13 minute read

u life

Next Article
zona t

zona t

NO ESTÁS SOLO LA DEPRESIÓN EN EL MINISTERIO JUVENIL

RYAN SCHMALL

Advertisement

Ryan Schmall

@iamryanschmall

Es el Pastor de Ministerios juveniles en Redding First Church of the Nazarene en el norte de California. Está casado con Jeanette, y juntos tienen tres hijas increíbles. A Ryan, le apasiona crear experiencias y entornos para que las personas encuentren a Dios de maneras nuevas y únicas. Durante meses me sentí aislado y solo. Me sentí como si tuviera un letrero de puntería pintado en mi espalda y cada persona con la que me encontraba, estaba dispuesta a dispararme. El mundo se sentía volátil y peligroso. Muy a menudo, parecía como si mi mundo estuviera cayendo sobre mí. Traté desesperadamente de identificar de dónde provenían estas emociones salvajes. • Culpé a los padres. • Culpé a los jóvenes. • Culpé a mis compañeros de trabajo. • Culpé a mi familia. • Culpé a Dios.

Estaba esencialmente tratando de echarle el peso de la responsabilidad sobre cualquier persona, excepto sobre mí mismo. Me sentí destrozado y roto. La mayoría de los días me costaba salir de la cama. A pesar de mis intentos de culpar a todos los demás por estos sentimientos, estaba rodeado de gente que me amaba y me apoyaba. Pero aún me sentía abandonado.

ESTABA DEPRIMIDO.

Finalmente, mi esposa increíblemente comprensiva tuvo que decirme sin rodeos que yo estaba causando mi propio dolor. Toda la agonía que estaba experimentando, no venía de otra persona; venía de mí. Peor aún, mi sufrimiento le causaba dolor a los demás. Esa verdad, me fastidió en la cabeza durante semanas mientras luchaba con esa idea: me estaba torturando a mí mismo y a los que me amaban. Durante el tiempo que estaba procesando todo esto, emprendí un viaje por la carretera. Dios tiende a trabajar grandemente en mi vida mientras estoy solo en mi auto. A veces escucho su voz en la música, a veces lo escucho en silencio, y algunas veces lo escucho hablar a través de podcasts. Estaba tratando de ponerme al día con los innumerables podcasts que se habían acumulado en mi teléfono, y encontré uno sobre el dolor y el sufrimiento. Parecía apropiado, así que lo escuché En cuestión de minutos, me sentí abrumado por la emoción; parecía que todo lo que se hablaba en este podcast era exactamente sobre mí. Unos quince minutos después, uno de los muchachos dijo esto: «El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional». Cuando lo escuché, sentí como si Dios me hubiera hablado directamente. En ese momento, oí su voz claramente diciéndome que, a pesar de que estaba experimentando dolor y confusión, no tenía por qué quedarme en ese lugar, no tenía que dejar que eso se convirtiera en mi ‘normal’. Sería difícil, pero podría elegir aceptar mi depresión y pasar a través de ella. No tenía por qué seguir sufriendo. Me di cuenta de que había intentado desesperadamente ponerme una máscara: quería que todos a mi alrededor pensaran que estaba bien. Pero mi lío interno se desbordaba, y la máscara no engañaba a nadie. Todos sabían que estaba roto. Incluso yo lo sabía, pero no quería admitirlo. Una vez escuché a un orador en una conferencia decir: «No puedes ignorar lo que ahora sabes. Al igual que no puedes desver lo que ya has visto». Una vez que te das cuenta de que hay un problema o reconoces algo que necesita cambiar, puedes elegir. Si lo ignoras, estás mintiéndote a ti mismo. Solo estás fingiendo... las actitudes... o sentimientos... o deseos... o tentaciones... o pecados... o pasiones que no existen

Y si no te ocupas de esas realidades sobre ti mismo, causarán más problemas a la larga. Si no lidias con la tentación, puede ocasionar muchos problemas. Si no te ocupas de una nueva pasión, puede dejarte sintiéndote vacío. Si no te ocupas de la depresión, causará un sufrimiento innecesario.

