JOROSCHÓ #1 —KIPPEL

Page 1







Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

pREAMBULO A_LAS_INSTRUCCIONES PARA_DAR_CUERDA A_UN_RELOJ julio_cortazar








color


robbie_ramone


LA RELACION CON_LAS COSAS

TĂş no eres yo

No somos lo mismo

Es la permanencia efĂ­mera de los instantes que compartimos

Ya tengo todo lo que soy

Nada me altera


Mis manos claras se desdoblan en la infinitud de lo que vibra

No hay lĂłgica en el lĂĄtigo que nos ata Porque ya somos todo

Es apego no libertad es ego no la verdad

es materia

queriĂŠndose hacer hueco donde no debe vivir


Dejar ir

Y el peso se desvanece

Te lo voy a repetir Tú no eres yo

Solo eres un traje

Solo eres un coche un piso el empleo que circunda mi libertad todo el dinero que he ganado en la vida a costa de vida el teléfono en el que casi gasté mi último sueldo


la biblioteca del cuarto donde vive mi conocimiento

LA REVOLUCION collar DE elLOS BABIECAS

que me regalรณ mi madre

A ti te digo:

No eres yo

Yo ya soy todo

MARK_AVILA


la_revolucion de_los babiecas A ver, repite conmigo la palabra mágica, memorízala, intégrala en tu esquema de valores, inspírala fuerte hasta que te convenzas a ti mismo de que otra realidad es posible "patafísica, patafísica, patafísica...." reneguemos de los generalismos, defendamos la particularidad de nuestro absurdo, que cada carcajada vertida en el silencio sea firme sustancia de un gran conocimiento alternativo, ejercitemos la provocación, la transgresión del orden natural de las cosas, deroguemos la ley de la academia, las metodologías

herrumbrosas, la intelectualidad obturadora del loco devenir de un nuevo aprendizaje, "patafísica,patafísica, patafísica..." Repítelo conmigo, así, muy bien, como un "abracadabra", defendamos la ciencia de la excepción, la solución imaginaria, la ironía, seamos adalides bufonescos agitando la curiosidad como estandarte, la inutilidad como proclama, la desubicación exacta y programática como fórmula cuántica para encontrarnos siempre en los lugares más inesperados "patafísica, patafísica, patafísica..." Lo estás repitiendo, ¿verdad? Es importante. Reconozcamos lo insólito, lo imposible, lo impensable, la kippelización del utilitarismo,


foto:esputoverde*napoli

seamos ficción frente a la realidad de la fricción, suplantemos de una vez la opresión de la lógica por la cosmovisión de la poética, la lateralidad por la creatividad, la exactitud gráfica del lenguaje por una simbología particular y única, nuestra, abracemos el disparate, la rareza, creámonos tan inservibles que acabemos justificando nuestra bella y obtusa incompetencia dentro de un mundo hermético regido por la norma. ¿Lo has entendido ya? ¿Lo has interiorizado? Es hora de ganarnos las quimeras, despertar del letargo, erigirnos como bellos babiecas patafísicos y volvernos muy locos

Es importante ¿Me estás entendiendo? En caso afirmativo da una patada al aire y llena los bolsillos con nubes de colores antes que la cordura acabe por completo con lo que aún nos queda

pero muy, muy, muy locos,

de humanidad.

desatados

gema_fernandez


foto:esputoverde*napoli

ciudad_sin_sueno

*nocturno_del_Brooklyn_bridge No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas. Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas


al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.

en una maraña de venas recientes

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.

y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso

No duerme nadie. Hay un muerto en el cementerio más lejano que se queja tres años porque tiene un paisaje seco en la rodilla; y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

Un día los caballos vivirán en las tabernas y las hormigas furiosas atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.

Otro día veremos la resurrección de las mariposas disecadas

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. Pero no hay olvido, ni sueño: carne viva. Los besos atan las bocas

y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!


A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,

Pero si alguien cierra los ojos,

a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente

¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!

o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato, hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,

Haya un panorama de ojos abiertos y amargas llagas encendidas.

donde espera la dentadura del oso,

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.

donde espera la mano momificada del niño

Ya lo he dicho.

y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie.

