Cuadernos de biblioteca
Premios Goya 2015 1
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Premios Goya
2015
Cuadernos de Biblioteca nº 17 Colección dirigida por Javier Aznar Ilustraciones de Estrella Martín Navarrete, Isabel Montón Hernández y Sabina Beján
PRIMERA EDICIÓN, 2015 Ediciones de la Biblioteca Departamento de Edición Maquetación: Mª Pilar López Pérez IES Goya Avd. Goya, 45 50006 ZARAGOZA
Estrella Martín Navarrete 4º ESO B Premio Goya de pintura ESO
Relato literario en castellano Primer ciclo de ESO PRIMER PREMIO: La mariposa de cristal , de Irene Yifang Rodanes Rosales
Segundo ciclo de ESO PRIMER PREMIO: Un mundo feliz, de Sara Casado André MENCIÓN ESPECIAL: Adrik, de Sara García Gadea MENCIÓN ESPECIAL MICRORRELATO: Hasta que la muerte los separe, de Elvira Muzás Crespo
Bachillerato PRIMER PREMIO: Un mundo en un peldaño , de Lucía Pitarch Ballesteros
La mariposa de cristal
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o primero que escuchó Juan al despertarse fue el aleteo de una mariposa. Al girarse para verla, se llevó tal susto que casi se cae de la cama. Ahí, en frente de su ventana, había una mariposa transparente. Parecía hecha de cristal. Juan pensó que eso era imposible y se frotó los ojos pensando que sería un sueño. Al volver a abrirlos, la mariposa ya no estaba y Juan suspiró aliviado de no tener alucinaciones. A punto estaba de volver a dormirse cuando la voz de su madre lo despertó: - ¡Juan, arriba! ¡Levántate, vístete y a desayunar! ¡Te recuerdo que hoy tienes el examen de acceso al instituto! Juan, al darse cuenta de qué día era, se levantó como un resorte y se precipitó hacia el armario para vestirse. Para ese día tan importante se puso su ropa más elegante: una camiseta negra con flores azules en un lateral y sus únicos pantalones vaqueros que no estaban rotos. Juan tomó nota de que tenía que decirle a su madre que le comprara más pantalones. Cuando ya estuvo vestido, bajó a desayunar. Su madre había preparado tortitas y chocolate caliente. Su padre, Alberto, y su madre, Annabeth, lo saludaron cuando lo vieron llegar. - Hoy es el día -le comentó alegre su padre-. Hoy se decide si entras en el instituto Goya, el que comentan que es el mejor. - ¿No estás nervioso? –preguntó su madre-. Hoy es un día para estar nervioso. - Solo es un examen, mamá -respondió Juan con un suspiro-. No hay por qué estar tan nervioso. Dicho esto, se terminó el desayuno, se levantó, cogió su bolso y se fue hacia la puerta. - Ya verás que lo paso. ¡Adiós! Sus padres le devolvieron el adiós; su madre, poco convencida acerca de sus palabras. Al salir, Juan cogió la dirección al instituto y empezó a cronometrar cuánto tardaría en ir y volver. Cuando estuvo en la puerta principal, dejó de contar: 9 minutos con 27 segundos. Tras apuntar el tiempo, entró en el recinto escolar. Al entrar, le preguntó a un profesor dónde se hacía el examen de acceso. El profesor lo guio y le deseó buena suerte. Juan salió un poco cansado de que le hicieran preguntas del estilo: ¿Cuándo naciste? ¿Cómo se llaman tus padres? ¿Qué deportes haces?... Esa fue la mayor parte del examen de acceso. Al salir, se topó con una joven muy guapa y se pegó un susto de muerte al ver algo que le llamó mucho la atención. Era una cajita en la que se podía percibir la silueta de una mariposa. La chica, al ver su cara de susto, cogió la cajita y la depositó en las manos de Juan para asombro de este. Antes de que Juan pudiera protestar, la joven entró a la sala del examen de acceso. Como Juan no sabía qué era eso, decidió esperar a que saliera la joven. Pasaron dos horas hasta que 7
salió la chica. En ese tiempo, Juan tuvo que llamar a sus padres para decirles que se iba a retrasar porque le había surgido un imprevisto. Cuando la chica salió, Juan se le plantó delante y empezó a bombardearla con preguntas acerca del misterioso contenido de la cajita que le había dado. La joven no respondía hasta que él, harto de que pasara de sus preguntas, la cogió de la muñeca y tiró de ella para llevársela a algún sitio tranquilo en el que poder hablar. Al llegar a un banco donde nadie les molestaría, Juan sentó a la chica y le preguntó con una voz que pretendía ser tranquilizadora: - Tranquila. Tú solo me tienes que contar lo que pasa. No te voy a hacer nada, así que… - Ya lo sé -le cortó la joven-. Y que sepas que te lo iba a contar sin necesidad de que me trajeras a este lugar apartado. Pero lo primero será decirte quién soy. Me llamo Anabel y sé que tú te llamas Juan, así que no hace falta que me lo digas. Juan la miró patidifuso, preguntándose cómo lo sabría, cuando Anabel lo sacó de sus pensamientos: - Pero ahora no quieres saber cómo sé eso. Lo que de verdad te interesa es el contenido de esta cajita -dijo señalando el objeto que le había dado antes de entrar a hacer la prueba-. Esta mariposa es única en su especie, porque, como ya te habrás fijado, es transparente. Su nombre es Myu. Es la última. Eso la convierte en la guardiana de las piedras de los elementos, creadas por los “muvianos”. Estas piedras se pueden convertir en armas, y reciben cada una el nombre de una de las ochenta y ocho constelaciones. Al parecer, tú eres uno de los futuros portadores de una de las armas. Ahora -continuó poniéndose en pie-, si haces el favor de seguirme, te mostraré las piedras santas, como me gusta llamarlas. Anabel ya se había puesto en camino cuando Juan le pidió que se parara. - ¿Qué pasa? -preguntó Anabel-. No tenemos todo el día. Tenemos que ir antes de las doce de la noche. - ¿Es cierto? -preguntó Juan a la vez que Anabel ponía cara de no haber entendido nada-. ¿Esto que me has dicho es todo cierto? - Por supuesto. A mí no me gusta mentir. - No me lo creo. - No me sorprende. - Quiero una prueba. - ¿Qué clase de prueba? - La que sea. - La tendrás en cuanto lleguemos al templo. - ¡No me mientas! - ¡No te miento! Ambos se quedaron mirándose como desafiándose a decir algo, cuando Juan suspiró y al final le dijo: - Está bien. Iré contigo a ese templo. Pero si veo que me has engañado, me marcharé y tú no me detendrás. ¿De acuerdo? 8
