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Iván Monzón

Psicólogo, consejero, conferencista, maestro en InstitutoE625 y director del Programa de Cultura Juvenil de la Fundación Doulos de Guatemala, desde donde trabaja en la prevención de violencia, conductas de riesgo y suicidios. También es músico, escribe y dirige un centro de consejería para jóvenes en línea. Luego de los años que viví en Haití tenía mucho tiempo de no ver a quien llamaremos Carlos. Me sorprendí cuando se presentó a nuestro centro de consejería: parecía otra persona. Por un momento pensé que su tono pálido se debía a la tenue luz que titilaba en el cuarto, pero luego vi que su piel en efecto había perdido color. Su ceño permanecía fruncido, como confuso en la niebla, perdido en el horizonte. Se veía cansado, como con una especie de «resaca espiritual». Mi sospecha estaba confirmada: Carlos atravesaba por una profunda depresión. «Perdona que te haya molestado», me dijo con pena mientras frotaba sus pantalones arrugados. Estaba muy delgado y se notaba que se había quitado y puesto los zapatos de vestir varias veces sin desatarlos, como si fuera un adolescente sin ganas de desatar las agujetas. «Es que últimamente no sé qué me pasa», murmuró mientras miraba al vacío. «Siento que ya no tengo fuerzas, me siento triste todo el tiempo. Y ayer me di cuenta de que ya no amo nada, ya no quisiera vivir, no siento que ame a Dios, ni a mi esposa ni a mis hijos. ¡Soy un terrible cristiano!». Comenzó a llorar. «Lo siento, me da vergüenza haber venido, pero ya no soporto esta situación», me dijo. Mientras Carlos hablaba, yo trataba de ver a través de ese rostro al Carlos que yo había conocido: el alma de los eventos juveniles, el animador, el director de juegos, el que logró conquistar una de las más populares chicas de su iglesia. Pero ese Carlos parecía ya no estar. Yo miré a Carlos seriamente a los ojos y le dije: «Hermano, ¿desde hace cuánto tiempo te has sentido así?». –Meses. Quizás años. Pero al principio fingía que no pasaba nada. –Y eso solo empeoró las cosas, ¿verdad? –Exacto –me miró a los ojos. Les he hecho tanto daño a mi esposa y a mis hijos que no sé si un día me perdonarán. Llevo tantos recuerdos tristes que ahora aparecen en mi mente mostrándome que en realidad soy una farsa como cristiano. Carlos me contó su historia. La historia de un niño solitario, la historia de su padre adicto, la historia de sus luchas. Nunca he dudado de que Carlos, como muchos otros jóvenes, era un cristiano genuinamente nacido de nuevo. Dios había iniciado un profundo cambio en su vida a raíz de su conversión, pero su obra aún no había sido perfeccionada y la depresión se convertía en un área débil que el enemigo usaba para afligirlo. Después de conversar cerca de 40 minutos con Carlos y de escucharlo, le expliqué lo que yo veía con claridad. Hablamos de la conexión entre la depresión y sus luchas espirituales, pero también ahora de la conexión con patrones de pensamiento negativos y emociones como tristeza, ira, frustración y culpa, e incluso con cambios químicos en su cerebro. Hicimos un plan y comenzamos un proceso que avanzó, no sin sus altibajos.

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Entendiendo la depresión

La depresión es una condición en la que por más de dos semanas la persona ha tenido un cambio que incluye un estado de ánimo depresivo (tristeza profunda o sensación de vacío interior), pérdida de interés o capacidad para el placer, y debe estar acompañado –además de estos dos síntomas– de al menos tres de los siguientes: ‘ Cambios en el peso o en el apetito (aumento o disminución notoria). ‘ Dificultades para dormir o dormir en exceso. ‘ Su actividad se vuelve más lenta durante el día. ‘ Fatiga o pérdida de energía casi a diario. ‘ Sentirse inútil o culpable de forma exagerada. ‘ Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión. ‘ Ideas de muerte o suicidio (con o sin un plan para llevarlas a cabo).

