Premios goya 2016

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Cuadernos de biblioteca

Premios Goya 2016 1


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Premios Goya

2016


Cuadernos de Biblioteca nº 20 Colección dirigida por Javier Aznar Ilustraciones de Paula Díaz Rincón, Carolina Halaihel Guallar, Melissa Jiménez Reyes, Nerea Lasala Barcelona, María Carmen Mengüell Hernández, Eva Salvador Alcover

PRIMERA EDICIÓN, 2016 Ediciones de la Biblioteca Departamento de Edición Maquetación: Mª Pilar López Pérez IES Goya Avd. Goya, 45 50006 ZARAGOZA


María Carmen Mengüell Hernández 2º Bachillerato Premio Cartel Convocatoria Premios Goya 2016-2017


Relato Relato literario Primer ciclo de ESO PRIMER PREMIO: Una muerte injusta de Sara Veras Bazán

Segundo ciclo de ESO PRIMER PREMIO: Lo rige el destino de Sara Esteban Soria

Bachillerato PRIMER PREMIO: Transformación de Violeta Díaz Plaza

Recreación de viaje PRIMER PREMIO: Tharsis de Sara Esteban Soria

Relato de tema mitológico PRIMER PREMIO: Amo ergo sum de Eva Anglada Rubio


Una muerte injusta

E

ra una cálida mañana del mes de julio, cuando el detective Thompson recibió una llamada con la finalidad de comunicarle un crimen ocurrido en un pequeño pueblo de la costa.

Cuando el detective llegó al escenario del crimen, le esperaban el comisario y el inspector de policía. El comisario era corpulento, bastante alto, de cabello oscuro y canoso. Le gustaba fumar en pipa porque se sentía un personaje novelesco. El inspector era más joven que el comisario. Era rubio con ojos azules. Seguramente se había incorporado al cuerpo de policía no hace mucho tiempo, a juzgar por la impaciencia que mostraba. El comisario informó a Thompson acerca del asesinato de una joven cajera de un supermercado, llamada Emma Miller. -¿Qué edad tenía? –preguntó Thompson. -Tan sólo veintitrés años –respondió el comisario lamentado. El inspector le indicó a Thompson dónde se encontraba el cadáver. El cuerpo sin vida de Emma Miller estaba tendido en el suelo de un pequeño almacén perteneciente al supermercado en el que ella trabajaba. La muerte fue provocada por un fuerte golpe en la nuca. -¿Quién encontró el cadáver? –preguntó el detective Thompson con intriga. -Una compañera de trabajo de la fallecida –respondió el comisario. Tras varios minutos inspeccionando el escenario del crimen, el comisario se retiró con la excusa de que tenía que volver a la oficina de policía para asignar tareas a sus subordinados. El inspector y el detective Thompson coincidieron en la idea de interrogar a Patty Lee, la cajera que encontró el cadáver. Patty Lee se mostraba inquieta ante la policía. -Mrs. Lee, ¿eran amigas Emma Miller y usted? –preguntó el inspector. -No especialmente, nos veíamos únicamente en el trabajo –respondió Patty Lee. -¿Lamenta su muerte? –preguntó Thompson. -Cualquier muerte es merecedora de lamentación. El inspector fue reclamado por el médico forense y Thompson decidió continuar el interrogatorio solo. -¿A qué hora abandonó usted el supermercado? -Sobre las nueve y media de la noche. -¿Emma Miller seguía en el supermercado cuando usted se fue? -Así es. Cuando me fui, ella estaba ordenando unos productos. El inspector se volvió a incorporar al interrogatorio y le informó a Thompson de que la muerte de la joven se produjo entre las diez y las once de la noche del día anterior. Thompson le puso tam7


la joven se produjo entre las diez y las once de la noche del día anterior. Thompson le puso también al corriente al inspector y continuaron el interrogatorio. -Cuando usted, Mrs. Lee, abandonó el supermercado, ¿había alguien más aparte de Emma Miller? –preguntó el inspector con ojos desdeñosos. -No, señor inspector. Yo, antes de irme, siempre echo un vistazo a todo el supermercado y le puedo asegurar que solo quedábamos Emma y yo –respondió Patty Lee con total seguridad. -¿Notó algún comportamiento anormal en la señorita Miller? –preguntó el detective Thompson con rostro curioso. - Pues... –se quedó unos segundos pensativa mirando al suelo–. Ahora que lo dice usted, sí, ayer la noté más nerviosa de lo normal. Se mostraba antipática con los clientes, algo extraño en ella, ya que con su encanto y simpatía conseguía llevarse bien con todo el mundo. El inspector y el detective Thompson decidieron poner fin a este interrogatorio entre muchos otros que tendrían que realizar a lo largo del día. -Muchas gracias por su ayuda, Mrs. Lee –dijo Thompson mientras él y el inspector se levantaban de las confortables sillas que les había preparado anteriormente Patty Lee. -No hay de qué, señor inspector y Mr. Thompson. Espero haberles sido de gran ayuda –respondió Patty con simpatía. Ya en el coche, el inspector le dijo a Thompson: -Se ha olvidado usted de formularle la pregunta más importante: qué es lo que hizo Mrs. Lee entre las diez y las once de la noche anterior. -No hacía falta, señor inspector, Mrs. Lee no es la asesina –dijo Thompson con gran certeza. -¿Cómo puede estar tan seguro? Thompson detuvo el coche y miró fijamente al inspector a la vez que decía: -Mrs. Lee se mostraba insegura al principio pero, conforme pasaban los minutos, iba cogiendo confianza. El verdadero asesino se mostraría con un alto nivel de narcisismo y arrogancia y, por supuesto, contestaría con superioridad a la policía. Cuando llegaron a la casa de Emma Miller, que vivía con sus padres, el inspector y el detective vieron a Mr. Miller esperándoles en la entrada. Les explicó que su mujer, Mrs. Miller, se encontraba muy débil y que, por favor, no fueran muy duros con ella. Entraron en una casa bastante acogedora de dos pisos decorados con muebles antiguos de madera de roble muy bien conservados. El señor Miller les rogó que tomaran asiento y el inspector y el detective Thompson comenzaron el interrogatorio dando el pésame por su pérdida a los padres de la víctima. Después empezaron las preguntas. -¿Cuándo fue la última vez que vieron a Emma? –preguntó el inspector. Como la señora Miller fue incapaz de responder debido al dolor que sufría, respondió Mr. Miller en su lugar. -La última vez que la vimos fue ayer después de comer –respondió con la voz estremecida. -¿Su hija compartía alguna relación sentimental estable? –preguntó Thompson. 8


