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EL PODER DEL DIÁLOGO

GABO PERALTA

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Gabriel Peralta @gaboperaltap

Gabo es director de Especialidades625 Colombia. Pastor de la Iglesia El Punto de Encuentro en Chía. Además de su formación teológica, completó estudios de Ingeniería Electrónica y Gerencia de Mercadeo. Por más de 20 años ha servido en diferentes ministerios juveniles en iglesias locales. Estudiando la vida y el ministerio de Jesús podemos encontrar que existe un elemento esencial dentro de la relación que estableció con sus discípulos: el diálogo. De hecho, no es algo exclusivo del ministerio terrenal de Jesús, sino que ya desde el Antiguo Testamento asombra encontrar a un Dios que desea dialogar con su pueblo. De eso en realidad se trata la oración: no solo que Dios comunique su voluntad o transmita cierta información, sino que espera un intercambio, una respuesta de sus hijos que produzca no solo una relación del tipo místico, sino una acción que comience con la transformación del individuo.

Jesús no solo daba información a sus discípulos o les decía qué hacer sino que estaba muy interesado en escuchar lo que ellos tenían para decir. Por ejemplo, en aquella ocasión que relata el evangelio de Mateo cuando junto a sus discípulos llegó a la región de Cesarea, el Señor no desarrolló un discurso en el que reveló su identidad como Mesías sino que preguntó a sus discípulos quién pensaban ellos que él era. Como resultado de ese ejercicio, Pedro recibió una revelación del Padre en cuanto a la identidad de Jesús. ¿Qué nos enseña entonces este momento? Que nuestra tarea como pastores de las nuevas generaciones es llevarles a tener un encuentro personal con Dios a través de establecer un diálogo, en donde ellas mismas lleguen a recibir una revelación directa del Padre que no olvidarán. Los niños y jóvenes podrán olvidar las prédicas que escuchen a lo largo de su vida, pero no podrán olvidar jamás lo que Dios revele directamente a sus corazones.

Como pastores debemos diferenciar bien tres roles que en algún momento ejerceremos en nuestros ministerios: el rol de capacitador o maestro, el rol de mentor y el rol de coach. Aquel que capacita transmite un conocimiento, quien ejerce como mentor establece un ejemplo para la vida de otros al compartir sus experiencias, pero el coach acompaña a las personas para que ellas se responsabilicen por su crecimiento y su transformación. Los tres roles son muy importantes, pero si nos enfocamos solo en los dos primeros existe la posibilidad real de convertirnos en estorbos para que las nuevas generaciones avancen en la madurez y generemos modelos de dependencia nocivos para el avance del reino de Dios.

Jesús –como buen coach—buscaba el diálogo a través de la formulación de preguntas. Los evangelios registran más de cien preguntas que el Señor formuló. ¿Qué crees que eso causó en sus discípulos? Yo creo que hizo que se sintieran importantes, escuchados, amados. Las nuevas generaciones necesitan ser escuchadas y tomadas en cuenta. Cuando eso sucede se activan en su fe en medio de su comunidad. Debemos generar un diálogo con los más jóvenes a través de la formulación de las preguntas correctas con un genuino interés de conocer y aprender: eso es lo que hoy se llama aprendizaje y construcción de conocimiento. Como pastores debemos aprender, y aprendemos cuando escuchamos con humildad. En ese proceso los jóvenes también aprenden, no solo de nosotros sino de Dios directamente.

La tarea de un pastor como coach es la de ayudar a sus discípulos a identificar las áreas de crecimiento que se presentan en sus vidas, enfocarlos en desarrollar su potencial y asumir la responsabilidad por su relación personal con Dios. En ese sentido, no se trata solo de un diálogo esporádico o de formular preguntas sin propósito sino de acompañar en procesos en donde exista el seguimiento, la rendición de cuentas y la aceptación a pesar de que en algunos momentos los avances no serán los que esperamos.

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