No duerme nadie. Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes, abrid los escotillones para que vea bajo la luna las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.


en la buhardilla. Allí, escondido al fondo a la izquierda, había algo que sobresalía por su pulcritud entre tanta pared desaseada. Me acerqué con la curiosidad del que olvidó todo lo que algún día supo y me topé con un baúl limpio, pero no brillante. Lo abrí con más facilidad de lo que pensaba y allí, en su interior, se encontraban juntos y revueltos todos aquellos sueños que nunca soñé mostrándome en sus vísceras la sonrisa que me viste desde que puedo meterme debajo de la lluvia sin preocuparme por mojarme.

di_lluvia Salté desde el cristal de mi retina y observé la tormenta desde las cicatrices de mis manos. Mi boca exhalaba silencio, mis ojos pedían descanso. Pero el hambre no se había calmado. Recorrí mis caderas por caminos de tierra y a nado crucé ríos de barro. Acabé en el refugio de mi pie izquierdo y encontré calor

Los senderos que dejamos en el cajón forman parte de nuestro sino; conforman nuestra historia jamás difundida y miramos alrededor buscando agarrarnos al aire que más fuerte nos lleve. Al fin y al cabo, esto es así. Te tiras de frente y sin pensarlo al ojo del huracán y luchas hasta que vuelves cabalgando los vientos a tu favor. Y cumpliendo cuando toca arremangarse el corazón. No hacemos más ni tampoco menos.


De regreso a mis pupilas, lancé mi vista viciosa al techo y me topé con una voz que es la mía llamándome la atención por caminar en horizontal. Clavé mis deseos en el suelo y escalé por ellos hasta ver todo lo que soy reflejado sobre todo aquello que no quise ser. Cuánto de palacio hubo siempre en las ruinas. Aprendí a base de reconstrucciones hipotéticas de vidas no deshechas.

Me recosté entre el lóbulo parietal y el frontal y en aquella bella frontera llena de humo y espuma, con la mirada perdida en el techo del cráneo, me di cuenta de que ya poseo casi todo lo que deseé en algún momento. Lo único que me faltaba era bailar nubes. Sonreí. Fin del viaje.

pablo_p._lavilla foto:esputoverde*roma


estatuas Estos días grises, al llegar a casa, mientras manipulo el coche para aparcar, suelo tener la cabeza en oscuras ideas y dejarla vagar; hasta tal punto me llega el ensimismamiento estacionando que, en ocasiones, me he pillado absorto, con el coche aún encendido, mirando como bobo el velocímetro, o la rueda del aire, o una mierda de pájaro en el cristal...

Precisamente una de esas veces que observaba atónito un cagarruto en el vidrio, volví a la realidad para cruzar mi mirada con un visitante que no esperaba encontrar, a tales horas de la noche, disfrutando de un paseo por el reciente y aún sin estrenar parador nacional que han puesto en el pueblo donde vivo... Ese visitante me observaba con la misma intensidad que, segundos antes, yo aplicaba a las defecaciones de ave, y en un primer momento, su rigidez y apariencia me dejó lívido... Se trataba, como luego pude apreciar mejor al bajarme del coche y acercarme un poco a la fachada del edificio, de una figura blanquecina situada en pose contemplativa de cara a la ventana y mirando hacia la parte de abajo de la calle; como digo, observando con exquisito interés la nada de la calle a las 2 de la madrugada, gratamente sorprendido aunque un poco avergonzado por el absurdo susto que me había llevado, me acerqué para ver un poco mejor, y ello me permitió observar, más adentro en el parador, un mayor número de


individuos, todos ellos en poses que parecían haberlos inmovilizado, en momentos de tranquilidad y relajación mental; transmiten serenidad y paciencia, la paciencia de la roca, aunque, justo al marcharme, me pareció ver, por el rabillo del ojo, cierto aire que traicionaba esa calma, cierto movimiento, un deje en la pose que presentaban, que me decía algo más que toda la expresión de las inmóviles figuras; mientras caminaba pesadamente hacia las interminables escaleras de mi portal, se me ocurría repentinamente que no estaban nada mal, mis nuevos vecinos; seguramente no harán ruido por las noches, no se quejarán del ruido que hago ni mancharán el portal, seguramente no hagan nada de eso porque son estatuas de piedra, pero sabéis una cosa, será un consuelo saber que, en invierno, mi calle no será ya una calle tan solitaria, podré bajar a la calle y mantener silenciosa conversación con mis nuevos vecinos.

Una vez en casa, más tranquilo sobre el sillón, comencé a darle vueltas a esa otra sensación que me había parecido percibir, observando las esculturas; esa oscura sensación, más fuerte que la de calma, que las estatuas transmitían, ahora lo sé, era el miedo, era la reticencia, el reparo que sentían al saber que, en muy breve tiempo, la temporada alta de caza de turistas comienza en la zona, y esa calma que las estatuas han disfrutado estos largos nueve meses se verá total y absolutamente trastocada; dentro de poco, lo vacuo dejará paso a lo lleno, a lo pleno; muy pronto, en esta solitaria calle del pueblo, en que por las noches uno aparca prácticamente en la puerta de casa, se verá invadida por vehículos y gente ruidosa que violentarán, ahora ineludiblemente, la tan apreciada calma que esas estatuas han disfrutado estos tiempos; queridos vecinos míos, se acerca el verano...