-Creo que sí. Últimamente salía mucho con un chico llamado Jack Scott, pero este tipo de preguntas se las responderá con más seguridad mi hija Catherine, la hermana de Emma. El interrogatorio continuó durante veinte minutos más, y la única información novedosa que escucharon el inspector y el detective fue dónde vivían Jack Scott y la hermana de Emma. Jack Scott vivía en una casa a las afueras del pueblo, en un descampado, apartada de la sociedad. Había dos casas más aparte de la de Jack, todas de pequeño tamaño. En el interrogatorio, Jack Scott mostraba una actitud más cercana a la de un enfermo. Se encontraba sin fuerzas y tenía los ojos rosados, como si no hubiera dejado de llorar en toda la mañana. Jack Scott respondió a todas las preguntas que formularon el inspector y Thompson. Thompson llegó a la conclusión de que Jack Scott no podía haber matado a Emma Miller, su comportamiento mostraba claras señales de que Emma lo era todo para él. El inspector estuvo de acuerdo con la deducción de Thompson. Ahora iban de camino hacia la casa de Catherine Miller, la hermana de la fallecida. La calle donde vivía Catherine estaba formada por una larga hilera de viviendas, entre las cuales, se encontraba su casa, al final de la calle. El interrogatorio comenzó y Catherine se mostraba fría, como si la muerte de su hermana no le hubiera afectado. Y eso se demostró cuando de su boca salieron unas palabras que hicieron sobresaltar al inspector y dejar patidifuso al detective Thompson. Esto fue lo que dijo: -Mi hermana era una completa idiota y no me arrepiento de haberla matado. El inspector y el detective consideraron esas palabras como una confesión repentina. Catherine Miller escribió en un papel las razones por las cuales había matado a Emma y, al terminar, le entregó el papel al detective Thompson, quien lo leyó lentamente. Le sorprendió el final del texto que escribió Catherine Miller. El final decía: -La maté por puro placer. Finalmente, Catherine Miller fue detenida por el asesinato de Emma Miller y llevada a una prisión donde cumpliría condena. El inspector y el detective Thompson hablaron y los dos coincidieron en que el crimen de Emma Miller había sido realizado y organizado por una mente enferma propia de un psicópata. Sara Veras Bazán 1ºC - ESO

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Lo rige el destino

E

ra un día de mucho calor, las calles estaban desiertas (¡en esta Zaragoza hace muchísimo calor en verano!), estaba segura de que la mayoría de la gente se había derretido. Íbamos camino de la estación, estaba nerviosa, pero a la vez estaba contenta y triste… Íbamos a realizar un viaje inolvidable… Estoy sentada en el Ave junto a mi madre, es la primera vez que vamos al pueblo de mi abuelo. Además de mi madre, detrás están sentados mi hermano pequeño con mi abuela. Recuerdo las anécdotas que contaba mi abuelo sobre este viaje: mi madre y mis tías, apretujadas en un coche sin aire acondicionado, y mi madre aguantando los vómitos de mis tías. Es increíble cómo hace unos años a mi madre y a sus hermanas este viaje les costaba un día entero hacerlo y ahora, sin embargo, se puede hacer en seis horas: cuatro en el tren hasta Sevilla, una hasta Huelva en coche y una más hasta Tharsis, el pueblo de mi abuelo. Llevábamos ya tres horas de viaje cuando oí una voz por megafonía que decía: “Próxima parada, Castilla la Mancha”. Lo siguiente que recuerdo es que los párpados me pesaban, cerré lentamente los ojos hasta quedarme profundamente dormida. Cuando me desperté, el tren iba mucho más despacio, estábamos llegando a Sevilla. Mi madre intentaba despertarme; mientras, estaba recogiendo el libro en el que había entretenido su tiempo: “La vida un sueño, un sueño en la vida”. Yo cogí mi mochila y mi maleta. Bajamos del tren y allí nos esperaba un señor alto, de ojos marrones y pelo castaño… que ya no era tan castaño sino gris, no lo había visto nunca, pero mi abuela por lo visto sí, era su primo Jesús, él era quien nos llevaría hasta Tharsis. Nos montamos en su coche y mi madre se puso a hablar con Jesús como si hubiesen sido amigos de toda la vida, luego paramos en una gasolinera porque a mi hermano le habían entrado ganas de ir al baño. Yo aproveché para ir a la tienda y me compré una bolsa de patatas. Allí vi a un chico que llevaba una camiseta de mi grupo de música favorito. Me llamó la atención porque no se ven muchas. Pagué las patatas y salí. Mi madre todavía no había llegado, así que aproveché para meterme la bolsa de patatas en la mochila, saqué mi mp3 y me dispuse a escuchar música cuando nos pusimos otra vez en marcha. Empezaba a aburrirme, lo único que se veía era la autopista. Mi madre, que ya había venido muchas veces, me dijo: “Irene, baja un poco la ventanilla y disfruta del olor a tomillo, a eucalipto, a jazmín, a campo…”. Yo bajé mi ventanilla, pronto sentí cómo dentro de mi nariz se originaba una mezcla de olores, a eucalipto, a naturaleza, a campo… Ya íbamos llegando, se veía a los niños jugar en las calles, las casas blancas con sus jardines llenos de flores y a los abuelos contarse entre ellos sus batallitas. ¡Cuánta gente podía caber en ese pueblo! 10


