El armamento Ibérico

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ARMAMENTO

IBÉRICO

Por V. Heredia Ortega, J. M. Gallego Cañamero


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ARMAMENTO IBÉRICO

P O R V. H E R E D I A O R T E G A , J . M . G A L L E G O C A Ñ A M E RO1

Si existe un concepto que define adecuadamente al armamento que usaron los pueblos ibéricos es el de “diversidad”. Pensemos que la cultura ibérica abarca un periodo cronológico que va desde el s. VI hasta el s. I a. C. (unos 500 años), comprendida en un marco geográfico que abarca todo el litoral mediterráneo de la Península Ibérica desde el sudoeste del actual Portugal hasta el sur de la actual Francia. En toda esta área, a partir de los primeros contactos con fenicios y griegos se desarrollaron múltiples etnias, con características homogéneas que las definen como genuinamente ibéricas. No obstante, conservaron sus propias tradiciones culturales, elementos heterogéneos, entre ellos la tradición bélica. El armamento que utilizaron los diferentes pueblos ibéricos se ha documentado principalmente gracias al registro arqueológico recuperado de las escasas necrópolis ibéricas excavadas y que corresponden a diferentes cronologías. Si bien es cierto que armas ofensivas como el soliferreum, las lanzas y las caetras y defensivas como los cardiophylakes (o discos- coraza), las cnémides (o grebas) y los cascos se usaron en la mayoría de esos territorios, no lo es menos que armas como la falcata y las espadas galas de tipo “La Tène” son reducibles a un determinado marco geográfico (aunque hay excepciones) y que la tipología de los cascos no es tampoco uniforme. Por tanto, para entender correctamente la distribución y la tipología del armamento ibérico, debemos despreciar la falsa imagen, que algunos 1

pseudo-historiadores se encargan de difundir por la red movidos por cuestiones y conceptos políticos actuales, de que armas como la falcata son el arma característica de “todos los españoles”, equiparando así “españoles” a “iberos”. No entraremos aquí en este debate, simplemente aclarar que con los datos arqueológicos sobre la mesa, mezclan dos conceptos totalmente anacrónicos que no deben ser confundidos. Además, estos pseudo- historiadores hablan de “los íberos” en general, como si se tratase de un único grupo social, cuando la evidencia arqueológica nos demuestra constantemente lo contrario. Reduciendo a conceptos bélicos, la falcata, a lo sumo, se trata del arma característica de los pueblos iberos del sudeste peninsular, zona donde se produce su aparición y desde donde se extiende hacia otras zonas de la Península Ibérica. Los iberos utilizaron armas para el combate cuerpo a cuerpo y armas

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para el combate a distancia, también denominadas arrojadizas. En el primer grupo encontramos las lanzas y las espadas y en el segundo encontramos jabalinas y soliferrea (sing. Soliferreum). Tendríamos además una sub-categoría alternativa en la que se incluyen todas las armas defensivas, es decir, escudos, armaduras, cascos, grebas y brazaletes. (Fig. 1) En un primer momento, son las lanzas las armas usadas para el combate en cuerpo a cuerpo y no las espadas, en contra de la imagen que nos han dejado documentos como el cine o las novelas históricas. Efectivamente, la lanza es el arma favorita de los héroes de la mitología antigua mediterránea, y es con esta arma con la que debemos imaginar a los aristócratas-guerreros ibéricos antiguos. Sirva como ejemplo el caso de la representación escultórica de dos guerreros encontrada en Porcuna datable en el s. VI a. C. En ella, un joven guerrero alancea la cabeza de su rival derribado en el suelo con una gran lanza. De la misma manera, los hoplitas griegos usaron la lanza (la Dori) como arma ofensiva principal hasta que ésta se quebraba y lo mismo puede decirse de otras culturas mediterráneas del periodo. Generalmente, en las guerras de la antigüedad, la espada quedaba como un arma secundaria que se usaba cuando la lanza quedaba inservible. En el mundo ibérico encontramos diferentes tipos de espadas, dependiendo del contexto geográfico e histórico al que hagamos referencia. Espadas de Frontón, Espadas de Antenas, Espadas rectas “La Tène” de tipo galo, y la famosa Falcata , entre otros casos. Algunas de ellas derivan directamente de corrientes culturales y tradiciones bélicas indígenas como la espada de frontón o la Espada de tipo “Miraveche” mientras que otras son versiones e imitaciones de otros ejemplos próximos, como la falcata (que deriva de modelos medi-

Fig. 1.- Dos guerreros se entrenan con lanzas y escudos ovales. (Foto. Ibercalafell).

Fig. 2.- Las espadas galas tipo “La Tène”, casi exclusivas del noreste peninsular, son adecuadas para golpes punzantes aunque gracias a sus dimensiones son también utilizables en golpes tajantes. (Foto Ibercalafell).

