MUNDO INVESTIGA COLECCIÓN DE ARTÍCULOS
Las relaciones China -Taiwán: su proyección en América Latina y el Caribe, y el impacto de la Covid en su política exterior AGOSTO 2021
Asociación Civil Internacia Mundo Investiga Colección de Artículos Agosto 2021
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Las relaciones China -Taiwán: su proyección en América Latina y el Caribe, y el impacto de la Covid en su política exterior
Edición gráfica :
Karla Grijalva Sánchez Comisión de Imagen y Comunicaciones - INTERNACIA
Valeria Albarracín y Juan Paz Comisión de Investigación - INTERNACIA
Karla Grijalva Sánchez y Roxi Ochoa Comisión de Imagen y Comunicaciones - INTERNACIA
03 LA CARRERA DIPLOMÁTICA POR AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: EL SOFT POWER DE CHINA Y TAIWÁN
Por
Valeria Albarracín
ÍNDICE
ÍNDICE
13 LA COVID-19 EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES: EL CASO DE PARAGUAY EN EL CONFLICTO TAIWÁNCHINA EN UN MUNDO EN PANDEMIA
Por
JUAN PAZ
LA CARRERA DIPLOMÁTICA POR AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: EL SOFT POWER DE CHINA Y TAIWÁN
POR : VALERIA ALBARRACÍN
INTRODUCCIÓN En las últimas décadas, la República Popular China (RPC) se ha posicionado como potencia emergente a nivel mundial y se ha consolidado como el líder regional de Asia. Tal es así que se ha observado una participación activa, dinámica y sofisticada en el marco del sistema internacional. En este sentido, el liderazgo y la evidente influencia política y económica de China está propiciando una reconfiguración en las dinámicas de poder del actual orden internacional. Luego de la crisis económica de 2008, donde se advirtió un debilitamiento del sistema económico y una pérdida de legitimidad hacia Occidente, se ha abierto el camino para el ascenso de los Estados emergentes y, en consecuencia, para un orden multipolar con nuevos ejes de poder y renovados cimientos económicos. En este contexto, el “milagro económico chino” debe ser entendido a partir de la consideración de que el gobierno de la RPC, desde la década de 1980, viene implementando una serie de reformas estructurales. Entre estas se encuentran la reformulación de su política exterior y la adopción de recursos no tradicionales de poder. Si bien la ulterior finalidad tras esta implementación es lograr una ampliación en la esfera de influencias de China, en su afán por acercarse a una región, en cierta forma desconocida, como lo es América Latina y el Caribe, se topó con un masivo reconocimiento diplomático hacia su “provincia rebelde”: Taiwán. Por ello, en el presente artículo, en primer lugar, se analizará la reformulación de la política exterior china a luz de la noción teórica de “soft power” de Joseph Nye para, posteriormente, explicar la importancia de la región Occidental, en especial Latinoamérica, tanto para el gigante chino como para Taiwán. Finalmente, se realizará un análisis comparativo entre el uso del soft power por parte de estos dos Estados, China y Taiwán, en relación a América Latina y el Caribe.
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DEBATE SOBRE LA RE-EMERGENCIA CHINA Ahora bien, es evidente que esta re-emergencia china, comprendida tanto a nivel de su inmenso crecimiento económico como en relación a sus pretensiones dentro la jerarquía del sistema internacional, ha despertado una serie de temores y preocupaciones; no solo en Asia, donde su predominio es evidente, sino también en importantes actores occidentales, EEUU y la Unión Europea (UE). Como refieren González y Morales (2014), “cuando un país enorme y de rápido crecimiento […] se integra a la economía mundial, las reverberaciones se hacen sentir en todos lados” (p. 13). De esta forma, el giro en el equilibrio de poder que el país asiático está impulsando, lo convierte en una amenaza para el actual dominio de Occidente. Esto debido a su potencial económico, pero, sobre todo, como señala Gálvez (2012), a causa del desconocimiento sobre su realidad y modelo socio-político, al ser una variante de los sistemas clásicos. Ante tal contexto, el debate sobre “The China 's Rise” no ha sido ajeno a la academia; por el contrario, desde las diferentes corrientes teóricas de las Relaciones Internacionales se ha podido advertir la presencia de dos bandos: realistas y liberales. Por un lado, la perspectiva realista sostiene la hipótesis de la “amenaza china”; según la cual, el despertar de este país podría generar conflictos regionales y mundiales, a través de bloques militares o carreras armamentistas (Rodríguez y Leiva, 2013, p. 5). Realistas como Mearsheimer, argumentan que, en primera instancia, Estados emergentes y poderosos como China tratarán de consolidarse como los únicos hegemones en su región para, posteriormente, dominar todo el sistema asegurándose de que no exista otro poder rival (citado en de Prado, 2016, p. 158). En conjunto, el desarrollo económico, militar y tecnológico de China prendería las alertas en las demás potencias iniciando una competición por la seguridad internacional y, en consecuencia, un conflicto mundial se podría avecinar. Este inminente potencial de guerra se daría porque, siguiendo la premisa realista de la suma cero y de la primacía de los intereses nacionales, nunca se conocerán las verdaderas intenciones de poseer estos recursos. De ahí que se afirme que la emergencia pacífica de China no es posible. Contrariamente, la visión liberal argumenta que el ascenso pacífico de China sí es posible. De acuerdo a Joseph Nye (2015) y bajo la premisa de que “only China can contain China”, este Estado no pretende actuar de forma agresiva. Ello por tres motivos vinculados con la pretensión de ampliar su esfera de influencias: en primer lugar, el comportamiento de la potencia asiática con respecto a sus vecinos, hasta la fecha, no ha sido violento.
En segundo lugar, China pretende seguir beneficiándose de su participación en instituciones y
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Organismos internacionales, a fin de continuar con el establecimiento de alianzas y tratados. En tercer lugar, Nye sostiene que una de las principales preocupaciones de China es su reputación a nivel global. Por ello, entre sus objetivos no está la colonización de sus vecinos, más bien, lo que pretende es utilizar sus recursos para contribuir con el desarrollo de otros países en vías de desarrollo. De esta forma, las decisiones adoptadas por China parecen apuntar a ganar aliados y evitar por completo los conflictos, en especial con EEUU. Aunque ello no signifique una ausencia de tensiones. Si bien se han presentado dos reacciones contrapuestas al ascenso chino, es indispensable considerar que la actuación de este país se ha visto influenciada por ambas tendencias. Mientras que se reconoce la naturaleza conflictiva del sistema internacional (la anarquía del realismo) y las consecuencias desafiantes que su presencia podría tener, también se defiende la premisa de mantener un sistema internacional pacífico y una economía equilibrada a través de mecanismos de cooperación (las estrategias del liberalismo). En este sentido, de acuerdo con Ríos (2016), el comportamiento chino se puede explicar desde una teoría intermedia entre los dos extremos antes mencionados: el realismo liberal de la Escuela Inglesa. Por ello, y en línea con la postura que este artículo adopta, “se puede afirmar que China ha entrado en este gran juego de poder en el que, si bien domina la lógica racional del Estado, en la cual defiende su interés nacional, también piensa de manera estratégica y se acomoda a los intereses comunes para mantener un entorno estable en el cual pueda seguir creciendo” (p. 12).
