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PRODIGIOVIVIDO

Desde pequeña anhelaba ser mamá; se decía una y otra vez quiero ser madre, voy a ser madre, una verdadera madre.

Transcurrió el tiempo, llegó a la pubertad, la adolescencia, continuaba ese sueño. Su imaginación trascendía los confines, la representación visual de ella con el bebé en brazos se implantaba en las entrañas.

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Después del enlace matrimonial, transcurrieron varios años y el anhelo no se realizaba, le invadía la sospecha, el temor, la tristeza. “¡Tal vez sea infértil! ¡No puede ser!” se recriminó

Hasta que un día el óvulo y el espermatozoide coincidieron, se identificaron, empataron, ¡se produjo el milagro! Las cuarenta semanas no fueron de espera; fueron de acción, ilusión, aprendizaje, preparación para dar la mejor bienvenida a su hijo. ¡Cuánto disfrutó ese embarazo!

Inició un curso psicoprofiláctico, para que su venida al mundo fuese natural. Se esmeró en la alimentación, pensamientos, emociones, enfocados a lo bueno, bello y verdadero. Escuchaba música clásica, sobre todo de Mozart y Vivaldi, ya que fortalece la capacidad neurológica, aumenta las defensas, provoca sensación de paz. Buscaba con esmero el progreso integral del bebé, le cantaba, le contaba anécdotas bellas, le explicaba la emoción que les embargaba tanto a ella como a su esposo, él también contribuía hablándole y acariciando el abdomen con mucho amor, además de que las náuseas y vómitos de los tres primeros meses, él los padecía.

En su poco tiempo libre, ya que trabajaba en una empresa y tenía un cargo directivo, se bebió cuantos libros pudo referentes al nacimiento, desarrollo, educación ; a su vez tejió infinidad de prendas y enseres para esa nueva vida dentro de ella bargo, vehemente. Al a cueva acuosa hacia cupo duda alguna “¡El o y corazón invadidos

Una vez recobrada la consciencia amamantó a su hija con tanto amor, a pesar de estar a un grito por los senos agrietados que pedían un descanso. A partir de los siete meses, le dio estimulación temprana, jugó con ella siempre, bailaba, cantaban.... Contestaba todas sus innumerables preguntas desde que, a los dos años, la curiosidad emergió en ella. Compraba juguetes didácticos, rompecabezas, cuentos, libros: infantiles, para iluminar o pintar, patines, avalancha, triciclo, bicicleta, patineta, enciclopedias, música

Le contaba cuentos, pero jamás se los leía, los demás pensaban que era un error, para ella era un acierto. Dejaba que el ingenio e inventiva de la niña volaran al ver las letras.

Se esmeraba por ser una verdadera madre Lograrlo implicaba apoyar, educar, encauzar, orientar, guiar, sembrar confianza, valores, amor, disciplina, cooperación, tiempo de calidad y mucho más. Sin dejar a un lado corregir, reprender, no encubrir ni ser cómplice de errores, aprender a dar, compartir y hacer siempre el mejor esfuerzo. “Ser Padre o Madre es cumplir tu palabra. Educar con el ejemplo ” se repetía y entregaba a la práctica

Aunque se afanara por hacer lo óptimo, las dudas, incertidumbres, preocupaciones, angustias, sufrimiento, decepciones, peligros, sacrificios propios de la vida misma venían a la mente. “¿Lo estaré haciendo bien?” se preguntaba

Al final le complacía pensar que todo cuanto hiciera y viviera, valía la pena, le congraciaba percatarse de ser partícipe fundamental del desenvolvimiento del vástago, su mayor responsabilidad; que ella desplegara sus alas, trascendiera espacios. Todo merecía pasarle, si su hija construía de sí misma, su mejor obra de arte.

En el prefacio de mi primer libro dice “Para Fátima”, Fá que decidí ponerle a la mórula amoratada e inerte que después de realizarme una interrupción de embarazo. ¿existencia? – me pregunto si debo usar ese verbo para d un lunes que no paré de vomitar, desayuné huevo enseguida, intenté comer milanesas con espagueti, no fu dijo mi papá, no te vayas a deshidratar Tuve qu sobrehumano para que él no me viera vomitar el agua garganta. Aquí hay pedo, pensé, pero no es posible. Recreé la escena: un mes y días antes había ido a casa de René, me encantaba ese vato, pero yo a él no. No entendía por qué no quería andar conmigo, esa es una de las cosas que más me desquiciaban de los hombres, que prefirieran andar con mujeres que, para mí, no eran lo suficientemente buenas (para lo que sea) como yo. René tenía una novia en un rancho todo culero, a mí me compraba vestiditos Hollister y le llenaba el tanque a mi camioneta, yo era su vieja de desmadre. Ese día fui a decirle que ya estaba cansada de andarlo compartiendo, me lo cogí normal, nada extravagante, llevé mis propios condones como siempre, Sico negros, lo revisé al final: todo bien… por eso no entendía estos vómitos y el evidente crecimiento de mis senos.

¿Cuándo fue la fecha de tu último periodo? (gesto de afirmación) ¿Cuántas parejas sexuales activas tienes? (gesto de desaprobación) ¿Tienes alguna molestia? ¿Mareo y vómito? Mmmmh te voy a realizar un eco vaginal, por favor pasa al baño, quítate la ropa y colócate una bata. Bien, recuéstate, vas a sentir una ligera molestia y un poco de frío, eso es… Ahí estaba mi segundo miedo más grande (el primero siempre ha sido ir presa): ¿Cuánto tiempo tengo? Me parece que un mes. ¿Cuánto tiempo tengo p d h d esto? ¿Esto? preguntó evidentemente molesta. ¡¿Cuánto t me los calzones. Sabes que no estoy de acue no es correcto, tienes que hacerte cargo nte por eso vine y te pagué para que hagas tu a dónde tengo que ir o no? La doctora muy a encubriendo a una criminal: me dijo las palabra y el nombre de la clínica.

Viajé con mi mejor amiga Mili en autobús por la noche, vomité casi sin descanso, sin tregua. Lo que sea que estuviera dentro de mí, me odiaba tanto como yo lo odiaba. Nuestro sentir era mutuo, recíproco, quería matarme, lo podía sentir. Mi cita era a las 9 de la mañana, ayuno previo de 6 horas. Me enteré que tenía 7 semanas. Antes de entrar al quirófano, me pasaron con una trabajadora social, quién me preguntó de diversas formas si yo estaba siendo obligada de alguna manera a realizarme ese procedimiento: No nací para ser madre, respondí

Me dieron una pastillita y me indicaron recostarme Sentí un dolor punzante, como si una tarántula me rasguñara las entrañas. Aquello se adhería con fuerza. Me pasaron a la camilla, me amarraron los brazos y tobillos, estaba lista para emprender el viaje. Solo son 10 minutos, ahorita nos vemos, dijo el Doctor. Salí y ahí estaba Mili, que corrió a mis brazos como si me hubiera visto resucitar.

- ¿Estás bien?

- Si, tengo un chingo de hambre, ¿Qué hora es?

- Las 2

- Seguro hay algo cerca, comemos y nos vamos.

- ¿Puedes comer cualquier cosa?

- Ni que me hubieran sacado una muela, ya vámonos.

Ayari Velázquez

"Marú y su nena" (2011) Óleo en reciclaje 50 X 88 Oaxaca, México Ruth Ramos

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