Nos

paramos frente a una casa blanca, era en la que íbamos a pasar el fin de semana en Tharsis. Entramos en la casa, tenía un salón muy grande con una de esas sillas que se mueven hacia delante y hacia atrás y que no sé por qué me gustaban tanto. Luego, del salón salía un pequeño pasillo que daba a tres habitaciones y, al fondo, un baño. Mi hermano, como siempre, dormiría con mi madre en la cama de matrimonio y mi abuela, en la habitación de enfrente; en conclusión, yo dormiría en la del fondo. Cuando terminamos de elegir habitaciones, fuimos a ver lo único que quedaba, la cocina. “¡Aaah!” –Yo fui la primera en entrar. Me quedé en la puerta paralizada: encima de la mesa había un montón de hormigas devorando un trozo de pan. ¡Hormigas!, ¡hay un montón de hormigas! Irene, que solo son hormigas –dijo mi madre sonriendo… ¿Que “solo son hormigas”? Tú no sabes lo que pueden hacen las hormigas de noche. ¿Y si son caníbales? En ese momento se me empezaron a pasar pensamientos por la cabeza, esos que sabes que son imposibles pero que para ti son los más lógicos del mundo. Decidí dejar las hormigas (pese a que mis pensamientos seguían jugándome una mala pasada…) e irme a arreglar. Todos arreglados y preparados, salimos de la casa. Vimos a mis tíos con mis primos pequeños y, todos juntos, nos dirigimos a la iglesia. Entramos, ya estaba casi llena, nos sentamos en primera fila. Allí estaba. Debajo del altar en las escaleras había una urna que contenía unas cenizas… Mi abuelo había fallecido en febrero. Él siempre había querido que se esparcieran sus cenizas en su querido pueblo, y no solo en su pueblo, exactamente en el Cabezo de los Chinos. Este día lo veía muy lejano, pero como se suele decir: “tarde o temprano, todo llega”. En ese momento mi tía Bárbara subió y se situó ante el atril de madera que había en un lado del altar, a leer unas palabras. No pude evitar que se me cayeran unas lágrimas, era muy emocionante estar allí por mi abuelo, con su gente, en su tierra, con toda mi familia y, al fin y al cabo, no tenerle a él… Acabada la misa, nos acercamos todos al Cabezo de los Chinos, disfrutando del camino, riendo, hablando unos con otros… Cuando llegamos a un sitio que a todos nos gustó, decidimos depositar las cenizas de mi abuelo… porque sé que mi abuelo siempre estará conmigo y en mi corazón. Después de este paseo, una vez más, seguimos la filosofía de mi abuelo, disfrutar de cada momento de la vida. Nos fuimos todos a cenar. La cena consistía en platos típicos del pueblo: choquitos fritos, jamón de Jabugo, bonito con pimientos rojos, revuelto de patata... ¡Estaba todo buenísimo! Durante la cena, vimos una presentación de fotos de mi abuelo a lo largo de su vida, de joven, en la mili, con mis tías y mi madre de jóvenes, con todos sus nietos. Me hizo tanta ilusión ver todas esas fotos, mi abuelo de joven, ¡qué guapo era! La verdad, qué orgullosa me sentí de mi abuelo, el mejor que he podido tener. Una vez más me sentí triste y sin ganas de nada, pero mi madre, que parece que todo lo sabe y que de todo se da cuenta, me dio un abrazo por detrás y me dijo: “Te quiero mucho y el abuelo se siente muy orgulloso de ti”. De nuevo, las lágrimas en mis ojos sin yo poder evitarlo. Mi madre, con una sonrisa, me secó las 11


lágrimas y me dijo: “Ya vale de llorar, tu abuelo siempre va a estar contigo, no tienes porqué sentirte triste; además sabes que al abuelo no le gustaba que llorásemos. Tenemos que disfrutar de lo que el abuelo siempre hubiera querido. Ahora ven, quiero presentarte a alguien. Mi madre me cogió de la mano y me llevó hasta una mesa donde había una pareja con dos hijos: “Mira, Irene, ese es Pedro, su mujer Inés y sus hijos, Dani y María”. Yo jugaba con Pedro cuando éramos pequeños durante los veranos. Nos sentamos a la mesa mi madre al lado de Pedro y yo, al lado de Dani. En ese momento me fijé en su camiseta, me resultaba familiar, era la misma camiseta de la gasolinera. Me gusta tu camiseta –le dije yo. Es de mi grupo favorito de música –me respondió. Yo soy Irene, tengo 15 años. Yo, también –dijo Dani cogiendo un trozo de jamón del plato… En ese momento me invadió una sensación extraña, acababa de conocer a un chico de mi misma edad y no solo eso, al que le gustaba la misma música que a mí. Miré a mi madre, que también me miraba a mí, y me lanzó una de esas miradas que lanzan las madres que quieren decir “te lo dije”, aunque no sé muy bien por qué, pero no le quise dar importancia porque en ese momento quise seguir hablando con Dani, y Dani parecía que quería seguir hablando conmigo porque empezamos a hablar de la música que a los dos nos gustaba, y seguimos así un buen rato… Cuando nos terminamos los platos de jamón, salimos del restaurante y nos subimos a un árbol de la plaza donde estaban todos mis primos. Pero no estuvimos mucho tiempo ya que mi madre pronto me llamó para irnos. Me despedí de Dani, bajé del árbol y fui con mi madre. Mañana vamos a ir a comer a casa de Pedro. Vale, ¿estarán sus hijos? Sí, comeremos con todos –dijo mi madre sonriendo. ¿Adónde vamos? –pregunté yo. A casa, a dormir. Ha sido un día muy largo. Lo que me temía… Llegamos a la casa. Cuando entramos, fui corriendo del salón hasta mi habitación, cogí un insecticida y me lo guardé en mi maesilla, solo por si acaso, me puse el pijama y di las buenas noches a mi madre y a mi abuela. Miré el reloj, las doce de la noche. Estaba cansada… Había sido un día muy largo… Cerré los ojos muy lentamente… Al día siguiente todos estábamos vivos, las hormigas no eran caníbales, de momento. Desayunamos pero no en la cocina sino en el salón. Hoy íbamos a comer a casa de Pedro, pero antes íbamos a dar un paseo. Mi hermano, como no le gusta andar, se quedó con Miguel jugando a videojuegos. Me puse las zapatillas de andar y salimos mi madre, mi abuela y yo hacia un lugar que decidiría el destino. Hacia un día muy bueno, se estaba muy bien en la calle. No sé cuánto tiempo llevábamos caminando, pero no me cansaba, era agradable esa brisa acariciándote la cara y ese olor mañanero que impregnaba la nariz… Sin saber muy bien cómo, llegamos a las minas de Tharsis. Eran preciosas, ese color tierra y esa agua llena de minerales que la hacía tan especial… Mi abuelo me había contado muchas veces lo bonitas que eran las minas de su pueblo, pero nunca me pude imaginar 12