IMPORTANCIA DEL SOFT POWER EN LA POLÍTICA EXTERIOR CHINA Sin embargo, la visión liberal de la política exterior actual, supone un problema para la RPC por dos principales motivos que, a su vez, están vinculados entre sí. Por una parte, es de conocimiento que la propia existencia del régimen chino presenta contradicciones y problemas en sí mismo: a pesar de ser capitalista y abierto en lo económico, constituye un gobierno autoritario y con un único partido, además de comunista, en el poder. Sobre esto último, su política doméstica, han surgido un sinfín de cuestionamientos por la ausencia de un proceso de democratización y por la violación y restricción de las libertades y derechos de sus ciudadanos. Por otro lado, las bases de estos cuestionamientos radican en una serie de valores, democráticos y liberales, compartidos y propiciados por Occidente. En consecuencia, la imagen que China refleja al exterior es negativa y contraria a los presupuestos dominantes. Estos dos hechos, en adición al discurso realista de la “amenaza china”, han obligado al gobierno a adoptar una serie de estrategias en relación a su política exterior. En las últimas décadas, se ha advertido un profundo cambio en la concepción china de las Relaciones
Internacionales. De acuerdo con Peña (2011), los mandatarios de la RCP se han concentrado en formular una política exterior pragmática que incluya los recursos no convencionales del tradicional poder duro. Por ello, la táctica china ha puesto el énfasis en la defensa de su ascenso pacífico y su búsqueda de un orden multipolar. Es así que el gigante asiático viene incorporando recursos del soft power con la finalidad de exteriorizar una imagen responsable y pacífica. No obstante, es evidente que sus medidas de poder blando deberán ser únicas, ya que no puede caer en concepciones liberales como la democracia o la defensa de libertades, pues serían contrarias al régimen; pero, como respuesta al supuesto del ascenso agresivo chino, tampoco pueden propiciar una política exterior que ponga en jaque la posición de EEUU y los valores occidentales. Ante tal contexto, el gobierno ha reinterpretado la noción académica de soft power para adaptarla a su situación y necesidades. De ahí que se pueda hablar de un soft power con particulares características chinas. La incorporación explícita del soft power como uno de los pilares de la política exterior china es relativamente reciente. Fue a partir de la década de los 2000s, con la llegada de Ju Hintao al poder, que se concluyó que si se pretendía continuar con el crecimiento económico sostenido, era necesario gozar de un ambiente internacional pacifico en el que se vea a China como “una fuerza benigna, cooperativa y dispuesta a participar en la comunidad internacional de manera responsable” (Portador y Solórzano, 2019, p. 7). Por lo anterior, la nueva estrategia asiática se centró en la construcción de vínculos bilaterales y multilaterales, y en traer del recuerdo a la tradicional cultura china . Así, la diplomacia pública y cultural se volvieron elementos de una política de Estado china basada en el soft power. Empero, como se ha mencionado, esta forma de ejercer poder presenta una serie de características particulares. Por ello, antes de analizar las fuentes del poder blando chino, es importante considerar a que se refiere la concepción académica de soft power. En general, poder, entendido como la acumulación de recursos y el buen posicionamiento, refiere a la capacidad de obtener los resultados que uno quiere. Existen tres maneras diferentes de ejercer poder: con amenazas y coerción, con retribuciones, y haciendo que otros quieran lo mismo que uno. Este último aspecto es el que está vinculado con el soft power. De acuerdo con Nye (2009), el poder blando es una forma indirecta de obtener lo que uno quiere, que utiliza la cooperación, en vez de la coerción, y se basa en la capacidad de influir o moldear las preferencias de los otros actores. Sin embargo, el poder blando es más que la mera persuasión: “es la habilidad de atraer a otro y con ello lograr su consentimiento” (Peña, 2011, p.4); en consecuencia, en el ámbito internacional, también refiere a la capacidad de controlar la agenda política. Entonces, bajo la óptica del comportamiento de los Estados, el soft power es un poder de atracción, pero,desde el punto de vista de los recursos, del poder
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blando quienes generan tal atracción. Esta atracción se basa en tres fuentes: la cultura, la política exterior y los valores políticos que el Estado pregona. En conjunto, esta capacidad de seducción se fundamenta en que un Estado muestre un modelo de sociedad, a nivel de valores y cultura, atractivo y un comportamiento, a nivel de política doméstica y exterior, coherente y que promueva intereses comunes. Como se puede advertir, las concepciones chinas en relación a dos de los tres recursos mencionados no son las universales y, en consecuencia, podrían no ser atractivas para el resto del mundo. Pero, esta potencia emergente ha logrado construir una “ofensiva de encantamiento”, basada en una reformulación del soft power, con un doble objetivo: por un lado, para responder y desmentir la teoría realista de la “amenaza china” y, por otro, con la finalidad de mostrar una imagen de China más allá de su desempeño económico y militar. Si bien el gobierno se sirve de las fuentes tradicionales de Nye, son dos conceptos, tanto académicos como políticos, en los que esta ofensiva se fundamenta: el “ascenso pacífico” y el “mundo armonioso”. En 2004, el primero de estos fue reemplazado por el término “desarrollo pacífico”, acuñado a Zheng Bijian, ya que el anterior podría sugerir un intento por romper el statu quo internacional (Peña, 2011, p. 6). La importancia de este cambio radica en que, ya desde el nombre, se advierte a la comunidad cuál es el verdadero objetivo chino: el desarrollo y no una irrupción con pretensiones hegemónicas. Asimismo, la paz a la que se refiere este concepto está vinculada con el principio de “win-win”; con el cual China busca mostrar que no es un peligro y que, más bien, su desarrollo puede ser beneficioso para toda la sociedad internacional. Por su parte, la idea de “mundo armonioso” es una extrapolación de la pragmática política interna de la “sociedad armoniosa”. El origen de ambas se encuentra en la filosofía de Confucio, que argumentaba que el hombre honrado “debe equilibrarse y conseguir la armonía”, a pesar de que la sociedad esté colmada de contradicciones y diferencias” (citado en Rodríguez y Leyva, 2013, p.6). En este sentido, los llamados “Cinco Principios” que defiende la política exterior china (la estrategia ganarganar, el desarrollo pacífico, el respeto a la diversidad, la cooperación y coordinación, y la coexistencia pacífica) se ven reflejados en dos elementos que se sirven del soft power: la diplomacia pública y la diplomacia cultural. Mientras que la diplomacia pública puede entenderse como la estrategia de comunicación directa entre los gobernantes y los ciudadanos de otros países, con la finalidad de atraerlos a su política exterior (Noya 2005, p.1), la diplomacia cultural se centra en la construcción de estas relaciones de amistad y cooperación a través de intercambios que “exporten” el modelo de sociedad china, ya sean culturales, deportivos, académicos,
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científicos o de cualquier otra índole. En conjunto, el uso de ambas variantes permite que China evidencie una política exterior de perfil bajo, pero con un “rostro humano”, gracias a su respeto por la soberanía de los Estados y de la diversidad cultural y, a su vez, con un “rostro responsable”, al buscar activamente la cooperación entre naciones y un sistema internacional pacífico (Portador y Solórzano, 2019, p. 9).