Una enfermedad silenciosa

Mucha gente confunde la tristeza, el cansancio o la frustración momentánea con una depresión, pero la verdadera depresión es una enfermedad porque evoluciona en diferentes fases y niveles de gravedad, y si no se trata puede causar la muerte, ya sea por conductas peligrosas o

Medidas de prevención ante la depresión

De acuerdo con la OMS (Organización Mundial de la Salud), alrededor del 5% de las personas sufren depresión en América Latina y el Caribe (OPS/OMS, 2012) y más de la mitad de las personas que la sufren nunca buscan o reciben ningún tipo de tratamiento.

En las comunidades y países más pobres de la región, la situación es aún peor, y cuando se trata de líderes cristianos o de jóvenes cristianos, frecuentemente solo se ve el origen espiritual de la depresión como una consecuencia de un estilo de vida desordenado, de «raíces de amargura» no perdonadas, de orgullo o de mal manejo del estrés, lo cual muchas veces es verdad. Sin embargo, se deja de ver esta situación como lo que es: una enfermedad mental.

La depresión inicia como un estado de agotamiento emocional y físico con pensamientos negativos e irritabilidad y culpa; también puede iniciar con una pérdida importante en la vida o con un cambio para el cual no estábamos preparados (la noticia de una enfermedad o el rompimiento de una relación pueden también ser un punto de partida). Pero luego, esta frustración y falta de energía va quedándose en la persona hasta convertirse en una nube oscura que tapa cualquier esperanza. Algunos consejos para prevenir que la depresión llegue y eche raíces:

1.Aunque seas líder, cultiva y manten un grupo íntimo de amigos y familiares con quien puedas hablar con franqueza sobre tus problemas y necesidades.

2.Aprende a decir «no». Es muy importante que un líder cristiano sepa cuándo no comprometerse, cuándo tener tiempo para descansar y recuperar fuerzas.

3.Utiliza la comunicación afectiva en el hogar. Cultiva un tiempo intenso para conversar con tu pareja, disfrutar juntos y mantener la llama del amor encendida poniendo por un lado las presiones con los hijos, el ministerio y otras fuentes de tensión. 4.Busca ayuda cuando la necesites. No dejes que la depresión se apodere de ti.

5.Haz deporte todos los días y cuida tu salud.

6.Manten una vida social activa y un uso sano del tiempo libre.

7.Ayuda a otros líderes a detectar la depresión a tiempo en ellos mismos o en los jóvenes con quienes trabajan.

8.Habla de frente sobre los sentimientos o pensamientos autodestructivos. Esto reduce el riesgo de que un acto autodestructivo se lleve a cabo.

9. Identifica y cuenta con un profesional de confianza en el campo de la depresión que pueda ser de ayuda para las personas que lo necesitan.

10.Como cristiano, ora y estudia tu Biblia personalmente a diario como una forma de higiene espiritual y lee literatura que te ayude a entender y trabajar con la depresión de forma pastoral e integral.

No siempre el origen de la depresión es espiritual, aunque siempre tiene interacciones con lo espiritual

destructivas, por accidentes, o bien por un estado físico alterado (debido a no dormir, no alimentarse, etc., que puede desencadenar en muchas otras enfermedades, accidentes vasculares e infartos).

Las personas deprimidas además son propensas a enfermarse de otras cosas porque su sistema inmunológico cambia y están menos capaces de enfrentar virus o cambios ambientales. Literalmente es como si dentro de ellos se abriera un agujero negro que comienza a succionar todas sus energías sin una causa.

La depresión puede superarse; sin embargo, hay algunas condiciones que hacen que la depresión sea más grave o reaparezca: si la persona que la sufre es mujer, si la depresión comenzó a darse desde antes de los 18 años, si hay otras personas en la familia que han tenido depresión o si además hay un problema de personalidad.

¿Por qué decimos que la depresión es una enfermedad, si su origen parece ser espiritual?

No siempre el origen de la depresión es espiritual, aunque siempre tiene interacciones con lo espiritual. La depresión no siempre es el producto directo de la pérdida de una perspectiva de vida o la falta de fe y esperanza; a veces incluso puede aparecer como una condición que puede aumentar con cierta herencia genética (lo que por supuesto no significa que la persona esté condenada a vivir en depresión). No se llama «trastorno depresivo» cuando es producida por otras causas; sin embargo, vemos que su efecto puede ser similar: un desorden hormonal, una alergia, una intoxicación o reacción a sustancias, o incluso un duelo a menos de dos meses de la pérdida de un ser querido o de una crisis personal (divorcio, quiebra y otras formas de crisis).

