Los Programas REDD y los pueblos campesinos, indĂgenas y nativos
Por Carla Ramos
miembro de INTERNACIA y estudiante de antropologĂa de la PUCP
L
os programas REDD - Programa de Reducción de Emisiones de Carbono causadas por la Deforestación y la Degradación de los Bosques (Programa R.E.D.D. por sus siglas en inglés, «Reducing Emissions from Deforestation and Forest Degradation»)- surgen en el año 2008, a partir de una iniciativa de Naciones Unidas, en compañía de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) y el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente)1. Su objetivo “es crear mecanismos efectivos que reduzcan las emisiones de CO2 y permitan la compensación medioambiental por medio de la reforestación en la región, enfrentando así los desafíos que presenta el cambio climático a través de un manejo adecuado de los bosques”2. Estos programas se suelen enfocar en comunidades campesinas e indígenas de diversos países de Latinoamérica, África y en Papúa Nueva Guinea. Aunque esta iniciativa tiene una agenda ambientalista que, además, busca ayudar a los grupos nativos con los que trabaja, ha recibido muchas críticas por parte de diversos grupos ecologistas y pro derechos indígenas. Las críticas son múltiples, y aunque algunos recurren a discursos romantizados sobre la Madre Tierra, otros señalan razones ecológicas y sociales para reflexionar en las consecuencias e impactos reales de este programa.
¿Qué se le critica a REDD? En primer lugar, se critica que el programa vulnera la autonomía de los grupos campesinos e indígenas con los que trabaja, en tanto que mantiene una estructura de poder en la cual los grupos minoritarios no están en capacidad de negociar con los grupos de poder. El programa REDD selecciona los lugares en los que quiere trabajar, y llega con una agenda ya hecha para las zonas en las cuales prohíbe la actividad maderera y propone las actividades alternativas que se llevarían a cabo con el fin de generar ingresos para los habitantes (por ejemplo, negocios turísticos o el trabajo de guardabosques). Sin embargo, las personas a quienes les afecta el plan de trabajo de REDD no tienen voz en la gestación del proyecto ni en la decisión de aceptarlo o no, ya que la ejecución de este programa se gestiona con las autoridades locales del lugar. 2
Al tener las comunidades campesinas y nativas tan poca capacidad de negociación, lo que ocurre es que se imponen cambios radicales en su estilo de vida. No cabe pensar actualmente en las comunidades como realmente aisladas del mercado, pero sí es evidente que su inserción se da desde una posición sumamente desfavorable. La tierra, entendida como un espacio relativamente autónomo para las comunidades campesinas, como explica el antropólogo Mark Harris en su estudio sobre economía campesina, no viene a ser una especie de error que espera ser corregido por el capitalismo para que las cosas funcionen apropiadamente. Al contrario, la forma en la que el campesinado existe en el mundo actualmente es determinada por el sistema macro: se trata de la economía mundial, trabajando sin la capitalización de todas las formas económicas. De esta forma, tenemos a la agricultura capitalista aventajándose de la producción campesina en muchas partes del mundo, y los campesinos, para sobrevivir, diversifican sus estrategias económicas3. Así, actualmente la actividad agropecuaria para el autoconsumo ya no basta, y se vuelve necesario tener como estrategia intercambiar productos en el mercado también, sobre todo si tomamos en cuenta que, a partir de los discursos de desarrollo, se fomentan aspiraciones (la educación y el cuidado –occidentalizado- de la salud, por ejemplo) que no se pueden realizar sin dinero de por medio. Entonces, en un contexto donde no se tiene un Estado que provea a las comunidades de herramientas para la adecuada inserción al mundo laboral, la tierra es un recurso vital para ellos, en tanto que se vuelve el elemento que les permite tener alimentos que sirven tanto para el autoconsumo como para la venta y, así, el acceso a ingresos monetarios. Además, la tierra es el espacio que los congrega como comunidad y les da, por lo tanto un sentido colectivo de identidad. Sin embargo, al entrar los programas como REDD 3
