Kamera Magazine nº 4

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Foto: Eliška Sky

KAMERA MAGAZINE Nº

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Edita: Blackkamera, Escuela de Fotografía de Bilbao. www.blackkamera.com

Director: Josu Zaldibar. www.josuzaldibar.com

Entrevistas: David Tijero. www.davidtijeroosorio.com Diseño: Mer Guevara, Océano Gráfico Diseño. www.oceanografico.info

©de la edición: BlackKamera© ©de los textos: los autores. ©de las fotografías: los autores.

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JOSU

ZALDIBAR. BLACKKAMERA.

LOS PRIMEROS DIEZ AÑOS.

LA ESCUELA DE FOTOGRAFÍA BLACKKAMERA CUMPLE DIEZ AÑOS. JOSU ZALDIBAR, CREADOR DEL PROYECTO Y PROFESOR Y DIRECTOR DE LA MISMA, HACE REPASO EN ESTA ENTREVISTA DE TODO LO ACONTECIDO EN ESTE TIEMPO, DE CÓMO LA ESCUELA HA SABIDO IR ASENTÁNDOSE EN UNOS TIEMPOS PARTICULARMENTE CONVULSOS Y REFLEXIONA SOBRE EL PRESENTE Y FUTURO DE UNA DISCIPLINA SIEMPRE EN CONSTANTE EVOLUCIÓN COMO LA FOTOGRAFÍA.

Entrevista: David Tijero.

Blackkamera cumple 10 años. Como creador del proyecto y director de la escuela, ¿intuías algo de todo lo que ha sucedido en todo este tiempo?

Ha sido un proceso abierto que ha culminado este año con el décimo aniversario. Creemos que en todo este tiempo han existido grandes dosis de motivación en cada una de las decisiones que hemos tomado, algunas de ellas muy arriesgadas y que nos ha llevado a conformar uno de los principales valores de este proyecto, nuestro alumnado del cual estamos tremendamente orgullosos/as. Echando la vista atrás y recordando todas las experiencias vividas y el alumnado que ha participado en los cursos, talleres, los viajes, … toda la gente que hemos podido conocer, ni en nuestros mejores sueños habríamos pensado en tener el proyecto que tenemos.

En estos tiempos han pasado varios cientos de alumnos por aquí, ¿existe un arquetipo claro del alumno que se matricula en Blackkamera? ¿Qué busca principalmente?

Tenemos contabilizados, entre todas las actividades que hemos realizado en estos años, incluyendo también a los alumnos que damos clase en la Universidad, cerca de cuatro mil estudiantes que han pasado por Blackkamera. La mayoría de la gente viene con ánimo de vivir una experiencia a nivel amateur. Hay otra parte, que pretende adentrarse en el mundo de la fotografía de forma profesional. Para estos/as últimos/ as hemos diseñado una propuesta formativa que cubre las necesidades de quien busca adentrarse en el mundo de la fotografía como una carrera de futuro. Tenemos alumnado del que nos sentimos profundamente

orgullosos/as, que han publicado fotolibros, realizado exposiciones y que trabajan profesionalmente en el sector de la imagen con proyectos pujantes y nos marcan el camino del Centro.

¿Es Blackkamera una escuela apropiada para quien busque en la fotografía una salida profesional? ¿Es posible aprender el oficio a quien busque en la fotografía una salida profesional?

Creo que, sobre todo con la propuesta de los últimos tres años, en la que se ha incluido la oferta el Master de proyectos fotográficos o el bianual de Fotoperiodismo y nuevos documentalismos junto con un curso universitario que acabamos de estrenar en colaboración con la Universidad vallisoletana Miguel de Cervantes, alguien que quiera dedicarse a nivel profesional lo puede hacer tras pasar por Blackkamera. La estrategia troncal está clara y definida en este proyecto. Aprendizaje con los mejores profesionales, unas grandes dosis de realismo y sobre todo mucho trabajo. Con estos ingredientes es posible construir una carrera en el plano profesional y aquí la Escuela tiene mucho que ofrecer.

Lua Ribeira, Rafa Badia, Nick Turpin, Ixone Sádaba, Gueorgui Pinkhassov, Tino Soriano, David Hornback, Gloria Oyarzabal, Lorena Ros, Asier Gomez, Erika Ede... la lista de docentes que han colaborado y colaboran con Blackkamera genera asombro y cierta envidia entre aficionados de ciudades, a priori, más dinámicas culturalmente que Bilbao, ¿cómo se consigue reunir semejante plantel?

Creo que en fotografía, como en otras facetas de la vida, es el tiempo y el trabajo el que te acaba dando una imagen que permite que profesionales de todo el

mundo acepten la invitación que hacemos anualmente a infinidad de artistas de talla estatal e internacional. Además de quienes han pasado por la Escuela a dar talleres, cursos o conferencias, hay que sumar a la nómina de autores/as que han aceptado la invitación del Basquedokfestival, evento que celebramos desde 2018 en colaboración con la Universidad del País Vasco.

A veces pensamos que contactar a estas personas puede ser complicado, pero en general, son profesionales accesibles y salvo casos puntuales, por motivos de trabajo, la respuesta siempre ha sido muy positiva. Pensamos que el modelo es ofrecer una imagen de seriedad y honestidad siendo conscientes de nuestras limitaciones. Esto ha sido un aval para poder llamar a la puerta de grandes autores y autoras como por ejemplo, Stuart Franklin o Gueorgui Pinkhassov, ambos de la Agencia Magnum, quienes impartieron talleres organizados por Blackkamera y a los que vinieron asistentes de medio planeta.

Una vez establecido un canal de comunicación, la relación siempre ha sido cordial y varios de ellos han repetido experiencia con nuestro proyecto.

Un comentario recurrente entre los alumnos que han pasado por la escuela es el de que en los grupos de cada clase no se deja a nadie atrás, ¿Cuál es la prioridad en la escuela? ¿Se busca la excelencia entre el alumnado o se trata más de que nadie quede rezagado en lo que se pretende que se aprenda?

Creo que no importa solamente que el trabajo fotográfico de una persona tenga una proyección importante y que su trabajo sea sobresaliente, de esos ha habido varios en la escuela. Esa es una parte del proceso, pero que ha de ser compatible con el hecho de pertenecer a un colectivo mayor como

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son los grupos de cada curso y en los que se aprenden otro tipo de habilidades que tienen más que ver con la empatía, el crecimiento personal, el aprendizaje colectivo, la asertividad, la crítica constructiva etc. Eso es algo que aquí hemos cuidado mucho.

Blackkamera surgió en 2012, un año lleno de incertidumbres por la profunda crisis económica de aquel entonces. Ahora, cumplidos los primeros 10 años, apenas empezamos a salir de otra crisis global por una pandemia que ha trastocado prácticamente todo. Esta última etapa, ¿se ha visto como una oportunidad o se ha optado por un plan de acción conservador con vistas a que vengan tiempos mejores?

Desde los inicios de Blackkamera, con sus primeras clases en la SPRI de Barakaldo, con la llegada a Bilbao. Con su primer centro compartido en Alameda Mazarredo, hasta la ubicación actual con un espacio propio, la Escuela ha tenido la clara intención de ser un proyecto orgánico, que ha ido creciendo poco a poco sin perder de vista el sentido de la realidad e invirtiendo grandes dosis de sentido común. Progresivamente, se han ido añadiendo otros profesores como Rafa Badia, David Hornback, Ixone Sádaba, Erika Ede, Adrian del Hierro, Fabro Tranchida, Asier Gomez, Jon Rodriguez, etc.. hasta ampliar una nomina de profesionales impecable. Siempre nos hemos movido en aguas revueltas, aunque sí puedo decir que hemos salido reforzados de cada una de las situaciones complicadas a las que hemos tenido que hacer frente. Salvo el tema del festival, un evento presencial que por circunstancias de la pandemia no ha sido posible organizar en los últimos dos años, la escuela ha ido avanzando y asentándose en cada paso que ha dado. Hemos ofrecido un claro compromiso con nuestro alumnado, en especial en

momentos tan complicados como fue el tema del confinamiento, poniendo todo lo que estuvo en nuestra mano para que hubiera una continuidad de los cursos programados. Fue entonces cuando se hizo la nueva página web, se inició la revista Kamera Magazine, cuyo último número tienes ahora en las manos y hemos visto una gran respuesta por parte de todo el alumnado, lo que nos anima a continuar en los próximos años por el mismo camino.

En estos 10 años la fotografía, una disciplina de menos de 200 años y siempre en evolución, ha sufrido un proceso de aceleración provocado por tendencias como la fotografía móvil, profusión de redes sociales basada en imagen y vídeo, resurge también la fotografía analógica en un ejercicio de nostalgia, llega la fotografía computacional, realidad aumentada, realidad virtual… son tendencias que se van incorporando a la fotografía de manera muy rápida, ¿La escuela trata de amoldarse a cada tendencia dentro de la fotografía o prefiere incidir en los grandes principios del lenguaje fotográfico más allá de las innovaciones tecnológicas relacionadas con la imagen?

Son asuntos que están sobre la mesa y que se empezarán a abordar una vez pasado este décimo aniversario. La fotografía es una disciplina artística joven comparada con otras artes como la pintura o la escultura. En estos últimos 180 años de historia hemos visto crecer y consolidarse a la fotografía como una respuesta artística a necesidades vitales como la comunicación de ideas, pensamientos, etc… que permite vislumbrar a la misma como una disciplina artística con un futuro prometedor. Ahora vemos como se han desarrollado nuevas visiones que no vienen a desterrar las anteriores sino a sumar, son cambios a los que la escuela no puede mirar hacia otro lado. No podemos

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basar la enseñanza vinculada únicamente a ese tronco clásico, ya que hoy en día hay diferentes formas de abordar la narrativa en fotografía y es ahí donde la escuela en los próximos dos, tres años, se la va a jugar. En la medida que veamos que es posible para el centro aceptar y asumir estos nuevos retos que se están produciendo se reformularán los estudios que se impartirán en Blackkamera. Sin dejar de lado lo que sería la enseñanza troncal, habrá nuevas asignaturas que dotarán a la escuela de una nueva estructura y filosofía metodológica.

Una de las actividades estrella de la escuela tiene lugar fuera de la propia escuela, y que es viajar a diferentes ciudades europeas con un grupo de alumnos, ¿podrías contarnos de qué trata este proyecto?

El proyecto nació en 2016 con un primer viaje a Ámsterdam. De esta primera experiencia hemos visitado posteriormente varias ciudades europeas hasta llegar a la cifra de 15, en 7 años. Lugares como Londres, Palermo, Lisboa, Praga, Sevilla, Atenas, Oporto, Roma, París, etc … y aún nos queda por visitar ciudades como Berlin o Estambul. Si bien la idea comenzó como un ejercicio de fotografía en el espacio público, según han ido realizándose los viajes, cada uno/a de los/as artistas que han participado han evolucionado con una lectura propia, con inquietudes diferentes, expandiendo los límites de la fotografía. Si bien no es un grupo cerrado, estamos casi en el límite de gente que puede viajar por cuestiones de aforo. Vista la demanda, se ha creado un nuevo proyecto llamado Mare Nostrum, que llevará a cabo talleres de fotografía en varias ciudades del mediterráneo.

Llevar la dirección de la escuela, impartir varios cursos tanto en Blackkamera como

en la Universidad del País Vasco, organizar talleres, conferencias, eventos... ¿Queda algo de tiempo para dedicarlo a algún proyecto fotográfico personal?

Sí, he de decir que no me importaría que la dirección de la escuela la llevara otra persona para poder dedicarme en cuerpo y alma a los proyectos abiertos que tengo. No descarto que esas tareas de dirección cambien a medio plazo. En lo referente a la fotografía, sí es cierto que el mayor esfuerzo ha sido en lo referente a la enseñanza y actualización de los contenidos de esta, además de todo el trabajo de gestión y promoción del proyecto Blackkamera. Sobre mis proyectos personales. Tengo miles de fotografías sin editar durante estos últimos años. En este labor de selección de los diferentes proyectos realizados voy de la mano de mi compañera, quien es la que mejor conoce todo el trabajo realizado. No concibo dar clase o explicar qué es la fotografía sin que la misma forme parte de mi ADN. Una vez pasada la pandemia y consolidados estos nuevos proyectos que la Escuela ha construido, mi intención es dejar también un espacio para dar salida a años de trabajo como autor.

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ÍN DI CE

BASQUEDOKFESTIVAL 2022.

BASQUEDOKFESTIVAL.

Tercera edición del Basquedokfestival. 12 BEGO ANTÓN.

Dando luz a realidades ocultas y fascinantes. 14 DAVID ARRIBAS.

El punk como actitud. 22 SCARLETT COTEN.

La fotografía como acto de desobediencia. 30 GABRIEL DUPLANTIER.

El lenguaje mudo de la fotografía. 38 RICHARD KALVAR.

Escenas de cotidianidad. 48 ELEONORE SIMON.

La fotografía de calle como ejercicio de instrospección. 54

ENTREVISTAS

SANTI ESPADA.

Escrudiñando el entorno urbano. 62 FLORENCIE MEUNIER.

Poéticas del entorno urbano. 70 GABRIELA CENDOYA BERGARECHE.

El fotolibro como contenedor de emociones. 76 JEFFREY MILSTEIN.

La belleza de las construcciones humana. 80 LA LLUSA.

El encanto de una librería de barrio. 86 ENEKO PÉREZ ARNAIZ.

Nuevas voces en la fotografía de moda. 92 TINO SORIANO.

Uno de los grandes nombres de la fotografía documental de los últimos años. 98

Basque dok festival 2022

Basquedokfestival llega en este 2022 a su tercera edición tras echar a andar en 2018. Un festival con sede en Bilbao que surgió con el fin de dar cuenta de las propuestas más interesantes dentro de la fotografía documental y que, desde el principio, apostó por dar visibilidad a nuevos valores sin dejar de lado otros nombres consagrados.

Entrevista: David Tijero.

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La fotorreportera estadounidense

Susan Meiselas fue la galardonada con el premio Basque Dok Festival por toda su trayectoria en la primera edición del festival. Meiselas, miembro de la Agencia Magnum, pionera a muchos niveles dentro de la fotografía documental e inspiración de las siguientes generaciones mostró durante el festival buena parte de su trabajo dando cuenta de la absoluta entrega que durante gran parte de su vida hizo hacia su profesión, documentando tanto realidades ocultas como conflictos de repercusión internacional. También en aquella edición participó la agencia Metrography, la única agencia fotográfica iraquí, gracias a la cual pudimos ver la belleza y diversidad de un país asolado por la guerra y el terrorismo.

Nuevos valores como la valenciana Laura Silleras o el fotógrafo checo David Gaberle compartieron programación con fotógrafos consagrados como el británico Nick Turpin, uno de los nombres que más ha hecho por ensanchar y elevar los límites de la fotografía de calle o el reportero especializado en conflictos bélicos Manu Brabo o la editora gráfica de la publicación Revista 5W Anna Surynach, ambos muy implicados en documentar muchas de las cosas que no van bien en este mundo. Una edición en la que todos coincidieron en la entrega e interés que el público asistente tuvo hacia la fotografía.

Interés que se vio redoblado en una segunda edición, con aún mayor asistencia y una lista de ponentes aún más diversa que su edición anterior en el que quedará para el recuerdo de todos, la emotiva entrega del galardón del festival al fotógrafo Cristóbal Hará, referente de muchos de los allí congregados, tal es el caso del fotógrafo londinense Matt Stuart quien sintió como un gran honor compartir cartel junto a él. Una

edición que también contó con el fotógrafo argentino Martín Weber, el periodista Mikel Ayestaran, quien presentó el documental El Silencio de la Guerra: Damasco, dirigido por José Bautista, la retratista Sofía Moro quien por medio del retrato consigue transmitir en su obra todo el drama que supone la pena capital en diferentes países del mundo o de autoras emergentes como Bieke Depoorter, Lua Ribeira o Daro Sulakauri, las tres con una novedosa forma de ver y entender las realidades que documentan. Mención especial merece la conferencia que la fotógrafa americana Darcy Padilla, tres veces ganadora del World Press Photo, dio como broche final del festival, en la que repasó uno de sus trabajos que mayor repercusión alcanzó a nivel internacional “The Julie Project”.

Tres años después, tras un largo tiempo de pandemia que ha supuesto un cambio en formas de vida y asumir multitud de restricciones, el festival vuelve este noviembre con una nueva larga lista de ponentes, tan diversos como interesantes, que hablan de la fotografía, como un soporte siempre en evolución y con un gran poder tanto como para documentar y expresar como para reinventarse.

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Bego Antón.

Dando luz a realidades ocultas

David Salcedo. Encontrando una voz propia en lo cercano.

y

fascinantes.

El fotógrafo David Salcedo, una de los autores más prolíficos y con una visión más personal de la actualidad, compagina su actividad como creador visual con la docencia en sus diferentes talleres, auténticas experiencias catárticas para quienes participan en ellos. En esta entrevista hablamos sobre sus influencias e inquietudes dentro de la fotografía y cómo fue encontrando su lugar dentro de la creación visual.