Créeme, yo traté de ignorar mi depresión. Cuando me senté en mi auto, me di cuenta de que no estaba pasando por un momento difícil; estaba luchando con una depresión profunda y necesitaba abordarla. Mis relaciones con mi familia, mis amigos, y mi relación con Dios, se estaban desintegrando delante de mí. Las preguntas corrieron por mi mente: ¿Cómo se sale de la depresión? ¿Cómo puedo deshacerme, de mi depresión para siempre? ¿Dónde empiezo? En mi mente nublada, sentí que la gracia de Dios me tomaba suavemente por los hombros. Me recordó su amor perfecto por mí. Lo hermoso de Dios es cuánto nos ama a cada uno de nosotros en medio de cualquier desastre en el que nos encontremos. No importa cuán golpeados nos podamos sentir, Dios es quien nos levanta, nos saca el polvo y nos sostiene la cabeza en alto. No hay desastre que sea demasiado desordenado. No hay depresión demasiada profunda. El amor de Dios trasciende. Su amor es demasiado grande para ser detenido. Su amor es tan grande que realmente se sienta en medio del lío con nosotros. La gracia de Dios se estrelló contra mí ese día. Sabía que ya no podía quedarme atrapado en el desastre, y sabía que no podía hacerlo solo; la única forma en que iba a seguir adelante, era con Dios. Dios me encontró en mi lío y dijo: «Bueno, hagamos esto». No me curé mágicamente de la depresión, pero comencé el arduo trabajo de sanidad. Con el apoyo de mi familia y amigos, fui lo suficientemente valiente como para... ver a un doctor... obtener medicamentos antidepresivos... visitar a un terapeuta... pedir a la junta de mi iglesia un año sabático... buscar la sanidad en mis relaciones con la familia, amigos y Dios... y empezar a amarme nuevamente. Una de las cosas que hice durante este viaje fue volver a leer el libro Espiritualidad desordenada de Mike Yaconelli. En este libro, Mike pinta una bella imagen de cómo Dios nos ama y nos puede usar donde sea que estemos, incluso puede usarnos en nuestros momentos más oscuros. Casi todo lo que dijo en ese libro fue monumentalmente impactante para mí. Sin embargo, una de las cosas más impactantes que dijo es esta:

Una vez que te das cuenta de que hay un problema o reconoces algo que necesita cambiar, puedes elegir

Atascarse puede ser lo mejor que nos puede pasarnos, porque nos obliga a parar.

Eso detiene el impulso de nuestras vidas. No tenemos más remedio que fijarnos en lo que nos rodea, y terminamos buscando a Jesús. Cuando estamos atrapados, es mucho más probable que prestemos atención a nuestra hambre de Dios, a nuestros anhelos, y los anhelos que hemos sofocado. A veces, estar atrapado es el punto más bajo y decimos: «Me doy por vencido». No podemos crecer sin antes renunciar y dejar ir. Quedarse atrapado nos obliga a ver la inutilidad de nuestra situación y poner la vida en perspectiva, para que podamos seguir adelante. Tal vez estás leyendo esto hoy y estás listo para abandonar el ministerio, las relaciones o incluso tu propia vida. Como alguien que estaba dispuesto a renunciar, déjame ofrecerte estas palabras: tu depresión no disminuye tu valor. La depresión es parte de ti y tu historia, pero no tiene que ser tuya.

Puedes padecerla. Puedes lidiar con eso. Puedes viajar a través de ella. Pero no puedes hacer nada por tu cuenta. NO ESTÁS SOLO. DIOS ESTÁ CONTIGO. Y DESESPERADAMENTE QUIERE VIAJAR CONTIGO A TRAVÉS DEL DESASTRE.

ME DEPRIME LA DEPRESIÓN

LUCAS LEYS

Lucas Leys @LucasLeys

Es el fundador de e625 y uno de los líderes más influyentes de la Iglesia en Iberoamérica. www.lucasleys.com. Solo el amor es una experiencia más universal que el desánimo. A todos nos llega. A todos nos afecta. Y cuando se hace crónico y pierde una conexión objetiva con las circunstancias de nuestro presente; la ciencia lo llama depresión.

