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Hombres Ilustres. Cristóbal Tobar Subía "perdurable silueta de un hombre cabal" Jorge Salvador Lara El Dr. Cristóbal Tobar Subía nació en Ibarra el 7 de septiembre de 1881 y murió en Quito el 21 de noviembre de 1956. Cursó los estudios primarios y secundarios en su ciudad natal, donde se graduó de bachiller en humanidades clásicas en el Colegio Nacional "Teodoro Gómez de la Torre" (1899). En seguida se trasladó a Quito, en cuya Universidad Central siguió la carrera de Derecho; egresó en 1906 y el 10 de diciembre de 1909 se incorporó al Cuerpo de Abogados de la República, luego del examen oral ante la Corte Suprema de Justicia. Acreditaron su capacidad, competencia y práctica judicial, con magníficos certificados, los Profesores Drs. Víctor Manuel Peñaherrera y Camilo Daste. Quien tuvo ocasión de saberlo, el Dr. Guillermo Valencia Rea, recuerda con vividez la pregunta fundamental del Dr. Manuel Montalvo, Presidente de la Suprema Corte, que lo era, también, del tribunal examinador: "Existe en Guayllabamba la Hacienda LMN; sus propietarios, ABC, tienen la escritura pública debidamente inscrita, pero viven en Quito; los hermanos XYZ han tomado posesión material de la casa y de todo el terreno, han sembrado, cultivado y cosechado mieses por más de treinta años consecutivos, en forma pública y notoria. Con estos antecedentes pregunto, señor aspirante a Abogado, ¿qué acción debe Ud. proponer para obtener el dominio definitivo del inmueble?" Todos los concurrentes al grado esperaban largas disquisiciones para dilucidar el problema jurídico, pero el joven Tobar Subía se limitó a contestar: "El poseedor material no debe proponer ninguna acción sino esperar que le demanden la reivindicación y entonces deducir la excepción de prescripción extraordinaria". ¡Fue aprobado con aplausos y las máximas calificaciones!


Por sus brillantes estudios fue reiteradamente invitado, en especial por su amigo el Dr. Abelardo Moncayo, Presidente de la Asamblea Constituyente de 1906, a afiliarse al Partido Liberal Radical, propuestas que siempre fueron rotundamente denegadas por el Dr. Tobar Subía, indeclinablemente opuesto a la hegemonía del Radicalismo basada en el fraude electoral, la imposición armada, el sectarismo educacional y religioso: prefirió inscribirse en los registros del Partido Conservador, no obstante la sistemática persecución de que éste era víctima. Obtenido el título profesional Tobar Subía abrió su bufete en Ibarra, donde ejerció la abogacía por más de cuarenta años. En el decurso de su larga y exitosa carrera fue mucho tiempo Asesor, Vocal de los Jurados, Conjuez de la Corte Superior de Ibarra y, finalmente, Ministro Juez de la Excma. Corte Suprema de Justicia en 1938. La confianza que inspiraba en quienes a él acudían queda resumida en estas frases de D. Gonzalo Zaldumbide: "Eminente hombre de consejo, tiene el don del acierto, quizás más en lo que le consultan que en lo que le concierne. Así, teniendo capacidades para positivo hombre de estado, ha preferido entregarse a la actividad profesional y privada, o, a lo más, al servicio de la Patria chica. Yo que gusto ante todo de ver claro y de quien ve claro, me he complacido más de una vez en oírle esclarecer dudas. Honda gratitud le debo tanto en pequeñas como en mayores dubitaciones: porque atiende a sus amigos en menudencias de cotidianas dificultades, con igual prolijidad y celo que cuando se trata de ayudar a bien fijar altos propósitos". Las doctrinas y principios sostenidos por el Dr. Tobar Subía como jurista, constan publicados en varios periódicos de la Provincia de Imbabura, tales como "El Municipio", "El Ferrocarril del Norte" y la "Gaceta Municipal". La "Revista Forense", órgano de la Academia de Abogados de Quito, en su número 177, publicó su doctrina sobre testamentos. No pocos de sus puntos de vista, en diversas materias jurídicas, prevalecieron y fueron confirmados, pasando en consecuencia a formar parte de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia. En 1922 fue elegido Concejal de Ibarra, por votación popular, y al año siguiente, Presidente del Ilustre Concejo Municipal de su ciudad. Por segunda ocasión accedió en 1928, gracias