Bego Antón, una de las fotógrafas vascas con mayor proyección, será una de las protagonistas del próximo Basquedokfestival.

Una autora cuya evolución va rompiendo barreras entre géneros, para aportarnos una original mirada a historias y situaciones siempre sorprendentes. Charlamos con ella sobre lo que ha sido su último año, tanto sobre proyectos en marcha como sobre las importantes exposiciones en las que ha sido la protagonista.

Entrevista: David Tijero.

Entrevista: David Tijero.

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En los últimos meses has sido protagonista de dos importantes exposiciones en Tabakalera de San Sebastián y en el Festival de la imagen de Getxophoto. Una oportunidad para que tu trabajo haya llegado al gran público, ¿cuál ha sido el recibimiento? ¿Sientes que ha sido bien entendido por público quizás no tan habituado a ver fotografía?

Estos últimos meses han sido muy completos. La expo de Tabakalera para mí ha sido muy importante porque ha sido mi primera retrospectiva, comisariada por Érika Goyarrola, y también una oportunidad única para mí. He estado muy emocionada con este proyecto que he preparado durante muchísimos meses. Nunca había hecho una exposición tan grande y nunca había reunido mis proyectos en una sala de exposición. Realmente, creo que se podía palpar muy bien la esencia de mi trabajo y, por otro lado, la de Getxophoto, también ha sido fundamental, porque llevaba años queriendo exponer allí. Soy de un pueblito muy cerca de allí por lo que

me hacía especial ilusión. Además, siempre he dicho que es uno de mis festivales favoritos, no solo por el lugar en el que se ponen las fotografías, sino también por el cariño con el que se organiza el festival; es algo precioso y me hacía muchísima ilusión participar. Creo que la gente ha entendido el trabajo, sí, porque, más que nada, porque el de las brujas es un proyecto que habla del País Vasco, o al menos esos son los mensajes que he recibido. Y lo mismo con Tabakalera. Para esta, diseñamos un catálogo para que quedara constancia de la exposición, en el que hacemos muchísimo hincapié en el proceso creativo, en lo que sucede antes de realizar los proyectos, porque, normalmente, es una fase de la que nos olvidamos cuando mostramos los proyectos. Me apetecía mucho centrarme en los procesos y con el catálogo lo hemos conseguido a partir de una entrevista o una pequeña conversación que tengo con Érika. Hablamos de qué es lo que sucede antes de realizar las imágenes, de una manera, además, muy personal, muy íntima.

¿Tiene ya fecha de publicación el libro de “Haiek danak sorginak” o aún es un proyecto en desarrollo? ¿Cuándo un proyecto se puede dar por concluido?

Haiek danak sorginak aún está por terminar y me quedan algunas imágenes, pocas, y después me pondré de pleno con el libro, porque creo que es una historia que ha de presentarse en formato libro y, en cuanto a la segunda pregunta, de cuándo se termina un proyecto, es algo muy peliagudo, porque, si por mí fuera, no los terminaría nunca y sí que es cierto que es necesario. Cuando sientes que ya has contado la historia de una forma profunda e intensa es cuando creo que puedes parar. Es algo muy habitual que nos sucede a los autores. Sabemos cuáles son las historias o cuáles son esos pequeños matices que hemos dejado de contar dentro de un proyecto, algo que el espectador no suele saber, ya que les damos los proyectos acabados. Es muy complicado terminar con los proyectos, más aún en mi caso que suelen ser de larga duración. Da cierta pena porque termina tu relación creativa con ese proyecto. Luego empieza otra fase, la de difusión, de trabajar los proyectos, pero ir a esos lugares, conocer a estas personas, es algo que desaparece.

La originalidad de los temas que escoges para documentar es siempre tónica habitual en tu trabajo, ¿Cómo llegas a ellos? ¿Aparecen de forma espontánea mientras te dedicas a investigar otros temas o desde un inicio tienes en mente qué realidad quieres plasmar en imágenes?

Los proyectos, las temáticas, los encuentro por flechazos y pueden surgir en los lugares más inesperados, desde conversaciones con amigas a noticias en el periódico o de repente un post que veo en Instagram. Veo

una historia que me cautiva de cierta manera y pienso que esto está aquí para que yo lo fotografié. Obviamente, no es así, los demás no existen para que los fotógrafos vayamos a fotografiar o los otros escritores hagan un libro con ello, pero sí surge una especie de conexión, muy difícil de explicar, que te une y te hace querer contar esa historia. Y así es como surgen los proyectos, de una forma que nunca sabes en un primer vistazo cómo lo vas a hacer, pero que sabes que es un tema en el que tienes que profundizar, tienes que investigar, para ver cuál es la mejor manera de contar esa historia.

En The Gallop vuelves a tratar una de esas realidades algo ocultas o apartadas de lo que se considera “normal” dentro de los cánones establecidos, ¿cómo consigue alguien que viene de otro país adentrarse en el mundo de este curioso deporte siendo además menores de edad las protagonistas de buena parte de tus fotografías? Me vienen a la mente mil y un problemas que solventar antes de poder empuñar la cámara.

Fue en Instagram donde vi un vídeo que contaba la historia de unas niñas que hacían Hobby horse. Directamente, lo que hice fue guardar ese vídeo en una carpeta que tengo en favoritos y que titulo “Próximos proyectos” y lo tuve ahí guardado durante semanas, meses mientras iba viendo el modo en que podría contar esa historia. Sucedió además que era en lo peor de la pandemia, con muchas restricciones para viajar. Fue en el verano de 2020, cuando aún volar entre países estaba muy restringido y entrar en Finlandia era especialmente complicado cuando pude hacer las fotos. Por aquel entonces, solo se podía entrar con una justificación de trabajo y fue en el aeropuerto, en donde me atendió una mujer, que conseguí que me dejaran entrar tras explicar qué venía a hacer, mostrándole

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todos los contactos que había hecho, la historia que iba a contar y los lugares a los que me debía desplazar. El trabajo previo antes de viajar fue muy intenso pues contacté a casi dos centenares de niñas escribiéndolas directamente. Lógicamente, muchas de ellas ni siquiera respondieron, pues que te escriba una extraña comentando que le gustaría hacer fotos de su actividad es algo muy intrusivo, pero otras contestaron entusiasmadas de que alguien estuviera interesado en lo que hacían. Así que el siguiente paso fue conseguir permiso de sus padres para hacer las sesiones de fotografía y contactar con los campamentos en los que entrenan, también gestionados por adolescentes, permiso para fotografiar.

Una característica que creo está cada vez más presente en tu forma de trabajar es el uso de fotografía escenificada, sin por ello dejar de lado el carácter documental de tu obra, ¿este recurso complica el proceso o lo ves ya como algo imprescindible para plasmar lo que pretendes contar?

Creo que cada historia, cada proyecto, tiene sus propias necesidades y que es importante que nos adaptemos a ellas para contarlas de la mejor manera posible. Mis proyectos cambian muchísimo de uno a otro y las técnicas en el proceso creativo todo es muy diferente según el proyecto. Para Haiek danak sorginak, tenía muy claro que debía dedicarme a hacer fotografías escenificadas, pues trato de documentar cosas que sucedieron hace muchos años y, lamentablemente, no puedo viajar al pasado. Sin embargo, con los proyectos Everybody loves to cha, cha, cha o incluso el de The Gallop era tan sencillo como trasladarme al lugar a fotografiar. Ahora mismo, por ejemplo, estoy trabajando en un proyecto que hace un recorrido a través del colonialismo botánico, centrándome en la fiebre de las orquídeas y

aquí me dedico a intentar buscar la fórmula que mejor cuenta una historia y adaptarme a ello. Sí que es cierto que he disfrutado muchísimo con la fotografía escenificada, pero no creo que sea siempre el mejor modo de contar una historia. Es tarea del autor encontrar cómo puede contarla de la mejor manera.

Hace unas semanas se anunció el nombramiento de Cristina de Middel como presidenta de la Agencia Magnum. Su ingreso hace unos años no estuvo exento de cierta polémica por aquello de que muchos no acababan de entender cómo la fotografía documental desde hace años había ensanchado sus límites. Ese nuevo documentalismo al que también suele asociarse tu nombre parece ir imponiéndose como una de las grandes corrientes en la fotografía contemporánea, ¿te sientes de algún modo reafirmada en tu trabajo por esta tendencia o estás al margen de todos estos debates y tienes claras tus inquietudes y modo de contar?

Cuando leí la noticia de que Cristina de Middel iba a ser presidenta de Magnum me alegre muchísimo, primero porque una mujer iba a ser la directora de la Agencia y también porque creo que es una persona que tiene una mente muy abierta, que cuenta historias muy tensas incluyendo incluso mucho sentido del humor en ellas, aparte de que la veo como una mujer súper trabajadora. En cuanto a las etiquetas, tengo cierto problema con ellas porque creo que limitan mucho. Si me meto dentro del nuevo documentalismo parece que únicamente me dedico a esa área, pero qué pasa ahora cuando, por ejemplo, estoy utilizando el collage y la apropiación en mi último proyecto. Creo que tenemos tendencia a definir o encasillar absolutamente todo y a mí esto me parece un poco agobiante, por lo de tener que limitarte a ciertas formas

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y creo que precisamente lo importante en mi trabajo es esa libertad creativa que me permito a mí misma, incluso me permito tocar áreas que no domino para contar una historia como, por ejemplo, el collage. No tengo esa necesidad de quedarme en unas convenciones determinadas y, si durante el proceso, siento de forma intuitiva que he de utilizar otros recursos, no me siento en la necesidad de tener que explicar por qué de repente utilizo el collage en vez de una técnica sacada directamente de mi cámara fotográfica. Es por ello que tengo ciertos problemas con los límites y con la necesidad de encasillarnos dentro de un género, porque creo que esto es una forma de simplificar y, cada vez más, estoy empezando a definirme, casi, casi, como artista visual, no exactamente, pero en ese límite en el que la fotografía es una herramienta de la que me valgo, pero que si, de repente, necesito utilizar algo que no es meramente fotográfico, no voy a tener problemas para apropiarme de esa técnica para desarrollar mi trabajo.

A pesar de tu juventud acumulas ya una larga lista de trabajos, ¿no has sentido nunca la pulsión de volver la cámara hacia ti y ser tú la protagonista de algún proyecto personal? ¿Pesa demasiado tu formación como periodista en lo que te interesa fotografiar?

Creo que todos mis proyectos tienen algo de mí. No creo que acabe girando la cámara a mí, literalmente hablando, pero sí que fotografío mi entorno bastante. No sé si algún día llegaré a compartir o a hacer públicas esas imágenes, pero sí que fotografío a mi gente, de una manera muy personal. Pero no es lo mismo fotografiar a los tuyos que compartir esas imágenes con los demás. No me niego a ello. De hecho, durante el confinamiento, fotografíe a mi hijo

que entonces tenía dos años y las imágenes acabaron publicadas en Tiempo Detenido, que salió publicado por la Fundación Enaire. Por lo tanto, creo que el hecho de fotografiar es intrínseco en nuestras vidas y que la mayor parte de nosotros que nos dedicamos a la imagen, también fotografiamos a las personas de nuestro entorno, incluso a veces a nosotros mismos y compartir esas imágenes también puede ser fantástico, pero sí que es cierto que ahora mismo estoy centrada en mover la cámara hacia el otro lado.

https://begoanton.com/

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David Arribas. El Punk como actitud.

Tras un largo recorrido de más de seis años, el fotógrafo documentalista David Arribas consiguió sacar adelante un proyecto en torno al movimiento Punk y a quienes viven según sus principios. Un trabajo, “Ansia” que llegará en forma de exposición a Bilbao con motivo del próximo Basque Dok Festival de principios de noviembre. Entrevista: David Tijero. Nº 4
© Eneko Perez

Cuéntanos cómo la fotografía se convirtió en tu modo para expresarte, ¿hubo algún momento en concreto o fue un proceso paulatino?

No hay nadie en mi familia que hubiera fotografiado antes. No tengo una tradición de que mi padre tuviera una cámara o mi abuelo revelara. A mí me empezó a interesar la fotografía con los viajes. Iba con mis amigos todos los años a tres o cuatro sitios y ahí fue cómo me empezó a interesar, para captar esos sitios a los que íbamos y llevarme recuerdos de allí. Fue entonces cómo empecé un curso de foto para aprender cómo se usaba la cámara, fui conociendo gente que me introdujo en el mundo en la fotografía, autores y demás hasta que descubrí el fotoperiodismo y más adelante la fotografía documental, que es a lo que ahora me dedico. Curiosamente, hoy en día cuando viajo apenas hago fotos y la fotografía la utilizo para documentar los temas que me interesan.

¿Y cuál sería tu posicionamiento dentro de la fotografía? ¿Lo ves como una afición que querrías convertir en tu profesión o profesionalizarte te quitaría de algún modo la libertad de poder tratar los temas que más te interesen?

Cuando abordo un trabajo puedo decir que trabajo de manera profesional, aunque no sea la fotografía mi principal fuente de ingresos. Lo considero una profesión. Viendo el tema de cómo están los encargos, por las condiciones y tiempo en el que deben de estar hechas las fotografías, es algo que no me interesa demasiado. Sirva de ejemplo el trabajo sobre los punkis que me llevó más de seis años. No me interesa ir adonde va todo el mundo, como es ahora el caso de Ucrania, donde se dieron más de tres mil acreditaciones a periodistas. Me interesa abordar temas que se hayan tratado menos y poder hacerlos de manera más reposada. Tener otro trabajo me permite mantenerme independiente y no tener que aceptar un

encargo de alguien para hacer algo. Me puedo permitir trabajar en el tema que quiero y el tiempo que necesite. Para mí ya no es una afición. Me dedico a hacer ensayos sobre temas muy concretos que pueden ser difíciles de abordar, como los trabajos sobre el suicidio o la anorexia o sobre el maltrato de perros. Aunque siempre sigas aprendiendo, una vez empiezas a controlar lo que quieres hacer como autor y tienes una línea definida por los temas que trabajo y la estética que utilizo por lo que, para mí, no vivir de ello exclusivamente no me implica no ser profesional. Es la implicación moral que tienes con la fotografía lo que te hace sentirla como una profesión.

Hace unos meses publicaste “Ansia”, un interesante trabajo que documenta algo tan potente estéticamente como es el movimiento Punk, ¿Cuándo comenzaste con este proyecto?, ¿partías con documentación previa sobre la que ir construyendo el libro o las fotos se fueron haciendo una vez decidido abordar un proyecto así?

Empecé el proyecto en 2013 y en 2014 lo presenté a la beca de Albarracín. Lo hice porque era una escena que conocía previamente de cuando, siendo un adolescente, empecé a escuchar grupos, experimentar con la música, frecuentar ciertos ambientes. Una cosa que me remarcaron mucho en mi etapa de formación en fotografía fue que debía elegir temas que conociera y que tuviera cerca, por lo que me decidí por documentar la escena Punk de la actualidad. Elegí una forma de recordar esos tiempos de adolescencia en el que me movía en esos ambientes y el trabajo ha ido poco a poco alimentándose y creándose esta maraña de imágenes. Es lo bonito de estos trabajos de largo recorrido. Van desarrollándose y creciendo a lo largo

de los años hasta poder acabar como libro y exposición.

¿Partías con una idea preconcebida de lo que ibas a fotografiar en cada sesión o fuiste más testigo de lo que en cada sitio y situación acontecía y como tal lo recogiste en imágenes?

De primeras, una cosa que les planteé era que no quería hacer solamente fotografías de gente en conciertos. Buscaba algo más. Quiero haceros fotos de conciertos, pero también contar cómo vivís. Habrá fotos que me servirán, otras que no, y esas os las podréis quedar vosotros para usar para discos, promoción y demás. Recuerdo que les sorprendía mucho verse en las primeras fotos que les hice pues la mayor parte de lo que tenían eran fotos de móviles o con cámara de poca calidad y en poco tiempo pasé de ser el tío raro que venía con la cámara a preguntarme que a ver cuándo venía.

Es una vez que se acostumbran a ti y te haces de algún modo invisible, cuando empiezas a hacer las fotos interesantes.

Las primeras no servían de mucho pues cada vez que apuntabas la cámara se ponían a posar, te miraban, eres alguien extraño a su rutina… pero una vez se acostumbraron a hacer su vida norma como si yo no estuviera fue cuando pude empezar a documentar lo que buscaba. Su vida, sus hijos, su casa, momentos íntimos, lo que hay detrás de todo ese salvajismo de los conciertos, de su estética… había días más inspirados que otros, pero me hice con gran cantidad de material.

“Ansia” consiguió publicarse a partir de una campaña de micro financiación, ¿qué

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nos puedes comentar de dicho proceso? ¿Prima la libertad de poder elegir cómo desarrollar un proyecto como este o echaste de menos algo más de ayuda y haber podido delegar en alguna parte del proceso que conlleva crear un fotolibro?