LATINOAMÉRICA EN EL RADAR Y LA PROVINCIA REBELDE Si bien el objetivo chino no es dominar el sistema de forma hegemónica, Xi Jinping y académicos como Zheng Bijan, han sido claro en manifestar que China es un “poder pacífico, no amenazante, pero [que no pretende] renunciar a los derechos y responsabilidades que le aguardan por su nueva posición en el mundo” (citado en Rodríguez y Leiva, 2013, p. 5). Consecuentemente, el comportamiento internacional de esta potencia se caracteriza por la pretensión de ampliar su esfera de influencia. En este sentido, China ha formulado e implementado una estrategia de incursión en América Latina y el Caribe (LAC) fundamentada en la política económica de “dar la bienvenida” y de “salir a buscar”. Diversos autores sostienen que el interés en esta región occidental radica en la existencia de materias primas. En esta línea, Portador y Solórzano (2019) señala que, además de la riqueza natural, existen otros motivos para afirmar que este es un gesto geopolíticamente estratégico, debido a que esta zona representa un potencial consumidor de los excedentes de mercancías producidas en China y que, a pesar de la incertidumbre política, la inversión no presenta demasiadas restricciones legales. Si bien es evidente que el interés chino tiene un fuerte componente económico, otro de los objetivos es ganar la aprobación del mayor número de países; especialmente de aquellos en vías de desarrollo. Así, mientras que China puede reforzar su retórica de Estado altruista y pacífico, las alianzas y el apoyo de países de LAC la podrían consolidar como la voz representante de las naciones emergentes. En este contexto, uno de los más importantes proyectos de su política exterior es la “Nueva Ruta de Seda”. Este ambicioso proyecto, lanzado en 2013, tiene por finalidad promover el liderazgo mundial de China por medio del estrechamiento de lazos económicos y comerciales para, en palabras del mandatario de la RPC, “profundizar la cooperación mutua y un desarrollo más amplio, usando modelos innovadores de colaboración para construir juntos [un] proyecto que beneficiará a todas las poblaciones que se encuentren a lo largo de la ruta” (citado en Portador y Solórzano, 2019, p.10). De forma resumida, lo que este proyecto busca es conectar a todo el globo, como alguna vez lo hizo el Imperio chino, actualizando las antiguas rutas comerciales y habilitando nuevas.
Como bien se puede advertir los países de América del Sur y del Caribe son estratégicos en términos económicos y geopolíticos para esta Ruta; sin embargo, históricamente, han existido una serie de obstáculos que no permiten la consolidación de las relaciones Latinoamérica-Asia. Aunque los factores geográficos, lingüísticos, culturales e ideológicos impedían la cercanía, en las últimas décadas se ha advertido la presencia de otro obstáculo que, hasta cierto punto, está fuera del control de China: Taiwán. La tensa relación con esta “provincia rebelde” y los vínculos de ésta con Occidente, han obligado a China a mostrarse como un país más atractivo hacia LAC, pero no solo en términos económicos. Por ello, incluso antes del lanzamiento de la “Nueva Ruta de Seda”, ya desde la década del 2000, se puede hablar de una intensificación en el reconocimiento y las relaciones diplomáticas sinolatinoamericanas, a través de organismos multilaterales y, en especial, una política exterior basada en el intercambio social y cultural. Todos estos aspectos forman parte de la ya conocida “ofensiva de encantamiento” china. De esta manera, se puede afirmar que la presencia y el reconocimiento diplomático de Taiwán en LAC, ha obligado a China a emprender una política exterior basada en su soft power con el objetivo que esta región voltee la mirada hacia ellos. Asimismo, gracias al ascenso chino y a la nueva importancia de entablar relaciones diplomáticas con esta potencia, Taiwán también viene haciendo uso del soft power, tal vez de forma más tradicional y simbólica, para mantener el apoyo de estas naciones occidentales. Por ello, en esta segunda parte, se realizará un análisis comparativo entre el soft power chino y taiwanés en el contexto de la llamada “Carrera diplomática por Latinoamérica y el Caribe”.
LA CARRERA DIPLOMÁTICA A TRAVÉS DEL ESTRECHO Aunque va más allá de la temática de este artículo, es importante considerar algunas precisiones sobre las relaciones a través del Estrecho y su vinculación con América Latina. Tras cuatro décadas sin ningún tipo de contacto, los diálogos entre Taipéi y Beijing se retomaron en 1990 a través de dos foros semi-oficiales, el ARATS de parte de China y el SEF de Taiwán. Aunque la situación entre ambas naciones ha fluctuado a lo largo del tiempo gracias a diversos acontecimientos y a la narrativa adoptada por los gobiernos taiwaneses de turno, son dos posiciones extremas las que ayudan a comprender tanto los periodos de tensión como los de negociación: por un lado, la postura de “una sola China”, cuya pretensión es la reunificación, y, por otro, la que defiende la independencia total de Taiwán. Aunque existen un conjunto de posiciones en medio de estas, en general, se puede decir que “cuando Taiwán presionaba hacia la independencia, la hostilidad de China se vio reflejada en la renuencia del ARATS para negociar con el SEF.
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En cambio, cuando Taiwán adoptó una posición más condescendiente, China favoreció el diálogo entre el ARATS y el SEF” (citado en de Prado, 2016, p. 164). A pesar de ello, el actual gobierno del PDP (Partido Democrático Progresista), al mando de Tsai YingWen, ha mantenido una postura ambigua pero con una clara tendencia independentista. Asimismo, con respecto a las relaciones de ambos países con América Latina y el Caribe se ha advertido un cambio radical de lugares. Mientras que en 1955, en el contexto del gobierno comunista de Mao, solo 23 países reconocían a la China continental, el resto del globo entablaba relaciones diplomáticas con Taiwán. No obstante, a raíz del ingreso de China a la ONU, que conllevó el desplazamiento de Taipéi de su asiento permanente del Consejo de Seguridad, y de su gran crecimiento económico, el día de hoy son solo 15 países (incluido el Vaticano) los que reconocen a Taiwán. Este fenómeno inició con la ruptura de las relaciones entre Costa Rica y Taiwán en 2007. Como era de suponer, esta decisión trajo consecuencias a nivel regional y comenzó con un “efecto dominó”: diversos Estados, como República Dominicana y Panamá, se sumaron al reconocimiento de China continental y al compromiso de la política de “una sola China”. Sin embargo, los esfuerzos por entablar vínculos bilaterales no solo vinieron de parte de las naciones de LAC, sino también del propio gobierno de la RPC. En 2008, se elaboró el “Documento Oficial sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe” (que fue sustituido por el llamado “Política China hacia América Latina” en 2016), donde se establecen las bases para la cooperación con esta región; cuyas relaciones estarían fundamentadas en “los principios de igualdad y beneficio recíproco, la cooperación en inversión financiera, agrícola, industrial, energética, la reducción y condonación de deudas [esta ya no estuvo presente en el documento de 2016], la asistencia económica y técnica y la cooperación multilateral, entre otras” (Peña, 2011, p. 10). Ahora bien, aunque la influencia china ha crecido exponencialmente en LAC, es curioso observar como 9 de las 14 naciones que reconocen a Taiwán hoy, se encuentran en esta región (Belice, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Paraguay, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas). Estos Estados se caracterizan no sólo por ser susceptibles ante la influencia de Beijing, sino que también, coincidentemente, constituyen un importante grupo de apoyo de EEUU . Por ello, la pérdida de las relaciones entre Taiwán y estos países significaría un retroceso dañino para los asiáticos y, a largo plazo, la posibilidad de que un nuevo “efecto dominó” suceda. En este sentido, la búsqueda del apoyo y reconocimiento por parte de las dos Chinas ha llevado a que la conquista de LAC sea un tema prioritario en su política exterior.
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En especial, se ha advertido el uso de estrategias diplomáticas basadas en el poder blando de cada una. Se podría afirmar que, mientras Taiwán ha adoptado el concepto de Nye de forma más amplia y vinculada con su identidad nacional, China ha hecho lo propio pero poniendo énfasis en recursos, como los militares y económicos, que no son considerados tradicionalmente como fuentes de atracción.
