Lugares y Nombres Tradicionales EL ALPARGATE Con esta denominación se conoce a la calle, hoy José Domingo Albuja y a su derivación, junto a la orilla izquierda del Tahuando que empalma con el camino hacia La Campiña y Los Tejares, y donde se encuentran instaladas las picanterías y lugares de recreo donde se sirven los platos típicos de la región. Son calles angostas, con la fisonomía y el atractivo de la antigua ciudad. Todavía es posible ver por allí, algunas casitas primitivas, bajas, con paredes de adobón, pilares de "horquetas" para sostener la solera y la cubierta, puertas de una sola hoja y diminutas ventanas. Todas tienen un corredor a la calle, a modo de hall de distribución que sirve de taller, durante el día y de lugar de tertulia durante la noche. A la mayoría de las casas del sector las respetó el terremoto de 1.868. SAN JUAN – CALLE. Conserva el trazo original de la ciudad colonial. Larga y angosta, comienza en la esquina del hospital, calle Colón, hacia el sur, hasta la esquina de La Cruz, donde hoy arranca la nueva Avenida del Retorno. Es calle de recuerdos, pues ella conduce a los Cementerios de la ciudad para dar el adiós eterno a quienes rinden la jornada de la vida en el terruño. Su nombre añejo, con sabor a tristeza, fue sustituido con el de Avenida Juan Montalvo, en la moderna nomenclatura. Pero para los ibarreños continúa siendo su San Juan Calle. SAN FELIPE. Uno de los barrios más antiguos de Ibarra, ubicado en la calle Colón, conservó su nombre primitivo de San Felipe, caracterizado por la típica "casa de las tres ventanas". En el sector estuvo el convento de los Padres de la Orden de San Felipe. Destruida la fábrica conventual en el terremoto de 1.868, en su solar fue construida en los últimos decenios del siglo XIX, una casa de oración, a donde las gentes piadosas se recluían para hacer sus retiros espirituales. Con el andar de los tiempos, la casa pasó a ser propiedad particular.
La "casa de las tres ventanas", raro vestigio de los tiempos idos, fue derrocada en los primeros meses del año de 1.972, para prolongar la calle Salinas hacia el sur. QUICHE – CALLEJON. Así se llamó el camino público que utilizaron diversos condueños para llegar a sus huertos, situados tras de la calle "Colón". Fue propiamente una vereda angosta, bajo la sombra del follaje de los árboles frutales erguidos a sus costados y constantemente inundada por los remanentes de las aguas de regadío. Al prolongar la Calle Maldonado hacia la Avenida Esmeraldas (Calle Nueva), desapareció el camino de marras, cuyo nombre es combinación de quechua y español. EL EDEN Hace más de cincuenta años, fue una hermosa quinta. Un trasplante de los olorosos huertos españoles de Valencia a Imbabura. En El Edén, situada al final oriental de la calle Oviedo, al inicio de la Vía Triunfal que bordea el Tahuando, se encontraba una rara variedad de árboles que bien hubiera valido la pena conservarlos: pomarrosos, canelones, ciruelos, olivos, nísperos, madroños, granados, membrillos, mezclados con frutales del trópico y árboles ornamentales, sin faltar las plantas medicinales: eucalipto aromático, romero, cedrón, albahaca, orégano Un huerto que respondía a su nombre: El Edén. EL BEATERlO. En el año de 1.853, don Miguel Oviedo fundó en la casa de su propiedad, una institución de beneficencia denominada Beaterio, en donde encontraron asilo y trabajo las jóvenes huérfanas de la ciudad. Con el transcurso de los años se transformó en el "Asilo Oviedo" bajo la atinada dirección de Monseñor E. Liborio Madera, quien construyó un nuevo edificio y en la fachada de la Capilla incrustó el hermoso arco de piedra de la Iglesia de La Compañía, destruida en el terremoto. En el año 1.942, se convirtió en el Instituto Técnico "Oviedo" dirigido por Religiosas Franciscanas de María Inmaculada.
