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Valor de la fuerza de trabajo y frontera nacional el proceso migratorio a escala insular

En el ámbito de la oferta y demanda de fuerza laboral, el proceso migratorio haitiano-dominicano aparece como equilibrio de flujos entre zonas de expulsión y atracción: las regiones sur y central del oeste de la isla abastecen los requerimientos de abundante mano de obra barata de baja calificación para el eje azucarero sur–central–este de la parte este de la isla. Esta oferta abundante de trabajadores ajustada a la demanda del sector cañero no daría cuenta del nivel del salario de equilibrio ni mucho menos del propio ajuste interregional si se considera la potencialidad de una oferta equivalente en otras zonas del este de la isla. Bajo los términos de la teoría de la articulación de modos de producción, efectuamos un avance significativo en el análisis concreto al considerar las vinculaciones entre la economía campesina del oeste y la industria azucarera del este de la isla. La aguda pauperización de la economía campesina genera una población laboral excedente, disponible para el capital azucarero, que es utilizada en el ámbito de la cosecha cañera y retornada a dicha economía campesina al concluir esta: mediante el esquema de la migración temporal esta población laboral circula continuamente entre dos modos de producción. De aquí se derivan dos condiciones esenciales del proceso migratorio visto en conjunto. La economía capitalista azucarera se halla frente a la posibilidad de prescindir de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, transfiriéndolos a la economía campesina como reserva de fuerza laboral, es decir, como proveedora permanente de reemplazos, pudiendo ajustarse el nivel del salario al precio de los bienes mínimos necesarios para la reconstitución de la fuerza de trabajo del obrero. Y, a la vez, esta circulación de hombres descarga estacionalmente a la economía campesina de un excedente de fuerza laboral y aporta un flujo de bienes e ingresos monetarios con el proceso cíclico de retorno.

Esta forma de articulación define el encuentro de la dinámica de reducción salarial del proceso de acumulación capitalista en la industria azucarera, impulsada por la integración al mercado mundial, y una mano de obra abundante y barata permanentemente disponible. Sin embargo, el esquema de migración temporal plantea solo la condición objetiva de exclusión de los

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costos de generación de reemplazos, por lo que es determinante la incidencia de factores sociopolíticos para tornar efectiva dicha exclusión. En caso contrario —es decir, asumiendo una regulación automática—, no podría explicarse el esquema de migración definitiva, que persiste simultáneamente con el de migración temporal, condicionado por el propio proceso de rotación del capital azucarero. Además de que, asumiendo esa perspectiva, la referida articulación a escala insular solo podría fundamentarse con base en la menor productividad y mayor grado de pauperización de la economía campesina del oeste respecto a la del este —situación que, si bien podría ser verificable, constituye apenas un aspecto de la explicación—.

Es preciso efectuar un nuevo avance a fin de situar el análisis del proceso migratorio en el ámbito de los espacios nacionales en que se reparte la isla, en referencia a los cuales es que adquieren significación concreta los análisis de relaciones productivas y mercados laborales. En este marco, el proceso migratorio a escala insular aparece como proceso migratorio internacional, constituyéndose la «frontera nacional» en premisa y categoría clave del análisis. Bajo la perspectiva de espacios heterogéneos en lo socioeconómico y político-cultural, es decir, en el marco de los Estados nacionales en sus relaciones, surgen consideraciones de interés respecto al valor de la fuerza de trabajo, las condiciones de la movilidad del trabajo y el funcionamiento de los mercados laborales. Desde el momento en que se introduce un «elemento histórico-moral»22 en la determinación del volumen y composición de los medios de subsistencia socialmente necesarios, o bien, en los determinantes del valor de la fuerza de trabajo en la fase del consumo individual, se establece que el nivel del valor debe ser definido en el contexto del espacio nacional, siendo este proceso expresión de la dominación de la forma valor en la sociedad. Dicho proceso, que se efectúa a través de una perecuación de carácter sociopolítico, supone las articulaciones específicas entre relaciones de producción y peculiaridades del capitalismo configurado, por todo lo cual dichas articulaciones implicarían mecanismos de desvalorización de la fuerza de trabajo, más que situaciones de subvaluación de esta.