Creo que el trabajo pedía ser hecho como autogestión porque si no habría perdido un poco la esencia de lo que pretendía hacer. Un lema del Punk es “Hazlo tú mismo” y con la campaña de crowdfunding contaba con la libertad de no tener una editorial que me marcara el camino, si bien es cierto que es más sencillo trabajar con una por lo de no tener que asumir toda la responsabilidad. Ha sido también una manera de demostrarme que se puede hacer un libro por uno mismo. Era un reto que me parecía muy interesante, aunque es verdad que genera mucho trabajo, hay muchas cosas que gestionar, pero he aprendido mucho en base a ensayo y error y será algo con lo que partiré en próximos proyectos. Elegí la fundación Goteo para hacer el crowdfunding por estar especializada en proyectos de temática social. Al final aposté y la jugada salió bien. Y ha podido salir adelante gracias a la gente, que ha visto que era algo interesante.

¿Cuál ha sido la parte más complicada para sacar adelante un trabajo como este? ¿Has tenido algún tipo de colaboración en alguna fase del mismo?

Para mí ha sido la edición. El tener que elegir fotos y descartar otras. Sientes mucho apego por alguna de las imágenes y es por ello que conté con la ayuda de Javier Arcenillas para esa tarea. Al principio de ello tenía mucho material, temas que se repetían y había que descartar, algo que nos cuesta mucho a los fotógrafos. Es complicado desapegarnos de fotos que nos

ha costado mucho hacer, aunque acabes por entender que no acaben de encajar en el conjunto final. También me resulto bastante engorroso escribir los pies de foto, pero bueno, lo asumí como un trabajo “sucio” que hay que hacer. Gracias a Javier y su ayuda en la edición aprendí mucho sobre seleccionar, hacer un conjunto de imágenes que a priori pudieran parecer menos interesantes pero que en grupo suman mucho más que por separado. ¿Observas en la actualidad algún otro movimiento musical, cultural o social que pudiera equipararse al impacto, estético, cultural o político de lo que supuso la irrupción del Punk supuso en 1977?

Creo que el punk sigue, aunque creo que vivimos en una época un poco de letargo en el que apenas hay movimientos sociales directos o contestación ante las cosas que están mal en temas que nos afectan a todos

como, por ejemplo, la subida de precios de los últimos meses. Sigue habiendo gente fiel a estos principios del Punk, gente que vivirá y morirá fiel a ellos, pero en general no tiene la repercusión de entonces. Cuando surgió el Punk en España, en plena Transición, coincidió con un momento en el que había una amalgama de contracultura a nivel global y que entró por todos lados, siendo el Punk uno de ellos. Se expresó de forma diferente en diferentes lugares, pero llegó a todas partes.

El Punk podría equipararse al movimiento Hip-Hop, pues ambos son movimientos surgidos en las calles y basados en la contestación a lo establecido. Hubo intentos de querer equiparar la Movida madrileña como un movimiento similar, pero, siendo respetable, todo aquello, no tenía nada que ver con la esencia rebelde y contestataria

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de los otros dos, ambos con una fuerte carga social. Como todo es cíclico, probablemente volverá, quizás no como antes, pero se manifestará de otro modo. Aunque ahora mismo, por el sistema que vivimos, estamos dormidos. Las manifestaciones de antaño eran mucho más masivas que las de ahora y ahora, a pesar de que hay muchas cosas que están mal, la protesta es mucho menor.

¿Qué consejos darías a aquellos que tengan un proyecto en mente que quiere acabar como fotolibro? ¿Algo que deberían intentar evitar a toda costa basándote en tu experiencia?

Yo les diría que hagan lo que quieran, que, si se cierra una puerta, se abrirá otra y que no hagan caso a las críticas destructivas, que no aportan más que el ego de uno contra el tuyo. Que se busquen gente que aporte y con la que hacer piña. Apartarse de gente que desanima, minusvalora o que no te ayudan en nada.

A veces las revisiones de trabajos pueden ser muy duras y hace que mucha gente se desanime y acabe por creer que lo que tiene entre manos no vale la pena. Es algo duro de aguantar, pero si crees que eso es bueno y vale la pena, no desistas.

Fórmulas hay para poder hacerlas. Hay que intentar hacer lo que uno quiere y poder hacerlo. Da igual que no llegue Photo España o Arles, pero a lo mejor llega a tu barrio, a tu comunidad.

En suma, tratar de rodearse de gente que apoye, que aconseje y no tener prisa en llegar a la meta si haber hecho antes un recorrido.

En el próximo Basque Dok Festival que se celebrará en Bilbao el próximo noviembre, una zona que contó con una fuerte escena

Punk en su día, ¿qué podremos ver en la misma? ¿será un complemento al libro Ansia? ¿Habrá alguna imagen inédita que hubiera quedado fuera de la edición?

La exposición ha estado en Castellón, en Teruel y en octubre viajará a Huelva. Bilbao me parece un sitio muy bueno para acabar con la gira de este año. Bilbao, el País Vasco, es un grupo de donde salieron muchos grupos que nos influenciaron. Voy con muchas ganas de enseñar el trabajo allí para mostrar como es el Punk en la actualidad, algo que no está demasiado documentado como sí lo está aquella escena de los años setenta y ochenta. Sin apelar demasiado a la nostalgia, creo que es bonito dar protagonismo a algo que se olvidó en su momento y que ahora está más bien aletargado, pues entre otros motivos, también hubo un interés en desactivarlo como sucede con todos los movimientos subversivos. Me parece una forma muy bonita de darle ese recuerdo y mostrarlo en un lugar como Bilbao. La exposición incluirá descartes que no se pueden ver en el libro, llevo además posters, carteles, pancartas, con un multimedia muy potente que enseñare el día de la presentación mostraré y que me da para hacer mucho juego con ello.

http://www.davidarribas.com/

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Scarlett Coten. La fotografía como acto de desobediencia.

Su vocación temprana por la fotografía surgió gracias a los álbumes familiares de su abuela. Imágenes que despertaron la curiosidad a esta fotógrafa francesa afrontar intrépidos proyectos de larga duración por diferentes países, alcanzando con ello una gran repercusión. Uno de ellos, Mectoub, se alzó además con el prestigioso Premio Leica Oscar Barnack 2016, trabajo en el que cuestionaba el rol e imagen de los hombres en países de cultura árabe.

Entrevista: David Tijero.

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¿Cuáles serían las temáticas principales que abordas en tus proyectos? ¿Cuándo decidiste que sería la fotografía la forma en que ibas a expresar tus inquietudes?

Mi pasión por la fotografía y el cine se remonta a mi infancia, cuando junto a mi abuela materna, descubrí, muy joven, el poder mágico de la fotografía en las páginas de los álbumes familiares. En esos grandes álbumes, cada imagen desencadenaba una historia sobre un pasado que me era desconocido, el de una epopeya familiar, que Louise Coten, fotógrafa aficionada desde 1930, documentó con pasión. Más allá del testimonio de una época, hay en esas fotografías claros signos de una mirada original, libre y lúcida. La modernidad de la mirada de esta mujer, curiosa, abierta, obviamente inspiró mi deseo de ser fotógrafa. Mi primer trabajo fotográfico, en blanco y negro, comenzó en los años 80. Una especie de road movie en torno al universo poético de la infancia y con un carácter profundamente autobiográfico, aunque yo no apareciera en el

mismo, fue como un nuevo capítulo añadido al álbum iniciado por Louise y ampliada en la década de 2010 por mi propia hija, “Les preuves du souvenir” I, II y III, muestran la mirada constantemente renovada de tres generaciones sobre su condición de mujeres, jóvenes madres y fotógrafas. Mi inspiración también proviene de largos viajes familiares en los que nos embarcamos en una aventura de un puerto a otro. La emoción de lo desconocido, el espacio abierto de los océanos, los personajes encontrados durante las escalas, las entrevistas emitidas en la radio que acompañaban nuestras travesías, los libros que leíamos, los museos visitados durante las escalas… todo esto está en el origen de lo que luego contribuyó a alimentar mi deseo de ver el mundo, y de fotografiarlo: el cine y la literatura. Mi primer patio de recreo fotográfico es un fin del mundo con un falso aire del Oeste americano, La Camargue, en el Sur de Francia. Un territorio propicio para la fundación de mis obsesiones: lo íntimo como medio de acercamiento al mundo, la

vulnerabilidad, el deambular, los espacios abiertos, fruto de la imaginación de los hombres frente a su condición, la marca de sus deseos. Con el nuevo milenio, al blanco y negro, metáfora de un tiempo vuelto hacia la interioridad, le sigue el color y la garra del presente. Defino más radicalmente los ejes de mi universo personal: la búsqueda de la identidad, por supuesto, porque la experiencia de lo vivido es inseparable de mi práctica artística, pero más allá, un compromiso con lo que desborda. Una filosofía de apertura basada en la reciprocidad del encuentro y que se fija en los márgenes, en lo que está fuera del marco, fuera de la norma. Una fotografía documental de la desobediencia al servicio de la fragilidad, de la marginalidad.

Mis proyectos exploran los temas de identidad, intimidad, género, particularmente a través del retrato fotográfico. Hablan de historia, del estado de cosas.

Cuestionan el mundo de hoy, dan testimonio de nuestras luchas, nuestras dudas, nuestras aspiraciones y, sobre todo, celebran la apertura, la audacia, la empatía, la tolerancia y la libertad.

En tus retratos vemos una inmensa mayoría de hombres, todo un cambio de roles si nos atenemos a lo que ha sido la Historia del Arte, ¿Te sientes de algún modo pionera en un camino muy poco transitado?

Quizás… es difícil afirmarlo sobre una misma. La conquista de la mirada femenina es reciente, y atreverse a mirar a los hombres es fruto de una larga lucha. Mi determinación de cuestionar la política sistémica de “ver y ser visto” en la Historia del Arte es una decisión que tomé con plena conciencia en 2012. Me pareció, en el contexto particular

de las Primaveras Árabes, que una inversión de perspectivas era necesario aquí y ahora. Una de las razones fueron los numerosos trabajos ya realizados en torno a la condición de la mujer en estos territorios, por mujeres y con razón, y otra, imprescindible, posicionarme por la inversión de la mirada en un acto contundente, sin duda precursor en esos países, en esa época. Se trataba de inscribir mi obra en la historia del feminismo continuando lo logrado desde las vanguardias de los años 60 y 70 e ir más allá de la reapropiación de la imagen de la mujer por parte de las mujeres. Invertir los roles y dar una mirada femenina a los hombres me pareció un gran desafío.

Muchos de tus trabajos se han desarrollado en diferentes países africanos bañados por el Mediterráneo, ¿esa elección corresponde a un motivo determinado?

Sucedió un poco por casualidad. Fue una invitación a cruzar al otro lado. En el año 2000 vivía para la aventura. Fotografiaba temas relacionados con la vida nómada: construcciones temporales, chozas efímeras, caravanas arrojadas entre la arena y el mar, me sumerjo del todo en la cultura nómada. Durante tres años compartí la vida de una tribu beduina en el desierto del Sinaí. Pude documentar un Egipto en la serie “ Still alive “ que da cuenta del entusiasmo, humor y modernidad de un pueblo olvidado pero vivo. Esta gozosa y extraordinaria experiencia está en el origen de mi interés por el mundo árabe, lo que me llevó durante los siguientes diez años a viajar desde el norte de África hasta Oriente Medio.

Mectoub es probablemente tu trabajo que más difusión ha conseguido, ¿cómo surgió la idea de hacer algo tan a priori complicado y sobre todo tan audaz?

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En 2012, tras el estallido de la “Primavera Árabe” y la experiencia y el tiempo que había dedicado a observar la sociedad marroquí y egipcia me llevaron a centrarme en las profundas convulsiones de esta región del mundo. Los levantamientos populares expresan los anhelos de emancipación de una generación que demanda más libertad individual, lo que aquí se asemeja a un acto de rebelión. El coraje de esta juventud, que a veces ponía en peligro su vida para vivir libremente sus aspiraciones, motivó mi deseo de apoyar sus demandas, particularmente por la autodeterminación.

Mi elección de cuestionar la identidad masculina se impuso porque era necesario sacudir la imagen tradicional que del hombre en el mundo árabe se retransmitía en los medios de comunicación.

Quería mostrar otra realidad, lejos del tumulto y la agitación. Al poner a estos jóvenes al frente del escenario, en contextos íntimos libres de presiones sociales, mi objetivo era ofrecer una relectura de la visión fragmentaria que tenemos, en Occidente, del hombre árabe. Entonces los invité a mostrarse como son: complejos, múltiples, modernos. Como mujer, asumir el reto de un cara a cara donde se trata de invertir los papeles, de tomar el poder sobre el hombre, a través de la cámara, es aprender el equilibrio entre la seducción y la protección, combinado con el deseo de establecer una verdadera confianza mutua. Mi edad y mi experiencia, sin duda, me han ayudado bastante.

La cultura árabe suele ser algo reacia a dejarse fotografiar, por lo que llama la atención que una mujer extranjera haya logrado abordar a hombres desconocidos y que accedieran a ser fotografiados, ¿cómo conseguiste algo así?

Tal vez porque era una mujer, extranjera, de paso, sin raíces ni pertenencia a su propia cultura o religión. Porque esta posición le permite al otro confiar, la posibilidad de contar historias sin tabúes, de ser sincero, sin correr el riesgo de ser estigmatizados. Por mi parte, me acerco a los hombres con los que intuyo una complicidad mutua, aquellos que encarnan, por su actitud, su mirada, un espíritu de libertad. Les explico mi enfoque, les muestro las fotos que ya he tomado. Casi no tuve negativas. Por el contrario, saber que serían vistos los animó a abrirse. Afirmar su identidad, su individualidad es una lucha que consideran importante mostrar al mundo, porque si no son reconocidos en su propio país, en otro lado, pueden encontrar una forma de consideración. Son conscientes de la imagen reduccionista que Occidente puede tener del “hombre árabe” y están encantados de negarlo, a su manera.

Esos retratos de hombres, hechos en un lugar que parece apartado, parecen despojados de esa máscara de dureza e imperturbabilidad que se le supone a un hombre adulto. Se pueden hacer numerosas lecturas de un trabajo así. Una de ellas podría ser que allá donde la masculinidad tóxica impera, también ejerce una violencia hacia los propios hombres.

Sí, así es. Más aún en sociedades en las que, además de ser patriarcales, como sucede absolutamente en todas partes del planeta, la religión juega un papel preponderante en los que se supone que debe ser el hombre.

¿Cómo fueron recibidos estos trabajos en los países donde tomaste las fotografías? Documentar un colectivo invisibilizado como el LGBT o mostrar fotografías en las que los retratados exhiben tatuajes

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probablemente no gustó demasiado en ciertos ámbitos.

Contra todo pronóstico por lo que desde aquí podríamos esperar, Mectoub fue objeto de exposiciones en Fez, Marruecos y luego en Amman, Jordania donde fueron muy bien recibidos.

Mucha gente me agradeció por hacer este trabajo. En Egipto se censuró una conferencia, pero los jóvenes que conocí allí apoyaron este trabajo. En Argelia, el diario “El Watan”, el más leído de Argel, publicó una doble página en su especial de fin de semana en pleno Ramadán y tituló: “El hombre árabe es una mujer como las demás”. ¡Fantástico! Fue en Francia donde me preguntaron por qué fotografiaba hombres árabes y si sentía una atracción particular por ellos... Se me cuestionó una legitimidad que creía evidente en nuestra profesión, la de abordar los temas que nos parecen importantes. No niego la complejidad del tema y soy consciente de los efectos postcolonialistas, de las susceptibilidades o culpas que ha engendrado la Historia, pero el arte es un campo de libertad, donde las fronteras y los tabúes quizás puedan ser superados. En lo que a mí respecta, así lo veo y lo vivo como artista, pero como mujer he sufrido comentarios y cuestionamientos que ninguno de mis colegas masculinos que fotografían mujeres por todo el planeta han tenido.

Una curiosidad en algunos de tus proyectos fotográficos es que para algunos proyectos te has valido de una cámara de plástico, consiguiendo, sin embargo, unos resultados fascinantes con ella, ¿a qué se debe esta llamativa decisión de trabajar con una cámara de este tipo?

Durante casi 20 años trabajé con 24x36 con una 35mm: Una Leica de segunda mano

que me acompañó en todos los temas que traté, del retrato al paisaje, de la naturaleza muerta al reportaje. Llegué a una especie de hastío hacia el acto de fotografiar, sumado a ganas de salir de mi zona de confort y confrontarme con otros formatos por lo que me decidí a experimentar. Compré cámaras de plástico, una Holga y una Diana, (de la familia Lomography) muy asequibles, con aspecto de juguete de todos los colores, unos modos muy sencillos: sol, nubes, retrato, paisaje, y flash incorporado. Utilicé negativos 6x6, sin reglas de ningún tipo a la hora de fotografiar. Todo como un juego de niños. Lo experimenté como una liberación: “sin reglas, sin prohibiciones, sin restricciones”. Nos atrevemos a ello y ya veremos después. Además, la aparición de estas cámaras me fue de gran utilidad en un país como Marruecos donde la imagen sigue siendo hoy en día un tabú, para convencer a una población que no se deja fotografiar fácilmente, y menos aún en la playa. http://www.scarlettcoten.com/

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Gabrielle Duplantier. El lenguaje mudo de la fotografía.

