6 minute read
Prefacio
La primera versión de las ideas generales de este libro corresponde a un breve ensayo que redacté para el coloquio sobre migraciones internacionales en el Caribe, organizado por el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México en octubre de 1981. La perspectiva asumida en este, centrada en la teoría del valor de la fuerza de trabajo y proceso de acumulación de capital en el examen de la movilidad internacional del trabajo, sugería un esfuerzo de articulación del análisis macrosocial, referido a procesos históricos y estructuras, con el análisis microsocial de las estrategias de migración e inserción sociolaboral de los migrantes, que exigía, para el caso en cuestión, un estudio detallado sobre los braceros haitianos incorporados al proceso de trabajo en la cosecha cañera dominicana. Gracias al financiamiento proporcionado por la Fundación Friedrich Ebert, tuve la oportunidad de emprender ese propósito de investigación, realizando un amplio trabajo de campo durante la zafra azucarera de 1983, con el adicional respaldo institucional del Museo del Hombre Dominicano.
La corriente migratoria de braceros haitianos a las áreas cañeras dominicanas conforma un típico sistema migratorio estacional, de procedencia y destino rural, entre países limítrofes, que regula el esquema de migración definitiva y los subsecuentes desplazamientos de los migrantes laborales en el interior de la República Dominicana. En este texto he tratado de
Advertisement
analizar el sistema migratorio haitiano-dominicano en una perspectiva de conjunto, examinando, sobre todo, en un ejercicio de sociología agregada, sus «polos» complementarios: el proceso de generación de una sobrepoblación relativa en los campos haitianos y el proceso de sobreexplotación laboral de los inmigrantes en los cañaverales dominicanos. Dada la resonancia que ha adquirido el debate en torno a la inmigración haitiana, particularmente respecto a la inserción sociolaboral de los inmigrantes, espero que este libro contribuya a situar la discusión sobre bases más sólidas y a redefinir algunos puntos de controversia.
Deseo expresar mi agradecimiento a José del Castillo por el cordial apoyo otorgado para la realización de este estudio tanto en su condición de director del Museo del Hombre Dominicano como de manera personal en su condición de investigador. Mi amigo Fernando Ottenwalder fue un colaborador permanente, contribuyendo de muy diversas maneras en esta obra con su inquieta creatividad; además de que con él discutí gran parte de los temas aquí tratados. Juan Peña y Vicente Rosario –especialmente este último– me asistieron en un trabajo paciente y cuidadoso, de revisión de documentos y datos estadísticos, que se prolongó durante casi dos años. Recibí amplias facilidades para la investigación en la Biblioteca Nacional –y estoy muy agradecido de la amabilidad de su personal–, así como en el Archivo Nacional y en la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Debo especial reconocimiento a Gérard Pierre-Charles, quien me estimuló a emprender la investigación en que se fundamenta este libro y tuvo la gentileza de propiciar, en diciembre de 1982, un encuentro de discusión sobre el enfoque y la metodología del estudio. En esa ocasión pude beneficiarme de las observaciones y sugerencias de Luisa Paré, Hejo Heussen, Pablo Maríñez, Laura Faxas, María Nájera, Brígida García y Crescencio Chiappeto, entre otros. Un borrador del capítulo tercero fue leído en forma muy atenta por María Nájera, quien hizo valiosas críticas y observaciones que fueron tomadas en consideración para la redacción definitiva.
Realmente estoy en deuda con gran cantidad de personas que contribuyeron de muy diversas maneras a la realización de este trabajo y que sería imposible mencionarlos aquí. De todos modos, no puedo dejar de mencionar a los siguientes amigos y colegas: Martín Murphy, Wilfredo Lozano, Carlos Julio Báez, Jacques L. Pierre, Rafael Calderón, así como a Konrad Stenzel, José Luis Álvarez y Harold Jung de la Fundación Friedrich
Ebert. Durante el proceso de investigación tuve la oportunidad de interiorizar algo más que información a través de mis entrevistas y relaciones con numerosos trabajadores azucareros, dirigentes sindicales medios y, principalmente, con los braceros cañeros que aportaron las informaciones que aparecen como «datos» de investigación. En referencia a este particular –y creo que con entera razón– podría muy bien concluir con el tradicional giro final de los prefacios: toda vez que el bracero cañero es el personaje central de esta obra, lo bueno que haya en ella corresponde a su punto de vista, y, naturalmente, yo asumo la completa responsabilidad respecto a interpretaciones y posibles equívocos.
