7 minute read

TEOLOGÍA

Next Article
METROPLEX

METROPLEX

Alan Perdomo

@alanperdomo4j

Advertisement

Implicaciones muy prácticas de...

La unión hipostática de Cristo

A UNIÓN… ¿QUÉ?, «Ah, debe ser otra de esas frases que les gustan a los teólogos y que no tiene nada que ver con la vida real». Esas podrían ser algunas de tus reacciones al leer el título del presente artículo. Sin embargo, si queremos entender mejor lo que confesamos como creyentes y así orientar mejor a los jóvenes, quizá sea hora de comenzar a estudiar con seriedad e inteligencia las implicaciones de las grandes frases teológicas de la fe. En esta ocasión, te invito a repasar y reflexionar en los alcances de la «Unión hipostática de Dios el Hijo».

REPASEMOS… ¿QUÉ ES LA UNIÓN HIPOSTÁTICA?

Este concepto teológico se define como la unión de la naturaleza divina y la naturaleza humana en la Persona única del Señor Jesucristo. Sin duda es una de las ideas teológicas más difíciles de comprender. Se desarrolló después de cientos de años de discusiones en los primeros siglos de historia de la iglesia. Fue el Concilio de Calcedonia, en el año 451 d.C., el que lo definió con las siguientes palabras: «Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación».

Básicamente, lo que esto quiere decir es que es importante preservar ambas naturalezas de Cristo sin confundirlas ni separarlas, pero tampoco debemos afirmar que Jesús estaba formado por dos personas, una humana y otra divina, como que si el Salvador sufriera de doble personalidad. Ambas naturalezas subsisten en Cristo, pero Él es una sola Persona. Una buena manera de hablar sería la siguiente: «Jesús podía hacer milagros porque poseía la naturaleza divina» o «por ser Dios, Jesús merece nuestra adoración», a diferencia de decir que «su parte divina» hacía los milagros o «su lado humano se cansó», lo cual es un error porque entonces separamos sus naturalezas. La persona única de Jesús hizo milagros y se cansó. Así debemos hablar para evitar separar o confundir las naturalezas o dividir a la Persona de Cristo.

Sin embargo, en medio de estos profundos conceptos, quizá te preguntarás «¿Y qué tiene que ver esto conmigo?». Algunas implicaciones bastante prácticas de esta doctrina tan profunda:

SI JESÚS ES 100% SER HUMANO, ENTONCES…

Eres parte de una raza privilegiada. ¿Te imaginas? La segunda Persona de la Trinidad se hizo un ser humano, agregando a su naturaleza divina, eterna y perfecta los atributos propios de la humanidad. Entonces, podemos afirmar confiados que el Señor es parte de la raza humana, ya que, recuerda que después de su resurrección y ascensión, él continuó siendo un humano aunque con cuerpo glorificado. Lo anterior eleva nuestra propia humanidad hasta niveles gloriosos. El Señor del cielo se dignó hacerse un ser humano como nosotros. Qué inexplicable pero a la vez prestigioso hecho. ¡No soy cualquier criatura! ¡Él es como yo!

Puedes seguir su ejemplo. Quizá hayas escuchado a muchos que dicen «Bueno, pero Jesús era Dios. No me pida que sea como Él». Sin embargo, varias veces en el Nuevo Testamento se nos invita a imitar a Jesús. Él mismo afirmó: «…aprendan de mí…» (Mt. 11:29). Pablo le dice a los corintios «Imítenme a mí, como yo imito a Cristo» (1 Cor. 11:1) y Pedro afirma que Jesús «sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos» (1 Ped. 2:21).

Por supuesto, si se nos manda a ser como el Maestro es porque tal cosa es posible. No se nos invita a imitar la omnisciencia u omnipotencia o cualquiera de los atributos divinos de Jesús, sino su servicio, su vida de oración, su amor (Jn. 15:12), su misericordia o sus sufrimientos. ¡Sigue imitando al Señor en estos y otros aspectos de tu carácter! Que las personas que te vean se asombren de ti y reconozcan que has estado con Jesús (Hch. 4:13).

Él se identifica completamente contigo. Debido al énfasis casi exclusivo que muchas veces hacemos en la deidad de Jesús, inconscientemente llegamos a pensar en Dios como alguien lejano a nuestros sufrimientos. Por supuesto que confiamos en su poder y su amor, pero en el fondo lo vemos casi como un proveedor poderoso, pero algo lejano. Sin embargo, la Escritura afirma que, al mismo tiempo que Cristo es un extraordinario sumo sacerdote ya que trascendió los cielos (Heb. 4:14), también «fue tentado en todo, de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado» (Heb. 4:15).

Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación.

