Premios goya 2014

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Cuadernos de biblioteca

Premios Goya 2014 1


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Premios Goya

2014


Cuadernos de Biblioteca nº 14 Colección dirigida por Josefina López Ilustraciones de Irene Morera Gracia, Roxana Eliza Scurtu, Jorge Martín Torrubia, Raúl Porcar Palacios y Elena Muñío Gracia

PRIMERA EDICIÓN, 2014 Ediciones de la Biblioteca Departamento de Edición Maquetación: Mª Pilar López Pérez IES Goya Avd. Goya, 45 50006 ZARAGOZA


MODALIDAD LITERARIA


Roxana Eliza Scurtu 1ยบ Bachillerrato J Premio Goya de pintura Bachillerato


Relato literario en castellano Bachillerato PRIMER PREMIO: Sopa de letras, de Bárbara Martín Salanova

FINALISTAS: -Haz que todo esto acabe, de Sandra Arbiol -Cuervos, de Ariadna Ferrer de la Torre

Segundo ciclo de ESO PRIMER PREMIO: Agua de limón, de Lucía Pitarch Ballesteros FINALISTA: Bailando por un sueño, de Tamara Álvarez Rodríguez


Sopa de letras

S

i algo de mi infancia recuerdo con especial emoción es la sopa de letras que me preparaba mi abuela. La mujer vivió siempre en un silencio permanente, alejada del insoportable ruido de las palabras triviales. Prefiero explicarlo así antes que utilizar la injustificada palabra: mudez. La sopa de letras era algo entre ella y yo, solo entre ella y yo. Cualquiera se hubiera quedado atónito observando la escena y no hubiera entendido la importancia que esos momentos de áfona comunicación tenían para nosotras. En las tediosas y largas entrevistas nunca falla la pregunta de cómo encontré mi vocación. Suelo responder con alguna frivolidad de esas que satisfacen a los periodistas. Lo que nadie sabe es que todo fue gracias a mi abuela, que me descubría cuentos e historias de la manera más insólita, cocinando las letras y las palabras que ella sola no era capaz de pronunciar. Bárbara Martín Salanova, 2º Bachillerato D

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Haz que todo esto acabe

A

llí estaba; un año después de haber recibido aquella carta que, en cierto modo, cambió mi vida de una forma que no sabría cómo describir.

Eran más de las doce. Esa noche habíamos quedado mis viejas amigas del instituto y yo para revivir nuestros momentos de “adolescentes impertinentes que siendo menores de edad se cuelan un sábado por la noche en el bar de moda de la ciudad”. Esta vez era muy distinto; habían pasado seis años desde la última vez que había estado allí, aunque todo seguía igual: la misma terraza con las sillas de metal, las velas en las mesas, la madera rota de la puerta; hasta el portero creo que era el mismo. Todo seguía igual, menos nosotras. Habíamos dejado de ser adolescentes en busca de chicos guapos y habíamos pasado a ser veinteañeras mayorcitas en busca de chicos, aunque ya no sé si guapos, o no. Había una parte de mí que se moría por entrar en aquel oscuro garito, plagado de gente sin escrúpulos con ganas de fiesta, de entrar en calor gracias al contacto humano y de oír música, que no escucharla, porque tras llevar unas copas de más y dos o tres chupitos ya no saben si la canción que está sonando es la tercera o la cuarta vez que la ponen o si no la han oído nunca, o si es su favorita. La otra parte de mí era la que me decía “Sandra vete a casa”. No sabía lo que tenía que hacer así que, debido a mi pequeña falta de personalidad en ciertos momentos, decidí seguir a mis amigas. Entrar, pedir algo en la barra y subir al baño. Como ya decía, nada había cambiado. Parecían los tres pasos que había que seguir cuando entrabas allí. No habían pasado ni cinco minutos desde que había entrado y sabía que no podía quedarme más. Imágenes del pasado surgían en mi cabeza y no podía controlarlas. Esas cuatro paredes encerraban demasiados momentos que no debía recordar. —Tengo que irme —dije. Pensaban que hablaba en broma, siempre había sido la graciosa del grupo, pero esta vez iba en serio y solo ella, la que fue mi mejor amiga durante tantos años, sabía que estaba hablando en serio. Salí corriendo y cogí el primer taxi que vi vacío. Lo único que quería hacer era llegar a casa y volver a releer aquella carta que llegó una fría tarde de noviembre. Yo volvía de una entrevista de trabajo para un periódico. Había acabado economía, pero siempre se me había dado bien escribir.

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Cuando entré en casa encontré un sobre tirado en el suelo, no tenía sello y no llevaba escrita mi dirección ni remite. No era un sobre normal, había cogido un tono amarillento, como si fuera antiguo o hubiera estado en un lugar lleno de polvo esperando a que alguien lo encontrara. Me recorrió una extraña sensación por el cuerpo, un cosquilleo que me inspiraba un miedo atroz pero que me pedía abrir el sobre sin esperar un minuto más. La idea de recibir una carta me resultaba, cuando menos, interesante. En el siglo XXI con los móviles, Internet, y todas sus aplicaciones, hacía años que no recibía algo así. El contenido del sobre eran dos cartas con una letra poco legible y una hoja de un periódico en la cual había una noticia sobre un atentado en Siria. No tenía ni la más ligera idea de lo que podía significar aquello. Sabía que las cosas desde 2011 estaban muy mal por Siria, la primavera árabe, guerra civil y conflictos, pero ¿qué tenía eso que ver conmigo? Antes de empezar a leer las dos cartas, que tenían una diferencia de un año, ojeé la noticia de aquel periódico. Exactamente ponía que hacía dos meses había habido un atentado de las Fuerzas Armadas de Siria contra los rebeldes en la ciudad de Damasco. Un grupo de diez militares españoles que se encontraban en el lugar del sucedido habían quedado gravemente heridos, cuatro de ellos fallecieron a los pocos días por la falta de medios en el país. También ponía el lugar de nacimiento de estos cuatro, pero no había ninguno de Zaragoza. Eran de Murcia, Madrid, Burgos y Cádiz. Pensé que era el momento de empezar a leer aquellas dos cartas que tanto misterio escondían. Yo, siempre he sido una de esas chicas que cuentan a sus mejores amigas todo lo que les pasa. Esta vez fue todo distinto; aun hoy nadie sabe lo que ahí ponía. Cuando empecé a leer la primera carta todo me resultaba raro. Pensaba que se habían confundido por completo de destinatario. No encajaba todo eso en mi vida. Las cartas decían lo siguiente. Zaragoza, mayo de 2011 Realmente no sé cómo escribir esta carta. ¿Sabes? Hace unos años conocí a una chica estupenda. En un primer momento, pensaba que era como todas las demás chicas que hasta entonces había conocido. No sabía cómo se llamaba, para mí, era una preciosa desconocida y así es como guardé su número en la agenda del teléfono. Cogí su número del móvil de un amigo mío. Una tarde me contó su historia con esta chica. La vi el día en que ellos dos se conocieron, pero no había vuelto a saber nada más de ella. Yo estaba estudiando una carrera en una ciudad que no era la mía. Me sentía solo, echaba de menos a mi familia y amigos; pero estaba haciendo lo que siempre había querido y por eso tenía que sentirme orgulloso. Habíamos acabado los exámenes ya, tenía una semana muy relajada. Empecé una conversación con esta chica. Ella se quedó extrañada de que un desconocido le hablase por el móvil. Le expliqué lo de mi amigo. Pensaba que dejaría de hablarme al día

