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EDiTORiAL

howard andruejol

editor ejecutivo @hac4j

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Lo más importante es lo que aprendemos cuando ya lo sabemos todo

e dice que un veterano en el ministerio es aquel que tiene siete años o más trabajando con jóvenes. Conozco a varios que calificamos de forma doble, triple o más en esa descripción.

Gracias a Dios, la mayoría de ellos son personas de integridad a quienes admiro y respeto. Algunos de estos viejos son muy buenos amigos, que con cariño y paciencia siguen enseñándome en cada conversación que sostenemos.

Aprecio muchísimo cuando veo la humildad que tienen para seguir aprendiendo. Aunque algunos son maestros, autores, y considerados autoridades en ministerio, poseen esa invaluable cualidad de no pensar que lo saben todo. A pesar que los años los han formado reconocen que su kilometraje en el camino de la vida no los hace infalibles. Ellos saben que siguen siendo frágiles, vulnerables y débiles; reconocen su necesidad de un Salvador. Su sabiduría les dice que hay caminos que deben evitar.

Son líderes con grandes virtudes. Han crecido en carácter, han desarrollado sus talentos. No obstante, siempre destacan la gracia y no atraen las miradas sobre sí. Procuran servir, y no les interesa ser servidos. Se equivocan pero lo reconocen, piden perdón y procuran remendar lo que se ha dañado.

Veteranos ejemplares que vale la pena escuchar.

Sin embargo, me duele decir que no todos son así. He visto a otros viejos en el ministerio que son más bien arrogantes, amantes de ser servidos, prepotentes, tiranos. Justifican sus conductas irreverentes con argumentos confusos porque creen que todo lo saben. Siempre tienen las respuestas, pero han dejado de hacerse las preguntas. Es triste haber recorrido tanto en la vida y no haber cambiado para bien.

En esta edición de Líder Juvenil queremos detenernos a pensar y evaluar nuestra trayectoria. O mejor dicho, nuestra condición actual. ¿Cómo está nuestro corazón? ¿Hemos llegado a convertirnos en los hombres y mujeres que alguna vez soñamos ser? ¿Qué falta aún en nuestro peregrinaje espiritual y ministerial?

Más allá de las metas ministeriales por alcanzar, la prioridad debe enfocarse en la persona que debemos ser.

Así que, querido(a) veterano(a) en el ministerio juvenil: ¡gracias por el trabajo que has hecho hasta hoy! Gracias por los años dedicados a cuidar el rebaño de Dios. ¡Ánimo! La carrera aún no ha terminado. Por la gracia de Dios, todavía podemos seguir un poco más y dejar un legado positivo. Todavía no somos lo que debemos ser. ¡Todavía podemos crecer!

Continúa fiel. Y ojalá nos encontremos en la meta.

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