Hombres Ilustres. Carlos Suárez Veintimilla EL MAYOR POETA RELIGIOSO DEL ECUADOR E HISPANOAMÉRICA
Intentaremos trazar un apretado esquema biográfico del Padre Carlos Suárez Veintimilla y de la valía de sus admirables creaciones en la diamantina maravilla de sus poemas. Carlos Suárez Veintimilla nace un 16 de junio de 1911, en el seno de uno de los hogares modelos de las virtualidades cristianas más auténticas, formado por el Dr. Rafael Suárez y la matrona Matilde Veintimilla. Es el quinto de los hermanos de esa familia de esclarecida ibarreñidad. Francisco Javier, el primogénito varón de señera reciedumbre, Teniente de Caballería del Ejército de España, que pereció heroicamente en Ceuta, defendiendo la soberanía de la Madre Patria, por lo cual el Gobierno y el Ejército Español le rindieron un glorioso homenaje, recordando los 75 años de su muerte ejemplar. Mariano, figura descollante en el que hacer político nacional, insigne periodista y parlamentario, Ministro de Estado, Presidente del Congreso, Vicepresidente de la República, Encargado del Poder Ejecutivo, desde cuyo alto rol protagonizó la más eficaz defensa de la democracia, amenazada por la dictadura militar. Jorge, acatado por sus valiosas cualidades personales y de civismo. Carmela, artista del pentagrama, delicada trovadora, la primera ecuatoriana que honró con su presencia el ámbito parlamentario, por votación popular. Rafael, jurista y legislador prestigioso, que representó a Imbabura con lucidez en el Congreso.
Para 1927, terminado el cuarto curso en el Seminario San Diego, el joven estudiante Carlos Suárez parte a Roma para estudiar en el Colegio Pío Latino Americano y en la Universidad Gregoriana. Y recibe la ordenación sacerdotal el 28 de octubre de 1934. Celebra su Primera Misa en la Catacumba de San Calixto, en cuyo altar, cincuenta años más tarde, en 1984, volverá a oficiar el Ministerio Eucarístico, el día de sus Bodas de Oro Sacerdotales. Y retorna a Ibarra en 1938, para dedicarse con sostenido dinamismo a su alta misión espiritual, a la docencia y al cultivo de su don de poesía, hasta este mismo día del cumplimiento de su nonagenario luminoso, que lo exultamos con claro fervor todos los que hemos recibido la luz de sus excelsas virtualidades. Por supuesto, que desde Roma trajo el flamante sacerdote dos sobrios cuadernos de versos, brotados bajo la azulidad del cielo italiano y la nostalgia de la amada tierra lejana. Y en esas dos breves antologías, confiadas al criterio del sabio humanista Aurelio Espinosa Pólit, se descubre la trascendental valía del poeta: “Caminos del Corazón inquieto” y “Cuadernos de ausencia y de presencia”, el egregio maestro jesuita enfatizaba: ...” ha nacido un poeta al Ecuador...Tiene toda la delicadeza afiligranada, el timbre de cristal del verso de Arturo Borja; la palpitación cordial del de Noboa y Caamaño; el embrujamiento indefinible del de Medardo Ángel Silva. Y tiene sobre todos ellos el aliento sano, el sabor, el júbilo, la ingenuidad de la vida, sin angustias enfermizas, sin prematuros desencantos, ni esterilizante desesperación...” En 1943, se editan esas reveladoras eclosiones vérsales, con un prólogo fervoroso del eximio humanista Espinosa Pólit, en el cuál acentúa el descubrimiento del poeta religioso y su nueva tónica en el Parnaso ecuatoriano. Pero en ese mismo año, ya en Méjico, en la magnífica Revista Ábside, el ilustre literato Gabriel Méndez Plancarte, realizaba un hermoso estudio de la obra de Carlos Suárez, y afirmaba que” es uno de los más altos valores del movimiento renovador de la poesía cristiana en Hispanoamérica”. En 1945 publica Alondras rico, novedoso y señero poemario en el cual había calado en los secretos de la geografía estética de Imbabura, había logrado la sencilla y obvia expresión