al sufragio de sus conciudadanos, a la Presidencia del Ayuntamiento ibarreño, ocasión en la que presidió los festejos del 17 de julio de 1929 por la llegada del ferrocarril de Quito a Ibarra, en tiempos del Presidente Dr. Isidro Ayora. Precisamente con tal motivo apareció por vez primera esta "Monografía". El Dr. Tobar Subía había formado parte desde 1917 de la Junta del Ferrocarril Ibarra-San Lorenzo, que presidió varias veces. Sin embargo, creía que, de proseguir con tanta lentitud la construcción de esa vía férrea, cuando ella quedase terminada ya los trenes habrían cedido el paso al desarrollo de los automóviles, premonición que se ha cumplido al pie de la letra. Tuvo, al respecto, memorable polémica pública con el Presidente Dr. Velasco Ibarra, en 1934: sostenía éste la preponderancia del ferrocarril y Tobar Subía, la de las carreteras. Quizás, de entonces, nació la incesante preocupación del cinco veces Presidente de la República por el "Plan Vial", que sin duda transformó al Ecuador. Y tal vez a eso aludía Zaldumbide al decir: "... con la misma exactitud con que analiza los empeños prácticos, examina los de más largo alcance para un ideal superior lejano". Particular trascendencia tiene la participación del Dr. Tobar Subía en varias legislaturas. "Hásele visto - expresa D. Gonzalo al trazar su semblanza - en parlamentos y gobiernos decir verdades que saben a rejalgar. La política, con su veleta siempre puesta al viento del interés, no ha podido torcer, con las veleidades e implícitas contradicciones de sus giros comúnmente en torno al presupuesto, la voluntad rectilínea que le mantuvo intransigente en la verdad y a su modo: no que él fuese rígido intratable, siendo al contrario dúctil y sagaz; sino que veía, por simple claridad mental, cómo las apariencias o las conveniencias del momento, que alucinan a los impacientes o a los habilosos, no habían de retardar el fracaso, doblado por la burla a la ambición sin escrúpulos y por la lección a la inexperiencia ilusa. Sólo la lógica de la vida, no la de la polémica, conduce a obra perdurable. Los demás éxitos, pura engañifa". En 1930 fue elegido por primera vez Diputado conservador por la Provincia de Imbabura, venciendo las prácticas todavía vigentes del fraude electoral. Cuando el problema de la descalificación de D. Neptalí Bonifaz, victorioso para la Presidencia de la República por


mayoría indiscutible de sufragios, Tobar Subía sostuvo con "Mi Voto" la nacionalidad del candidato escogido por el pueblo, manifestando que debía ser calificado idóneo para ejercer la Presidencia porque no tenía ningún impedimento legal. Cuando, tiempo después, fue desplazado Martínez Mera de la Primera Magistratura, en parte por la implacable oposición del diputado Velasco Ibarra, Presidente de la Cámara Joven, el Senador Tobar Subía propuso, en sesión del Congreso Pleno, la siguiente moción: "Que en vista de la dignidad del Parlamento, todos los legisladores actuales juren no prestar su nombre para candidatos a la Presidencia de la República". ¡La propuesta fue aprobada por unanimidad, pero a los 15 días el Dr. Velasco Ibarra aceptó por primera vez su candidatura presidencial, que arrolló a las demás! En 1939 volvió Tobar Subía al Congreso, como Senador por Imbabura, y fue uno de los legisladores que en 1942 se opuso a la ratificación del Protocolo de Río de Janeiro. En 1946 integró la Asamblea Nacional Constituyente y apoyó la elección del Dr. Manuel Elicio Flor para la Presidencia de la República, según lo habían resuelto los diputados de la mayoría conservadora, mas por la coacción del Ministro de Defensa Nacional Crnel. Carlos Mancheno — que rodeó con tanques de guerra el recinto de la Legislatura e intimidó a cada legislador con un soldado armado hasta los dientes — resultó elegido nuevamente el Dr. Velasco Ibarra. Tobar Subía cumplió su compromiso votando en contra de éste, increpó a sus coidearios por ceder ante las amenazas y abandonó la sesión en protesta, no sin abofetear al sargento que le custodiaba y trataba de impedirle la salida: - " ¡Soy representante del pueblo y no esbirro del gobierno!", le dijo. Con razón D. Gonzalo Zaldumbide expresa lo siguiente al esbozar su silueta: "Su Partido, el Partido de sus convicciones fundamentales, el Conservador, a cuya disciplina se prestó con toda lealtad, lo que no empecé su libertad de opinar, le debe luces que no siempre supo aprovechar, y admoniciones que en instantes graves no quiso escuchar. Desoirlo fue, en sucesivas oportunidades, darle, a poco trecho, toda la razón. Es que él ve claro donde los otros se dejan iludir por vueltas y rodeos o por repentinos atajos abiertos de casualidad. Cuando, llevado a discusión por sostener su evidencia, le contestaban con sinrazones, no le fallaba la