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terráneos de Kopis y Machairas) o la espada de tipo “La Tène” (que en contextos ibéricos imitan modelos del norte de los Pirineos). Cierto es que cada una de ellas responde a un uso táctico muy concreto. Así, las armas cortas (Falcatas, Espadas de Frontón y espadas de antenas atrofiadas) se englobarían en un tipo de lucha donde prima el estoque y no el golpe cortante, más propio de armas más largas y pesadas (espadas galas, espadas “Miraveche”) (Fig. 2) Por otro lado, tenemos las armas arrojadizas que se usaban para atacar y herir al enemigo a distancia. Estas armas debemos entenderlas dentro de un concepto de la guerra basado en un frente móvil de filas apretadas y cerradas de muchos hombres, que usaban los escudos a manera de una gran barrera y protección colectiva (Fig. 3). Por ello es básico para el grupo rival destruir todo lo posible esta cohesión táctica. Entre ellas destaca por sus características el soliferreum, un arma elaborada completamente a partir de una sola pieza de hierro forjado. Estaba pensada principalmente para inutilizar las defensas del adversario, aunque si se alcanzaba a herir al enemigo, mejor que mejor. Se arrojaba en masa a una distancia de unos 10 ó 15 metros, y una vez alcanzaba el escudo enemigo lo hacía inservible, puesto que no se podía cortar el astil y para el perjudicado se hacía difícil detenerse para desprenderse de ella con las líneas enemigas amenazantes a unos pocos pasos. Las jabalinas tenían una función similar al soliferreum, aunque estaba compuesta por una punta de hierro y un astil de madera de 1’5 metros aproximadamente. Generalmente, la usaba la infantería ligera o auxiliar para deteriorar la barrera defensiva de escudos enemigos y facilitar la intervención de la infantería pesada de línea. Para defenderse, los iberos usaron diferentes tipos de escudo. Unos, circulares de múltiples dimensiones (hasta 60 cm de diámetro) llamados Caetrae (sing. Caetra), característicos de los pueblos

Fig. 3.- Unos guerreros ibéricos aprenden a avanzar en un frente compacto hacia el enemigo (foto. Ibercalafell)

peninsulares y otros escudos, ovoides y planos, llamados Escudos Ovales que derivan de una tradición mediterránea y un concepto de la guerra mediterráneo diferente al peninsular (Fig. 4) En general, ambos tipos están elaborados de la misma manera. Sobre una estructura de madera (normalmente de olmo, roble, tilo o abedul) se coloca por la parte exterior una capa de cuero y por el interior tela o cuero encolados. Sobre el espacio central, se coloca en el exterior una placa de hierro o bronce (llamados umbos y tachones respectivamente) que sirven para proteger la mano que sostiene el escudo. Aunque es posible que existieran otros escudos elaborados con mimbre e incluso simplemente de cuero. Arqueológicamente, en el mundo ibérico no se documentan armaduras metálicas como alguna vez se ha apuntado erróneamente. Algunos autores defienden la existencia de protecciones del tipo armadura de escamas a partir de la interpretación de las representaciones

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figuradas del Lebes 149 de Sant Miquel de Llíria donde aparecen unos guerreros (supuestamente) ibéricos que parecen llevarla puesta. No obstante, hasta el momento, sólo hemos documentado unas protecciones circulares de metal, de cuero o mixtas que se colocan sobre el torso, llamados “discos- coraza” o Cardiophylakes (sing. Cardiophylax). Cubren pecho y espalda y van sujetas al cuerpo mediante un sistema de correajes (Fig. 5). En algún caso, podían decorarse con representaciones de carácter mitológico, como la escultura levantina de la Alcudia (Elche) en la que aparece una decoración de una cabeza de lobo, animal con un fuerte componente apotropaico entre los iberos. Las Cnémides o grebas (Fig. 6), una especie de espinilleras de metal, se colocaban por debajo de la rodilla para proteger la parte inferior de las piernas de cortes y golpes. Aunque aparentemente se trate de heridas superficiales y nimias, en realidad son heridas peligrosas porque podían entorpecer los movimientos del herido y producirle lentas hemorragias e infecciones. Arqueológicamente, suelen aparecer en contextos antiguos, y parecen desaparecer hacia el s. IV a. C. cuando el armamento ibérico se extiende a una mayor parte de la población, quizá como consecuencia de cambios en los patrones bélicos, quizá porque dejaron de tener un valor simbólico que hasta ese momento había representado a un segmento muy reducido de la sociedad. Para proteger la cabeza, existían diferentes tipos de casco. Si bien, los cascos tradicionales de la cultura ibérica solían estar elaborados con cuero (así lo demuestran tanto el registro iconográfico como el arqueológico donde no se documentan cascos metálicos antes del s. IV a. C.), hacia el siglo IV y III a. C. en la zona del noreste peninsular se imitan modelos célticos de la cultura “La Tène” fabricados en hierro. Mientras, en el levante peninsular, hacia finales del s. III a. C. empieza a aparecer en gran

Fig. 4.- Dos guerreros ibéricos con escudo oval (izquierda) y caetra (derecha). (Foto Ibercalafell)

Fig. 5.- El Cardiophylax protege contra golpes frontales dirigidos al pecho, donde se encuentran el corazón y los pulmones. (Foto Ibercalafell)

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número un casco de bronce llamado “Montefortino” en su génesis, también basado en modelos célticos (Fig.7). Desde aquí se extenderá hacia el interior de la Península Ibérica. Este será el tipo de casco más usado en las guerras del mediterráneo hasta el s. I a. C.

Bibliografía básica - AAVV La Guerra en la Antigüedad. Una aproximación al origen de los ejércitos en Hispania. Madrid, Ed. Ministerio de Defensa, 1997. - CONNOLLY, P. Aníbal y los enemigos de Roma. Madrid, Ed. EspasaCalpe, 1981. - GRÀCIA ALONSO, F. La Guerra en la Protohistoria. Héroes, nobles, mercenarios y campesinos. Barcelona, Ed. Ariel, 2003. - MORET, P., QUESADA SANZ, F. (eds.) La Guerra en el mundo ibérico y celtibérico (ss. VI – II a. C.). Madrid, Colección de la Casa de Velázquez, vol. nº 78, 2002.

Fig. 6.- Las grebas de bronce fueron muy habituales entre los guerreros aristócratas ibéricos. (Foto Ibercalafell)

Fig. 7.- El casco Montefortino protege cabeza, nuca y laterales de la cara. (Foto Ibercalafell)

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