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AGOTARSE BIEN

ANNETTE GULICK

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Annette Gulick

Annette Gulick ha pastoreado la juventud principalmente en los EEUU y México. Trabaja con el ministerio SEPAL. Capacita líderes a través de www.ParaLideres.org y la Escuela E625. «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.»

¿Cómo reaccionas frente a estas palabras de Jesús en Mateo 11: 28-30? ¿Te provocan sentimientos fuertes como la añoranza para un descanso? ¿Pasan por tu cabeza visiones de una playa tropical?

Yo puedo medir mi nivel de agotamiento por lo que pasa en mí al leerlas. Cuando tengo energía y esperanza, son interesantes pero se quedan en el ámbito de mi mente y les doy una vuelta teórica. Tal vez considero la metáfora del yugo; y cómo el esfuerzo de un animal se multiplica si se acopla bien al otro en el yugo, o puede ser que noto que el descanso proviene de Jesús mismo y no de las circunstancias. Pero cuando estoy desgastada, la invitación me parece un oasis en el desierto; anhelo el descanso que ofrecen pero temo que este sea un espejismo.

Si el tema del descanso te afecta de la primera forma, es decir, si las palabras de Jesús te interesan de forma teórica, es posible que no entiendas la importancia del esfuerzo. Personalmente no me agrada esforzarme más allá de mi zona de comodidad, pero como corredora reconozco que tengo que hacerlo. Si no me esfuerzo en entrenamientos que me agotan de una variedad de formas –por su intensidad, por su duración y por el terreno sobre el cual corro– no mejoro, y de hecho, con el paso del tiempo el mismo entrenamiento me proporciona menos beneficios. Tanto las Escrituras como el modelo de Dios en la creación y en la encarnación, resaltan la importancia del esfuerzo. El gran tema es: cómo esforzarse hacia el crecimiento y la utilidad en vez de hasta «quemarse.» Es decir, ¿cómo se puede «agotarse bien»?

Hay que partir desde la convicción que el trabajo es esencial y el descanso también. Vemos en Génesis 1 y 2 que ambos forman parte del mundo ideal que Dios creó. Dios es un modelo de un ritmo de trabajo y descanso: seis días de trabajo y un día de reposo. Estoy convencida de que si seguimos el ritmo que Dios nos marca (Levítico 23:3), seremos útiles para el Reino y no llegaremos al agotamiento destructivo. Sin embargo reconozco que vivimos después de Génesis 3, y ahora el trabajo es penoso, por lo que puede ser que un día te pase, si es que todavía no te ha pasado, lo que le pasó a Tim antes de casarnos: estuvo en su oficina preparando cosas para una salida del grupo juvenil, cuando se dio cuenta que algo en él se había apagado. No tenía fuerzas ni ganas para nada, ni hablar de pasar un día con treinta adolescentes. Pero no había forma de

Jesús simplemente nos invita a reconocer nuestro estado real y que nos acerquemos a la fuente del descanso: Él

evitarlo. Todos lo estaban esperado, incluyendo muchos padres. Tim se paraba y se preguntaba, «¿Qué haría el «viejo yo» al salir de esta puerta?» Sobrellevó el día fingiendo ser la persona de antes, y con la esperanza de que solamente le hacía falta dormir bien en la noche. Pero al otro día sintió igual de apagado. Cuando vio que no se mejoró, empezó a hablar con personas de confianza diciéndoles lo que sentía y pidiéndoles consejos, apoyo y oraciones.

Vemos que este primer paso de reconocer la necesidad, es precisamente donde Jesús empieza: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados.» No invita a los que viven sin esforzarse nunca, ni a los adictos al trabajo, sino a personas que no dan más. Él les permite admitir que están cansados y agobiados. No les recrimina, no busca identificar los errores que les han llevado a este punto de crisis. Simplemente les invita a reconocer su estado real y que se acerquen a la fuente del descanso: Él.

Unas pocas veces, dos para ser exacta, he sentido a Jesús tan presente que era casi tangible. Una de los encuentros pasó justo cuando estuve agotada. Ahora no me acuerdo de los factores específicos, pero vine acumulando el cansancio esperando recuperarme en unas vacaciones en nuestra playa favorita, Mazunte, México, cuando ésta todavía era una playa casi virgen.

Pero estando allí sentía que no me recargaban las pilas. Un día estuve sentada debajo de una palapa al lado del mar con Tim y sus padres. Mientras ellos conversaron, yo trataba de entender por qué no recuperaba las fuerzas cuando de repente sentí a Jesús parado a mi lado y me decía, «El descanso se encuentra en mí». Su tono era firme y el mensaje implicaba una corrección. Yo desesperadamente buscaba el descanso en el mar, en la belleza y en la falta de trabajo, pero Jesús me recordaba que en Él hallaría lo que añoraba. Aunque el mensaje indicaba un error mío, la presencia era una muestra de amor que enfatizaba la naturaleza relacional de la invitación. Jesús no me llamaba a participar en una serie de actividades o programas sino me invitaba a la intimidad con Él. Eso dicho, pueden parecer contradictorias las palabras que siguen en el texto: «Carguen con mi yugo...»

Yo pienso que la intimidad se desarrolla mayormente por sentarme a charlar, pero Jesús dice que la intimidad con Él crece a la medida que nos metemos dentro de algo rígido que nos ata a algo pesado. Estas aparentes contradicciones nos avisan que estamos en un terreno en que tenemos que escudriñar lo que dice el texto y su contexto, porque nuestra forma natural de pensar no cuadra con lo que leemos. Se asume el yugo cuando nos sometemos a la soberanía de Jesús, que a su vez nos vincula de forma adecuada a la ley de Dios para que por medio de Jesús, podamos cumplirla y disfrutar los beneficios que Dios ofrece allí a su pueblo.

Para ayudarte a entender esto, te cuento lo que pasó cuando Tim desesperadamente buscaba «descanso para su alma». Aunque Tim tenía el hábito de pasar tiempo con Dios en oración y leyendo la Biblia cada día, durante su «burnout» (agotamiento profundo), esto se extendió a un mínimo de dos horas diarias, no por tratar de cumplir con una norma sino porque era lo que le mantuvo a flote. Y si bien antes tomaba un «día de descanso», se dio cuenta que su costumbre de pasar tiempo en el edificio donde la iglesia se reúne, y después un tiempo de ocio con los chicos era indistinto a los demás de sus días, por lo que empezó a dedicar un día a la semana a un cambio de ritmo importante. Tim también mejoraba aspectos básicos de su vida, esforzándose a dormir suficiente y a comer alimentos sanos. Cada uno de estos cambios implicaba esfuerzo, que a veces parece imposible cuando lo que menos se tiene es energía. Pero Tim experimentó que no llevaba la carga solo. Tal vez el cambio más significativo pasó totalmente fuera de su control. Cuando Tim se demostraba transparente acerca de sus debilidades y sus límites, un grupo de padres formó un «concilio» para apoyarle en el ministerio con sus hijos. Se involucraron de tal forma que cuando Tim salió de este ministerio, no hubo un vacío, sino una estructura estable y sana que retenía a los chicos, y a la cual el próximo líder juvenil podría insertarse. Y los beneficios no terminaron allí; hasta la fecha nuestro matrimonio es bueno, en parte porque Tim vive un ritmo sano y me ayuda a hacerlo. El me recuerda que Dios me ofrece descanso, pero tengo que meterme al yugo y aprender de Jesús.

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