- Hecho. Pero démonos prisa. Caminaron durante varios minutos y, cuando Juan se alegraba de haberles dicho a sus padres que tardaría en llegar a casa, Anabel le avisó de que habían llegado. Juan, al ver lo que tenían delante, se quedó de piedra. Se encontraba ante un templo de estilo griego que no dejaba ver su interior. Delante había un camino flanqueado por cerezos. Al cruzar el caminito y entrar en el templo, se quedó todavía más petrificado si eso era posible. En el techo se veían todas las constelaciones y todo el templo estaba decorado por estatuas. Anabel lo guio hasta una habitación en la que colgaban muchas piedras y le dijo que las fuera tocando de una en una. Juan la miró extrañado, pero le hizo caso. Y casi había terminado cuando, al tocar el colgante que tenía el signo de piscis, este se iluminó y se convirtió en un arco en sus manos. Juan miró a Anabel como exigiéndole una explicación y esta le contestó: - Esa es el arma de piscis. Ya que se ha convertido de nuevo en arma gracias a ti, es toda tuya. Espero que la uses para ayudarnos en la lucha contra el pontífice máximo de la Roma antigua. - ¿De la Roma antigua? - Nosotros viajamos al pasado para impedir que el Imperio Romano invada Grecia. - Creía que Roma no había invadido Grecia en el pasado. - Y no lo había hecho gracias a los caballeros santos o caballeros de las constelaciones. Y tú, ¿nos ayudarías? - No lo sé. Esto es demasiado confuso para mí. - ¡Pero nos tienes que ayudar! -respondió tajante una voz desconocida para Juan. Y cuando este se giró, se encontró hablando con un joven de unos 24 años, que continuó diciendo: Es tu deber y obligación ayudarnos. - Y ¿por qué? - Porque no habrá nadie en mil años capaz de usar la piedra de piscis. Te necesitamos ahora o nunca. Decídete. ¡Ya! - Myu, no le metas presión -interrumpió Anabel dejando pasmado a Juan-. ¿No ves que está muy nervioso? Deja que se tranquilice y se lo piense para que luego… - De eso, nada. ¿No ves que necesitamos su elección ya? Tiene que decidirse para las doce de la noche y solo quedan cinco horas. - Entonces tiene tiempo de sobra… - No. Quiero entrenarlo para que llegue ante el pontífice en condiciones. Y tú -dijo mirando a Juan-, tienes cinco minutos para decidirte. - Ya lo he decidido -respondió este-. Y he elegido ayudaros. Aunque no os conozca de nada, me gustaría ayudaros en todo lo que pueda. - Ese es el espíritu -dijo Myu-. Hasta marcharnos te entrenaré. Sígueme. Juan siguió a Myu pero, antes de marcharse, pudo ver el rostro de compasión de Anabel. Durante las horas siguientes Juan se entrenó muy duro hasta que Myu le dijo que ya estaba preparado y que en unos minutos viajarían y que se preparara. Estando ya listo, Juan se topó con Anabel bajando las escaleras y esta le preguntó: 9
- ¿Estás seguro de esto? - Nunca he estado más seguro en toda mi vida. Una vez delante del portal, Juan miró hacia atrás y se encontró con Anabel, quien lo empujaba a avanzar y, sin más dudas, entró en el portal del tiempo, para encontrarse con no sé qué aventuras a otro lado, sin pensar ni una vez en sus padres y en su vida. La vida que dejaba atrás y que nunca volvería a recuperar, o eso pensaba. Pasados unos años, el pontífice máximo había sido derrotado y Juan pudo volver a vivir su vida tranquilamente, como antaño, preguntándose si aquella aventura había sido un sueño o la pura verdad. Irene Yifang Rodanes Rosales, 1º B de ESO
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Un mundo feliz
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eonor caminaba rápido por las calles de una ciudad desierta bajo una densa cortina de lluvia. La lluvia, inmisericorde, nunca dejaba de atormentar a los escasos habitantes de Zaragoza con su constante repiqueteo en los tejados de mala calidad. Los charcos de barro inundaban las callejuelas mugrientas y las bombillas titilantes de las farolas iluminaban pobremente el suelo. Las farolas estaban siempre encendidas, incluso de día, ya que funcionaban gracias a placas fotovoltaicas y nadie se molestaba en apagarlas. En realidad, en vez de proporcionar una sensación de seguridad, creaban sombras que inquietaban a la espigada chica de dieciocho años. Las chabolas vacías se extendían hasta donde alcanzaba la vista de Leonor. Habían surgido como hongos herrumbrosos entre los edificios semiderruidos después de la guerra y más de una se había venido abajo en el último año a causa de la acidez del agua de lluvia, que roía el hierro de los tejados y debilitaba las paredes. Leonor mantenía la mirada baja y la capucha de su sudadera calada mientras dejaba atrás el antaño majestuoso Instituto Goya y su corazón golpeaba furiosamente contra la bolsa de plástico que aferraba con fuerza. Finalmente, dobló una esquina y llegó a su destino. Leonor residía con su madre en una chabola verde oscuro hecha con las piezas metálicas de un viejo contenedor de mercancías. El contenedor era pequeño (apenas 20 metros cuadrados) pero acogedor y, en su interior, las paredes estaban recubiertas de alfombras y tapices ajados, que conservaban el calor dentro de la vivienda. De todas formas, tampoco les hacía falta mucho espacio, ya que los únicos muebles eran una lámpara de aceite, una cama y un sofá (ni siquiera esto se podría considerar decoración ya que su presencia se debía meramente a razones funcionales). Todo estaba en pésimo estado y parecía sacado de algún basurero. Las dos mujeres habían elegido esa construcción debido a que era resistente y estanca. Leonor abrió la puerta del contenedor utilizando sus llaves, se quitó la sudadera y la dejó en el suelo desnudo. Cogió una toalla enmohecida y la utilizó para secarse. A continuación, con un suspiro, encendió la vieja lámpara y sacó su tesoro de la bolsa. Se encontraba sola en el cubículo y aún mojada, pero sus ojos brillaron al ver lo que había encontrado en la biblioteca del Instituto. Un libro antiguo de tapa blanda titulado Un mundo feliz. Se secó las manos en el sillón y empezó a inspeccionar su hallazgo. Primero miró el estado de las hojas (amarillentas pero bien conservadas) y si la lluvia había afectado a su contenido (algunas letras estaban borrosas, pero el contenido era legible). Suspiró de alivio y pensó que algún día debería volver a la biblioteca de donde había sacado este ejemplar. Desgraciadamente, poco después de encontrar el libro había visto moverse una sombra al fondo de la sala y había salido corriendo. Empezó a leer. Al principio le costó porque las letras del libro eran pequeñas y la luz, escasa; pero, al llegar a la decena de páginas, sus ojos volaban sobre las letras y su mente bullía de ideas nuevas. El libro era de ciencia ficción y estaba ambientado en un mundo “feliz”, 632 años 11
después de la guerra imaginaria de los Nueve Años. Miró la fecha de impresión del libro y comprobó que estaba escrito en 1932. Al parecer, Aldous Huxley tenía una imaginación portentosa, pero acertar… no había acertado nada excepto la Guerra, la III Guerra Mundial, supuso Leonor que se podría llamar; pero el hecho es que la última Guerra, la que había roto el mundo y acabado con el 80% de la población humana, no tenía nombre. Simplemente no quedaba ningún historiador vivo para dárselo. La III Guerra Mundial había implicado armas nucleares detonadas sobre poblaciones civiles que habían arrasado medio planeta. Tras el desastre, todos los animales murieron, menos las cucarachas, que se alimentaban de los numerosos cadáveres putrefactos de los humanos. Las bombas habían matado a mucha gente, pero las pérdidas de la Guerra no eran solo las bajas causadas por las bombas nucleares, sino que la hecatombe nuclear había sido precedida por una guerra convencional, donde todos los hombres jóvenes en edad militar, primero, y que pudieran sostener un arma, después, habían sido enviados al frente. El padre de Leonor había sido carne de cañón, como tantos otros, y fue el que la enseñó a leer y a escribir. Ahora, estando él muerto, leer era la única actividad que permitía a Leonor recordar a su difunto padre. Los horrores de la guerra habían hecho mella en los supervivientes, quienes se las apañaban como podían. Subsistían con lo que encontraban y