El trabajo de Gabrielle Duplantier no es de los que deja indiferente. Por encima de modas y tendencias, ha sabido crear un fascinante mundo propio habitado principalmente por mujeres y niños que habitan paisajes que a pesar de sentirse cercanos se adornan de gruesas capas oníricas. Entrevista: David Tijero.

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Si bien tu formación se encuadra dentro de la rama artística, tus conocimientos en fotografía son más bien autodidactas, ¿sientes como una debilidad una posible falta de referentes a la hora de fotografiar o es quizás una formación ajena a la fotografía lo que te ha permitido encontrar un estilo tan personal?

No haber estudiado fotografía fue un complejo que arrastré durante mucho tiempo. Sin dominar del todo la técnica, me apoyaba únicamente en la mirada, en la búsqueda de la imagen. Avancé en base a equivocarme mucho, a dar rodeos para acabar llegando adonde quería. Pasé muchos años en una gran incertidumbre mientras me negaba obstinadamente a aprender.

No haber tenido maestros, referentes o una gran cultura fotográfica me permitió evolucionar hacia un estilo más novedoso.

Tu obra se ha comparado con la de fotógrafos como Michael Ackerman, Trent Parke, Anders Petersen o Roger Ballen, ¿te sientes de algún modo influenciada por alguno de ellos o estas conexiones estéticas están más en la mirada de críticos y espectadores?

El descubrimiento de las fotografías de Michael Ackerman en su libro Fiction me supuso un gran shock. Me puso frente a frente con la cuestión de la libertad en la fotografía, la libertad de hacer las fotos que uno necesita, sin que importe si son imperfectas o irreales. Más adelante descubrí los libros de Koudelka o de Julia Margaret Cameron, que también me han influido y generado nuevas inspiraciones.

Diane Arbus afirmaba algo así como que una fotografía es un secreto sobre un secreto. Cuanto más te dice, menos sabes de ella. Parece una buena definición de la

impresión que producen muchas de tus imágenes. Producen más preguntas en quien las mira que respuestas.

Lo que me abruma en una obra es la impresión de estar a un pequeño lado del mundo real, pero con elementos ordinarios que pertenecen a él. Siento una gran emoción cuando me pregunto: ¿cómo es posible haber visto esto, haber estado allí?

No reclamo nada con mis fotos, no digo nada en concreto, lo que busco es un misterio, solo me ilumino haciendo imágenes, sí, hay preguntas sin respuesta, y eso es bueno, la imagen tiene un lenguaje propio que es magníficamente mudo.

¿Es una casualidad la querencia por el universo femenino en tus fotografías de retrato?

En cualquier caso, no es algo intencionado o un proyecto en sí. Siempre me ha obsesionado el retrato femenino en la historia del arte, en la pintura o en la fotografía y en las heroínas en la novela o en el cine. Soy mujer y naturalmente me siento a través de otras mujeres. El retrato me ayuda a expresar sentimientos ambivalentes ante la vida, por su imaginería, y es en los retratos de mujeres o niños donde los encuentro de forma más precisa.

¿Cómo consigues esa intensidad, de una profunda sensación melancólica y trágica, en tus retratos, ¿son sesiones con preparación previa? ¿Las personas fotografiadas es gente que conoces o prefieres trabajar con modelos o actores?

Cada foto tiene su propio contexto, ya sea un retrato robado o algo más escenificado compuesto o en el medio. Prefiero mucho

más fotografiar personas con las que paso tiempo y con las que tengo afinidades que a desconocidos. Mi primer modelo fue mi mejor amiga, luego probé con mis primas, más tarde con otras amigas, muchas de las cuales no habían tenido experiencia previa con la fotografía. A veces me he encontrado con personas desconocidas cuyo rostro de inmediato me generaba curiosidad y suscitaba historias en mí y tras fotografiarles, alguna de estas personas se ha convertido en alguien cercano para mí.

Háblanos de la influencia que Portugal tiene en tu fotografía, ¿de dónde viene dicha influencia?

Estoy ligada a Portugal por mis raíces: mis abuelos maternos eran de las Azores desde donde emigraron a los Estados Unidos y más tarde al sur de Portugal. Mi abuela vivió en Portugal desde que nací, así que he viajado allí toda mi vida para ir a verla. Lamentablemente acaba de morir, pero quiero tener cuidado de no romper ese vínculo... Cuando estoy en Portugal soy feliz, respiro un aire diferente allí, me gusta todo del país, sus olores, la música, la gente, el idioma, la naturaleza, incluso las ciudades. Tengo una serie no muy articulada de mis muchos viajes de ida y vuelta allí, y que voy aumentando al azar en cada viaje.

¿Cómo surge la idea de recopilar tus fotos en libros?, ¿cuentas con algún tipo de colaboración en la edición y selección de las imágenes que acaban por formar parte de un trabajo?

Desde hace mucho tiempo tenía en mente hacer libros y, tras muchos intentos fallidos con diferentes personas, aparqué la idea hasta que me contactó David Fourré de la editorial Lamaindonne. Me ofreció trabajar con él para crear un libro a partir de mis

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fotografías. David no quería publicar una serie en particular, sino componer una historia con todas las imágenes escogidas de mis diferentes proyectos. El primer libro fruto de esta colaboración, Volta, publicado en 2014, así como conocer a David, fueron muy importantes en mi construcción como fotógrafa y perfilaron mi camino. Volta se agotó rápidamente, lanzándose una segunda edición en 2021, la cual también se agotó. Publicamos un segundo libro en 2018, Terres Basses y tenemos en mente publicar un tercero de aquí a uno o dos años. Trabajar con David es algo muy sencillo y alegre. Me ayuda a dar sentido y estructurar mi manera de hacer las cosas.

Desde el otro lado de los Pirineos, Francia se ve como un lugar donde la cultura y creación artística cuentan con un apoyo público y un prestigio del que aquí se adolecen, ¿es una impresión correcta o es algo más bien idealizado? ¿Es sencillo para un artista o creador vivir profesionalmente de su trabajo en Francia?

En Francia, hay becas, residencias, premios, pero las solicitudes son numerosas, los dossiers son tediosos de preparar y las plazas son muy limitadas, a menudo las convocatorias son para unos pocos o un único ganador, y alzarse ganador es algo que sucede de forma extremadamente ocasional. También se puede optar a subvenciones, pero no todos los artistas se sienten necesariamente cómodos con la documentación que deben preparar y dossiers que deben realizar para poder acceder a ellas.

Ser fotógrafo es algo asociado a la precariedad, incluso en mi país. Hay que saber multiplicarse para salir adelante y también saber vivir con poco.

https://gabrielleduplantier.com/

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Richard Kalvar. Escenas de la cotidianeidad.

El nombre de Richard Kalvar está asociado a la historia misma de la fotografía. Una larga carrera de más de cincuenta años en el que ha destacado por la homogeneidad de un estilo, tan aparentemente sencillo, como efectivo, que captura la esencia misma de la vida cotidiana mediante imágenes que transitan entre lo curioso, lo divertido y lo fascinante. Entrevista: David Tijero.

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Háblanos de tus inicios en la fotografía, ¿fue un hobby antes de convertirse en una profesión?

En mi infancia y adolescencia, no tenía interés alguno en la fotografía. Recuerdo haber visto en ocasiones imágenes en la revista Life, pero no me sentía especialmente atraído por ellas. De hecho, sentía que esas tomas tan elaboradas me desanimaban a interesarme más, eran fotos que parecían imponer un modo estandarizado de pensar. Ingresé en la Universidad, donde estudié Literatura, pero me fui retrasando en mis estudios, así que decidí dejarlo poco antes de cuando se suponía debía graduarme. Volví a Nueva York y me puse a buscar trabajo, y por una casualidad muy loca fui contratado por el fotógrafo de moda francés Jérôme Ducrot. Nunca supe por qué me contrató, ya que no sabía nada de hacer fotografías. Y entonces, una cosa llevó a la otra…

¿Tuviste algún fotógrafo que haya influenciado especialmente? ¿Fue de ayuda para conseguir tu propio estilo?

Trabajando para Ducrot, probé con la fotografía de moda, pero me di cuenta de que no tenía un especial interés o talento para ello. Pero tomé prestada la cámara de mi jefe y empecé a explorar la calle.

Cuando descubrí a Cartier-Bresson y a Robert Frank! Aquello realmente me liberó; comprendí que no tenía que hacer las fotos de un modo determinado; que simplemente me podía dejar llevar.

No quería imitar a Henri Cartier-Bresson o a Frank, o a otros que me impresionaban (Friedlander, Diane Arbus, Elliott Erwitt); Simplemente quería compartir su libertad. En lo referente al estilo personal, vino de forma natural, y de una manera bastante

rápida. Hacía las fotos y, tras ello, miraba a las hojas de contactos. Iba haciendo marcas con rotulador cada vez más largas bajo las fotos que más me iban gustando y gradualmente fui acotando la selección. Unas pocas fotos sobresalían con marcas de rotulador en los cuatro lados, y descubrí para mi gran sorpresa que se intuía un estilo natural a través de esas imágenes y vinculadas de manera inesperada a mi personalidad no fotográfica. Sigo fotografiando del mismo modo.

¿Cuál sería tu principal motivación cuando empuñas la cámara? ¿Capturar un momento curioso sin que importe cuándo ni dónde fue o más bien documentar un tiempo y un lugar utilizando la imagen para ello?

En general, mi intención no es documentar ni tiempos ni lugares, aunque, en cualquier modo, ambas cosas se infiltran en mis fotografías. Lo que sí intento es capturar momentos curiosos, pero eso es solo el inicio. Intento que ese momento curioso se desarrolle y adquiera un nuevo significado dentro de los cuatro lados de la imagen. No sucede muy a menudo que salga victorioso en este empeño.

Eres un fotógrafo americano que vive en París, una ciudad, es mi experiencia personal, en la que la gente no es especialmente amigable frente a alguien con una cámara en la mano. ¿Cómo es tu experiencia allí? ¿Hay alguna ciudad o algún lugar en el que hacer fotos en la calle sea particularmente fácil?

Recientemente pasé unos días en Nueva York, mi lugar de nacimiento, por primera vez desde el inicio de la pandemia de Covid y puede tomar algunas fotos que realmente me gustan de veras. No es que fuera fácil, pero

las pude hacer con facilidad, ya que había montones cosas sucediendo en la calle a la vez. París tampoco está tan mal. Has de tener en cuenta que tengo mucha experiencia en esto y sé ser bastante escurridizo, algo muy importante en este tipo de fotografía. Lo que es difícil es fotografiar en un lugar donde no pasas desapercibido, donde tu aspecto es diferente al de los demás, allí donde la gente está muy pendiente y a menudo recelosa de tu presencia.

Y aparte, hay países donde básicamente es ilegal fotografiar a la gente en la calle sin su consentimiento, como sucede en la actualidad en Alemania. Es algo terrible, porque en veinte o treinta años no nos vamos a poder hacernos una idea sobre cómo era el lugar y su ambiente.

Se dice que la fotografía de calle es un subgénero lleno de clichés, que hay demasiados fotógrafos de calle haciendo las mismas cosas y más preocupados en la estética de la imagen que en el valor documental de la imagen. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

Siempre hay demasiada gente hacienda las mismas cosas en todo tipo de artes: pintura, poesía, fotografía, composiciones operísticas, etcétera. Pero no es una razón para confundir la hierba con la maleza. Nadie está obligado a expresarse a sí mismo por medio de clichés, y hay fotógrafos de calle que no lo hacen. Podría decirse que a veces son los fotógrafos equivocados lo que alcanzan mayor repercusión, pero esa es ya otra cuestión.

Personalmente, me preocupa mucho la estética de la imagen, pero solo como una herramienta al servicio del significado del conjunto total.

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Empezamos a salir, al menos en los países desarrollados, de un tiempo de pandemia que lo ha afectado todo, incluyendo la disposición del entorno urbano. ¿Es algo que te haya influenciado de algún modo que te haya hecho ver de un modo diferente aglomeraciones de gente, lugares cerrados o la distancia entre personas?

Sí he de decir que fotografiar a gente que parecen todos iguales (con máscara) se convirtió en algo bastante aburrido, especialmente cuando no puedes ver sus expresiones. Durante el pico de la pandemia no pude trabajar con libertad por los motivos que comentas, pero también porque sentía que por mi edad era grupo de riesgo.

Eres miembro de la Agencia Magnum, quizás la institución fotográfica más influyente del siglo pasado. Como un fotógrafo que puede ser considerado como clásico y humanista, ¿cómo ves su evolución en estos últimos años?

Parece que el nuevo documentalismo está ganando peso dentro de la misma. ¿Es necesario explorar nuevas vías para describir la realidad o estos nuevos modos de aproximarse podrían acabar por trascender los límites de la fotografía documental y el punto subjetivo del fotógrafo volverse más importante que el propio sujeto descrito en la imagen?

¡Ah! Es una cuestión complicada. Para empezar, no puedo estar perdiendo el tiempo preocupándome por lo que otras personas hacen. Tengo mi propio trabajo el cual me motiva y con el que quiero continuar. Quiero dejarme llevar y seguir mis sentimientos y no ser dominado por mis pensamientos. Me siento atraído por fotografías que se han obtenido a partir de una realidad no manipulada, aunque también haya gente que escenifica la imagen

que va a hacer y lo haga de forma interesante y entretenida. Dices que mi obra puede describirse como clásica y humanista; compro lo de clásico, pero

no creo que pueda considerarme como humanista más allá de que fotografío humanos. No pretendo mostrar cómo de maravillosos son los seres humanos.

Y con respecto a la palabra “subjetiva”, creo que te refieres a esos nuevos tipos de aproximarse a la realidad, pero podría aplicarse también a lo que he hecho durante los últimos 55 años. Pero claro, hay modos subjetivos y subjetivos...

https://www.magnumphotos.com/ photographer/richard-kalvar/

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Éléonore Simon. La fotografía de calle como ejercicio de introspección.

Una infancia transcurrida en diferentes países sembró el espíritu inquieto y curioso de la artista Éléonore Simon, algo que se percibe en su trabajo, que si bien puede encuadrarse dentro de lo que conocemos como fotografía de calle, prescinde a menudo del tiempo y del lugar para crear imágenes bellas en las formas y que parecen ser un reflejo de la búsqueda de su propia identidad.

Entrevista: David Tijero.

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Vienes de una familia que vivió en varios países durante tu infancia, ¿la fotografía llegó a ti tal vez como una forma de guardar recuerdos de los diferentes lugares en los que viviste?

Me siento muy afortunada por haber tenido una infancia tan inusual, y sigo desgranando cómo afecta a mi forma de relacionarme con la fotografía. Nací en Estados Unidos, viví en México y en Suiza de pequeña antes de volver a Francia, país del que son originarios mis padres. Incluso en Francia, seguimos mudándonos cada pocos años. En cierto modo, siento que he integrado completamente este ritmo, el que me permite armar las maletas y comenzar de nuevo cada pocos años. Esto me ha llevado a Filadelfia, Nueva York, Valparaíso y ahora a París. La fotografía, por supuesto, es un registro — si no objetivo o exacto, al menos uno que te ayuda a retener una impresión. Pero desde que tengo memoria he pensado en

la fotografía como una forma de pasar el tiempo primero, como una expresión personal después, y siempre como algo que me daba una excusa para ocupar un espacio en el mundo. En mis imágenes, a menudo omito los indicios de tiempo y lugar. Si vieras una fotografía mía de México sin contexto, ¿podrías ubicarla?

Me he mudado tanto que mi sentido del hogar se ha visto afectado: no sabría decir de dónde soy y me siento en casa en cualquier lugar o en ninguno, según se mire. Mis imágenes parecen expresar ese sentimiento en alguna forma, y si son tanto de exploración como de introspección, puede que reflejen más lo segundo.

¿Fue la fotografía de calle el género que elegiste desde el principio para expresarte como fotógrafa?

Mi primer amor por la fotografía efectivamente fue la fotografía de calle. Sentía que había algo especial en estar en el mundo con una cámara para observar todos esos pequeños momentos de la vida cotidiana, que, en su conjunto, seguramente tienen mucho que decir sobre nosotros. Me parece que, en el ámbito de la fotografía contemporánea, la fotografía de calle se considera a menudo “casual”, con menos profundidad que otros géneros, o incluso un tipo de imagen fácil.

Pero la fotografía de calle en su mejor momento es un género increíblemente vivo, variado y complejo. También creo que es una extraordinaria escuela de trabajo y de vida para cualquiera que la emprenda, una que te enseña rapidez y paciencia, fracaso y gracia, confianza y humildad.

Me gusta pensar que esto se traslada a otros ámbitos de la vida y a la forma de abordar nuevos proyectos.

En cuanto a formalismos, ¿cómo describirías tu estilo a alguien que no conozca tu trabajo?