FBE Santo Domingo Agosto, 1984
CAPÍTULO I. LA CONTROVERSIA PERMANENTE SOBRE LA INMIGRACIÓN HAITIANA
La migración de trabajadores haitianos a la República Dominicana se ha convertido en uno de los temas más controvertidos en los últimos años, paralelamente al incremento sustancial del volumen de inmigrantes y la articulación de presiones, nacionales e internacionales, en torno a las miseriosas condiciones de trabajo y vida que estos soportan en el país, particularmente en los centrales azucareros. El carácter recurrente del debate público de esta temática se acompaña, en la actualidad, de una notabilísima extensión, que le otorga estatuto de controversia cotidiana, a pesar de que apenas se percibe su debilitado eco en los recintos académicos. Más que objeto de discusión reservada a especialistas y grupos de intelectuales, la temática de la inmigración haitiana ha sido, justamente, asunto acremente debatido en el panorama político y por el ciudadano común del país. Los factores que impulsan la generalización del debate son ampliamente manifiestos, si se tiene presente el papel estratégico desempeñado por el obrero haitiano en la industria azucarera dominicana, su progresivo desplazamiento hacia otras áreas –tareas en otros cultivos y diversas actividades a nivel urbano– y la aguda rivalidad histórica tejida entre las dos naciones que comparten la isla de Santo Domingo.
La relevancia del tema no es menos ostensible que las razones asociadas a la recurrencia y generalización de su discusión. Como fruto de una implacable dinámica de desarrollo desigual, este flujo unidi-
reccional de hombres se ha erigido en centro articulador de la querella permanente sobre intereses estratégicos de proyectos nacionales y sobre el mismo destino nacional, querella transmutada, por las clases dominantes de ambos pueblos, en lo que bien podría dominarse la metáfora del «dilema insular». Mediante esta se esfuma toda posibilidad de convivencia de «vecinos en la isla», colocando, en cambio, la imagen de «rivales en disputa por la isla». Por esta vía, se articula orgánicamente el proceso migratorio con la problemática nacional, expresándose con vigor en momentos cumbre en las sucesivas etapas: desde la irrupción masiva, en la segunda y tercera décadas del presente siglo, hasta el asesinato en masa de haitianos en 1937, y, digamos, desde los conflictos de 1962-1964 y cierre fronterizo de 1967-1970 hasta la confrontación reciente en el plano nacional y que, es de esperar, se renovará con vehemencia en el futuro inmediato.
Los analistas y comentaristas del flujo inmigratorio haitiano resaltan, comúnmente, situaciones aparentemente contradictorias, en especial una, que ha adquirido el rango de gran paradoja: la persistente y masiva migración laboral hacia una sociedad, como la dominicana, que presenta altos niveles de desempleo y subempleo. Si se considera que los inmigrantes haitianos en la República Dominicana soportan oprobiosas condiciones de trabajo y de vida, o como se expresa corrientemente, «trabajan mucho, en las tareas más pesadas, y se les paga muy poco», las proposiciones de la gran paradoja se disuelven en la banal afirmación de que el ínfimo precio de la fuerza de trabajo del inmigrante haitiano orienta la predilección de los empresarios hacia este, por más que se abulte el excedente de fuerza laboral dominicana. Pero surge, de inmediato, la pregunta esencial: ¿por qué el obrero haitiano puede ser sometido a esas oprobiosas condiciones de trabajo y vida? O más directamente: ¿qué factores determinan el bajo precio de la fuerza de trabajo del inmigrante haitiano, en comparación con la del trabajador dominicano de igual calificación? La respuesta a esta interrogante sitúa el análisis al nivel del proceso migratorio a escala insular y exige un reexamen de la teoría del salario, en el estudio de la movilidad internacional del trabajo, a partir de la problemática de la frontera nacional.