cultivaban su comida en pequeños huertos de ciudad. La carne (de cualquier animal) era inexistente; las cucarachas no son una opción. La dieta forzada a la que estaba sometida Leonor la había vuelto pálida y delgada, famélica. Siempre en busca de algo de comer, siempre con el estómago vacío. Su madre no era diferente de ella. Alguien llamó a la puerta. Leonor escondió el libro con el resto de tesoros debajo de la cama y fue a abrir. No era su madre. La sangre se le heló en las venas y su corazón palpitaba tan rápido que le era casi imposible respirar. En la puerta aguardaba un hombre joven con una botella de ron en una mano y un cuchillo en la otra. Se bamboleaba incluso estando parado y mantenía el equilibrio gracias a que estaba apoyado en el marco de la puerta. El borracho, el doble de alto que Leonor, llevaba un abrigo raído y mojado. Su presencia resultaba amenazadora. —Niña, ¿estás sola? —No — contestó Leonor con un hilillo de voz, aterrorizada. —¿Tienes comida? Llevo dos días sin comer ni beber y esta maldita lluvia ni cesa ni es potable. —Lo siento, pero no puedo darte nada—contestó Leonor, mientras intentaba cerrar la puerta rápidamente. El borracho, a pesar del alcohol que corría por sus venas y anulaba sus reflejos, soltó el cuchillo para meter el brazo dentro de la casa y bloquear el avance de la puerta. Desafortunadamente para él, solo su dedo índice logró traspasar el umbral de la misma antes de que esta se cerrara casi completamente. Con un chasquido horrible, los huesos de su dedo se partieron y Leonor, haciendo caso omiso de las arcadas que le producía la escena, sacó fuerzas de flaqueza y empujó el maltrecho dedo fuera mientras se aislaba definitivamente en el contenedor. El otro superviviente gritó de 12
dolor y cogió el cuchillo del suelo con la otra mano. Ciego de rabia, acuchilló infructuosamente las paredes de metal de la vivienda, mientras maldecía y despotricaba. Leonor, más pálida de lo habitual, rezaba en silencio para que los muros aguantaran y el hombre se fuera. Sabía que ahora que le había negado el acceso a su santuario, el recién llegado no dudaría en hendir el cuchillo en su carne con la misma rabia con la que arañaba la chapa. Quince minutos después, de nuevo sola, Leonor se sentó en el sillón intentando calmar su corazón desbocado. La adrenalina se había ido con el atacante y ya nada impedía que una lágrima rodara por su mejilla. Hacía años que no veía a ningún otro ser humano aparte de su madre, aunque sabía con certeza que había supervivientes porque su madre se encontraba alguno cuando iba en busca de comida. Lo único que sabía del mundo era lo que su madre le contaba y lo que leía de los libros que rescataba a veces de las calles. Ambas fuentes de información le aseguraban que eran violentos y peligrosos, y acababa de vivir una experiencia que lo confirmaba todo. Se figuró que el hombre sería un pobre diablo loco que daba tumbos por las calles y ahogaba sus penas en alcohol. Los robos, atracos y secuestros no eran infrecuentes entre supervivientes. En épocas anteriores Leonor había leído que los humanos, a pesar de competir entre sí a menudo, se apreciaban y que existían unas “cosas” llamadas “derechos”. Cuando se relajó, Leonor pensó en su encuentro con el borracho. Como las ideas que surgían en su cabeza no le agradaban lo más mínimo, decidió seguir leyendo. Se sentó en la cama y cruzó las piernas con mucho cuidado al dejar la lámpara de aceite encima de la sábana. Cuando acabó el libro, apagó la lámpara y se quedó sentada en la oscuridad. La invadía una sensación extraña y por primera vez pensó en cómo era su vida y en cómo podría haber sido. La guerra le había arrebatado muchas cosas, la más importante de ellas, su padre, pero también la había privado de toda compañía humana aparte de su madre. Esto había hecho mella en su personalidad, solitaria (no tenía otra opción) y su corazón se había ido enfriando y endureciendo. Ni siquiera lo había pensado al cerrar la puerta de la casa y romperle el dedo al joven. En su vida no había sitio para la compasión. Suspiró de nuevo, mientras la tripa le rugía. El libro le había encantado, pero el autor nunca se habría imaginado cómo acabaría la humanidad, condenada a vivir en un mundo yermo y hostil. Vivían de las sobras, intentaban subsistir con los pocos frutos que daban las plantas en un terreno radioactivo y, al hacerlo, se envenenaban ellos mismos. Alimentarse no era sino una manera de alargar el sufrimiento, de prolongar la agonía. Leonor habría preferido mil veces vivir en “el mundo feliz” de Huxley sin libertad pero sin padecimientos antes que subsistir en un mundo muerto... Lo único que habría echado de menos era la familia y los libros. Al fin y al cabo, era lo único que tenía. Sara Casado André, de 4º B de ESO
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Adrik
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a risa salió a borbotones por su garganta seca, despegando sus labios, que pronto se curvaron en una extraña sonrisa. Sus carceleros terminaron de atarle las manos y dieron un paso atrás con aprensión, asustados, tal vez, por su curioso comportamiento. Agachó la cabeza y sopló apartándose de los ojos un mechón de pelo blanquecino. Su mente bullía, las ideas se confundían entre sí y las palabras se abrían paso a codazos en el torbellino. Sufría una lucha interna sobre lo que debería hacer, que desembocaba en una conducta fuera de lo común. Algunos lo llamaban locura, él no pensaba igual, pero, al fin y al cabo, ¿qué loco sabe que lo está? Miró a los guardias que parecían impacientes. Su atención los puso nerviosos y se removieron incómodos en sus armaduras. Se levantó poniéndolos en alerta y se dirigió a la ventana para mirar el colorido cielo que tanto añoraba; sin embargo, el cristal estaba tan sucio que no pudo vislumbrar ni una estrella entre los barrotes. Acarició los tatuajes que le invadían el cuerpo con los dedos, pensativo, sin saber muy bien qué hacer. Repasó de nuevo el complicado plan de huida. En principio, la solución estaba clara, podía escapar, su plan era fiable y para él era coser y cantar, no sería la primera vez que se fugase de una prisión, aunque estaba meditando si no habría hecho ya suficiente mal en su vida. A cada día que pasaba desde su “despertar”, como él lo llamaba, los sentimientos encontrados se intensificaban y le invadían el pecho. Eran el nudo corredizo con el que colgaba del cadalso de sus dudas. No había llevado una vida ejemplar, había escapado de su patria envuelto en una fe religiosa que lo había cegado y consumido por dentro. En esos momentos se había engañado a sí mismo diciéndose que hacía lo correcto, que era por el bien de los demás, de su pueblo. Había creído que alguien tenía que mancharse las manos y que ése había sido su destino; y así había atravesado las escarpadas montañas que hacían las veces de frontera y se había lanzado hacia el imperio enemigo como un animal salvaje, buscando el cuello. Desfiló por las aldeas fronterizas como un espíritu de la destrucción, un embajador del destino fatal, y cuando todo aquello le supo a poco corrió hacia La Capital. El día del “despertar”, sin embargo, fue aquél en el cual los remordimientos lo atacaron y la gravedad de sus acciones tomó forma en su conciencia. Fue el día en que lo capturaron. Desde entonces no paraba de darle más y más vueltas a la cabeza, especulando sobre el futuro, buscando formas de penitencia para pagar por sus pecados. Y de repente cayó en la cuenta de que tal vez ese dios por el que había levantado la espada le hubiese conducido a esta situación a propósito, dándole a entender que la única manera que tenía de redimirse era per14
