Hombres Ilustres. Abelardo Moncayo (1848 - 1917) He aquí un nombre que, con el transcurrir del tiempo, se ha constituido en símbolo para toda la nacionalidad ecuatoriana: símbolo de lucha tenaz en defensa de las libertades públicas, y símbolo de acción creadora desde su posición da magistrado. No tenemos la presunción de expresar que Abelardo Moncayo es una gloria legítima atuntaqueña, porque hace falta determinar, mediante el documento irrefutable, el lugar de su nacimiento. Empero, sea que su cuna se haya mecido en Quito, Ibarra o Atuntaqui, para nosotros es motivo de justo orgullo al que este ecuatoriano ilustre haya sido el fruto del vientre privilegiado y fecundo desde al punto de vista biológico, en la amplia acepción científica, diríamos de una matrona atuntaqueña: la Sra. Doña Mercedes Jijón. Esta aserción nadie puede discutirnos. Y he aquí la razón para insertar en este libro un boceto biográfico de ente caballero de la libertad que, por otra parte, bien se merece el cálido homenaje de otra autorizada pluma imbabureña, que no fuese la nuestra, pues su vida pública y particular estuvo vinculada estrechamente con nuestra Provincia. Abelardo Moncayo nació el 6 de junio de 1.848. Sus padres fueron: el Dr. Andrés Moncayo, riobambeño, y Doña Mercedes Jijón, atuntaqueña. Dotado de inteligencia superior, a los once años termina la educación primaria y comienza a estudiar Humanidades y Filosofía en el Colegio de San Luis, de Quito, regentado por los Jesuitas, siendo sus compañeros de aula Federico González Suárez, Juan Benigno Vela, Luis Felipe Borja, Alejandro Cárdenas y otros jóvenes que mas tarde descollaron en al campo de las ciencias y las letras. A los diez y siete años, en el mismo Colegio de los Jesuitas, se inicio en la docencia, tomando a su cargo las materias de Latín y Castellano. Con espíritu verdaderamente vocacional para el Magisterio, a la manera de Pestalozzi por el afecto que profesaba a sus alumnos, fue Profesor en Guayaquil, Riobamba y Cuenca. Más tarde desempeño con
acierto, siempre educando a las juventudes, dos importantes cargos: Rector del Colegio Nacional "Teodoro Gómez de la Torre" de Ibarra, y Rector del Instituto Nacional "Mejía" de Quito. Participa activamente en la política nacional, saliendo en defensa de la libertad y la democracia. Por esto, a partir de 1.875 sufre persecuciones durante veinte años. Pero sus ideas triunfan con la ascensión de Eloy Alfaro al Poder. Entonces es nombrado Gobernador de Imbabura, cargo desde el cual organiza y encauza, con eficiencia, la función política y administrativa de la provincia. En calidad de Diputado por el Carchi, concurre en 1.896, a la Asamblea Constituyente de Guayaquil, en donde alcanza la distinción de la Vicepresidencia. Luego, Alfaro le llama para que integrara su gabinete como Ministro de Gobierno. Moncayo demuestra, ahora sus dotes singulares de Magistrado: crea la primera Ley Orgánica de Instrucción Publica; presta valioso impulso a la construcción del Ferrocarril del Sur y a otras obras publicas, y atiende de preferencia el viejo litigio de límites. Posteriormente, fue elegido representante a varias Legislaturas, en algunas de las cuales mereció el honor de ser Presidente del Senado. Más, en su vida de maestro, político y magistrado, Moncayo busca momentos de arrobamiento espiritual, de dicha y tranquilidad inefables, encontrándolos en las musas que, anhelosas, salen a su encuentro. Entonces Abelardo Moncayo asciende, con paso, firme, al parnaso de las letras ecuatorianas, y ahora brilla en el si como poeta de clásico marco, si como prosista sonoro, vigoroso y pulcro. "La égloga y el canto épico, adquirieron el contorno de su aticismo" dice Augusto Arias, poeta y publicista ecuatoriano de primer orden. Y Remigio Crespo Toral, el "príncipe de la poesía nacional", enaltece la obra literaria de Moncayo en los siguientes términos: "Don Abelardo Moncayo" que tuvo tan sólida formación Jesuítica, escribió poco pero muy bien, en prosa muy suya, sin imitación a maestro alguno, aunque fuese Montalvo. Poeta a la manera clásica, manejó el tema regional con la aristocracia del genio que le era característico. Lastima que la política se hubiera
adueñado de esa alma, que pudo dar de su factura artística, obras cabales de trascendencia y vida, no las efímeras de combate". Varios son los temas que traza con brillantes la pluma de Moncayo, siendo los principales: Biografía del Canónigo Mariano Acosta, en el que subraya las virtudes de este celebre sacerdote ibarreño que fue ángel tutelar en la catástrofe sísmica de 1.868; el drama histórico El Dos de Agosto que conmueve las mas delicadas fibras del amor a la Patria y a los hombres que se sacrificaron por ella, y Añoranzas en que abre campaña humanitaria en favor del indio, a quien desea librarle de la esclavitud económica y por quien "aboga con la elocuencia de un apóstol cristiano, la fe de un convencido y el genio de un Jurisconsulto". En 1.912, después de la dominación alfarista, Moncayo sufrió nuevas persecuciones y salió exilado con dirección a Lima. Retornó a su patria en 1.915. Pero después de poco, el 29 de Junio de 1.917, rindió la jornada de su existencia, provechosa y fértil para el Ecuador. Tenia entonces la cabeza encanecida, pero su conciencia estaba lucida y transparente, siempre abrillantada por la elevación de sus ideas. Nuestro recuerdo venerando para Don Abelardo Moncayo, figura cimera en el espacioso campo de la libertad y la democracia. Nuestro recuerdo venerando para el eximio educador y el estadista de visión clara y actuación acertada. Nuestro recuerdo venerando, en fin, para el literato de la forma clásica, elegante y armoniosa.