cortesía, si estaba demás la protesta; pero llegado el caso de protestar, protestaba con entereza, y más de una vez, se fue a su casa dejando a los otros sin saber desatar el enredo de sus propias contradicciones". El Dr. Tobar Subía se manifestó siempre contrario a los regímenes dictatoriales. A raíz de la Revolución Juliana, en 1925, fue nombrado Vocal del Tribunal Popular de Imbabura, cargo que se negó públicamente a aceptar, tanto por el origen de la designación, cuanto por considerar in jurídicos esos tribunales. En 1936 el Jefe Supremo Ing. Federico Páez le propuso el cargo de Rector del Colegio Nacional "Teodoro Gómez de la Torre", propuesta que asimismo declinó. Y cuando, ya anunciado el retorno al régimen constitucional, se vio, obligado por su Partido, a aceptar al Gral. Enríquez la cartera de Obras Públicas, no vaciló en cancelar a un pariente inmediato del Jefe Supremo por no cumplir sus deberes, presentando simultáneamente su renuncia, que no le fue aceptada. En ese lapso logró, paso adelante en la libertad de sufragio, que la ley de elecciones para la Asamblea Constituyente de 1938 garantizase el derecho de los otros partidos - conservador y socialista - en pie de igualdad con el hasta entonces hegemónico Partido Liberal Radical. Como agricultor, perseverante y progresista, Tobar Subía emprendió variadas tareas de mejoramiento agrario (semillas, sistemas de cultivo, regadío, etc.) que le valieron el reconocimiento del sector agrícola del país con la designación de Presidente Nacional de la Cámara de Agricultura del Ecuador. Este eminente ciudadano había venido dedicando sus horas de ocio a la investigación en archivos y bibliotecas, como fruto de lo cual publicó numerosos artículos sobre variados temas de historia. Algunos de ellos, los referentes a su querida ciudad nativa, fueron recopilados en este volumen, "Monografía de Ibarra", que alcanza ya la 3a. edición. La autoridad lograda por Tobar Subía como historiador le valió la designación de Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Historia, la benemérita institución fundada por Monseñor González Suárez y regida entonces por D. Jacinto Jijón y Caamaño. Dejó al morir dos obras inéditas, "Genealogía de algunas familias de Imbabura y Carchi" y "Los


asesinos del Mariscal Sucre". Ojalá no se hayan confundido esos papeles que deberían ver también la luz pública. La "Monografía de Ibarra" recoge XVI capítulos, con ordenamiento no necesariamente cronológico, en los que pasa revista a los avatares de su ciudad natal, comenzando por sus aspectos geográficos naturales, siguiendo con su prehistoria aborigen, los hechos del descubrimiento y conquista hispánica y el secular coloniaje, para terminar con las épocas de la Independencia de la República. Particular énfasis pone en algunos acontecimientos que han marcado honda huella, no únicamente local, sino nacional, tales como los heroicos episodios de Yahuarcocha a fines del siglo XV, la fundación castellana de Ibarra a comienzos del XVII, la batalla que durante la Independencia ganara personalmente el Libertador, y el terrible terremoto de 1868. Parco en adornos, salvo al referirse al paisaje de su provincia y a la épica batalla de Ibarra, tampoco es pródigo en elogios; pero escrito con lacónico estilo y castellano correcto, el libro es de enorme interés, se lee con agrado y sugiere nuevas y necesarias investigaciones. Ciertamente, en algunos aspectos, los estudios posteriores de la historiografía nacional han llenado vacíos, completado informaciones e inclusive originado rectificaciones, por ejemplo en materia de cronología prehispánica. Pero el hecho de que buena parte de los postulados historiográficos de Tobar Subía se fundamentaran en su personal dedicación a la búsqueda de documentos de primera mano, da a su libro especial solidez y le convierte en aporte ineludible para la historia local y nacional. En la polémica en torno a las aseveraciones del P. Juan de Velasco, Tobar Subía forma filas con los defensores de la existencia de los Caras y sostiene la tesis del nacimiento de Atahualpa en Caranqui. En la bizantina discusión entre indigenistas e hispanistas, su criterio reconoce los méritos de la penetración europea y sus contribuciones, sin desconocer lo negativo: pone de relieve "el espíritu animoso y batallador de la raza ibérica en el siglo XVI" y el "empuje de la lanza castellana fecunda en injusticias, pero a cuyo choque surgió la civilización en el mundo". De particular interés es la descripción sobre la vida,


costumbres y organización de Ibarra y su comarca durante los tres siglos del período hispánico. Le entusiasma la erección de la villa de Ibarra en ciudad por decreto del Libertador. Y al referirse al choque entre Bolívar y Agualongo — "cóndor y león" — en la célebre batalla que culminó a orillas del Tahuando, brotan en sus palabras destellos épicolíricos que demuestran la fuerza de su estilo. También García Moreno y su inolvidable acción benéfica, cuando el pavoroso terremoto de 1868, le arrancan fulgurantes frases de admiración y encomio. Estamos seguros que este libro se leerá, no obstante sus anteriores ediciones, con el interés y atención que despierta una obra inédita, tal es el acopio de datos, relatos de reconstrucción histórica e interpretaciones que, si por una parte consolidan conceptos ya bien establecidos, por otra obligan a repensar muchos conocimientos e impulsan a promover nuevas búsquedas y al reiterado diálogo historicista. En todo caso, "Monografía de Ibarra" trae de nuevo hasta nosotros, junto con el recuerdo de los días fastos y nefastos de la Ciudad Blanca, la presencia ejemplar del Dr. Cristóbal Tobar Subía, "su perdurable silueta de hombre cabal", según testimonia Gonzalo Zaldumbide, quien en un prólogo a su casi desconocida poesía dijo que la de Tobar Subía fue "una vida ingenua, noble en su modestia, austera en sus actos, ferviente en sus creencias y amena en sus recuerdos, reflejada en estrofas que deslizan como sin ruido, en cadencia tan obvia y límpida como sus efusiones". Quito, agosto de 1985.


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