lo bonitas que eran en realidad. Iba pasando el tiempo, había que recoger a mi hermano para ir a comer a casa de Pedro, pero se estaba tan bien… Era el último día en el pueblo, mañana ya nos íbamos, había que aprovechar bien el tiempo y aún quedaban muchas cosas por hacer, así que decidimos irnos. Recogimos a mi hermano, que decía que se lo había pasado muy bien pero estoy segura de que eso no igualaba a las minas. Como no teníamos coche, nos fuimos andando a la casa de Pedro. Pedro vivía en una casa más grande que la nuestra, era muy bonita, con muchas plantas, pero lo mejor de todo era que no tenía hormigas. Como aún era pronto para comer, la mujer de Pedro, Inés, nos ofreció un refresco, pero Dani enseguida me llevó a su habitación. ¡Era increíble cómo en tan poco tiempo nos habíamos hecho tan amigos! Su habitación se parecía a la mía, estaba llena de pósters que nos gustaban, retomamos la conversación del día anterior y me enseñó a tocar alguna canción con la guitarra. Bajamos a comer, había un montón de platos llenos de tapitas y luego había cuatro pizzas distintas. Nada comparado con lo de ayer. ¡Cómo me iba a poner! Cuando acabamos de comer, ya tenía desabrochado el botón del pantalón, pero aun así seguía igual de llena. En ese momento empecé a fijarme en Dani, me estaba mirando, nos sonreímos… Si queréis, podemos ir a dar un paseo –propuso Pedro. Vale, para bajar un poco la comida –respondió Dani. Salimos de la casa. Pasó algo que no me esperaba, pero que no me importó, nosotros fuimos los últimos en salir: Dani me cogió de la mano, empezamos a pasear, no sé muy bien adónde, pero no me importaba. Ojalá ese momento durara para siempre… Vimos que todos se pararon frente a una colina, fuimos a ver qué pasaba, nos soltamos las manos para que nadie nos viera… Durante diez minutos nos quedamos viendo una maravillosa puesta de sol, aquello era precioso, Tharsis era precioso… Habíamos comido tanto que no tuvimos ganas de cenar, así que nos quedamos un poco más en casa de Dani. Tenía un jardín muy bonito, había muchísimas flores, solo sobraban las abejas. Desde allí se veía todavía la puesta de sol. Los mayores estaban dentro de la casa y mi hermano y María se habían ido a jugar adentro. Nos habíamos quedado solos, nos sentamos en un banco del jardín, el sol ya casi se había escondido. Nos miramos, yo me sonrojé. Nos acercamos… Irene, nos tenemos que ir –mi madre había salido. Nos separamos y nos soltamos las manos rápidamente. Yo creo que algún día mi madre me matará. ¿Ya? –pregunté yo. Sí, mañana tenemos que madrugar y ya sabes lo que te cuesta levantarte. Vale. Me levanté del banco y me puse la chaqueta, hacía un poco de frio. Mañana por la mañana iremos a despedirnos –me dijo Dani. 13