EL DERRUMBO. Lugar de leyenda, prendido en el barranco que va a descansar en las riberas del Tahuando. Fue lugar de citas y consejas, de aventuras pasionales, de fantasmas y aparecidos. Desde su borde se contempla el paisaje más bello donde parece que una eterna primavera se ha quedado en perenne éxtasis, arrullada por las ondas rumorosas del Tahuando. El nombre oficial actual es "Paseo Bolívar". Cerca al Derrumbo está la quinta Valdoré (Valle dorado) como quiso llamar a ese rincón de maravilla, su propietario, aquel personaje culto e interesante, el Dr. Tomás Caicedo Guerrero. LA PIEDRA CHAPETONA. Esta piedra de grandes proporciones, de forma irregular, fue lugar predilecto para los juegos infantiles. El más común: la guerra, con proyectiles de pepas de higuerilla cogidas en el barranco del Derrumbo. La guerra terminaba cuando el bando de "guambras" más Valiente se ganaba la piedra, se trepaba en ella y hacía ondear la bandera entre los vítores del triunfo. Y antes de que Ibarra contase con la piscina municipal y cuando las caprichosas crecientes del Tahuando empujaban las aguas hacia la ribera izquierda, al pie de la "piedra chapetona" se formaba un vado, en donde tarde y mañana la gente menuda concurría a nadar. La "piedra chapetona" fue consagrada como lugar histórico, porque se afirma que Simón Bolívar, desde allí, dirigió una fase de la Batalla de Ibarra, el 17 de julio de 1.832. CURI – PUGYO. Con este nombre se conoció al sector de las calles Salinas y Borrero, en torno a la actual Cárcel Municipal. Su nombre quechua quiere decir "fuente de plata". Algunas versiones afirmaron que por esos lugares abundaron las luciérnagas en número tal que en las noches, irradiaban intensa luminosidad, que se semejaban destellos de plata. Otras, en cambio,
relacionaron el nombre con las vertientes u ojos (pogyos) de agua clarísima como la plata (curi) que existieron para uso público.
LA PACCHA. Es un despeñadero al extremo norte de la calle Salinas. Un tiempo fue lugar de desfogue de las aguas servidas, cuando la ciudad todavía no había emprendido en la obra de su canalización. Fue también basurero, con todas las implicaciones negativas. Lugar trágico este de "La Paccha": decepcionados de la vida se precipitaron en su abismo y, últimamente, en sus profundidades se han pretendido ocultar crímenes que han conmovido a la ciudad. EL BATAN. Ibarra, como otras ciudades ecuatorianas, tuvo su Batán, lugar situado en las afueras, destinado a trabajos de fundición de bronce y al laminado del cobre. Era algo así como una zona industrial. El Batán de Ibarra estaba a lo largo del camino hacia el puente de los Molinos. Hoy constituye la entrada norte de la ciudad y su nombre es Avenida Carchi. EL AROMITO. Genuino y caracterizado barrio ibarreño. Un esbelto árbol de aromo, probablemente originario de la península como los muchos traídos a América le dio su nombre al vecindario enmarcado, en nuestros días, entre las calles Sánchez y Cifuentes, Olmedo, Mejía y Borrero. Sin duda, inconscientemente, se lo taló a este árbol simbólico. Sin embargo su recuerdo sobrevive y las gentes, auténticamente ibarreñas, siguen llamando a su barrio "El Aromito", con una mezcla de cariño y de ternura. LAS CUATRO ESQUINAS. La forman el cruce de la calle Grijalva con la Chica Narváez, en cuyas cuatro esquinas, sendas tiendas: de las Panchas, de la familia Almeida, de don José Manuel Montesdeoca y de los herederos de don Rafael Montesdeoca, respectivamente, contribuyeron a perpetuar el denominativo característico de uno de los sitios más transitados de nuestra ciudad.
LA CALLE LARGA. Fue la antigua entrada de la ciudad, precursora de la Avenida Mariano Acosta y anterior a la era de los automotores. En su apreciable extensión, desde el puente sobre el Ajaví, se localizaban las "posadas" para descanso de los viajeros y los corrales para guarda y cuidado de las acémilas. Todavía goza de nombradía la casa posada de don Emiliano Andrade, la de don Adolfo Cevallos y la de don Besalio Cruz, quien con sentido progresista, modernizó las habitaciones y colocó el llamativo rótulo de "La Cruz Roja". Ahora la Calle Larga se ha transformado en la Avenida Eloy Alfaro.
LA ESQUINA DEL COCO
La esquina del Coco es algo así como carne y sangre de la ibarreñidad. La palmera exornó, según los cronistas, el huerto de la familia Gómez de la Torre. La primitiva palmera se agotó y murió. Finalmente, en 1960, el Alcalde de entonces don José Tobar Tobar, la repuso, mereciendo el aplauso general. La palmera se yergue orgullosa, exornando a la "Esquina del Coco", que es como un monumento más de la ciudad. EL CARDON.
Unos cuarenta años atrás, la ciudad terminaba en lo que hoy es la esquina de las calles "Velasco" y "Sánchez y Cifuentes". Por un costado estaba la casa quinta de don Pedro Telmo Acosta; por el otro se alzaba el cerramiento de la hacienda Yacucalle y de la propiedad del doctor Luis A. Cabezas Borja. En aquel sector crecían con profusión los cardosantos plantas de hojas espinosas y flores de un color amarillo pálido. De ahí su nombre "Cardón", que desapareció cuando se ampliaron las calles para dar acceso a la estación del Ferrocarril del Norte. EL CARRETERO. La Avenida Pichincha antes fue "El Carretero". Su impecable trazo, desde Santo Domingo hasta Caranqui, fue concebido y ordenado por Gabriel García Moreno, quien dispuso la reinstalación de Ibarra, en el solar nativo de la fundación española. La amplitud y plano de la vía determinó, probablemente, a denominarla "carretero" para relievar así en el lenguaje popular, sus magníficas características.