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siguiente, pero por una extraña causa seguimos hablando durante toda la semana. Pasaron los días y el hilo nunca acababa. Era una chica encantadora, parecía que la conocía desde siempre. Me sabía toda su vida y ella la mía. Me contó lo que quería estudiar; su afán por cambiar el mundo me fascinaba de una manera increíble. Teníamos conversaciones que yo nunca había tenido con otra persona. Debates políticos en los que parecía que teníamos la misma edad (porque, ella era más pequeña que yo, si no recuerdo mal, nos llevábamos ocho años). Pero la edad no importaba en esas conversaciones sin trascendencia, casi me igualaba en conocimientos, era una preciosa desconocida e inteligente. No preguntes por qué lo hicimos. Una tarde surgió la idea de quedar a tomar un café. Ella me dijo que solo quería hablar, teníamos muchas cosas en común pero a la vez éramos muy distintos. A ella le encantaba mi forma de expresarme, o eso decía. A mí, simplemente, me encantaba ella. Fue el error más grande y a la vez más bonito de mi vida. Dejé de hablar con ella por un tiempo. Era demasiado pequeña para mí. Autocontrol. ¿Me había enamorado? Quizá si hubiera seguido quedando con ella sí. Al poco tiempo volví a hablarle. Creo que empezaba a entender por qué me enganchaba tanto a sus conversaciones. Ella estaba estudiando bachillerato en un instituto de Zaragoza. Su sueño era estudiar economía y ser política, presidenta, decía. Aspiraba a llegar demasiado alto, pero tenía todo mi apoyo. Aquella chica me recordaba mi pasada adolescencia. Cuando mi futuro estaba aún por descubrir. Cuando mi único problema era que mis padres me dejasen llegar tarde a casa. Simplemente, cuando aún no tenía que preocuparme por mí. Damasco, septiembre de 2012 Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí una carta, que probablemente nunca llegue. Como esta. Y si la estás leyendo, te pido que levantes la cabeza al final de la carta, y que vivas por mi todo lo que yo no he podido. Supongo que no entendiste nada de la última carta que mandé desde Zaragoza. Dejé de hablar con esa preciosa desconocida. Quizá fue porque empezó a ser conocida y perdió la magia todo aquello. Del roce nace el desgaste. Pero no ha pasado ni un día sin que haya dejado de pensar en ella. Cada mañana me levanto con la ilusión de que algún día pueda volver a ver su increíble mirada y enorme sonrisa. Claro, que, si tú has recibido este sobre, es porque nunca más la voy a ver. Porque yo era un chico que dejó a su familia en Burgos, para estudiar ingeniería en la Academia General Militar en Zaragoza. Hace unos meses me destinaron a Siria para ayudar a la gente que tanto está sufriendo por aquí. Últimamente las cosas están peor, nos han avisado de que próximamente puede haber atentados muy peligrosos. No sabes lo que me asusta cada vez que oigo el ruido de un helicóptero sobre nuestras tiendas.

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Llevo días sin dormir por las noches, porque las imágenes que veo de día, me hacen dudar de la inteligencia de las personas en el mundo. ¿Cómo podemos dejar que mueran personas que no han hecho nada malo? Personas sin hogar, rebeldes enseñando a sus hijos a disparar con armas más grandes que las nuestras… Tenemos suerte de haber nacido en la parte “buena” del planeta. Sandra, espero que hayas estudiado economía, que llegues a presidenta, embajadora o a cualquier cosa que te propongas. Espero que encuentres el amor de tu vida. Y espero que seas la chica más feliz del mundo. Porque esa chica con la que empecé a hablar un martes mientras estaba en clase, esa chica que piensa que las nubes son rosas, que la educación está cambiando, que todos los chicos somos iguales, que nunca está conforme con su cuerpo y que prefiere que le inviten a una copa una noche, que a un paseo por el parque, eres tú. Ahora te acuerdas de aquel mensaje que te llegó y que nunca llegaste a contestar. Era yo, y esta es la historia de todo lo que nos podría haber pasado, si hubieras dejado tus miedos y hubieras contestado con un simple “hola”. El chico que me habló de ti, es ese chico que conociste una noche a las dos de la mañana cuando entrabas a aquel bar en el que nunca os pedían D.N.I. Casualmente, era mi compañero en la camareta de segundo curso. Quizá te interese saber que fue a Madrid a acabar sus estudios como Guardia Civil; mientras que yo acabé en Zaragoza porque quería llegar más alto. Pedí a mis compañeros que te hicieran llegar esta carta si a mí me pasaba algo. No dejes que más inocentes sigan muriendo. Como futura política, haz que todo esto acabe. No has sido nada en mí y a la vez lo has sido todo.

Sandra Arbiol Muñio, 1º Bachillerato G

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Cuervos

L

as campanas tañen con fuerza en esta tarde de otoño de 1948, fría e insoportable para los Whittingslow. Un Silver Wraith negro se aleja con prisa del cementerio. En los asientos traseros solo se encuentra la jovencísima Madeleine acariciando con las yemas de los dedos el colgante que pende de su cuello —se trata de un rubí rojo intenso engarzado en oro—, mientras que, a pesar de su rostro inexpresivo, brotan de sus ojos color cielo lágrimas que se deslizan por sus mejillas de nieve; este es el único signo de tristeza mostrado por la joven —de su boca no han salido gritos ni lamentos, en ningún momento ha roto su compostura ni ha palidecido, pero de todos modos, ¿cómo va a palidecer un lirio?—. Ni el doblar de las campanas de la capilla perturba la calma de la hija del difunto. Sin embargo, esta se rompe con un sonido rasgante que, sin cesar, se incrementa por segundos. Madeleine levanta la vista a través de los cristales tintados del Rolls Royce, lo que provoca una imagen todavía más oscura. El cielo se encuentra infestado de una gran bandada de negruzcas aves acompañadas de un inacabable graznido. Cuervos. —Parece que la bóveda celeste también ha pasado a estar de luto—. Madeleine no necesitaba este tipo de mal agüero para darse cuenta de que las cosas iban mal. Sin embargo, lo que la pequeña heredera de la fortuna de esta aristocrática familia jamás podría haber imaginado es que la pesadilla no había hecho más que empezar. ******* De manera tenue pero clara se puede escuchar ese ya inconfundible sonido. Los reconoce. Madeleine se levanta en medio de la misa y se encamina decidida hacia la puerta. Todos los presentes la observan atónitos y confundidos por la reacción, pero nadie se atreve a detenerla. La muchacha se dirige hacia los jardines del mausoleo arrastrando la falda de su vestido de satén negro, que se araña con las ramas de los árboles caídas y se ensucia con la tierra mojada. Por fin los encuentra. Se detiene para observarlos. Cuervos. La joven mira directamente hacia ellos. Los observa uno por uno con un semblante impasible, concentrada. Desde que ella ha aparecido los graznidos han ido a más, es como si entre ellos lo estuvieran comentando, como si hablaran de ella, o quizás no es de ella, sino con ella. En un día como hoy, Madeleine no puede evitar acordarse de su padre, fallecido durante la celebración de su propio cumpleaños. Pero últimamente cuando piensa en él ya apenas siente nada; es como si su alma se hubiera acostumbrado al dolor. Quizás este hecho pudiera ser el porqué de no haberse afligido ni siquiera un poco ante la reciente muerte de su tía, a pesar de que ésta la cuidó como una madre; ni ha dudado un solo instante en abandonar su misa fúnebre. Se podría decir que el corazón de Madeleine se ha ido endureciendo durante estos últimos tres meses, concretamente desde el día de la pérdida de su padre. La joven se encuentra absorta admirando con fascinación el negro plumaje de las aves cuando le saca de su trance una voz masculina. -Perdóneme, ¿puedo ayudarla? 13


