Iglesias. La Catedral
A los cuatro años después del horrible terremoto de 1868 los sobrevivientes de la antigua Ibarra, volvieron a restablecer sobre sus escombros, siendo Obispo de la Diócesis el Exlmo. Antonio Tomás Iturralde y Gobernador de la Provincia, Don Juan Manuel de España. El 28 de abril de 1872, después de celebrar la Pontificia en la capilla provincial de la Merced, el Prelado se trasladó en dolorosa peregrinación, con toda la concurrencia, al ángulo Nor-Oxidental de la plaza principal, bendijo el solar escogido para la construcción de la Catedral, de acuerdo con los planos trabajados por el Arq. Nacional Juan Pablo Sáenz. La catedral levantada a raíz de la erección episcopal, ha aprovechado de los retablos de la antigua Compañía para los actuales altares del Santísimo, de la Inmaculada y de San Miguel. Los tres son de estilo barroco con columnas salomónicas que enmarcan nichos para la imagen central con el remate de frontón semi acolchada. El retablo del Santísimo está dedicado a María Inmaculada, pues lleva en el trono las alegorías de la Virgen labradas en relieve.
San Miguel, titular de la cuidad, ocupa el nicho central de su retablo; lleva capacete, alas, escudo y espada de Plata. Herencia de la antigua Compañía es un lienzo de Nuestra Señora de la Luz; advocación que se difundió en el siglo 18, de que habla largamente el padre Juan de Velasco. Esta imagen se encuentra en la pilastra del Presbiterio. La Catedral exhibe en las pilastras que sostienen los arcos de las naves, la serie de apóstoles de cuerpo entero, pintados por Rafael Troya. Este mismo artista es autor de los Arcángeles San Miguel y San Rafael y de los Ángeles de la guarda y el protector de Ibarra. Del mismo pincel es una Inmaculada con el Padre Eterno, que se conserva en el Coro Catedralicio. Digna mención es una imagen pequeña de San Agustín, erecto, con cabezas de héroes a sus plantas, que se conserva en la Sacristía. El grupo en El Calvario es de hechura antigua con imágenes de tamaño natural. Se halla en el nicho central de un retablo del estilo de la antigua Compañía. A esta perteneció también el púlpito, cuyos fragmentos reclaman una pronta restauración.