ESTRATEGIAS DE SOFT POWER DE TAIWÁN Como bien se ha podido advertir, el interés de Taiwán en el soft power está estrechamente vinculado con el ascenso militar y económico de China y su consecuente política anti-independentista. Ante tal situación, el poder blando fue adoptado bajo la concepción de que era el “arma de los débiles” para resguardar la seguridad internacional (Wang y Lu, 2008, p. 437). Asimismo, Lu y Wang aseguran que la popularidad y consecuente expansión de este concepto en China, llevó a que los círculos académicos y el mismo gobierno taiwanés empezaran a tomarle especial atención. Por ello, en aras de reunir apoyo para la llamada “causa taiwanesa” (la búsqueda de su independencia), inicialmente se buscó ganar el reconocimiento diplomático de naciones recientemente descolonizadas, como las africanas. No obstante, posteriormente, se encontraron importantes coincidencias con América Latina y el Caribe, a través de las que se podía hacer uso de su soft power. Como se verá, además de las relaciones comerciales y de inversión, la política exterior taiwanesa enfatizó en los vínculos históricos y la identidad común con las sociedades latinoamericanas. En primer lugar, la buena percepción e incluso admiración de países de LAC se basa en el acelerado crecimiento económico de este “Tigre Asiático”. Por ello, la influencia de Taiwán hacia el hemisferio Occidental ha llegado en forma de ayuda financiera a través de diversos organismos multilaterales; entre ellos the Committee of International Technical Cooperation (CITC) y the International Economic Cooperation and Development Fund (IECDF). Aunque ambas instituciones estuvieron enfocadas en brindar ayuda económica y fomentar los intercambios comerciales, la eliminación del término “económico” en la formulación de un nuevo organismo, que incluye tanto al CITC y al IECDF, demuestra que el gobierno priorizó la búsqueda del desarrollo integral de LAC. Esta reformulación también estuvo vinculada con la aceptación de que la ayuda netamente financiera no tuvo el éxito esperado; por el contrario, aunque algunas naciones entablaron relaciones diplomáticas con Taiwán (Bahamas, Granada, Belice, Dominica, etc.), la mayor parte rechazó sus ofertas a causa de la presión china. En consecuencia, el gobierno de la isla ha optado por entablar contacto con los países que reconocen a China continental a través de las “Oficinas de representación comercial” o, en mayor medida, a través de organizaciones no gubernamentales.
Sin embargo, Taiwán no ha desistido en sus intentos de acercamiento a la región; más bien, la reformulación de los dos organismos antes mencionados, the International Cooperation and Development Fund (ICDF), constituye una importante fuente de poder blando, al “promover el humanitarismo, el progreso económico y el desarrollo sostenible al tiempo que promueve los intereses diplomáticos de Taiwán” (Maggiorelli, 2019, p.191 ). En este sentido, los mandatarios han apostado por un mecanismo de ayuda mucho más directo: la transferencia de experiencia. Dado que Taiwán está ubicado en una zona propensa a terremotos, tifones y demás desastres naturales, la experiencia de su crecimiento económico y social no solo funciona como un ejemplo de modelo, sino que también dota a este país de la capacidad de brindar ayuda y cooperar con otros Estados. Taiwán ha aprovechado la necesidad de progreso de LAC y ha tratado de ganarse el apoyo de la población por medio de su cooperación en sectores industriales. Ejemplo de ello son las misiones agrícolas que dotaron de conocimiento a las comunidades para que enfrenten a los posibles factores que deterioran sus cultivos. En segundo lugar, los vínculos entre LAC y Taiwán también recaen en una trayectoria histórica similar. Aunque en la actualidad ambas regiones se caracterizan por una tendencia democrática y liberal, estos valores occidentales no siempre fueron parte de su política. Tanto Taipéi como en general LAC han tenido experiencias dictatoriales y, posteriormente, de una importante democratización y liberalización política y económica (Erikson y Chen, 2007, p.76). Así, la democracia de Taiwán funciona la fuente de atracción más importante: por un lado, el proceso y los resultados sirven como un ejemplo para países nodemocráticos o en camino a serlo; y, por otro, sus altos índices de libertad, su respeto por los DDHH y la activa participación de la sociedad civil, han permitido se reconecte con la comunidad internacional. El aislamiento provocado por el ascenso de la RPC ha sido contrastado con la difusión de los valores occidentales a través de la Fundación de Taiwán para la Democracia (TFD) y la Unión Democrática del Pacífico (UDP); ambas comprometidas a construir una red internacional donde se fomente una mayor cooperación con LAC en áreas como gobernabilidad, la seguridad humana y la prosperidad económica. Por último, la política exterior de Taiwán ha explotado dos elementos de la diplomacia pública: la difusión de su cultura y la priorización de la educación. En relación a la primera, los académicos y gobernantes evitan enfatizar en la cultura tradicional china, ya que sería contrario a su pretensión independentista. Si bien partidos políticos como el KMT argumentan es necesario incluir la cultura tradicional y la filosofía de Confucio, el gobierno del DPP sostiene que “[chinese culture] only
provides the nutrition for Taiwanese culture, together with local, indigenous, Japanese and even Dutch and Spanish components, as well as American contemporary influence”(Otmazgin, 2021). En relación a la segunda, la educación, desde 1990 se promovieron intercambios culturales, pero, a partir de 2003, el gobierno implementó el “Programa de Becas de Taiwán” para extranjeros. Sin embargo, las pretensiones de la isla no solo se han centrado en estudiantes de pre y postgrado, sino también en los diplomáticos y militares: los gobernantes identifican a burócratas y funcionarios al inicio de sus carreras públicas para consolidar sus vínculos con LAC, por medio de intercambios de preparación académica y militar (Erikson y Chen, 2007, p. 73-74).
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ESTRATEGIAS DE SOFT POWER DE CHINA Luego del acercamiento de Washington con Beijing en 1970 y el ingreso de éste al Consejo de Seguridad de la ONU, Wang y Lu (2008) sostienen que China mostró una postura más pragmática en relación a América Latina y el Caribe. Sin embargo, a raíz de la elección de presidencial de Tsai Ing-Wen y su posición contraria a “una sola China”, el gobierno de la RPC no solo decidió suspender los diálogos, sino que emprendió nuevos esfuerzos para aislar diplomáticamente a Taiwán (Erikson y Chen, 2007, p.71). En consecuencia, las dos últimas décadas han sido testigos de una postura china mucho más activa con respecto a LAC, especialmente, hacia los aún aliados diplomáticos de la isla. Si bien los gobernantes chinos han sido cuidadosos en su actuación internacional, por causa de las posibles repercusiones en sus relaciones con EEUU, ello no ha impedido que Beijing utilice su poder de atracción en dimensiones como la cultural, la económica y en su política exterior. Primero, con la finalidad de influir de forma positiva en la opinión pública mundial, China ha empleado diversos recursos culturales, desde la difusión de sus valores tradicionales hasta la enseñanza de su idioma. En este sentido, ha desarrollado programas estatales que tienen por objetivo informar e influenciar la percepción del resto del mundo, como publicaciones y eventos académicos (ciclos de conferencias, talleres o simposios en el extranjero), intercambios culturales, a través del deporte (Juegos Olímpicos), y del turismo. Una organización que ha condensado esta diversidad de aspectos y ha permitido acercar a la sociedad asiática al resto del mundo, es el conjunto de Institutos Confucio. Si bien se han impulsado una serie de intercambios educativos entre universidades y centros de investigación latinoamericanos con el objetivo de atraer extranjeros, el énfasis de la RPC está en el aprendizaje del chino mandarín y la difusión de su cultura. Tal fue el éxito de estos que, en la actualidad, 12 países de Latinoamérica albergan 25 Institutos Confucio y 10 Aulas Confucio; entre los que destacan Perú (5), México (4) y Brasil (3) (Rodríguez y Leiva, 2013, p. 6-7). Asimismo, otra forma de promover el soft power chino ha sido a través de los medios de comunicación y de sus “embajadores culturales”. Por un lado, en la actualidad medios como Xinhua, People 's Daily o Global Times constituyen importantes fuentes orientales de información. En especial, el canal de 24hrs CCTV 9 ha ampliado su esfera de influencia al transmitir en inglés, español, francés, ruso y árabe. Ello se ha vinculado con una estrategia de diplomacia pública que consiste en dirigirse directamente a los ciudadanos de otros países a través de los medios, enfatizando en los aspectos comunes y en las alianzas
