Hoy no ando en tinta ni papel, hoy ando frente al monitor. Mano atacando el teclado, audífonos puestos dejando un par de corcheas y semi-corcheas entrar por mis oídos, a ver si finalmente el 2012 hace un poco de sentido. El papel aguanta lo que uno le imponga, pero hoy no excederé las 365 palabras. No hay resoluciones que tocar, esos son temas personales de cada cual, la incumbencia está demás decirla y hay que ir directo al grano. En un par de horas simplemente comenzará un nuevo día con el mismo sol, nubes, cielo, el mismo bendito gallo del vecino, el rico rocío de la mañana con la taza de café en mano y el 1 de enero de 20XX marcado en el calendario. Entonces, ¿qué en nuestras mentes lo hace diferente? o mejor dicho, ¿con qué intenciones hacemos esta fecha distinta a las demás? Simple: el deseo, o la excusa, de que comenzaremos de nuevo. ¿No se dan cuenta es lo mismo que dije en el 2011? Eso sólo significa que aún vivimos en los mismos tiempos y que el 2012 no fue diferente en esos aspectos. Que todos pasamos por momentos descomunales de alegría o aberrantes de tristeza, que llegamos a la cima o que nos tropezamos al inicio de la escalera. Victorias y derrotas, buenas decisiones y errores cometidos, recordándonos cada 31 de diciembre que somos humanos y se nos desborda la imperfección. Ahí está, ahí está la belleza, ahí está la gran razón, la gran excusa: somos imperfectos. El ser imperfecto no me ocasiona ser especial, me ocasiona ser optimista, querer ser mejor cada día y superar mis expectativas, no las de los demás. Es decir, no quisiera nos conformáramos con la excusa barata de que somos imperfectos y por eso
Foto tomada de la web (Google)
necesitamos un 1 de enero para cada ocasión de bajón existencial. Esos malos ratos innecesarios por deseos reprimidos, frustraciones personales, discusiones ignorantes... en fin, tanto hemos hecho que la tierra dará otra órbita hoy. Perdemos la percepción del tiempo tanto, imagina 365 días simplemente pasando y nosotros qué... mira pa’lante, el 2013 está a la vista, no lo dejes pasar.
©Mathew Ariel
Mathew Ariel
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