Líneas, geometría, sombras.... ¡Tengo varias obsesiones visuales! Uno de los elementos que me atrajo inmediatamente a Valparaíso fue su luz, hermosa y a menudo dura, del tipo que puede revelar, pero también ocultar, crear misterio e intriga. A veces creo que fotografío las cosas como no son exactamente, como me parecen, como podrían ser, como las traslada tu imaginación. Mis imágenes se basan en la realidad y en los momentos cándidos, por supuesto, pero también se alejan de ella. Por eso me atrae tanto el blanco y negro. Por eso

juego con ángulos de cámara inesperados y con sombras con tanto placer. No hay nada que me guste más que cuando alguien le dé la vuelta a una de mis fotografías para tratar de entender lo que está viendo y cómo la tomé. Si he conseguido detenerte un minuto, darte un respiro, ¡me alegro!

Cómo te sientes más inspirada, ¿en un lugar nuevo donde todo está sin ver ni fotografiar o las mejores fotos surgen en la rutina de un lugar conocido?

Creo que se necesita un poco de ambas cosas. A veces, un cambio de escenario en forma de viaje, taller o residencia puede despertar la imaginación: con la excitación de un nuevo lugar y un cambio de ritmo, todo se vuelve interesante y digno de ser fotografiado. Suelo producir más en estos escenarios, quizá porque soy consciente de que el tiempo corre. Pero creo que hago mi mejor trabajo donde vivo. La magia de la fotografía de calle es que siempre está cambiando, ningún día es igual al anterior, ningún momento es igual al anterior. Así que incluso los lugares que creo conocer al dedillo siguen sorprendiéndome. Las primeras semanas y meses en Valparaíso estuvieron llenas de asombro y excitación, y me encantan las imágenes que tomé en esta fase de descubrimiento, en la que me sentí totalmente inspirada y llena de energía. Pero sentí que fotografiar Valparaíso de pasada no era lo que quería. Así que seguí mi instinto, y me quedé. Cuando miro mi trabajo de Valparaíso, veo cómo ha evolucionado a lo largo de los cinco años que viví allí. Mis últimas imágenes llevan algo diferente, otra curiosidad, una intimidad quizás, algo más sutil que no puedo nombrar pero que no percibía al principio. Son las imágenes que tomé caminando a casa, de paso por el mercado o al encuentro de los amigos.

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¿Cuál es tu proceso creativo? ¿Sales sin más cámara en mano a documentar la realidad o vas buscando algún tipo de imagen determinada que ya tienes en mente?

Es importante salir a la calle con la mente abierta. Si te propones buscar un tipo de imagen determinado, te cierras a las oportunidades que ofrece la calle y te impides crecer. ¿Eres más bien un fotógrafo abstracto y se te presenta un retrato callejero? Tómalo. Toma todas las fotos que se te presenten: ya tendrás tiempo de editar tu trabajo para que tengan consistencia. Las imágenes que tomamos al pasar tienen mucho que decir sobre quiénes somos y cómo vemos. En cuanto a mi propio proceso creativo, tengo lugares específicos a los que vuelvo, no porque tenga una imagen específica en mente, sino porque sé que allí hay una imagen. Y no siempre es obvio por qué me intrigan ciertos lugares. Mi foto del hombre que camina detrás de un pilar, por ejemplo, fue tomada en una parte increíblemente insípida de la ciudad, frente a un centro comercial cerca del terminal de buses. Pero algo en la luz, el flujo de gente y el movimiento de sus sombras me hizo sentir que había una imagen que hacer. Así que volví una y otra vez a lo largo de varios meses hasta que encontré una, y fue realmente fascinante. Había invertido tanto tiempo y había tan poco con lo que trabajar que me pareció realmente mágico sacar una imagen de la nada.

¿Hasta qué punto pesan los posibles referentes que tienes en fotografía? ¿Empezaste intentando emular a alguien o el acto de fotografiar fue algo más intuitivo?

He admirado a muchos fotógrafos a lo largo de los años: Henri Cartier-Bresson, André Kertész, Ray Metzker, Sergio Larraín, Graciela

Iturbide, por nombrar algunos. Pero no creo que tenga mucho sentido tratar de emular a alguien. Intento mirar y almacenar todo el trabajo y la inspiración que puedo — y no sólo la fotografía, sino la pintura, la literatura, todo lo que me mueve—, pero luego dejo que se desvanezcan en el fondo. Si volvieran a aflorar cuando estoy fotografiando, me pararía en seco. Seguramente, las horas que he pasado mirando cuadros durante mis estudios y fotografías en la última década, analizando sus construcciones, composiciones, las intersecciones de gestos y miradas, han dejado una huella. Pero al final, mi forma de fotografiar se siente completamente intuitiva, como creo que debe ser para todo fotógrafo.

¿Alguna otra disciplina artística que sientas influye en tu forma de fotografiar?

He pasado uno de mis confinamientos durante el Covid releyendo Cien años de soledad. Una opción demasiado temática para una cuarentena, quizás, pero tengo afinidad por el realismo mágico en la literatura, Gabriel García Márquez y Haruki Murakami en particular. No es que sienta que sus obras influyen en las mías, como si hubiera una línea clara entre lo que veo y leo y lo que fotografío. Pero tiene sentido que la parte de mí que busca el misterio en la vida real y las manifestaciones oníricas en mis entornos más mundanos también se sienta atraída por universos en los que las líneas entre la fantasía y la realidad son difusas.

¿Has encontrado grandes diferencias con respecto a cómo reacciona la gente ante una cámara en los diferentes lugares en los que has vivido o si más bien consigues pasar siempre desapercibida?

He vivido en Filadelfia, Nueva York y Valparaíso y he fotografiado en México,

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Tokio, Porto... En una gran ciudad, la gente está ocupada, de camino a algún lado, en su teléfono y generalmente tienen otras cosas mejores que hacer que ponerte atención. Hasta ahora nunca he tenido problemas para pasar desapercibida o ser ignorada si la gente me nota, independientemente del país. Aunque probablemente tenga que ver también con mi forma de fotografiar y con lo que fotografío, ya que es muy poco conflictivo. Una cosa que noté en Japón es que la gente tenía mucho más cuidado de no entrar en mi encuadre —los japoneses son notoriamente considerados— ¡Y esperaban a que terminara cuando en realidad, ¡estaba esperando a que caminaran hacia mi foto!

Pero gran parte de la fotografía de calle tiene que ver con tu propia actitud, con la energía que emites. Si estás nerviosa o de mal humor, la gente lo percibe, pero si estás tranquila, amable y discreta, puedes desaparecer. Y creo que eso es verdad en la mayoría de los lugares.

Un parte importante en la construcción de nosotros mismos como fotógrafos, es saber ser capaz de editar, seleccionar tu propio trabajo. Volver de la calle con decenas o centenares de fotografías y saber editar y extraer de toda la sesión las mejores imágenes, ¿Cómo lo haces en tu caso? ¿Cuentas con ayuda para ello?

Para mí, la fotografía de calle, quizá más que otros géneros, se centra en la edición. Como compones con la realidad de una forma tan única, no sabes realmente cuál es tu proyecto hasta que lo has fotografiado. Por supuesto, tienes una idea de cómo se desarrollan las cosas y de lo que te atrae, pero sólo cuando vuelves a mirar tu pila de imágenes surge

realmente el núcleo de tu trabajo: “Oh, esto es lo que quería decir, esto es lo que realmente siento, este es mi punto ciego”. En cuanto al aspecto práctico, se necesitan pequeñas impresiones, tiempo y un ojo confiado. El tiempo es un aspecto clave de la edición porque quizá las imágenes que te interesaban hace tres años no son las que más te llaman la atención ahora. Es importante volver a tus archivos y buscar lo que podrías haber pasado por alto, pero que te ayude a contar una historia más completa. Una historia más allá de tus fotos más llamativas — estas me parece que sueles identificar bastante rápido, incluso cuando presionas el disparo. Haz algunas impresiones, ponlas en el suelo, en la mesa del comedor, pégalas en la pared. Déjalas ahí y comprueba cómo quedan con el paso del tiempo. ¡Disculpa de antemano a tu pareja, a tus compañeros de cuarto y a tu familia por el desorden! Y por último, enseña tus imágenes a otras personas. Tengo amigos fotógrafos en cuyo ojo editor confío enormemente y sé que me ayudarán a eliminar imágenes, a señalar las repeticiones en mi trabajo y a profundizar. La fotografía de calle puede ser un trabajo muy solitario, así que busca a tu comunidad y asegúrate de estar bien rodeado para todo lo que viene después de pulsar el obturador. Y por supuesto, dispara, dispara, dispara, lo obvio, lo sutil, lo genial, lo común, lo divertido, lo nostálgico, y todo lo que hay en medio.

http://www.eleonoresimon.com/

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Santi Laespada. Escrudiñando el entorno urbano.

Uno de los miembros más activos de la comunidad de Blackkamera es Santi Laespada, fotógrafo que podría encuadrarse dentro de la fotografía de calle más clásica, aunque ha realizado también otros trabajos de índole más personal. Uno de los pocos que comenzó el proyecto de la escuela “5 años, 10 ciudades”, ampliado a 6 años y 12 ciudades y que ha participado en todas las salidas a distintas ciudades europeas que hasta la fecha se han organizado.

Entrevista: David Tijero.

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¿Recuerdas cómo comenzaste en esto de fotografiar? ¿Lo consideras una afición, una terapia, un divertimento?

Pues mis comienzos fueron como los de mucha gente. Mi padre era un gran aficionado a la fotografía, pasión heredada a su vez de mi abuelo. Por casa siempre había cámaras, rollos, fotos, etc. A los 12 años me regalaron mi primera cámara, una Kodak Instamatic, y desde entonces siempre he tenido alguna. Analógicas las primeras, luego en los comienzos del digital usaba compactas, después me pasé a las réflex, posteriormente las sin espejo, y ahora un poco de todo. Creo que es muy interesante probar diferentes cámaras. Y en cuanto a la segunda pregunta, para mí la fotografía tiene un poco de las tres. Es algo que me apasiona, me divierte y también me viene muy bien para el coco, te hace desconectar de todo y centrarte sólo en el momento, en lo que ves en el visor.

¿Tienes una rutina para salir a fotografiar o la inspiración llega de forma inesperada y siempre lo hace cámara en mano?

ELa verdad es que no soy de los que van con la cámara encima todo el día. Y cuando estoy con familiares o amigos, salvo excepciones, tampoco la llevo. A la hora de salir a fotografiar para mí sí que es importante ir sólo, así no me distraigo, me centro sólo en lo que quiero fotografiar, y además no me gusta hacer esperar ni que estén pendientes de mí.

Referentes dentro de la fotografía, ¿tienes unos autores que puedes sentir que son una influencia clara o van variando con el tiempo?, ¿Alguna otra disciplina, cine, literatura, música… que te inspire o influya en tu trabajo?

Todo te puede servir, depende de la curiosidad que uno tenga y de lo esponja que seas para absorber conocimientos.

Autores, ¡hay tantos! Y además me encantan los libros de fotografía, se aprende mucho de ellos. De mirar las fotos con detenimiento, y hacerte preguntas, por qué te gusta tanto esta foto, o por qué no, o cómo la hubieras hecho tú… Por citar algunos, Navia, Gruyaert, Haas, Vivian Maier, Klein, Ansel Adams, André Kertész, Cristina García Rodero, Diane Arbus, Sergio Larrain, Meyerowitz, Winogrand, Bruce Davidson, Depardon, Daido Moriyama, Nicolás Muller. Otros libros fundamentales de fotografía, aunque solo contienen texto, La visión fotográfica, de Momeñe, o Ver es un todo, de Cartier Bresson. Y de los más recientes y cercanos, Where the hell is Wichita? de David Hornback que me parece una maravilla, Fuchina de David Salcedo también o algo muy diferente como el libro de Juan Carlos Andrés Una décima de segundo.

La pintura y el cine también son dos buenas escuelas para cualquier fotógrafo. Hay mucho que aprender sobre luz, composición, color, etcétera visitando un museo.

¿Cuánto ha influenciado en tu forma de fotografiar tu paso por Blackkamera?, ¿Hubo algún taller, profesor o consejo que te marcara o influenciara de modo claro?

Mi paso por la escuela fue un punto de inflexión total. He hecho algunos cursos y talleres y en todos he aprendido y disfrutado mucho. Desde los cursos de iniciación y avanzado con Josu Zaldibar, pasando por el curso de Dirección de Proyectos con Ixone Sádaba y Erika Ede o el de fotografía de calle con David Hornback.

Y en cuanto a talleres daría para varias páginas. He tenido la suerte de disfrutar

con Navia, con Cristóbal Hara, con Rafa Badia o con el propio Josu Zaldibar en un taller de fotografía de calle en Santander del que tengo un gran recuerdo. Además, los talleres te dan la oportunidad de conocer otras miradas diferentes, no sólo la del ponente, también de l@s compañer@s. He tenido la suerte de coincidir con fotograf@s muy buen@s y es muy enriquecedor conocer otros trabajos.

Eres un asiduo del proyecto de fotografía de calle “5 Años / 10 Ciudades” (ampliado recientemente a 12 ciudades) de Blackkamera en la que una veintena de fotógrafos/as viajan cada seis meses a una ciudad europea desde que el proyecto comenzara en 2016 en Ámsterdam. De entre todas las ciudades visitadas, ¿en cuál de ellas te resultó más sencillo fotografiar? ¿Percibiste que en algún sitio la gente en general fuera más reacia a ser fotografiada? ¿Llegar a un lugar nuevo es un acicate para fotografiar con mayor motivación o te sientes más cómodo en lugares conocidos?

En las ciudades muy turísticas, del estilo de Londres o París, es más sencillo fotografiar porque a nadie le llama la atención la presencia de una cámara, sobre todo cuando estás en el centro de las ciudades. Por los barrios ya la cosa cambia. En Cracovia por ejemplo sí que me pareció que la gente era más reacia a las fotos. En cuanto a los lugares conocidos o no, cuando llegas a un sitio por primera vez todo es nuevo, y a veces tanto estímulo te complica las cosas. Demasiados elementos en los que fijarse. La atención se dispersa. Por el contrario, cuando fotografías lo más cercano, por ejemplo, en tu ciudad, que la conoces bien, sabes lo que hay, por dónde cae la luz, qué hora es la mejor, etcétera,

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es más fácil. Y Bilbao además es una ciudad con mucho encanto y que da juego.

Algunas de las fotos que he hecho que más me gustan están hechas aquí, al lado de casa, no hace falta irse al otro lado del mundo.

Una de las características en tus fotografías de calle es la cercanía con la que consigues fotografiar personas que no parecen ser conscientes de estar siendo fotografiadas, ¿cómo consigues vencer tanto la ansiedad o vergüenza de apuntar con la cámara desde tan cerca y de que además las personas no sean conscientes de estar siendo fotografiadas?

Depende de la situación, el momento, la luz... Si las condiciones lo permiten suelo llevar el diafragma bastante cerrado, F11, por ejemplo, y la cámara ya pre enfocada manualmente jugando con la distancia hiperfocal. Así en el momento de la toma solo me tengo que preocupar de encuadrar. Suelo usar un 35 mm, últimamente un 28mm, y con eso hay que acercarse mucho a las personas, un metro o dos de distancia. Soy muy tímido, pero disimulo bastante bien. Evito el contacto visual con la persona fotografiada porque entonces le va a cambiar el gesto y se pierde espontaneidad. No suelo llevar la cámara a la cara porque en esas distancias cortas a veces puede resultar agresivo, prefiero a media altura y algo contrapicado, y así también te queda el fondo más limpio. Tampoco uso ráfaga, no me gusta, prefiero jugármela a una toma, y si no la consigo pues a por otra, me parece más emocionante y me divierto más. Con la ráfaga te aseguras la foto, cierto, pero eso de elegir el instante decisivo en el ordenador de tu casa no me gusta.

Entiendo el uso de ráfaga en un plano más profesional, fotografía deportiva, de bodas, etcétera, pero en la fotografía de calle, no sé...lo respeto, pero me parece más aburrido.

Buena parte de tu trabajo fotográfico puede encuadrarse dentro de la vertiente más clásica de la fotografía en la calle, si bien cada vez más parece haber una tendencia en tus fotos hacia terrenos más intimistas junto con una mayor conceptualización en tus imágenes que van más allá de los formalismos de una fotografía estéticamente lograda, ¿crees que es fruto de una evolución personal en el que las inquietudes van cambiando o te sientes cómodo en ambos ámbitos y tu idea es seguir profundizando en ambos?

Nos hacemos mayores, eso es lo que pasa. Sí que es verdad que muchas veces tienes la sensación de que ya has hecho esa foto, o esta otra, o qué te estás repitiendo, así que cuando me pasa eso no la hago y busco algo diferente, no me gusta quedarme estancado. Al principio me centraba sólo en la fotografía en color, pero también me gusta cambiar de vez en cuando, de color a blanco y negro y viceversa, cambiar de cámara o de focales, etcétera. Este último año he hecho también fotos en formato cuadrado, 1x1, y lo he disfrutado mucho. Cada opción te hace pensar la fotografía de otra manera y eso creo que es muy enriquecedor.

La pandemia en la que vivimos desde inicios de 2020 y que ha conllevado severas restricciones que entre otras muchas cosas han afectado al modo en el que nos desenvolvemos en el espacio público ha supuesto una resignificación de cómo percibimos personas y lugares, ¿notas que a la hora de salir a la calle cámara en mano algo haya cambiado en tu forma de mirar tras estos tiempos

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inéditos que ahora parece empezamos a dejar atrás?