Yo sonreí, ¡no quería irme! Nos fuimos andando hasta casa (hormiguero). Entramos, me fui a mi habitación sin pensar en las hormigas. Estaba rara y no sabía por qué. Me puse el pijama, pero esta vez mi madre vino a mi habitación… Veo que te lo has pasado bien con Dani –me dijo con una mirada de las suyas. Sí, es un chico muy majo –asentí yo. Si, muy majo… Buenas noches, cariño. Buenas noches, mamá. ¿Sospecharía algo? No, no había nada que sospechar… ¿no? Me quedé dormida pensando en la conversación con mi madre. Al día siguiente me levanté un poco triste, por la mañana nos íbamos ya a Zaragoza, allí no había montañas, allí no había minas, allí no había casas blancas, allí no había Dani… Bueno, por lo menos allí no había hormigas. Me fui al salón ya vestida. Mi madre estaba desayunando y me había preparado el desayuno. Buenos días, mamá. ¿Qué tal has dormido?, ¿tienes ganas de irte ya a Zaragoza? No. Ahí mi madre se me quedó mirando, se veía que le había sorprendido. Terminó de desayunar y se fue con mi hermano, que todavía no se había levantado. Yo llevé las tazas de las dos a la cocina, no había hormigas. Sonó la puerta. Hola, Dani –miré a Pedro; solo habían venido ellos dos–. Mi madre está en la habitación con mi hermano. Hola Irene, tengo algo para ti. Fuimos a mi habitación. Avisé a mi madre de que su amigo Pedro había llegado. Mira, esto es para ti –me dijo Dani dándome una bolsa. Le cogí la bolsa y saqué una camiseta que me resultaba familiar… Guao, ¿es para mí? Sí. Cuando nos conocimos, lo primero que me dijiste fue que te gustaba mi camiseta, así que quiero dártela. Muchas gracias. Entonces, sin pensar, me acerqué y le di un beso. Me quité la chaqueta y encima de la camisa me puse la camiseta de Dani. Cogí mi maleta y salimos de la habitación. Mi hermano se había levantado y estaba desayunando, y mi madre y mi abuela estaban recogiendo las últimas cosas. Mi madre me vio la camiseta. ¿Y eso? –me preguntó. Me la ha regalado Dani. ¿A que mola? Es chula.

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Salimos todos de la casa. Mi madre cerró la puerta con llave y, tras muchos besos, nos montamos en el coche de Pedro, que se ofreció a llevarnos. Tras una hora y media de coche, llegamos a Hueva. Este camino se me había hecho mucho más corto que el de ida. Llegamos a la estación por los pelos y nos despedimos. Pedro me dio dos besos y, cuando se fue a despedir de mi madre, Dani me dio un beso. Me lo he pasado muy bien -le dije yo. El verano que viene nos volveremos a ver. Nos dimos los números de teléfono. Luego nos mezclamos entre la gente y nos metimos en el Ave. Subimos las maletas y nos sentamos, yo con mi madre y mi abuela con mi hermano, detrás de nosotros. ¿Volveremos, verdad? –le pregunté a mi madre. No lo sé, Irene, todo en esta vida lo rige el destino. El Ave se puso en marcha. Estaba deseando que llegara el verano que viene… Sara Esteban Soria, 3º C de ESO

Premio Goya de pintura ESO Paula Díaz Rincón - E2B 15


Transformación

S

ilencio. Soledad. Sangre. Agua. Y de repente, nada. El agua que me envuelve parece haberse vuelto aire. Pero es un aire sólido y frío que me impide moverme. Mis ojos abiertos observan la oscuridad con desesperación. Mis oídos buscan sin éxito el más mínimo sonido en la inmensidad del mar. ¿Mar? ¿Qué hago yo en el mar? Un millón de preguntas me atacan ansiosas de respuestas que no conozco: ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha ocurrido? ¿Por qué mi pecho parece desintegrarse en un dolor tan agudo que me impide respirar? ¿Respirar? No respiro. Me estoy ahogando. Una imagen fugaz nubla mis pensamientos: una bala atravesándome a toda velocidad. Alguien grita, creo que es una chica, pero no logro reconocer sus palabras. Caigo por la borda de un barco. Al menos ya sé lo que ocurrió. Estaba en un barco, me dispararon y caí por la borda. Ahora me estoy ahogando, aunque tal vez ya esté muerta. Pero hay aún una pregunta sin respuesta que martillea mis escasos recuerdos con tanta violencia que tengo miedo de estallar: ¿Quién soy? De pronto, siento algo, mis pulmones se llenan de agua y oigo vibraciones. Algo se está acercando muy rápidamente. Percibo cientos de aleteos a lo lejos, cada vez más fuerte. Abro la boca para gritar, pero el agua mezclada con mi sangre se cuela dentro impidiéndome pedir auxilio. Me ahogo, no llegarán a tiempo. Tanto si vienen en mi ayuda como en mi perdición, no servirá de nada. Justo cuando estoy segura de que no queda más vida en mi interior, una especie de manos ásperas agarra mi cuerpo inerte. No puedo contarlas pero sé que hay más de cuatro porque, tras inmovilizarme los brazos y las piernas, otro par de manos sostiene mi cabeza y tira de ella hacia atrás estirándome el cuello y haciendo que más agua me inunde. Apenas me da tiempo de plantearme qué ocurre, cuando noto tres cortes profundos abriéndose a ambos lados de mi garganta. Cierro instintivamente la boca y siento un extraño impulso de tragar. El agua salada se filtra por los cortes de mi cuello y mis pulmones acogen el oxígeno que entra en ellos casi con rabia. Estoy respirando. Lloro de alegría y mis lágrimas se funden con el mar. Entonces, las manos arañan mis piernas tan rápido que dejo de sentirlas al instante. Pero un dolor aún mayor me hace olvidarme de ellas. 16