situación a propósito, dándole a entender que la única manera que tenía de redimirse era permitir que lo ajusticiasen. De alguna forma lo sabía en el fondo de su ser, pero el instinto animal es más poderoso de lo que cualquiera quiere creer y se rebelaba ante la idea de morir. Cayó de rodillas angustiado y seis pares de ojos asustados se posaron en su espalda. Los recuerdos de su infancia en La Orden lo asaltaron y se colaron entre sus defensas: retazos de edificios de piedra, prados nevados salpicados de hierba y el cielo teñido de colores lo abofetearon. Aplacó las sensaciones con la respiración agitada. -¡Adrik!- lo llamaron.- Levanta, escoria, ha llegado tu hora. Los guardias lo levantaron de malas maneras y abrieron la puerta del calabozo. El pasillo que los recibió era lóbrego, con solo unas pocas antorchas que luchasen contra la oscuridad. Caminó arrastrando los pies descalzos y trató de relajarse, ya había tomado su decisión. Éste era el final de su camino. Dejó que los carceleros tiraran de él hasta dejarlo enfrente de una puerta de madera gruesa. El clamor de la multitud sonaba apagado y las luces del amanecer se colaban por debajo del portón. Se puso derecho con la cabeza alta, orgulloso, y asintió: estaba preparado. Dos guardias empujaron las hojas de madera y los pálidos rayos le iluminaron el rostro. Cerró los ojos y apretó los puños, temeroso. El bullicio se hizo más fuerte y el gentío exigió su muerte. No tardaron en lanzarle tomates y demás verduras para humillarlo aún más. “Me lo merezco.” Pensó. “Merezco esto y más.” Pero el nudo de su garganta se estaba haciendo cada vez más y más grande. Lo empujaron y avanzó tambaleante. Abrió los ojos y vio con espanto el entablado que lo aguardaba. Se detuvo en seco. La muchedumbre le chilló enardecida y los guardias lo incitaron a continuar. Sin embargo, él era incapaz, no podía enfrentarse a aquello. Un guardia le cogió del brazo y Adrik le pegó con el codo en la cara, se retorció y esquivó un puñetazo, se agachó y placó a otro. Se evadió de la realidad mientras derribaba a otro de sus carceleros y ni siquiera se percató de que la gente se había callado, atenta a la pelea. Cuando se deshizo de los guardias, corrió hacia el interior de la prisión sin desatarse las manos. Tampoco cogió ningún arma de los caídos, no las necesitaba, ahora solo tenía que seguir el plan. Sabía que luego se arrepentiría de esto, le había fallado a su dios, pero estaba dispuesto a dejar de creer para salvar su vida: ¿Qué clase de divinidad te exige tu muerte? Sara García Gadea, 4º A de ESO
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Hasta que la muerte nos separe
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l sostenía su mano como el que trata de conseguir el rocío de una flor al amanecer. Ella no miraba a una persona, sino a su mundo, bailando con ella. Giraban de forma perfecta, en sintonía con el resto de bailarines, en un vals que parecía ser para siempre. Ella asemejaba ser bastante mayor que él, que tan solo habría cumplido la mayoría de edad. Pero eso no importaba. Se miraban, fijamente, sin desviar la vista de los ojos del contrario, como si aquello fuera a romper el momento mágico. Ella se regocijaba en su interior por el hecho de haber encontrado un bello joven más maduro incluso que ella. Él solo podía pensar en su suave y dulce tacto. Cuando la música paró, se dirigieron afuera, a dar un paseo entre los jardines. Y fue ahí donde él acercó su boca suavemente hacia ella, rasgando su garganta con sus afilados colmillos. Elvira Muzás Crespo, 4º C de ESO
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Un mundo en un peldaño
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abía cogido un libro al azar, y ya saben que la gente a veces se enamora, y le entra la locura, y hacen de lo más cotidiano un absurdo, y a veces, sólo algunos locos hacen de esos absurdos una vida, y de esa vida una obra. Este niño dejó de estar cuerdo para hacer de una frase tintineante, que se abrió paso por sus ojos, una forma de vida. No sabía leer, siempre eran sus hermanos los que cogían un cuento y, cuando se acurrucaba en la cama, se lo leían. Luego se pasaban la noche charlando y recreando conversaciones entre los personajes, los hacían parte de ellos, los disfrutaban todo lo que el sueño les permitía. Su madre llegaba por la mañana y les descubría las ojeras y las alas que se les habían quedado de imaginar. Aquel día sus hermanos mayores irían al campo a recoger naranjas y él se quedaría, como solía hacer, tirado en la cama haciendo de las sombras, que dibujaban las persianas sobre el alféizar, hombrecitos pequeños, juguetones, que le acompañaban. Así se sentía menos solo. Los imaginaba abriéndose paso a través de la madera de la ventana, creciendo como semillas, corriendo a encontrarse los unos con los otros, persiguiéndose, dándose toquecitos en el hombro para luego salir huyendo… hasta que se cansaban, saltaban por la ventana y desaparecían entre las hojas de los árboles más cercanos. Tuvo que pensar un rato hasta decidirse de una vez por todas a buscar otro entretenimiento. Paseó por los estrechos pasillos entre las camas de sus hermanos, reptó por debajo de los colchones, escaló la estantería, movió montañas de cojines y al fin llegó a un libro que le llamaba la atención, tapas verdes oscuro, como si fuera la entrada a una selva impenetrable que guarda un cachito de magia, páginas ocres melladas por los años y letras azabaches bailando sobre las hojas. El niño aún no sabía leer, no había tenido necesidad, hasta ahora. Los palos de las letras altas le picaban los mofletes, las eses le hacían cosquillas y las erres jugaban con su lengua haciendo cabriolas, las vocales le torcían los labios en círculos abiertos para la “a” y cerrados para la “u”, pasarelas de frases luciendo series y series de sonidos, con un significado que él tenía que encontrar. Le costó unos cuantos capítulos encontrar los patrones de las letras abrazándose para formar sonidos y, con ellos, palabras que le sonasen a los cuentos que sus hermanos le narraban. Antes de llegar a la cubierta trasera, había descubierto el lenguaje. Buscó otro libro. Uno que sus hermanos aún no hubieran cogido en sus veladas nocturnas. Quería descubrir algo nuevo para sorprender a sus hermanos cuando llegasen a casa. Estaba seguro de que les haría muchísima ilusión. En la estantería derecha, apoyado de medio lado, escondiéndose tras dos tomos de gramática alemana, quedaba un pequeño libro de unas cien páginas o menos, acurrucado sobre un bote con marcapáginas de innumerables colores tamaños y mensajes. Conectaron a primera vista sus ojitos curiosos con su lomo casi intacto. Debía de haber pasado mucho tiempo en aque17