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y logros de las relaciones sino-latinoamericanas (Portador y Solórzano, 2019, p.13). Por otro lado, de acuerdo con Rodríguez y Leiva (2013), la cultura china se encuentra dispersa a lo largo del mundo gracias al fenómeno de la “diáspora china”. En LAC, la llegada de población asiática se incrementó gracias a la apertura de las políticas migratorias chinas. Si bien las comunidades de estos “embajadores culturales” se han concentrado en mayor medida en Brasil y Panamá, el embajador Luis Quesada afirmó que “el Perú es el país más chino de América Latina”, en alusión a que los ciudadanos chinos y las familias con tal ascendencia representan el 8% de la población (citado en Castro, 2018). Segundo, como se ha mencionado la búsqueda de un orden internacional multipolar por parte de China, constituye, a su vez, un beneficio para Estados emergentes como los de LAC. Por ello, la política exterior de la RPC ha apostado por crear y reforzar vínculos bilaterales y multilaterales por medio de convenios comerciales e inversión en áreas como la infraestructura, agricultura, minería, y turismo. En línea con ello, la potencia asiática ha consolidado su acercamiento al hemisferio a través de su actuación como observador en organismos regionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Comisión Económica para américa Latina (CEPAL), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), la Unión de Naciones Suramericanas y la Organización de Estados Americanos (OEA). A través de estas instituciones, se ha afianzado una diplomacia pública con bases, si bien no en los tradicionales valores occidentales, sí en relación a temáticas comunes con LAC, como la búsqueda del progreso y desarrollo integral. No obstante, la búsqueda de un orden internacional pacífico y más justo no ha quedado solo en palabras. A diferencia de otros actores importantes del sistema, China ha demostrado ser una potencia responsable al defender y cumplir con sus políticas de no interferencia y de “buen vecino”. En diversas oportunidades la RPC ha decidido mantenerse al margen, incluso cuando aliados ideológicos están involucrados (como Corea del Norte). Como señala de Prado, “estas políticas se han desarrollado incluso a expensas de una relación sin fricciones con EEUU y otras potencias, cuando éstas han presionado a Beijing para que actúe en caso de injerencia y sanciones a otros estados” (2016, p. 13). De la misma forma, aunque el aspecto militar no es considerado como una fuente de poder blando, el uso pacífico que China le ha dado, permite afirmar que ha contribuido con su imagen. Tanto sus tropas como su tecnología han sido utilizados en operaciones de paz y no con intenciones bélicas. Sin embargo, esta narrativa de cooperación y paz no se advierte cuando la situación trasciende el plano internacional e interfiere con su política doméstica. El ejemplo más claro es la tensa relación con Taiwán y las respuestas militares chinas, como la observada durante la Crisis de los Misiles.
En última instancia, la dimensión económica del soft power chino puede dividirse en dos ámbitos: la ayuda al desarrollo hacia LAC y la admiración que su crecimiento económico ha generado. Por una parte, la influencia china también ha llegado a América Latina y el Caribe por medio de la inversión y los préstamos. Tal es así que, de acuerdo con Peña (2011), el país asiático se ha convertido en el tercer inversor más importante de esta región, y también ha llegado a ser considerado como una mejor opción de financiamiento frente al BM o al BID. En la actualidad, China es el principal socio comercial de Chile, Perú, Brasil, Paraguay (aunque reconozca a Taipéi), entre otros (Maggiorelli, 2019, p.11). No obstante, la ayuda al desarrollo no ha venido solo en forma monetaria, sino también a través de infraestructuras. La RPC apuesta por grandes obras para lograr el crecimiento y progreso de estos países. Por ejemplo, apenas Costa Rica abandonó el reconocimiento de Taiwán, China retribuye el apoyo con la construcción de un estadio de fútbol, de carreteras y con un acceso prioritario a sus mercados y con la creación de una empresa petrolera conjunta. Por otra parte, la admiración que el “milagro económico” ha propiciado es considerado por diversos académicos como la principal fuente de soft power chino, sobre todo, porque resulta “ser atractivo como un modelo a seguir para los países en desarrollo”. Ahora bien, aunque se viene hablando del “Consenso de Beijing”, como opositor al neoliberalismo del Consenso de Washington, el gobierno chino ha sido claro en no traer al foco de atención al poder duro que esta denominación hegemónica y opositora a la potencia occidental podría traer. Por ello, si bien China sostiene que su modelo “ofrece importantes y útiles lecciones para diversos países en vías de desarrollo” (Wang y Chen, 2008, p.440), sus funcionarios han sido enfáticos en el principio de la experiencia pluralista y del pragmatismo de su desarrollo. En otras palabras, se defiende la idea de que cada país, de acuerdo a sus recursos y necesidades, debe encontrar y seguir su propio camino. Estas afirmaciones, en conjunto con su inexistente historia de dominación imperial en Occidente, vuelven a China no solo políticamente más atractiva, sino que también, su propia denominación como potencia emergente (y no como un hegemón) impulsan una suerte de identificación con los países en desarrollo de LAC.
REFLEXIONES FINALES El poder es un elemento fundamental para comprender la reconfiguración y los cambios en las dinámicas del actual orden internacional. Especialmente, el uso de recursos de poder no convencionales en el ámbito diplomático se ha expandido a lo largo del globo. El auge del término occidental “soft power” ha permitido que la diplomacia pública ya no está sólo centrada en temas de seguridad nacional, sino que el foco de atención se centre en la cooperación y en la cultura de su sociedad.
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En este sentido, se puede argumentar que la República Popular China viene haciendo uso de esta noción, en el contexto de la reformulación de su política exterior, por los siguientes motivos: i) Dado que la tendencia global apunta a la creación y defensa de un sistema internacional basado en la cooperación, China optó por dejar de hacer énfasis en fuentes de su poder duro, como su crecimiento militar y tecnológico, a fin de mejorar su imagen internacional. ii) A raíz de la re-emergencia china y de la difusión de la teoría realista de la “amenaza china”, la adopción del soft power con características particulares, bajo el discurso del “desarrollo pacífico” y el “mundo armonioso”, surgió como respuesta a estos cuestionamientos. iii) Con la pretensión de ampliar su esfera de influencias, China giró la mirada hacia América Latina y el Caribe. Sin embargo, los pocos rasgos comunes y, sobre todo, la presencia e influencia de Taiwán en esta región, dio cuenta de la necesidad de mostrar a China como un Estado más accesible y atractivo. Asimismo, es preciso realizar algunas anotaciones sobre este análisis a la luz de la coyuntura sanitaria actual. Es evidente que la pandemia por la COVID-19, ha desatado un profundo rechazo y recelo hacia la sociedad china. Tal es así, que en los últimos dos años el mundo ha sido testigo de un incremento en la sinofobia y en el sentimiento antiasiático, al punto que se han advertido un sinfín de ataques xenofóbicos y racistas. Aunque también han surgido iniciativas como #StopAsianHate, el odio y las teorías de conspiración contra los ciudadanos, incluso utilizado por mandatarios y funcionarios públicos, parece no tener un fin cercano. Ahora bien, desde las RRII, esta situación significa una baja considerable en la buena percepción que la RPC venía acumulado y, es evidente, que tendrá una repercusión en su política exterior y su uso del soft power. La denominada “diplomacia de vacunas” puede funcionar como una respuesta ante la negativa imagen china, pero también como un instrumento para consolidarse como líder mundial. No obstante, este último fenómeno no solo está siendo utilizado por los asiáticos, al parecer, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca también significaría el regreso del soft power estadounidense.
