RUBEN NATIVIDAD
“Las voces y sus ecos”. El cariz de nuestra reacción ante situaciones de angustia y sufrimiento colectivo como lo es la pandemia por COVID 19 depende intensamente de hasta qué punto dicha coyuntura golpea nuestras rutinas, nuestras expectativas, los cimientos, en definitiva, sobre los que construimos nuestra existencia, nuestra particular forma de ser y estar, en esta pequeña porción de tiempo. A menudo escuchamos en las noticias grandes calamidades relacionadas con catástrofes naturales o guerras, casi siempre
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lejanas. Evidentemente sentimos un desgarro interior, un fogonazo de conciencia colectiva que, normalmente, termina por diluirse en los trajines de nuestro día a día. Hasta que, de repente, una imagen, un nombre, un testimonio se subleva y se decide a interpelarnos directamente. Así ocurrió con la foto del pequeño Aylan en la playa de Lesbos. De repente el drama de muchos humanos se convirtió en el drama de muchos parientes lejanos. Hubo un salto de conciencia. Cuando Rubén nos propuso hacer un pequeño trabajo fotográfico que dejara testimonio de nuestra vivencia como profesionales inmersos en un escenario inesperado, para el que no estábamos preparados, nos pareció una humilde manera de enriquecer la documentación sobre este periodo que estamos viviendo. Fue, desde esa sencilla lógica, como nos dimos cuenta de que cualquier testimonio estaba condenado a ser un vano y fatuo esfuerzo si no incluía a los pacientes y sus familiares. Ellos mejor que nadie podían explicar a través de sus retratos la inmensidad de su experiencia con sus alegrías y sus desdichas, con sus miedos y sus esperanzas, sus fortalezas y sus flaquezas… Conforme empezamos a hacer los retratos, fuimos detectando