sobre la cubierta buscando lector. Con cuidado para que el cuento no se asustara, el niño lo sostuvo entre sus dedos, sensibles al tacto poroso de los folios. Con la manga de su camisa retiró el polvo que caía sobre la encuadernación y lo abrió. No por la primera página, sino por una que quedaba más o menos a la mitad. Las palabras se asentaron en sus pupilas y le ronronearon al oído “convierte tu mundo en un peldaño”. La puerta de casa se cerró de golpe, estrepitosamente, y sin saber por qué, el niño cerró el libro en un adiós que quedó flotando sobre su cabeza, lo dejó en su sitio, aún más inclinado que al principio, y corrió a ver a sus hermanos. Bajó las escaleras a zancadas, ayudándose de la barandilla, y torció el paso hasta la puerta, impaciente. Abrió la puerta, sigiloso, y encontró a su madre llorando. De sus hermanos ni rastro. Miró más allá de las cocinas y dos hombres trajeados decían que lo sentían y hacían gestos exagerados con las manos tratando de calmar a la señora. La mujer, que como todas las madres tenía un instinto especial para saber dónde quedaba su hijo, se giró, resguardando sus ojos en el delantal y sonriendo débilmente hacía el niño, pequeño, más pequeño que nunca, indefenso ante la realidad, frágil, capaz de romperse con la noticia. Sus hermanos no volverían. En un intento de ocultar su cara, dolida, deshecha, la madre corrió a abrazar a su hijo y se lo llevó de vuelta escaleras arriba, cerró la puerta con llave y olvidó un trocito de realidad enganchado a la cerradura. El niño, solo, más solo que nunca, recogió las alas que imaginaba con sus hermanos cuando leían y las usó de marcapáginas, engulló todos los libros que quedaban a su alcance. Dejó para el final el libro inclinado, lo cogió, se lo llevó al pecho y se sentó acurrucado en una nube de cojines que pasaba por ahí. Se quedó un buen rato en esa posición, sin hacer nada, sin pensar, dejando fluir los rayos de sol entre sus dedos para que se encontrasen con las tintas del libro, sin hacer ninguna sombra. Hasta que se aburrió – los niños se aburren rápido- y abrió el libro de nuevo: “Convierte tu mundo en un peldaño”. Retiró la cama del hermano mayor y se escurrió hasta su escondite secreto, un laberinto de vigas de pino que llegaban hasta las escaleras del ático. Allí creó su nuevo mundo en un peldaño; cada parte del escalón servía para algo concreto: el lado derecho para dormir, el lado izquierdo para soñar, el centro para leer; la parte que quedaba hacia arriba, por donde se extendía la escalera hacía el ático, sería para cuando hubiera demasiadas sombras y necesitasen más espacio para vivir, y la de abajo quedaría prohibida para él y para todos; sin sus hermanos no quería volver a su habitación, ni a su madre, ni al olor de las naranjas recién cogidas. En el tiempo que pasó, llegó a aprenderse el libro de las cien páginas casi de memoria, excepto una frase, que siempre, leía mal. Nunca estuvo escrito “convierte tu mundo en un peldaño” sino “convierte tu muro en un peldaño” Cuando su madre volvió por él, estaba dormido en el rincón derecho del escalón, aún no se atrevía a soñar. Su madre lo recogió, lo llevó a la cama y las alas se le desplegaron de nuevo, más grandes, arropando todo su cuerpo pequeñito y el libro que le hacía de peluche, y el recuerdo de sus hermanos. Lucía Pitarch Ballesteros, 1º B de Bachillerato
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Sabina Beján 2º Bachillerato G Premio Goya de fotografía Bachillerato
Poesía en castellano Segundo ciclo de ESO PRIMER PREMIO: Todo perdido, de Andrea Fernández González
Bachillerato PRIMER PREMIO: Cántame la vida, de Eduardo García Granado
Todo perdido
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e perdido todo. Todas aquellas canciones de tu casa a la mía.
Todos los cojines que rozaron tus mejillas. Todas tus cosquillas, aquellas manías. Todos los lunes a las siete de la mañana en zapatillas. Todas tus huellas por mi cama y todos tus cabellos en mi almohada. He perdido todo. Todo lo tuyo y todo lo mío. Todos los días, todas las horas. Perdidas. Perdido, todo lo nuestro. Andrea Fernández González, 4º B de ESO
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Cántame la vida
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amos a jugar a llover, piel de duna
yo me escondo entre la Luna y tú corres lejos del viento, labios de oasis. Vamos a calmarnos, piel de duna, vamos a ser sin añadidos, sin futuro, sin pasado, sin heridas, sin contexto. Ensúciame la risa, convierte mis alarmas en silbidos jadeantes que pierden el tiempo. Vamos a bailar el desierto, piel de duna, vamos a no exigirnos nada más que una pizca de sueños comunes. Vamos, piel de duna, a no sentir el rugir hambriento del paso del tiempo, vamos a parar. Cántame la vida en gritos de vapor, sé tuya y solo tuya y comparte la ciudad conmigo. Eduardo García Granado, 2º G de Bachillerato
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Isabel Montón HernándezElena Muñío Gracia 2º Bachillerato J Premio Goya de pintura Bachillerato
ENSAYO DE TEMA MITOLร GICO PRIMER PREMIO: Las lรกgrimas de San Lorenzo, de Eva Anglada Rubio
Las lágrimas de San Lorenzo Cuenta la leyenda que las Perseidas, también conocidas como lágrimas de San Lorenzo, son el rastro de Perseo, hijo de Zeus, aparecido en forma de lluvia dorada para seducir a Dánae, encerrada en un torreón. Pero, ¿y si en realidad son consecuencia de un trágico amor? En verdad Perseo no era hijo de Zeus, sino de Helios, quien, dado su trabajo y su experiencia con Faetón, decidió no decir nada y menos acusar de esa forma al dios supremo. Helios daba luz al mundo a través de sus cabellos, su melena era larga, dorada y abundante. Cuando durante la noche no le servía para iluminar, se dedicaba a cuidarla y arreglarla para el día siguiente; prácticamente era su familia, y fue tal la nostalgia que sintió por Perseo, que la llamó Perseida en honor a su hijo. Por otro lado, Selene, al contrario que Helios, no era feliz consigo misma, pues no alumbraba y la gente de la ciudad nunca veía que estaba en el cielo. Helios era el único que se había fijado en que Selene existía y, por ello, intentaba encontrarse con ella pero, por muy cerca que estuvieran, la brillantez de su melena le impedía verla. Un día de eclipse, Selene se cruzó con Helios; su cuerpo opaco no dejó pasar la luz y, por fin, Helios pudo verla con claridad. En ese momento quedó totalmente enamorado de ella; al mismo tiempo, Selene vio que todos los habitantes de la tierra estaban mirándola y además sus rostros reflejaban asombro, lo que causó en ella una gran felicidad y empezó a llorar de alegría. Helios, al verla llorar pensó que era por su culpa, que Selene nunca había querido estar con él y se marchó. Selene fue vista un día por un niño sobre un riachuelo. El niño tenía catorce años, se llamaba Lorenzo, estaba enfermo y le gustaba ir a correr por los montes. Al conocer a Selene, se dio cuenta de que ésta estaba triste porque la