TEXTO&FOTO;ThOsleaf


FOTOs:ESPUTOVERDE*modena



costumbres DE_LOS AHOGADOS Hemos tenido ocasión de entablar relaciones bastantes íntimas con estos interesantes borrachos perdidos del acuatismo. Según nuestras observaciones, un ahogado no es un hombre fallecido por sumersión, contra lo que tiende a acreditar la opinión común. Es un ser aparte, de hábitos especiales y que se adaptaría a las mil maravillas a su medio si se lo dejase residir un tiempo razonable. Es notable que se conserven mejor en el agua que expuestos al aire. Sus costumbres son extrañas y, aunque ellos gustan de desempeñarse en el mismo elemento que los peces, son diametralmente opuestas a la de éstos, si se permite expresarnos así. En efecto, mientras los peces, como es sabido, navegan remontando la corriente, es decir en el sentido que exige

más de sus energías, las víctimas de la funesta pasión del acuatismo se abandonan a la corriente del agua como si hubieran perdido toda energía, en una perezosa indolencia. Su actividad sólo se manifiesta por medio de movimientos de cabeza, reverencias, zalemas, medias vueltas y otros gestos corteses que dirigen con afecto a los hombres terrestres. En nuestra opinión, estas demostraciones no tienen ningún alcance sociológico: sólo hay que ver en ellas las convulsiones inconscientes de un borracho o el juego de un animal. El ahogado señala su presencia, como la anguila, por la aparición de burbujas en la superficie del agua. Se los captura con arpones, lo mismo que a las anguilas; el uso de garlitos o líneas de fondo resulta a este efecto menos provechoso. En cuanto a las burbujas, se puede caer en el error por la gesticulación desconsiderada de un simple ser humano que sólo se halla en el estado de ahogado provisorio. En este caso, el ser


humano no es en extremo peligroso y en todo comparable como lo hemos dicho más arriba, a un borracho perdido. La filantropía y la prudencia exigen distinguir dos fases en su salvamento: 1) la exhortación a la calma; 2) el salvamento propiamente dicho. La primera operación, imprescindible, se efectúa muy bien por medio de un arma de fuego, pero hay que estar familiarizado con las leyes de la refracción; en la mayoría de los casos, basta con un golpe de remo. Sólo queda ―segunda fase― capturar al objeto por el mismo método que a un ahogado ordinario. Es raro que los ahogados se desplacen formando bancos, a la manera de los peces. De ello se puede inferir que sus ciencias sociales son aún embrionarias, a menos que se juzgue más simple suponer que su combatividad y valor guerrero es inferior al de los peces. Es por ello que éstos se comen a aquellos. Estamos en condición de probar que hay un solo punto en común entre los ahogados y los demás

animales acuáticos; desovan como los peces, aunque sus órganos reproductores, para el observador superficial, parezcan conformados como los de los humanos. Desovan, a pesar de esta grave objeción: ninguna ordenanza de la prefectura protege su reproducción por la veda momentánea de su pesca. Corrientemente, un ahogado se vende a 25 francos en el mercado de la mayoría de los departamentos, constituyendo una fructífera y honesta fuente de recursos para la población ribereña. Sería pues de interés patriótico fomentar su reproducción; de lo contrario, a falta de esa medida, sería grave la tentación, para el ciudadano ribereño y pobre, de fabricar ahogados artificiales, igualmente merecedores de la prima, por medio del maquillaje por vía húmeda de otros ciudadanos vivos. El ahogado macho, en la estación del desove, que dura casi todo el año, se pasea en su desovadora, descendiendo como de costumbre la corriente, la cabeza hacia adelante, la cintura levantada,


las manos, los órganos de desove y los pies meneándose sobre el agua. Permanece de buen grado balanceándose entre las hierbas. Su hembra también desciende la corriente, con la cabeza y las piernas volcadas hacia atrás y el vientre al aire.

ALFRED_JARRY

Así es la vida.

