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El pensamiento bipolar
El pensamiento bipolar de los argentinos
Los argentinos tienen un pensamiento bipolar sobre la economía. Son portadores de dos visiones diferentes y opuestas sobre cómo debe funcionar la economía donde trabajan, comercian, invierten y producen. Por un lado, tienen una opinión sobre lo que desean para su desarrollo personal y, por otro lado, tienen una opinión totalmente opuesta sobre cómo debe ordenarse el sistema económico social.
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Esta doble perspectiva económica ha determinado que en la gran mayoría de los argentinos convivan dos idearios
Por ERNESTO SANDLER
Presidente Bellavisión SA. Economista. Fundador y Ceo de WExWE. Creador de Utilísima Multimedios.
antagónicos. Por una parte, son individualistas en cuanto a sus deseos y predisposición para emprender actividades económicas en forma personal. Siempre están buscando e investigando la manera de emprender una actividad por cuenta propia que les genere buenos ingresos o los libere de jefes que le dicen que deben hacer. Les atrae la posibilidad de ser dueños de su destino y hacer lo que les gusta. Por esa razón, sienten un gran malestar cuando los organismos públicos le ponen límites a su libertad, le exigen habilitaciones, los obligan a realizar
decenas de trámites para emprender o les cobran excesivos impuestos que licuan sus ingresos.
Sin embargo, ese deseo de libertad y rechazo a las limitaciones impuestas por el Estado a su accionar económico no coinciden cuando expresan su pensamiento sobre cómo debe ser el sistema económico para toda la sociedad. Al pasar de la esfera individual a la social, la visión y demandas de los argentinos en materia económica son totalmente opuestas. Mientras que desde la perspectiva económica individual reclaman libertad, independencia y que los gobiernos no le pongan trabas a sus proyectos, su opinión es totalmente diferente cuando se refieren al sistema económico que debe prevalecer para el conjunto social. Al referirse al ordenamiento social de la economía reclaman que existan controles, intervenciones, regulaciones, impuestos, castigos y fuertes limitaciones a la libertad económica por parte del Estado, porque entienden que “los otros” –sean trabajadores o empresas privadas– no son confiables, porque tienden a aprovecharse o engañar a los que menos tienen.
Ese pensamiento contrario a la libertad económica como ordenador de las actividades económicas de la sociedad fue el sustento ideológico para la construcción de un modelo de Estado omnipresente y expansivo que asumió la responsabilidad de regular, supervisar, controlar e intervenir en todo el sistema económico para poner límites a la actividad privada.
El resultado de ese modelo de Estado omnipresente –contrario a la economía privada– es un país quebrado y sin posibilidad de salir de su histórica decadencia. Sin embargo, a pesar de esta frustrante realidad el pensamiento bipolar de las grandes mayorías sigue intacto. Por un lado, a diario escuchamos que miles de argentinos reclaman que el Estado deje de subirle los impuestos y de establecer regulaciones que les impide emprender una actividad privada rentable. Por el otro, esos mismos argentinos demandan que el Estado que ponga controles a los precios, intervenga el mercado y ponga límites a la libertad económica de las empresas e inversores porque atentan contra el bienestar colectivo y
los intereses nacionales. No asocian la contradicción que tienen esos dos reclamos y demandas. No comprenden que no pueden pedir libertad para su económica individual y pedir que se cancele esa libertad al resto de la sociedad.
La construcción de un modelo de Estado omnipresente contrario a la libertad económica ha dado como resultado una economía pública anacrónica, deficitaria, quebrada, corporativa, corrupta, endeudada e ineficiente para lograr los objetivos que promete y no puede satisfacer. A pesar del crecimiento exponencial de los ingresos del Estado (45% del PBI) la educación pública se encuentra entre las peores del mundo de acuerdo a las Pruebas Pisa. La salud pública no garantiza prevención ni atención a amplios sectores de la población por falta de estructuras edilicias, insumos básicos y equipamiento técnico. Los asentamientos urbanos (villas de emergencia) han crecido el 400% en los últimos 20 años, mientras que el déficit habitacional alcanza a 5 millones de personas. La pobreza por su parte llega al 45% y los planes sociales se expanden por la falta de empleo. La obra pública tampoco ha logrado abastecer de servicios agua potable, luz y gas a inmensos territorios del país. El principal objetivo de un Estado que es preservar el valor de la moneda no existe desde hace décadas, estafando a la gente con papeles sin valor a causa de una inflación constante. Finalmente, cabe mencionar que la seguridad pública es un verdadero descalabro que deja victimas por doquier todos los días.
Los hechos acaecidos en los últimos setenta años demuestran que es inviable pretender al mismo tiempo un modelo de Estado omnipresente que organice, regule y controle todas las variables económicas y , por el otro pretender, exista una economía privada pujante que sea el motor del desarrollo como sucede en los países más avanzados. Este pensamiento bipolar solo conduce a lo que es la Argentina de hoy. Una economía pública y privada decadente donde lo único que crece son los impuestos, la inflación, el déficit fiscal, la baja rentabilidad y la inoperancia de los funcionarios. ¿Hasta cuándo los argentinos seguirán sosteniendo un pensamiento bipolar en materia económica? Hasta cuando seguirán exigiendo mayor libertad para sus actividades individuales al tiempo que demandan mayores atributos al Estado para limitar, controlar y asfixiar la economía privada del conjunto social. ¿Cuando se darán cuenta que es imposible compatibilizar el ideario que reclama Libertad para mí y control para los otros?
Es fundamental que los políticos, economistas, intelectuales y sindicatos superen su pensamiento bipolar en materia económica. Deben comprender que para iniciar la senda del progreso es esencial el establecimiento de ordenamiento económico en donde la economía privada pueda desarrollarse en libertad y el Estado sea garante de esa libertad. No se puede seguir sosteniendo que lo individual y lo social pueden ir por sendas diferentes y antagónicas.
Para que los trabajadores y empresas puedan actuar en libertad detrás de sus objetivos requieren un marco jurídico y económico que garantice esa libertad. Por lo tanto, de persistir apuntalando un modelo de Estado omnipresente que limita, exprime y castiga a la libertad privada solo se destruirá el motor de la productividad y se habrá de generar un Estado con arcas vacías que no podrá llevar adelante ninguno de los objetivos que debe cumplir.