Madeleine se extraña de escuchar una voz juvenil en el cementerio, no recordaba haber visto a nadie de su edad por los alrededores, mas no le da importancia ya que para ella las palabras del chico carecen de interés. Decide ignorarlo centrando su atención únicamente en el graznido de los cuervos, pero su voz sigue entremezclándose con la de los pájaros. De repente el muchacho cambia a un tono serio y grave en el que en el fondo se puede apreciar un marcado toque de burla. -Yo que usted no miraría tanto a los cuervos, ¿acaso desconoce que aquí, en Irlanda, se dice que son brujos y brujas? Hasta hay quien los considera aves del mismísimo Satanás. Después de escuchar esto, Madeleine cede por fin a apartar la vista del cielo y mira hacia atrás de soslayo. Se encuentra con un varón un poco mayor que ella que, a juzgar por su mono de trabajo manchado de barro y roto por los bajos del pantalón, es uno de los jardineros del cementerio, el más neófito sin duda. Es un joven alto de pelo rojizo y ojos azabaches, los cuales llaman la atención de la muchacha —un color demasiado familiar como para ignorarlo—. Madeleine se gira del todo y clava la mirada en las pupilas del joven. En el momento en el que sus ojos entran en contacto, las mejillas del chico se encienden con rapidez. Antes de que la situación se vuelva incómoda decide romper el silencio. -No quisiera ser descortés, pero necesito decirle que le sienta realmente bien ese colgante. Tras este comentario, Madeleine arquea una ceja y por primera vez en mucho tiempo desaparece la mesura de su rostro, dejando escapar una sonrisilla dulce pero sarcástica. -¿Tendría el placer de saber cuál es su nombre? -Eric, encantado de conocerla, señorita… - Whittingslow, Madeleine Whittingslow. ******* Está siendo un día muy duro para Madeleine. Mucho trabajo, mucha presión. Ella sabe que tendría que estar disfrutando, al fin y al cabo es su gran día, su decimoctavo cumpleaños; pero le es imposible disfrutar de nada. Se ha visto obligada a organizar la fiesta que todos esperan de la única heredera de la acaudalada familia Whittingslow: banquete, concierto, baile y, cómo no, un interminable discurso por parte de todos los que tienen un nombre en la gran sociedad irlandesa diciendo mil maravillas de la bella Madeleine, la cual luce especialmente bien esta noche. Sus rizos castaños se dejan caer por los hombros desnudos de la joven hasta sobrepasar el escote palabra de honor de su vestido escarlata, el cual armoniza perfectamente con su colgante y sus labios carmesí. —Se ve tan frágil y delicada…Se asemeja a esas rosas blancas que simbolizan inocencia, aunque como todas las rosas, Madeleine tiene sus espinas—. La joven preside la mesa con una mirada perdida. Está ajena a todo, ajena a todas esas risas, toda esa música, todo ese tintineo de copas. Uno de los invitados se levanta para hacer un brindis. Es el menor de los O’Cregan, familia a la que ha estado muy unida toda la dinastía Whittingslow. Los demás asistentes se levantan de sus mesas y elevan sus copas para brindar por la gran estrella de la noche, pero poco falta para que ella deje de ser la protagonista. Madeleine se levanta con elegancia y alza la suya sonriendo de una manera casi tan modesta como fingida. Entre el bullicio y el interminable discurso del pequeño de los O’Cregan comienza a entremezclarse ese canto tan peculiar de las oscuras aves. Madeleine baja la mirada y da un paso hacia atrás tan solo unos instantes antes de que las criaturas aladas atraviesen con fuerza el gran ventanal de la sala de ceremonias haciendo los cristales añicos. 14


Por fin han llegado los últimos invitados. Cuervos. La velada se acaba de convertir en un auténtico caos, pero Madeleine, como siempre, está ajena a todo. Con calma se vuelve a sentar en su silla —su imperturbabilidad ante tal escena es inquietante—. Los cuervos revolotean por la estancia de un lado a otro. El agitar de sus alas camufla los gritos, y tantas son las aves que no se puede distinguir qué está pasando entre todo ese pandemónium. Madeleine sonríe mirando su colgante a la vez que lo acaricia con la mano derecha; mientras, con la izquierda se atusa un mechón de pelo imaginando su próximo encuentro con Eric en el cementerio. Se pone nerviosa tan solo con pensar en que prácticamente ya no queda nada para volver a contemplar esos grandes y vivos ojos negros. —Resulta irónico que unos ojos tan oscuros sean capaces de iluminar el alma de Madeleine—. ¿Qué mejor regalo de cumpleaños que tener excusa para volver a verlo? ******* —¿Usted otra vez por aquí? No sabía que las señoritas como usted frecuentasen tanto los cementerios —dice Eric con su peculiar humor. —Pues ya ve, aquí me tiene —responde ella entre risas con un ligero toque arrogante — .Se podría decir que durante mi fiesta ocurrieron unos cuantos incidentes… —¿Qué fiesta? ¿Y qué incidentes? Imagino que si está aquí por ellos no serán minucias. —La fiesta de mi decimoctavo cumpleaños; y sobre los incidentes, si no le importa, prefiero no hablar. De pronto la cara del muchacho empalidece bruscamente. —¿Ocurre algo? —pegunta Madeleine, vacilante. —Gírese —le susurra con la mirada clavada en algo que se sitúa detrás de ella. Esta se vuelve y topa con un sauce agonizante del que apenas quedan hojas y en cuyas ramas se encuentran cientos de cuervos, pero esta vez es diferente, no graznan, no vuelan; simplemente están en el árbol, observándoles. Madeleine les desafía con la mirada. —Creo que es su colgante lo que les atrae. Tenga cuidado, no se lo intenten quitar y la hieran —murmura Eric con nerviosismo. —No, nunca lo harían —responde Madeleine con sobriedad sin apartar la mirada a los pájaros. Ella sabe muy bien que no están contentos, pero hace caso omiso y se dirige otra vez hacia Eric. —Vayámonos de aquí, me molesta su presencia. —De acuerdo, por cierto, ¿podría hacerle una pregunta? No sabría decirle por qué, pero me inquieta su colgante. ¿Cómo llegó a usted? Madeleine, al escuchar la pregunta no puede evitar volver la mirada hacia las aves, las cuales siguen ahí, mirándola con reproche. ******* Madeleine acude a su cita con Eric en el acantilado, tal y como habían previsto el día anterior. Madeleine sonríe de una manera tan sincera que parece mentira que sea la misma chica de días atrás. Para su desgracia, al llegar al lugar la joven encuentra a Eric tendido en el suelo, ensangrentado, lleno de picotazos y con las cuencas de sus ojos vacías. Esos preciosos ojos tan negros de los que ella se había enamorado perdidamente. 15