Entonces, las manos arañan mis piernas tan rápido que dejo de sentirlas al instante. Pero un dolor aún mayor me hace olvidarme de ellas. Me están extrayendo la bala del pecho. Mi corazón se acelera al contacto con las manos frías y ásperas pero ahora gelatinosas. Un alarido atraviesa mi garganta llena de líquido y retumba en el fondo del mar. Lo he oído pero es como si no saliera de mí, como si ya no fuera yo misma. Quiero seguir gritando y creo que lo hago, pero ya no puedo oír nada porque el dolor hace que mi mente se separe de mi cuerpo. Preferiría la muerte. Estoy segura de que sería mucho menos doloroso que esto. *** No sé si han pasado horas, días o segundos. El dolor se ha calmado. Mi garganta se ha acostumbrado ya al sabor salado del agua que respiro. En mi pecho tan solo queda un leve cosquilleo y sigo sin sentir las piernas. Comienzo a mover los brazos lentamente. El instinto me dice que nade hacia abajo, pero algo me hace buscar la luz de la superficie. Cuando consigo salir, el aire me parece algo extraño, amargo y desagradable que me contamina y la luz del amanecer me deslumbra cuando abro los ojos, pero me obligo a mirar al frente, a todas partes. Al instante sé lo que estoy buscando: un barco. Un barco con sangre en la cubierta y una bandera negra ondeando en el palo mayor. El dolor ha desaparecido, el miedo es algo lejano que jamás volveré a sentir. En su lugar hay una ira tan fuerte que hace que quiera recorrer el mundo entero en busca de venganza. Voy a encontrar al hombre que me disparó. Me siento fuerte. Me siento imparable. Oigo el agua moverse tras de mí y me giro con rapidez. Frente a mí hay una mujer de pelo negro y largo tan oscuro como sus ojos. Me mira sonriente enseñando unos dientes perfectos y afilados y de sus labios sale una voz tan melodiosa y sobrenatural como su belleza. -Bienvenida al mar – sus ojos se posan en cada rincón de mi nuevo cuerpo y se acerca más a mí, como analizándome–. Nos alegramos de tenerte entre nosotras. ¿De quién está hablando? No veo a nadie más ni por debajo ni por encima de la superficie. -Gracias –consigo articular. Cuando los sonidos salen de mí no los reconozco. Mi voz suena cantarina, tan dulce y delicada que parece a punto de romperse.

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-Te costará acostumbrarte, pero lo harás, como todas lo hicimos –me mira fijamente con hospitalidad y dureza a la vez–. Y cuando lo hagas, podrás ir por eso que ansías, la sangre de aquellos que te arrojaron al mar. Esbozo una sonrisa de satisfacción. Comprendo todo lo que dice. Es como si esta hubiera sido siempre mi vida. De hecho, no recuerdo nada de antes de abrir los ojos. He despertado de un sueño olvidado al instante por mi nueva, fría e insensible conciencia. Espero a que la mujer me confirme lo que ya sé. Lo que siento en mi corazón acelerado y mis pulmones llenos de agua. Lo que sospecho desde que nadé a la superficie con mi nuevo apéndice. -Ahora eres una sirena. Violeta Díaz, 1ºF de Bachillerato

Premio Goya de pintura ESO Eva Salvador Alcover - E3C 18


Tharsis Un viaje inolvidable

D

esde las estribaciones más occidentales de Sierra Morena hasta el litoral atlántico, el viajero que se adentra en la provincia onubense disfruta, bajo un cielo luminoso, de una naturaleza de lo más delicada.

El clima de la sierra, húmedo y suave, dulcifica las altas temperaturas del verano. El centro más caluroso y seco se refresca con las brisas marinas del atardecer. Fronteriza con Portugal y bañada por el Océano Atlántico. Se sitúa en el oeste de Andalucía, limita al norte con la provincia de Badajoz, al este con las provincias de Sevilla y Cádiz, al sur con el Océano Atlántico y al oeste con Portugal. Hablo de Huelva, la ciudad más antigua de la península Ibérica. Provincia rica en tradiciones y poseedora de un patrimonio paisajístico y cultural precioso. Su huella se puede rastrear por el Andévalo y la Cuenca Minera. El bosque umbrío de la sierra, las dehesas de encinas y las milenarias explotaciones mineras permiten disfrutar de paisajes dilatados y apacibles. Este verano hice uno de los viajes más apasionantes y preciosos de mi vida, un viaje que recordaré siempre, fui a Huelva, concretamente a Tharsis, un pueblecito minero situado en la sierra al oeste de la provincia, en pleno corazón de la comarca de Andévalo, la tierra de mi abuelo. Después de cuatro pesadas horas en tren desde Zaragoza hasta Sevilla, por fin pude respirar un poco de aire fresco. Decidimos descansar un poco antes de coger el coche que nos llevaría hasta Huelva. Sevilla es la ciudad más poblada de Andalucía. Su casco antiguo es el más extenso de toda España y uno de los tres más grandes de toda Europa, después de Venecia y Génova. Imagino que por algo tiene que ser la capital de Andalucía… Una cosa preciosa que me sorprendió fue la flora, tan diversa… tan bonita… Esto se debe a que, a lo largo de la historia de la ciudad, se ha desarrollado una flora variada que ha dado lugar a que cada parque y jardín que posee sea diferente del resto en función de la época y los motivos por los que fue construido. Me hubiera gustado ver muchas otras cosas. Dicen que Sevilla es preciosa, pero el coche nos esperaba y queríamos llegar al pueblo antes de la hora de la cena. Tras un aburrido viaje en coche desde Sevilla, por fin llegamos a Huelva, por donde pasa el colorido río Tinto, con sus característicos colores rojizos debido a la meteorización de minerales que contienen sulfuros hallados en los yacimientos a lo largo del río. Estos yacimientos son depósitos hidrotermales compuestos por pirita y calcopirita, que son los que dan este peculiar color, precioso. En cuanto entramos en Tharsis, mi madre me dijo que bajara la ventanilla del coche. Ella, 19


