Mensajes del presidente de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Manuel J. Fern贸s
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PRÓLOGO RECOPILACIÓN DE MENSAJES DE INFRAESTRUCTURA SOCIOMORAL LCDO. MANUEL J. FERNÓS
El compromiso de la Universidad Interamericana de Puerto Rico al asumir mayor inherencia en los problemas del país y presentar posibles soluciones y alternativas de cambio, se intensifica a finales de la década de los ’90. La Junta de Síndicos aprobó para esa época un plan estatutario de ofrecer al País, cada dos años, un mensaje en voz del Presidente de la Institución sobre Infraestructura Sociomoral de Puerto Rico: problemas, retos y alternativas. Presentamos ante el pueblo de Puerto Rico, con motivo de la celebración del centenario de la Institución, este libro que contiene los seis mensajes ofrecidos por el Lcdo. Manuel J. Fernós desde que advino a la presidencia de la Universidad hace diez años. Se incluyen en los mismos, investigaciones que analizan problemas sociomorales que afectan la sociedad puertorriqueña. En el diálogo que se promueve en esta actividad de tan alta relevancia, han participado panelistas con peritaje en los temas seleccionados, entidades de base comunitaria, organizaciones públicas y privadas del País, profesores, estudiantes de la comunidad interna y externa a la Universidad y público en general.
Prólogo
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Durante la incumbencia del Dr. José R. González, como Presidente de Institución se ofrecieron dos mensajes, a saber: • Primer Diálogo sobre la Situación Sociomoral en Puerto Rico: El papel de los Agentes Sociales, el 21 de enero de 1998 en el Recinto de Bayamón. • Segundo Diálogo sobre la Situación Sociomoral en Puerto Rico: El estado de Situación Actual de la familia y la Juventud Puertorriqueña el 19 de febrero de 1999 en el Recinto Metropolitano. Luego del retiro del Dr. José R. González, advino a la presidencia el Lcdo. Manuel J. Fernós, quien ha tenido a su cargo los subsiguientes seis mensajes entre los años 2001 al 2008. Son estos últimos lo que se publican en esta edición. Esperamos que este texto continúe promoviendo un diálogo que fomente y reafirme los valores y los principios éticos y morales que caracterizan a esta Universidad y al pueblo puertorriqueño.
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Síntesis temática de los mensajes ofrecidos por el Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente de la Universidad Interamericana de Puerto Rico en el periodo del 2001-2010 • Tercer Diálogo sobre la Situación Sociomoral en Puerto Rico: Religión y Cultura Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente de la Universidad Interamericana de Puerto Rico 26 de enero de 2001 - Recinto Metropolitano En la exposición sobre religión y cultura el licenciado Fernós planteó el tránsito de la comunidad puertorriqueña a una sociedad influida directamente por el materialismo y la tecnología. • Cuarto Diálogo sobre la Situación Sociomoral en Puerto Rico: Educación y Valores Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente de la Universidad Interamericana de Puerto Rico 6 de mayo de 2002 - Recinto Metropolitano Expuso la transformación de los hogares ante el hecho que representa asumir retos que antes no les correspondían; se habla de crisis de valores, cuando éstos nunca estarán en crisis. Es la familia y el individuo los que adolecen de un vacío ético y por lo tanto entran en crisis al dejar a un lado los valores. • Quinto Diálogo sobre la Situación Sociomoral en Puerto Rico: La Universidad al Servicio de la Comunidad•
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Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente de la Universidad Interamericana de Puerto Rico 23 de abril de 2004 - Recinto de Bayamón Este mensaje giró sobre como la Universidad Interamericana, como Institución, intenta responder a los reclamos, las urgencias, y los cambios de nuestro pueblo. De ahí que surgen proyectos en todas las unidades del Sistema para atender y ayudar a mitigar muchos de los males sociales producto de la marginación en nuestras comunidades. •
Sexto Diálogo sobre la Situación Sociomoral en Puerto Rico:
Retención y Deserción Escolar: Retos y Alternativas de la Educación Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente de la Universidad Interamericana de Puerto Rico 16 de marzo de 2006 - Teatro Recinto Metropolitano Se puntualizó, entre otros planteamientos, que la igualdad de oportunidades es fundamental para el sistema educativo, porque la escuela no se puede ver como una organización aislada, sino como “si la escuela fuera la sociedad, porque todos formamos parte de ella”, mientras más aumente la deserción escolar mayor será la inestabilidad social, habrá más dependencia de las agencias gubernamentales debido a una vida improductiva que no les permite aportar positivamente a la economía del País y que, a la vez, se traduce en diversos problemas sociales. •
Séptimo Diálogo sobre la Situación Sociomoral en Puerto Rico:
Las organizaciones de base comunitaria y su aportación al bienestar del país: voluntariado, solidaridad y acción
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Se recalcó que las organizaciones de base comunitaria aportan
en tal magnitud, que es evidente en el producto bruto del País. Si éstas no ayudaran, la carga final del gobierno aumentaría enormemente. La responsabilidad no compartida con otros organismos sociales crearía una crisis y caos en la calidad de vida que el pueblo atesora para lograr una paz duradera. •
Octavo Diálogo sobre las Situación Sociomoral en Puerto
Rico: Criminalidad y Seguridad del Ciudadano Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente de la Universidad Interamericana de Puerto Rico 3 de abril de 2008 - Teatro Recinto Metropolitano En el mensaje sobre criminalidad y seguridad, el licenciado Fernós expresó que el auge de la criminalidad se debe, en parte, a la falta de acción y al descuido de la sociedad y de sus estructuras públicas y privadas en cumplir con el contrato social. En el brevísimo resumen, más bien de una oración, que presentamos sobre los temas álgidos que atañen a la situación sociomoral que vive nuestro País, el Lcdo. Manuel J. Fernós concluye que la crisis parte de la entraña del pueblo, cuando no se tiene compromiso con los valores, con los hijos, la sociedad, ni con su entorno comunitario.
Exhortamos a leer los mensajes aquí presentados para que
puedan descubrir las alternativas viables que ofrece el licenciado Fernós en torno a los males de todo tipo que aquejan la sociedad puertorriqueña y cómo se puede mover la voluntad a una acción inmediata y efectiva.
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Mensaje del Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente Universidad Interamericana de Puerto Rico En ocasión del:
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DIÁLOGO SOBRE LA SITUACIÓN SOCIOMORAL DEL PAÍS
RELIGIÓN Y
CULTURA
26 DE ENERO DE 2001 TEATRO RECINTO METROPOLITANO
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MENSAJE DEL PRESIDENTE 26 de enero de 2001
Religión y Cultura
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enimos por tercera ocasión a este encuentro para reflexionar sobre la situación sociomoral de Puerto Rico. En 1998, abrimos la reflexión con un análisis general sobre la situación sociomoral y en el 1999 se convocó para estudiar la familia y la juventud. Ahora en enero de 2001 hemos pensado un gran tema: la Religión y la Cultura, que son ejes centrales en la vida de un pueblo y que tan íntimamente están enraizados en la historia de Puerto Rico. Las pasadas Navidades me hicieron recordar aquella época cuando, quizás porque éramos tan pocos, uno podía caminar por la calle a cualquier hora de la noche sin miedo a que nuestra vida y propiedad corrieran peligro alguno; aquella época cuando eran pocas las casas donde había un televisor; cuando la programación de la televisión era esencialmente distinta a la de hoy, tanto en contenido, como en duración. Era la época cuando la radio, junto al cine, eran los principales medios de entretenimiento masivo. La época cuando las novelas, muy distintas a las de hoy día, como por ejemplo, Los Tres Villalobos, se transmitían por la radio y por eso requerían de un esfuerzo de imaginación para entender y seguir su trama.
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Esta nostalgia navideña trajo a mi memoria la época cuando poníamos las cajitas de yerba debajo de las camas en la víspera de Reyes y juntos, mis hermanos y yo, oíamos los discos de las Princesitas. Era la época cuando el policía, entonces llamado “el guardia”, era un verdadero policía de la comunidad: todo el mundo le conocía y él a todo el mundo conocía. Cuando el policía o “guardia”, junto al “doctor”, el “boticario”, el “licenciado” y el maestro de escuela gozaban de respeto por la función social que desempeñaban en la comunidad. La época cuando el boticario, a quien aún no se le llamaba “farmacéutico”, en un acto de educada alquimia, preparaba la medicina en una mezcla de distintas sustancias. Era la época cuando en un sepelio se cargaba el féretro a pie hasta el cementerio, en aquel entonces, siempre municipal. Era la época cuando la viuda y la familia tendrían que “guardar luto”, por un período de tiempo. Era la época cuando la procesión de Viernes Santo era todo un evento comunitario en el que se daban la mano organizaciones de la sociedad civil y agrupaciones premilitares. Era la época cuando la señal de estar económicamente desahogado no era ir a distintos restaurantes – había pocos y menos aún de “comida rápida” – sino tener a disposición todos los días lo que se llamaban “fiambreras”. Era la época cuando bajo un mismo techo, tres generaciones distintas formaban un mismo hogar. La época cuando el abuelo o la abuela eran el centro alrededor del cual se organizaba la familia, el tronco desde el cual gravitaba ese núcleo social. Era la época cuando la “chiringa”, “toro” o “torito” que elevábamos era producto de nuestras propias manos. Estoy seguro de que muchos de ustedes tienen recuerdos iguales o parecidos a los míos. Otros tendrán recuerdos distintos. Pero todos, recuerdos de una misma época.
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En el caso de mis abuelas estoy completamente seguro, y en el caso de mi padre y de mi madre estoy casi seguro de que los recuerdos de la niñez y temprana juventud de ellos no estuvieron acompañados por la nostalgia que acompaña los míos. La nostalgia con la que muchos de los aquí presentes recordamos nuestra niñez y temprana juventud es el producto del rompimiento, y, por lo tanto, del disloque de nuestro presente con nuestro pasado. Tengo la justificada certeza de que tanto mis abuelas como mis padres podían encarar el futuro con relativa certidumbre porque ese rompimiento no se había dado.
Hemos sido llamados a vivir una época muy distinta a la de nuestros padres y madres. Sin temor a equivocarme, me atrevo a decir que hemos sido llamados a vivir en una época que resulta ser única en la historia. Producto de profundos cambios que hasta hace poco desafiaban la imaginación y aún continuan desafiándola, nuestro presente no parece tener relación alguna con nuestro pasado. Más aún: a la luz de lo que estos mismos cambios parecen anunciar, razones fundadas tenemos para pensar que nuestro futuro poco o nada tendrá que ver con nuestro presente. Ya hace mucho tiempo el futuro dejó de ser “lo que está por venir”. Por eso el futuro siempre se nos aparece incierto. Vivimos en una época que no parece tener más tiempo que el presente. Extranjeros en el pasado, somos extraños para el futuro. Son muchos los cambios que definen los contornos de nuestra época. Son muchas las causas que explican estos cambios. Sin embargo, hay un elemento o factor que, siendo el mismo producto de otros, es el que más ha influido directa o indirectamente. Me refiero a la tecnología en todas sus manifestaciones.
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Les adelanto que no vengo aquí ni a condenar o criticar la tecnología, ni tampoco a elogiarla. Estoy profundamente convencido de que con ninguna de las dos cosas logramos acceso a su esencia y ulterior sentido. Uno de los cambios más significativos que nos ha traído la tecnología, en especial la que tiene que ver con los medios de comunicación, ha sido el tránsito de “comunidad” a “sociedad” en el sentido de “asociación”. El término comunidad designa a las agrupaciones que apoyadas en relaciones naturales, espontáneas, directas, íntimas, a semejanza de las familias, se inspiran en sentimientos de unidad y solidaridad. Ese sentimiento comunitario implica que las personas son tratadas, gracias a sus estrechos vínculos, como “fines en sí”. Se comparte aquello que más valoran las personas: la sangre, la localidad, la amistad y las creencias religiosas y morales. Los individuos en la vida comunitaria no se conciben en sí mismos aislados del destino de los demás, con una autonomía ilimitada y desconectada del prójimo. Será el advenimiento de la “asociación” el que produzca un tipo de relación artificial y de una racionalidad instrumental. En las asociaciones típicas de las sociedades industriales y posindustriales como la nuestra, la razón domina sobre el sentimiento; el intercambio contractual y el mercado son los factores predominantes. Algunos pensadores coinciden en que uno de los peores males de la sociedad industrial es que, tanto los objetos como las personas, acaban conviertiéndose en mercancías, en meros medios, sin dignidad ni valor. Los intereses privados se imponen a los valores comunes; el egoísmo es el sostén de la nueva civilización; el individualismo es la moral reinante; los lazos profundos y las convicciones y la vida social, reina una hostil lucha de intereses particulares. Hoy vivimos en un contexto que ha perdido
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significados comunes para la vida de las personas y que ha perdido sistemas de valores compartidos.
Con el rompimiento y disloque en la temporalidad de nuestra existencia en el mundo, y el subsiguiente cambio en el arreglo de nuestra vida comunal, se afectan nuestros modos de relación con los demás a quienes consideramos iguales a nosotros (cultura), al igual que nuestros modos de relación con Dios (religión). Nuestros modos de relación con Dios y con los demás, a quienes consideramos como nosotros, no son hoy los mismos que fueron durante la época de la que les hablé al comienzo. Ha habido un cambio profundo en ambos modos de relación. Esos cambios y la manera de encararlos son los que nos convocan en la mañana de hoy. Atendamos, primeramente, la cultura como modo de relación con los demás a quienes, de alguna manera, consideramos iguales a nosotros. Obviamente esta primera caracterización de la cultura resulta en extremo insuficiente; si por alguna otra razón, porque modos de relacionarnos con los demás hay muchos. Es preciso, por lo tanto, encontrar un elemento fundamental que le confiera personalidad propia a este modo de relacionarnos con los demás. Para esto, permítanme remontarme a la tradición. Cuenta la tradición que los latinos cuando se mudaban de un lugar a otro tomaban un poco de tierra de su lugar de origen y lo echaban en un bolso que llevaban amarrado a la cintura durante toda la travesía. Una vez en el lugar de destino, abrían ese bolso y regaban la tierra que
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llevaban en él mientras bautizaban ese lugar con las palabras “Pater Terra”, “Tierra de mi Padre”. La llamaban “Pater Terra” porque era “la tierra de mi padre” que desde entonces habrían de cultivar. “Pater Terra” se dice en español “Patria”. Por su parte, “cultura” deriva del latín “colere” que significa “cultivar”, en el sentido de lo que hay que hacer y que siempre está por hacerse. La cultura, en su sentido más amplio, puede considerarse como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o a un grupo social. Engloba no sólo las artes y las letras, sino también los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano donde descansa la sociedad, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. En este contexto podemos decir que la “Patria” es el horizonte que da sentido y personalidad propia a ese modo de relación con los otros a quienes de alguna manera consideramos iguales a nosotros y que llamamos cultura. La cultura es un proceso continuo de sustentación de una identidad, de una coherencia en los valores, de una consistente cosmovisión, una concepción moral de la vida. Por lo mismo, cuando hablamos de “cultura puertorriqueña” estamos en el ámbito de una tradición histórica, de nuestra representación del pasado, de nuestros proyectos futuros, del lenguaje y las formas de comunicarnos, de una sensibilidad compartida, una emoción, unos sentimientos, una inteligencia colectiva, de las formas cómo nos divertimos y jugamos, de nuestras actitudes y de bienes y servicios. Todo eso que somos y vamos siendo, es nuestra Cultura. En el horizonte de la patria, la cultura nos individualiza y nos da personalidad propia.
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Atendamos ahora la religión como modo de relación con Dios. No bien acabamos de caracterizar a la religión de esta manera, nos damos cuenta de que esta forma de abordarla resulta también insuficiente.
La religión no es simplemente un modo de relación con Dios. Ella, también, reclama y dicta unas normas para nuestra relación con los demás. El sentido religioso tradicional tiene un impacto poderoso en la formación de nuestra identidad, en el desarrollo de valores y en el proyecto que nos proponemos echar hacia adelante. La religión funcionó durante siglos como uno de esos referentes que contribuían a proporcionar un sentido a la vida. La religión estructuraba un modo de ver la realidad y el mundo; transmitía y señalaba un imaginario social y un modo de la sociedad organizarse. Proporcionaba una cosmovisión compartida con otras personas que consideramos iguales a nosotros en una dimensión mayor que llamamos civilización. La religión es requisito fundamental para conferir sentido e identidad al quehacer humano. Desde la religión se sabía dónde estaban los puntos cardinales de la vida social; las autoridades, las jerarquías, los valores, las cuestiones que debían interesar a todos porque a todos concernían por igual. La religión, en definitiva, era una de las principales instancias sociales a la hora de definir la identidad de las personas, de los grupos y los destinos históricos del pueblo. La religión nos universaliza. Pero no nos universaliza de cualquier manera. Nos universaliza con la personalidad propia que nos individualiza la cultura. Católicos, evangélicos, judíos, musulmanes, lo sabemos ser a lo puertorriqueño.
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Todo parece indicar que las incertidumbres producidas por la rapidez del cambio social surten un efecto poderoso en la vida familiar, en las relaciones interpersonales, en la estructura de la economía, en nuestros hábitos y gustos. En cierto sentido todo esto es verdad. Sin embargo, la prudencia dicta de forma enérgica que seamos cuidadosos y ponderados al momento de juzgar nuestro presente.
Que la nostalgia que nos sobrecoge en el recuerdo de lo pasado no nos haga tan miopes y mezquinos como para condenar nuestro presente, refugiarnos en nuestro pasado y negarnos a encarar nuestro futuro. De hecho, en determinados momentos de nuestra vida colectiva, contadas las apuestas contra nosotros, hemos sabido unirnos como pueblo puertorriqueño y religioso para defender causas comunes. La solidaridad con nuestros hermanos y hermanas de la Isla Nena, que hoy reclama la mayor de las ciudades en el archipiélago puertorriqueño, es evidencia de ello. La situación por la que atravesamos a propósito de la encrucijada en la que se encuentra la Isla de Vieques, y con ella Puerto Rico, nos recuerda la escena bíblica de David y Goliat. Como en aquel entonces, también ahora estamos seguros de que venceremos con la ayuda de Dios. De igual manera estamos seguros que esa victoria la habremos de aceptar con humildad, generosidad de espírítu y con corazones agradecidos al Señor. Es posible que las manifestaciones sociales de las creencias religiosas estén experimentando una considerable disminución a raíz de proceso de secularización que desde decenios atraviesa la sociedad puertorriqueña. Uno de los síntomas de la modernidad es la tendencia a convertir la
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religión en una visión de realidad humana meramente sujetiva y opcional, con escasa fuerza integradora para las colectividades. Se trata de una privatización de la experiencia religiosa; es otra manera de privatizar ámbitos de la vida social que requieren una dimensión pública. Se trata de un desplazamiento del centro de gravedad, que pasa de la institución, de la autoridad, de la obligación al individuo en su libre opción. Si bien la experiencia religiosa es fundamentalmente personal, alcanza profundidad y altura en el reencuentro con el otro del que emana la solidaridad de la convivencia comunitaria. En ese sentido, entendemos que el repliegue de la religión a la esfera estrictamente privada del individuo es insuficiente para la misión cristiana ante el mundo. Cuando las instancias político-sociales y económicas conceden a las creencias religiosas meramente el ámbito de la privacidad e intimidad, lo que ocurre es que ocultan la realidad del mal que habita en el corazón humano y sobre todo en las estructuras e instituciones que hemos diseñado. El arrinconamiento de la religión conlleva una aguda disminución del discernimiento moral en las cuestiones públicas, así como una pérdida en la capacidad de ejercer una influencia ética en nuestras instituciones. Si consideramos las creencias religiosas como meramente privadas e íntimas, se acentúa la drástica separación entre moral privada y moral pública, y con ello se legitiman comportamientos económicos, políticos o sociales como es la corrupción en lo público y en lo privado, que se resisten a ser censurados por instancias críticas superiores a la conciencia personal de cada sujeto, como lo es el ordenamiento jurídico que descarga su responsabilidad con los ojos vendados.
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Dicho de otra manera, si reducimos la religión a la vida exclusivamente privada eliminamos la posibilidad de una conciencia de la perversidad, tanto de las instituciones que hemos creado, como de los sujetos que en ellas actúan.
En una sociedad como la nuestra, tan propensa a la simulación, al uso de máscaras de todo tipo, a la hipocresía de dobles estándares, el cristianismo está llamado a ejercer esa función desenmascaradora. Tiene que afinar sus análisis sociales, sus estudios, sus investigaciones, su prédica y su pastoral, a fin de discernir cómo se defiende la dignidad del ser humano y se promueve una fe más genuina, más inclusiva y menos excluyente, más compasiva y menos fiscalizadora, en suma, una fe más al estilo de la vida de Cristo. Urge que las reflexiones y las prácticas religiosas posibiliten el tránsito de una religiosidad intimista y privada a una experiencia religiosa pública y comunitaria. Dicho tránsito no es para inspirar propuestas dogmáticas ni moralismos irritantes; tampoco es para fomentar absolutismos de ningún corte particular religioso, ni otras formas de intolerancia, sino para un redescubrimiento vital del mensaje de Cristo, y de las cualidades morales que lo hacen pertinente al mundo de hoy y de siempre: el amor, la solidaridad, la paz, la esperanza. Invitamos a un diálogo con los tiempos actuales: ver en qué consisten sus cuestionamientos y sus desafíos a la religión y la cultura. Nos guía el convencimiento de que el diálogo entre cultura y religión es una tarea inevitable para todas las tradiciones religiosas, y para los cristianos en particular, por estar llamados a discernir los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio.
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Invitamos a un diálogo permanente de la religión con la cultura, y a reformar continuamente nuestras actitudes para que de verdad reflejen la vida de Cristo en nosotros. No nos parece que se trate de apremiantes proselitismos, ni de sermones domingueros, sino de una vida de autenticidad cotidiana. Si algo caracteriza a Puerto Rico es la necesidad de un proyecto superior hacia donde dirigir una acción social, cultural y política ambiciosa. En esta hora compleja de la historia, necesitamos hacer una convergencia más fecunda entre la cultura que vivirmos y las creencias religiosas que ennoblecen la vida de un pueblo. En un horizonte de diálogo que respete el pluralismo y la diversidad, resulta necesario y urgente que los cristianos abracemos en nuestra conducta las virtudes cívicas y morales que permiten a un pueblo vivir en libertad, orden y democracia. En Puerto Rico requerimos que la tensión entre las preferencias personales y los compromisos sociales se reduzcan gracias al aumento de dominio de los deberes que nuestros ciudadanos afirman como responsabilidades morales. Es en este ámbito de la moral donde las sociedades encuentran su mayor consistencia y su posibilidad de construir un orden de justicia y libertad, que son los fundamentos previos a la paz. Tal vez sea hora de hablar más de una cultura hecha para las personas, y no de una cultura hecha para comprar y vender cosas. Es hora de invertir los valores y hacer una nueva revolución que subordine las cosas a las personas, el mundo al espíritu.
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Para que la sociedad puertorriqueña pueda forjarse un proyecto colectivo hacia el futuro, hace falta que la mayoría de sus miembros asuma un compromiso con el conjunto de valores morales que han de guiar sus vidas la mayor parte del tiempo. Es decir, no solamente los domingos o días de servicio religioso, sino en los tiempos del trabajo, de la familia, de las diversiones, del ocio, de la polítíca, que no son esferas independientes de los valores asumidos.
Este milenio pareciera configurarse como el punto crítico en que la humanidad está obligada a repensarse como organización y como especie. Los nuevos tiempos, reclaman nuevas estructuras de pensamiento y de acción. Todos estamos implicados, pero muy especialmente, los universitarios e intelectuales, los creyentes, los líderes religiosos, los líderes sociales y políticos. Conclusión: De poco o nada serviría lo que hemos dicho hasta aquí y, en el mejor de los casos, no sería más que una pérdida de tiempo si en estos momentos no nos detenemos para adelantar algunas ideas que nos parecen relevantes para enfrentar la situación. Estoy seguro de que las alternativas, medidas y estrategias para encarar esta situación son muchas. En la mañana de hoy, me gustaría detenerme para considerar una de ellas. La pregunta que nos tenemos que hacer es ¿cómo encarar la situación que hemos descrito hasta aquí de manera alentadora, responsable y esperanzadora?
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El jíbaro puertorriqueño percibe al amanecer cuando las gotitas de agua refrescan las flores. A esas horas del día, cuando comenzaban a humedecerse las hojas, mi abuela se refería a que “está cayendo el sereno”. La palabra sereno deriva de la palabra serenidad. La serenidad es esa actitud o temple de ánimo que nos permite decirle sí y no a la tecnología. Sí, como herramienta o instrumento que nos facilita las tareas del diario vivir y no, como reclamo de un mundo frío, impersonal, desarraigado, e instantáneo donde resulta imposible hacer patria, tener personalidad propia, y aclamar al Señor con todas las características que nos forman como pueblo. Digámosle que sí y que no a la tecnología. Sí para facilitarnos la vida y no para poder recobrar un espacio donde podamos echar raíces, donde lo autóctono una vez más vuelva a tener sentido y donde lo nuestro sea apreciado, no porque es mejor que lo de otro, sino simple y sencillamente porque es nuestro. Esta debe ser la estrella que guíe y sirva de norte a nuestro sistema de educación en todos sus niveles y manifestaciones. Puertorriqueñizar la educación no puede querer decir ponerla de espalda al mundo moderno y sus reclamos. Puertorriqueñizar la educación quiere decir adentrarnos en ella con todos sus adelantos tecnológicos, sin dejar de ser puertorriqueños y sin perder de vista lo que eso significa. Para ello resulta necesario que volvamos a mirar los valores que inspira la religión cristiana. Eso son los valores que nos permiten habitar el mundo con amor y esperanza; porque se tiene conciencia de futuro y
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se estรก firmemente convencido de que los obstรกculos del presente no son mรกs que unas buenas oportunidades para tallar el futuro.
Lcdo. Manuel J. Fernรณs Presidente Universidad Interamericana de PR
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Mensaje del Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente Universidad Interamericana de Puerto Rico En ocasión del:
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DIÁLOGO SOBRE LA SITUACIÓN SOCIOMORAL DEL PAÍS
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6 DE MAYO DE 2002 TEATRO RECINTO METROPOLITANO
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MENSAJE DEL PRESIDENTE 6 de mayo de 2002
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uy buenos días nuevamente a todos y a todas. Agradezco su presencia en la mañana de hoy, cuando nuestra Institución vuelve a abrir un espacio de reflexión con la intención expresa de propiciar un diálogo, en esta ocasión sobre el tema: Educación y Valores. Por disposición de la Junta de Síndicos de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, el Presidente tiene el encargo de brindar un mensaje sobre la situación sociomoral del País. Esta encomienda tuvo sus inicios allá para el año 1998, cuando el entonces presidente, Dr. José R. González, ofreció el primero. Este mensaje anual tiene como propósito provocar un diálogo que, por un lado, le permita a la Universidad Interamericana de Puerto Rico descargar su responsabilidad social marcando el camino que conduce a una mejor convivencia, y por el otro lado, resulte ser una fuente de inspiración para todo aquél que se sienta comprometido con Puerto Rico. Hace mucho tiempo, alguien dijo, a mi entender con sobrada razón, que el pensar es un diálogo interior del alma consigo misma, en el que el alma se plantea y responde a sus propias preguntas. En este cuarto diálogo
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queremos pensar, queremos que nuestra alma despierte a las preguntas que ella se hace y a las respuestas que ella, a si misma, se da.
Nuestra sociedad, al igual que muchas otras en este mundo de hoy, está sufriendo un disloque a consecuencia del cual parece haber perdido sus centros de gravedad social y espiritual. Este disloque se refleja y parece afectar a todas las instituciones que, de conjunto, configuran nuestros actuales arreglos sociales y espirituales. Ejemplo de lo antes dicho es la escena, por demás ya muy común, de una familia compuesta por un padre que sale temprano a trabajar, una madre que, muchas veces en dirección contraria, le sigue de cerca, quedando atrás un vacío que antes llenaban el abuelo o la abuela, la tía o el tío, y que hoy rompe su silencio el ensordecedor televisor que el niño o la niña enciende al regreso de la escuela para que ese vacío no se apodere de él o de ella. El arreglo familiar todavía no ha logrado un ajuste que le permita atender las necesidades emocionales de sus miembros y, a veces, ni alcanza para las materiales. ¿Quién dialoga con los niños cuando los padres llegan de noche abrumados, con muy poco tiempo para oírlos? ¿Cuándo se atienden los valores en el compartir entre los miembros de la familia? Este es el disloque. No es asunto de ser nostálgicos ni de conjurar modelos anteriores. El hogar es el campo de batalla entre modelos que alcanzaron su máximo rendimiento en un escenario existencial dado y nuevos paradigmas con los que la sociedad pueda nuevamente articular legítimos anhelos, esperanzas y sueños de un futuro mejor. Se trata de darle nuevas estructuras al sentido de la vida, que hoy no encuentra un centro de gravedad que le proporcione un espacio que permita su acogida.
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La escuela, por su parte, también se ve agobiada por varios factores o elementos que inciden en su función. Veamos varios. Primero, como la familia cambió paulatinamente sus funciones tradicionales, la escuela tuvo que asumir parte de éstas, a la misma vez que se le exige que siga educando bien a los estudiantes. La escuela de hoy tiene que asumir parte de la responsabilidad de velar a los niños y niñas y darles cuido. Todos sabemos que hoy día un programa de horario extendido es un factor determinante para muchos padres al momento de buscar una escuela para sus hijos. Segundo, la escuela ya no tiene el valor que antes tenía, porque la educación ha perdido su propósito primordial: educar más allá del intelecto. Tercero, los educadores han sido condicionados o formados de tal manera en su preparación profesional que, parece, que sólo pueden mirar el mundo con la óptica que les proporcionan cada una de sus disciplinas, adoptando, en general, un rol de especialistas en materias cuya articulación final se pierde en el olvido y, con ella, el desiderátum fundamental de una educación para la vida, en la que los valores puedan volver a cumplir su cometido. Al gobierno, por su parte, también se le ha pedido que asuma funciones de familia y de escuela; que oriente a los niños y niñas; que los discipline y se haga cargo de ellos. Más allá de su función de garantizar libertades y el orden que propicia la convivencia, más allá de la justa redistribución de la riqueza, se le exige que responda, no solamente al reclamo de las comunidades, lo que es legítimo, sino también a los reclamos de individuos o de grupos no legitimizados por la sociedad misma.
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Las instituciones a cuyo encargo les es dado articular la más alta experiencia espiritual, también se ven envueltas en luchas entre modelos que ya dan claras señales de agotamiento, por un lado, y, por el otro, nuevos retos que van más allá de esos mismos modelos. En ocasiones, se pretende subsanar la impotencia que resulta de estas luchas mediante rituales que encubren una realidad que palpita con fuerza propia. Esto ha traído como consecuencia una petrificación del mensaje de nuestro Redentor, un oscurecimiento del centro que es la esencia misma de la experiencia espiritual. A propósito de esto, me han contado de un lugar donde decidieron colocar una gran imagen del Cristo bajo las aguas de las playas, de manera que fuese visible a todo visitante que se acercara desde las alturas. Con el tiempo, las algas marinas fueron cubriendo paulatinamente el Cristo, y entonces se divisaba como un monstruo. Resulta imperioso desempolvar el mensaje de nuestro Redentor, quitarle las algas que lo encubren, liberarlo de las cadenas que no le permiten hablar a las generaciones con necesidades espirituales que hablan un idioma distinto al nuestro. Muchas de las instituciones que antes, por no decir hasta ahora, fueron centros de gravedad social y espiritual que nos congregaban fomentando la convivencia pacífica, son ahora lugares de desconcierto e incertidumbre, que nos sumergen en una enajenación individual y colectiva que oscurece nuestro entendimiento y paraliza nuestra voluntad.
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Para referirse a esta situación de disloque, a esta enajenación individual y colectiva, se oye muy frecuentemente hablar de la llamada “crisis de los valores”. Permítanme, en este punto, de golpe y porrazo, adelantarles nuestra posición. Nuestra posición es que los valores no están, nunca han estado, ni podrán estar en crisis. Por su propia naturaleza, ellos no pueden entrar en crisis.
¿Por qué no es posible que los valores estén en crisis? Veamos. Según algunas corrientes modernas de la ontología, se acostumbra a distinguir entre diversas regiones ontológicas. En una primera se encuentran los objetos naturales. Propiamente hablando, estos son a los que le adjudicamos realidad natural. Eso quiere decir que tienen existencia y se dan a la experiencia; es decir: son en el tiempo y a ellos tenemos acceso, no tan sólo por la sensación, sino también por la intuición sensible que, junto a la sensación, llamamos percepción. Sin embargo, ----y esto es lo que, en efecto, nos interesa---- son neutros de valor. A una segunda región ontológica pertenecen los objetos ideales; es decir, irreales. Estos no tienen existencia, no se dan a la experiencia, son ajenos al tiempo y, como los primeros, son neutros de valor. A esta región pertenecen los entes matemáticos. Del círculo no podemos tener sensación alguna, ni tampoco percepción. El círculo no tiene sonido, ni sabor, no se puede tocar, oler, ni tampoco ver con los ojos del cuerpo. Mucho menos podemos decir que está en el tiempo. Si los estuviera tendría que, por fuerza, tener alguna duración.
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La tercera región es la que llamamos la región de objetos culturales, la región de los objetos creados por el ser humano actuando según valoraciones. Los objetos culturales son reales, es decir, tienen existencia; se dan a la experiencia, es decir, son en el tiempo. Pero, ----y esto es lo que nos interesa----son valiosos, positiva o negativamente. Esta, evidentemente, es la región que nos interesa cuando se trata de eso que, bien o mal, afortunada o desafortunadamente, hemos llamado “educación de valores”. Obviamente este no es el lugar ni el momento para detenernos a discutir la constitución ontológica de los objetos culturales y las distinciones esenciales que los diferencia, específicamente, de los objetos naturales e ideales. Sin embargo, aprovecho la ocasión para señalar que este, tal vez, podría servir de punto de partida para la llamada “educación de valores”. Considero necesario, sin embargo, señalar unas diferencias sustanciales. Visto desde el punto de vista de los objetos culturales, los valores son calificaciones de clase que se mueven dentro de un ámbito de polaridad absoluta. En el caso de los valores lógicos esta polaridad es la que se da entre lo cierto y lo falso. En el caso de los valores prácticos es la que se da entre lo útil y lo inútil. Del mismo modo, en el caso de los valores estéticos esa polaridad es la que se da entre lo bello y lo feo. Y por último, en el caso de los valores éticos es la que se da entre lo bueno y lo malo. Los objetos culturales siempre están acompañados de algún valor. Los valores siempre acompañan a los objetos culturales. Sin embargo, y esto es lo que nos interesa, ellos, los valores, no son, ellos mismos, objetos culturales, puesto que, como antes dijimos, los objetos culturales son
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reales, es decir, tienen existencia; y se dan a la experiencia, es decir son en el tiempo. Los valores, en cambio, como los objetos ideales, no son reales, no tienen existencia, ni se dan a la experiencia, es decir, no son en el tiempo. Precisamente por esto es que no pueden entrar en crisis; como tampoco lo pueden entrar los objetos ideales. El hecho de que los valores siempre acompañan a los objetos culturales, ha llevado a muchos a creer, a nuestro entender, erróneamente, que ellos también son objetos culturales y, por lo tanto, susceptibles a entrar en crisis.
Cuando hablamos de valores es preciso distinguir entre valores de cosas y valores de persona. Por lo general y en la mayor parte de las veces, cuando se habla de “educación de valores”, se piensa, única y exclusivamente, en los valores de persona, dejando a un lado así los valores de cosas como si ellos no tuviesen nada que aportar a ese tipo de educación. Nada, a mi entender, puede estar más lejos de la realidad. Una educación que atienda los valores de cosas templa el alma provocando una sensibilidad que sirve de antesala para la incorporación de los valores de persona en nuestras propias vidas.
¿Si los valores no son los que están en crisis: qué es, entonces, lo que está en crisis? Somos nosotros mismos los que estamos en crisis. Somos nosotros los que hemos perdido el rumbo, oscurecido nuestro entendimiento, nuestro centro, tanto para la gestión personal como para la gestión institucional
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pública o privada, quizás ante los rápidos cambios estructurales y la presión de un materialismo ilimitado sobre nuestros espíritus. Estamos, en resumen, en momentos de incertidumbre, en lo que se ha llamado un vacío ético, donde todas las opciones tienen el mismo valor, donde ante una amplia gama de alternativas, todas nos parecen igualmente válidas, igualmente posibles.
¿Cuál es el sentido que damos a nuestra interpretación cuando decimos que no son los valores, sino nosotros mismos los que estamos en crisis cuando hablamos de la “crisis de los valores”? Interpretamos que, por diversas razones, algunas de las cuales ya hemos mencionado anteriormente, nuestra relación con los valores está distorsionada. Gracias a Dios aún no se ha interrumpido por completo. Por eso, aún hay esperanza. Nuestra relación con los valores está oscurecida. Hace tiempo esta relación de ser un claro donde nuestra alma encuentre un lugar de descanso donde renovar sus fuerzas para apreciar lo bello y hacer lo bueno. Es preciso, por no decir imperioso, volver a restaurar nuestra relación con los valores. Es preciso asumir, sin condiciones, la responsabilidad que nos corresponde, tanto para con nosotros mismos, como para con futuras generaciones. Pero, ¿cómo es posible decir que seamos nosotros, precisamente nosotros, hombres y mujeres de hoy día, los que estemos en “crisis”? ¿Cómo es posible decir esto de nosotros, los que nos ha tocado el privilegio, soñado por otras generaciones, de vivir en una época histórica por demás, puesto que se caracteriza por el mayor y más adelantado
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conocimiento científico y por el mayor control de todo lo que nos rodea gracias a la tecnología que tenemos a nuestra disposición o que pronto estará a nuestra disposición? En la pregunta se esconde la respuesta. Es precisamente este control que tenemos sobre todo lo que nos rodea y sobre nosotros mismos, junto al olvido de otro modo de ser y existir en este mundo, que tanto caracteriza a la época en que vivimos, lo que nos ha puesto en ruta de coalición con los valores; lo que ha puesto en crisis nuestra relación con ellos, en el sentido que la ha distorsionado y la ha oscurecido. Resulta irónico pensar que sea hoy, precisamente hoy, cuando el ser humano parece haber logrado el gran sueño de controlar y manipular todo lo que le rodea, cuando está en el umbral de extender su dominio sobre sí mismo, gracias al matrimonio de la química y la biología molecular, cuando, también, más lejos está de un encuentro fecundo con las cosas y con los demás.
Nunca antes el ser humano tuvo a su alcance la oportunidad de cambiar drásticamente su propio ser. Esa oportunidad parece que la tenemos nosotros, hombres, mujeres, jóvenes y niños del siglo 21. Pero lo que está en juego en ella no es cosa de juego. Lo que está en juego en ella es nuestra propia esencia. No nos equivoquemos. Parece que ya tenemos a nuestro alcance la oportunidad de dejar de ser seres humanos – al menos de la forma y manera en que lo hemos sido hasta ahora.
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El momento histórico que nos ha tocado vivir nos presenta múltiples retos; pero el mayor de todos es la decisión de seguir siendo o no seguir siendo humanos tal y como lo hemos sido hasta hoy. Señoras y señores, la posibilidad que hoy tenemos de crear vida es real. Las consecuencias de esta oportunidad, la responsabilidad moral que esto arrastra es lo que nos atañe y es el mayor de los retos. La academia no puede guardar silencio. Ella está llamada a levantar una voz de alerta ante las alternativas que irrumpen en esta encrucijada. Podemos decidir no seguir siendo seres humanos, como hasta ahora lo hemos sido. Eso es fácil. Basta darle rienda suelta a la bio-ingeniería. Lo difícil es continuar siendo seres humanos con la misma humanidad, con la misma esencia, como hasta ahora lo hemos sido. Para esto ha llegado la hora de imponernos detentes que le pongan límites a una voluntad de poder desenfrenada. Para ello tenemos que adoptar estrategias de vida que templen nuestro ánimo y fortalezcan nuestra voluntad. Esos límites, esas estrategias de vida, no son otra cosa que los valores mismos. A los que han escogido la primera alternativa, a ellos, con el dolor que ocasiona una corona de espinas en el alma, les decimos que no tenemos nada que decirles. A los otros, que como nosotros, abrigamos esperanzas de un nuevo amanecer en una noche que parece interminable; a los otros, que como nosotros, seguimos tratando desesperadamente de continuar siendo seres humanos como hasta ahora lo hemos sido, aún dentro de un mundo repleto de cantos de sirenas que prometen llevarnos al fondo del mar tan sólo para allí abandonarnos a nuestra propia suerte, a esos le invitamos a pensar. A esos le invitamos a abrir un espacio espiritual donde nuestra alma pueda hacerse preguntas a ella misma, aún a riesgo de que hoy no encuentre respuestas.
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Todos los seres humanos tenemos la capacidad de trascender el mundo de lo real, el mundo de lo ordinario, el mundo de la vida diaria. Trascender es ir más allá de ese mundo -----no hacia otro mundo distinto, sino hacia ese mismo mundo, pero ahora visto como horizonte que le da sentido a nuestra vida y a las cosas que nos rodean. Lo que nos diferencia del resto de la creación es precisamente esa capacidad de trascender el aquí y el ahora. Ser humano es actualizar esta capacidad en el sentido de ponerla en marcha y nunca permitir que se detenga. Trascender es ir más allá de lo real; de lo ordinario, unas veces con la razón, otras con la imaginación y en muy contadas ocasiones con ambas —razón e imaginación. La capacidad de ir más allá de lo real con la razón es lo que, por ejemplo, nos permite conocer el círculo o el cuadrado para, luego, reconocer a ambos en los objetos de la vida real que llamamos circulares o cuadrados. Es esta capacidad de trascender el aquí y el ahora con la razón lo que nos permite tener acceso a los objetos matemáticos, por ejemplo. Con la imaginación, para dar un ejemplo de fácil intelección, todos podemos, en un momento dado, imaginarnos ser de una manera o de otra, poseer lo que anhelamos, gratificar nuestros deseos y soñar con mundos inexistentes. En este proceso todos somos iguales.
Lo que diferencia a una persona de valores de la persona que no los tiene es que en ese acto imaginativo se encuentra con unos detentes llamados valores que, dependiendo de cuán enraizados estén en su espíritu, hacen que se comporte de una manera o de otra. Antes de continuar, es preciso advertir aquí que la distinción antes hecha, es una distinción entre razón e imaginación extremadamente teórica, como siempre nos vemos forzados a hacerla cuando pretendemos
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conocer o entender algo cuyo modo de ser es esencialmente temporal. Es preciso advertir que, como cuestión de hecho, ambas facultades, razón e imaginación, están, en momentos, íntimamente entrelazadas. Al menos eso es lo que parecen sugerir algunas regiones fronterizas, como la ciencia, donde razón e imaginación se toman de la mano para, muchas veces a través de la metáfora, abrir nuevas fronteras intelectuales que adelantan el conocimiento humano. Esta capacidad de trascender es la que nos permite echar una mirada retrospectiva para, con los ojos del alma, ver lo que fue o sucedió, sus consecuencias y protagonistas, de modo que, cuando nos toque echar una mirada prospectiva, nuestro espíritu no se enrede en elucubraciones fantasiosas, y se limite a advertir posibilidades y probabilidades de eventos que podrían darse aun dentro de un horizonte lleno de incertidumbres. Nuestra reflexión nos ha llevado por caminos insospechados y a temas que parecen no tener relación los unos con los otros. Pero ese es siempre el privilegio del pensar cuando nos entregamos a él sin tratar de controlarlo. Con la inocencia de quien nunca parece advertir peligro alguno, como con frecuencia sucede con los niños, preguntémonos ahora: ¿Cómo llegamos a eso que llamamos “valores”? ¿Cómo accesamos esa región ontológica donde todos compartimos entes universales y entes culturales? La respuesta no se hace esperar ahora. La respuesta es: por medio de la educación.
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¿A qué nos referimos aquí cuando hablamos de educación? Nos referimos, en primer lugar, a la educación en su más amplio sentido y alcance; nos referimos a la educación como proceso de vida. Respecto a la intersección de la educación y los valores, es posible decir que lo fundamental de la educación es lograr desarrollar, más allá del intelecto, esa relación entre el ser humano y los valores. No se trata solamente de reconocer lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. Se trata de encarnar los valores en nuestro quehacer, en nuestra faena cotidiana. La educación, en su más amplio sentido, es el proceso que comienza con la cátedra en el seno del hogar, con los educadores padres, y que toca su fin cuando el tiempo mismo así lo determina. Es la enseñanza que se da en la familia y que está en evolución constante debido a las urgentes y cambiantes agendas dentro de su ciclo de vida. Esta educación es a la que llamamos educación no formal, basada en la vida, en la experiencia, y que continúa aún fuera del contexto familiar e, incluso, fuera del aula misma. Es dentro de esta referencia que ahora enfocamos nuestro interés en una determinada modalidad de la educación. Me refiero a la educación formal; a esa educación que tiene lugar en el aula, en el salón de clases. Al modelo de educación institucionalizado, cronológicamente graduado y jerárquicamente estructurado. De inmediato lo primero que advertimos es que, cuando se trata de valores, esta educación formal no es, al menos a partir de la educación intermedia y en el estado actual de cosas, el foco de interés primordial. Cuando se trata de valores, la educación formal amplía y fortalece la que por osmosis espiritual adquirimos en el seno del hogar; pero no parece
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adelantarla con el mismo énfasis que adelanta otras; como, por ejemplo, la adquisición de destrezas intelectuales. El desarrollo de éstas, por lo general y la mayor parte de las veces, es el foco de interés de la educación formal. Es preciso advertir aquí que en manera alguna estamos sugiriendo que se abandone o se descuide la enseñanza de destrezas intelectuales en favor de la enseñanza de valores. Hacerlo no tendría ningún sentido. A lo sumo, tal recomendación no serviría para adelantar, ni los intereses del estado, ni los del individuo. Dicho de otra manera, es necesario encontrar un balance entre la enseñanza de destrezas intelectuales y la enseñanza de valores. La distinción entre “valores”, por un lado, y “destrezas intelectuales” por el otro, nos obliga a preguntar si ambos se pueden enseñar de la misma manera. Resulta claro que ambos se pueden enseñar. La pregunta es: ¿Pueden los valores enseñarse como se enseñan las destrezas intelectuales? Otra vez: pienso que no. No podemos enseñar valores como enseñamos, digamos, suma, resta, multiplicación y división. No podemos enseñar valores de la misma manera que se enseñan cosas que son esencialmente técnicas. Pensar que mañana podamos contar con un curso de valores al final del cual podamos verificar si el estudiante que lo tomó, en efecto, sale más honesto que lo que entró, es un sueño que puede resultar muy peligroso. A lo sumo, lo que podríamos verificar es el conocimiento intelectual que el estudiante tiene sobre los valores. Pero que salga del curso más moralmente virtuoso de lo que entró, eso no; eso nunca lo podremos verificar con un examen, sea de cierto o falso, llene los blancos, paree, escoja la mejor contestación o simplemente “discuta”. Lo antes dicho nos obliga a preguntar por el modo correcto de acceso a los valores.
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Que ellos no se puedan enseñar como se enseñan otras cosas, implica que la forma de ellos darse es distinta a la de las demás cosas; a la forma de darse, digamos, de las cosas que nos rodean, de los objetos naturales e ideales. Por su naturaleza ontológica misma, los valores se “muestran”, no se “demuestran”. Nunca resulta posible demostrar los valores tal y como demuestro, por ejemplo, cómo arreglar una nevera, un televisor, un auto o una cámara de televisión. Nunca podemos demostrar los valores como demuestro cómo resolver un problema de matemática, de contabilidad, de física o de economía. Esto quiere decir que el modo correcto de acceso a los valores es muy distinto al modo de acceso de los de los objetos naturales e ideales. Esto no quiere decir, repito, que no podamos saber intelectualmente que es un valor en específico. Por supuesto que podemos, intelectualmente, definir, por ejemplo, la justicia. Pero por más y mejor que sepamos qué es la justicia no por eso mismo somos hombres y mujeres más justos.
Los valores no son entes que se dan simple y únicamente al intelecto. Ellos son entes que se dan al espíritu. A pesar de que ellos se muestran de múltiples formas y manera en todo lo que hacemos y nos rodea, los valores no son esas mismas cosas que hacemos o nos rodean. Para llegar a ellos es preciso trascender el mundo que nos rodea, el mundo de la vida diaria.
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Y eso lo podemos hacer de múltiples maneras. Pero para eso tenemos que aprender a trascender ese mundo. Y de esto es que se trata la educación formal en su máxima expresión. Le corresponde a la educación formal desarrollar en nosotros, no tan sólo el modo de acceso a los objetos naturales e ideales, sino, también, por no decir con mayor urgencia, el modo de acceso a los objetos culturales y con ellos a los valores. Dicho de otra manera, le corresponde a la educación formal desarrollar en nosotros, no tan sólo la intuición sensible y la intuición intelectual. Le corresponde también desarrollar en nosotros la intuición emocional. Le corresponde a la educación formal, no tan sólo desarrollar en nosotros la explicación como acto de conocimiento constitutivo del método empírico-inductivo. Le corresponde, además, desarrollar en nosotros la comprensión como acto de conocimiento sobre el cual se levanta la interpretación y dispone a la voluntad para la adopción de valores que permitan una vida recta. El propósito primordial de la educación formal no es únicamente enseñarnos a cómo hacer, controlar y manipular cosas. El propósito de la educación formal es, también, enseñarnos a apreciarlas. Pero para eso, se necesita una actitud, un temple de ánimo distinto al que en estos momentos impera en todo lo que hacemos y pensamos. El año pasado en ocasión similar y en este mismo lugar les hablé de una actitud que nos permite decirles sí y no a la tecnología. Me refiero a lo que entonces llamé serenidad. La serenidad es una actitud, un temple de ánimo que nos permite relacionarnos con las cosas sin el deseo de controlarlas, de poseerlas, de manipularlas. La serenidad es ese temple de ánimo que nos permite cobrar distancia y apreciar las cosas y el mundo que nos rodea. Es el temple de ánimo que nos permite ver belleza en lo más simple.
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El propósito primordial de la educación formal es ayudarnos a desarrollar la capacidad de trascender el mundo que nos rodea y visitar otros mundos para regresar a éste con la determinación de encarnar lo que hemos aprendido. Las herramientas para esto son muchas. En el caso de los valores son el arte, la música, la literatura, la historia, la pintura y, para sorpresa de algunos, curiosamente, la ciencia. Para dar tan sólo unos ejemplos de lo antes dicho: ¿es acaso el cuento Juan Salvador Gaviota simple y únicamente un cuento acerca de una gaviota? ¿Acaso podemos acercarnos a ese cuento como si fuera simple y únicamente eso? Obviamente que sí. ¿Pero, entonces, estamos enseñándolo en su máxima expresión? Creemos que no. ¿Acaso no será necesario adentrarnos al cuento con el propósito expreso de ver en él, por decirlo así, en su entrelínea, el tema de la trascendencia como la capacidad de ver el mundo de una manera distinta a como lo acostumbramos a ver; a ver el mundo desde las alturas de nuestro espíritu? ¿Acaso no son los intentos de volar de Juan Salvador Gaviota símbolos de nuestro fracaso que debe ser superados en cada momento? ¿Podemos enseñar la vida secreta de Walter Mitty como si fuera la de un ser humano que anda por ahí creyéndose ser esto o aquello? ¿No será esa obra un cuento que nos plantea una situación crítica en el mundo moderno a la que todos nos tenemos que enfrentar como situación límite en nuestras vidas? Me refiero, a tener que decidir ser esto o aquello en un mundo que presenta tantas alternativas, tanta información que petrifica nuestra voluntad para decidir, dejándonos así al amparo de un mundo de ensueños en el que soñamos ser o hacer muchas cosas para, al fin, no ser ni hacer ninguna.
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Para dar otro ejemplo, esta vez, proveniente de la ciencia, estamos acostumbrados a ver la ciencia como una actividad estrictamente racional, que goza de una objetividad incuestionable; hasta el punto que la hemos adoptado como modelo para otros quehaceres, incluyendo aquellos que se niegan a entrar en ese paradigma. Cuando Galileo se dispone a formular su ley de mecánica terrestre él dice expresamente: “Concibo en mi mente un cuerpo arrojado sobre un plano horizontal, excluido todo obstáculo, resultará entonces... que el movimiento del cuerpo sobre este plano sería uniforme y perpetuo si el plano se extendiera al infinito” Galileo sabía que tal cosa no existe en la realidad y por eso tenía que trascender la realidad y concebirla desde otro punto de vista, desde el punto de vista de la imaginación. A eso es a lo que se refiere la frase “Concibo en mi mente”.
Para resumir lo antes dicho, digamos ahora que, en esencia, la función principal de la educación, su misión primordial, si así queremos llamarle, es la de humanizarnos. Nacemos humanos. Esa es la condición que nos toca en virtud de nuestro nacimiento biológico. Nacemos humanos, pero no humanizados. Nos humanizamos por medio de la educación. Ella es el instrumento mediante el cual adquirimos nuestra esencial naturaleza. La pregunta que irrumpe ahora con fuerza propia es: ¿Está la educación haciendo esto? ¿Está la educación cumpliendo con su propósito primordial? ¿Está nuestro sistema de educación formal encaminado a humanizarnos? ¿Es este su propósito? ¿No será que la premisa no articulada en todo nuestro sistema de educación a todos los niveles es
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que lo primordial es preparar al estudiante para el mundo del trabajo o, como se dice por ahí, “ganarse la vida”? Si es así, entonces, ¿qué derecho hay a exigirle a alguien que sea un buen ciudadano, un hombre o mujer de valores, cuando nunca se le ha enseñado el camino que conduce a ellos? Las recomendaciones que adelantamos a continuación las hacemos con la humildad y modestia de quien reconoce la seriedad, el alcance y la importancia de los retos que se acercan cubiertos con el manto de la incertidumbre. El escenario está lleno de alternativas. Pecaríamos de soberbios si pensáramos que podemos, en este espacio o en cualquier otro, cubrirlas todas. Por lo pronto, nos atrevemos a recomendar que en todas aquellas instancias donde los lazos de una relación interpersonal exijan una responsabilidad que trascienda el aquí y el ahora, el estado tenga la valentía de preparar a las partes para enfrentarse a una vida que reclama responsabilidad ante el futuro. Tenemos que aprender a caminar la cuerda floja que se tiende sobre los reclamos de la libertad del individuo y las necesidades de la comunidad. Es necesario que usemos nuestro ingenio para elaborar estructuras sociales y paradigmas nuevos, que sirvan de puntos de encuentro para armonizar ambos reclamos que gozan del mismo derecho y de igual urgencia. De igual modo, nuestros medios de comunicación masiva, que frecuentemente cumplen su función propia bien, tienen que mantenerse alertas y ser más responsivos ante la responsabilidad social que les corresponde, y buscar la forma y la ecuación para que haya un balance que evite el énfasis desproporcional en asuntos que no contribuyen, al
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menos en la forma en que se presentan, a edificar la fibra social, aún cuando se ponga en riesgo un determinado ingreso. Es necesario que los medios de comunicación de mayor influencia, de vez en cuando echen una mirada a los medios de comunicación masiva pero de nivel local para que modelen de esos pequeños otras maneras a servir mejor al pueblo. No podemos dejar pasar una situación a la que nos enfrentamos año tras año. Es la responsabilidad de todo ciudadano contribuir con honradez y honestidad al fisco. Es responsabilidad del estado hacer el mejor uso de esos recursos. Cuando esto suceda, no me cabe la menor duda, habremos de minimizar la mentira. Urge que el estado continúe reclutando servidores públicos de probada honradez y honestidad. Urge disipar la corrupción y restaurar la credibilidad. En atención al tema que nos ocupa, es de vital importancia que todos y cada unos de los componentes de la sociedad civil asuma su responsabilidad educativa, en especial nuestro sistema de educación. Este sistema necesita una revisión a todos sus niveles, pero una revisión que nos permita, entre otras cosas, seguir siendo puertorriqueños, respetando nuestra identidad y la del otro. Que promueva la valentía de exigir respeto y consideración para lo nuestro aún cuando a quién se le exige tenga la estatura de un Goliat. Hay momentos cuando, como decía don Román Baldorioty de Castro, los pueblos, como los individuos, cuando pierden su último rayo de esperanza, se degradan o se suicidan. Puerto Rico atraviesa por uno de esos momentos, y no en razón de la Isla grande sino de la Isla nena. Necesitamos, en conclusión, un sistema educativo que nos permita transitar por la vida sabiendo que en ella hay algo más que la necesidad de
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ganarse la vida. Este cometido sólo se logra si atendemos a la dimensión del ser humano que lo hace ser lo que es.
Un nuevo amanecer le espera al ser humano, en especial a las futuras generaciones. Pero ese amanecer depende de cuán dispuestos estemos nosotros los hombres y mujeres de hoy a correr el velo de la noche que parece interminable. Habremos corrido el velo de la noche interminable cuando en la metamorfosis de la esencia humana que llamamos educación hagamos posible que el jíbaro que aparece en la portada del programa habite en nuestro espíritu junto al ejecutivo con igual derecho y con igual plenitud.
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Mensaje del Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente Universidad Interamericana de Puerto Rico En ocasión del:
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DIÁLOGO SOBRE LA SITUACIÓN SOCIOMORAL DEL PAÍS
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COMUNIDAD 23 DE ABRIL DE 2004 RECINTO DE BAYAMÓN
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MENSAJE DEL PRESIDENTE 23 de abril de 2004
La Universidad al Servicio de la Comunidad
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uy buenos días, nuevamente, a todos y a todas. Comenzamos consignando una palabra de honda gratitud a todos ustedes por regalarnos su presencia en la mañana de hoy, ocasión en que la Universidad Interamericana de Puerto Rico abre un espacio para el diálogo y la reflexión como semilla para la acción creadora y transformadora. El tema “La Universidad al Servicio de la Comunidad” es el referente que nos congrega y nos convoca. Por estatuto de la Junta de Síndicos de nuestra Universidad, hace varios años, se ha dispuesto que el Presidente de la institución dirija un mensaje al País sobre el cuadro sociomoral de nuestro archipiélago borincano. Este mensaje pretende estimular un intercambio de ideas que, por un lado, permita a la Universidad atender efectivamente su responsabilidad social de aportar a los patrones de una mejor convivencia y, por el otro, tener el efecto de ser fuente inspiradora y desafiante a toda persona que se sienta comprometida o se quiera comprometer con e1 País. La capacidad para dialogar y reflexionar es uno de los dones más extraordinarios que hemos recibido. El diálogo con uno mismo y con quienes nos rodean siempre contiene el potencial y apunta a la oportunidad mutua de expandir fronteras, revisar marcos conceptuales,
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enriquecer nuestras cosmovisiones, contestar preguntas y levantar otras tantas interrogantes que renuevan ese ciclo siempre milagroso y multiplicador. El diálogo propicia milagros más aún cuando se conjuga con la voluntad y se encarna en una praxis contextual. Sea este quinto diálogo una huella útil que se suma a ese peregrinar que anhela llevamos a una nueva aurora. La Universidad como institución educativa y fuerza creadora, posee una historia de nueve siglos; nueve siglos que hacen de ella una institución única, que posee una capacidad sin igual para informar, renovar y transformar las comunidades donde se ha desarrollado. En un sentido un tanto más particular, la Universidad Interamericana de Puerto Rico, aunque mucho más joven, posee una historia que goza de paralelos similares a los que sirvieron de matriz al embrión de las primeras universidades en el siglo XII. Es evidente el paralelismo entre las primeras universidades europeas y la nuestra. Desde el comienzo, hemos empeñado la voluntad para responder a las urgencias, a los reclamos, los cambios y al caminar de un pueblo inmerso en una gran pobreza más allá de la económica. Un pueblo que se reinterpretaba frente a una nueva realidad social, económica, de lenguaje y de una nueva religiosidad que tuvo el efecto de pluralizar nuestra experiencia religiosa.
A su llegada a nuestra Isla, el reverendo doctor John Will Harris encontró un Puerto Rico en ebullición política, religiosa, educativa, cultural y social. El doctor Harris trajo consigo una visión fundamentada
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en la razón, el trabajo y la justicia social-visión que se reafirmó al entrar en contacto con un campesinado que manifestaba su deseo de aprender a leer y a escribir. Con el pasar de los años, la teología y filosofía educativa de nuestro fundador inciden en la definición del quehacer pedagógico y social de la Institución. Esta tarea educativa y social se tornó en una misma punta de lanza que ayudaría a Puerto Rico a desarrollar una clase media motivada por el deseo de servir; lo que a su vez sienta las bases para otras transformaciones colectivas. La aspiración: una sociedad que valorara el trabajo, la educación y el desarrollo de la espiritualidad dentro de un quehacer forjador de unidad y de identidad. Es esa aspiración, la que nos impone responder a la comunidad; la que nos invita a ser las nuevas voces que anuncian un futuro enmarcado en la esperanza. La Universidad, desde su germen originario, se fundió con la comunidad, para darle voz, para darle razón crítica, voluntad y vocación por la justicia y la libertad. Esta realidad me lleva a repasar las huellas que el fundador de nuestra institución, nos dejara como germen paradigmático que sirve de catalítico a los retos y a la búsqueda de nuevos horizontes. Todo el esfuerzo del misionero-educador iba dirigido al desarrollo de la mente, del corazón y las manos de cada estudiante. Las condiciones políticas, socio-religiosas, fueron en ese comienzo las más propicias para el desarrollo de una nueva institución que crecía y nutría a la comunidad que, de cierto modo, había quedado olvidada por los cambios que se daban en la Isla y en el mundo.
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Estos cambios afectaron a los sectores más desprotegidos, incluida nuestra niñez, que se tornó en foco de atención del doctor Harris.
Al iniciarse el Instituto Politécnico, las miras estaban puestas en los niños pobres de la ruralía, los desatendidos, aquellos que no podían estudiar más allá del tercero, cuarto y quinto grado. Con este proyecto, nuestro fundador pretendía contrarrestar los peligros de la ociosidad como causante de tantos males para la niñez y la juventud. Por ello, se propuso una filosofía educativa integral donde el trabajo, la educación, el desarrollo físico, espiritual, moral y cultural constituían los pilares de su visión y misión transformadora. Me pregunto: ¿Hemos perdido ese contacto con la comunidad hoy? ¿Hemos olvidado a quienes no son más que una portada triste y trágica en nuestros diarios cada mañana? La respuesta es un NO que se ve encamado en proyectos y acciones dentro de algunos de los sectores más afectados de nuestra población. La respuesta es un NO que se traduce en una invitación a dar “por gracia, lo que por gracia hemos recibido”. Los proyectos que hoy nuestra Universidad lleva a cabo en distintas comunidades surgen como respuesta al nuevo reclamo comunitario que va más allá de pedir “enséñanos a leer y a escribir.” Este nuevo rec1amo, busca respuestas concretas a situaciones que se enmarcan en el dolor producido por la marginación, la violencia en todas sus ramificaciones, la dependencia, la pobreza y problemas agudos de salud pública, para mencionar algunos.
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Es necesario que nos detengamos unos momentos para, de forma breve, dialogar con nuestro peregrinar en la historia. Este diálogo que nos revela las respuestas dadas en el pasado y nos imponen un norte que nos impulsa hacia un futuro de esperanza y oportunidades. En la década de los cincuenta el crecimiento de Puerto Rico fue de tal magnitud que provocó nuevos retos institucionales los cuales desembocaron en la creación de colegios universitarios en diferentes zonas geográficas del País, al responder de manera contextual a las urgencias de nuestro pueblo. Estos recintos, como se les llama hoy, poseen su génesis en el quehacer comunitario. Es por ello, que al sintetizar esta gran gesta, encontramos unos patrones de necesidad comunitaria y de respuestas institucionales. Los recintos de Aguadilla, Arecibo, Barranquitas, Bayamón, Guayama y Fajardo surgen del reclamo por e1 mejoramiento de la educación y la escasez de maestros y maestras con licencia regular, lo cual era un gran problema que enfrentaba el sistema de educación pública para ese entonces; reclamo que nos llevó a imponernos la meta y misión de preparar buenos educadores que a su vez contribuirían a mejorar nuestro sistema público de instrucción. La respuesta de las comunidades no se hizo esperar, ya que fueron las aulas de las escuelas públicas, las primeras que acogieron a nuestro estudiantado en la década del cincuenta. Como es de todos conocido, la década del sesenta fue una de grandes cambios y reclamos sociales. Nuestra institución no guardó silencio frente a los mismos y para el 1961 se funda nuestra Facultad de Derecho. En el 1965, se establece la Clínica de Asistencia Legal en San Juan para proveer servicios legales gratuitos a los ciudadanos indigentes. La
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prestación de estos servicios es, sin dudas, un reflejo claro de la búsqueda de una sociedad más justa y de un compromiso ineludible por contribuir a la calidad de la educación jurídica en Puerto Rico. En el 1962, como parte de nuestro crecimiento sistémico, nacen los recintos de Ponce y Metropolitano respondiendo a las necesidades de esas comunidades. En el caso del Recinto Metropolitano, no solamente atendió las necesidades educativas subgraduadas, sino también, en forma significativa, la educación graduada. Al continuar nuestro peregrinar hay que destacar que, por décadas, nos hemos detenido en el camino a escuchar el clamor de nuestras comunidades; clamor al que hemos intentado responder con la mayor responsabilidad desde una praxis contextual; praxis que reclama de cada unidad académica, un compromiso que evoca la esperanza y nos indica que no hay obstáculo insuperable. Como profesionales, particularmente el claustro de la Universidad, está singularmente capacitado para hacer aportaciones valiosas a sus comunidades. La Institución alienta a su facultad a respaldar las actividades comunitarias a las que pueda hacer una aportación. Según el Manual de la Facultad, el servicio a la comunidad puede incluir, pero no necesariamente limitarse a los siguientes: servicio en el campo profesional del individuo como consultor o como investigador, servicio como recurso, conferenciante de grupos de la comunidad, participación activa en gestiones públicas, religiosas o cívicas. El servicio a la comunidad es uno de los criterios a tomarse en consideración en la evaluación de los claustrales. Finalmente, dentro de esa praxis contextual surge en el 1981 nuestra Escuela de Optometría. Esta nace de la inquietud de un grupo de
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optómetras de nuestra Isla por ofrecer un servicio de cuidado visual de la más alta calidad. En la Escuela de Optometría, la excelencia académica en su más amplia expresión jamás interfirió con e1 servicio comunitario que se ha venido prestando gratuitamente por el compromiso de la facultad, el estudiantado y otros voluntarios. Al pasar de los años, podemos concluir que la Institución retiene aún la visión y misión de nuestro fundador.
Reflexionar sobre nuestra actualidad equivale a admitir, como cruda conclusión, que la violencia es, sin lugar a dudas, un estilo de vida en Puerto Rico. Hacia cualquier dirección que tornemos la mirada, nos golpea como ráfaga inmisericorde alguna manifestación de hostilidad, agresividad, de conductas desbocadas y destempladas que corroen nuestras columnas de convivencia. Parecen aumentar los espacios en los que la violencia se ha apoderado de ellos y ha seguido lastimando y minando la salud colectiva. El ámbito familiar-doméstico significa, particularmente para mujeres y niños/as, un campo de batalla en el que hay que procurar cómo sobrevivir. El hogar ya no es el refugio o castillo seguro que una vez fue. En la “Isla del Encanto” cada quince días una mujer muere a manos de su esposo, novio o ex compañero, es decir, víctima de quien “la amaba”. Vemos una niñez golpeada físicamente y abusada sexualmente, principalmente por miembros de la propia familia. No perdamos de
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perspectiva que este tipo de ciclo al que se somete a estos/as niños/as augura resultados posteriores desastrosos y de enorme costo social. Nuestras escuelas sucumben frente a la violencia. Nuestros medios de comunicación aparentan olvidar su función de educar y ofrecer buen entretenimiento, enfocados casi exclusivamente en la búsqueda de mayores niveles de audiencia (“ratings”) con el fin de una mayor ganancia financiera. De otra parte la tierra se nos muere, el aire se nos ahoga y las aguas se nos secan víctimas de un llamado progreso que tiene una sola dirección, el beneficio de unos pocos que nos acaban el hoy y nos prescriben la extinción como futuro. A nuestro modo de ver, resulta imperativo evaluar y discernir las formas en que se construyen valores y estilos deseables de vida. En este renglón, penetra con ímpetu avasallador la propaganda bajo la cual vivimos. Nuestras comunidades viven asediadas por una propaganda que inclina marcadamente la balanza hacia una construcción equivocada y torcida de prioridades. Una propaganda que glorifica la ideología del tener y poseer como deidades ante cuyos altares nos rendimos. Nos venden lo que debemos ser, lo que debemos usar y a quien utilizar para llegar a ser el ser humano completo. En la religión del consumo y del poder adquisitivo, el “tener” es privilegiado, por mucho, como verdad última y normativa sobre el ser. Se propende, indiscutiblemente, a la elaboración de esquemas de prioridades malformadas y deformadas que, por ende, llevan consigo acciones equivocadas y potencialmente destructivas. Es una propaganda que le hace violencia a la gente y, a su vez, provoca violencia. Si la aspiración suprema es el tener, trayendo consigo el “prestigio” que ello supone, se procuran los medios que se estimen necesarios para alcanzar dicho fin, sin consideración alguna de
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escrúpulos y sin medir consecuencias. Se engaña, se conspira, se mata, se roba, se urden artimañas tenebrosas, se manipula la dignidad ajena, se sube sin importar a qué precio. El mapa de la vida se desubica y la brújula se desorienta cuando son esas las latitudes y longitudes que se persiguen. Ese proceso de esclavizar a la gente con el tener trae un acompañante que, si no lo advertimos, se escurre resbaladizo hacia el anonimato. Nos referimos aquí al afán desmedido por obtener resultados inmediatos.
Tenemos ante nosostros/as a toda una generación que se desvive y apuesta todas sus fuerzas y energías a lograr resultados instantáneos, rápidos. ¡Y mientras con menor esfuerzo, mejor aún! Esto es peligroso porque deja de verse la vida en su totalidad como un continuo proceso de gestación y desarrollo. Por supuesto que, todos/as tenemos nuestras propias aspiraciones. Sin embargo, si constantemente se vive en función de esa visión de mundo (de la “cultura del atajo” en oposición a la “cultura del esfuerzo, ética y disciplina de trabajo”) que no da paso a la comprensión de las etapas que conforman todo proceso vital, no habrá espacio ni se permitirán auténticos procesos de formación. Estos procesos traen aciertos y bienandanzas pero que, igualmente, implican en ocasiones los desaciertos y las frustraciones que son parte inherente del camino que se hace al andar, parte de nuestro crecimiento y del equipaje para el peregrinar.
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Reconocemos, claro está, que las pinceladas de nuestro contexto aquí esbozadas están adscritas a una dolorosa verdad que sigue siendo, en términos de análisis comunitario, tal vez el mayor desafío e imperativo ético – moral para nuestra sociedad. Lo planteado está íntimamente ligado a la realidad de la pobreza y la mala distribución de las riquezas y los recursos. Cuando hay seres humanos en nuestras comunidades y calles que llegan a la conclusión o que perciben que no importa lo que hagan, su situación se mantendrá básicamente igual, estamos frente a posibles bombas de tiempo que nos explotan al interior del marco social con todas las repercusiones que arrastra. Conscientes de las dinámicas y los factores que dislocan nuestra vida social, las realidades y corrientes que fragmentan nuestras comunidades, a todos/as se nos convoca a responder y actuar para beneficio de nuestra tierra. La Universidad Interamericana de Puerto Rico se ha unido a la fila de quienes comprometen su tesón para aportar.
Lejos de servir exclusivamente como un centro docente, la Universidad ha trascendido sus fronteras para laborar mano a mano con la comunidad. Nuestros recintos y nuestras escuelas profesionales mantienen y continúan fortaleciendo los servicios comunitarios que se ofrecen en todo el País. Nuestro compromiso comunitario consiste mayormente de asistencia legal, prevención de drogas, alcohol y SIDA, adopción de escuelas, pequeños y medianos negocios, clínicas de optometría, servicios psicológicos, conservación del ambiente, trabajo en comunidades en
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desventajas y desarrollo profesional. Sobre este particular, demos una mirada a algunas de las iniciativas desplegadas por nuestra comunidad universitaria. A través del Programa Clínico de la Facultad de Derecho, tanto a estudiantes como a la comunidad en general se le provee la oportunidad de participar en novedosas clínicas y orientación legal. Ha dedicado esfuerzos arduos a trabajar en áreas como violencia doméstica, derechos de menores y ley de sustento de menores por mencionar varias. Es valioso señalar que se añadió una clínica externa de Derechos Civiles. En comunidades de escasos recursos materiales, se han enfocado con intencionalidad los elementos relativos a los derechos de vivienda y el problema de violencia en el ámbito hogareño. El Instituto de Prevencion, Drogas, Alcohol y SIDA continúa promoviendo una mejor calidad de vida en la sociedad puertorriqueña por medio de la educación, investigación y política pública para el control y la reducción del uso de drogas y alcohol, así como lo relativo al SIDA. Se han generado actividades diversas como orientaciones y adiestramientos, principalmente en escuelas, que han “tocado” más de 5,000 vidas. Respecto al trabajo realizado por la Universidad en las escuelas del País, podemos mencionar un total de 26 escuelas que han sido adoptadas por nuestros recintos. Algunos de los servicios brindados a estas escuelas son: adiestramientos para maestros en el área de la tecnología, asesoramiento y ayuda técnica al 1aboratorio de computadoras y orientación sobre e1 establecimiento de una biblioteca escolar. Además, se ofrecen talleres de destrezas en matemáticas y de otras disciplinas, de autoestima y motivación a los estudiantes. Se coordinan visitas a los recintos para que los estudiantes experimenten por un día e1 ambiente universitario.
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El Puerto Rico - Small Business Development Center (SBDC) es un organismo que 1abora en 1a promoción y el fortalecimiento de los pequeños y medianos negocios al proveerles servicios de apoyo integrado y multidisciplinarios de dimensión global en un ambiente innovador y tecnológico. A los empresarios de estos negocios se les ofrecen servicios de sólido asesoramiento gerencial y técnico, seminarios y otros. Para el año fiscal del 2003, se crearon 445 empleos y se retuvieron 380 para un total de 13,825 oportunidades de empleo para la economía local. El Programa Inter Empresa ha seguido fomentando la cultura empresarial entre el estudiantado. Por su lado, el Programa de Desarrollo Comunitario continúa brindando sus servicios de capacitación empresarial a personas en desventaja socioeconómica a través de Desarrollo de Empresas Rurales. Añadido a esto, se han ofrecido cursos empresariales para mujeres sobrevivientes de violencia doméstica en conjunto con la Coordinadora Paz para la Mujer. La Clínica de Optometría ha permanecido con el norte de apoyar a instituciones, en especial a personas de bajos recursos económicos en lo referente a la prevención, atención y el control de sus problemas visuales. Más de lOO,OOO pacientes se han beneficiado en Puerto Rico de los servicios de cuidado ocular primario que la Escuela dona. A nivel internacional, sobre 10,000 pacientes de México, Honduras, Venezuela y República Dominicana han recibido exámenes y espejuelos gratuitos gracias a los servicios voluntarios de la facultad y los estudiantes. Tal ha sido el trabajo llevado a cabo que la Asociación Internacional de Clubes de Leones Distrito de Puerto Rico dedicó su Convención Anual del 2003 a la Escuela de Optometría en reconocimiento a su obra.
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Además, la Clínica Interamericana de Servicios Psicológicos adscrita a la Escuela de Psicología del Recinto Metropolitano desarrolla y articula servicios de intervención psicológica que inc1uyen consultoría, talleres a padres y madres, talleres a maestros/as, talleres para mejoramiento profesional y terapia de familia, entre otros. Dichos servicios de la clínica aspiran cubrir las necesidades que corren desde la intervención temprana, con adolescentes y familias vulnerables. El Centro de Educación, Conservación e Interpretación Ambiental, mejor conocido por CECIA, se ha mantenido con la noble e imprescindible misión de fortalecer el grado de conciencia ambiental en la ciudadanía. Desarrolla y participa activamente en proyectos educativos, interpretativos y científicos que fomentan la conservación de ecosistemas. Sus cursos, charlas educativas e investigaciones científicas dan fe y prueba fehaciente de la agenda que se ha abrazado. Se ha trabajado en comunidades más desfavorecidas que tienen acueductos comunales con el fin de ofrecer ayuda técnica y educación sobre agua potable segura y asuntos ambientales en general. Algunas de las comunidades en desventaja servidas por nuestra universidad que podemos mencionar son: Maternillo y Mansión del Sapo de Fajardo, Loma del Viento y residencial Luis Palés Matos de Guayama, sector Parcelas de la comunidad de Dajaos en Bayamón, Reparto San Antonio y residencial Villa Universitaria de Barranquitas, Barrio Sabana Eneas de San Germán y la comunidad del Caño Martín Peña. La Universidad Interamericana se hace presente en diversas maneras en estas comunidades. Entre las actividades que se realizan podemos
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mencionar: ferias de salud, clínicas pediátricas, actividades sociales, conciertos musicales, actos ecuménicos, obras teatrales y visitas a hogares de niños y envejecientes. El Centro para el Desarrollo Profesional y Eventos Especiales fue creado en virtud de la responsabilidad que la Universidad Interamericana tiene con el mundo profesional, dada la naturaleza misma de nuestra institución como ente social. Se ofrecen, tanto a clientes internos como externos, servicios de talleres de consultoría, adiestramientos y seminarios para satisfacer las necesidades del sector privado y público. Todos estos proyectos y esfuerzos se unen a otras iniciativas de las unidades académicas que abonan al mismo propósito y se encaminan en la misma dirección. El ejercicio de este inventario no va encaminado a un estado de autocomplacencia vana, no es vociferar con prepotencia las “glorias” de la Institución. En realidad, es un llamado sagrado a reafirmar y renovar la misión de participar, obrar afirmativamente y aportar al devenir de nuestro quehacer nacional colectivo. Ante todo, celebramos con sencillez de corazón los logros de estas agendas y se nos recuerda que largo camino resta, que nos toca construir presentes y futuros con esperanza. Termino este mensaje citando del pasaje bíblico al que se diera lectura en mi iglesia el pasado domingo. El pasaje lo encontramos en San Lucas, capítulo 10, versículo 25 sobre el Buen Samaritano. El pasaje relata cuando un intérprete de la ley le pregunta a Jesús: “Maestro, haciendo qué cosas heredaré la vida eterna?” Jesús le contesta: “¿Qué está escrito
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en la ley? ¿Cómo lees?” A lo que el intérprete de la ley responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús contesta: “Bien has dicho, haz esto, y vivirás.” Este pasaje me hizo reflexionar durante toda la semana, la manera y forma en que practicamos nuestras creencias. Somos muy dados a honrar a Dios por lo cual cumplimos con 1a primera parte del mandamiento, mas en cuanto al segundo, vemos que cumplimos a cabalidad también en amarnos a nosotros mismos, pero hemos visto a través de la mañana de hoy cómo no estamos cumpliendo con el mandato de amar al prójimo como a nosotros mismos. No podemos estar amando al prójimo como a nosotros mismos cuando encontramos tantas necesidades en las comunidades. Esta Universidad, que aspira a una educación de excelencia rica en valores cristianos, tiene que esforzarse aún más en fomentar el servicio comunitario, despertar en nuestros estudiantes las actitudes y el deseo de servirle al prójimo con la misma intensidad con la que hoy en día nos complacemos a nosotros mismos.
Nos falta mucho camino por recorrer, es un caminar al que convoco a los estudiantes, a la facultad, a la administración universitaria, a las demás universidades, centros docentes y a la comunidad en general para que seamos modelo y ejemplo de cumplimiento del mandato del Señor.
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Mensaje del Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente Universidad Interamericana de Puerto Rico En ocasión del:
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DIÁLOGO SOBRE LA SITUACIÓN SOCIOMORAL DEL PAÍS
RETENCIÓN Y
DESERCIÓN ESCOLAR:
RETOS Y ALTERNATIVAS EN LA EDUCACIÓN
16 DE MARZO DE 2006 TEATRO RECINTO METROPOLITANO
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MENSAJE DEL PRESIDENTE 16 de marzo de 2006
Retención y Deserción Escolar: Retos y Alternativas en la Educación
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uevamente la Universidad Interamericana de Puerto Rico abre sus puertas para un diálogo sobre temas relacionados con las condiciones sociales del País, con su proyecto de Infraestructura Sociomoral. Este proyecto, este año observa su sexta celebración. Nace como una iniciativa de nuestra Junta de Síndicos para abrir en la Universidad Interamericana nuevos espacios para que, a partir de nuestra misión educativa, apuntemos hacia alternativas de acción, en conjunto
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con los sectores gubernamentales y privados. Mediante diálogos sobre las más apremiantes situaciones que afectan adversamente a la sociedad puertorriqueña, evalúa alternativas viables a su solución. El tema del diálogo que hoy sostendremos, y que presento en este mensaje, apunta hacia un asunto que, sin lugar a dudas, amerita mayor consideración: la deserción de los jóvenes al sistema educativo. Nos proponemos dialogar sobre los retos que plantea la deserción escolar, y plantear diversas alternativas que puedan promover una mayor retención.
Cuando nos referimos a la deserción escolar, entendemos por deserción escolar el fenómeno que resulta cuando, a pesar de la obligatoridad que se le adscribe en nuestro sistema social, los jóvenes que entran a la escuela elemental no completan su educación superior, su cuarto año. Trataremos sobre la deserción así entendida. La deserción escolar se ha estudiado desde múltiples puntos de vista, por lo que contamos con una compleja red de concepciones acerca de su dinámica, causas y efectos. Sin embargo, parece que poco existosas han sido las acciones, porque, por otro lado, la deserción escolar sigue en aumento. Las estadísticas de la Junta de Planificación, según publicadas indican que la deserción escolar a nivel de escuela superior está en
40%. Más de una tercera parte de los estudiantes que inician la escuela elemental no completarán el cuarto año. Sabemos que el Departamento de Educación ha implantado recientemente un
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Hon. Rafael Aragunde, Secretario de Educación acompañado por la Dra. Dora Nevárez
excelente sistema para recoger información sobre la asistencia tanto de estudiantes como de maestros, y por ello los felicitamos, particularmente al Secretario de Educación, Honorable Rafael Aragunde, por esta iniciativa. Este sistema es muy importante para conocer la trayectoria de la deserción escolar, y su relación con otras variables. Reconocemos que es muy prematuro para intentar un análisis con la información de ese sistema. Sin embargo, entendemos que es posible iniciar un amplio diálogo y que hay espacio para comenzar un proceso de reevaluar las condiciones actuales, a partir de los trabajos ya realizados y publicados, e ir aportando en la construcción de un marco o guía para acciones concertadas respecto al tema.
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Así, en esta mañana nos proponemos plantear las bases para iniciar ese diálogo, y servir de facilitadores a la gestión. Nos proponemos, hacer un breve resumen de las causas que reconocemos para la deserción, abundar sobre sus efectos, y entonces, presentarles un esquema con una visión alternativa sobre la cual puedan apuntarse algunas posibilidades para la intervención. Comencemos enfocando hacia sus causas. De las investigaciones sobre deserción escolar a nivel de escuela superior, podemos indicar al menos seis áreas que aglutinan factores relacionados con la deserción:
• Factores relacionados a la escuela, particularmente al aprovechamiento y/o la disciplina • Factores relacionados a necesidades económicas • Factores relacionados a condiciones familiares • Influencia de amistades • Migración y/o movilidad geográfica • Factores psicosociales Quiero mencionar, a modo de repaso, los factores que hemos agrupado en cada área, y aunque muchos son de común conocimiento, los replanteo en un nuevo contexto que más adelante insertaremos en una propuesta para la acción con metas claras y definidas. Además de situaciones económicas se ha mencionado el bajo aprovechamiento académico, las ausencias demasiado frecuentes, la falta de disciplina, incluyendo actos de violencia, malas relaciones
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con los maestros, y la calidad del ambiente escolar general. Respecto a situaciones económicas, y la calidad del ambiente escolar como causantes, entre otros de la deserción. Se ha mencionado la necesidad de mayores oportunidades de empleo, mejor remuneradas, aumentar los ingresos familiares muy bajos y atender necesidades y carencias que empujan los estudiantes fuera de la escuela. En el área de las relaciones familiares se recogen factores relacionados con el maltrato y la violencia doméstica; con jóvenes que tienen que dejar de asistir a la escuela para cuidar a uno y/o ambos padres u otros familiares; padres que prefieren que los hijos trabajen, y padres o encargados que sencillamente no asumen ninguna responsabilidad por la asistencia a la escuela de sus hijos. La influencia de amistades es otro factor reconocido, particularmente en áreas de pocas oportunidades económicas o de poca cohesión social, donde un amigo o amiga a veces de no muy buenas costumbres, es a veces la mayor influencia que tiene el joven estudiante. Otros factores se relacionan con el cambio de residencia: la movilidad ya sea hacia los Estados Unidos o a otro lugar, es también frecuentemente causa del abandono de los estudios. Muchos jóvenes se mudan fuera del País con sus familias para encontrarse frente a un idioma que no dominan, o frente a una sociedad diferente, y no pueden hacer los ajustes para mantenerse en la escuela. También hay varios casos donde ocurre lo inverso, jóvenes que emigraron y ahora regresan, y por ser su idioma el inglés, tienen problemas en la escuela y terminan por abandonarla. Los factores psicosociales, si bien constituyen una categoría diferente, son, en buena parte, el resultado de la falta de herramientas emocionales para lidiar con una o varias de las situaciones antes mencionadas. Los
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Presidente Manuel J. Fernós y el Dr. Pedro Mayol comparten con el Hon. Secretario Rafael Aragunde, Secretario de Educación, durante el VI Diálogo.
jóvenes pueden sentirse abrumados ante sus responsabilidades, o porque son maltratados en sus hogares, o son testigos de violencia doméstica, porque se sienten rechazados y viven con hostilidad por tener padres drogadictos o delincuentes, o porque han dejado de asistir a la escuela por no adaptarse luego a nuevos ambientes. Como consecuencia, pueden haber desarrollado un sentido de cinismo o actitudes violentas, y, en muchas ocasiones, dejan de asistir a la escuela, la que no les brinda espacios para lidiar con algunos de estos factores y otros problemas de difícil solución. En este punto quiero hacer un señalamiento muy importante. En el ámbito de la escuela superior privada, los datos publicados indican que a nivel de escuela superior la deserción es mínima.
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La discrepancia entre la deserción del sistema público y la del sistema privado nos lleva a preocuparnos. Esta diferencia tiene implicaciones muy grandes en la igualdad, y en la distribución de oportunidades. Esta preocupación, y su impacto en la sociedad, la retomaremos más adelante. Bien, pasemos ahora a considerar a algunos de los efectos más notables documentados de la deserción. Hay varias investigaciones que relacionan a la deserción con la delincuencia juvenil. Jóvenes ociosos, sin recursos económicos, sin apoyos familiares, con padres que tienen escasa escolaridad, tristemente representan el perfil más común del delincuente juvenil. Se trata de jóvenes que han perdido los horizontes, para los cuales la escuela, si busca reencaminarlos, necesita nuevas alternativas. Reconozco que ha habido esfuerzos exitosos de varias organizaciones sin fines de lucro, entre ellos el Proyecto Modelo para el Desarrollo Integral de Comunidades Urbanas en Desventaja Económica (conocido por MUNDI), que atiende varios residenciales; el Centro de Adolescentes de Gurabo; HUELLAS, que atiende Arecibo, Hatillo, Lares y Camuy; el Programa de Educación Comunal de Entrega y Servicio (PECES); la Compañía para el Desarrollo Integral de la Península de Cantera en San Juan, y varias otras iniciativas públicas y privadas que han logrado retener y devolver la esperanza a muchos jóvenes. Más adelante me referiré nuevamente a estas iniciativas. Otro de los efectos más reconocidos de la deserción es el impedimento
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para el desarrollo pleno del ser humano y de la sociedad desde la perspectiva socioeconómica. La deserción reduce o evita el completar el ciclo de educación superior de la persona, el cual, hoy más que nunca, es la llave no solamente para una mejor participación en los procesos de desarrollo económico, sino también de la estabilidad social y emocional de la sociedad. Si bien es cierto que en nuestra sociedad hay oportunidades para posteriormente completar la escuela superior, gracias a programas para adultos y otras opciones, también es cierto que el ciclo de dependencia de programas sociales, de baja autoestima, y otras condiciones asociadas con la falta de recursos económicos es más fuerte entre la población que no ha completado la escuela superior.
De continuar la deserción escolar en la misma proporción, donde más de una tercera parte de los jóvenes no completa la escuela superior, es fácil concebir en pocos años una sociedad donde gran parte de su población tenga serios problemas de autosuficiencia por no contar con los medios para obtener los servicios básicos, incluyendo servicios para su salud física y mental. Mayor dependencia de los servicios públicos, mayor inestabilidad social, mayor criminalidad, y menor potencial para el desarrollo económico son rasgos comunes de las sociedades modernas donde la poca escolaridad, entendida como completar la escuela superior, es característica.
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En este mundo de hoy, donde la tecnología y la globalización requieren cada vez más, una mayor especialidad en el conocimiento, y también mayor capacidad para el readiestramiento y reaprendizaje, ¿Cómo es posible que no reconozcamos la urgencia de una renovación escolar cuando tan alta proporción de nuestros jóvenes no completan siquiera la escuela superior, el nivel mínimo requerido por las sociedades en pleno desarrollo económico? Imposible. Considero agenda de emergencia unir esfuerzos para lograr una mejor retención escolar. Si ciertamente es claro y está documentado el efecto de la deserción en cuanto a generadora de limitaciones en el ámbito socioeconómico tanto en lo individual como en lo colectivo, existe otro efecto, que no se reconoce muy a menudo y que, sin embargo, considero mucho más profundo, con implicaciones más extensas y, me atrevo a afirmar, es de la mayor urgencia. Pensemos, por un momento, en lo que representa para cada uno de nosotros el concepto de igualdad de oportunidades. ¿Igualdad para qué? Para algunos, se tratará de un asunto de acceso a empleos bien remunerados. Para otros, de oportunidades de competir con justicia, y aún para otros más, es asunto de tener derecho a lograr sus aspiraciones de una vida plena. Algunos pensarán en que no se les discrimine por raza o sexo, y así sucesivamente cada uno podrá identificar uno o varios aspectos importantes en los cuales es indispensable la igualdad de oportunidades. Entonces, el siguiente paso es plantearnos, ¿Por qué es importante la igualdad de oportunidades? Fíjense bien, he cambiado la pregunta.
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Ya no es igualdad de oportunidades ¿Para qué? Pregunto ahora: ¿Por qué? Entre todas las respuestas que puedan ofrecerse, me atrevo a afirmar que sin igualdad no hay cohesión social. Porque una sociedad donde no hay esperanza, donde no hay justicia, ni opciones, va cubriendo a las personas con un manto de desinterés, de apatía, que lleva al cinismo y a la frustración. Y de ahí a la violencia ante la desesperanza. Lo creo así. Como seres humanos, aspiramos a realizarnos, a convivir en sociedad y lograr autosuficiencia. Terrible contradicción la de un sistema social que, por un lado, apunta a las oportunidades para la plena realización, mientras por otro, no se ocupa de establecer las bases para garantizar que todos sus miembros tengan igualdad de oportunidades, particularmente la juventud, a aquella juventud que hoy no goza de igualdad de oportunidades y cuenta con la escuela pública como base para abrirse las puertas. Y establecer esas bases, señoras y señores, es misión de todos. Otro nivel para abrir puertas es la universidad. A modo de breve nota, reconozco que nosotros, en la Universidad Interamericana, también tenemos deserción, particularmente en el primer y segundo año de estudios, y estamos iniciando acciones, levantando nuevas informaciones, innovando con nuevos modelos de orientación, con programas de atención a destrezas básicas, de reorientación, de metas. Queremos proveer la mejor educación a quienes nos llegan, facilitando el completar un grado universitario. Estamos comprometidos con proveer a nuestra juventud una mejor formación para la vida.
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Dra. Dora Nevares, Catedrática de la Facultad de Derecho
Pues bien, para transformar las causas de la deserción, tenemos que comenzar por los factores directamente relacionados con la escuela. Propongo que, antes de señalar acciones, repensemos la escuela. Ha habido muchos intentos de reforma, y como consecuencia, reconozco que hay áreas geográficas donde algunas escuelas han resultado más efectivas que otras, pero eso no es suficiente. Hay que trabajar con todas las escuelas. Miremos nuevamente cómo son, comparemos con lo que aspiramos, y busquemos nuevas visiones que lo posibiliten.
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La escuela pública no puede seguir siendo un lugar donde se separan las clases sociales, no puede convertirse en un cedazo para limitar las oportunidades. Propongo, como opción, que ampliemos nuestra visión del rol tradicional de la escuela. La escuela puede seguir siendo la estructura social que cumple la socialización temprana complementaria al hogar, y la formadora de valores y de conocimientos fundamentales para una vida social plena. Pero, señoras y señores, no como una organización aislada, no como un mero reflejo de la sociedad, sino como si la escuela fuera la sociedad. Si adoptamos los paradigmas de las nuevas ciencias físicas, los que nos han permitido transformar el mundo de hoy, es posible que consideremos la escuela como un holograma de la sociedad. Que como tal, en cada una de sus partes esté contenida la totalidad, no fragmentada, no parcial, sino completamente. Si trasladamos la metáfora a la escuela y la sociedad, comprenderemos que en cada uno de sus procesos, en cada una de sus partes, está contenida íntegra la sociedad. Así mismo, de cada una de las partes de la escuela, es posible reconstruir, conocer y trabajar hacia la sociedad a la que aspiramos. En la escuela se socializa, se forman valores, y además, se brinda experiencia directa sobre el trabajo en grupo. Reconoceremos lo que es la sociedad, cuando vemos el modelaje de roles, el compromiso que se
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demuestra, la manera en que se respetan los miembros de la comunidad escolar. Tenemos que cambiar la forma de pensar sobre la escuela. Si la pensamos como un holograma, comprenderemos que todos somos responsables de ella, a la luz de nuestra conciencia como miembros de la sociedad. Basta ya de afirmar que la escuela es un mero reflejo de la sociedad. Nosotros somos esa escuela, y la escuela somos nosotros. La ética, la responsabilidad, el compromiso con la igualdad para todos, la justicia social, y otras condiciones del espíritu social sobre las cuales se construye la sana convivencia, deben poderse apreciar y experimentar en las escuelas de manera que nuestra juventud se nutra de un espíritu de optimismo y de esperanza respecto de sus opciones, y lleve ese espírítu consigo a todos sus quehaceres sociales. Esta visión de la escuela que aquí proponemos, requiere que, más allá del currículo, más allá de la certificación del aprendizaje, sea igualmente importante el rol de forjar opciones para esperanzas y posiblidades, de crear los cimientos para un desarrollo igualitario de capacidades, aspiraciones, valores, emociones, conocimientos y actitudes los cuales serán posteriormente traducidos al individuo y a la sociedad en pleno. Requiere, en último caso, una escuela pública para todos y no
para algunas clases. Veamos un sencillo ejemplo para ilustrar las posibilidades de la metáfora del holograma: cuando viajo a los diferentes recintos de nuestro sistema universitario observo las escuelas por las que vamos pasando, y en casi todas las ocasiones hay grupos de estudiantes en la calle a horas en que deben estar en sus clases.
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Iris Rivera, Superintendente Auxiliar Distrito Escolar San Juan II
Esta misma imagen la seguí recibiendo a diario cuando pasaba por escuelas públicas a diferentes horas del día. Siempre hay grupos de estudiantes en las afueras de la escuela en horas de clase. Las razones pueden ser variadas. Sea porque tienen períodos libres, lo cual no es buena práctica, o porque el maestro está ausente, o sencillamente porque el estudiante no quiso entrar a la escuela, ¿Por qué están en la calle y no en la escuela? ¿Quién se preocupa de que estos jóvenes sean atendidos, de que reciban sus horarios escolares completos, de que tengan opciones para mantenerse en el plantel y no en la calle? ¿De quién es la responsabilidad? ¿Dónde están los maestros? ¿Dónde está el o la directora? ¿Dónde están los padres y madres? No se puede exigir disciplina si no hay responsabilidad. Ambas son importantes, para el hoy y para el mañana.
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De nada valen los currículos o tener las instalaciones adecuadas, si lo más importante, que es la responsabilidad y el respeto en el día a día no se practica dentro de la escuela. Quizás uno de los factores para esta situación es el abandono de la figura, en el 1960, del locus parentis, la escuela como sustituto del padre. Fragmentación de responsabilidades que, junto con otras condiciones sociales, ha traído una limitación en los roles para la disciplina de maestros directores que nos ha resultado nociva, casi fatal. ¿Qué derechos y obligaciones les confiere hoy día la Ley a padres y madres, maestras, maestros y directores de escuela, en la disciplina estudiantil? Es necesario que reexaminemos las leyes que disponen sobre el particular. Cuando la sociedad deja de asumir la responsabilidad del proceso educativo de manera integral, cuando no está dispuesta a trabajar en consenso para destacar todos los recursos necesarios a ésta, y apuntar hacia el desarrollo del estudiante en mente, cuerpo espíritu, cuando no asume responsabilidad por promover un sentido de disciplina en el estudiante y se toman las medidas para garantizarlo, cuando disculpa y acepta, como mal necesario el comportamiento corrupto tanto en la sociedad civil como en el servicio público, y cuando no toma las medidas necesarias para garantizar la igualdad de oportunidades, estamos manifestando fuerzas para la desintegración social a corto plazo, y lo que es más terrible, a largo plazo estamos enseñando a los jóvenes que en la sociedad futura no habrá tampoco consecuencia por el comportamiento delictivo. Podemos afirmar que, bajo esas condiciones, estamos sembrando para una sociedad apática y cínica, donde se pierda el sentido de la justa
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recompensa. Luego nos extraña que muchos jóvenes no le encuentren sentido a permanecer y completar el ciclo escolar.
Lo que nos debe extrañar es que no hayamos notado un sistema escolar que hacía tiempo daba señales de desintegración social, permitiendo la continuidad en la desigualdad de oportunidades. ¿Acaso no es la violencia en las escuelas la misma violencia social? Tratamos el asunto asignando más policías escolares, los cuales, sin duda tienen una función, pero ¿cómo intervenimos con los jóvenes violentos en la escuela si en la mayoría de los casos el director y los maestros les temen, y además, no tienen el respaldo ni los recursos para garantizar un clima de no violencia? ¿Qué pasa cuando se destruye la propiedad escolar? ¿Qué pasa con los padres y madres que no son capaces de disciplinar a sus hijos? Igual que en la sociedad, el más fuerte prevalece, y como la delincuencia aparenta no tener consecuencias, sigue continua y no se detiene. Así expuesto, regresemos a encaminar este mensaje hacia uno de posibilidades. La escuela es la sociedad y es sus crisis actuales, no obstante, puede convertirse en una tierra de esperanza, donde se practique la igualdad y la justicia social. Tomemos conciencia de su naturaleza, unamos esfuerzos, tracemos planes fuera de líneas partidistas, del tribalismo y trivialismo político que nos agobia y al cual todos le deberíamos decir ¡basta ya! Y que cada uno asuma su responsabilidad. A partir de una visión renovada de la relación escuela y sociedad, trabajemos en armonía para transformar el sistema educativo en una
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experiencia formadora en los más altos valores, de manera que la deserción escolar, en particular la de completar la escuela superior, sea un problema del pasado. Para revitalizar la escuela, y para intervenir exitosamente con la deserción, proponemos que es necesario actuar, simultáneamente, en al menos cinco dimensiones:
• La del contenido curricular • La del ambiente • La de los recursos • Del personal que participa en el proceso educativo • La visión social, la cual permea las tres dimensiones anteriores, de manera que configura sus características, sus contenidos y provee la forma de interrelaciones que éstos adquieren. A manera de temas para evaluación, a manera de propuestas preliminares para el diálogo, ofrecemos algunas recomendaciones. Son acciones a corto plazo, dirigidas a ir cerrando la brecha entre los que terminan y los que no terminan la escuela superior, pero no sustituyen el repensar la escuela pública en toda su extensión y posición en la estructura social.
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PRIMERO EN CUANTO AL CONTENIDO CURRICULAR: • Estudiar la oposición de reenfocar la escuela superior, y proveer dos rutas. Una ruta preparatoria para la universidad, y otra, de ofrecimientos vocacionales y técnicos. Hay suficiente demanda de carreras cortas, necesarias a la sociedad, que pudieran completarse en puente con la escuela superior, quizás añadiendo al currículo algunos créditos que ofrecerían la opción de una preparación vocacional rápida y pertinente al desarrollo económico y social. Pero ojo, no se trata de separar en cursos vocacionales de baja remuneración a unos pocos. Se trata de ampliar las oportunidades ofreciendo grados técnicos de la más alta calidad, los cuales están hoy en manos
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privadas, que amplien y no se limiten las opciones de estudio de los jóvenes puertorriqueños. • Estudiar también la posibilidad de ofrecer cursos a distancia en la escuela superior, donde el estudiante puede completar sus tareas y lecturas sin tener que asistir a la escuela presencialmente y pudiendo completar las clases en períodos fuera del horario regular de 8:00 a.m. a 3:00 p.m. Pensemos en proveer las herramientas necesarias a esta población de jóvenes embarazadas y madres jóvenes, de jovencitos que necesitan trabajar para ayudar económicamente a su familia. No excluyamos más a algunos jóvenes, busquemos opciones para que completen su educación. • Considerar la posibilidad de articular los programas curriculares a distancia y obtener convalidación con otros estados o países, de manera que los jóvenes que se ven obligados a abandonar la escuela por movilización geográfica puedan mantener el ritmo de estudios, y no verse obligados a comenzar a tomar un año de clases, como frecuentemente ocurre cuando van de Puerto Rico a otros estados de la nación norteamericana. • Considerar ofrecer, a distancia o presencialmente, la oportunidad de laboratorios de destrezas a estudiantes que presenten deficiencias en el aprovechamiento. La oportunidad de reaprender no se practica en nuestras escuelas, antes bien se pasa al estudiante de grado sin que muchas veces haya logrado el dominio de las detrezas necesarias para el grado, y esto, eventualmente, lleva a un punto donde no es posible más aprendizaje. Cuando hacemos esto, estamos perpetuando las desigualdades. No. Destaquemos los recursos necesarios para que la educación sea de la más alta calidad, competitiva, de excelencia.
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• Enriquecer el currículo con unidades de estudio en los cursos o programas sobre áreas tales como autoestima, pensamiento crítico, relaciones de familia, planificación económica…y temas que sean del interés de los estudiantes de la escuela en particular, y otorgar crédito por estos cursos. Las experiencias de aprendizaje no se tienen que limitar al currículo tradicional. Se pueden ofrecer y desarrollar otros temas y otras áreas que preparen al estudiante mejor para la vida en sociedad, o para entenderse a sí mismo. Si continuamos actuando como si no pasara nada, como si todos los jóvenes en el País recibieron la misma educación, estaremos perpetuando las distancias sociales. Vamos a proveer las mismas oportunidades a toda la juventud. • Reexaminar la enseñanza de valores. En todos los cursos, incluir experiencias dirigidas a despertar actitudes y conciencia que puedan llevar a la adopción de los valores cívicos y la responsabilidad ciudadana.
SEGUNDO EN CUANTO AL AMBIENTE DEL PLANTEL: Frecuentemente oimos a los estudiantes quejarse de que no pueden quedarse en la escuela en los períodos libres porque molestan.
¿Qué pasó con las bibliotecas, con las canchas, con los parques? ¿En qué condiciones físicas están las escuelas?, Oiga ¿acaso ocurre lo mismo en las escuelas privadas? Podemos promover un mejor ambiente para la retención, si promovemos:
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Dra. Mercedes Cintrón, Directora Ejecutiva de Jóvenes de Puerto Rico en Riesgo.
• Más instalaciones deportivas seguras. • Oportunidades para la expresión de habilidades especiales, dentro y fuera del horario escolar, para ampliar el alcance de la escuela. Proveamos mejores espacios para el aprendizaje, para hacer asignaciones, por ejemplo, abrir las bibliotecas más allá del horario escolar. • Una planta física más agradable, donde el ambiente sea conducente a la reflexión y estudio, y un mejor apoyo para el mantenimiento de las estructuras. ¿Por qué tiene que ser la escuela pública la más fea?
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• Un ambiente de seguridad, con el apoyo de la policía. ¡Los jóvenes se lo merecen! • Un ambiente de disciplina y orden. Si volvemos al holograma, entenderemos que donde no hay orden, el estudiante aprenderá a vivir sin orden y respeto a la persona y a la propiedad. Modelemos el orden social en el que todavía creemos.
TERCERO EN CUANTO A LOS RECURSOS: • Si el material didáctico y los recursos relacionados que requiere la escuela no están disponibles a tiempo, ¿de quién es la responsabilidad? Es necesario revisar la organización de las gestiones administrativas que de ellos se ocupan. • Hay otros recursos que son importantes para la escuela. En la comunidad externa hay organizaciones, servicios y materiales que pueden apoyar el proceso educativo. Por ejemplo, fomentar que las corporaciones privadas adscriban recursos para desarrollar programas para incentivos, tales como estudios pagados, viajes y otros, a maestros y estudiantes. • Otro recurso valioso puede estar en los mismos jóvenes. El joven que regresa o que, con altas posibilidades de riesgo, se logra graduar, puede convertirse, a su vez, en tutor de otro joven. ¿Quién mejor que alguien que ha madurado y transformado su pensamiento para comunicárselo a sus pares?
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• Otro recurso es la prensa. Se puede trabajar con ella, particularmente la regional, y con los medios para publicar historias exitosas. Cuántas veces se publican los horrores, pero no las bondades de la escuela pública. Holograma de una sociedad terrible, una escuela terrible. Cuántos maestros han significado una diferencia para estudiantes en riesgo de desertar, y no se han reconocido. Cada comunidad puede hacer una campaña, según sus recursos, para promover las ventajas de permanecer en la escuela. Seamos más proactivos, menos sensacionalistas.
CUARTO DEL PERSONAL QUE PARTICIPA DE CERCA EN EL PROCESO EDUCATIVO: Maestros, directores, orientadores, padres, así como el personal de apoyo a nivel escolar deben ser parte de una nueva escuela. Cada uno tiene que asumir nuevas actitudes, junto con sus derechos: • Los padres tienen el derecho, y también la responsabilidad, de participar en la educación de los hijos. Si bien reconocemos que hay una fuerte relación entre el aprovechamiento escolar, la posibilidad de desertar, y el ambiente familiar, es muy fácil echarle toda la responsabilidad al estado y clamar porque las escuelas se responsabilicen del progreso y la disciplina que las familias muchas veces no asumen.
¿Cómo es que hay muchas familias que se ocupan de recibir las ayudas sociales, pero no de participar en las actividades escolares? ¿Cómo es que hay padres
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y madres que nunca visitan la escuela? ¿Qué no se enteran de la asistencia de sus hijos a la misma?
Desarrollemos una mayor responsabilidad en la educación de los jóvenes. Quizás la alternativa es promover la asistencia obligatoria de los padres a talleres participativos, quizás es promover opciones para reeducar a los padres en su rol para apoyar la enseñanza, quizás es promover opciones para que los mismos padres se readiestren. Pensemos en opciones de cómo atraer a los padres, que generalmente pertencen a los sectores de menores ingresos, a participar más en la educación de sus hijos. • Promover opciones para que los maestros y el director escolar tengan más autoridad para impartir disciplina. No se trata de castigo físico: se trata de un mayor énfasis respecto a las responsabilidades de los estudiantes en cuanto a su trabajo académico y su comportamiento. Los maestros necesitan el apoyo de la Ley y el respeto de los padres, de la comunidad y de la sociedad para hacer su labor educativa y formativa. Mejores condiciones nos pueden ayudar a ofrecer la educación que buscamos. • Dar mayor autonomía a los directores escolares en el manejo de sus recursos, en particular en el desarrollo de programas específicos para atender las necesidades de la escuela. ¿Cuándo fue la última vez que se revisó el puesto de director escolar? ¿Qué oportunidades de formación profesional continua se le ofrecen?
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Y POR ÚLTIMO EN CUANTO A LA VISIÓN SOCIAL, A LA FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN: ¿Por qué no reconceptualiza el proceso educativo de acuerdo con una visión diferente de nuestra sociedad puertorriqueña y de la sociedad global? Echemos una breve mirada a nuestra realidad socieconómica. Por un lado, en la sociedad puertorriqueña, en los últimos 10 años, hemos experimentado una brecha entre el modelo de desarrollo socioeconómico y el desarrollo social. En la economía de Puerto Rico, la Tasa de
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Crecimiento del Producto Bruto en el 2005 fue de 2.4% y se proyecta un modesto crecimiento de 2.0% para el próximo año. La Tasa de Desempleo actual está en cerca de 11.9%. Por otro lado, la Tasa de Inflación fue de 8.9% en el 2005, la mayor en los últimos 10 años, comparada con una tasa de inflación de 2.0% para los Estados Unidos. Y finalmente, el índice de precios del consumidor puertorriqueño aumentó en 13.8% comparado con el año pasado. Estas condiciones económicas actuales hacen por un lado, que los recursos públicos sean más limitados. Por otro lado, retrasa el crecimiento de los sectores económicos y abrevia las oportunidades para la participación en ellos. Si los recursos públicos son más limitados, hay que ver cómo se utilizan los que tenemos disponibles. Llegó el momento de dejar de pensar que todos los problemas se solucionan con más recursos. Hay que hacer ajustes, pero no se puede dejar de hacer. El reto consiste en participar en conjunto, aportar cada uno, e idear maneras de enfrentar la baja en los recursos públicos. Por otro lado, señalamos que las condiciones apuntan a que no todos los sectores económicos están creciendo al mismo ritmo. Si bien la educación profesional es deseable, ¿Por qué no reconceptualizar el proceso educativo y reenfocar hacia una escuela donde el desarrollo de autoempresas sea igualmente deseable? Los proyectos existosos de retención que mencióné antes tienen tres características comunes. Primero, atienden no sólo los factores académicos, sino también factores psicosociales. Segundo, son estimulantes, pues no todos los desertores son problemáticos o están faltos de inteligencia. Y tercero, la mayoría de estos proyectos incluye el desarrollo de opciones
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para la autogestión económica, como alternativas viables de participación a los sectores tradicionales del proceso educativo.
Señoras y señores, muchísimos de los jóvenes desertores perciben la falta de oportunidades de una economía lenta, perciben la desigualdad, la aceptación trastocada de valores, la corrupción, y sin el apoyo en sus hogares, y muy poco en la escuela, se preguntan ¿vale la pena completar la escuela ahora?
Para una mayor retención, hay que repensar la escuela en la sociedad. Hay que articular el proceso educativo, por un lado, a la realidad social, y por otro a las vivencias y preocupaciones del estudiante. Y no de manera distinta para unos, sino con el mismo optimismo para todos.
PUES BIEN, RESUMO: Los tiempos de hoy demandan mayor educación para mayor igualdad en la participación en los procesos socioeconómicos, tanto como para una igualdad en la calidad de vida. Las sociedades más educadas han demostrado tener menos situaciones de crisis sociales, mayor estabilidad y mejor distribución del ingreso entre otras cosas, por las iniciativas de sus miembros. Entendemos que atencer la deserción escolar, por los impactos sociales mencionados, es urgente. Si bien el crecimiento económico del
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País hoy día es un tanto lento, exhibiendo un crecimiento por debajo del experimentado normalmente, eso no quiere decir que hay que abandonar la escuela pública porque no hay suficiente recursos. Precisamente por la importancia que tiene la educación en el desarrollo social y económico, hay que hacer más con menos. Señalamos algunas posibilidades a corto plazo, y la mayoría no implica recursos públicos adicionales. A más largo plazo, es necesario repensar la naturaleza de la escuela, y modelar mejor con ejemplo de valores como la igualdad, el acceso indiscriminado a todos los beneficios, la justa distribución de riquezas, terminar con la mentalidad de la dependencia, sembrar la responsabilidad en todos los ámbitos, la tolerancia, y el respeto por todo lo creado, para convivir en paz, hoy y también mañana.
¿Es esto un sueño o es una realidad? La respuesta: es una necesidad.
Muchas gracias.
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Mensaje del Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente Universidad Interamericana de Puerto Rico En ocasión del:
VII DIÁLOGO SOBRE LA SITUACIÓN SOCIOMORAL DEL PAÍS
LAS ORGANIZACIONES DE
BASE COMUNITARIA Y SU APORTACIÓN AL
BIENESTAR DEL PAÍS: VOLUNTARIADO, SOLIDARIDAD Y ACCIÓN
3 DE ABRIL DE 2008 TEATRO RECINTO METROPOLITANO
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MENSAJE DEL PRESIDENTE 3 de abril de 2008
Las Organizaciones de Base Comunitaria y su Aportación al Bienestar del País
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uy buenos días a todos los presentes. En esta mañana, la Universidad Interamericana de Puerto Rico abre de nuevo sus puertas a la comunidad del País para un séptimo diálogo sobre temas de relevancia a las condiciones sociales de Puerto Rico, bajo los objetivos del Proyecto de Infraestructura Sociomoral.
Cónsonos con nuestra misión educativa, la Junta de Síndicos nos encomendó propiciar diálogos sobre temas sociomorales, mediante los cuales se facilitase el análisis del estado de situación del País.
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Como facilitadores de esta encomienda, hemos atendido varios temas: justicia social, condiciones de la juventud, la familia, y deserción escolar, entre otros. Este año le toca el turno a un tema que, sin duda, tiene alta relevancia ante las complejas condiciones económicas y estructurales del Puerto Rico actual frente a las situaciones que debe atender una sociedad democrática. Se trata de las organizaciones para el servicio comunitario. En esta mañana nos proponemos presentar un breve panorama de la situación actual de las organizaciones de base comunitaria en Puerto Rico, su valor, y su futuro. Para ello nos hemos formulado tres sencillas preguntas, con respuestas no tan sencillas:
¿Qué son las organizaciones de base comunitaria, del llamado tercer sector? ¿Qué aportación han tenido y tienen hoy día en la sociedad puertorriqueña? ¿Qué más podemos hacer? Veamos. Generalmente conocemos a las organizaciones de base comunitaria como aquellas que proveen una serie de servicios a la comunidad, o a la sociedad más amplia, sin generar ganancia o lucro. Pocos conocen que para el 2002 había en el País 4,347 organizaciones de base comunitaria identificadas. Estoy seguro de que hoy hay más. Sus objetivos cubren una gran diversidad de áreas, entre ellas organizaciones para servicios de salud, recreativa, religiosa, deportiva, social, ambiental y cultural. Ante esta diversidad, es conveniente afinar un poco su definición. Un estudio de hace unos años de las organizaciones sin fines de lucro a nivel de toda la Isla, encomendado por cuatro organizaciones a la firma Estudios Técnicos, nos provee dos perspectivas para una definición de estas organizaciones.
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Como primera perspectiva, se puede utilizar la definición legal y formal según el modelo del Urban Institute: “cualquier entidad no gubernamental, legalmente constituída e incorporada bajo las leyes de algún estado como una corporación sin fines de lucro o caritativa, que ha sido establecida para un propósito público y que está exenta de contribuciones de acuerdo al Código de Rentas Internas Federal.” Una segunda perspectiva se ocupa de las funciones, usando tres renglones: 1. La causa a la que sirven (salud, recreación, derechos ambientales…) 2. Los beneficiarios a los que sirven (desde grupos especiales a
grupos amplios), 3. El bien o servicio que brindan (albergue, comidas, educación, servicios de salud, etc.) Para la mayoría de las personas, según apunta el mismo estudio, hay dos percepciones erróneas de lo que son las organizaciones sin fines de lucro. La primera es que las organizaciones sin fines de lucro se concentran exclusivamente en la prestación de servicios de índole social individual, y la segunda que estas organizaciones no reciben fondos externos, ni de agencias públicas ni del sector privado. Por un lado, los estudios han demostrado que las organizaciones comunitarias no son prestadoras de servicios sociales exclusivamente, sino que gestan servicios amplios, en diferentes áreas incluyendo la gestión económica, y pueden ser grupos de amplia acción social,
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transformando la comunidad y hasta la sociedad de muchas maneras. En el panel tenemos ejemplos de ello. El segundo mito de que no cuentan con un apoyo fiscal externo significativo, tampoco es totalmente cierto. Para varias organizaciones, se ha evidenciado que las donaciones y aportaciones del sector privado y del gobierno han ido en aumento. Actualmente en Puerto Rico tenemos en funciones varias organizaciones para el desarrollo comunitario donde existe una estrecha cooperación con el gobierno, el cual aporta materiales, recursos fiscales y otros bienes, mientras que las organizaciones aportan el trabajo voluntario.
Hay un concepto que debemos tener presente al considerar la naturaleza de las organizaciones comunitarias, en cualquiera de sus fines, y es el voluntariado, elemento que considero definitorio de la gestión comunitaria. Caracteriza al trabajo voluntario un innegable elemento de solidaridad social, de interés por lo colectivo. Requiere, además, actuar uniendo fuerzas, y tiene una motivación no económica, donde no se espera remuneración igual al trabajo realizado. Además, y en esto coinciden todos los proyectos de voluntarios a nivel internacional, el voluntariado está fundamentado en la acción. Se ha definido el voluntariado como la actuación voluntaria de una persona; es el resultado de una libre elección, es una opción ética, personal, gratuita, que no espera retribución o recompensa. En este sentido cabe distinguirla de la acción voluntaria en beneficio propio, como podría ser un pasatiempo, o de la acción de una empresa, entidad o corporación.
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La ex gobernadora de Puerto Rico, honorable Sila M. Calderón, fue parte del panel que participó en esta actividad, en representación de la Fundación Centro para Puerto Rico. Este panel reaccionó al mensaje dado por el Presidente de la Universidad Interamericana.
En este punto es posible afirmar que en Puerto Rico las organizaciones de base comunitaria se pueden concebir como entidades no gubernamentales con fines diversos, que prestan servicios a personas o a grupos tanto de la comunidad inmediata como de sectores geográficos más amplios, y que cuentan en la mayoría de los casos con el apoyo del gobierno (local, estatal o federal), o del sector privado. Generalmente sus miembros son voluntarios, y siempre sus objetivos van dirigidos al bien común. Son entidades organizadas por la sociedad civil para llevar a cabo diversas funciones con fines públicos, pero es posible que en empresas privadas también se efectúen, esporádicamente, gestiones comunitarias voluntarias. Sin embargo, a fines de este diálogo, nos vamos a limitar a
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las organizaciones de la sociedad civil, que organizada y sistemáticamente realizan labor comunitaria.
Pues bien, ante lo dicho, es evidente que estamos, entonces, ante una gestión social concreta, identificable, que existe en nuestro País organizada y sistemáticamente, más allá de la tradición de generosidad que nos caracteriza como pueblo. Es una gestión de solidaridad. Y sin embargo, es posible afirmar que la gestión comunitaria no ha recibido todo el reconocimiento y el apoyo que amerita, a pesar de tener la capacidad de ser una fuerza mayor en la gestión para el desarrollo social y democrático de Puerto Rico.
Afirmando que es una fuerza mayor, vale la pregunta, ¿cuál es la aportación de estas organizaciones y de la gestión del voluntariado al País? Podemos verla desde dos ópticas- una económica tradicional, y otra, desde la formación de capital social. Vamos a la primera: Según datos del estudio del 2002 antes mencionado: 1. El sector de las ORGANIZACIONES SIN FINES DE LUCRO (OSFL) contribuyó con $2,156 millones al Producto Bruto (PB) del País en el año 2000. En el año 2007 esta contribución subió a $3,041. Este estimado es uno conservador que contabiliza sólo la nómina del sector y el trabajo voluntario.
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Si se añaden otros gastos, se calcula que el valor de los servicios en el sector puede sobrepasar un 8.3% del Producto Bruto Nacional. 2. Las ORGANIZACIONES SIN FINES DE LUCRO (OSFL) generaron entre 113,000 y 121,000 empleos directos, lo que representa más empleos que los generados por el turismo y la agricultura. 3. Las ORGANIZACIONES SIN FINES DE LUCRO contaron con 178,727 voluntarios en el 2000. Si convertimos la labor de los voluntarios en empleos de tiempo completo, éstos equivalen a 17,708 empleados a tiempo completo. Esta cifra se ha duplicado, y para el 2007, equivaldría a 36,224 empleos a tiempo completo. 4. Un estimado conservador del número de beneficiarios de las ORGANIZACIONES SIN FINES DE LUCRO es entre 500 mil a 600 mil personas. 5. Las ORGANIZACIONES SIN FINES DE LUCRO presentan servicios en un sinnúmero de áreas. Aunque sus ofrecimientos se concentran en las áreas de servicios en educación y servicios de salud, también la autogestión ha ido creciendo. 6. Al analizar el costo evitado al sector público que representa contar con las organizaciones del tercer sector, se hace evidente que de no existir las ORGANIZACIONES SIN FINES DE LUCRO o de estas tener que reducir sus servicios la responsabilidad del gobierno aumentará significativamente, así como su carga fiscal.
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También el mayor Jorge Marzán, participó en esta actividad, en representación del Salvation Army.
Tan eficiente es la labor de estas organizaciones que hace una semana el rotativo El Nuevo Día, al resumir el Tercer Estudio que da continuidad al que anteriormente citamos del 2002 sobre las organizaciones sin fines de lucro, indicó y citamos “por cada dólar que el gobierno transfiere a una organización sin fines de lucro para que provea servicios de salud, tendría que invertir $7 para ofrecer los mismos servicios…” Cita, además, que en el caso de los servicios educativos, lo que una organización sin fines de lucro hace con $1 al gobierno costaría $11 si una entidad pública ofrece el servicio. Generalmente, en una sociedad democrática recae sobre la estructura gubernamental la responsabilidad, tanto como las decisiones sobre
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el desarrollo económico, la educación, la salud, la seguridad, y todas las demás áreas que atienden a la sociedad. Sin embargo, también sabemos que no hay suficientes recursos, suficientes agencias, para atender simultáneamente todo lo que es necesario atender. La evidencia de la eficiencia de la gestión de las organizaciones sin fines de lucro es contundente. Estas, señoras y señores, son varias de las razones principales para comprender la importancia de estas organizaciones de la sociedad civil, del tercer sector, las organizaciones de base comunitaria. Pero hay mucho más. Vamos a ver la función de las organizaciones sin fines de lucro desde otra óptica, la formación de capital social. Fíjense ustedes, capital social es el concepto que surge para definir una serie de condiciones no económicas necesarias para el fomento de la democracia y el desarrollo. Contribuye a fortalecer tanto a las personas con las redes sociales, y facilita que la gestión pública sea más eficiente en la atención a las desigualdades sociales. ¿Cómo ocurre esto? El concepto de capital social trae un nuevo enfoque humanista al desarrollo económico, democrático y social. Concibe a la pobreza más allá del acceso limitado a bienes y servicios materiales. La pobreza es también acceso limitado al respeto, al aprecio y a la participación informada. Es acceso a bienes y servicios socio-emocionales. Recientes estudios del Banco Mundial han concluido que para el desarrollo económico y la democracia no es suficiente adelantar en bienes y servicios físicos, sino que también es imprescindible adelantar en los bienes socio-emocionales.
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En esencia, una de las premisas básicas del concepto de capital social es que una causa importante de la pobreza es el déficit que tienen los llamados “pobres” en redes de recursos para ser agentes activos en la solución de sus problemas. Agentes activos, apoderados, para ser actores en la solución de sus problemas, para ser participantes informados en los procesos sociales, para libre y voluntariamente aportar al desarrollo de las políticas sociales con las que se construye la democracia. Por esto, la óptica del capital social es la más poderosa para comprender la importancia de la gestión de las organizaciones de base comunitaria. Esta gestión, por sobre todo, fomenta la asociatividad, la confianza interpersonal, la conciencia cívica, el aprendizaje en redes sociales, en una palabra, la tan necesaria solidaridad. Señoras y señores, no existe la democracia sin la solidaridad, y sin la participación de todos los sectores, bases del capital social. Facilitar el desarrollo del capital social mediante el fomento de la gestión comunitaria es adoptar un nuevo modelo de gobierno democrático, donde la igualdad de opciones de los ciudadanos es el objetivo central. Se le llama a este modelo gobernanza democrática. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, “la gobernaza democrática es el sistema de valores, políticas e instituciones a través de las cuales una sociedad gestiona sus asuntos económicos, políticos y sociales mediante las interacciones con y entre el estado, la sociedad civil y el sector privado.” La participación de las organizaciones de base comunitaria, es, por tanto, fundamental.
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El Ing. José L. Díaz Cotto, se dirigió a la concurrencia, en representación de los Centros Sor Isolina Ferré.
Puerto Rico es una sociedad donde, a pesar de los retos que presentan el bajo crecimiento económico actual, producto entre otros factores de una desaceleración de la economía federal, hay esperanza de un mejor futuro. Tenemos miles de proyectos de gestión comunitaria, y podemos decir que ha habido un crecimiento de los proyectos de gestiones de gobernanza democrática.
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Señoras y señores, este es un pueblo donde hay solidaridad. El concepto de gobernanza ha sido bien entendido, y se está sembrando y esparciendo con esmero.
El valor del desarrollo del capital social para nuestro hacer colectivo es innegable. Hay acción. Hay esperanza. Los cuatro panelistas invitados son vivo ejemplo de la diversidad de objetivos y las múltiples formas que tiene la gestión comunitaria del Puerto Rico de hoy. Así, convencidos sobre el valor de la gestión comunitaria, podemos insertar aquí un punto que pocas veces es considerado cuando se habla de las aportaciones de las organizaciones de base comunitaria: el rol de las instituciones universitarias sin fines de lucro en la formación del capital social.
En la Universidad Interamericana estamos convencidos que la educación superior tiene, entre sus fines, desarrollar sus programas y servicios para servir a las comunidades, para contribuir a la justicia social, para contribuir a formar capital social. A través del aprendizaje y la enseñanza en la práctica de los valores propios de una gobernanza democrática, y con el compromiso y la colaboración de la facultad, los estudiantes y el personal administrativo, se va construyendo capital social cuando se van formando generaciones
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que pueden contribuir positivamente con la comunidad a nivel local, nacional e internacional. El compromiso de acción de nuestra Universidad para el fomento de la gestión comunitaria promotora del capital social se ejemplifica con 19 proyectos activos este año, de los cuales voy a presentar dos ejemplos: Uno es la Clínica de Asistencia Legal para personas de edad avanzada, en Coordinación con la Oficina de la Procuradora de Personas de Edad Avanzada, y el otro, nuestro proyecto de servicio a las comunidades del Caño Martín Peña.
Bajo el primero integramos esfuerzos de práctica de estudiantes, de voluntarios, agencias del gobierno y otros recursos privados en apoyo a las necesidades legales de la población de envejecientes de escasos recursos. Bajo el segundo, estamos desde el 2003 con las ocho comunidades que conforman el Caño Marín Peña. El propósito de la Universidad ha sido y es educar a esta comunidad, a través de más de 18 áreas de servicio y ofrecerles mayores herramientas que les permitan elevar sus condiciones de vida, incluyendo su salud, educación y desarrollo económico y social y construir redes para la autogestión. Nuestra conciencia de la importancia de contribuir al voluntariado no termina ahí. Además de estos ejemplos de proyectos, nuestra Institución tiene como requisito el servicio comunitario en el Curso de Ética (GEPE 4040) dentro del Programa de Educación General. Este curso, Dimensiones Éticas de Asuntos Contemporáneos, es un curso medular obligado, a todas las concentraciones y especialidades.
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El Dr. José Vargas Vidot, se unió al panel que participó, en representación de Iniciativa Comunitaria.
La Universidad Interamericana cree en el voluntariado y en la formación de capital social, y la Universidad toma acción para implantarlos. Bien, finalmente, llegamos a la última pregunta: ¿Qué más podemos hacer como sociedad para continuar el fomento del desarrollo social igualitario, mediante el apoyo a las organizaciones de base comunitaria?
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Hay mucho que podemos hacer. Tomando a la Universidad como ejemplo: 1. Podemos ampliar nuestra gestión directa de colaboración con las organizaciones de base comunitaria. 2. Podemos ir en mayor colaboración con organizaciones públicas o privadas. 3. Podemos ampliar el alcance de la experiencia de servicio comunitario directo, que ofrecemos principalmente a través del curso de Ética que antes mencioné, de manera que se extienda a otros cursos esta oportunidad de aportar al servicio comunitario, de crear capital social. 4. En la sociedad, ¿qué podemos hacer? • Primero, es necesario crear mayor conciencia de que el desarrollo social no es solamente en bienes materiales, sino también ES capacidad para libre y voluntariamente participar en la solución de los problemas que nos aquejan. • Segundo, es necesario mayor educación a todos los puertorriqueños sobre nuestra capacidad de autogestión y sobre el valor de la solidaridad. • Tercero, mayor educación sobre las posibilidades de acción de las organizaciones sin fines de lucro y el voluntariado.
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En resumen, aquĂ lo que hace falta es abrir de par en par las puertas al voluntariado, otorgando mĂĄs recursos a quienes tan eficientemente los utilizan. Todo Puerto Rico ganarĂĄ con ello. Muchas gracias.
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Mensaje del Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente Universidad Interamericana de Puerto Rico En ocasión del:
VIII DIÁLOGO SOBRE LA SITUACIÓN SOCIOMORAL DEL PAÍS
CRIMINALIDAD Y
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13 DE OCTUBRE DE 2010 TEATRO RECINTO METROPOLITANO
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MENSAJE DEL PRESIDENTE 13 de octubre de 2010
Criminalidad y Seguridad Ciudadana
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uy buenos días al distinguido público que nos acompaña en esta mañana. Agradecemos su presencia en este Octavo Diálogo con la comunidad puertorriqueña, el cual completa la primera serie del Proyecto de Infraestructura Sociomoral que la Universidad Interamericana ha desarrollado desde el 1998.
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CRIMINALIDAD Y SEGURIDAD CIUDADANA
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El Proyecto de Infraestructura nace como una iniciativa de nuestra Junta de Síndicos y está dirigido a abrir nuevos espacios de diálogo con la comunidad, en los que la Universidad pueda descargar su responsabilidad social delineando caminos hacia una mejor convivencia, propiciando intercambios sobre situaciones apremiantes que afectan adversamente nuestra sociedad. A lo largo de un período de 12 años hemos tratado variados y diversos temas, entre ellos la religión y cultura, familia y juventud, educación y valores, la universidad al servicio de la comunidad, retención y deserción escolar, de las organizaciones de base comunitaria, y otros, abriendo puertas para verdaderos diálogos entre el sector púbico y el privado, entre investigadores, líderes comunitarios y ciudadanos que están comprometidos con aportar al bienestar social. Esta mañana le ha tocado el turno a uno de los problemas de mayor preocupación entre todos los puertorriqueños: la criminalidad. Es triste la notoriedad que trae este tema a nuestra vida cotidiana, donde día tras día los periódicos y los medios de comunicación nos describen diferentes aspectos de su expresión, y donde vemos que sigue creciendo el número de actos criminales. La criminalidad, por su complejidad en lo que respecta a sus causas, consecuencias, mecanismos de prevención, desaliento, castigo y rehabilitación, requieren no de un solo mensaje de corta duración, sino de un análisis serio, continuo y profundo de parte de todos. La Universidad Interamericana abre hoy, pues, un espacio para el diálogo académico, donde comparte con el público trabajos publicados,
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investigaciones y mejores prácticas de organizaciones que sin duda son parte de un esfuerzo colectivo de diferentes niveles de nuestra sociedad.
Los puertorriqueños no podemos responder con desaliento ante la criminalidad que amenaza nuestra seguridad de manera muy profunda. Creemos que hay modos de reducir la criminalidad y nuestro objetivo es dar a conocer nuestra posición, ante las posibilidades que entendemos hay en cada uno de nosotros, individual o colectivamente, para lidiar con el problema. Se puede definir la criminalidad de dos maneras: por un lado, se llama así al conjunto de características que hacen que una acción sea criminal y por otro lado, se usa la palabra para hablar del número de crímenes cometidos en determinado sitio durante un lapso de tiempo. A fines de esta ponencia, nos ocuparemos de ambas definiciones. La criminalidad nos conmueve a todos y de muchas maneras. Como universitarios, porque entendemos el impacto que tiene en toda la sociedad donde vivimos la rampante violación de los códigos de ética y moral social, particularmente entre la juventud; como profesionales, porque nos sobrecoge la magnitud del problema frente al esfuerzo y los recursos que conllevan atacarlo, y deseamos aportar en la medida que seamos más efectivos, y como puertorriqueños, porque nos duele, en cada acto criminal, el destrozo físico, mental, emocional y espiritual de nuestro prójimo, de nuestras familias, de nosotros mismos.
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A fines de proveer un marco teórico para esta exposición, consideremos cuatro conceptos que concebimos son fundamentales: el contrato social, la seguridad, la distribución igualitaria o equitativa de los bienes sociales, y los valores. El primero, el contrato social, es el acuerdo de una sociedad mediante el cual se constituye en un estado político y se establecen los poderes y deberes del gobierno y los ciudadanos hacen reserva de sus derechos frente al estado y a terceros. En el caso de Puerto Rico, el contrato social es la Constitución del Estado Libre Asociado. En ella se establecen tres ramas de gobierno donde se disponen los poderes y deberes del gobierno. Por otro lado, en la Carta de Derechos se consignan los derechos que la ciudadanía se reservó para sí, frente a los poderes del Estado y frente a terceros. Estos derechos, tales como la dignidad del ser humano, la igualdad de las personas ante la ley, la prohibición de todo tipo de discrimen, la libertad de culto, la libertad de palabra, de reunión y de prensa, el derecho a la educación, a la vida y a la propiedad, constituyen los valores fundamentales de la sociedad puertorriqueña. Quien violenta estos valores, violenta el contrato social, violenta la paz y el orden público. Este conjunto de valores constituyen la base para la prohibición mediante la tipificación de delitos, de aquellas conductas que violentan estas normas de convivencia. En palabras del Jurista Jiménez de Asua, “El Derecho Penal garantiza, pero no crea las normas”. El segundo concepto de esta exposición, como dijéramos, es la seguridad del ciudadano, la entendemos como el producto de un delicado balance entre las libertades individuales, las normas y leyes, y la garantía de un buen acceso y distribución de las condiciones educativas, económicas, y de la gestión pública, para que todo ciudadano se desarrolle plenamente.
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La seguridad incluye, por tanto, la confianza en que la sociedad tomará medidas para que haya una justa distribución al ofrecer las condiciones para el pleno desarrollo de todos sus ciudadanos, para la justa convivencia. Fíjense que se dijo distribución y no solamente acceso. Hay una gran diferencia en la responsabilidad que ambas conllevan, y parte de la propuesta que enmarca esta ponencia es que, precisamente, la falta de acción de las instituciones públicas y privadas para asumir responsabilidad por mantener una distribución equitativa de la seguridad en los aspectos identificados (educativo, económico, y de la gestión pública) es una de las condiciones para las altas tasas de criminalidad que hoy tenemos. A través de la literatura relevante, sabemos que en la historia de todas las sociedades aparecen infracciones a las normas y los valores del contrato social en un mayor o menor grado, y por un número mayor o menor de personas que deciden no seguirlas.
Sin embargo, cuando el número de personas que deciden no aceptar las normas es amplio y sigue en aumento, cuando el número de ofensores supera por mucho la proporción del crecimiento poblacional, cuando el respeto a la vida humana disminuye hasta alcanzar proporciones alarmantes, tal como estamos hoy en Puerto Rico, no se trata de efectuar un análisis meramente conceptual. Se trata de detenerse, de hacer análisis que vayan a la raíz, al origen
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El teatro del Recinto Metro de la Universidad Interamericana fue el escenario de este Octavo Diálogo.
de la criminalidad, pero de manera integral, pues la sociedad es un todo, y mirar hacia unas soluciones fragmentadas es ignorar su misma naturaleza. La búsqueda de soluciones que puedan implantarse ahora debe guiarse por un análisis de las condiciones del contrato social en todos los grupos sociales, pues está ampliamente demostrado que soluciones que no consideran el impacto en todos los grupos resultan superficiales, y efímeras. La justicia y la seguridad son para todos, no para unos pocos. La seguridad ciudadana es la certeza de que, en conjunto, podemos recibir las garantías de nuestro contrato social, que se cumplirán nuestros
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códigos y de que éstos se reforzaran, o se revisaran, según las condiciones sociales lo ameriten. Nuestro sentido de seguridad ciudadana se quebranta cuando se pierde esa certeza de que hay una gestión pública que cuida porque se cumplan los acuerdos del contrato social, y la sociedad comienza a desmoronarse. Se produce este quebranto en la seguridad por la pérdida de la esperanza en la equidad y las oportunidades para la participación en los procesos productivos, pérdida de la confianza en la justicia pública, pérdida en el sentido de que como ciudadanos todos valemos igual. Cuando no se tiene, o se percibe que no se tiene, igualdad de oportunidades, se ignoran normas, se exagera la lealtad a unos grupos, y hasta se cambia la polaridad de los valores.
El orden social se desmorona irremediablemente. Esto va causando aprehensión y temor en otros grupos, los cuales a su vez adoptan normas y valores particulares a ellos, y así sucesivamente hasta que entramos en el efecto de una sociedad desarticulada, donde una alta proporción de sus ciudadanos pierde la confianza tanto en las autoridades como en las instituciones. Llegamos entonces a la apatía, a una baja en la solidaridad, a mucha intolerancia, a expectativas no cumplidas, a desesperanza. Y a un aumento en la criminalidad. Porque la justicia se hace de otra forma y los códigos morales se reemplazan, o se ignoran según convenga, continuando ad infinitum la desintegración social.
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Bajo estas premisas conceptuales, planteamos, entonces, que la criminalidad desmesurada es resultado, a la vez que causa, del descuido de la sociedad y de sus estructuras públicas y privadas, en cumplir el contrato social. Creemos, por tanto, que no es posible comprender y eliminar la criminalidad si no conocemos su doble naturaleza: sus orígenes, como respuesta a la falta de un orden social que garantiza la equidad, y sus consecuencias, como desintegradora del orden social. La dejadez de los pueblos en mantener vigente su contrato social, tanto en sus estructuras públicas como civiles, la falta de solidaridad entre los niveles sociales, de desinterés en el bienestar del prójimo, ha sido interpretada en la literatura social como el abandono de los valores de la convivencia. Frecuentemente se habla de una crisis en los valores. Y aquí tenemos unos puntos que enfatizar. Hace algún tiempo, ocho años y medio, aproximadamente, en un diálogo en este mismo lugar, y bajo el tema de la Educación, planteábamos la urgencia de retomar lo que llamamos la educación en valores. En aquella ocasión, y hoy también, entendemos que la educación en valores es una de las acciones más importantes para regresar a la buena implantación del contrato social. Es el movimiento al centro desde el cual se generan ondas concéntricas que transforman todo a su alrededor. Planteamos, que por su propia naturaleza, los valores nunca pueden estar en crisis. Los valores, como objetos ideales, no pueden estar en crisis.
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No son los valores los que están en crisis, sino nosotros mismos, la sociedad, que ha oscurecido su entendimiento de los valores, tanto para la gestión personal como para la gestión pública o privada. Estamos en una situación donde, equivocadamente, todas las alternativas nos parecen igualmente validas. En una sociedad materialista como la nuestra, la riqueza está en la cantidad de los bienes materiales que se poseen, sin importar la forma en que se adquieren. Este afán desmedido por la riqueza material es la que nos ha empobrecido el espíritu. A más riqueza, más pobreza. ¿Las razones? Quizás el empuje de los rápidos cambios estructurales y económicos. ¿Cómo es posible ante tanta ciencia y adelanto estar en una crisis social tan profunda? Paradoja de la historia social, siendo que, a pesar de que hoy tenemos las posibilidades, gracias a la tecnología, de un control de todo los que nos rodea, de un conocimiento científico que prácticamente nos permite cambiar nuestro propio ser, la existencia material ha tomado el más alto valor sobre el desarrollo del espíritu. El deseo desenfrenado de este poder material ha oscurecido nuestra humanidad. Lo cierto es que estamos en un momento de vacío, donde todas las opciones tienen el mismo valor, donde la ética del contrato social no tiene claridad, pues no reconocemos la diferencia entre lo bueno y lo malo, entre lo justo y lo injusto.
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Igual que planteamos hace ocho años, ha llegado la hora de ponerle límites a una voluntad de poder desenfrenada, que templen nuestras aspiraciones y fortalezcan nuestra voluntad. Estos límites se llaman valores. Si, como expresamos antes, entendemos que el abandono del contrato social es la raíz de la criminalidad, y si el contrato social es la suma de los valores, normas y códigos de una sociedad, entonces la reinstalación de los valores, como el fundamento ético de la cultura, tiene que ser el centro de las estrategias para lidiar contra la criminalidad que nos está desintegrando. Si bien se reconoce que hay factores individuales, ideosincráticos, en la criminalidad, creo que es evidente que hay un factor colectivo, al que hemos llamado el abandono del contrato social, que necesita atenderse en todas sus facetas para poder derribar al gigante que nos asedia. Y apuntamos hacia la educación en valores como una de las bases, la principal, para reconstruir la sociedad. Volveremos a esto más adelante. Bien, para continuar el análisis necesitamos conocer mejor a Goliat. Tomemos un retrato del Gigante. ¿Cuáles son sus proporciones? ¿Cuál es la magnitud de la criminalidad que enfrentamos hoy? ¿Qué tipos de crímenes son más frecuentes? ¿Quiénes son los responsables de estos actos delictivos? Necesitamos mirar, aunque nos cause profunda conmoción, las respuestas a estas preguntas. Podemos comenzar por las estadísticas informadas sobre los delitos cometidos. La más frecuente estadística registrada para el crimen es la tasa de delitos cometidos por cada 100,000 habitantes. Estos delitos son los
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informados y se clasifican como tipo I. Se incluyen en los delitos tipo I dos categorías: los delitos de violencia personal y contra la propiedad. Se incluyen en la primera categoría el asesinato, el homicidio, y la violación; en la segunda, robo y agresión, escalamientos, apropiación ilegal y hurto de auto. Por otro lado, se clasifican como tipo II los arrestos por los demás delitos. Está claro que los delitos informados, tipo I, no son todos los que se cometen, pero utilizar esta clasificación nos permite tener un elemento longitudinal y poder efectuar comparaciones en diferentes años. En Puerto Rico, y según todas las fuentes consultadas, incluyendo el trabajo de nuestra distinguida panelista, Dra. Dora Nevares, las tasas de delito tipo I son mayores que en los Estados Unidos. De las dos categorías de delitos tipo I, ¿cuáles han aumentado? Para el período entre el 1950 y el 2007, en general, los crímenes contra la persona han aumentado en relación a los crímenes contra la propiedad, que han ido descendiendo.
Para reafirmar la magnitud de la criminalidad en Puerto Rico, veamos los crímenes contra la persona: desde el 2000 al 2010, hay una tasa, oscilante en diferentes años, de entre 18 a 21 crímenes por cada 100,000 habitantes. En Estados Unidos, para esos mismos diez años, la tasa se ha mantenido en cerca de 6 por cada 100,000. ¡Tenemos tres veces más asesinatos y homicidios que los Estados Unidos!
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Crímenes contra la persona, asesinatos y homicidios, violencia en su expresión máxima, perpetrada en su mayoría contra jóvenes varones de las edades entre 20 a 29 años, es una de las realidades que confrontamos. Ante la magnitud de los delitos contra la persona, vale preguntarnos, ¿Quiénes son los ofensores?, ¿Tenemos un perfil del ofensor que nos permita prevenir y rehabilitar? Generalmente, y nos da tristeza decirlo, los ofensores son jóvenes varones entre las edades de 16 y 21 años. ¿Su perfil? Desertores escolares, mayormente residentes en zonas de pobreza, donde el ingreso familiar proviene mayormente de fondos públicos, jóvenes que han sufrido violencia familiar, generalmente han consumido a temprana edad drogas ilegales, y han estado, casi sobra decirlo, en un clima tanto en el hogar de crianza como en la comunidad, que no promueve la socialización en valores. Por otro lado, hay consenso en los estudios sobre el vínculo estrecho entre la delincuencia y la criminalidad con el uso y tráfico ilegal de las drogas. Treinta y nueve años después de la aprobación de la Ley de Substancias Controladas es preciso reconocer que la criminalización del adicto a drogas crea un mercado ilícito sumamente lucrativo que promueve la criminalidad y la corrupción de la cual hoy somos víctima. Es hora de que exploremos un nuevo enfoque a las drogas mediante la despenalización del adicto y su tratamiento con un enfoque médico. Reconozcamos que el adicto es un enfermo y como tal debe ser tratado. Un buen ejemplo de lo que respaldamos es Iniciativa Comunitaria, un programa que espera atender cerca de 60,000 adictos mediante la medicación y ayuda sicosocial. Debemos enfocarnos más en la prevención y en la rehabilitación y utilizar la amenaza del castigo como desaliento de último recurso.
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Los panelistas Dora Nevares, Jaime Santiago, Donald Vega y Juan A. Panelli tuvieron una destacada participación en el Octavo Diálogo.
Si algunos se preocupan en pensar que quizás no tenemos suficiente vigilancia y por eso hay el aumento en crímenes, les recordamos el dato, ampliamente difundido por la prensa, que en Puerto Rico hay 597 policías por cada 100,000 habitantes, que tenemos más policías que la mayoría de los estados de los Estados Unidos, con excepción de Washington D.C., y que somos el octavo país del mundo en términos de policías por habitantes. Más aún, en la literatura no se ha encontrado una relación directa entre el número de policías y la disminución en criminalidad. No es pues la cantidad de policías sino la calidad de la policía la que nos debe preocupar.
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El Comité Evaluador Externo de la Policía que rindió un informe en el 2007-08, hizo cien (100) recomendaciones para el mejoramiento de la Policía, veinte de las cuales se referían al control de la corrupción en dicho cuerpo. Algunas fueron implantadas, pero la mayoría no. Basta mencionar dos de ellas. Primero, que las pruebas sicológicas administradas a los candidatos a la policía deben incluir criterios de agresividad y de predisposición a actos violentos. Segundo, la Policía deberá elaborar medidas que insten y respalden a los policías a colaborar en la disminución del uso de la fuerza excesiva, violación de derechos civiles y corrupción. Esto requiere una re-educación y construcción de una cultura organizacional alterna. Cuando una agencia federal, el FBI, arresta 133 personas, la mayoría funcionarios del orden público, ello es indicativo de que la propia Policía de Puerto Rico y el Negociado de Investigaciones Criminales del Departamento de Justicia por su presupuesto limitado, no han podido mantener la casa limpia. Veamos ahora cómo se ha atendido el contrato social en Puerto Rico, observando datos sobre sus tres principales ámbitos: la educación, la distribución del ingreso o equidad económica, y la gestión pública. En cuanto a la educación, reconocemos que su función primaria es, fundamentalmente, formativa y socializadora. Su objetivo principal es transformar a la persona en un ente social, reforzando los valores. En su estructura no formal, la educación también preparará a la persona para comprender y compartir los valores. Es una enseñanza que se da en la familia y que está en evolución constante en función de las agendas en su ciclo de vida. La educación formal está institucionalizada, y cronológica y
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jerárquicamente estructurada. Añade el objetivo de obtener unas destrezas intelectuales que capaciten a la persona tanto para comprender y compartir los valores culturales, como para participar justamente en el mundo del trabajo. En su estructura jerárquica, la educación condiciona el completar el cuarto año de escuela superior como el umbral mínimo para una educación básica. En 2008-09, las escuelas públicas atendían el 75% de la matrícula escolar del País. Datos publicados recientemente indican que el 35% de los estudiantes de escuela pública no completan el cuarto año. Por otro lado, las estadísticas publicadas en diversas fuentes del gobierno indican que en las escuelas privadas, a nivel de escuela superior, la deserción es mínima. Si como se ha planteado, además de su función formadora en valores y de preparar a la persona para el pleno disfrute de su cultura, la educación, hoy, se reconoce como el elemento que más contribuye a nivelar las oportunidades de participación en los procesos económicos, es importante, para una sociedad justa, una sociedad educada. En Puerto Rico, entre la población de 25 años o más, el 34% no tiene diploma de cuarto año de escuela superior. ¿Qué sucede entonces, con los que no tienen esa oportunidad? No lo sabemos categóricamente, pero sí sabemos que investigaciones recientes sobre menores delincuentes institucionalizados, demuestran que existe una relación inversamente proporcional entre el grado más alto cursado y el grado de reincidencia. Investigación tras investigación se establece una relación entre deserción escolar y criminalidad.
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Un resumen de la literatura relevante indica que hay seis factores principales relacionados a la deserción: factores relacionados a la escuela, particularmente al aprovechamiento y la disciplina; factores relacionados a necesidades económicas; factores relacionados a condiciones familiares; influencia de amistades; migración y movilidad geográfica; y factores psicosociales. Todos son susceptibles de intervención. Sin embargo, ver estos factores de forma separada, sin articularlos dentro del todo que es el contrato social, es como pretender llegar a un lugar tomando pedazos dispersos y sin orden de un mapa. Podemos adelantar, podemos atrasarnos, pasar dos veces por el mismo lugar, y nunca llegar. Juntemos el mapa, veamos sus caminos, obstáculos, conozcamos el todo, y las posibles vías de acceso. Sin duda veremos que hay más de una ruta para llegar. Nuestros valores nos van señalando el Norte. Ante el panorama de jóvenes que han perdido los horizontes, con padres que también tienen escasa escolaridad, ¿Cuáles son las opciones, las alternativas? Diversas. Reconozco que hay una serie de esfuerzos de organizaciones sin fines de lucro que han logrado devolver la esperanza a muchos jóvenes, logrando mantenerlos en la escuela. Entre ellos, conocemos mejor la labor de la Compañía para el Desarrollo Integral de la Península de Cantera. Pero, ¿Hemos visto diálogo sobre retención a nivel de política
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pública? ¿Hay programas para apoyar a la familia de manera integral? ¿Se han destacado recursos fiscales especiales para proyectos de retención en áreas de mayor incidencia criminal? Muy poco. Por ejemplo, el proyecto de educación en valores que hace unos años se comenzó en las escuelas públicas, cayó en el olvido. Los ciudadanos de las comunidades de escasos recursos también tienen derecho a aspirar a una mejor convivencia, para ellos y para sus hijos. Y a que se les apoye en ello. Segundo, veamos las condiciones económicas. En cuanto a la distribución del ingreso, la teoría política nos dice que el contrato social donde se aseguraba el derecho al salario fue cambiando según se desarrolló la era post industrial. En esta era, se separó el ingreso por el trabajo de las condiciones de la convivencia, y así se implantaron prácticas que aumentan la ganancia de las empresas, casi siempre mediante la adopción de tecnología, aunque ello implique dejar sin empleo a una gran cantidad de personas. Ya el salario no fue una relación directa del esfuerzo ejercido, pasó a ser más bien una expresión de una estructura social. Se pasó por alto, para un grupo significativo de la sociedad, que el acuerdo fundamental del contrato social en las sociedades industriales y democráticas, era el derecho de los ciudadanos a vivir de su trabajo. Dicho de otra manera, al acuerdo de recibir reconocimiento social de acuerdo a su aportación mediante su trabajo. Fue disminuyendo el grupo de los que trabajan y reciben un salario que les permite vivir de su trabajo, aumentando el de los que trabajan
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Lcdo. Manuel J. Fernós, Presidente de la Universidad Interamericana de Puerto Rico en su ponencia.
y sin ayuda del gobierno no pueden subsistir, y aumentando también el grupo de los que no pueden trabajar. Entendemos que es necesario reconceptualizar la dignidad del valor del trabajo. Miremos la situación en Puerto Rico. En cuanto al empleo, en los últimos años, períodos de alta criminalidad, y alto desempleo. En el 2006 el desempleo en Puerto Rico fue de 12%, en julio del 2010 alcanza el 16.9%. De los desempleados del 2010, el 35.7% son jefes de familia, el 20.3 % esposa o esposo del jefe de familia. Según las cifras del gobierno, del Departamento del Trabajo, en el 2010 en el grupo de personas que trabajan disminuyó en 32,000 personas menos, comparado con el 2009.
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Concedemos que hay unos impactos en la situación del dólar a nivel de la recesión mundial que afectan la condición de empleo. Pero lo interesante es que no todos los grupos se afectan por igual. Según datos de un estudio reciente de la economista Eileen Segarra sobre la desigualdad económica en Puerto Rico, la distribución del ingreso ha cambiado, exhibiendo alzas y bajas en los últimos veinte años. Utilizando el índice GINI, una medida de dispersión estadística donde a mayor índice mayor la desigualdad, Puerto Rico tiene, en el 2010, un índice de dispersión de 53.5, mayor que el índice de 50.0 que tenía en el 1990, por lo que la desigualdad económica en Puerto Rico está aumentando. En Estados Unidos la desigualdad es menor, 46.4 en el 2010. Las transferencias de fondos y los programas de asistencia federales, sin duda han tenido un efecto paleativo en la desigualdad, aunque pueden fomentar una cultura de dependencia que no contribuye a la autoestima. Tercero, veamos datos de la gestión pública. La importancia de la gestión pública es evidente: es la estructura que hace política pública para dirigir el desarrollo de la sociedad, y mantiene el orden del contrato social. Desde sus orígenes, fijamos nuestro Norte en una sociedad de solidaridad, de equidad social, de justicia entre clases, confiados en nuestro desarrollo económico. Históricamente, podemos decir que había una estrecha relación entre las oportunidades de desarrollo individual, el desarrollo económico, y la dignidad del trabajo.
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Para comprender la magnitud del contrato social de nuestra sociedad, les invito a leer la Constitución de Puerto Rico. La mayoría de nuestras expectativas como pueblo se cobijan bajo la Constitución y los códigos civiles y penales que tenemos de ahí se sustentan. Entre los códigos de mayor interés a esta exposición, está el instrumento mediante el cual se definen las conductas delictivas, se establecen las penas correspondientes y se garantizan los derechos de los ciudadanos: el Código Penal. Nuestro Código Penal se revisó recientemente, entrando en vigor en el 2005. También junto al nuevo Código Penal se formuló la Ley Núm. 377 de septiembre del 2004, llamada Ley del Mandato Constitucional de Rehabilitación. Esta Ley recoge la aspiración Constitucional de que el sistema penal debe ofrecer tratamientos adecuados para facilitar la rehabilitación de los confinados; así mismo dispone, por otro lado, el derecho de todo confinado a ser rehabilitado. Como parte de esta Ley también se creó un plan escalonado para asignar recursos fiscales para su implantación. Ambas reformas están todavía en proceso de implantación, y sus resultados tomarán algunos años en documentarse. Quizás uno de los aspectos de la gestión pública más preocupantes es la baja proporción de esclarecimiento de crímenes, donde solamente el 39% de los asesinatos se aclaran. Según la prensa, aclarar se refiere a que los agentes del orden público creen saber quién es el asesino, aunque no tengan prueba para acusarlo ni presentarlo a la corte. Falta de testigos, falta de cooperación ciudadana, que teme exponerse y luego recibir represalias. Los casos se caen. O se compran. Sobran los casos documentados donde la cadena de valores trastocados llega hasta las figuras públicas.
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En resumen, hemos argumentado que la criminalidad puede considerarse, en efecto, una respuesta negativa y compleja ante la crisis de la seguridad o la confianza en el contrato social, crisis que responde tanto a factores internos, como por ejemplo la apatía de las estructuras públicas y privadas a las necesidades de clases sociales excluidas de los procesos educativos, a la falta de solidaridad con los efectos que las crisis económicas tienen en algunos sectores, y a la falta de apoyo de la gestión pública en hacer valer los códigos penales, demostrando los valores correctos. Afectan también factores externos, como lo son el trasiego de drogas que a nivel mundial consigue sobornar las estructuras de control y se adentra en los pueblos. No podemos continuar haciéndonos ojos ciegos y creer que podemos controlarla sin ayuda externa. Nos toca llegar a conclusiones ¿Qué podemos hacer para volver a encontrar la seguridad de que se cumple el contrato social? Ante esta pregunta, y las demás planteadas, lanzamos unas propuestas con la aspiración, como universitarios, de abrir caminos; algunas pueden estar también consideradas en los trabajos que hoy se presentan en este Diálogo. Entendemos la seriedad, y la importancia de estas propuestas para la acción. Son opciones entre muchas otras, y son consistentes con nuestros valores como Institución cristiana ecuménica.
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CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES: 1. En cuanto a la FAMILIA: La familia es el núcleo de la sociedad. Si falla la familia, si fallan los padres y madres en la crianza, en la disciplina, en la formación del carácter, la educación en valores, basado en una relación de amor y de respeto, sentamos la base de una generación futura incapaz de vivir en sana convivencia comunitaria. Es por ello que es fundamental apoyar a la familia. Salvo por distintas iglesias que proveen cursos preparatorios para el matrimonio, así como otras entidades, por ejemplo, el programa de Educación Continuada del Recinto Metropolitano de la Universidad Interamericana, el estado no provee ni requiere tal preparación para contraer matrimonio, para capacitar a los contrayentes como pareja y futuros padres y madres. Propongo se considere legislar para requerir los cursos preparatorios para el matrimonio y para la paternidad-maternidad. Estos cursos podrían ser ofrecidos en un esfuerzo conjunto entre el gobierno (Departamento de la Familia y el Departamento de Educación), las entidades educativas privadas y las iglesias. 2. En cuanto a la EDUCACIÓN: Como seres humanos, aspiramos a realizarnos, a convivir en sociedad y lograr autosuficiencia. Terrible contradicción la de un sistema social que, por un lado, apunta a las oportunidades para la plena realización, mientras por otro, no se ocupa de establecer las bases para garantizar que todos sus miembros tengan igualdad de oportunidades, particularmente la juventud, contando con la escuela pública como base para abrirse las puertas.
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Establecer esas bases es misión de todos. La escuela pública no puede seguir siendo un lugar donde se separan las clases sociales, no puede convertirse en un cedazo para limitar las oportunidades. Por tanto: 1. Urge retomar programas para la formación en valores en las escuelas mediante programas inmersos en el currículo escolar 2. Es imprescindible fomentar los métodos de diálogo, consenso y mediación para resolver diferencias, y desarrollar programas construidos sobre la cultura para la paz en las escuelas y para los ciudadanos 3. Es apremiante desarrollar programas para aumentar la retención escolar, apoyándose integralmente en los seis factores mencionados anteriormente, y considerando incluir en el programa, el hogar del estudiante 4. Es apremiante inculcar disciplina en nuestras escuelas. Nuestros maestros con frecuencia se sienten amenazados y sin respaldo ni protección. ¿Dónde está la autoridad en ley del profesor a disciplinar? Quizás uno de los factores para esta situación es el abandono de la figura, del locus parentis, la escuela como sustituto del padre. Fragmentación de responsabilidades, que, junto con otras condiciones sociales, ha traído una limitación en los roles para la disciplina de maestros y directores que nos ha resultado nociva, casi fatal. ¿Qué derechos y obligaciones les confiere hoy día la Ley a padres y madres, maestras, maestros y directores de escuela, en la disciplina estudiantil? Es necesario que reexaminemos las leyes que disponen sobre el particular. ¿Dónde están los policías escolares? Hace una semana presencié un grupo de estudiantes parados en la calle que desafiaron un carro de la Policía. El policía optó por cambiar de carril y no ordenar a los estudiantes que se movieran a la acera y obstaculizaran el tránsito. El policía falló como policía y falló como educador.
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3. En cuanto a la DESIGUALDAD ECONÓMICA: Pensemos, por un momento, en lo que representa para cada uno de nosotros el concepto de igualdad de oportunidades. Pensemos, ¿Igualdad para qué? Para algunos, se tratará de un asunto de acceso a empleos bien remunerados. Para otros, de oportunidades de competir con justicia, y aún para otros más es asunto de tener derecho a lograr sus aspiraciones de una vida plena. Algunos pensarán en que no se les discrimine por raza o sexo, y así sucesivamente cada uno podrá identificar uno o varios aspectos importantes en los cuales es indispensable la igualdad de oportunidades. Para alcanzar mayor igualdad, entendemos que: 1) La Reforma Contributiva tiene sentido cuando se inspira en los propósitos del Contrato Social, el cual incluye una justa distribución de las riquezas. 2) Urge promover la autogestión como actividad económica valida y lucrativa 3) Es importante promover y facilitar programas de Cooperativismo 4) Hay que dar mayor reconocimiento y promoción al valor del voluntariado comunitario para la solución de problemas 4. En cuanto a la GESTIÓN PÚBLICA: La seguridad ciudadana no es solamente la seguridad física de no ser violentado por el crimen. Es también la seguridad de que se va a recibir justicia cuando sea necesario, de que se va a recibir ayuda cuando se solicite, como por ejemplo, cuando se pierde el empleo. Es también la confianza en las autoridades públicas, en que estas
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Miembros de la Junta de Síndicos, Rectores, funcionarios de la Inter, facultad, estudiantes y público en general, se dieron cita en la actividad.
toman las mejores decisiones a los intereses de todos y no de unos pocos, y en que se hacen valer los códigos, respetando los valores. Para renovar la seguridad, entendemos que: 1) Es urgente evaluar la implantación del nuevo código penal 2) Es necesario desarrollar programas de evaluación para la gestión pública, los cuales formarían parte del currículo de los incumbentes de los puestos públicos 3) Tenemos que obtener mayor ayuda de programas federales e internacionales para intervenir con el tráfico ilegal de drogas 4) La despenalización, pero no la legalización, de personas adictas
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que posean pequeñas dosis de drogas, manteniendo como delito la distribución y venta, y la medicación de los adictos, combinado con programas de rehabilitación, debe ser considerada por el gobierno de Puerto Rico. 5) La Policía debe considerar las recomendaciones que el Comité Evaluador Externo de la Policía hiciera en sus dos informes del 2007-08 para el mejoramiento y el buen funcionamiento de dicho organismo. En particular se debe prestar atención al mejoramiento del reclutamiento, adiestramiento, la educación continua, la supervisión, la fiscalización y las condiciones de trabajo de la Policía. Como Universidad, también hemos asumido nuestra responsabilidad ante la criminalidad. Hemos incorporado la educación en valores en nuestro currículo, y la educación para la paz en nuestras escuelas laboratorios. Contamos con cursos para una escuela de padres y de consejería de parejas dentro del programa de Educación Continuada. Tenemos proyectos de apoyo a muchas iniciativas con diversas comunidades marginadas, y enseñamos el valor del voluntarismo en los cursos de ética. Fomentamos en el currículo el espíritu de la autogestión en los estudiantes y apoyamos los programas de pequeños negocios. Nuestras clínicas de derecho ofrecen servicios gratuitos en diversos aspectos legales, y ofrecemos oportunidades para completar la educación superior a adultos con problemas económicos, mediante becas institucionales. Aportando en lo que nos toca, nos unimos al esfuerzo que está haciendo Puerto Rico para rescatarse de la criminalidad. Alentamos a
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cada persona, a cada institución pública y privada a que se una al rescate de los valores. Al Estado, a que asuma un rol prominente en la evaluación de la gestión pública, y que propicie la participación de todos los grupos. A los medios de comunicación masiva, que den mayor énfasis a las noticias que le brinden a la juventud los modelos ejemplares que nos acercan a la buena convivencia.
Invito a cada uno de los presentes, a que se integren, en la medida que mejor les sea posible, a una o varias de las iniciativas que se van abriendo para mejorar la situación Socio-Moral del País; no perdamos la fe, no perdamos la esperanza. Muchas gracias.
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