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LA COVID-19 EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES EL CASO DE PARAGUAY EN EL CONFLICTO TAIWÁN-CHINA EN UN MUNDO EN PANDEMIAS
INTRODUCCIÓN El conflicto entre Taiwán y China es uno de los temas más estudiados y que continúan vigentes dentro de las relaciones internacionales. Los discursos por parte de sus representantes, las acciones militares, políticas y económicas que toman ambos Estados en pro de sus intereses son la manifestación de que este conflicto sigue latente y cada cierto tiempo dan señales de que en cualquier momento la guerra podría desatarse. No obstante, este conflicto ha tomado un rumbo diferente a partir del contexto que se vive a nivel mundial causado por la Covid-19. Las vacunas se han convertido en un bien esencial a nivel mundial y justamente China es el mayor productor de ellas actualmente lo que la dota de una gran ventaja en frente de Taiwán el cual no ha desarrollado una vacuna hasta el día de hoy. Es por ello que consciente de esta gran ventaja, China ha empezado a consolidar su influencia a nivel mundial e incluso ha encontrado este momento como uno preciso para acercarse a Paraguay el cual es el último país latinoamericano que aún mantiene relaciones formales con Taiwán. Paraguay al igual que la mayoría de los países de la región sufre una crisis sanitaria y económica que ha sido muy bien leída por parte de China la cual desea “ayudarla”, pero de acuerdo a los gobernantes de Paraguay y Taiwán en el fondo solo busca romper sus relaciones. Es por ello que el presente trabajo busca analizar los factores que podrían llevar a que Paraguay pueda poner fin a las relaciones que tiene con Taiwán a causa del contexto de la Covid-19. Para ello se desarrollará una breve reseña histórica del conflicto entre Taiwán y China para luego explicar el porqué Paraguay es tan valioso para Taiwán. Acto seguido se brindará una descripción de la situación paraguaya en la pandemia y en base a esto plantear que podría llevar a esta nación a romper relaciones con Taiwán. Finalmente se brindará una breve reflexión del tema a modo de cierre.
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POR : JUAN PAZ
Antecedentes El conflicto entre Taiwán y China se remonta a la Guerra Civil China en la que se enfrenta el Partido Comunista y el Partido Nacionalista la cual se ve interrumpida por la invasión japonesa de 1936 (Heduvan, 2019). Esta invasión amenazaba los intereses de ambas partes por lo que los lleva a un acercamiento. Es así como las fuerzas del Kuomintang y las maoístas se unen para entrar en una guerra contra Japón que concluye con su expulsión del territorio chino en 1945 (De los Reyes, 1996). Al darse este hecho, la razón que unían a las fuerzas nacionalistas y a las comunistas desaparece por lo que un ambiente propicio se gesta para que los conflictos del pasado vuelvan a retomarse. En consecuencia, de acuerdo a Dávila et al. (2001) se reanuda la Guerra Civil entre ambos bandos que termina con la victoria maoísta en 1949 y así nace la República Popular China. Ante la derrota del Kuomintang, el partido nacionalista busca refugio en una Isla, actualmente conocida como Taiwán, frente a la República Popular China y en dicho lugar se declara el nacimiento de la República de China (De los Reyes, 1996; Rodríguez, 2011). A partir de este suceso, ambos Estados empiezan a desarrollar sus gobiernos de manera independiente y empieza una lucha por el reconocimiento a nivel internacional de ambos como la legítima China. Al principio, a nivel internacional la República China empieza a ganar reconocimiento y esto debe entenderse en el contexto en el que se da, que es el de la Guerra Fría. Por un lado, Estados Unidos en su lucha para contener el comunismo en Asia Central no podía reconocer a la República Popular China como la legítima China ya que esta era comunista y por ende iba en contra de sus intereses (Dávila et al., 2001). Por otro lado, la República de China tenía una postura anticomunista y buscaba tener acercamientos con Estados Unidos (Heduvan, 2019). Estos dos factores hicieron que Estados Unidos vea como clave en su lucha de contención del comunismo en Asia Central el apoyo hacia el gobierno del Kuomintang. El resultado de la convergencia de los intereses de ambos gobiernos llevó a que la República de China sea reconocida ante la comunidad internacional, permitiendo así su ingreso en las Naciones Unidas como representante legítimo de China y ocupando un asiento en el Consejo de Seguridad (Rodríguez, 2011) No obstante, este reconocimiento que empezaba a ganar la República de China no iba a ser tan duradero. En 1960, La República Popular China y la Unión Soviética empiezan a tener diferencias ideológicas que los llevan a un distanciamiento que es interpretado por Estados Unidos como una oportunidad de acercarse a la China maoísta (De los Reyes, 1996).Estos acercamientos llegan a ser muy peligrosos para el gobierno del Kuomintang y prueba de esto es que en 1971 la República de China es reemplazada por la
República Popular China en las Naciones Unidos empezando así su declive de reconocimiento a nivel internacional y pasando a ser considerada bajo el discurso chino como una provincia rebelde (Rodríguez, 2011). Antes este escenario en el que Taiwán perdía a su principal aliado americano, su política exterior no podía seguir siendo tan rígida y tan hostil hacia China por lo que empezó a tomar un cambio. Es así que, en 1971, Taiwán empieza a flexibilizar su política exterior hacia China y de esa manera empezar a aceptarla en distintas organizaciones internacionales como la representante legítima de China (Dávila et al., 2001). Sin embargo, esta actitud no es recíproca por parte de la ya considerada China ya que a partir de su integración en la ONU empezó a tener una política exterior basada en reducir el reconocimiento de Taiwán como Estado independiente a los niveles más mínimos posibles (Rodríguez, 2011). Sin embargo, el rol de Estados Unidos continuó siendo fundamental, si bien en el pasado había un completo respaldo hacia Taiwán, ante el nuevo escenario la política americana tomó un giro diferente. Es así que, en 1979, Estados Unidos quita la protección militar a Taiwán y se restringe a solo proporcionarle seguridad mediante la venta de armas (Dávila et al., 2001). Con la llegada de Deng Xiaoping al mando de China muchos cambios empiezan a darse en dicho país y entre ellos algunos que involucran a las relaciones con Taiwán. Desde 1979, China busca acercarse a Taiwán para empezar a establecer relaciones; sin embargo, no es hasta la llegada de Lee Teng-Hui al poder que empieza un proceso de democratización en la isla lo que llevó a empezar a tener acercamientos con China lo que se tradujo en permitir a los taiwaneses visitar China en caso tengan dos o más parientes en dicho Estado (Dávila et al., 2001). Esto a su vez coincide con un hecho muy importante y es que en los 90’s Taiwán deja de buscar ser reconocido a nivel internacional como la legítima China y se abre la posibilidad de una unificación bajo la idea de “una nación dos gobiernos” (Rodríguez, 2011). No obstante, esta oportunidad de acercamientos mutuos se ve interrumpida con el proceso de democratización que ya había empezado en Taiwán lo que hizo que cada vez más se toque el tema de la independencia como eje central de las elecciones. Lo cual no era nada grato para China ya que cada vez que Taiwán daba un indicio de independencia o surgía una conversación pro independencia en la Isla, China mostraba su poderío para recordarles que ello no iba a ser viable. Un ejemplo de ella fueron las tensiones del conflicto del estrecho de Taiwán de 1996 (Rodríguez, 2011). Es así como el conflicto entre China y Taiwán tomó forma sin una solución hasta nuestros días. Por un lado, China considera a Taiwán como una provincia rebelde a la que anexará algún día así sea por la fuerza (Dávila et al., 2001).