FOTO:ESPUTOVERDE*alberobello


BARBARA_CADORNIGA


RASDRAS conocí conocí a hnyudi azulesglasos lotra noche, pasada la medialuna. yo repartía gasettas a los despistados mientras fumaba cancrillos para matar el hambre y alguien sugirió goborar acerca del teorema de los cordoplastos. yo apenas sé mucho, pero si tal me defiendo. y entonces otro al que nunca vi antes vino a decir nos que no teníamos nideadenada y entamó a darle a la golosa con nosequé cosmogonías de una culebralrededor del mundo y cuando empezaba a ponerse el asunto de lo más sofista llegaron los exsiameses bifurino y bifuranto, dando voces en elojio de las leyes de la termodinámica y ya terminamos siendo almenos cuatropazguatos máso menos beligerantes en medio de lacera. de espropósito y de esproporcionado. NAGUAL gritó sobre la barahúnda:Y entonces, me sabrán decir uds, después de tales muestras de peroratismo y trampargumentos, por qué yarboyarboclos decimos

qhay arañas que son gigantes y planetas que son ENANOS? yo me callé y no sé si fui el primero, pero losdemás también guardaron silencio y no sehubiera oído nada entonces de no ser por los camionesdelabasura que hacen ruido en la noche. azulesglasos llegó entonces y nos saludamos con la mano.perolló me fui más tarde sin desayunarme y con la saca llena de gasettas que no ven di. al otro día me senté en un banco de la plaza de NedLudd a dejar en blanco el rasudoque y geraldino arribó de pronto y semesentó alado. chocó sus tres contra mis cinco y me dijo quétal por mi nombre. yo asentí sisisí y nos callamos las bocazas. geraldino sacó una tela llena de pienso para pelícanos y lo repartió al rededor de nosotros. no tardaron en aparecer los ibiseremitas.lloledije Eres un ornitosádico de lo más cruel.yelmedijo Ya me sabes, a mí me gustan las cosas sencillas como la mistela con


dos yelos y una mosca, los apeaderos terminales y los accidentes de teleférico acámara rápida, eso y ver cómo se atragantan los ibiseremitas los martes porlatarde, anteso después a todos nos llega el turno de ser devorados, queloaprendí en la tele. ysiguióhablando Mira, sinomecrees, esasquina dallí, el garbonzo’s, nada menos, con esas letras grandes y todo ese humus barato de factoría como reclamo para los domingueros, pues déjame decirte que antes aquello era el colmado de boris nakazan, famoso en toda la prefectura por tener unos hojos preciosos, una hermosa nariz, unos labios perfectos y unas horejas de lo más apetitosas, y, sin embargo, todaquello junto resultaba grotesco y de sagradable como si su rostro fuera un colaje de recortes con los rasgos de las más bellas personas vistasdesdefuera, y claro, no llegaban a encajar del todo, voy adecirte más, sabes ese hangar abandonado junto al río muil? pues no era para nada un hangar, ni mucho menos, eso un día fue la destilería de mhiel de zebra desta

prefectura, tu no habías nacidoaún y ya nunca sabrás cuánto dedeliciosa era la genuina mhiel de zebra de san lundo, y la fundó mi bisuegrabuelo, nada menos, el francuzbeco gustavius quaga, que llegó con seis rixdales en el carmano y un par de lecciones de química que limpartió su vecino pin, y así contodo montó un himperio y calzaba un llavero gordo y abundante como los que gastan las personas con re esponsabilidades.(PUNTO)interrumpí Caramba! ahora con seis rixdales no te llega ni para el corcho. ygeraldinosiguióalosullo De poco le importa ya la econominflación, pues hace lustros questá criando lombrices en el muertedero con el es que leto blanco lustroso y, ya lo viste, su ecsitosa destilería reducida a borrachoso recuerdo de gerontohígados como el mío. geraldino arrojó el resto del pienso ala melé de ibiseremitas que se arremolinaba sobre los emplumados cadáveres de los que habían llegado primero y puso pies en polvo rosa sindespedirsesiquiera, abandonándome a los groncos graznidos. tan


nago, de esnudo, y desdentonces sólo puedo estar de esvestido, que ni mis dhientes me pertenecen aunque un día fueran de mi mamamamá, que no tengo nideadenadadenada y que sólo me dura esta resaca queseme viene aveces y carrastro desde que nazí. yes por eso mismo que sujirieron dantebrazo el título de semibicéfalo asecas, pues de tener dos golovás, seguseguramente sólo usaría una .

pablo_lavilla

foto:esputoverde*roma

poco yo tardé enirme. malejé por la avenida y pasé sobre las dovelas dadobe del arco del fracaso. es importante que toda ciudad tenga uno, me digo a veces, para recordar a losanónimos que fracasaron antes que no sotros, y talvez también para vurlarse de todos los que fracasarán de espués. para dójicamente, este arco llevaquí desde nosecuándo, así quencierto modo sus arquitectos tuvieron écsito en su construcción aunque lo erigieran delrevés.y llo, sin darme cuenta, me quedé así sasnutado con la nananana de mis pasos y tuve que preguntarle a la milicienta por las señas de mi casa, gulando en sentido errónio. Pues cómo me va, me pregunta eldel quiosqo quando qompro ahí las qosas, Pues me va que se me va y que al final ni azulesglasos ni nopca de reseteo ni quiero bolsaplástico con la barra de pan y la banana, que vine aquí gritando y



viti


página la escribía él, que era su director, quería causar la impresión de que el periódico contaba con otros colaboradores, que era un periódico como Dios manda, en resumen: lo había hecho por el Lisboa.