Cuando decimos que la depresión puede tener un origen espiritual, tampoco estamos diciendo que haya un «espíritu» específico en la persona. En ocasiones, en el Antiguo Testamento vemos historias de personajes que fueron atormentados espiritualmente (Saúl, en 1 Samuel 16:14), pero también vemos personas que entraron en un estado agudo que podría asociarse a la depresión sin que la Biblia mencione un ente espiritual actuando directamente –por ejemplo Elías (1 Reyes 19:4) y Jonás–, sino más bien se refleja una situación emocional propia en la persona.

la gente no «escoge» conscientemente entrar en depresión. Entonces, condenar a la persona o acusarla no hace sino empeorar la situación

Los líderes no están inmunes

¿Puede un cristiano estar deprimido? Esta pregunta la recibo con frecuencia en los congresos juveniles y eventos en los que hablo sobre el tema, y mi respuesta contundente es sí. Cuando un cristiano está firme en su identidad en Cristo, mantiene una visión de fe para su vida a pesar de los problemas o cambios: si ha perdonado y sanado su pasado, si abraza Filipenses 4:8 y se arma de la armadura de Dios, entonces será mucho menos probable que se deprima, o al menos si comienza a deprimirse tomará medidas radicales y sanas para no permitir que la depresión lo aprisione.

Sin embargo, la triste realidad es que hay un déficit de oración y estudio de la Biblia en muchos cristianos y la mayor parte de los líderes cristianos nunca han experimentado un proceso de discipulado, mentoreo o coaching personal, por lo que al tener más presión para conciliar su vida personal y ministerio se encuentran mucho más expuestos a sentir agotamiento. Adicionalmente, muchos pastores y líderes cristianos hispanos en Estados Unidos y en América Latina son bivocacionales, por lo que necesitan trabajar en lo secular para aumentar su sustento. La culpa, la muerte y el sufrimiento en los líderes cristianos son tres factores que están a la orden del día. Además, los líderes cristianos muchas veces no tienen un mentor o consejero al que puedan acudir por temor a ser juzgados o a perder su privilegio como pastores o líderes.

Ayudando a otros a salir del túnel de la depresión

Una persona deprimida necesita ser primero que todo escuchada y comprendida. Aunque su situación haya sido producto de una mala práctica personal de vida, el hecho es que la gente no «escoge» conscientemente entrar en depresión. Entonces, condenar a la persona o acusarla no hace sino empeorar la situación porque genera un sentimiento de culpa que puede llegar a ser autodestructivo.

Algunas de estas recomendaciones serán útiles para ayudar a una persona deprimida:

1Reactivar a la persona. Es importante que mantenga una rutina que le ayude a salir del congelamiento. El ejercicio físico, las duchas con agua fría, el mantener una rutina de actividades, etc., harán que la persona mejore su estado de ánimo aunque sea de forma temporal.

2Ayude al joven a comer y dormir correctamente y ocuparse de sus necesidades. Las personas deprimidas, aunque duerman mucho, no suelen descansar porque están en un estado de incomodidad y de alteración emocional. Es importante que se mantenga una dieta balanceada (pocas harinas refinadas y dulces, y más vegetales, frutas, semillas, cereales y proteínas).

3Producir un genuino «cambio de mente». La palabra «arrepentimiento» viene de la palabra metanoia (Marcos 1:4) que en realidad significa «mudar de mente» o «cambio de mentalidad». Un buen consejero cristiano y un pastor pueden ayudar a la persona a reforzar formas de pensar menos pesimistas mediante lecturas, refuerzo social, tiempos de oración, pasajes bíblicos y un diálogo franco sobre la depresión. En casos de depresión leve es posible que estos refuerzos sean suficientes para ayudar a la persona a salir adelante sin necesidad de una psicoterapia a fondo, pero cuando esta depresión persiste, es necesario buscar un profesional.

4Relación afirmativa. Una relación cálida, respetuosa y afirmativa con el adolescente o joven puede hacer la gran diferencia para su vida. Esto implica buscarlo para conversar con él, acompañarlo para que no se sienta solo y permitirle hablar de temas que quizás con otra persona se sienta avergonzado de hacerlo.