La disparidad de grados de desarrollo y sistemas de reparto social de valores a escala internacional se concretiza en diferencias simultáneas en

22 C. Marx: El capital, vol. I; F. C. E., México, 1976, p.124.

el valor de la fuerza de trabajo entre países que propulsan la movilidad internacional del trabajo. La frontera nacional —premisa y marco delimitador de estas diferencias simultáneas— manifiesta aquí dos funciones reguladoras esenciales en el proceso migratorio. En primer lugar, se erige en barrera a la libre movilidad del trabajo, regulando el volumen de la circulación internacional de trabajadores y preservando, con ello, la jerarquía de disparidades en el valor de la fuerza de trabajo entre países. En segundo lugar, se derivan de ella múltiples mecanismos de regulación de la movilidad de los inmigrantes en la sociedad de recepción tanto a nivel de los mercados laborales como a nivel de la sociedad global. En esencia, estos mecanismos reguladores se orientan a reproducir la exterioridad de los inmigrantes en la sociedad de llegada con el objeto de abatir y nulificar su incidencia en el proceso sociopolítico de perecuación del valor de la fuerza de trabajo.

La movilidad internacional de los trabajadores y la existencia de fronteras nacionales permiten que se efectúe lo que puede designarse una tendencia a la escisión del ciclo de la fuerza de trabajo en sus fases básicas: la fase de producción —en la cual la fuerza de trabajo es gastada productivamente— con arreglo a la sociedad de recepción, la fase de consumo —en la que se reconstituye y reproduce la fuerza de trabajo— sobre la base de la sociedad de origen, manteniéndose una brecha para que no deje de operar el dispositivo de las disparidades. El caso analizado por C. Meillassoux23 para las migraciones temporarias de base agraria —gasto y reconstitución de la fuerza de trabajo en la sociedad de recepción durante un período, y reproducción permanente en la sociedad de origen— constituiría una modalidad de esta tendencia general, cuyo caso extremo e hipotético estaría dado por la migración limítrofe —gasto de fuerza de trabajo en la sociedad de recepción y reconstitución y reproducción en la sociedad de origen—. Las migraciones definitivas integrarían la modalidad menos transparente, puesto que conforme a esta el ciclo objetivo de la fuerza de trabajo se efectúa en la sociedad de recepción. En tal caso, dicha tendencia se concretiza subvaluando los costos de reconstitución y reproducción con arreglo a la sociedad de origen. Situación más claramente percibida al coexistir simultáneamente la migración temporal y

23 Claude Meillassoux: Mujeres, graneros y capitales, Ed. Siglo XXI, México, 1979.

definitiva de un grupo nacional. Tales modalidades confluyen, sin embargo, en un aspecto común: existan o no condiciones objetivas para la subvaluación, la tendencia a la escisión opera sobre los determinantes del valor por el lado del consumo individual, es decir, en la diversidad de factores que integran el «elemento histórico-moral», que poseen una connotación nacional y expresan la capacidad de respuesta, presión y lucha de la clase obrera nativa. En suma, se orientan a reproducir la exterioridad nacional del inmigrante a fin de abatir y nulificar su capacidad de negociación en el proceso de venta de fuerza laboral y minar los mecanismos de solidaridad por parte de los obreros nacionales.

Tal tendencia fundamental se revela en la común contradicción del trabajo migratorio en todas las latitudes: el hecho de que el inmigrante se integre al proceso productivo en la sociedad de recepción y se obstaculice su integración sociopolítica en esta. Dichos obstáculos, en tanto formas de regulación de la movilidad del trabajo, se derivan de las funciones de la frontera nacional como frontera político-administrativa y sociocultural, integrando un vasto conjunto de mecanismos y dispositivos: discriminación, racismo, xenofobia, estereotipos nacionales, exclusión del disfrute de derechos civiles, políticos y laborales. La operación de la frontera nacional en tales funciones se manifiesta como segregación social de los inmigrantes laborales, diferencias salariales y de niveles de vida respecto al trabajador nativo y carácter no competitivo frente a este en la órbita del mercado global de trabajo. Estos últimos aspectos son designados, por la literatura concreta sobre el particular, como procesos de segmentación del mercado de trabajo provocados por la inmigración: la formación de mercados de trabajo secundarios para inmigrantes y la asignación de estos a procesos productivos y ramas de actividad determinados, excluyéndose de estos últimos a los trabajadores autóctonos.

Esta situación es soportada en común, aunque bajo modalidades divergentes y diferentes grados de intensidad, por los hispanos en Estados Unidos, los africanos en Francia, los españoles, portugueses, italianos en Alemania, Francia, Bélgica, Suecia, Inglaterra. El objetivo es también común y manifiesto: subvaluar la fuerza de trabajo del inmigrante en la sociedad de recepción mediante el despliegue de la estrategia de escisión señalada.

En este estudio exponemos el caso migratorio haitiano-dominicano como ilustrativo de una aguda exteriorización nacional y subvaluación ex-

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