Antonio tabucchi

FOTO:ESPUTOVERDE *roma

(…) Formidable, señor Pereira, dijo el doctor Cardoso, formidable, es verdaderamente un cuento bellísimo, no creía que Daudet tuviera tanta fuerza, he venido para felicitarle, lástima que no haya firmado usted la traducción, hubiera deseado ver su nombre entre paréntesis bajo el cuento. Pereira le explicó pacientemente que lo había hecho por humildad, o mejor, por orgullo, porque no quería que los lectores descubrieran que toda aquella






*los_viajes_del_dr._templetaub

desesperada espera junto_al mar_de pera... Aunque estamos ansiosos por narraros las aventuras de nuestro querido doctor alrededor de su manzana, es inevitable detenerse un momento, antes de seguir, para narrar la forma en que se conocieron Zascandilú y "Tempie" (será una de las pocas veces que leeremos este calificativo para dirigirnos al doctor, pero es que en la época de esta narración, todavía no se había convertido en una autoridad en casos raros y extravagancias, con lo que, aun no utilizando su nombre de pila, sobre todo para no hacernos un nudo en la lengua, nos vemos en la necesidad de apelar al entrañable individuo de alguna manera).

Aquella mañana iba nuestro buen amigo apresurado en su caminar pues, muy a su pesar, llegaba tarde al negociado; tomó el camino corto doblando la esquina hacia el coto y cuando estaba llegando tropezó con un marco de lo que parecía un cuadro abandonado. Observándolo bien, Templetaub se dio cuenta de que el borde del mismo parecía magenta, así que lo asió con el brazo y lo lanzó hacia lo alto. Mientras el marco, elevándose, describía interminables círculos, el doctor sacó el saco en el que guarda sus trastos y lo abrió todo lo ancho para acoger el artículo. Éste cayó todo lo grande que era y desapareció en el interior de tan profundo saco, de modo que, echándoselo a la espalda, apenas se notaba que dentro llevaba todos los elementos necesarios para acometer los habituales experimentos que el doctor llevaba a cabo en sus peculiares excursiones, además del colorido marco, por supuesto.


Retomando la posición adecuada para caminar, enlazando un paso tras otro en su desplazarse sobre el suelo, iba Templetaub de nuevo meditando acerca de los colores y qué olores les correspondía cuando, acercándose ya a la playa de arena de pipos del viscoso mar de pera, pudo observar desde lejos una renqueante figura que parecía disputar a voz en grito, pero sin emitir sonido alguno, con un invisible acompañante. En el breve lapso en que se aproximaban por moverse en sentidos opuestos, era posible apreciar más detalles del mencionado discutidor, y fue entonces cuando Templetaub se apercibió de que la discusión parecía ser con el cuello de su propia camisa, y de ahí que el volumen de la encrespada charla fuese poco audible. Aunque el tema de la discusión no trascendió hasta muy lejos y el motivo no se hizo muy famoso, el encuentro es tan conocido que llegó a apadrinar la manida frase hecha acerca de: "discutir sobre el seso de los caracoles",

no tanto por el tamaño del seso mismo, como por si, en temporadas de sequía como la que acontecía, era una idea inteligente andar tan despacio y dejando tan marcado rastro de babas como los espirálidos hacen. El caso es que con tan lento devenir hacia el doctor, pronto se percató de que ni la estatura, ni el volumen, ni las proporciones del discutidor correspondían a los parámetros normales de las gentes que habitualmente conocemos. Este individuo tenía la más grande cabeza que pueda apreciarse para tan pequeño cuerpo, con casi dos veces el tamaño del torso, se bamboleaba a un lado y al otro sin un ritmo concreto: daba un paso con la pierna derecha y oscilaba dos veces a la izquierda, daba un paso con la pierna derecha y caía la cabeza hacia atrás como desconectada de la columna, un nuevo paso con la derecha y la cabeza resbalaba sobre el hombro izquierdo para erguirse nuevamente mirando al frente. Las piernas del caminante, aunque de andar constante, parecían de diferente tamaño, la