5Medicamentos. Los antidepresivos, lejos de lo que mucha gente piensa, no son «drogas que producen una sensación falsa de placer» y tampoco son adictivos, y han probado ayudar a reactivar personas que han sufrido depresión fuerte.

Afortunadamente, Carlos trabajó con su depresión de manera integral. Él buscó apoyo en su célula de oración y en su pastor, con quien se veía cada ciertos días para hablar de su proceso. Leyó material cristiano de apoyo, también trabajó durante 10 sesiones en terapia donde descubrió que desde niño tuvo la sensación de que no merecía ser amado y esta sensación hasta hoy era una creencia muy poderosa. Carlos también cambió algunos hábitos personales y aprendió a enojarse de formas más justas y menos destructivas. Al final, Carlos ya no se sentía culpable por todo lo que no salía como él esperaba y logró resolver algunas tensiones en el ministerio que lo agobiaban, pero también se hizo un líder más humilde y redescubrió a Dios como un padre más amoroso y afirmativo.

La importancia del acompañamiento en medio de las crisis

RICH VAN PELT

Rich Van Pelt

Entrena a miles de educadores y consejeros en intervenciones de crisis para adolescentes y prevención y respuesta al suicidio en adolescentes. Su experiencia surge de más de tres décadas de trabajo familiar y juvenil, incluyendo diez años con jóvenes encarcelados en el Departamento de Correcciones de Colorado. Fue director nacional de relaciones ministeriales de Compassion International. Tomado de CÓMO AYUDAR A JÓVENES EN CRISIS El prolífico Earl Palmer, dice que la palabra griega que normalmente traducen como «consuelo» es traducida mejor como «venir al lado». En otras palabras, la práctica ministerial –y el cuidado de las crisis– ejercida por Dios mismo es «venir al lado». Considera 2 Corintios 1:3-4 parafraseados por Palmer:

Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda «venir al lado», quien «viene al lado» en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo «venir al lado» que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos «venir al lado» a todos los que sufren.

Si podemos aplicar el encargo de Pablo a los Corintios a nuestras situaciones, estamos viendo una instrucción bastante clara de «venir al lado» de las personas que están en problemas. ¡Es allí donde se encuentra la oportunidad! Es canalizar el «venir al lado» de Cristo a través de nuestro «venir al lado». Pablo vio la oportunidad inherente en la crisis. De alguna forma milagrosa, Dios se muestra cuando nosotros usamos lo que hemos aprendido en otras ocasiones cuando Dios se ha mostrado a nosotros. Tras décadas de caminar con jóvenes y familias a través de los terrenos más difíciles de la vida, creemos que una intervención en una crisis es mucho más que una simple interrupción en nuestras agendas ocupadas. Una crisis viene impregnada de peligro, pero se infunde con una oportunidad de crecimiento.

Así que, en realidad, al igual que los líderes juveniles que aman las crisis (o que por lo menos les dan la bienvenida) hemos tratado de abrazar las crisis como un medio por el cual opera la gracia de Dios en este planeta que está quebrantado. Por favor no me malinterpretes. No es que me deleite de una forma mórbida al ver a las personas sufrir. Al contrario, Pablo nos recuerda que, en realidad, para poder ir al lado de los que sufren necesitamos una voluntad de sufrir con ellos. Podemos ir al lado de las personas que se duelen solo porque Jesús ha venido al lado nuestro mientras nos dolemos. Nosotros estamos haciendo por otros lo que nos gustaría que ellos hicieran por nosotros si la situación lo ameritara. Solamente estamos dando de lo que hemos recibido de Dios mientras Él ha venido a nuestro lado.

EXAMINANDO NUESTRAS MOTIVACIONES

No hay fin para la cantidad de oportunidades que un líder generacional tiene para ir al lado de las personas que se duelen. Debemos tener cuidado con la motivación. Del otro lado de la moneda del miedo que tenemos en acercarnos a personas en crisis se encuentra el impulso pseudo-heroico de ser necesitados, la referencia de uno mismo, y el «todo el mundo quieto que aquí estoy». Es impresionante como podemos ser inocentes o ingenuos, pero hay más de una razón por la cual respondemos a una crisis.

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