versal para aprehender la esplendidez telúrica en una gama que involucra lagos, ríos, montañas, páramos... y las nubes, la luz, el horizonte, la biodiversidad, la belleza terrígena imbabureña. Por eso, el crítico insigne que fue el P. Espinosa Pólit, en su libro “Dieciocho clases de literatura”, analiza poemas como Posesión, paradigma de Belleza Telúrica y lucidez expresiva. En la década de los 50, el sacerdote Carlos Suárez está inmerso en la docencia, en el Colegio Sagrado Corazón de Betlehemitas, y en la acción pastoral, junto al insigne obispo misionero Mons. César Antonio Mosquera. En 1953 aparece un pequeño poemario: “Cinco cantos de soledad”, evocación de hondura entrañable a la memoria de su dulce madre, en estrofas de subyugante lirismo, como esta: “pero yo juraría que en mi frente/ está fresca la huella de su beso/ y está la tibia estela de su mano/ en la ola sin luz de mi cabello”. Un breviario de jubiloso tremor son: “Las horas”, del año 54, veinticuatro poemas: “diminutos, concentrados, apretados, diamantinos...”, como dice su egregio prologuista Gonzalo Zaldumbide. A comienzos de 1956 el P. Carlos Suárez funda el Instituto Secular “Hermandad de Nuestra Señora de Fátima”, una de las organizaciones más eficaces de promoción humana, dedicada a la docencia y la evangelización en los sectores populares. La Hermandad es, sin duda, el fruto de su plenitud sacerdotal y de su entrega al ideal de servir a los demás. En “Serenata a la Virgen”, de 1963, con acopio de ternura y diafanidades, con fuego de pasión salvadora “, según Francisco Miranda Rivadeneira, florece su numen de trovador mariano, que es solo una fase de su señera calidad de poeta religioso. Por ese mismo tiempo editó la antología con el eufónico toponímico “Imbabura”, que involucra la exultación versal terrígena mejor lograda sobre la belleza telúrica del alma de la tierra imbabureña.
Y también advino, en ese año de gracia de 1963, el reconocimiento y la consagración universal de la valía del poeta, que la realiza un notable crítico español, Emilio del Río, en su famosa “Antología de la Poesía Católica del siglo XX”, Allí figura nuestro poeta por antonomasia al lado de celebridades como Claudel, Morton, Jammes, Thomson y los consagrados líricos de España y América. Pero aún falta que vea la luz una Antología completa, que constituya como la justipreciación del vasto universo estético del plasmador de poesía. Esa meta la ofrece el eximio Alcalde de Cuenca, Dr. Alejandro Serrano Aguilar, quien auspicia la publicación de “Poesía”, en 1980. Y, a fines de este mismo año, la Academia Ecuatoriana de la Lengua, lo incorpora al selecto grupo de sus miembros, aplaudiendo su discurso de ingreso, que es un enjundioso ensayo sobre “La poesía como respuesta”. Algunas de las menciones recibidas por el Padre Carlos Suárez Veintimilla, en 1973 recibió la Condecoración “Miguel de Ibarra” entregada por la I. Municipalidad de Ibarra, en el 2001 fue candidato para recibir el Premio Nacional de Literatura "Eugenio Espejo", ese mismo año La Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Imbabura, le entregó el Premio "PILANQUI" y nuevamente la I. Municipalidad de Ibarra le otorgó la Presea “Cristóbal de Troya”. Esta valiosa figura de gran valía Ibarreña, dejo de existir en Quito el 14 de Septiembre del 2002. No es solamente el Padre Carlos Suárez Veintimilla poeta religioso y cantor de la esplendidez telúrica de Imbabura. Su inspiración también ha captado la inefable maravilla del mar, se ha unimismado con la angustia de los marginados, los llenos de dolor y angustia, y, ha auscultado el misterio del hombre como “caminante de la vida y la palabra”, como el ser insatisfecho. Pero todas las maravillas de sus creaciones estéticas fulguran a la luz de su diamantina fe de sacerdote y de su hondo anhelo de descifrar la incógnita trascendental de la existencia en el encuentro con el Sumo Bien y la Eterna Belleza.