izquierda daba cortos pasitos de dos en dos, mientras que la derecha parecía no querer adelantar al pie izquierdo en sus largas zancadas, situación tan extraña que daba a sus andares un simpático traquetear similar al de un carro deslizándose sobre un serrucho de carpintero excesivamente gastado y mellado. Ambos brazos, delgados y nerviosos, cimbreaban como agitados por un huracán, cada uno en una dirección, pero sin llegar a definir una trayectoria regular y constante. Todo esto hacía sin dejar de gesticular con las manos y susurrar enérgicamente hacia el interior del cuello. Todo ello junto resultaba un completo rompecabezas para cualquier observador, obligándole a plantearse por qué arcano motivo conseguía el individuo desplazarse en una línea más o menos recta y alcanzar un destino definido sin acabar escorando hacia cualquier otra dirección en su renqueante caminar y de hecho, Templetaub comenzó a desarrollar sus teorías acerca del "desplazamiento caótico-rectilíneo pendular"

gracias a la observación de semejante trabalenguas andante, pero eso, como casi todas las cosas en esta historia, quedará para más adelante. Ahí permanecía nuestro buen amigo, intrigado por la situación, pero siempre respetuoso, hasta que carraspeó suavemente, indeciso entre interrumpir el discurrir del hilo de pensamiento del viajante y apartarse a unos cuantos metros por no tener claro si acabaría arrollado por su caminar. El individuo, lejos de sobresaltarse, se detuvo y, mientras observaba con el ojo izquierdo a nuestro amigo, procedió a enderezar sus extremidades y tronco para componer una figura con cierto parecido a un homínido, aunque, visto de cerca, el tamaño del viajante era mucho menor de lo que parecía a la distancia. Tras los momentos iniciales de sorpresa ante un individuo que escasamente alcanzaba el ombligo de nuestro doctor, éste comenzó una conversación con el habitual rito de agitar


compulsivamente la mano a modo de salutación. Poco se conserva de dicha conversación, lo que sí que se sabe es que el buen doctor conoció por boca de su contertulio acerca del extravío del Espejo de Realidad Diferenciada, un extraño y místico objeto que tenía la facultad de enseñar, a aquellos que tenían el valor suficiente de enfrentarse a él, la verdadera imagen de uno mismo proyectada al exterior. Huelga decir que semejante artefacto se guardaba bajo el más absoluto secretismo en la cámara más alta de la torre más baja del menor castillo jamás construido, el diseñado por los famosos nabucodonosorcitos, el "Castillo del Huevo". Un castillo de tal arte edificativo que, cuando uno se aproximaba, y a pesar de ser de un reducidísimo tamaño, tal que cabía en la palma de la mano, se tenía la sensación de estar ante un enooooooooorme rascacielos (si, si, esas manos gigantes que cuando uno las agita hacen cosquillitas a las nubes y las provoca una lluvia de risas húmedas).

Dado el secretismo que rodeaba al espejo y para evitar que fuese encontrado por algún desalmado que pudiese mostrar su verdadera faz a todo el mundo, el castillo cambiaba de ubicación constantemente, lo cual no estaba exento de peligro, ya que los cálculos necesarios para reubicar el castillo estaban en manos de un desmemoriado anciano que se ayudaba, para los cálculos biliares, perdón, quise decir posicionales, de un ábaco tridimensional de pendiente negativa, el cual por todos es sabido que en los cálculos de divisiones, siempre devuelve la diferencia al por menor, con lo cual se ahorraban numerosas operaciones. Estos cálculos estaban regidos por complicadísimas fórmulas de física cuasiánticas (es una física que casi roza los conceptos de la actual física cuántica) que tan sólo el propio anciano conocía, pero dada su senectud, en más de una ocasión había errado el resultado (culpa de sus anteojos, que deberían llamarse post-ojos ya que muchas veces los tenía colocados en la nuca) haciendo aparecer el


castillo en los más extraños lugares. Se recuerda generalmente con más simpatía la ocasión en que el anciano despistó un decimal y, mientras lo buscaba por el suelo, accionó involuntariamente la palanca de traslación elíptica del castillo y éste acabó bajo las posaderas de la archi-duquesa de Cimarrón, públicamente conocida como la mole de Cimarrón por su "estilizada" figura de insospechadas curvas toneleras. Como el castillo reemplazó la cabalgadura de la Duquesa mientras esta competía como amazona en la tradicional carrera de caballos de Cimarronia, la duquesa, que generalmente acababa entrando en la meta llevando a rastras su montura, quedó sentada con una mueca mezcla de perplejidad y placentero alivio sobre el pico más elevado de dicha torre, la torre del homenaje (que en adelante se llamó la torre posadera), dando lugar a que la gente acuñase la tan manida frase de "ir cabalgando huevos" cuando alguien iba demasiado despacio para apreciar su movimiento.