e imponer su agenda sobre el territorio, tenemos situaciones que incluyen cosas como las restricciones a la libertad de movimiento de los habitantes del lugar, la prohibición de recolectar alimentos en determinados lugares, un progresivo desplazamiento a cinturones de pobreza, el encarcelamiento por usos tradicionales de madera (como el uso destinado a la construcción de viviendas tradicionales, por ejemplo) y la pérdida de medios de subsistencia en general4. Otra de las críticas principales es que REDD no elimina, sino reduce la contaminación que se da a partir de la tala de árboles, y su modo de hacerlo es compensar los excesos de las empresas extractivas con la reducción de las actividades de los grupos nativos y campesinos. El programa REDD funciona en lugares donde ya hay actividades de deforestación. Por ello, que el programa apunte a los habitantes tradicionales en vez de los agentes de la contaminación, es algo que, por lo menos, se podría cuestionar; más aun tomando en cuenta que han sido los pueblos tradicionales quienes han conservado la naturaleza con sus propias costumbres5. Finalmente, otra de las críticas más importantes es la que se les hace en función a la importancia de los ecosistemas de los lugares en los que el programa se aplica. Esta crítica se basa en que la definición de “bosques” que se usa internacionalmente es tan amplia, que puede incluir desde una plantación de monocultivos con árboles genéticamente modificados hasta un bosque que albergue una gran diversidad de árboles y plantas6. De esta forma, al buscar “reducir” la emisión de los gases que se generan a partir de la tala de árboles, mas no eliminarla, vemos que si un una plantación de monocultivos es más grande que un bosque natural y diverso, lo conveniente para el programa sería que se tale el segundo, incluso si esto significa renunciar a un ecosistema irremplazable. Esto no es sólo un daño ecológico al lugar, sino también una potencial pérdida cultural, en tanto que los pueblos nativos encuentran en la diversidad de su flora un recurso ancestral para curar enferme4
dades y para una gran variedad de actividades rituales que han sobrevivido a través de los siglos. A todas estas críticas se les podría sumar, desde un enfoque cultural, la pregunta por cómo se da el choque de visiones en cuanto a qué es el “desarrollo” para los grandes organismos mundiales y, por otro lado, para los pueblos campesinos y nativos. ¿Hasta qué punto se puede sostener que los recursos económicos que los pueblos puedan obtener de REDD bastan para cambiar por completo su relación con la tierra, tomando en cuenta que ésta es su principal medio de subsistencia y que la cultura de los pueblos se halla estrechamente ligada a la naturaleza? Además, es necesario notar que manejar un único ideal de “desarrollo” no es posible por la heterogeneidad de los grupos con los cuales se trabaja, puesto que la compensación económica por la conservación de bosques va a tener repercusiones muy diferentes en comunidades campesinas que en comunidades indígenas, ya que ambas tienen conexiones diferentes con el capitalismo. De la misma forma, también es necesario notar que el impacto será incluso más fuerte con los grupos nativos en aislamiento voluntario, a quienes no se considera en la toma de decisiones, pero sí se ven afectador por las restricciones territoriales que se efectúen. 5
REFERENCIAS 1
UN-REDD PROGRAMME http://www.un-redd.org/AboutUN-REDDProgramme/tabid/102613/Default.aspx
2
PROGRAMA REDD/CCAD-GIZ http://www.reddccadgiz.org/elprograma.php
3
HARRIS, Mark 2005 “Chapter 26: Peasents” en “A Handbook of Economic Anthropology”, de James G. Carrier.
4
LANG, Chris, 2009 “Injustice on the carbon frontier in Guaraqueçaba, Brazil”, en “Industrias Extractivas y REDD: El que peca, reza y empata. O cómo se legitiman la expoliación y la destrucción”, de Alejandro Cardona y Tatiana Roa, artículo de en REDD Monitor y otros. “No REDD: una Lectura crítica”, pg60-69
5
CARDONA, Alejandro y Tatiana Ro 2010 “Industrias Extractivas y REDD: El que peca, reza y empata. O cómo se legitiman la expoliación y la destrucción” en REDD Monitor y otros. “No REDD: una Lectura crítica”, pg60-69
6
GLOBAL FOREST COALITION 2008 “Groups unite to challenge the definition”. Scoop World Independent News. 12 de Diciembre del 2008. http://www.scoop. co.nz/stories/WO0812/S00295.htm