En Estados Unidos se hace muy difícil mirar la TV por la noche sin notar publicidad tras publicidad de píldoras contra ella. Los avisos insinúan que nadie se salva de padecerla. «¿Sientes cansancio? ¿Te desanimas fácilmente? ¿Sientes ansiedad ante ocasiones sociales? ¿Tienes cambios drásticos de humor y en momentos de soledad te dan ganas de llorar sin motivo aparente?». Al mirar estos anuncios con mi esposa, se nos ocurren dos respuestas: o necesitamos esa pastilla como insinúa esa publicidad, o hay una gran industria aprovechando una sociedad urbana con menos descanso, menos verde, menos relaciones estables, más comida chatarra, más ruido y más expectativas de éxito que nunca antes en la historia. ¿Hay en serio alguna persona hoy que no experimente estas sensaciones en algún momento? Sobre todo, luego de un par de hijos… ¿Y qué tal en un ambiente tan desgastante como el ministerio? ¿O qué tal experimentar la ansiedad propia de tener que descubrir tu identidad y saber que cualquier decisión importante puede cambiar rotundamente el rumbo de tu vida? Si estás pasando por la adolescencia, si además agregas que continuamente recibes estímulos visuales en los medios que te dicen que tú no estás a la altura de las expectativas de la sociedad y no quieres defraudar a quienes te aman, entonces tienes un boleto pago a esa estación llamada depresión.

El backstage

No hago esta introducción desestimando los sentimientos y sensaciones que unos aprenden a regular y otros encuentran prácticamente imposibles de controlar. Los sentimientos son reales, pero ¿de dónde vienen? ¿Qué hay en el backstage de estos escenarios? ¿Por qué no siempre esos sentimientos tan fuertes tienen conexión con las circunstancias? ¿O no será que la conexión no se nota a simple vista? Yo creo que, en la gran mayoría de los casos, las conexiones siempre están. Por ejemplo, en muchas ocasiones ministeriales me he encontrado con gente que ha pasado pérdidas como la muerte de alguien muy cercano y noto que pasado un tiempo ya no es esa muerte lo que los tiene apresados en el dolor sino la

El dolor nunca es abstracto. Es personal. Mira a los ojos del alma aun antes de que sepamos su nombre y suele sacar lo peor de nosotros, aunque tiene el potencial de también sacar lo mejor

culpa de haber experimentado ese dolor, ya que a muchos cristianos les enseñaron que aun la tristeza es un pecado. ¿La tristeza es un pecado? ¿Y por qué Jesús lloró la muerte de Lázaro o sudó gruesas gotas de sangre en el Getsemaní? De tanto escuchar predicaciones triunfalistas que dan a entender que la vida cristiana va de victoria en victoria y triunfo y triunfo y todas las cosas ayudan a bien, nos tragamos la píldora de que experimentar emociones negativas es ya motivo de vergüenza, y si encima nuestro ecosistema cultural sugiere que esos sentimientos se traten con pastillas o consultas médicas, ya tenemos el combo para lanzarnos a un viaje de culpa en el que esas sensaciones toman control de nosotros y no nosotros de ellas.

Y yo sé que al leer el párrafo anterior alguno pensó: «Bueno, pero que ‘todas las cosas ayudan a bien’ lo dice la Biblia en Romanos 8.28», y mi respuesta es sí, pero ese versículo está incompleto sin el 29, porque lo que Pablo está diciendo no es que todas las cosas son buenas en sí mismas o no tenemos derecho a responder con emociones naturales como la tristeza o el enojo, sino que –puesto en perspectiva– todo lo que experimentamos puede ayudarnos a parecernos más a Jesús, aun en su manejo de esas emociones que también experimentó.

La culpa de alcanzar las expectativas propias o las de otros suele estar en el backstage de muchas personas deprimidas, y es importante notar que esas expectativas insatisfechas son siempre subjetivas y por eso es muy fácil perder de vista la conexión entre las circunstancias y las sensaciones que experimentamos. Después de todo, el éxito y el fracaso son subjetivos porque quieren decir cosas completamente diferentes para distintas personas y distintos contextos.

El regalo del dolor

El dolor nunca es abstracto. Es personal. Mira a los ojos del alma aun antes de que sepamos su nombre y suele sacar lo peor de nosotros, aunque tiene el potencial de también sacar lo mejor; y esto último es lo que creo que el apóstol Pablo tenía en mente al escribir las palabras que mencionamos del capítulo 8 de su carta a los Romanos.