Volviendo al buen doctor y su querido compañero Zascandilú, sorprendemos su conversación mientras Zascandilú comentaba acerca de su terrible pérdida/extravío del famoso espejo. Nuestro buen doctor, acostumbrado a escuchar y atender las más extravagantes peticiones de ayuda por parte de sus vecinos, rápidamente se solidarizó con la desgracia y, como vosotros mismos habéis ido elucubrando, comenzó a pergeñar una extraña idea en su cabeza, tal vez el marco que había encontrado... Efectivamente, cuando el buen doctor sacó el marco de su infinita bolsa de objetos extraños, la alegría se hizo patente en el rostro de Zascandilú, que comenzó a palmear con los pies mientras giraba alocadamente sobre el brazo derecho hacia el lado al que huyen las agujas del reloj. El problema estribaba, para el buen doctor, en la desaparición de la superficie reflectante que, obviamente, no se apreciaba en el marco. A esto, Zascandilú sonrió y respondió: "Este espejo es muy peculiar, algunas personas parecen verlo vacío, pero


eso se debe, buen amigo, a que estas personas no cambian la cara interior con respecto a la que muestran al mundo, y el espejo, por tanto, no tiene nada que mostrar, quedando transparente." La conversación alcanzaba su final y Zascandilú, contento por el encuentro, propuso al doctor que le acompañase a entregar, a los nabucodonosorcitos, este curioso artefacto de tan trágico designio, por lo que éste, olvidando sus tareas diarias, aceptó encantado la invitación y juntos emprendieron camino en busca de Melquíades Ubicatrón, el anciano responsable de colocar el castillo en un lugar distinto cada vez, para conocer de este modo, dónde tendrían que acudir para retornar el espejo a sus legítimos custodios. El camino fue largo e intrincado, y les acontecieron peculiares aventuras que estrecharon fuertemente los lazos

que en adelante les unirían, pero eso, amigos míos, es motivo de otras historias que tal vez contaremos. El caso es que, una vez conocido el lugar, ambos casi se dieron de cabezazos uno con el otro, ¿sabéis dónde aparecería la próxima vez el castillo del Huevo?...

Efectivamente, en la playa de arena de pipos del mar de Pera.

astor



crisis “No aguantaremos mucho más, ya casi nos hemos comido todos los pelos, prácticamente no encontramos polvo nuevo para curar a nuestros enfermos, nuestros ídolos están oxidados y viejos, no lucen como algo que pueda agradar al Diegoarmando, y de los cilindros cósmicos ya apenas brota líquido energético. Por si toda esta situación no fuera suficiente castigo, los vientos abductores son cada vez más frecuentes.”

Esas palabras del jefe de la tribu, interrumpidas por las incesantes toses de nuestros enfermos, cayeron sobre los presentes como un jarro de agua fría. Éramos conscientes de que las cosas estaban mal en la aldea, pero creo que ninguno de nosotros sabía hasta qué punto. A fin de cuentas, la gran mayoría somos sólo recolectores y almacenadores, vivimos alejados de los peligros de las fronteras y no distribuimos las provisiones. “Montemos una expedición en busca de nuevas tierras, racionemos el pelo, guardemos el poco polvo que queda para garantizar la salud de los exploradores. No es necesario encontrar nuevos ídolos, agradar al Diegoarmando no va a darnos de comer ni va a hacer que lluevan cilindros cósmicos del cielo. Es más, construyamos una máquina de guerra con los viejos ídolos y démosle un uso racional al líquido energético que nos queda, podemos darle propulsión suficiente a la máquina como para esquivar los vientos malignos y sortear el gigante de cerdas. ¿Morirán los enfermos de la aldea?


Seguramente. ¿Se perderán buenos hombres en este viaje? Probablemente. ¿Habrá disturbios provocados por la hambruna? Sin duda. Pero a grandes males, grandes remedios, no nos queda otra que asumir el precio de una salvación incierta o rendirnos y dejarnos morir.” La división de guerreros y exploradores jaleó el discurso de su líder. Mientras, la gente de mi estamento protestaba enérgicamente contra un plan que básicamente consistía en abandonarnos a nuestra suerte, en medio de la enfermedad y el hambre, bajo la endeble promesa de que aquellos que marcharan, volverían para ser los héroes que trajeron la prosperidad de nuevo a estas tierras. Bien seguros estaban algunos de que todo esto era una farsa, una treta de los cazadores para huir con los recursos en busca de una tierra más próspera y dejar atrás a una población débil y mermada que sólo supondría un lastre para ellos. El jefe de la tribu puso orden, con alguna que otra dificultad, para que el portavoz de la unión de