Tras dos años de no ver más que mascarillas se agradece volver a ver las caras, los gestos. Durante la pandemia se notaba tensión por la calle, no era cómodo para nadie llevar la mascarilla puesta de manera obligatoria. Imagínate para hacer fotos...

Pero ese tiempo ya ha terminado y, poco a poco, volvemos a recuperar la alegría y eso también se nota en las fotos, ¡por supuesto!

https://www.instagram.com/santilaespada/

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Florence Meunier. Poéticas del entorno urbano.

Supimos del trabajo de Florence Meunier durante una revisión de porfolios en un taller de Gueorgui Pinkhassov que Blackkamera organizó a finales de 2019. Imágenes tomadas en entornos urbanos que buscaban la abstracción, la superposición de planos, geometrías entre luces y sombras y todo ello impregnado de un poderoso poso poético. Parte de su obra se recoge ahora en el libro que acaba de publicar, “Fantôme de verre”. En esta charla, sabremos un poco más sobre sus inquietudes en fotografía y cómo llegó a fotografiar con un estilo propio tan lleno de elegancia y sensibilidad.

Entrevista: David Tijero.

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Para quienes no sepan sobre ti y tu trabajo fotográfico, ¿quién es Florence Meunier y cuál es su relación con la fotografía? ¿Tu actividad profesional tiene que ver con ella o es simplemente una afición?

Soy una fotógrafa artista francesa que en la actualidad vive en París. No es simplemente una afición; empecé a hacer fotos en mis años de adolescencia en eventos familiares, durante las vacaciones, etcétera. Vi que era algo que se me daba bien y que me daba la posibilidad de distanciarme de la locura del mundo. Ser creativa es importante. Así que fui a por ello practicando y estudiando fotografía. Jugar con la luz, desafiar la forma en que fotografío lo que veo. Es un gran ejercicio con el que practicar y jugar. Me gusta trabajar tanto en encargos como en mis propios proyectos.

¿Cuáles son tus principales influencias en fotografía? ¿Encuentras inspiración en otros fotógrafos, o viene de otras disciplinas artísticas?

De ambas cosas. Soy muy aficionada al trabajo de fotógrafos clásicos, pero no tan clásicos, como Saul Leiter, Ernst Haas o Claude Batho y de fotógrafos contemporáneos como Georgui Pinkhassov y Dolores Marat. El modo en que trabajan con la luz y el color es muy bello e inspirador. Pero también me llama la atención la pintura, la obra de artistas como Edward Hopper es fascinante, una inspiración. Estudié Historia del Arte en conferencias organizadas en la Escuela del Louvre durante varios años, por lo que creo que me educó la mirada y me influenció en mi modo de ver.

¿Qué es la fotografía para ti? ¿Una herramienta para expresar las emociones? ¿Una especie de diario que escribes mediante imágenes? ¿Una búsqueda de la belleza de las cosas, humanos y paisajes?

Diría que todo lo que dices. Encuentro el mundo como un lugar muy cínico y caótico. Todo y todos van a la carrera tratando de descubrir la siguiente “cosa”, la siguiente

“moda”, la próxima desgracia o atrocidad que documentar sin apenas tiempo para digerirlo. Veo a la mayor parte de la gente con la cara pegada a la pared durante todo el día, y apenas tienen un momento para levantar la mirada, ver e impregnarse de toda la belleza del día a día que tienen alrededor.

Mi modo de trabajo es captar vistas poéticas de mi día a día. Algo que dispara una emoción que necesito capturar, una emoción que me gustaría transmitírsela a los demás.

Me siento emocionalmente atada a la mayoría de las imágenes que produzco. Soy una fotógrafa que trabaja lentamente; cuando veo algo interesante, necesito algo de tiempo para procesar cómo voy a hacer la fotografía y poder sacar lo máximo de la escena.

La mayoría de tus imágenes están hechas en el exterior, pero tu estilo está muy alejado de las convenciones y formalismos de la fotografía de calle. En ellas encontramos texturas, luces, paisajes abstractos y grandes dosis de poesía visual … ¿ha sido un largo proceso hasta conseguir un estilo fotográfico tan personal?

Estás en lo cierto. No soy una fotógrafa de calle y aun así, lo que más me gusta es el paisaje urbano; la geometría urbana es mágica y muy inspiradora para los fotógrafos.

Practico la fotografía pausada, que, probablemente, por definición, es lo contrario de la fotografía de calle. Me llevó un tiempo encontrar mi estilo. Me gustan las imágenes complejas, con diferentes capas. Empecé haciendo fotografía en blanco y negro, por motivos

equivocados … me encantaba la fotografía clásica en blanco y negro y el estilo japonés con su alto contraste y quería imitar a aquellos maestros; pensaba que mi trabajo parecería más serio, más profesional en blanco y negro. Pero entonces descubrí que era una fotógrafa de color de pura cepa. Y he de agradecer al fotógrafo François Fontaine (Agence Vu) quien tanto me ayudó en este proceso.

Asistí a su taller hace unos años. Al principio de este, debíamos presentarnos, mostrar un cuerpo de imágenes y una especie de tablero en el que mostráramos nuestras referencias dentro del mundo del arte (música, cine, fotografía…) y cuando acabé de presentarlo, me dijo literalmente: “No eres en absoluto una fotógrafa de blanco y negro! ¡Muéstrame imágenes en color!”

Estaba del todo en lo cierto. Tras ello, me sentí suficientemente confiada para fotografiar en color y ya no he vuelto a mirar atrás.

En lo que respecta a mi estilo, mi cámara es de gran ayuda. Disparo en manual, con una lente fija de 50 mm de los años 70, que es mi favorita y la que más utilizo y la cual a veces parece que va por libre en lo referente a realzar el color y la luz.

Háblanos sobre tu recientemente publicado libro Fantôme de verre ¿Dónde podemos encontrarlo?

Este es mi primer libro. Me llevó bastante tiempo conformar el conjunto de fotografías y encontrar las palabras correctas que encajaran con ello. En este libro la mayoría de las imágenes se hicieron en exteriores, en diferentes ciudades, con diferentes luces. Es una invitación a echar la imaginación a volar y soñar. Algunas imágenes son “complicadas” en el sentido de que no son directas, han sido creadas teniendo en mente la geometría, los

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reflejos en ventanas, charcos, etcétera. Me encantaría que la gente se detuviera ante ellas, tomara algo de tiempo en observarlas y sintieran algo. Saul Leiter decía, “No tengo una filosofía, tengo una cámara”.

Ese es exactamente mi modo de trabajar. Hago fotografías, no soy un escritor y no me siento en la necesidad de explicar con palabras mis fotos. Mi trabajo se centra en las imágenes, no en las palabras. Mis fotografías no son ilustraciones de mi punto de vista.

Me gustaría que la gente conectara, confiara y creara su propia historia al mirar mis imágenes.

¿Podrías hablarnos un poco del proceso de crear un libro como este? ¿Qué parte del mismo fue más sencillo y cuál más complicado de hacer?

Lo más sencillo de todo fue hacer las fotografías. Lo más difícil fue todo lo demás. Es encontrar a alguien que crea en tu trabajo suficientemente como para tomar riesgos. Es algo muy precioso y muy poco habitual. Para este primer libro, trabajé con una pequeña editorial llamada Zinzinule Editions, con sede en Lyon y especializada en libros de artista. Hicieron realmente un gran trabajo editando el conjunto definitivo de fotografías y creando el libro. También eligieron a la escritora. He de decir que sus poemas añadieron las palabras perfectas a mis fotografías. Estoy muy agradecida y orgullosa de haber entrado en su colección de publicaciones.

¿Qué consejo darías a alguien que quiera publicar un fotolibro?

¡No utilices papel barato cuando vayas a imprimir!

https://florencemeunier.com/

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Gabriela Cendoya Bergareche. El fotolibro como contenedor de emociones.

Gabriela Cendoya Bergareche es una de las coleccionistas que más ha hecho por difundir el fascinante y aún poco transitado, mundo del fotolibro, soporte que va adquiriendo relevancia como objeto de arte y que ya se exhibe como tal en museos y galerías.

Hablamos con ella sobre las posibilidades de este formato, de su presente y futuro y de su actividad como dinamizadora cultural.

Entrevista: David Tijero.

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Para quien no te conozca, cuéntanos quién es Gabriela Cendoya-Bergareche y su relación con la fotografía.

Yo soy una amante del arte que estudió Historia del Arte y que llegó a la fotografía por el bies del libro. Viví en Burdeos muchos años. Estudié Historia del Arte allí, un lugar en el que había grandes exposiciones, una librería muy buena, generalista, pero que tenía una parte de arte importante. Gustándome la pintura, poco a poco, estoy hablando de los años 90, la fotografía me fue atrapando, no sabría explicar muy bien por qué. Me sigue gustando la pintura, pero me emociona mucho más la fotografía. Ha sido un proceso gradual en el que sigo aprendiendo todos los días sobre sobre mí misma y sobre el mundo a través de la fotografía. Esa es mi relación con la fotografía. Una emoción primero y luego ir descubriendo más cosas dentro de esa disciplina, autores, libro, etcétera. Es un proceso que se profundizó al venirme a vivir

a Hondarribia y poder ponerme en contacto con autores como Jon Cazenave, Yosigo, etc.

¿Hay una definición sencilla para describir qué es y qué no es un fotolibro?

Para mí un fotolibro es una obra de autor contada con fotografía, una narración o un concepto descrita a través de la fotografía. No es un fotolibro una simple reunión de fotografías, como por ejemplo un catálogo. Un fotolibro también es un objeto. Es un conjunto de diseño, forma, papel, contenido y continente y eso, muchas veces, no es una sola persona quien se encarga de todo. A mí me gusta decir que es un contenedor de emociones.

¿Recuerdas qué fotolibro fue el que de algún modo lo cambió todo en tu percepción hacia este formato o que encendiera tu pasión por el mismo?

No tengo una contestación clara. Sí puedo decir que iba comprando libros... Recuerdo que en una librería de San Sebastián compré “Censura” de Julián Barón, hace ya bastantes años y “La Caza del Lobo Congelado” de Ricardo Cases, libros que me resultaron bastante fantásticos. Fue un poco el inicio de concentrarme un poco más en la producción que se llevaba a cabo en España aunque sin dejar de lado lo que se publicaba en otros países. Supongo que esos libros fueron los que cambiaron mi percepción. Luego llegarían a mis manos libros como “Hellsinki” de Eloy Jimeno o “Broken Manual” de Alec Soth fue un libro cuya capacidad narrativa me sigue gustando mucho a día de hoy.

La producción y publicación de fotolibros, al igual que cualquier otro material cultural es inabarcable, ¿temes de algún modo que obras de gran calidad pasen desapercibidas o la calidad antes o después acabará por aflorar?

Realmente es inabarcable y se corre el riesgo de que se escapen cosas, si bien, paso horas en Internet buscando autores, novedades, etcétera. Pero también sucede que hablar con ciertas personas, coleccionistas o autores con los que puedes coincidir en gustos te lleva a saber de algún fotógrafo interesante. Así ha sido como he podido saber de fotógrafos de la otra punta del mundo que de otro modo habría sido muy difícil conocer. Son las cosas que permiten las redes, el contacto con gente afín en inquietudes, pero es verdad que hay que estar muy encima de las novedades porque si no, es fácil quedarse en lo mainstream. También ayuda vivir en grandes ciudades para tener acceso a cosas más interesantes. Sí he tenido mucha ansiedad en estos últimos años por no perderme nada, aunque asumiendo que es inabarcable. De todos modos, creo que lo que es bueno de verdad, acaba aflorando en la mayor parte de los casos.

Vivimos en un sistema capitalista y el mundo del fotolibro no se escapa a uno de los males de dicho sistema, que es la especulación. Se pueden ver títulos de ediciones limitadas con precios de venta disparatados, ¿qué opinas de ello? ¿Puede acabar convirtiéndose el fotolibro en un formato que limite al gran público de poder disfrutar del trabajo de autores de renombre?

Yo siempre intento poner mis libros a disposición de todo el mundo, sobre todo los libros de tirada pequeña. Esta especulación sucede cuando hay una descompensación entre oferta y demanda. También hay que tener en cuenta que un fotolibro es algo caro de hacer. Imprimir fotografía es caro, encuadernar libros a mano es caro. Me encanta saber que hay reediciones de libros que se habían vuelto inaccesibles y no soy de las que piensa que solo me vale la primera edición. Así es un modo de que puedan llegar a más gente.

Espero que el formato del fotolibro no se vea limitado a un público pequeño que es lo que somos en realidad. Yo hago lo que está en mi mano para que llegue al mayor número posible de personas. Hacer grandes tiradas y hacer reediciones es una forma de combatir esa especulación y que impide acceder a libros que son muy caros.

Será difícil acabar con esa especulación pues es todo un segundo mercado. Yo estoy fuera de ese circuito y soy también víctima de ello por libros que me encantaría tener pero que son muy caros.

Llevas ya un tiempo colaborando con el Museo San Telmo, háblanos de cómo está siendo la experiencia.

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Está siendo una buena experiencia. Trabajando para una institución pública has de adaptarte a sus ritmos, quizás un poco lento para mí. Me gustaría poder hacer más cosas, pero hay que adaptarse a lo que una institución pública supone. Creo que San Telmo ha reaccionado muy bien con la exposición “Fenómeno Fotolibro”, que es algo muy importante y que espero que la gente de San Sebastián y alrededores sepa valorarlo. Las actividades que hacemos, pues hemos de ser modestos, porque somos pocos, pero hay que seguir haciéndolas y seguir poco a poco y en eso San Telmo está respondiendo. Siempre quisiéramos más, pero hay que adaptarse. La catalogación se está haciendo, algo lento para lo que me gustaría, pero en líneas generales, bien, está siendo una buena experiencia.

A alguien que quiera acercarse al mundo del fotolibro, ¿qué autores le recomendarías para empezar? ¿de qué modo se puede aprender a entender todo lo que esconde un fotolibro y que suele ir mucho más allá de una simple sucesión de imágenes?

Me resulta un poco difícil hacer recomendaciones. Para aprender y entender, yo diría que empezar con fotolibros que te atraigan de alguna manera, cercanos a lo que puedan ser tus aficiones. Intentar ver muchos fotolibros para entender y ver un poco la riqueza que atesoran. No basta con tener curiosidad, pues si empiezas de cero, puede ser complicado. Está el riesgo de entrar a una librería, escoger un libro que sea demasiado críptico o conceptual y salir con la conclusión de que el fotolibro es algo que no es para uno. Hacer visitas guiadas ayuda, asistir a conferencias. Es importante para estas cosas. Es un trabajo de fondo y largo, empezando por aquellos que nos generen curiosidad. No es un proceso que pueda hacerse en un momento. Por dar algún

nombre, pues, por ejemplo, “Galerna” de Jon Cazenave. Un gran trabajo para alguien que no conozca lo que es un fotolibro, pero que podría conectar en seguida con temas conocidos. Es una forma de empezar con lo cercano y a partir de ahí llevarle ya a una cosa mucho más abierta e internacional. Ese sería un modo. Empezar por lo cercano y, paulatinamente, yendo hacia una cosa más general.

¿Qué futuro le aguarda al fotolibro en un entorno que tiende de forma acelerada hacia la virtualización y en el que incluso el arte digital ya se vende y se compra?

Esta virtualización, el arte digital, la venta de NFTs y todo esto son cosas que existen, pero a pesar de ello, el formato libro creo que tiene un gran futuro. Lo acabo de ver en la Feria de París y veo que es algo que tiene mucho futuro. Además, está en un momento en el que se reconoce por la cantidad de exposiciones que de las colecciones se hacen en museos, la de Martin Parr, la mía en menor medida, Bruno Ceschel de Self Published Be happy ha vendido su colección en la MEP de París. Los museos están reconociendo el valor del fotolibro. Somos un público no lo suficientemente grande, pero el libro por supuesto que tiene futuro. No es una cosa del pasado.

El fotolibro es algo muy enraizado en nuestra época, por los temas, por los diseños, por los métodos de impresión, desde el fanzine hasta el libro más sofisticado, es algo muy actual.

Es verdad que existe este proceso de desmaterialización, pero a pesar de todo el papel tiene mucha presencia todavía. Una cosa no quita la otra.

https://gabrielacendoya.wordpress.com/

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Jeffrey Milstein. La belleza de las construcciones humanas.

Jeffrey Milstein combina los vastos conocimientos adquiridos durante su formación y extensa carrera laboral con el uso de modernas técnicas de fotografía para mostrarnos toda la belleza del paisaje urbano y los patrones de estructuras creadas por el ser humano desde un punto de vista privilegiado. Imágenes que muestran un inventario de elementos que definen nuestra presencia en el planeta.

Entrevista: David Tijero.

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Leemos en tu biografía que eres arquitecto, diseñador y piloto, ¿es la fotografía la disciplina en la que has podido conjuntar todas tus habilidades?