gente no se percataba de que estaba en el cielo y el niño le contó sus problemas. Lorenzo decía que su corazón no estaba bien pero que un médico muy importante podía curarle y, aunque durante un tiempo no podría correr y saltar con sus amigos, después podría hacerlo y eso le alegraba enormemente. Selene, al ver que Lorenzo relataba su historia sin dejar de sonreír un solo segundo a pesar de su problema, se propuso cumplir su sueño y ser igual que Helios, pero no sabía la forma de hacerlo, así que decidió visitarlo. Mas había un problema: Helios estaba decepcionado por no gustarle a Selene el día del eclipse y, cuando la veía acercarse, huía. Así pues, el día pasaba y Helios escapaba de Selene. Por las noches Selene hablaba con Lorenzo y éste la animaba a seguir intentándolo día tras día. Era julio, el tan esperado día en que el prestigioso médico iba a curar a Lorenzo estaba a punto de llegar, pues se le esperaba en agosto; el pequeño niño estaba más feliz que nunca. Esa sonrisa fue la que llevó a Selene a intentarlo de nuevo. El día treinta de julio Lorenzo no apareció junto al río, como de costumbre, y esto inquietó a Selene, que no dudó en buscarlo. No lo encontró por ninguna parte y pensó que 25
quizás el médico había adelantado su llegada y estaba curándolo. Pero sus sospechas, tristemente, no eran acertadas. Lorenzo no estaba siendo tratado, su marchito corazón no le dejó disfrutar de la vida y se paró en el momento más inoportuno. Cuando Selene se enteró de que la vida de Lorenzo había terminado, quiso honrarlo y decidió hablar con Helios, pero sabía que no lo alcanzaría y, por ello, decidió mandarle un mensaje. Todas las noches Lorenzo le daba a Selene una luciérnaga: él creía que si se las pegaba en la piel solucionaría su problema de no emitir luz y Helios la querría, pero los días no fueron suficientes para ello y utilizó las luciérnagas para hacerle llegar a Helios su deseo. Así pues, cogió una por una y las colocó de manera que se leyera “Helios, quiero ser como tú, ayúdame por favor”. Tardó en escribir el mensaje diez días y Helios, al ver esto, se quedó sorprendido y comprendió que lo perseguía para hablar con él y que el día del eclipse no lloraba porque no le gustase, sino porque había conseguido parecerse a él. Entonces, Helios decidió mandarle trozos de su melena Perseida para que se los pegase y de esa manera brillase como él. Esto ocurrió el día diez de agosto. Cuando Selene lo vio, no creyó que fuese Helios sino que pensó que eran las lágrimas de Lorenzo, al contemplar que con sus regalos había encontrado la manera de cumplir su sueño. Eso la hizo sentirse bien tal y como era. Año tras año, ese mismo día, Helios deja caer pequeños fragmentos de su melena tratando de cautivar a su amada, pero Selene continúa pensando que son las lágrimas de aquel niño que le cambió la vida a raíz de perder la suya. Es por esto por lo que el diez de agosto vemos el cielo repleto de estrellas fugaces. Unos afirman, como Helios, que son Perseidas y otros, como Selene, que son las lágrimas de Lorenzo. Eva Anglada Rubio, 2º F de Bachillerato
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Ensayo lingüístico PRIMER PREMIO: El origen común de las lenguas europeas . El indoeuropeo. El latín como lengua de cultura europea, de Tamara Álvarez Rodríguez
El origen común de las lenguas europeas. El indoeuropeo. El latín como lengua de cultura europea
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oy en día, hay muchísimas lenguas alrededor del mundo. A primera vista, hay claras diferencias entre todas ellas, aunque, aproximadamente, un 45% de ellas tienen raíces similares. Así pues, podemos afirmar con toda seguridad que los hablantes de unas 150 lenguas, unas 3200 millones de personas, utilizan una lengua derivada de una primera llamada por los investigadores y lingüistas “indoeuropeo”. El concepto del indoeuropeo comenzó a conformarse en la segunda mitad del siglo XVIII por sir William Jones, un filólogo británico que se percató de las similitudes que comparten cuatro de las lenguas más antiguas: sánscrito, latín, griego antiguo y persa. Posteriormente, Franz Boop, filólogo y lingüista alemán, apoyó la teoría de sir William y fundó junto a Rasmus Christian Rask la lingüística histórica. Esta disciplina estudia el proceso evolutivo de las lenguas. Mas los orígenes del indoeuropeo, mejor denominado como proto-indoeuropeo, aún no están esclarecidos. Se cree que se originó en una zona entre Armenia y Ucrania, más o menos en el año 3000 antes de Cristo. De esta lengua no se conservan escritos, así que está siendo reconstruida gracias a las similitudes entre dichas lenguas. Se expandió debido a las migraciones de los pueblos indoeuropeos hasta formarse dos variantes: indoeuropeo occidental e indoeuropeo central. Más tarde se fragmentaron y conformaron nuevos dialectos que, con el paso del tiempo, darían lugar a las variantes. Algunas variantes son la germánica, la itálica o la indo-irania o indo-aria. Así pues, las características que tienen en común son varias, pues derivan de la misma lengua. Una de las características es el género gramatical. En lenguas antiguas como el latín o el griego (antiguo) se distinguen tres géneros para los sustantivos y adjetivos: masculino, femenino y neutro. Esta clasificación también la comparten lenguas más modernas como el alemán. En el caso del inglés, esta clasificación no existe salvo para los pronombres de tercera persona del singular, aunque en el antiguo inglés también se clasificaban el demostrativo y el artículo. En lenguas como el castellano se ha conservado el masculino y el femenino. En lenguas como el ruso, esta clasificación va algo más allá. Existen los tres géneros ya mencionados y, además, en ocasiones se hace la distinción de animados e inanimados para declinar los sustantivos de la manera correcta. En otras lenguas se clasifican por animados e inanimados. Incluso hay algunas lenguas en las que esta clasificación desaparece. Aún no se ha esclarecido del todo la clasificación para el proto-indoeuropeo. En cuanto al número, existieron dos tipos en el proto-indoeuropeo. Estos dos tipos son los que conocemos y compartimos casi todos los idiomas: singular y plural. No obstante, las excepciones a esta regla se dan en lenguas eslavas en las que existe un tercer número llamado dual. Mas se sabe que la incorporación de este nuevo número fue una adición posterior a la creación del idioma base. 28
Otro tema de debate es el número de casos. En muchas lenguas, o se han reducido y simplificado el número de casos, o sencillamente no existen. En el castellano actual no existen casos, pero tenemos una noción con los pronombres la(s), le(s) y lo(s). Por ejemplo, en las oraciones “La muchacha le dio un caramelo” o “Me encantan los macarrones; los hago muy bien” se emplean dichos pronombres de acuerdo con sus respectivas funciones. Pero las lenguas eslavas de nuevo son las protagonistas aquí, ya que son las que más casos utilizan. Lo más fácil de ver son, no obstante, las similitudes léxicas. Numerosas palabras de uso cotidiano guardan muchas similitudes en distintas lenguas.