recolectores y almacenadores hablara. “Dejémonos de dramas y de aventuras disparatadas que sólo servirían para salvar a unos pocos. ¿No es la labor de un líder sacar adelante a sus subordinados? ¿No debe un jefe lealtad a quienes le otorgaron ese título? ¿No deberíamos estar dispuestos a luchar todos juntos como pueblo? Aquí no se deja a nadie tirado en la cuneta. Ahora bien, es cierto que la situación que atravesamos es difícil y que es poco menos que imposible que todos nos salvemos, pero no sacrifiquemos peones por comer un alfil, hagamos jugadas inteligentes. Racionemos el pelo, sí, pero no sólo para financiar campañas de exploración. Demos polvo a quienes lo necesitan para salvarse en vez de dopar a nuestras tropas. Usemos el líquido energético para aumentar el ritmo de recolección y para restaurar los ídolos gastados. Hagamos que todo vuelva a la normalidad.” Los recolectores y almacenadores aplaudieron el alegato de su portavoz. Los


exploradores lo tacharon de utopía. Se montó un gran alboroto. Nadie llegaba a las manos, pero todo parecía a punto de estallar. Una voz intentaba abrirse camino entre tanto griterío. Era el respetadísimo director de la escuela que, gracias a su experiencia en las aulas, consiguió alzar su voz por encima de la bronca. “¿De verdad es necesario que lleguemos a estos extremos? Una comunidad entera se está muriendo y la reacción de sus integrantes es enfrentarse en disputas por ver si es mejor un plan que sacrifica a la población a cambio de una, más que remota, posibilidad de éxito o una estrategia conservadora y fantasiosa basada en que si nos apretamos el cinturón y agradamos a nuestro dios todo se arreglará. No puedo entenderlo. ¿Qué ha hecho que la razón y la lógica se exilien de vuestras cabezas? ¿De verdad nadie, ni nuestros hábiles exploradores, ni nuestros oficiosos recolectores, ni nuestro astuto líder, ha pensado que es el momento de volver a usar el textil? Creo que no es necesario

recordaros que del textil se pueden obtener varios derivados, sucedáneos válidos del polvo, del pelo y una fuente energética alternativa al líquido de los cilindros. Y tenemos una cámara entera llena de este material.” La verdad es que no, nadie había pensado en el textil. Hacía mucho tiempo que no se usaba. Los más jóvenes ni siquiera sabían bien qué era aquella materia prima portentosa y muchos de nosotros sólo habíamos oído hablar de ella por boca de nuestros mayores. Empezaron a vislumbrarse algunos gestos de tranquilidad entre la gente, incluso brotó alguna tímida sonrisa. El director comenzó a guiar a la muchedumbre hacia la cámara donde estaba almacenado el textil. Pero de repente una voz como un trueno partió el aire en dos. “¡Imbéciles, herejes! Más os valdría tener la memoria más larga que la lengua y que os rugiera más la fe que el estómago. Os habéis alejado de nuestros dioses y habéis olvidado nuestra historia. ¿De verdad no recordáis que el


textil ya destruyó nuestro pueblo una vez? ¿Cómo es posible que os parezca una solución a nuestros problemas aquello que corrompió al último gran héroe de esta aldea, convirtiéndolo en un monstruo insaciable que devoró a la mitad de la población hasta que llegó el Diegoarmando y lo destruyó? Y, después del sacrifico que hizo para salvarnos, ¿cómo podéis haber dejado que envejecieran y se oxidasen los monumentos en su honor? ¿Cómo habéis tenido la indecencia siquiera de tan sólo pensar en convertir esos exvotos en una máquina de guerra? ¿Qué tan podridos estáis como para abandonar la fe en aquel que entregó su vida por salvarnos de nuestra propia avaricia? Llega a parecerme justo pensar que nos merecemos esta crisis, por ingratos, por descreídos, por creernos que estamos por encima de los designios del destino. Más nos valdría estar rezando para que no vuelva a abrirse la gran grieta celeste y vuelva a suceder el apocalipsis, pues bien sabemos que no hay nadie entre

nosotros capaz de emular las proezas del Diegoarmando.” La plática del chamán volvió muda a toda la aldea. Nadie se atrevía a hablar con el sentimiento de culpa y vergüenza que invadía su cuerpo. No hubo tiempo para mucho más, una repentina luz celeste era el anuncio de que el temor del viejo guía espiritual se iba a cumplir mucho más pronto de lo que él mismo pensaba. Indefensos en mitad de la cegadora luz, sólo pudimos escuchar con pánico el sonido del viento que nos alzaba hasta la boca de la bestia.

—Joder, pero ¿cuánto hace que no limpiáis detrás del armario? Hay pelusas aquí como para formar un país.

miguelo_guardiola






Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.