La felicidad de la pobre muchacha ha desaparecido, se la han robado, se la han arrancado los cuervos al igual que estos le arrancaron los ojos a Eric por celos. Celos de que Madeleine, su elegida, su protegida, los hubiera traicionado. Ellos, que habían estado con ella en sus peores momentos; ellos, que solo habían intentado hacerla feliz; ellos, que se habían sentido tan unidos a ella que el hecho de que los ignorase les había destrozado. Pero ellos no iban a ser los únicos que iban a acabar lastimados. Madeleine empieza a gritar desgarradamente entre sollozos intentando arrancarse el colgante de su cuello sin poder lograr su cometido. No entiende por qué no es capaz de deshacerse de él, es como si fuera parte de ella. Es entonces cuando vuelven a entran en escena. Cuervos. La joven se detiene por un momento y mira con odio y furia a las aves; estas le devuelven la mirada. Comienzan a acorralarla impidiéndole la visión y la dirigen hacia el acantilado tirándole del colgante sin que esta pueda impedirlo, ya que es como si estuviese soldado a su cuerpo. Ella sigue intentando con ahínco desprenderse del colgante mientras brama de pura cólera sin poder evitar su caída hacia el vacío. ******* Madeleine despierta de golpe empapada en sudor y lágrimas gritando desde lo más profundo de su ser. Al grito acuden sus doncellas rápidamente y entran en la habitación para ver qué sucede. —Me encuentro bien, no se preocupen –les dice mientras la ayudan a levantarse de la cama. —Menos mal que solo ha sido un mal sueño…Bueno, señorita, regresaremos enseguida para ayudarle a prepararse; los invitados del cumpleaños de su padre están a punto de llegar. —¿Cómo?—pregunta Madeleine, desconcertada. —¿No lo recuerda? Hoy su padre celebra su cincuenta aniversario —explica una de las doncellas. Cuando salen del dormitorio siente que el corazón le va a estallar en cualquier momento, no puede llegar a creerse que todo lo acontecido haya sido solo un mero sueño. Madeleine empieza a tocarse el cuello con nerviosismo intentando encontrar algo, pero no hay nada. Esto, lejos de inquietarle más, la alivia; hasta que de pronto oye unos golpecitos secos detrás de ella. Se vuelve y encuentra a un cuervo golpeando la ventana con su pico, del cual cuelga algo brillante. Es su preciada joya, ese precioso rubí rojo sangre engarzado en oro que tan bien le queda, o bueno, mejor dicho, que tan bien sabe que le va a quedar. Déjà vu. Ariadna Ferrer de la Torre, 1º Bachillerato B

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Agua de limón

L

levo mucho tiempo meditando qué quiero hacer con mi vida, estoy estancada en un desierto áspero y sin horizonte. Ya he andado demasiado sin rumbo. He conseguido leer un par de libros y asomarme por la mirilla de mi cabeza, al fin lo

tengo claro:

De mayor quiero ser hormiga. Quiero ser una hormiga negra, gorda y sin alas; sentir todo el suelo y, al caminar, sentir las patas enterrarse en la arena húmeda, bajo el peso de huesos de oliva. Porque quiero crecer en los olivos, bajo el dorado del Mediterráneo y el añil del cielo nocturno. Me contaron hace tiempo que para ser hormiga sólo había que creer, así que cada hora me hago más pequeña, más negra y más atlética. He llegado a ser oveja y pastar hierba de Castilla y de Inglaterra. Luego me tiraron a un precipicio, en realidad salté yo; iba dando brincos detrás de mis compañeras, una tras otra sintiéndonos nubes blancas y mullidas en el cielo negro, una tras otra, después de contadas, de cabeza al abismo. No quiero volver a rumiar, ni a aparecer cuando alguien intenta coger el sueño; tampoco quiero volar más allá de estas tierras, me da miedo lo desconocido; quizá al otro lado del valle estén esas criaturas que respiran humo negro, se comunican con alaridos y construyen las montañas de la nada… Mejor ser hormiga. Es difícil cuando no te puedes mover, tengo que esperar a que me cambien, ya sabes, estamos en las mismas, sólo nos queda esperar, tenemos tiempo. Así fue como lo conocí, los dos teníamos el mismo sueño… bueno, parecido. Él había sido ya un animal. Me empezó a contar cómo era ser ameba: intenso, solo duró un par de mañanas. Luego fue limón, eso fueron las vacaciones, era el más grande y a menudo perdía el equilibrio; la rama no paraba de quejarse, primero que si era muy amarillo y llamaba la atención, luego que pesaba mucho y la estaba doblando; los demás tuvieron envidia, pero él continuaba creciendo y creciendo, más brillante y más sano, hasta que cayó, se secó, y para el invierno se despidió de la semilla. Así tuvo un par de historias más, relativamente frecuentes en los libros de texto, y ya, llegó aquí. Somos iguales, 21 horas, 32 minutos, 3 segundos y cuatro suspiros más cerca de saber qué será lo siguiente. Cruzo los dedos por ser hormiga. Él cruza los dedos por seguir a mi lado. Empiezan a resonar las últimas sílabas y los golpes acompasados de la pluma sobre el papel, cada vez más seguidos, como haciendo la letra más pequeña para apurar la página. Seguimos siendo las letras desordenadas alrededor del folio en blanco, queriendo ser nuevos personajes, secundarios o principales, en la misma línea y con una vida en común. Lucía Pitarch Ballesteros, 4ºESO D 17