castellano francés inglés ruso alemán indoeuropeo
hermana sœur sister сестра schwester sor*
hermano frère brother брат bruder brother
En castellano también conservamos la palabra “sor”, correspondiente al sustantivo indoeuropeo, pero con otro uso. Se utiliza en términos religiosos para designar a las monjas. Otra forma de llamar a las ya mencionadas es “hermana”, el equivalente castellano de la raíz indoeuropea. De todas las lenguas que hay originarias del indoeuropeo, una de ellas destaca por su historia y por sus usos: el latín. Aunque sea una lengua, para muchos, “muerta”, en la actualidad tiene un considerable grado de importancia. En países europeos como Alemania es una asignatura obligatoria que todo alumno debe cursar. Además, muchos términos en campos científicos, como las razas de los animales y terminología médica, y legales están escritos en latín. Por ejemplo, la raza del caballo se denomina equus caballus e incluso, en ocasiones, tenemos que votar algún referéndum. No obstante, saber latín implica tener más facilidad para muchos aspectos. El más inmediato, lógicamente, es adquirir facilidad para aprender lenguas derivadas del latín, además de otras lenguas indoeuropeas. Pero también nos ayuda a comprender mejor la sintaxis gracias a su estructura. Y otra razón, de uso, para aprender latín es poder traducir textos históricos para adquirir cierto grado de cultura en este campo. Es cierto que, ahora mismo, los hechos más importantes para la mayoría de las personas se remontan a 100, quizá 200 años, pero el latín también ha vivido muchos acontecimientos sumamente importantes. Esta lengua vivió cómo Roma, donde surgió el idioma, pasó de ser un pueblo de campesinos a ser el más poderoso de la región de Lacio. Vivió una expansión territorial y comercial. Dominó la mayor parte de Italia y luchó contra Cartago, dueño del Mediterráneo occidental, un mar donde el comercio era muy importante. Así pues, Roma también llegó a Grecia y, tras las conquistas, llegaron el botín de oro cartaginés y el de arte griego. Este hecho desencadenó que el latín fuera adquiriendo vocabulario para poder llegar a ser una lengua literaria y no solo de cuestiones religiosas, comerciales y políticas. Mas la historia de Roma se truncó al conseguir lo que creían un éxito: derrotar a su mayor enemigo. Ahí fue cuando comenzaron las guerras civiles, sangrientas, para potenciar a los escritores que fueron surgiendo. Nombres como Virgilio, Ovidio, 29
Tito Livio e incluso Cicerón. Más tarde, un bilbilitano llamado Marcial, cobraría también importancia con su sátira. Así pues, el latín estaba padeciendo una renovación que lo convirtió en una lengua con una importante literatura. Mas la caída de Roma no tardaría en llegar. No obstante, no supuso el final del latín sino la aparición de lenguas que surgieron de esta lengua. La iglesia mantuvo, y todavía mantiene, el latín como lengua oficial. El latín comenzó a perder importancia allá por la Edad Media aunque también el periodo artístico del Renacimiento supuso un posible reflote del latín, un posible resurgimiento, que no experimentó la fuerza necesaria, pero permitió acercar más a la gente sobre esta lengua y su cultura. Con todo, hay locuciones latinas que se conservan hoy en día. Alea iacta est, atribuida a Julio César cuando decidió pasar el río Rubicón; hacer algo a priori o a posteriori; tener un alias; ir al alma mater; tener un alter ego; estar en un aula magna; aurea mediocritas de Horacio; carpe diem; entregar un currículum vitae; ir de incógnito o incluso el famosísimo Ecce homo. Por lo tanto, el latín hoy en día no es una lengua muerta, sino una lengua menos viva cuya importancia y méritos, actualmente, no están tan reconocidos como deberían. Saber latín es saber de ti, de los hechos acontecidos en el pasado, de la historia y abrir puertas en el campo de “las letras”. Aprender latín, por lo tanto, no es aprender un idioma cualquiera; aprender latín es aprender continuamente sobre un idioma con historia, fundamentos y fundamental a su vez para comprender la etimología de las palabras, la sintaxis, la historia y disfrutar de los textos que aún se conservan. Tamara Álvarez Rodríguez, de 1º D1 de Bachillerato
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Biografías PRIMER PREMIO: La nueva generación de ilustradores españoles: Paula Bonet, de Marta Herrando Casas
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La nueva generación de ilustradores españoles: Paula Bonet Biografía Paula Bonet Herrero nació el 10 de diciembre de 1980 en Villarreal, Castellón. Se licenció en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia y completó sus estudios en la UPC Santiago de Chile, la NYU de Nueva York y en Dédalo Arte en Urbino (Italia). En sus comienzos trabajó sobre todo la pintura al óleo y el grabado en distintas variantes: calcografía, xilografía y litografía, pero desde 2009 se centrará en la ilustración, campo que la hará saltar a la fama. Desde entonces su estilo se irá desarrollando hasta alcanzar unos rasgos propios y característicos que diferencian sus ilustraciones de las de cualquier otro artista. En sus trabajos predominará la línea, el dibujo en tinta china y los toques de color estratégicamente aplicados generalmente con acuarela, así como un análisis psicológico detallado de los personajes retratados, a través de los cuales nos transmite distintas ideas y sensaciones, casi siempre acompañados de algún texto con una tipografía propia distintiva. Obra Entre 2009 y 2013 Paula realizará trabajos varios en los que se irá poco a poco consolidando como ilustradora en el panorama artístico nacional e internacional. Destacará su obra como cartelista, como por ejemplo, con sus carteles para la Carrera de la dona de Gandía o para la feria literaria Kosmópolis 13. También realizará pósteres publicitarios para festivales musicales o conciertos de música alternativa, indie, como Vetusta Morla o The Black Keys para el BBK de Bilbao. Además realizará carátulas de discos para grupos valencianos y catalanes. Cabe mencionar además su trabajo mural con obras dedicadas a las películas del director norteamericano Wes Anderson. Paula realiza a menudo autorretratos. En su obra es muy importante el análisis del ''yo interno'' de la artista, que refleja en su obra sus preocupaciones más intimas, su melancolía. Sus ilustraciones se llenan de metáforas con las que contar historias con las que el público conecta. 32
Paula dando los últimos toques a Richie Tenebaum de la película The Royal Tenebaums de Wes Anderson.