Sí, así es. La fotografía que realizo utiliza todo lo que he aprendido, tanto durante los años en los que he estudiado arte como los que he trabajado como arquitecto, así como con mi experiencia dentro de la aviación. Pero creo que todo lo que hacemos y las personas con las que tratamos y de quienes aprendemos influyen también en nuestra forma de hacer las cosas.

¿Podrías explicarnos el proceso que sigues para conseguir tus imágenes aéreas? Permisos que conseguir, equipo fotográfico, normas de seguridad, documentación, el tiempo de vuelo que se suele necesitar…

Son muchos factores a tener en cuenta. Conseguir los permisos para sobrevolar

una zona varía enormemente según la localización.

Tras conseguir permisos para fotografiar en Londres y Ámsterdam con una relativa facilidad administrativa, me sorprendió ver lo complicado que es conseguir lo mismo para fotografiar directamente sobre Paris.

De hecho, en la compañía de helicópteros me decían que no me lo iban a dar. Pero insistí, conseguí además cartas de apoyo de comisarios de museo y editores y tras varios meses de espera, mi petición fue aceptada y pude efectuar unos pocos vuelos sobre París el año pasado. Desde entonces no se ha vuelto a dejar a nadie más sobrevolar la ciudad. Para volar sobre los jardines de Versalles hubo que repetir todo el proceso hasta conseguir un permiso especial aparte que otorgaba el Castillo de Versalles. Las

compañías de helicóptero necesitan que el espacio aéreo esté despejado, algo que depende bastante de cosas como la cercanía de aeropuertos y de por dónde pasan sus maniobras de acercamiento. A veces hay que esperar a que lleguen los permisos de lugar que quieres sobrevolar. El tiempo atmosférico es siempre algo a tener en cuenta y puede que haya mucho tiempo de espera para que las condiciones atmosféricas sean buenas. En Londres y Paris es necesario para poder sobrevolar por ellas que el helicóptero sea de doble turbina, algo que encarece bastante el vuelo. Hay que contar también con el tiempo limitado con el que se cuenta. El momento de luz que más me gusta para fotografiar es a última hora del atardecer, un corto lapso de tiempo, así que he de trabajar muy rápido. La puerta del helicóptero va abierta y me asomo por ahí a fotografiar mientras el helicóptero hace giros empinados. Me gusta mucho la sensación de volar con la puerta abierta, pudiendo mirar a todo a mi alrededor.

Tu trabajo, técnicamente fascinante, identifica los elementos del paisaje contemporáneo en el que vivimos. Encuentro conexiones con la estética Deadpan (impasible) de fotógrafos alemanes como el matrimonio Becher, Thomas Struth o Andreas Gursky. No sé si conoces su trabajo y si de algún modo te han podido influenciar.

Hace muchos años, cuando aún ejercía como arquitecto, me llamaron mucho la atención las fotografías de las minas de los Becher y decidí comprar un libro sobre ese trabajo. Eran imágenes muy gráficas. También me interesaba mucho la arquitectura indígena. Recuerdo que en la exposición que hice sobre aeroplanos en el Museo Ulrich de Kansas, el comisario comparó mi trabajo con las tipologías de arquitectura industrial de los

Becher. También me gusta mucho la obra de Struth y Gursky.

¿Cuál es la intención principal por la que fotografías? ¿Hacer el inventario de los elementos que definen un tiempo y un lugar o es más una búsqueda de tu propio lenguaje creando imágenes? Quiero decir, ¿Es simplemente un ejercicio de documentación como legado para futuras generaciones o intentas también generar una especie de arte buscando la belleza intrínseca de las infraestructuras humanas?

Creo que todo lo que mencionas. Tiene carácter documental pero también pueden verse bellas composiciones con una luz extraordinaria que las realza. O puede que no sea bello, pero quizás sí visualmente poderoso, como las refinerías de petróleo que he fotografiado, y que también ilustran otra cada de nuestra vida moderna. Utilizo cámaras de formato medio de alta resolución para poder así hacer impresiones de gran tamaño, al igual que Struth, para exposiciones, que es el modo más parecido que tengo para compartir la experiencia que supone sobrevolar las ciudades.

¿Has encontrado similitudes en las ciudades vistas desde arriba o cada ciudad tiene su propia personalidad y cada una tiene una distribución única de edificios, plazas y calles? ¿Tienes alguna ciudad que vista desde arriba sea tu favorita?

Cada ciudad que he fotografiado tiene características únicas, pero también similitudes unas con otras. Las ciudades europeas más antiguas son más caóticas que las ciudades más nuevas planificadas más en base a una cuadrícula.

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Nueva York es única por su densidad de torres de gran altura. Los Angeles es única por conformarse en una vasta cuadrícula de construcciones de baja altura. Desde lo alto, Nueva York y Paris son mis dos ciudades favoritas.

La figura humana no es el tema principal en tus fotografías aéreas sino su impacto o presencia sobre la superficie del planeta, ¿Qué te sugiere esta presencia, tan llena de patrones y aparentemente tan bien organizada?

Hay patrones geométricos que aparecen en la naturaleza, esferas, conos, sólidos platónicos, fractales, líneas, curvas, simetrías, etcétera. Tanto a nivel microscópico como a nivel macroscópico.

El mundo creado por el ser humano utiliza el espacio tridimensional cartesiano para construir sus ciudades utilizando la misma geometría y los sólidos platónicos que se encuentran en la naturaleza.

A menudo me encuentro a mí mismo buscando esos patrones y simetría en los paisajes creados por el ser humano. A veces es de forma consciente y otras es algo intuitivo.

¿Algún lugar especial o ciudad que tengas planeado sobrevolar en breve para poder fotografiar?

Espero poder volver pronto a París para hacer otra sesión de fotos, y también quiero viajar a Italia y España.

http://jeffreymilstein.com

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La Ilusa. El encanto de una librería de barrio.

Hace ya unos meses que una concurrida esquina de Bilbao La Vieja tiene nuevos inquilinos. La grata noticia de que una nueva librería abría en el barrio fue un pequeño acontecimiento de una zona de Bilbao que vive inmersa en un proceso de transformación continuo. Hablamos con sus responsables para saber más de cómo se decidieron a comenzar este proyecto.W Entrevista: David Tijero.

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¿Quiénes están detrás del proyecto de La Ilusa? Habladnos un poco de vosotros y cómo surgió la idea de abrir un establecimiento de estas características.

La IIusa somos Beatriz y Sergio, hermanos, que durante un tiempo nos estuvimos planteando la idea de montar nuestro propio negocio, un proyecto propio. Entonces la pregunta fue, ¿y si montamos una librería? Beatriz viene del mundo de la fotografía y ahora estudia Historia del Arte y Sergio ha trabajado hasta el momento en el entorno audiovisual. Los libros, nuestra fuente de formación e inspiración, son el punto en común de algo que nos gusta a los dos. Así que la idea de la librería, pero más entendida como un espacio cultural, nos pareció muy interesante para compartir y además poder desarrollar nuestros intereses como creativos también. Con la pandemia, ese “y si...” se fue haciendo más grande, comenzamos a trabajar en el proyecto más seriamente y poco a poco fue tomando forma durante un año. Y aquí estamos.

¿Es La Ilusa algo más que una librería? ¿Qué podrá encontrar quien os visite?

Creemos que sí, aunque los libros son el principal eje.

Nos consideramos un espacio cultural, un punto de encuentro para aquellas personas interesadas en las artes y las letras.

Además de libros ahora mismo contamos con trabajos de ilustración o collage (en breves iremos también introduciendo fotografía) de artistas principalmente locales y así como proyectos que trabajan en otros formatos como puede ser el textil. Por otro lado, como ya hemos dicho queremos utilizar el espacio lo máximo posible para convertirlo en un lugar de encuentro con charlas, talleres, presentaciones y todo lo que surja.

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¿Qué conclusiones podéis sacar de estos primeros meses de andadura? ¿Cómo ha sido el recibimiento en el barrio?

No podemos estar más contentas la verdad, el barrio nos ha recibido con los brazos abiertos y han sido un gran apoyo estos meses. Y la principal conclusión que tal vez podemos sacar es que es imposible sacar conclusiones. Nos hemos encontrado ante un día a día que no repite patrones y eso lo convierte en un proyecto muy excitante, aunque también estresante a veces. Lo importante es seguir trabajando para ir mejorando un poquito cada día.

¿Tenéis un cliente tipo? ¿Cómo suele ser? ¿Viene con las ideas claras o busca más dejarse asesorar a la hora de comprar un libro?

Tenemos una variedad interesante de clientes y eso hace del proyecto algo todavía más bonito. Creemos que lo que nos une es la curiosidad y el amor por los libros.

Hay gente dispuesta a dejarse sorprender por un libro que no esperaba y por supuesto están los que y las que lo tienen claro y nos piden un libro en concreto que si no lo tenemos en tienda intentamos conseguírselo sin problema.

Al igual que otras zonas de la ciudad, Bilbao La Vieja está en pleno proceso de gentrificación y probable futura turistificación, un proceso que parece tan inevitable como promovido desde diversos ámbitos, ¿veis en este proceso una ventaja para la continuidad de una tienda de estas características o más bien un riesgo por los efectos negativos que esta tendencia suele conllevar?

Pensamos que la gentrificación no trae nada bueno ya que principalmente beneficia aquellos con otros intereses que van mucho más allá de las personas que habitan las ciudades/barrios.

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Se habla mucho de Bilbao La Vieja como el So-Ho bilbaíno, como un barrio cool, alternativo… todas esas acepciones nos producen un poquito de rechazo porque son peligrosas. Lo cool trae consigo por ejemplo que haya personas que quieran hacer negocio con cada piedra del barrio y entre otras cosas eso conlleva subida de alquileres, por ejemplo. ¿podríamos hacer frente a un alquiler inflado vendiendo libros? Pues la respuesta es un rotundo no. Lo que es necesario son políticas que beneficien a los comercios para que podamos seguir adelante haciendo barrio. La gente tiene que entrar al barrio y quererlo en su diversidad porque hay otros negocios muy interesantes que no pueden ser solo una moda cool.

Por último, ¿algún fotolibro que tengáis a la venta en la librería y podáis recomendarnos?

Vamos a recomendar Antifémina, que tiene fotografías de Colita y textos de Maria Aurelia Capmany. Es un libro que nos parece muy interesante porque de alguna forma pone de relieve el poder de las imágenes. Se considera como el primer libro gráfico abiertamente feminista de la historia de España. Lo interesante es que según apareció, en 1977, en plena transición, las estructuras franquistas que aún seguían vigentes retiraron el libro y desapareció. Tras años de recuperación de archivos, el libro ha sido recuperado. Son imágenes que retratan a la mujer, pero desde una perspectiva muy diferente a la imagen de mujer que se pudiera tener hasta aquel momento, “tan veraces como la vida misma”, y eso levantó ampollas parece ser... y por eso, es un libro importante.

https://lailusalibre.com/

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Eneko Pérez Arnaiz. Nuevas voces en la fotografía de moda.

La juventud de Eneko Pérez Arnaiz no es impedimento para tener muy claros tanto su posicionamiento dentro de la fotografía, como sus objetivos dentro de la misma. Haciendo gala de una poderosa mirada y meticulosidad en el aprendizaje, busca renovar el siempre exigente ámbito de la fotografía de moda con un estilo personal, quizás aún en construcción, pero con unas sólidas bases.

Entrevista: David Tijero.

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¿Recuerdas tus inicios en la fotografía? ¿Algún momento especial en que pensaste que podría ser algo más que un hobby?

Los recuerdo perfectamente. Empecé en este mundo hace relativamente poco. Fui una mañana a visitar a mis abuelos y me volví con una Canon Canonet 28 de 35mm. Lo primero que hice fue ir directo a Samar y me compré un carrete Ilford hp5 400.

Desde el primer momento en el que puse mi ojo izquierdo en el visor de una SLR de 35mm supe que quería dedicarme a esto profesionalmente.

Nunca me he llegado a plantear la fotografía como un hobby.

¿Y cómo decidiste especializarte en fotografía de moda? ¿Te interesaba el mundo de la moda antes de que llegara la fotografía a tus inquietudes?

Fue un proceso natural. En un principio me empecé a interesar por el retrato y estuve un

tiempo trabajando ese formato. Poco después ojeando un libro de Peter Lindbergh en la biblioteca de la escuela de BlackKamera algo cambio en mi cabeza. Decidí probar suerte y empecé a organizar sesiones con gente que me parecía que tenía una estética interesante. Siempre he estado muy interesado en la estética y la moda. Hace unos 4 años estuve trabajando con mi amiga Mara Montiel vendiendo prendas de segunda mano en varios mercados de Bilbao.

¿Hasta qué punto te sientes influido por tus referentes en fotografía? ¿Sigues a autores, tratas de imitarlos o fueron una fase en tu aprendizaje y te sientes ya cómodo en tu forma de mirar y fotografiar?

A la hora de trabajar las sesiones trato de no contaminar mis pensamientos con referencias de otros autores. Puede que en el momento inicial sí que pueda llegar a buscar alguna referencia externa, pero luego desarrollo el concepto por mi cuenta.

Estoy intentando crear un universo propio, tanto con los modelos que utilizo como la ropa y los escenarios.

En un principio sí que trate de imitar el estilo de varios autores que me apasionan, como Robert Mapplethorpe o Richard Avedon. Este último año he trabajado mayormente en el estudio, influenciado por los trabajos de los autores que acabo de mencionar. Actualmente estoy trabajando más en exteriores y busco crear escenas equilibradas.

Por otro lado, tengo una colección de fotolibros y me gusta estudiar a los maestros detenidamente. Me gustaría llegar a ser una enciclopedia de fotos andante.

Si bien la técnica no es lo más importante en fotografía, en ámbitos como la moda, la calidad de la imagen ha de primar, ¿con qué equipo cuentas? ¿Qué sería lo mínimo que debería tener alguien para poder empezar en este mundo?

Dependiendo del trabajo me gusta utilizar diferentes tipos de cámaras y formatos. Por lo general utilizo el 90% del tiempo una Fujifilm xt3 pero cuento con una Nikon Fm2 y varias cámaras de medio formato analógicas entre mi arsenal.

Yo creo que no importa tanto que cámara utilices, las fotografías deben de mostrar lo que tienes en tu interior. Pero sí que te diría que una cámara digital que te permita elegir diferentes ratios es un buen punto de partida. Yo por ejemplo trabajo la mayor parte del tiempo en formato cuadrado, a no ser que la escena que tengo delante me pida cambiar a 2:3 o 4:5.

Háblanos un poco de todo lo que rodea a una sesión de fotografía de moda, ¿hay un trabajo previo que siempre se repite? ¿estás muy sujeto a lo que el cliente pide o da libertad para poder ser todo lo creativo?

En mi caso cada sesión suele ser diferente a la anterior, busco una evolución constante. La mayoría de las veces estoy caminando o escuchando música y me imagino una escena, o se me ocurre una localización y empiezo a imaginarme el resto de cosas. Después le comento la idea a mi estilista y pensamos en que modelos podrían encajar. La mayoría de clientes con los que he trabajado han venido a mí porque la estética de mis imágenes les ha gustado. Me gusta que en una sesión exista la posibilidad de probar diferentes cosas, no me siento a gusto cuando no hay espacio para la experimentación. Cuando la sesión es de producción propia intento trabajar de la misma forma.

¿Controlas algún otro aspecto en las sesiones que quedaría fuera de lo que exclusivamente pueden ser las tareas de un fotógrafo como controlar la iluminación o saber sacar del modelo lo que necesitas?

Estoy estudiando para saber más de iluminación y poder llegar a saber que esquema de luz funcionaría mejor para llegar a obtener la imagen que busco.

En caso de que la luz natural no me funcione suelo añadir un flash rebotado en un paraguas standard y juego con la posición para obtener diferentes resultados.

En función del modelo me encargo de dirigir las poses, hay casos en los que prefiero que se dejen llevar por la música o por las sensaciones que transmiten las prendas que llevan puestas. Me gusta tomarme mi tiempo para encontrar las poses que están en mi cabeza. Trabajo de forma calmada, imaginando que solo tengo un número determinado de disparos, “a la vieja usanza”.

Se habla mucho de la sobre exposición que de la gente de tu generación hace en redes sociales, desde selfies a vídeos, ¿le resulta útil a un fotógrafo que trabaja

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principalmente haciendo retrato toda la información que de estos canales puede surgir o más bien ves que se repiten clichés en formas de posar y actuar?

La sobreinformación de imágenes en redes sociales no ayuda cuando estás intentando hacer algo original y diferente. La mayoría de veces, a la gente le gusta lo que puede reconocer o lo que se parece a algo conocido. Pasa lo mismo con otras disciplinas artísticas.

¿Sientes que a medio plazo tengas que desplazarte a vivir a alguna otra ciudad donde sea más sencillo progresar en esta profesión o es posible hacer una carrera profesional dentro de tu entorno?

No sé dónde voy a estar dentro de 5 minutos o 5 años, pero sé que voy a estar con una cámara en la mano.