Bailando por un sueño

H

abía soñado tanto tiempo con este momento y, de repente, tenía la oportunidad frente a mis ojos. En un cartel de estampado de leopardo en la avenida más remota de la ciudad, vi que mi grupo favorito buscaba una bailarina para su gira. Todo pintaba demasiado bien. ¿Cómo sería conocer a Frankie Pawnkie? Sí, ese cantante que es el héroe del rock y al que llevo ansiando conocer toda mi vida. Y, lo mejor de todo, podría cumplir mi sueño y ser una bailarina de prestigio. Las funciones escolares ya no eran lo mío, ya estaba cansada de ser Cenicienta o de servir de árbol por mi altura, ¡necesitaba mostrarme como yo soy! Pero, claro está, a la chica que todo el mundo margina por sus gustos, jamás se le va a dar una oportunidad en esos sitios. Ansiaba que alguien pudiera ver tras mi delgado cuerpo de bailarina las ganas que tenía de ver y bailar en un escenario en el que me sintiera guapa, en el que pudiera expresarme con total libertad y ser yo misma. No tenía nada que perder, así que, llamé al número y me informé del casting. Cinco días después, llegaba el ansiado casting. Fui a la sala de baile donde nos convocaron a todas las aspirantes. Nada más entrar, mi cuerpo empezó a temblar como si fuera un flan. Unas 48 chicas estábamos dentro, opositando a cumplir nuestros sueños. Yo tenía el dorsal 13, un número para mí mágico, que me dio tantas alegrías y momentos que jamás volveré a vivir, tantos sueños cumplidos y tantas lágrimas caídas. Cuando me quise dar cuenta, la aspirante número 12 estaba bailando. Tenía una elegancia innata, como todas las aspirantes, pero ella llevaba esa palabra hasta los límites. Sus movimientos eran limpios, precisos, bellos y su cuerpo, esbelto y de apariencia liviana cual pluma. Ya no tenía nada que hacer, el papel era para la número 12. Ella recorrería Europa con mi grupo favorito, conocería a mi querido Frankie y se convertiría en una bailarina mundialmente conocida. —¡Aspirante número 13, a escena! Entré en la sala. La batalla ya estaba perdida, ya no podía competir con la número 12, pero podría al menos dejar el listón alto y que la gente que me había apoyado, poca pero suficiente, no se arrepintiera de cada minuto que había pensado en mí. Cuando quise darme cuenta, empezó a sonar “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana y la mágica voz de Kurt Cobain cada vez me animaba más, sentía esos acordes de guitarra en mi corazón como si fueran esos latidos su motor. Ya no pensaba en nada, no había nervios, tan solo aparecía en escena la magia de la música. Notaba cómo mi cuerpo se dejaba guiar por lo que sentía, por esas notas de rock que percibía. Fusionaba el ballet con el rock, el baile que me guiaba y la música que me daba la vida. Nada podía salir mal si yo no pensaba que estaba mal, así que decidí que mis punteras fucsias con tachuelas siguieran el ritmo de los acordes libremente y que mis brazos interpretaran aquella canción como quisieran. Movimientos rápidos y precisos coronados por la pasión que en mí producían la música y el baile. Así, sin parar de sentirla y de 18


dejarme llevar, hasta el final, hasta el último segundo de la canción, hasta que hice un mortal, hasta que la gente se quedó boquiabierta. Había dado todo de mí. El orgullo ante mi considerada obra maestra de esfuerzo y dedicación prevalecía ante esos ocho litros de sudor que llevaba en el cuerpo y un desgaste épico de calorías que me ahorrarían una operación bikini, así que, aunque no ganara, lucir tipo en verano estaba garantizado y, ¿a quién no le gusta eso? Tuve que esperar hasta que las treinta y cinco personas restantes acabaran, hasta que el jurado tomara una decisión, una espera muy dura en la que había comentarios de todo tipo. Por ejemplo: —¿Habéis visto a la nº13? ¿Rock y ballet? Me da que no ha desayunado algo lícito. Eso es estar loca y sentenciar que has perdido —dijo la aspirante 12. ¿Pero quiénes eran ellas para criticar? Vale, sabían bailar, pero esto era un casting de baile, no de a ver quién es la próxima candidata a abuela cotilla del pueblo. Me da igual que me critiquen, eso es que se han fijado y he hecho algo que ha merecido la pena ver, al menos es lo que pienso. La verdad es que no me importaba mucho lo que dijeran, yo nunca cambiaré ni dejaré de escuchar a Alaska ni a Nirvana ni a ningún grupo que me guste. Prefiero ser una inadaptada social a ser una falsa conmigo misma. Además, lo que más me importaba, era que iban a escoger ya a las aspirantes finalistas y estaba tan nerviosa que ya me daban igual todas esas opiniones. La que me importaba, era la de los jueces. —¡Hola, chicas! —habló mi querido Frankie—.Queremos que sepáis que lo habéis hecho genial, pero no nos podemos quedar con las cuarenta y ocho, así que, tenemos que escoger a dos que nos han gustado mucho y, después, hablar con ellas para decidir quién será nuestra bailarina favorita. Bien, pues hemos hablado de cada una de vuestras actuaciones y queremos que sean finalistas las aspirantes… ¡12 y 13! ¡Sí, sí, sí! Juro que jamás dejaré de escuchar Nirvana en mi vida. ¡Mi sueño cada vez está más cerca! Aunque no me puedo quitar de la cabeza la brillante actuación de la número 12. —Aspirante nº12, ¡bienvenida!-—dijo Frankie—. Tu técnica es asombrosa y tu porte también, tienes mucho mérito. Aspirante nº13, esas ganas que le has puesto me han enamorado. Puedes estar orgullosa de ti. —Gracias —agradecimos las dos a coro. —Lamentablemente, una se tiene que ir a casa. Número 12, eres genial técnicamente hablando pero te falta la actitud de la nº13 y viceversa. Así que preferimos a la número… ¡13! Muchísimas felicidades y, ¡corre a por tu maleta! —¡Qué injusto!—gritó nº12—. Ojalá te rompas una pierna. No lo mereces. —Eh, nena. Relájate, que yo tengo actitud y un pasaporte a la fama —anuncié yo. —Y esta amante del rock se va a bailar con nosotros y a triunfar por Europa. Próxima parada, ¡París! Así que nos vamos al ritmo de Nirvana. Ya estaba, todo había pasado y el karma me había favorecido. Podría cumplir mis sueños, por los que tanto luché, y bailar en París, fuera de las funciones escolares y con mi actitud liderando. ¿Qué más podía pedir? Tamara Álvarez Rodríguez, 4ºESO D 19


Irene Morera Gracia 2Âş Bachillerrato G Premio Goya de fotografĂ­a Bachillerato


Poesía en castellano Bachillerato PRIMER PREMIO: Como un piano, de Eduardo García Granado FINALISTA: Patria que muere y renace, de Eduardo García Granado

Segundo ciclo de ESO PRIMER PREMIO: Cuando el cielo esté gris, de Lucía Pitarch Ballesteros FINALISTA: Sevilla, de Lucía Pitarch Ballesteros