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Por otro lado, la democratización en Taiwán trajo la creación de una identidad propia de su población como una nación diferente a China y entienden a su gobierno como uno autónomo (Rodríguez, 2011). Cabe recalcar que según la versión taiwanesa el conflicto actual es el producto de la interferencial internacional más que el producto de la guerra civil ya que, según ellos, producto de la influencia marxista, una ideología externa a ellos, se llegó a una división nacional que finalmente trajo la creación de dos estados diferentes (De los Reyes, 1996). Bajo esta lógica es que el conflicto ha seguido desarrollándose hasta ahora. Por ejemplo, en el año 2000, por más de que Chen Shui-bian tenía un discurso moderado sobre la independencia de Taiwán, China continuaba con las amenazas de que en caso deseen independizarse empezará un conflicto bélico (Rodríguez, 2011). En la actualidad, con la elección de Tsai Ing-wen quien se encuentra a favor de la independencia de Taiwán y con el ascenso de Xi Jinping quien tiene la visión de que para 2049 China ocupará el lugar que le merece en el mundo por los 100 años de la fundación de la República Popular China, se vive un ambiente de tensiones entre ambos países. Sin embargo, la COVID-19 ha cambiado este ambiente y ha hecho que ciertas estrategias diplomáticas y nuevas herramientas no militares empiecen a tomar relevancia en este conflicto por lo que una nueva serie de estrategias por ambos países ha empezado a estar en marcha.
Importancia de Paraguay en el conflicto Los acercamientos entre Paraguay y Taiwán datan desde la época de Stroessner como gobernante paraguayo. De acuerdo a Arce (2011), en 1954 Stroessner aplicó una política exterior abierta hacia Estados Unidos en Paraguay lo que lo alineó a la lucha contra el comunismo y buscó como principal estrategia el acercamiento a países con este mismo objetivo en el contexto de la Guerra Fría. Cabe recordar que esto coincidía con la política exterior de Taiwán ya que, como ya se ha mencionado, también estaba alineada a los fines americanos. En consecuencia, las similitudes ideológicas entre Stroessner y Chiang Kai-Shek desembocan en 1957 en la firma de un acuerdo con el fin de establecer relaciones diplomáticas entre ambos países que hasta ahora se mantienen (Heduvan, 2019). Este acercamiento se produce en el apogeo máximo de la República de China reconocida como China a nivel internacional, lo cual significaba, además de las similitudes ideológicas, un buen aliado para Paraguay. No obstante, en 1971 tras la expulsión de Taiwán de la ONU y la entrada de la República Popular China en su reemplazo, inicia un declive de reconocimiento internacional en contra de Taiwán (Cabral, 2020) Esto es un duro golpe que sufre Taiwán como Estado que se traduce, especialmente en Latinoamérica en una considerable reducción de cooperación por parte de dicha región.
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Es por ello, que la mayoría de Estados latinoamericanos empiezan a ver a la República Popular China como un aliado. En palabras de Heduvan (2019): En este período, la mayor parte de los países sudamericanos cambiaron su reconocimiento diplomático a favor de la RPC: haciéndolo Argentina (1972), Brasil (1974), Chile (1970), Perú (1971) y Venezuela (1974) en la primera parte de la década de los setenta; y en la siguiente década Bolivia (1985), Colombia (1980), Ecuador (1980) y Uruguay (1988). (p.3)
En contraste, Paraguay, aún frente a este contexto iniciado en 1971 y frente a la reducción de cooperación americana hacia Taiwán en 1979, continuó relacionándose con Taiwán como lo había estado haciendo en los últimos años (Cabral,2020). Paraguay ha sido el único país latinoamericano que no cambió sus relaciones con Taiwán por China. Es más, a lo largo de los años se ha ido fortaleciendo. Prueba de esto es que en los años 80’s empiezan a cooperar en materia militar, incluso, tras el ofrecimiento chino de cambiar de política con respecto a Taiwán al finalizar la Guerra Fría, Paraguay se niega a hacerlo y en 1990 empieza a tener un discurso pro Taiwanés frente a la ONU (Heduvan, 2019). Finalmente, un hito muy importante para Taiwán en materia de cooperación fue la creación de El Fondo de Desarrollo y Cooperación Internacional de Taiwán conocido como ICDF. Se desarrolló en 1997 y su objetivo era ayudar a sus aliados en temas educativos, infraestructura básica, asistencia humanitaria y técnica. (Cabral, 2020). Con este medio desarrollado, Taiwán buscaba consolidar aún más la cooperación internacional con los pocos Estados que aún seguían manteniendo relaciones con él. Con el pasar del tiempo las relaciones paraguayastaiwanesas se fortalecieron aún más. Es por ello que Cabral (2020) señala que se han registrado 75 documentos suscritos desde 1957 hasta 2018 entre Taiwán y Paraguay; además, en el marco de El de Desarrollo y Cooperación Internacional de Taiwán, entre 2010 y 2019 se han registrado 16 proyectos entre ambos Estados. A continuación, se mostrará una tabla con dichos proyectos:
Tabla 1: Proyectos de cooperación del ICDF en Paraguay (2009-2019)
Fuente: Cabral,2020, p.126-125 Página | 16
Estas cifras nos muestran el gran tamaño en términos de cooperación entre ambas naciones y además en las diversas áreas en las que trabajan por lo cual es muy valiosa la relación que han ido construyendo en el tiempo ambos Estados. Sin embargo, no es la única razón por la cual Paraguay es tan importante para Taiwán. Tal vez, la que se explique ahora sea, incluso, la más importante.
No obstante, lo más importante sería que perdería por completo una zona de influencia ya que Paraguay es el único país latinoamericano que lo reconoce como Estado y esto a su vez traería muchos beneficios para China ya que ganaría la influencia total de una zona que está dentro de sus planes. Es por ello que para Taiwán le es fundamental continuar manteniendo esta relación que tiene con Paraguay.
En la actualidad, debido al escaso reconocimiento mundial Taiwán atraviesa por una crisis de reconocimiento en que por un lado China argumenta mundialmente de que Taiwán es una provincia rebelde que será anexada aún así sea por la fuerza; mientras que, por otro lado, Taiwán sostiene que es un Estado independiente. El conflicto actual se ve muy desfavorable para Taiwán ya que cada vez menos países lo siguen reconociendo como estado independiente debido a lo que representa China en el Sistema Internacional. En consecuencia, en Latinoamérica Paraguay es el único país que hasta el día de hoy lo reconoce como tal y mantiene relaciones con Taiwán (Arce, 2011). En ese sentido, la cooperación para la isla es lo más importante a nivel internacional ya que es lo que lo mantiene vivo en él en la que su principal estrategia ha sido la asistencia financiera (Cabral, 2020; Heduvan, 2019). Más concretamente en el caso paraguayo se pueden destacar desde el préstamo de US$ 400 millones de dólares con una tasa de interés de 5,74% por 20 años hasta la donación de 6 helicópteros en el año 2002 que a su vez vino con un bono de US$ 3 millones de dólares (Heduvan, 2019). Esto indica que Taiwán trata muy bien a su único socio latinoamericano con el objetivo de que este no siga los pasos de sus vecinos.
Después de todo lo dicho hasta este punto se debe recalcar que no todo es beneficioso para Paraguay en esta relación que mantiene con Taiwán. Arce (2011) comenta al respecto de que debido a la influencia de China en la región y las oportunidades que dicho país ha empezado a brindar a sus aliados, los costos de mantener el reconocimiento a Taiwán por parte de Paraguay son cada vez más elevados, incluso con los grandes flujos de dinero que reciben por parte de dicho país que una de las razones fundamentales por las que mantiene las relaciones.De forma más específica US$350 millones de dólares al año le cuesta este reconocimiento a Paraguay cifra que se encuentra muy cerca del 1% del Producto Bruto Interno paraguayo debido a los préstamos baratos chinos y sobre todo al mercado que representa China tanto en importaciones como exportaciones (Smink, 2021). Esto quiere decir que cada vez Paraguay puede ignorar menos a China.
China ha tratado mediante influencias en la MERCOSUR e incluso con empresarios paraguayos de quebrar las relaciones entre Paraguay y Taiwán (Arce, 2011). La gran importancia dentro de esto son los beneficios que traería a China y lo perjudicial que representaría perder a Paraguay para Taiwán. Por un lado, si Taiwán pierde a Paraguay estaría perdiendo la principal voz que lo defiende dentro de la ONU y además el último país latinoamericano que lo respalda; por otro lado, China lograría el gran objetivo de que al fin tendrá la posibilidad de firmar un TLC entre la MERCOSUR y ellos ya que para llevar dicho Tratado todos los países deben estar de acuerdo con hacerlo y Paraguay se encuentra dentro de dicha Organización Internacional (Heduvan, 2019). Es por este motivo que hasta el día de hoy no se ha logrado tal acuerdo. En conclusión, la enorme cantidad de acuerdos bilaterales entre ambos países significaría un riesgo enorme de perder un aliado de dicha magnitud para Taiwán. Además, de que también influiría en su defensa internacional ya que Paraguay es el principal Estado que lo defiende en la ONU.
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La diplomacia de las vacunas En el contexto de la Covid-19 la cooperación en torno a las vacunas ha sido el eje central de la mayoría de acuerdos que han buscado los países lo que ha llevado a que se acerquen entre ellos para poder garantizar el acceso a este bien tan indispensable. Frente a esto, China ha sido uno de los países que más ha invertido en el desarrollo de la vacuna contra la Covid-19 y cuando logró desarrollar la producción en masa de ella empezó. Es así que de acuerdo con Roa (2021), China se posiciona hasta el 3 de marzo de 2021 como el país que más vacunas ha producido a nivel mundial. Es por ello que actualmente China es uno de los mejores países con los que se pueden lograr acuerdos para conseguir vacunas a nivel mundial (Vidal, 2021). Esto perfila a China a nivel internacional como una nación con la que se debe priorizar los acuerdos en materia sanitaria y en efecto el gigante asiático es consciente de ello. En consecuencia, China está buscando influenciar a largo plazo a los países con los que está teniendo este tipo de “ayuda” en el contexto de la Covid-19, ya que al parecer no solo se limitará a la entrega de 2 dosis, sino que probablemente en un futuro preparen vacunas preventivas (BBC News Mundo,2021).
Figura 1:
Fuente: Roa,2021, s.p Frente a este contexto en el que China es el líder mundial en producción de vacunas, Paraguay no ha sido ajeno a ser tentado a tener lazos con dicho país. El manejo paraguayo de la pandemia tuvo una particularidad y es que empezó mediante un buen control de ella, pero poco a poco las cosas fueron empeorando hasta que se salieron de control como en muchos de los países latinoamericanos. Cueto (2021) indica de que una de las causas de la mala gestión paraguaya se debió a la falta de medicamentos y artefactos médicos para hacerle frente a la pandemia; además, esto se dio en un contexto en el que la población mostraba una baja confianza hacia el gobierno lo que llevó a que rechacen medidas como la negación de insumos chinos por no cumplir con las condiciones requeridas y hasta empezar a sospechar sobre malos manejos de el préstamo de 274 millones de dólares hechos por el FMI. Es así, como en medio de la pandemia se empezó a sufrir una crisis sanitaria a la par de que la población se encontraba muy en contra del gobierno por la desconfianza que este generaba. El resultado fue que el 5 de marzo empezaron las manifestaciones que llevó a un enfrentamiento entre la policía y los civiles (Cueto, 2021). No obstante, esta primera demanda interna de la población no es la única que va a empezar a sufrir Paraguay que podría poner en peligro sus relaciones con Taiwán ya que en un mes se daría a conocer la presión internacional que el gobierno estaba sufriendo. Un mes después, el 7 de abril de 2021 Taiwán acusa a China de ejercer presión sobre Paraguay para que deje
de reconocer a la isla como Estado soberano a cambio de vacunas en contra de la COVID-19 (AFP, 2021). El contexto de descontento para ese entonces no habría cambiado por lo que se especulaba de que China estaba aprovechando esta situación para concretar este objetivo que venía buscándolo hace mucho tiempo atrás. El pronunciamiento chino ha sido de que esta acusación es falsa y de que solo buscan ayudar al país paraguayo frente a la crisis que afronta; sin embargo, las autoridades paraguayas han confirmado esta presión por parte de China, añadiendo de que esperan una respuesta por parte de Estados Unidos y Taiwán (Smink, 2021). Esto manifiesta que Paraguay no solo tiene presiones internas que claman por vacunas, sino también, presiones externas que buscan ofrecerles vacunas a cambio de romper estas relaciones con Taiwán. No obstante, puede surgir la duda si en verdad China tiene ese propósito con respecto a su “ayuda” de vacunas hacia Paraguay. Todo parece indicar que en efecto es así. Desde que en 2016 Tsai Ing-Wen es elegida como presidenta de Taiwán, China a empezado una política internacional más agresiva con el objetivo de reducir el reconocimiento de la Isla debido a que esta lideresa es pro independencia taiwanesa y fruto de este elección China ha logrado que Panamá, República Dominicana y El Salvador le quiten el apoyo a Taiwán en su mandato (AFP, 2021). En ese sentido, todo parece indicar que el próximo objetivo de China en Latinoamérica es Paraguay y que en medio de este contexto con un arma tan importante como las vacunas en su poder es un gran incentivo para que Paraguay pueda reflexionar sobre la actitud que tiene con respecto al gigante asiático.
Reflexión final La República Popular China desde que consiguió el apoyo internacional para ser reconocida como la legítima China ha empezado una carrera para lograr que la mayor parte del mundo desconozca a Taiwán como estado independiente y pueda así lograr su objetivo de anexarlo. Por ende, Paraguay es fundamental para lograr consolidarse en latinoamericana y así establecer por completo su influencia en toda la zona. Aunque los lazos de Paraguay y Taiwán se han mantenido sólidos, aún con lo costoso que le era mantenerlos, la pandemia ha cambiado por completo el panorama y ha hecho que estas relaciones se vuelvan aún más costosas. A este punto la pregunta es muy válida ¿Se debe mantener el reconocimiento hacia Taiwán en el contexto de la COVID-19? Tanto el gobierno paraguayo como la misma población deben hacerse la misma pregunta. Incluso, el mismo gobierno taiwanés sabe que hoy
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más que nunca las relaciones con Paraguay corren peligro. Las personas siguen falleciendo, la crisis económica sigue aumentando y el descontento social no ha sido resuelto por completo. Estos factores deben ser tomados muy en cuenta al momento de tomar una decisión en el gobierno paraguayo. Con esto no se busca persuadir sobre lo que debería o no hacer este gobierno. Tampoco se busca argumentar en base a una teoría como el realismo periférico sobre el rumbo que debe tomar la política exterior paraguaya. Solo se busca explicar cómo el contexto de Covid-19 y la diplomacia de las vacunas por parte de China está atentando con la continuidad de las relaciones paraguayas-taiwanesas.
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