Vinculación con la literatura Los cuadros de la artista tienen indudablemente una dimensión poética, pues aparecen, en la mayoría de ocasiones, acompañados de pequeñas composiciones líricas o breves relatos, ya sean escritos por la propia Paula o colaboraciones con otros artistas, como es el caso de la serie La noche hasta el cuello en la cual ilustra los poemas de Carolina Otero. Las pinturas murales y la poesía decoraron el valenciano café UBIK durante la feria de arte Russafart del barrio de Russafa en 2010. En 2011 colaboró con la poeta María Leach con su serie de ilustraciones Pauline on the Leach, que se expuso en el Espacio en Blanco de Barcelona. Ilustradores españoles en Berlín: #the_color_of_optimism Del 5 diciembre de 2013 al 7 de febrero de 2014 se expuso en la embajada española de Berlín la obra de los jóvenes ilustradores españoles de mano de La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), pretendiendo así difundir la obra de los jóvenes ilustradores españoles más influyentes del momento a través de la exposición #the_color_of_optimism. Se quiere dar a conocer la nueva generación de artistas que ya tienen cierto renombre gracias a sus trabajos nacionales e internacionales, demostrando que los jóvenes ilustradores llegan pisando fuerte, así como en el pasado lo hacían otros grandes maestros del lápiz como fueron Mariscal o Jordi Labanda. Liderando el cartel encontramos a Paula Bonet, Aitor Saraiba, Conrad Roset y otros muchos hasta llegar a los 28 artistas que expusieron 67 obras.
''Dona Iceberg'', Paula Bonet. Ilustración participante en la exposición.
Una de las ''musas'' de Conrad Roset, que inspiró la portada del single Applause de Lady Gaga.
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Libros publicados En 2012 ilustra Leéme de Paula Crespo y en septiembre de 2014 publica La pequeña Amelia se hace mayor, un cuento infantil con escenas que salen del libro; poco antes, en marzo del mismo año, publica el libro que hará que salte al estrellato: Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End, su primer libro en solitario. Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END es un libro sobre finales que llegan repentinamente, sin avisar, que nos parten en dos mitades. También es un libro que habla de finales que se arrastran durante años y que nunca se acaban porque confunden orgullo con recuerdo. Los primeros nos provocan un dolor repentino, desgarrador. Los segundos nos desgastan poco a poco, como si fuéramos precipicios que las olas golpean sin parar mientras cientos de gaviotas nos utilizan como letrina. Las algas se nos enredan en los pies y al morir se pudren pegadas a nosotros. Y entonces cogemos trenes, reservamos habitaciones de hotel en pueblos olvidados, vivimos enganchados a pantallas esperando que alguien decida hablarnos para informarnos del siguiente movimiento, el que nos acercará conscientemente a un final que hace años que buscamos. Pero ese final no llega. Y de repente un día nos despertamos y sentimos el vacío: en la pantalla aparece THE END y decidimos empezar otra historia. Una en la que nunca tengamos que fingir que no nos conocemos. Descripción de la autora
En el libro aparecerá la mujer representada de la forma que caracterizará esta etapa de la artista: con el rostro dulce y las mejillas sonrosadas. Aparecen dibujos inacabados, terminando tan sólo los aspectos esenciales de la ilustración y dibujando únicamente las líneas básicas del resto de elementos, para intuir que están ahí pero sin estar plasmados con todo detalle. Destaca el tratamiento del cabello y de las miradas de los retratos, brillantes, profundas, que nos transmiten los sentimientos de los protagonistas de cada ilustración. Encontramos 40 capítulos, cada uno con un texto, en su mayoría microrrelatos, acompañados por las correspondientes ilustraciones. El libro fue escrito a caballo entre Barcelona, Lisboa y Seyðisfjörður, Islandia, lugares que fueron fuente de inspiración para la obra y en los que la autora buscó aislarse en sus dibujos.
Llorar mares y que se te queden dentro, Paula Bonet La casa vacía, Paula Bonet
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En febrero de 2015 se publicó la primera edición de 813: Truffault un libro que demuestra la madurez artística de la ilustradora y su evolución desde The End. En este libro, Paula huye de las chicas de mejillas sonrosadas y conjuga a la perfección pintura, literatura y cine, presentándonos al gran director francés Truffault a través de su perspectiva, trazando la biografía del cineasta y su trayectoria cinematográfica a través de tres de sus películas: Jules y Jim, La piel suave y La mujer de al lado. 813 nace de la admiración hacia la obra de François Truffaut, hacia su manera de ver y reflejar el mundo y todo aquello que le angustiaba o sobrecogía y que supo transformar en arte. El libro consta de dos partes que se sustentan en las relaciones triangulares. Se trata de un homenaje ilustrado a un breve fragmento de su filmografía y también al propio realizador, aquel que consideraba que los adversarios a los que se tenía que vencer o convencer no eran los productores o la crítica, sino el público, al que se dirigía como una puta profesional: dándole la ilusión del amor, satisfaciéndolo, aliviándolo, pero negándole la boca. Descripción de la autora
Antoine Doinel, Paula Bonet Jules et Jim, Paula Bonet
Paula no esperaba en absoluto la acogida de este libro, pues pensaba que, al tratar un tema tan concreto, sólo lo leerían expertos en la materia, cinéfilos, amantes de Truffault: un círculo muy limitado. No obstante, el éxito cosechado ha sido magnífico y ya se inicia la segunda edición. Debido a este fenómeno, Paula se encuentra de gira por España presentando el libro. 813 se presentó en Zaragoza en la librería Portadores de Sueños el día 11 de marzo. La ilustradora fue acompañada por la directora de cine aragonesa Paula Ortiz y juntas se adentraron en el mundo 35
de Truffault. Paula continúa su gira y prepara nuevos proyectos. Bibliografía Página web de la artista: http://www.paulaboet.com/ Facebook de la artista: https://www.facebook.com/paulabonetillustration Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End, Paula Bonet 813: Truffault, Paula Bonet Notas propias tomadas en la presentación de 813: Truffault en Zaragoza Entrevista de La Vanguardia http://www.lavanguardia.com/ libros/20140313/54403330425/paula-bonet-caras-explican-historias.html Artículo de la AECID sobre la exposición en Berlín http://www.aecid.es/ES/cultura/ Paginas/Actividades/Actividades%202013/La-AECID-inaugura-en-Berlin-la-muestra-IlustradoresEspanoles-the_color_of_optimism.aspx Enlaces de interés Tienda de la artista: http://shop.paulabonet.com/es/ Twitter de la artista: https://twitter.com/paulaboneti Instagram de la artista: https://instagram.com/paulabonet/ Marta Herrando Casas, 2º F de Bachillerato
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Índice
La mariposa de cristal .......................................................... 7 Un mundo feliz .................................................................... 11 Adrik .................................................................................... 14 Hasta que la muerte los separe ........................................ 16 Un mundo en un peldaño ................................................... 17 Todo perdido ....................................................................... 21 Cántame la vida .................................................................. 22 Las lágrimas de San Lorenzo ............................................ 25 El origen común de las lenguas europeas: El indoeuropeo. El latín como lengua de la cultura europea ....................... 28 La nueva generación de ilustradores españoles: Paula Bonet ....................................................................... 32
Esta edición no venal, con fines pedagógicos y hecha para su distribución entre el público lector del Instituto de Enseñanza Secundaria Goya de Zaragoza, reúne los textos premiados en la modalidad literaria de relato y poesía en castellano, ensayo lingüístico y biografía que se han otorgado en los Premios Goya 2014-2015.
Biblioteca del Instituto Avda. de Goya, 45 50006 Zaragoza TelĂŠfono: 976 358 222 Fax: 976 563 603 Correo: biblioteca.ies.goya@gmail.com