Como un piano

C

omo un piano me llamas, astuta y dulce,

con voz de diciembre y azúcar en los labios. Reservada ríes, te apartas y te acercas con inocencia sutil. Y me quieres así. Como un piano me amas, triste y salvaje, con palabras desordenadas y dedos de pincel. Profunda me miras, me arañas y me gustas, como un piano negro en la luna de La Habana. Como teclas bajo tus manos de campesina rebelde, que suenan silvestres burlando el calor del campo. Nocturna me recorres, cobijo de tu piel. Versos en tu espalda, besos sabor miel. Eduardo García Granado 1º Bachillerato G

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Patria que muere y renace

M

uchacho rebelde con ojos de fuego, salvaje guerrero por un mundo justo,

viento que sopla a compás veraniego, niño que nace fuerte y robusto. Barro de lágrimas, tierra de sangre, mi patria muere por golpes pasados, patria que lleva el morado en sus carnes, huellas de tanques abanderados. Como el anciano con sueños de niño que se empapa en ríos que ya se secaron, que bebe de copas y manchas de vino que sube a trenes que ya se marcharon. De la misma patria muchacho y anciano, su pueblo herido por balas feroces, uno que muere y que no luchó en vano, otro que nace y que ya grita a voces. Eduardo García Granado 1º Bachillerato G

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Cuando el cielo esté gris

A

veces miras el cielo y ha perdido el color, las aceras húmedas son espejos,

los coches resbalan bailando en las curvas, los paraguas pasean y se ven coquetos reflejados en el suelo. Seguirás viendo esa cubierta gris sobre tu cabeza y los tejados, pero ya no será triste, el color estará en las botas de lluvia, en los niños que cantan y pisan los charcos, en los toldos abombados, que tienen esa forma no por el peso de las gotas, sino porque están sonriendo. Cogerás tu pluma como buen poeta, y en esa tarde invernal de domingo encontrarás poesía. Lucía Pitarch Ballesteros, 4ºESO D

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Sevilla

S

ed las brisas que mezan entre las calles mi velero, pedidle al mar que os cante cada noche,

mirad al horizonte y sabed la línea, dónde está, y al querer rozar su límite, que sea otro quien os encuentre. Brindad con las copas de los árboles y bebed alegría, alzad las torres al cielo, y las campanas narrad historias. Subid los azulejos al techo, en las escaleras sentad las palabras. Donde las cuerdas de la guitarra, sacad los versos y juntadlos de nuevo, para que llueva poesía cada mañana. Lucía Pitarch Ballesteros, 4ºESO D

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Elena Muñío Gracia 1º ESO A Premio Goya de pintura ESO


ENSAYO DE TEMA MITOLÓGICO PRIMER PREMIO: Apolo y Dafne en la antigüedad clásica y en la tradición literaria posterior, de María Teresa García de Paso


APOLO Y DAFNE EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA Y EN LA TRADICIÓN LITERARIA POSTERIOR

E

l amor trágico es uno de los temas esenciales dentro la mitología grecolatina. Podríamos contemplar con gran asombro una amplia variedad de historias y relatos de parejas mitológicas en la cultura clásica, bestias enamoradas de ninfas, desengaños o amores inalcanzados que en su mayoría acaban mal. Todas ellas recogidas por grandes escritores clásicos, entre los que destaca el poeta romano Ovidio con su obra más notable y tesoro de la literatura romana, La Metamorfosis, con quince libros que contienen gran información de mitología grecolatina. Partiendo de ahí, encontramos un modelo de pareja trágica mitológica reconocible: Apolo y Dafne, situados en los versos 452-566 del Libro I. Apolo (Ἀπόλλων), dios de la belleza, del sol y la verdad, hijo de Zeus y Leto, destaca por ser hermoso, alto, de largos bucles negros azulados, por su capacidad atlética y habilidad con las flechas. Un día se atrevió a reírse de Eros, que se encontraba practicando con su arco, sobre su habilidad en ese arte; Éste, ofendido por la arrogancia de sus burlas, decidió darle una lección aprovechándose de la presencia lejana en el bosque de la bella Dafne, (Δάφνη, ‘laurel’) una dríade, hija del dios río Peneo de Tesalia y Creúsa, ninfa de las aguas y sacerdotisa de Gea. Eros disparó dos flechas; la que lanzó a Apolo era de oro, la que producía un amor apasionado y a Dafne le apuntó con una flecha de plomo, la que hacía sentir odio y repulsión hacia el dios enamorado de ella. Entonces, Apolo sintió la necesidad de perseguir a Dafne hasta conseguir su amor, pero Dafne bajo los efectos de la flecha de plomo, huía de su presencia. Corrió hacia las montañas, pero al estar tan cansada y a punto de que Apolo la alcanzara, dirigió una plegaria a su padre para que le ayudara a escapar de los brazos de Apolo. De este modo, Peneo la metamorfoseó en laurel. Cuando Apolo alcanzó a Dafne, ésta iniciaba la transformación. Apolo vio cómo su amada iba adoptando la forma rígida de un tronco, sus pies echaban raíces en la tierra, sus brazos se convertían en ramas, su cabello se transformaba en hojas y su cabeza en la copa de árbol. Afectado y pensando cuánto la amaba, abrazó al árbol y se echó a llorar. Prometió que sería su árbol y que sus hojas adornarían su cabeza y la de aquellos que triunfaran, convirtiéndose el laurel en símbolo de triunfo y victoria. Este mito quiere dar a entender la victoria de la virtud frente a la lujuria. La transformación de Dafne en árbol muestra los valores positivos y negativos de la transformación humana y se convierte en un ejemplo de la conducta femenina apropiada, el rechazo al impúdico. Bien es cierto que la historia de Apolo y Dafne es de las más traducidas e imitadas en la literatura con la línea del Galán que pretende a la Dama indefensa. El amante sublima a su amada, al no poder alcanzarla, en este caso, el árbol pasa a ser algo majestuoso. 28


En el Renacimiento podemos encontrar la tradición clásica que retomará el argumento de Apolo y Dafne. Un ejemplo destacado es Francesco Petrarca. En su obra Canzoniere los sonetos titulados Rime in vita e Rime in morte di Madonna Laura están dedicados a manifestar su amor no correspondido por Laura, a la que encarna con Dafne , así como el mismo Petrarca se identifica con el personaje de Apolo. Laura es una mujer real e inaccesible que provoca en Petrarca emociones contrapuestas. Este poema será retomado por toda la poesía occidental posterior. En la literatura española, Garcilaso de la Vega, dedicó unos versos a este mito en el Soneto XIII. En él va analizando su transformación mezclando lo humano –brazos, cabellos, miembros, pies- y vegetal-ramos, hojas, corteza, raíces- dando sensación de contemplar la metamorfosis en el instante. El teatro también se inspiró en este mito. Entre los temas extraídos de Apolo y Dafne, cabe mencionar los enredos a partir de un personaje secundario, en este caso, Eros, que ocasiona esa desgracia, por lo que es muy probable que diera pie a los enredos amorosos en el teatro. Por ello, no podemos olvidar la proyección literaria de Shakespeare, que estuvo muy influida por las historias mitológicas de la antigüedad y por ésta en concreto. Lo demuestra con La fierecilla domada en la que podemos apreciar el cambio psicológico de Katherine, derivando la inspiración del autor en Apolo y Dafne, que así como Dafne se metamorfosea físicamente, ésta lo hará interiormente. Dentro de las obras de Shakespeare en la literatura del Renacimiento, es conocido El sueño de una noche de verano que proporciona también influencias de Apolo y Dafne mediante los enredos y desenlaces entre los protagonistas, provocados por Oberón, rey de las hadas y duendes del bosque. Tiempo después, el Barroco desarrollará gran variedad de representaciones sobre esta tragedia en la literatura. Quevedo compuso A Apolo siguiendo a Dafne y a Dafne, huyendo de Apolo, dos sonetos escritos desde el punto de vista de cada uno de los personajes. Pero es sin duda Lope de Vega el más influenciado por la mitología y quien más empleó en su tiempo este mito como inspiración para sus obras. El Amor Enamorado es una obra que pone en escena los intereses de los enamorados, el amor imposible que se resiste al profundo enamoramiento, enamoramiento que ciega al propio amor. Además, Calderón de la Barca compuso la zarzuela El Laurel de Apolo. La literatura Neoclásica se olvidó del mito de la pareja Apolo y Dafne, pero éste sí fue representado brillantemente en otras artes. También a lo largo del tiempo, la acción mítica ha servido como hilo argumental para la literatura cuyos personajes son retratados en situaciones similares a los que padecieron anteriormente los personajes míticos. Podemos ver una influencia de Apolo y Dafne en El Burlador de Sevilla o el Convidado de Piedra de Tirso de Molina, perteneciente al Barroco y que posteriormente influirá a Móliere en Don Juan y en el siglo XIX, ya en el Romanticismo, José Zorrilla tratará en Don Juan Tenorio. Estos trabajos literarios narran la historia de un seductor y sus conquistas que serán sentenciadas por el padre de la pretendida durante la obra. Siguiendo en el Romanticismo, La Regenta, obra maestra de Leopoldo Alas Clarín, reflejaría el mismo tema de adulterio, en el que la protagonista, Ana Ozores vive asfixiada en el mundo opresivo y burgués. Harta de su hastío vital, se verá deseada por su confesor, el canónigo Fermín Pas y Álvaro Mesía, un mujeriego cercano a su ámbito social.

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A principios del siglo XX, Federico García Loca escribió “Preciosa y el Aire” perteneciente al Romancero Gitano. El propio autor llegó a decir que para la elaboración de este poema se inspiró en La Metamorfosis de Ovidio. Aquí el aire representaría el instinto masculino de Apolo y Preciosa, la atractiva Dafne. A mediados del siglo XX, Julio Cortázar escribió un Soneto conocido por dos títulos “Sobre un mito griego” o “La voz de Dafne” en el que la propia Dafne se dirige al dios Apolo y le declara su amor como árbol, una posición contradictoria respecto a la historia original. Finalmente, podemos decir que la evolución en la literatura y la mitología clásica han puesto de manifiesto la posición de inferioridad de la mujer en su relación con el hombre. Y es que el papel de la mujer en la Antigüedad clásica era muy distinto al del hombre. La mujer griega tenía como función principal concebir niños, siendo los hombres los encargados de educar a los jóvenes. Las mujeres llevaban una vida apartada. Salían poco de casa y eran vigiladas, siendo así muy discretas y sumisas. Vivían en el gineceo (γυναικείον). Por su parte, las mujeres romanas nunca poseyeron poder político y estaban sometidas a la autoridad del padre o del marido. Sin embargo el papel que le correspondía en la familia era socialmente valorado y reconocido, ya que educaban a los hijos los primeros años, transmitiendo valores cívicos. Cuando una mujer romana se casaba, pasaba a ser parte de las posesiones del marido. Ella debía obedecer a su marido en todo y acatar sus decisiones del mismo modo que los hijos del matrimonio. Por otra parte el marido podía tener relaciones extraconyugales y, por lo tanto, hijos fuera del matrimonio. En caso de fallecimiento del marido, la viuda heredaba los mismos bienes del difunto. La mujer romana participaba junto a su marido en la vida social de la casa, la autoridad sobre los hijos y sirvientes. Tenía libertad para entrar y salir del hogar. Acudía con su marido a las recepciones y espectáculos públicos, aunque a pesar de ello seguía teniendo la consideración de un ser inferior. La costumbre patriarcal en la época antigua hacia la mujer se desarrolló en el pensamiento griego, guiado por la idea de que ésta no se regía por la razón, sino por las pasiones. Filósofos como Sócrates les atribuyen una inferioridad causada por su propia naturaleza y falta de educación, siendo el deber del marido, proporcionársela. Aristóteles afirmaba que la mujer no se rige por el logos, sino por el instinto, que la incapacitaba de sentimientos puros y duraderos, por lo que la mujer no era digna de confianza, retrayéndola a las tareas domésticas y de reproducción. En Roma, Séneca coincidirá con el principio aristotélico de la mujer como un ser no sujeto a la razón. A través de la literatura hemos podido ver que los amores imposibles son un tema recurrente, en este caso, el amor de Apolo es un amor egoísta, tomado por la fuerza, llevado por el deseo e instinto. La literatura y el mito no dejan de representar la vida real y las costumbres y cómo la mujer a lo largo de los años ha tenido un papel sometido en la sociedad. María Teresa García de Paso, 2º Bachillerato F 30


Jorge Martín Torrubia 2º ESO A Premio Goya de pintura ESO

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Ensayo lingüístico PRIMER PREMIO: El origen común de las lenguas europeas y algunas asiáticas: el indoeuropeo, de Alejandra Franco Guerra


El origen común de las lenguas europeas: El indoeuropeo. Importancia histórica del latín como lengua de cultura europea

T

odos los días leemos o escribimos, nos parece algo normal y cotidiano, pero detrás de nuestra lengua oral o escrita hay una larga y maravillosa historia. ¿De dónde proviene nuestra lengua? ¿Por qué ha cambiado? ¿Qué tiene el castellano en común con otras lenguas? El ser humano desde su origen ha tenido la necesidad de comunicarse, deseo de hablar y transmitir aquello que siente. Aunque en ocasiones no le demos al lenguaje la importancia necesaria, este es crucial a la hora de desarrollar un futuro próspero, ya que ha permitido la socialización y el pensamiento. EL INDOEUROPEO La primera hipótesis sobre la existencia de una familia lingüística indoeuropea la propuso el británico William Jones en la segunda mitad del s. XVIII. Posteriormente en 1816 cuando Franz Bopp investigaba el origen del lenguaje se encontró con sorprendentes y sistemáticas coincidencias entre lenguas muy distantes en el espacio (del Indico al Atlántico) y en el tiempo (del 1000 a.C al 1800 d.C). Mediante “La Gramática Comparada” apoyó esta hipótesis y así, se denominó “lenguas indoeuropeas” al conjunto de dichas lenguas con un pasado en común, en su mayoría de Europa y Asia meridional. El paisaje que puede deducirse a partir del vocabulario común de estas lenguas (por ejemplo la existencia de una raíz común para designar mar) y otros hechos, sitúan el origen del indoeuropeo en Europa central. No se conserva ningún testimonio escrito de sus sonidos ni de sus formas originales, de tal manera que los lingüistas para llegar a este protolenguaje se han basado en cognados y similitudes entre los aspectos gramaticales, léxicos y de pronunciación con respecto a los idiomas ya conocidos. Entre estas características similares se pueden establecer algunas casi universales en todas las lenguas indoeuropeas: Son lenguas altamente fusionantes o flexivas: tienden a incluir mucha información mediante sufijos o prefijos. Su alineamiento morfosintáctico es de tipo nominativo-acusativo. La categoría gramatical de número se marca en nombres, pronombres y formas personales del verbo. La mayoría distinguen entre singular y plural; otras también añaden el dual. La gran mayoría hace distinción de género gramatical. Algunas como el inglés reducen esta distinción a los pronombres personales y en otros como el armenio y el persa moderno, estas distinciones han desaparecido totalmente.

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por otras que desaparecieron en la vertiente oral pero que han dejado prolífica descendencia (latín, gótico, etc.). Las lenguas indoeuropeas antiguas, altamente documentadas, muestras un estructura morfológicamente bastante compleja que ha ido evolucionando hacia una mayor simplificación sin perder, no obstante, el rasgo fundamental de las lenguas flexivas. El pueblo indoeuropeo se fragmentó en torno al 2000 a.C. en pueblos diferentes y tras sucesivas oleadas migratorias comenzaron a desplazarse, en principio, hacia el sur y el este de Asia y varios siglos después, el torno al 1000 a. C. lo hicieron hacia el oeste. Así, el indoeuropeo se escindió en dos ramas: Oriental, con los grupos: indo-iranio, armenio, eslavo y báltico. Occidental, con los grupos: griego, itálico, germánico, celta, anatolio y tocario. Estos dos últimos sin descendencia de lengua moderna actual. En Europa exclusivamente las lenguas húngaro, finés, estonio y vasco no descienden del indoeuropeo. Es la mayor familia de lenguas del mundo respecto al número de hablantes: más de 150 idiomas hablados por más de 3000 millones de personas. LATÍN, LENGUA DE CULTURA EUROPEA El latín, perteneciente a la rama itálica apareció hacia el año 1000 a. C. en una región llamada “Latium”, en el centro de Italia. De ahí proviene el nombre de la lengua y el de sus hablantes, los latinos, cuyos primeros testimonios escritos datan del siglo VI a.C. El latín de la ciudad de Roma se impuso ante cualquier otra lengua a la vez que el Imperio Romano iba conquistando territorios, y en conjunto con esta expansión, el latín se desarrolló sobre un amplio territorio y una gran cantidad de hablantes. La mayoría de sus elementos gramaticales y léxicos provienen por evolución natural de los dialectos y hablas indoeuropeas, aunque también se vio influido por el contacto con otros pueblos, tales como los oscos, griegos, celtas y etruscos entre otros. El alfabeto latino, derivado del griego, es el más usado en el mundo con algunas variaciones de una lengua a otra. La fragmentación del Imperio como consecuencia de las invasiones bárbaras acentuó su disgregación e interrumpió el vínculo entre provincias y metrópoli. La Iglesia se convirtió en el único elemento de unión. La vida cultural se concentró en conventos y el latín eclesiástico fue la continuación del latín literario. Por otra parte, la lengua hablada continuó su rápida evolución y transformación en las diferentes lenguas románicas, romances o neolatinas. A lo largo de la historia del latín literario podemos establecer diversos periodos: Arcaico: desde el siglo III a.C hasta principios de siglo I a. de C. Autores: Plauto y Terencio. Clásico: es la Edad de Oro para la literatura (siglo I a. de C. hasta la muerte de Augusto) que alcanza su más alto nivel tanto en prosa como en poesía. Autores reseñables son: César, Cicerón, Catulo, Virgilio, Horacio y Ovidio. Posclásico (dos primeros siglos de nuestra era): Marcial, Quintiliano, Tácito y Juvenal. Tardío (siglo III hasta el siglo V de nuestra era). Representado fundamentalmente por el latín eclesiástico. San Jerónimo y San Agustín. Medieval: el latín como vía de comunicación entre intelectuales europeos. El latín vulgar continuó su evolución dando lugar a las lenguas romances. Renacentista: el uso del latín recobró fuerzas gracias al humanismo. Científico: la lengua latina la mantienen algunos escritores científicos hasta el siglo XVIII como: René Descartes, Newton o Spinoza. Actualmente el latín contemporáneo, latín reciente o latín vivo, es el idioma oficial en el Estado del Vaticano. Es utilizado 34


como lengua litúrgica por la Iglesia católica sin perjuicio del uso de las lenguas vernáculas. También el latín es usado en la clasificación científica binaria, para denominar instituciones en el ámbito del derecho y numerosos términos de la filosofía y medicina. EL LATÍN EN HISPANIA El caso de la Península Ibérica es ciertamente singular, en ninguna otra de las antiguas provincias del Imperio Romano la fragmentación del latín dio lugar a tan gran variedad lingüística: castellano, catalán, gallego y otros dialectos de ámbito geográfico más reducido. Tras una gran variedad de avatares históricos, el latín sigue siendo considerado como lengua clásica de cultura universal. Alejandra Franco Guerra, 1º Bachillerato H

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Raúl Porcal Palacios, 2º ESO C Premio Goya de pintura ESO


Índice

Sopa de letras ....................................................................... 6 Haz que todo esto acabe ..................................................... 7 Cuervos ............................................................................... 11 Agua de limón ..................................................................... 15 Bailando por un sueño ........................................................ 16 Como un piano ................................................................... 20 Patria que muere y renace ................................................. 21 Cuando el cielo esté gris .................................................... 22 Sevilla ................................................................................. 23 Apolo y Dafne en la antigüedad clásica y en la tradición literaria posterior ................................................................ 26 El origen común de las lenguas europeas: El indoeuropeo. Importancia histórica del latín como lengua de cultura europea ................................................................................... 31


Esta edición no venal, con fines pedagógicos y hecha para su distribución entre el público lector del Instituto de Enseñanza Secundaria Goya de Zaragoza, reúne los textos premiados en la modalidad literaria de relato y poesía en castellano, ensayo lingüístico y narración de recreación histórica que se han otorgado en los Premios Goya 2013-2014.



Biblioteca del Instituto Avda. de Goya, 45 50006 Zaragoza TelĂŠfono: 976 358 222 Fax: 976 563 603 Correo: biblioteca.ies.goya@gmail.com


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