Para ello, el 18 de marzo de 1.870 en una asamblea popular, se resuelve la reconstrucción de la urbe. Aquí se yerguen dos conductores espirituales: el abnegado sacerdote Dr. Mariano Acosta y el, destacado maestro don José Nicolás Vacas, quienes con, sus verbos elocuentes y sus palabras convincentes obligan a los recelosos a volver a la morada de sus antiguas predilecciones. El Dr. Acosta cariñosamente, les decía: "Bien está La Esperanza, como la tienda del árabe en el desierto, con un punto de reposo para una noche, pero mientras más a la vista está el hogar propio, mayor el ansia de propagarnos en su seno". Por fin, el señor Juan Manuel España, Gobernador de la provincia, tomando en cuenta el vehemente deseo del Supremo Gobierno, a los valiosos estudios realizados por el Ing. Rogers, a la resolución popular anterior y en unión de ideales con el Cabildo, mediante Decreto del 10 de Abril de 1.872, resuelve qué desde el día 22 se establezcan en Ibarra todas las oficinas públicas: políticas, municipales, judiciales y la guarnición militar. La autoridad provincial, por medio de un decreto fechado el 15 de agosto, consagró como fecha especial recordatoria del renacimiento de Ibarra el día 22, disponiendo a la que en esta fecha se celebre con la mayor pompa posible, especialmente con ritos religiosos que se celebrarán en la Iglesia Catedral; que el pabellón nacional permanezca enarbolado. Al despuntar la primera luz del día 22 de abril, formando una larga caravana, se realizó el retorno de más o menos mil pobladores a su añorado terruño, sobresaltados por el recuerdo, pero con el espíritu optimista de saborear mejores días en el futuro.


El 28 de abril es el complemento del día 22, fecha en la cual se realizaron algunos actos de gran significación en la historia de la muy noble y castellana ciudad de San Miguel de Ibarra. En este día inolvidable, reunidos juntos a las ruinas del templo de la merced el Venerable Clero presidido por el Hno. Antonio Tomás Iturralde, digno Obispo de la Diócesis, las autoridades civiles bajo el mandato del dinámico Gobernador, los miembros del I. Municipio, los oficiales guarnición militar comandados por el Coronel Manuel Salazar y el pueblo en general, salieron en procesión a la plaza principal, en donde se bendijo a la naciente población con ceremonias religiosas establecidas por la iglesia para estos casos y se declaró rehabilitada a la capital provincial. Cumplido este acto solemne, todos regresaron a La Merced y el Hno. Obispo celebró una misa y en ella, después del Evangelio, levanto la voz del destacado orador sagrado Canónigo Dr. Mariano Acosta, quien conmovió el auditorio con su espléndido panegírico de acción de gracias al Todopoderoso. De aquí se trasladaron a la Casa Municipal, presidida por el Dr. Rafael Peñaherrera, en donde el señor Gobernador pronunció un brillante y significativo discurso indicando que él, con toda decisión y patriotismo, no había escatimado esfuerzo alguno para la rehabilitación de todos los pueblos arrasados, especialmente de su querida ciudad. En esta gran asamblea popular, el destacado educador señor José Nicolás Vacas, pronuncio una extraordinaria alocución terminando su pieza literaria con el siguiente epílogo: "OH Ibarra, dulce Patria mía, yo te saludo Ibarra, asiento del honor, del valor y de la inteligencia, yo bendigo mil veces el fausto momento en que tu nombre vuelva resonar entre los nombres dé los pueblos vivos, saliendo nuevo y brillante de entre el polvo del olvido en que ibas a sepultarte!". Además el señor Vacas presentó a consideración de esta magna asamblea un acuerdo de gratitud y reconocimiento para el señor Gobernador por su brillante y destacada labor realizada en la reconstrucción, de las poblaciones desvastadas, justísima petición que fue aprobada por aclamación. Por este especial motivo, Ibarra debe recordarlo con admiración y respeto a este Ilustre y esclarecido ibarreño Don Juan Manuel España, que constituye el alma, la vida y él corazón de la ibarreñidad, como ejemplo permanente de las generaciones presentes y futuras.


5.- Significado del Retorno. SIGNIFICADO DE EL RETORNO. La reinstalación de los ibarreños sobrevivientes en el Valle de Carangue, tiene singular significado, porque Ibarra rediviva se habría hacia nuevos horizontes, rumbos de bienestar; paradójicamente, Ibarra, desde esa fecha de segunda fundación o nueva vida, no ha cejado en conseguir el mejor prestigio concomitante con su desarrollo vertiginoso; hay adelanto en muchos aspectos, pero siempre con el aporte generoso de sus hijos, con el entusiasmo y fe en el trabajo condimentado de altruismo, a fin de ver a la urbe señorial y progresista. Ibarra tiene en esta fecha justo motivo de expresar su júbilo después de haber resucitado de las ruinas y recoger bajo su regazo nuevamente en sus lares a sus pobladores, los mismos que hoy caminan hacia el adelanto técnico, material, social y espiritual. Que sus calles y avenidas que lucen en su mayoría adoquinadas, unas; y, otras esperando su adecentamiento general de acuerdo a la modernización y técnicas de otras ciudades del Ecuador y el Mundo.

Cambio de Siglo y Planos de Ibarra CAMBIO DE SIGLO Y PLANOS DE IBARRA Después del terremoto se elaboraron dos mapas de la ciudad; el primero es de 1906, elaborado en escala 1:2.500, por R. Dávila, alumno de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. El documento reposa actualmente en los archivos del Municipio.

Según este documento, la ciudad se ubica en un terreno plano junto a los ríos Tahuando y Ajaví; tenía sesenta y siete manzanas alineadas en perfecta cuadrícula con 24 manzanas ocupadas en su totalidad, 41 manzanas ocupadas de manera parcial, y en el centro de la ciudad, dos plazas separadas por una manzana que corresponde a la Gobernación y la Casa Municipal en la calle Bolívar, con el cuartel hacia el otro lado. Se estima que la construcción del cuartel militar, frente a la calle Olmedo y la plaza de La Merced, fue una estrategia para futuros eventos sísmicos, ya que se convertiría en hospital; y las plazas en lugares de concentración de la población damnificada.


DATOS TOMADOS DE LA RECOPILACIÓN CIUDAD Y DESDE 1.850 – 1950.

ARQUITECTURA

REPUBLICANA

DE

ECUADOR,

POR: INÉS DEL PINO MARTÍNEZ

Esquema de Ibarra.

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ESQUEMA DE IBARRA Los barrios de la antigua Villa se distribuían de acuerdo a su importancia. Los edificios y casas principales alrededor de la Plaza Mayor o Plaza Real, como la Casa de Gobierno y la Iglesia Mayor. Alrededor de este núcleo se encontraban los barrios asociados con los conventos: el barrio de Las Conceptas y La Merced, San Agustín, Santo Domingo denominado también <<De los predicadores>> y San Fransciso.


DATOS TOMADOS DE LA RECOPILACIÓN CIUDAD Y ARQUITECTURA REPUBLICANA DE ECUADOR, DESDE 1.850 – 1950 POR: INÉS DEL PINO MARTÍNEZ


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