que había venido más veces aquí, de pequeña, tenía experiencia en estas cosas. Cómo no, le hice caso, bajé la ventanilla del coche y enseguida se me impregnó la nariz de diferentes olores: a eucalipto, a hierbabuena, a campo… Me gustaba esa sensación, esa mezcla de olores… Sabía que este viaje prometía… Llegamos a la casa, era acogedora, no muy grande y tenía un maravilloso porche donde se podía disfrutar de la agradable brisa que corría. Después fuimos a dar un paseo por el pueblo, era grande pero no lo parecía, no sé cómo decirlo, era acogedor, me gustaba, todo el mundo se conocía. Me gustaban las casas, todas blancas y en fila, una detrás de otra. Algunas vecinas hablaban entre ellas a través de los patios de las casas, otros ancianos estaban sentados en los bancos de la plaza, algunos hablando de su infancia, otros curioseaban mirando a esa chica de capital que iba con su madre paseando y otros simplemente estaban sentados disfrutando. En cualquier caso, me sentía bien con toda esa armonía, nada que ver con Zaragoza. A la mañana siguiente nos levantamos pronto, queríamos ir a ver la principal atracción de los turistas, no puedes irte de Tharsis sin ir a verlas: las minas. Había leído sobre ellas, tenía mucha curiosidad… Sierra Morena, en el sur de la Península Ibérica. Situadas en las estribaciones al suroeste de esta serranía, nacen en el gran cinturón de pirita que se extiende de poniente a oriente, desde Alentejo a Sevilla y Badajoz, pasando por la provincia de Huelva, caracterizada, desde el punto de vista geológico, por la existencia de grandes depósitos polimetálicos. Había leído lo suficiente acerca de aquellas minas en las que mi abuelo trabajó, él me había contado muchas cosas acerca de ellas, pero quería verlas con mis propios ojos, quería ver lo que se sentía… Dejamos atrás el pueblo. Por la carretera no pasaba nadie, hacía un día muy bueno y, por fin, llegamos. Aquello era increíble, mucho mejor de lo que puede poner en un libro, mucho mejor que las imágenes de tu libro de Geografía… Aquello era… esa sensación… era indescriptible. Me arrimé a las vallas y simplemente me quedé allí, disfrutando… Antaño en esas minas se extraía el mineral pirita, una aleación de cobre, hierro y azufre. Las minas eran a cielo abierto, se podían ver las lagunas formadas en el fondo de la mina, alguna con colores anaranjados debido a la riqueza de minerales, incluso se podía ver alguna herramienta de trabajo olvidada, alguna carretilla, alguna escalera… En Tharsis se localizan cinco minas a cielo abierto junto a los espacios de almacén de los residuos extraídos, las instalaciones para el preparado del mineral, claro que ahora ya no se utilizan. En ese momento me imaginé a mi abuelo junto con muchos otros trabajadores por la mañana con un pico y una pala cavando en aquellas minas como si fueran en busca de oro. No sé si serían muy grandes o no, pero sin duda a mí me parecieron enormes y espectaculares. Nos quedamos un buen rato mirando y paseando para verlas todas. Cada una era diferente y quería verlas todas. Por la tarde, después de comer, todos juntos fuimos a pasear por el pueblo, otra vez, pero a ver cosas diferentes. Fuimos a ver lo que antaño era el casino, hoy en día es uno de los po20


zos de explotación de Filón del Norte, que fue avanzando hasta absorberlo por completo y proceder a su destrucción. Posteriormente, y debido al avance de las explotaciones mineras, el edificio que albergaba dicho casino fue desalojado y se construyó uno nuevo. También fuimos a ver una plaza en la que había un monumento, era un minero. Recuerdo que mi abuelo me contó que fue construido en 1995 y que cambió por completo el aspecto de la plaza, que curiosamente se llama la plaza del minero. Y, por último, fuimos a ver una iglesia. Iglesias como esta no se encuentran en Zaragoza, era blanca, como las casas, tenía un nave central y dos laterales, y había palmeras alrededor. Tuvimos que andar bastante para llegar a todos estos sitios, pero me daba igual, no me cansaba, además, era nuestro último día en Tharsis, quería aprovecharlo al máximo. A la mañana siguiente, mientras mi madre y mi abuela terminaban de recoger, yo me fui y aproveché para dar un último paseo por aquel pueblo del que mi abuelo tanto me había hablado. Me gustaba mucho y, aunque hubiera sido un viaje muy largo, había merecido la pena, sin duda. Regresé a casa. El coche que nos llevaría a la estación en Sevilla ya estaba en la puerta de casa. Tras muchos besos a mucha gente, incluso a gente que ni siquiera conocía, nos montamos en el coche. Miraba por la ventanilla y veía cómo Tharsis se hacía cada vez más pequeñito. No sé cuándo volvería, pero aunque mi abuelo ya no esté, estoy segura de que quiero volver y revivir de nuevo todas las historias que me había contado mi abuelo miles de veces y que nunca me cansé de oír. Sara Esteban Soria, 3ºC Información (enlaces): es.wikipedia.org www.minasdesierramorena.es www.minasdetharsis.org www.turismosevilla.org www.visitasevilla.es

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Amo ergo sum

Q

uizás lo nuestro no era amor, o quizás sí, o quizás simplemente éramos dos personas con una misma pasión, en este caso la mitología grecolatina, que lo único que deseábamos era ver en la realidad todos esos mitos que tantas veces habíamos leído. Como el rapto de Helena por parte de Paris, el cual haya sido, probablemente, el mito por excelencia en términos de amor. Esa ansia de Paris por tener para él a la mujer más bella habida sobre la faz de la tierra; la primera guerra a la que dio lugar el amor y que, posiblemente, haya provocado más de una pelea que asemeja la guerra a día de hoy. O, tal vez, la marcha de Ulises y la espera incondicional de Penélope. La fidelidad personificada en aquella mujer, probablemente difícil de calcar en la actualidad, pero que durante mucho tiempo ha sido canon de esposa. O, ¿por qué no?, la curiosidad en Orfeo y Eurídice. Si el amor lo puede todo, ¿por qué no pudo Orfeo contener las ganas de volverse? ¿Realmente puede con todo? En mi opinión, es sólo algo que creemos para, en teoría, ser más fuertes moralmente aun sabiendo la verdad. Y ¿qué me dices de Píramo y Tisbe? Aquellos antiguos Romeo y Julieta, ese amor trágico que les llevó a ambos a quitarse la vida por amor. O de Apolo y Dafne. Una visión mitológica del acoso, transformarse en árbol, matarse, para huir de esa incómoda realidad. ¿Y la locura de Edipo? Hay que estar verdaderamente loco para matar a tu padre por el amor de tu madre; pero, a decir verdad, actualmente eso pasa, y no se considera loco a quien lo hace. La supremacía del hombre en la pareja como Urano sobre Gea. Y el forzado matrimonio de Hades y Ceres, poniendo a un hijo, Perséfone, de por medio. Y, por supuesto, no podemos olvidar un clásico como Narciso y Eco representando la arrogancia del hombre que, a todas horas, necesita tener en sus manos una mujer a causa de su gran "belleza". Son muchos los mitos que, paradójicamente, se dan hoy en día, más de 2000 años después. Y quizás lo nuestro sí que sea amor o quizás seamos, simplemente, dos humanistas por la humanidad en busca de un amor más animal que humano. Eva Anglada Rubio, B2H