Aunque he de decir que Bilbao actualmente se encuentra en pleno apogeo, y poco tiene que envidiar de otras ciudades como Barcelona o Madrid.

https://www.instagram.com/nad_ magazine/

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Tino Soriano. Uno de los grandes nombres de la fotografía documental de los últimos años.

Conocido también como gran divulgador y docente de todo lo relacionado con la fotografía como herramienta para contar historias. Charlamos con él para saber más de alguien siempre comprometido con todo lo que la vida puede ofrecer y que se vale de la fotografía para poder exprimirla al máximo.

Entrevista: David Tijero.

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Blackkamera cumple sus primeros 10 años. Una de sus primeras actividades fue organizar un taller, ¿Cuáles serían los principales cambios que has observado en fotografía desde aquel primer taller, hace diez años, hasta el día de hoy?

Probablemente sea la democratización que ha supuesto el auge de las redes sociales a la hora de acceder a fotógrafos y mostrar nuestro trabajo, algo que es estupendo, pero que a su vez ha influido negativamente por un exceso de oferta. También a la hora de encontrar información de un fotógrafo sucede que hay demasiadas entradas no directamente relacionadas con su trabajo, sobre todo si su nombre ha salido en prensa por asuntos no relacionados con la fotografía.

También se ha producido el surgimiento de bancos de imágenes gratuitas, teniendo a golpe de clic miles y miles de fotografías, lo que ha eliminado la agencia como intermediario entre cliente y fotógrafo.

La profesión de fotógrafo casi ha desaparecido. Hace unos años si sucediera algo en algún lugar, se enviaba un fotógrafo a documentarlo. Hoy día es impensable pues allá donde suceda algo siempre va a haber imágenes de ello de cualquiera que estuviera por allí.

Los tiempos en los que ibas con una cámara han acabado. Ahora, si recibes un encargo, aparte de la cámara, has de ir con micrófono, audio, escribir, responder seguidores en redes, hacer un podcast, etcétera para exprimir la noticia tanto como sea posible.

Tu obra, llena de múltiples proyectos, se puede enmarcar dentro de lo que sería fotografía documental. Sin embargo, llama la atención lo diferentes que son las temáticas que abordas, fotografía de viajes, fotografía de cercanía con el trabajo en torno al Lago Banyoles y todo el trabajo relacionado con la Medicina. Temas muy diferentes que me imagino exigirá una forma muy distinta de abordar cada uno,

¿cómo

Para mí, haga lo que haga, la fotografía es experiencia. Un escritor, Julio Llamazares, hablaba de que él solo era capaz de escribir de cosas que había vivido en primera persona. Como fotógrafo me sucede lo mismo. Quizás lo que menos me interesa de mi trabajo es la fotografía. Lo que me interesa es mi vida, porque es corta, breve y he intentado que fuera tan intensa como me fuera posible. Todo lo que fotografío es el resultado de lo que he vivido. No abordo los temas como fotógrafo, sino que las fotografías salen a partir de mis vivencias a partir de esos temas. He tenido la suerte de que me compraran las fotografías y he podido vivir de ello.

Algo que llamará la atención a muchos fotógrafos aficionados, es lo ligero del equipo con el que trabajas, sin apenas nada más que una pequeña cámara… ¿perdemos demasiado tiempo en preocuparnos en tener la mejor tecnología posible en nuestro equipo?

Desde luego. Cuando era más joven y no sabía nada de fotografía al igual que mis amigos de entonces, teníamos eternas discusiones sobre reveladores, objetivos, que si la definición, que si perdía por los bordes... cuestiones muy técnicas. Cuarenta años más tarde, esas discusiones se han trasladado a la tecnología que hay en estos momentos, cosas que, aunque no tengas ni idea de hacer buenas fotos, las puedes entender y aplicar. Yo como docente lo he cuidado mucho. En mis talleres nunca hablo de tecnología, entre otras cosas, porque no lo uso. En mi libro Los Colores y Tú apenas dedico seis páginas a posproducción cuando en otros libros ocupan más de la mitad de ellos. Si te paras a pensar, cualquier de los

fotógrafos clásicos, han hecho su trabajo con cámaras que estos momentos están en museos, trabajaban con un 35 mm, un 50 mm, quizás un teleobjetivo corto y no necesitaban mucho más. No incluyo aquí fotógrafos de naturaleza que han de trabajar con grandes teleobjetivos para fotografiar animales que pueden estar a un kilómetro de distancia, pero sí en lo que sería mi especialidad, que es el reportaje gráfico. El gran truco me lo enseñó Quim Manresa. Él venía a decir algo así como, si hay algo a más de diez metros, no me interesa. Creo que es una buena norma para quien se dedique a fotoperiodismo. Aparte, cuando empecé en esto de la fotografía, veía fotógrafos mayores que yo con problemas de espalda por cargar equipo pesado durante muchas horas al día y pensé que yo no sería una excepción a ello, por lo que fue otro motivo para trabajar con cámara pequeña y poco equipo.

Si nos hablan de un fotógrafo de viajes, se puede llegar a pensar que es uno de los mejores trabajos posibles del mundo, por lo de desplazarse a lugares exóticos y dedicarse a fotografiar un lugar en el que todo es novedoso y espectacular, ¿cuánto de erróneo hay en esta idealización de esa profesión?

Es una manera de ganar dinero. Es una especialidad. Yo lo llamaría fotografía turística, vender destinos turísticos por medio de fotografías. La ventaja es que has de desplazarte al lugar, disfrutas del clima, de la gastronomía, de las vivencias... Hay pocos fotógrafos de viaje, en España, prácticamente solo estamos Gonzalo Azumendi y yo, que llevamos cuatro décadas dedicándonos a ello. Y si le preguntas tanto a él como a mí, si bien da mucho glamour por esto que contabas, podríamos destrozar el tópico en un momento diciendo que mientras

consigues transitar por todo ellos y no flaquear en ninguno?
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los demás están de vacaciones, tú estás trabajando como un desesperado. Uno puede pensar al ver una foto de una playa, que has estado allí disfrutando, pero en realidad llevas tres horas buscando a quienes sí están disfrutando del lugar mientras tú trabajas. Es un trabajo duro, porque llegas a un lugar nuevo, has de conducir, no conoces el idioma, has de parar en lugares donde es difícil aparcar, pero que es donde está la fotografía interesante… Podría explicar lo difícil que es, pero basta ver qué pocos fotógrafos de viaje hay, por lo que no será tan fácil. Puedes viajar a un lugar, hacer fotos allí, pero lo que es el concepto de cubrir un reportaje para lo que te puede pedir una revista como Geo o National Geographic, va mucho más allá. Hay que saber abordar una realidad diferente, absorberla y compartirla con personas que han estado o les gustaría estar allí. Es una trampa. A muchos les gustaría ser fotógrafo de viajes, pero claro, cómo compites contra los bancos de imágenes gratuitos. Se trata de saber entender, absorber y compartir la realidad de un lugar y plasmarlo en tus fotografías. Cada vez más, se pide recoger la experiencia de entablar contacto con la gente, contar historias mucho más personales por encima de las sempiternas fotografías de paisajes y puestas de sol.

De todos los países en los que has fotografiado, ¿recuerdas alguno en el que la gente fuera especialmente amable o te haya resultado muy sencillo establecer contacto y trabajar? ¿alguno en el que haya sido más complicado y la gente haya sido algo más reacia a dejarse fotografiar? ¿Tienes en cuenta la legislación del lugar a la hora fotografiar extraños?

En la República Checa, si no ha cambiado la legislación, por ley, debes pedir permiso a la persona que quieres fotografiar en la calle, pero dudo que alguien lo haga. Es ponerle

puertas al campo. Lugares donde es fácil fotografiar gente, por ejemplo, Irán, que es un país tremendamente amable. Suelo organizar viajes allí por la amabilidad de su gente. Siempre se presta a ser fotografiada e incluso agradecen que se les fotografíe. Hasta los ayatolás se dejan fotografiar. En países budistas también es sencillo. Allí impera el si tú eres feliz, yo soy feliz y si te hace feliz fotografiarme, bien está. Es verdad que quizás en estos países se abusa de la amabilidad de la gente en nombre de la fotografía.

Lugares complicados para fotografiar gente, en los países andinos, en los árabes, en general, no les gusta mucho que les fotografíen. Recuerdo cuánto me costó uno de mis últimos trabajos en Bolivia. En algunos países de África puede ser complicado. Con una tribu Masai, al preguntarles si podía fotografiarles respondían contrariados por ello, por pretender fotografiarles con una cámara con la que había fotografiado hienas. Es importante conocer la cosmogonía del lugar al que viajas, las costumbres, su cultura. El fotógrafo de viajes es alguien más que tiene una cámara y un billete de avión, sino alguien que entiende los más y los menos de la sociedad en la que se mueve.

¿Algún consejo que puedas dar a esos fotógrafos tímidos que pierden grandes fotos por no atreverse a apuntar con la cámara en alguna situación?

Todos somos tímidos. Siempre me cuesta mucho hacer la primera foto. El gran error es que la gente piensa como un paparazzi, estar ahí escondido y cuando pase alguien fotografiar. La fotografía no funciona así. Antes de tomar la fotografía hay que presentarse, romper el hielo, no robamos fotos por lo general. Lo principal no es la fotografía en sí. Saber aproximarse al sujeto, establecer un contacto hasta que se sienta

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cómodo para que le hagas fotos. Puede que hay quien defienda que se puede perder la espontaneidad y prefiera esconderse con un teleobjetivo para fotografiar a personas desde lejos, pero si lo que nos interesa está como mucho a diez metros de distancia, va a ser difícil fotografiar sin que su presencia se note. Hay otras formas de conseguirlo. Se trata de bajar la tensión, de quedarse un rato por el lugar fotografiando fachadas, árboles, hasta que dejas de ser el centro de atención y la gente vuelve a sus quehaceres y es entonces cuando puedes fotografiar sin que apenas reparen en ti. Muchas veces el problema es que vamos a fotografiar con prisa y de ahí es difícil sacar algo bueno. Hay que saber tener paciencia.

Una parte importante de tu trabajo se ha centrado en documentar temas de entorno médico, hospitales, pacientes de diversas enfermedades, ¿Cómo se aborda un tema que puede ser tan duro como ese? ¿Es posible mantener una distancia por preservar la propia salud mental o por el contrario es imprescindible empatizar con la situación de aquellas personas que estás fotografiando?

Has de empatizar con la persona. Si fotografías a alguien con una enfermedad, no puede tener la sensación de que estoy distante, que no lo hago por ganar un premio, sino porque a mí me interesa. Es cuando muestras un interés verdadero por una situación cuando se hace más accesible poder fotografiar. Pasas a ser parte de la vida de esa persona y sí, sufres, no tanto como él o sus familiares, pero, a pesar de ello, siendo consciente de que tu tarea es ser efectivo y dejar constancia de esa situación, porque la fotografía, a veces, puede tener mucha trascendencia con el paso de los años. Puedes marcar una especie de barrea psicológica con la cámara, como hacen los

enfermeros y los médicos, pero es algo que te afecta. Este desgaste lo gestiono con la fotografía de viaje y la docencia, ambos caminos que sirven para aliviar la tensión del fotoperiodismo.

Sigues organizando talleres y revisiones de porfolios, ¿aprecias una evolución en quienes participan en los mismos con respecto a cuando te iniciaste en esta tarea? ¿Ha aumentado de algún modo la cultura visual por vivir en un mundo absolutamente plagado de imágenes? ¿Cuál sería la principal carencia con la que tus alumnos llegan a los talleres?

La mayoría de alumnos que vienen a mis talleres saben infinitamente más que yo sobre tecnología. Yo trabajo con la cámara en automático y utilizo versiones antiguas de software para trabajar con mis fotos. Es lo que necesito y nada más. No me interesan mucho los avances tecnológicos. Sí que vienen con mayor cultural visual, pero también con un exceso de información. Padecen algo que yo llamo el síndrome de estudiante eterno. Quizás deberían limitarse más al ámbito en el que quieren fotografiar. Es más fácil de explicar si lo comparo con la Medicina. Puede que seas un cirujano y que te guste la psiquiatría o la dermatología. Todo es Medicina, sí, pero obviamente, poco aprenderás de tu especialidad con esas otras dos ramas de la Medicina. No es que sea un tiempo perdido, pero tampoco me va a aportar a la especialidad que hago. A mí me interesa ver gente con carreras paralelas similares a las mías. Mis alumnos vienen con un exceso de información y una carencia de concepto. Saben de técnica, pero fallan en el concepto básico, el alma de las fotos. Cuando escribí el libro Ayúdame a mirar, un trabajo que pretendía explicar algo fácil como es explicar por qué una foto está bien hecha y por qué

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no y de ahí salieron 600 páginas. Yo mismo me sorprendí de hasta qué punto la fotografía es compleja. Tiene un proceso mental que es brutal y es en ese proceso donde más carencias veo en gente que sabe de estética, de tecnología, de otras materias como puede ser la difusión en redes, pero sobre la materia prima, controlan poco, en general, y es que es algo que se aprende con muchos años de experiencia, reflexionando mucho sobre lo que haces y, también, acudiendo a talleres de expertos. Eso es algo que Blackkamera mima mucho. Organizar talleres de fotógrafos consagrados. Yo he tenido la ocasión de asistir a talleres de fotógrafos como Elliott Erwitt, Alex Webb, Cristina García-Rodero, Navia… y creo que es donde más aprendí. Poder ver en unas pocas horas o unos pocos días más que su obra, accesible en libros o webs, sus motivos para hacer lo que hacen, cómo y por qué lo hacen. Eso es lo que has de aprender de alguien que tiene más experiencia.

En un entorno donde la tecnología, lo digital y lo virtual adquiere cada vez más importancia, parece haber un auge entre los más jóvenes de la fotografía analógica, ¿cómo observas ese fenómeno? ¿crees que no pasa de ser una moda que como otras pasarán? ¿Puede ser algo positivo para entender mejor la esencia de lo que es la fotografía o por el contrario va a ser un problema por lo que las modas pueden provocar como es el alza de precios de máquinas, carretes, etcétera?

Siempre hay un porcentaje de personas con tendencia explorar lo clásico. Es como cuando escuchabas la música con un vinilo, que se podía ensuciar, romperse fácilmente, pero aún, hoy en día, hay gente que te defiende que la música se escucha mejor en vinilo que en digital. Son criterios. En fotografía pasa parecido. Hay un público más interesado en lo clásico.

Si yo fuera profesor de fotografía haría que mis alumnos empezaran por la forma clásica de hacer fotografía, porque te aporta algo que la fotografía digital te niega, que es la necesidad de imaginar. Cuando revelas aprendes muy bien lo del sistema de zonas, los grises, los colores… No es algo que haya aprendido con Photoshop. Además, en la parte directa, la parte del disparo, estabas limitado por el dinero, cada carrete tenía treinta y seis disparos y había que pensar muy bien cuándo fotografiar. Yo cuando trabajaba con película para National Geographic, tenía que enviar a Washington los carretes sin revelar y con notas explicando lo que había en cada uno. Alguien revelaba esos carretes y los editaban. Yo no los veía hasta que pasaba más de un año y se publicaba la revista y hasta pasados dos, no tenía los negativos revelados de vuelta. Esto requería un gran esfuerzo de concentración porque no podías saber cuál iba a ser el resultado de lo que fotografiabas.

Con la digital puedes disparar casi sin pensar, tirando una y otra vez y viendo lo que has hecho de inmediato, y quizás de ahí viene la carencia de quien ha aprendido a fotografiar con la digital, que no necesita pensar mucho en lo que quiere fotografiar. Has de entender que la fotografía es mucho más que hacer un clic ante lo que tienes delante y que detrás hay una serie de valores intangibles que son lo que tienes que aprender a ver y a reproducir.

En estos tiempos en que todo se fotografía de manera masiva, ¿Ha de ser el objetivo principal de un fotógrafo ser capaz de articular su trabajo en torno a un proyecto, saber crear series de fotografías y editar su propio trabajo? ¿Conseguir esa fotografía que de algún modo pueda convertirse en icónica es algo que ya tiene una importancia secundaria?

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Es importante que un fotógrafo cuente con un cuerpo de trabajo. Una línea de trabajo consistente en el tiempo. Si ves el trabajo de Cristina García-Rodero, ves un cuerpo de trabajo, o, por ejemplo, si repasas la obra de Txema Madoz, ves que tiene una línea de trabajo.

Ahora se toman más fotos, se hacen series, reportajes, pero la fotografía icónica, siempre será la fotografía icónica. Suele suceder en los concursos y certámenes, que es una única foto la que gana. Es la foto que no tiene parangón, la que alcanza el rango de icono. Una imagen que es como una bofetada a la audiencia y que tiene mucho recorrido. Me viene a la memoria, por ejemplo, la foto del niño sirio ahogado en una playa de Turquía. Esa foto formaba parte de un reportaje, pero esa fue la imagen que alcanzó trascendencia y se volvió icónica.

Transmitido a título de revista, la fotografía icónica sería la doble página, la imagen que de algún modo hace la presentación del tema que va a tratar el reportaje, que resume el tema que aborda, y luego otro conjunto de fotografías, forma el reportaje añadiendo datos sobre el mismo.

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