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Inflación: peligrosa dinámica
Inflación: la peligrosa dinámica argentina
Por JUAN MANUEL MORALES
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Mg. en Economía y Ciencia Política
Quedó en el recuerdo, casi como una anécdota, cuando a mediados de marzo el presidente Alberto Fernández, en un discurso en el partido bonaerense de Malvinas Argentinas, le declaraba la guerra a la inflación. Desde entonces, como era de esperarse, los resultados no han sido para nada alentadores y la escalada de precios no parece haberse desacelerado, sino lo contrario. De acuerdo al último dato oficial del mes de abril, la inflación interanual ascendió al 58%, nivel récord desde 1992. Además, los datos de inflación del primer cuatrimestre del año anualizados alcanzan el 86%, pero si se anualizan los dos últimos meses de los que se tiene registro (marzo y abril) el número ronda el 106%. Por otro lado, recientemente el hombre encargado de mantener a raya los precios de los bienes básicos como alimentos, bebidas y productos de limpieza, Roberto Feletti, ha renunciado a la Secretaría de Comercio Interior atribuyendo su decisión a diferencias técnicas en relación al “sendero trazado y las herramientas económicas” escogidas por el ministro Marín Guzmán. La gestión de Roberto Feletti, un hombre cuyas ideas y diagnóstico le dan la espalda a la ciencia económica y a la evidencia empírica, ha sido un absoluto fracaso. Es que durante los siete meses de su gestión la inflación de alimentos y bebidas acumuló un alza del 36%, casi 10 p.p. por encima de la inflación acumulada durante los siete meses previos de su llegada al gabinete (27%). La versión del Gobierno es que Feletti hizo todo lo que podía hacer, pero sus magros resultados tuvieron que ver con el aumento fenomenal de los commodities producto de la invasión rusa a Ucrania.
Vale decir que la guerra desatada en territorio ucraniano no sólo es el “chivo expiatorio” del gobierno argentino; los líderes de los países más importantes del mundo también justifican la escalada inflacionaria más importante de los últimos 40 años de la misma forma. No obstante, es correcto reconocer que los precios mundiales ya venían mostrando una preocupante dinámica ascendente previa al inicio del conflicto bélico. Recordemos que hasta hace algunos meses el incremento de la inflación mundial era consecuencia de las deficiencias en las cadenas de suministro globales que no lograban ponerse a tono tras la pandemia, hoy la inflación es consecuencia del aumento en el precio de los commodities por la guerra.
Sin embargo, desde nuestro punto de vista, hay algo vital que ambas explicaciones mencionadas omiten: la aceleración inflacionaria como el resultado de las laxas políticas monetarias y fiscales aplicadas durante y post pandemia COVID. Y queremos aclarar que no negamos los innumerables inconvenientes que el COVID y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania vienen generando en la provisión de insumos y commodities a escala mundial (y con ello el lógico aumento de sus precios), pero debemos ser claros en las definiciones: no se puede confundir cambio de precios relativos con inflación.
Mas allá de lo dicho, los argentinos somos muy conscientes que no se necesita una pandemia viral para alcanzar (con creces) los dos dígitos de inflación que hace 18 años sufrimos. Por el contrario, nuestro virus endógeno ha sido un constante y creciente déficit fiscal financiado con emisión monetaria. La relación entre aumento de la oferta de dinero e inflación ya ha sido estudiada por la ciencia económica desde hace muchos años y no vale la pena dedicar espacio a una discusión ya zanjada en el mundo.
La aceleración inflacionaria que está sufriendo Argentina este año tiene como disparador la increíble emisión de dinero que llevó adelante el Banco Central durante los últimos meses del año pasado para financiar un descontrolado déficit fiscal producto del llamado “plan platita”. Recordemos que la política monetaria actúa con rezagos y que una expansión de la oferta monetaria tarda algunos meses en impactar en el IPC. Claramente, hoy estamos sufriendo las consecuencias de la expansión monetaria llevada a cabo meses atrás.
Durante el último cuatrimestre del año pasado, la autoridad monetaria le giró al tesoro más de $1,4 billones de pesos ($267.700 millones en giro de utilidades + $1,15 billones en adelantos transitorios). Como decíamos, este irresponsable comportamiento de un banco central cuya principal función se ha convertido en la de ser prestamista del Poder Ejecutivo, ha potenciado los elevados niveles de inflación ya existentes.
El gráfico que exponemos a continuación muestra la peligrosa tendencia ascendente de la inflación. Es que tomando un promedio móvil de tres meses, vemos que en abril la inflación de este año (5,8%) ha sido 1,6 p.p. mayor a la media móvil de tres meses de abril de 2021 (4,2%), que a su vez también fue considerablemente mayor que la media móvil de tres meses de abril del 2020. Dicho en otras palabras, la inflación en términos dinámicos se está moviendo 38% más rápido que el año pasado.
El presente es malo, pero el futuro probablemente será peor: la asistencia del BCRA al Tesoro mediante adelantos transitorios durante el primer cuatrimestre de este año fue de $380.500 millones, mostrando un incremento del 100% respecto a la asistencia brindada en el mismo periodo del año pasado ($190.000 millones). El motivo de este fenómeno es el ensanchamiento del déficit fiscal, es que excluyendo “Otras Rentas de la Propiedad” (artilugio contable para registrar ingresos que el SPN en realidad no ha percibido pero ha contabilizado en $250.000 millones entre marzo y abril de este año) podemos dar cuenta que los ingresos totales del Estado Nacional crecieron en términos reales durante los primeros cuatro meses de este año un 3,4%, mientras que los egresos primarios crecieron en torno al 14%.
El futuro de la inflación argentina es impredecible, pero con la continuidad de la actual política económica no podemos esperar otra cosa que su aceleración. Los aspectos a tener en cuenta en los próximos meses son muchos, entre ellos destacamos: a) la capacidad del Tesoro para colocar deuda en el mercado local pareciera estar menguando, los títulos atados al CER ya representan el 82% de los títulos públicos en moneda nacional, su stock se ha incrementado más de USD30 mil millones desde diciembre del 2019 a la actualidad y el mercado ya está mostrando signos de saturación para hacerse de deuda pública, b) la dinámica actual de ingresos y gastos parece indicar que el déficit primario difícilmente logre ubicarse en torno a la meta para este año de 2,5% del PIB, c) el BCRA no logra comprar dólares al nivel deseado a pesar de estar atravesando el mejor momento del año en cuanto a la liquidación de agroexportaciones y d) todo esto, sumado al agitado clima político, podría generar expectativas que hagan caer aún más la demanda de dinero acelerando la suba de dólar y la inflación.
Las proyecciones respecto de cuánto será la inflación futura resultan siempre inciertas, pero la tendencia no puede cambiar sin una política económica consistente, y este gobierno ya ha demostrado su incapacidad al respecto.