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Premio Goya de pintura Bachillerato Carolina Halaihel Guallar - B2B 23


C贸mic en ingl茅s PRIMER PREMIO: Skullspeare de Sara Ambroj Lozano e23

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Melissa Jiménez Reyes 2º ESO Premio Fotografía Científica


Poesía en castellano Primer ciclo de ESO PRIMER PREMIO: Seis letras, un sentimiento de María Piñol Martínez

Segundo ciclo de ESO PRIMER PREMIO: Besayúname de Margarita Oyarzábal

Bachillerato PRIMER PREMIO: La pérdida de Lucía Villalva Tomás

Poema de Historia del Arte PRIMER PREMIO: Victoria en vuelo de Elena Lorés Vera


Seis letras, un sentimiento

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oesía es poder avanzar, poniendo los pies en rápido movimiento

del que no se puede parar, da igual a favor que contra el viento. O, también, es esperar una ola gigante que te llama y te pide esta que subas con un movimiento elegante y surfees por encima de la cresta. Es poesía, con el viento y su calor, lanzarse volando en una cometa, teniendo la certeza y el valor de siempre llegar a alguna meta. Sentir el frío en los pies, el sol se ve de pronto aparecer, la velocidad aumenta y, sin traspiés, deslizar por la ladera sin contener. Imaginar adónde poder viajar y en el cuerpo sentir el movimiento. Imaginar donde poder estar y la mente vivir el sentimiento. Así, uniendo letras se puede estar, descubrir cómo se puede sentir, con las letras al jugar y, entre tanto, vivir. María Piñol Martínez, 1º C de ESO

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Besayúname

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esayúname a propósito, quiéreme sin pausa pacífica.

Hállame en tus ojos pálidos, no me hace falta brújula. Hazme sentir única, TE QUIERO, en mayúsculas. Construyamos esdrújulas. Corrige mi caminar errático, hagamos un paseo romántico. Vuelve a ser tan cínico y deja atrás lo terrorífico. Volemos alto, perdamos el pánico. Seamos los del cuento mítico. Hagamos lo utópico, lo típico, un largo viaje cósmico. Por favor, seamos ilógicos. Escapemos y perdámonos, corramos y querámonos. Margarita Oyarzábal Maldonado, 3º A de ESO

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La pérdida

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écquer se viste de duelo, Neruda pone el grito en el cielo

y Lord Byron haría lo propio si no estuviera hasta el culo de opio. Lloran las nubes sobre los campos de Soria, se marchan los gitanos, sintiéndolo por Lorca, en fúnebre negro torna el Azul de Rubén Darío y Quevedo se revuelve, ahora es polvo enfurecido. La triste figura está más triste, si cabe, Homero furioso aclama -¡Por Hades! y don Lope de Vega mira desolado cómo esperan las musas en la cola del paro. Un único bastión queda en este cementerio: es Sabina, que suspira acordes de nostalgia y tedio. Y es que ¿dónde estáis, poetas? ¿Dónde estás, poesía? Ni rastro, no queda rastro de vosotros hoy en día. Lucía Villalva Tomás, 2º I de Bachillerato

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Victoria en vuelo Inspirado en la escultura “Victoria alada de Samotracia”

A

lma popular, Mujer guerrera,

Orgullosa dama de mármol, Nacida para triunfar. Aleteo insaciable de la victoria en vuelo de un pueblo glorioso. Parsimoniosa gota salada que todo lo curas, Fiel portadora de siete herraduras, Con senos inflamados de gozo. No necesito ver tu rostro para imaginar tu mirada. En mis batallas, por amor libradas, Intentando conquistar tu sonrisa, Tu imagen laureada me aturde, insumisa.

Elena Lorés Vera, 2º K de Bachillerato

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Nerea Lasala Barcelona 1Âş Bachillerato Premio FotografĂ­a Deportiva


Índice

Una muerte injusta .............................................................. 7 Lo rige el destino ................................................................ 10 Transformación ................................................................... 16 Tharsis ............................................................................... 19 Amo ergo sum .................................................................... 22 Skullspeare ......................................................................... 24 Seis letras, un sentimiento ................................................. 28 Besayúname ....................................................................... 29 La pérdida ........................................................................... 30 Victoria en vuelo .................................................................. 31


Esta edición no venal, con fines pedagógicos y hecha para su distribución entre el público lector del Instituto de Enseñanza Secundaria Goya de Zaragoza, reúne los textos premiados en las modalidades de relato literario en castellano, recreación de un viaje, relato de tema mitológico, cómic en inglés, poesía en castellano y poema de Historia del Arte que se han otorgado en los Premios Goya 2015-2016.



Biblioteca del Instituto Avda. de Goya, 45 50006 Zaragoza TelĂŠfono: 976 358 222 Fax: 976 563 603 Correo: biblioteca.ies.goya@gmail.com


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