Piensa en el dolor desde una perspectiva médica. ¿Qué pasaría con tu cuerpo si no sintieras dolor? Eso es lo que enfrentaban los leprosos del tiempo de Jesús. Sus tejidos se deterioraban por la enfermedad, pero también por las lastimaduras que ellos mismos se producían al no experimentar dolor. Una herida seguía abriéndose por no producir dolor. Una llaga seguía ulcerándose por no demandar ningún cuidado. Imagínate tocar agua hirviendo y no experimentar dolor: tu piel quedaría deformada, aunque no sintieras nada.

El dolor es una alerta de que estamos vivos, de que debemos protegernos y proteger, porque hay algo valioso en juego.

Ese es el regalo también del desánimo: esconde la virtud de permitirnos entender mejor a otros y ser compasivos y pacientes con las sensaciones de los demás mientras no se apoderen de ellos, ya que así como el dolor protege, no puede convertirse en un miedo constante que nos detenga de vivir

El dolor es una alerta de que estamos vivos, de que debemos protegernos y proteger, porque hay algo valioso en juego

lo confieso: me deprime y aburre la depresión porque es esencialmente egoísta

Abrazo mis tristezas y mis fracasos sin una cuota oculta de culpa innecesaria

y ahí es que me preocupa tanto que hoy la sociedad aliente a vivir guiados por las emociones porque así como la euforia puede seducirnos a asumir un riesgo imprudente e innecesario, el desánimo instalado puede hacernos sentir víctimas de todo, perdiendo de vista de que siempre hay gente a nuestro alrededor a la que podemos proteger y sanar.

Prepárate para el desánimo

Siendo muy personal, lo confieso: me deprime y aburre la depresión porque es esencialmente egoísta. Entiendo que hay casos médicos donde el cuerpo es un factor fundamental, pero todos los estudios longitudinales del comportamiento humano corroboran que, en la abrumadora mayoría de los casos, la depresión tiene que ver con una regulación deficiente de emociones y por esta razón yo me abstengo de experimentarla e intencionalmente me detengo en el desánimo y me sobrepongo. Abrazo mis tristezas y mis fracasos sin una cuota oculta de culpa innecesaria, porque al fin al cabo dependo de la gracia de Dios que me ama por su naturaleza y no por la mía o mi desempeño como cristiano. Lo que me ha ayudado es estar preparado porque yo sé que el desánimo me visita un par de veces al año. ¿Qué hago para recibirlo y hacerle saber que, aunque puede quedarse unos días, no puede vivir conmigo?

CUENTO LAS BENDICIONES. Trabajo para crear el hábito del agradecimiento. Hago un inventario de cosas buenas en mi vida, y las buenas siempre terminan por ganar a las malas. 1 Tesalonicenses 5:18 no es una sugerencia: «Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús». Pablo sabía que la «depresión deprime» y se convierte en un círculo vicioso del que es difícil salir, así que tener siempre presente las cosas buenas evita que nuestra mente se estanque en las malas.

DESARROLLO EL DOMINIO PROPIO. El verdadero propósito del ayuno es justamente aprender de a poquito a negar nuestros apetitos más naturales y no hacer una huelga de hambre para que Dios haga lo que nosotros queremos como practica la iglesia pop de hoy. Ayuno no solo comida sino trabajo, palabras, eventos y tecnología.

DESCANSO. Tomo vacaciones muy seguido con mi familia y también planeo un retiro personal cada año; esto no lo hago de casualidad o cuando me llega el cansancio, sino que lo planeo con mucha anticipación y lo considero una disciplina espiritual.

SIGO SOÑANDO. Hace unos años al escribir acerca del liderazgo de Jesús desarrollé la idea de una teología de la esperanza porque creo que el hábito de confiar en un mañana mejor creándome nuevos objetivos es la mejor gasolina para condicionar mi presente y ponerme en un plan de actitudes positivas. Esto es lo que experimentan los deportistas que creen que pueden ser campeones: cuanto mayores son sus posibilidades de ganar algo importante, mayor es también su compromiso de protegerse de cualquier desorden, porque no quieren poner en juego esa gran posibilidad que tienen por delante.

This article is from: