Súper Aitor

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Elena Quintero

SÚPER AITOR




SÚPER AITOR © Texto: Elena Quintero © Ilustraciones: Editorial Gunis © Diseño & Maquetación: Editorial Gunis Editorial Gunis info@editorialgunis.com www.editorialgunis.com Reservados todos los derechos.


Elena Quintero

SÚPER AITOR


Los habitantes de Villaletritas se habían olvidado de las letras. Magalo, “El mago malo”, había robado todos los libros. Ahora nadie sabia imaginar, y se aburrían porque ya no podían inventar juegos nuevos. Por eso estaban todos muy tristes. Sòlo Magalo, “El mago malo”, estaba la mar de contento. Pero un día llegò Súper Aitor. Un súper niño muy fuerte, muy valiente y con mucha imaginación. Cuando los habitantes de Villaletritas le contaron por què estaban tristes, Súper Aitor les preguntò: -¿Por què no vais todos a recuperar vuestros libros? -Nos hemos olvidado de las letras- respondieron-. Por eso no podemos leer los carteles que indican còmo llegar hasta el castillo de Magalo. Súper Aitor, además de fuerte y valiente, tenía muy buen corazón. Se dijo que debía ayudar a los habitantes de Villaletritas, pues era muy injusto que se hubieran quedado sin todos sus libros. -¡No os preocupéis-les dijo-. Yo sí sè leer los carteles. Y la verdad, no parece que el castillo estè tan lejos. ¡Os traeré vuestros libros! Y sin pensarlo dos veces, Súper Aitor se puso en marcha hacia el castillo. Pronto llegò a un punto del bosque en el que había dos caminos. Súper Aitor no sabía si seguir por la izquierda o por la derecha, porque Magalo, el muy tramposo, había colocado una flecha en cada uno de los caminos; y en las dos ponía “castillo”. Súper Aitor le preguntò a un pajarillo que pasaba: -Perdone, señor pajarillo. ¿Sabría usted decirme en què dirección está el castillo? -Por supuesto-respondió el pajarillo-. Tienes que seguir el camino de la derecha. -¡No señor!- dijo una ardilla que se asomò desde el hueco de un árbol-. Todos saben que el camino correcto es el de la izquierda. -Pues menudo problema- dijo Súper Aitor- . Estoy justo como al principio. -¿Què escándalo es este?- dijo un búho que se había posado sobre una rama del árbol donde estaba la ardilla-. ¿Acaso no sabéis que los búhos descansamos de día? ¡Con tantas voces no hay manera de dormir!



-Señor búho-dijo el pajarillo- usted que es tan sabio, ¿al castillo se va por el camino de la izquierda o por el de la derecha? -Pues, la verdad, no lo sè. Pero, por si os sirve de ayuda, el oso me comentaba esta mañana que su cueva está justo al lado. No puedo deciros mucho más. Ahora, por favor, dejadme dormir-dijo el búho bostezando profundamente. -¡Anda, mira què suerte!- exclamò Súper Aitor, señalando el camino de la izquierda- Justo aquí hay un montón de huellas de oso. ¡Gracias amigos! Y Súper Aitor siguió las huellas. Al final llegò hasta un gran estanque brillante y cristalino, en el que unas pequeñas hadas se divertían de lo lindo. Súper Aitor se disponía a saltar para cruzar nadando hasta la otra orilla. Pero las hadas se le acercaron y le dijeron a coro: -El Estanque Encantado no se puede cruzar a nado. Una barca mágica te ayudará. Pero su magia sòlo funcionará Si nos recitas un poema que nos haya de encantar. Súper Aitor leía muchos libros. Por eso su imaginación era enorme. Así que no tardò mucho en inventar un poema: -Hasta aquí me trae una importante misión. Unos buenos amigos han perdido la imaginación. Si sus libros les consigo devolver a lugares maravillosos podrán viajar en cuanto empiecen a leer. Al castillo pronto he de llegar. Al malvado Magalo tengo que convencer de que los libros que un día fue a robar, vaya ahora a devolver. Por favor, preciosas hadas, ayúdenme a que nadie en el mundo pase un solo día sin leer. La magia funcionó a las mil maravillas.



Súper Aitor pudo cruzar el estanque en la barca, mientras las hadas le decían adiós con la mano. Poco después, tras recorrer un sendero que atravesaba un espeso bosque, ya podía verse, muy, muy cerca, una colina en cuya cima estaba el castillo. Sólo le quedaba rodear un enorme árbol, con el tronco muy grueso. Y lleno de ventanitas. “Qué raro”. Pensó Súper Aitor. “Nunca había visto ventanas en un árbol, por muy grande que sea el tronco”. Pero ya le quedaba muy poco para llegar al castillo. Había cosas más importantes en qué pensar. Dio un paso más, otro y.....unas personitas muy pequeñas le cortaron el paso. Eran muchos. Y tan pequeñitos como para poder asomarse a las ventanitas del enorme árbol. -Hola-saludó Súper Aitor-. ¿Podrían dejarme pasar, por favor?- Preguntó con muy buenos modales. -Éste es el Árbol de los duendes- respondió uno de los pequeños seres. Así que aquello eran esas personillas: duendes. -Sí-dijo otro-. Y no se puede pasar sin nuestro permiso. -¿Me dan permiso, por favor, amigos duendes? ¡Es muy importante que llegue cuanto antes al castillo! Los duendecillos no eran malos, pero sí un poco traviesos. Uno de ellos, especialmente pequeñito y con cara de pillín, dijo: -Sólo te dejaremos pasar si nos dices un trabalenguas. ¡Son tan graciosos! Tienes que decirlo muy deprisa. Pero como te equivoques, aunque sólo sea una vez, tendrás que irte por dónde has venido. Todos soltaron una risilla un poco malévola. Súper Aitor, por leer tanto como leía, sabía muchos trabalenguas. Escogió uno que decía así: -Piquito picotea, poquito a poquito. Pica que te pica con el piquito.



Lo dijo muy deprisa y sin equivocarse. A los duendes les gustó tanto que todos empezaron a repetirlo, riendo como locos cuando se equivocaban. Se olvidaron de que Súper Aitor seguía allí. Así que éste siguió su camino, antes de que los duendes se cansaran del trabalenguas. Por fin llegó al castillo de Magalo, “El mago malo”. Súper Aitor subió hasta lo mas alto de la torre, y allí estaba Magalo, sentado sobre un enorme baúl. -¿Quién eres tú?- preguntó. -Soy Súper Aitor. Y he venido a por los libros que les has robado a los habitantes de Villaletritas. -¡Jamás! Con tantos juegos y tanta risa, hacían mucho ruido, y no había quién estudiase sus libros de hechizos. Ahora sólo hay paz y tranquilidad, con este silencio. -¡Pero no es justo!-respondió Súper Aitor-. Sin sus libros, los habitantes de Villaletritas se han olvidado de imaginar. ¿No te da pena que estén tan tristes? -¡A mí no me importa lo tristes que estén! Además, los libros están en este baúl. Y solo puede abrirse cuando se acierta una adivinanza mágica. Y te advierto que es tan difícil que tardarías cien años en adivinarla. ¡Así que fuera de aquí!- gritó Magalo. Súper Aitor pensó que Magalo vivía tan solo porque era muy egoísta. No le importaba lo tristes que estaban en Villaletritas. ¡Y esas formas tan groseras de echarle de su castillo! Pero lo peor de todo era cómo había cogido todos los libros para él solo. ¡Sin permiso! -Dime la adivinanza- dijo Súper Aitor-. Si fallo, te daré todos mis libros, que son muchos. Pero si acierto, devolverás a sus dueños los que guardas en el baúl. ¿Trato hecho? -Está bien. Ahí va: << “Si lo tienes, quieres compartirlo. Si lo compartes, ya no lo tienes”. ¿Qué es? << Ahora-dijo Magalo- tráeme los libros que me prometiste, porque ya ves que jamás acertarás. ¡Ja, ja, ja, ja! -¡No tan deprisa!- dijo Súper Aitor-. La respuesta es.... ¡el secreto! El baúl se abrió por arte de magia.


-¿Qué? ¿Has acertado? ¡Noooo!- gritó Magalo- ¡No, no, Noooo!- Repetía, mientras no paraba de patalear. -No te pongas así, vamos- dijo Súper Aitor, que al final le daba un poquito de pena Magalo-. Ven conmigo a Villaletritas a devolver los libros y veras cómo no está nada mal jugar y divertirse. Magalo hizo lo que le pedía Súper Aitor. En cuanto tuvieron de nuevo sus queridos libros, los habitantes de Villaletritas recordaron las letras, y cómo juntarlas para formar palabras. Recuperaron la imaginación y pudieron inventar muchísimos juegos nuevos. Tan divertidos que hasta Magalo, “El mago malo”, aprendió a reír, a compartir y a portarse muy bien. Pronto todos en Villaletritas querían ser sus amigos. Y comenzaron a llamarle Magalo, “El mago nada malo”. Súper Aitor se quedó unos días en Villaletritas. Fue muy divertido pero, aunque le pidieron que se quedase a vivir con ellos, él tenía que volver a su casa, y estar preparado por si alguien, alguna vez, necesitaba su ayuda. Así que se despidió de sus nuevos amigos. Incluido Magalo, que le regaló su libro de hechizos. Súper Aitor les prometió que muy pronto volvería a visitarles. Los habitantes de Villaletritas nunca más se olvidaron de las letras.


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