Concilio de Calcedonia (451 d.C)

El hecho de que Jesús es capaz de «compadecerse de nuestras debilidades», significa que Él comprende perfectamente nuestras tentaciones, nuestras dificultades y limitaciones, ya que Él mismo las experimentó, aunque no fue arrastrado por ellas. De esta forma, podemos decir que él sabe lo que sientes cuando alguien te traicionó, cuando la frustración llena tu alma, la confusión te paraliza o el miedo te atrapa. No importa tu problema o necesidad, Jesús te comprende y manifiesta una dulce e infinita compasión que se traduce en una compañía efectiva en medio de tu dificultad. Hebreos 4:16 nos invita a acercarnos «confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos». ¡Puedes confiar en Él! ¡Él sabe cómo te sientes! ¡Acude a Él en busca de auxilio!

SI JESÚS ES 100% DIOS, ENTONCES…

Él es digno de toda tu adoración. Adorar a alguien significa rendirle todo el honor que se merece, reconociendo su dignidad superior. Si Jesús es Dios, esto significa que tu adoración debe ser dirigida solamente a Él. Pero esto no se trata de simplemente cerrar los ojos o emocionarte en el momento de la alabanza en la iglesia; si lo vamos a reconocer como el Soberano del Universo, nuestra adoración debe ser diaria y total. Debes rendirle tributo y honor cuando estás trabajando, estudiando o divirtiéndote pasando un rato con tus amigos. Quizá es tiempo de rendirle honra a Jesús no solo en los altares, los templos o los conciertos cristianos, sino en las calles, las universidades, las oficinas, los estadios de fútbol o nuestras computadoras. ¡Cómo cambiaría nuestra manera de vivir si adorásemos a Cristo en todo lugar y en todo momento! ¡Hazlo a partir de este día, Él lo merece!

Sus enseñanzas y su vida son sobrenaturales. Muchas personas hoy en día son admiradores de Jesús, pero lo aceptan solo como un gran hombre, un importante líder religioso. Sin embargo, esa no debería ser una opción. No puedes simplemente ser un fan de Jesús y hacer a un lado sus afirmaciones más claras y atrevidas: «Yo soy el camino, la verdad y la vida», «Yo soy la luz del mundo», «el Hijo del Hombre puede perdonar pecados», «Yo soy la resurrección y la vida», y otras más.

Ahora bien, si aceptas que Él es quien dijo que era, entonces no tienes otra alternativa que rendirte ante Él y vivir de acuerdo a sus preceptos. Esta verdad deja sin explicación lógica el hecho de que haya tantos cristianos viviendo vidas mediocres y adaptadas a un estilo de vida pecaminoso. ¿Cómo es posible que teniendo el ejemplo y las enseñanzas más grandes que la humanidad haya conocido nos conformemos con vivir a medias?

Él es la máxima revelación de Dios. Juan 1 presenta a Jesús como el Verbo de Dios que se hizo humano para salvar a la humanidad. En el v. 18 él dice que, aunque nadie ha visto a Dios, el unigénito que tiene comunión íntima con el Padre, «nos lo ha dado a conocer». La palabra griega usada es exegesato, de donde viene un término muy usado en los estudios bíblicos: exégesis. La frase significa «declarar, explicar, exponer». No hay una forma más clara de entender a Dios que Jesucristo.

Es interesante recordar que el Señor siempre tuvo como meta la comunión estrecha con los seres humanos. Desde el Edén, en donde Dios se paseaba en el día para buscar a los humanos y tener comunión con ellos (Gén. 3:8), hasta el Apocalipsis que presenta el final de la historia como el tiempo en el que el tabernáculo divino estará entre los hombres (Ap. 21:3), Dios buscó acercarse a nosotros de manera misteriosa y misericordiosa. Ahora, en Jesús, su imagen es reflejada de manera suprema e implica que se ha acercado de manera decisiva a nosotros. No necesitas la mediación de sacerdotes o líderes ungidos para tener intimidad con Dios. Jesús te revela el carácter y los planes del Dios de los cielos. Acércate a Jesús y entenderás cada día mejor al Dios que sostiene tu vida y todo el universo.

En conclusión, la doctrina de la unión hipostática de Cristo, aunque muy profunda, tiene unas implicaciones que pueden cambiar tu manera de ver tu vida y tu mundo alrededor. Toma la decisión de poner en práctica lo que esta doctrina te enseña y comienza a descubrir el impacto que lo que crees puede tener en lo que haces diariamente. ¡Que así sea para la gloria de Dios!

Alan es originario de Honduras. Reconocido maestro de Teología e Historia. Por muchos años trabajó como profesor en el Seminario Teológico Centroamericano (SETECA) en Guatemala. Autor del libro para jóvenes «¿Y tú, qué crees?»

This article is from: