Cultura O de enero

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Título: Hombre leyendo Autor: F. Sánchez Caballero Técnica: Acrílico sobre lienzo

Revista cultural para la región del Oriente Antioqueño / No 13, enero de 2013

Cultura O


Editorial

Y

a se fue la loca, la bullosa, la desordenada, la indigesta Navidad. Como siempre, niños quemados con pólvora, al carajo se fueron las promesas de dieta Por: Miguel Ángel Ríos porque se comió como Director endemoniados, no valieron los juramentos de “ya no bebo más”, las deudas crecieron... La loca siempre llega con su barullo y en un mes nos de ja de cama. Por eso traigo este texto de Gabriel García Márquez que describe con crudeza y contundencia lo que es la Navidad. Con ustedes, el Maestro: Estas navidades siniestras Hay tantos estruendos de cornetas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de plata para quedar bien por encima de nuestros recursos reales, que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace dos mil años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David; 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero mucho lo celebran como si en realidad no lo creyeran. Lo celebran además muchos millones que no lo han creído nunca, pero les gusta la parranda, y muchos otros que estarían dispuestos a voltear el mundo para que nadie lo siguiera creyendo. Sería interesante averiguar cuántos de ellos creen también en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una fiesta abominable. Y no se atreven a decirlo por un prejuicio que ya no es religioso sino social. Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas navidades pervertidas están causando en América Latina. Antes, cuando sólo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de la imaginación familiar. El Niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran más pequeñas que la virgen y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un

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YA QUE SE FUE LA NAVIDAD pato de peluche más grande que un de foquitos de colores, esas campanitas león que nadaba en el espejo de la de vidrio, esas coronas de muérdago sala, o con un agente de tránsito que colgadas en el umbral, esas canciones dirigía un rebaño de corderos en una de retrasados mentales que son los esquina de Jerusalén. Encima de todo villancicos traducidos del inglés, y tantas se ponía una estrella de papel dorado otras estupideces gloriosas, para las con una bombilla en el centro y un rayo cuales ni siquiera valía la pena haber de seda amarilla que había de indicar inventado la electricidad. a los reyes magos el camino de Todo eso, en torno a la fiesta más salvación. El resultado era más bien espantosa del año. Una noche infernal feo, pero se parecía a nosotros y en que los niños no pueden dormir con la desde luego era mejor que tantos casa llena de borrachos que se cuadros primitivos mal copiados del equivocaron de puerta buscando donde desaguar, o persiguiendo a la esposa de aduanero Rousseau. - - - Todo aquello [la tradición de los otro que acaso tuvo la buena suerte de regalos de los Reyes Magos y del Niño quedarse dormido en la sala: no es una Dios] cambió en los últimos treinta noche de paz y de amor, sino todo lo años, mediante una operación contrario: es la ocasión solemne de la comercial de proporciones mundiales gente que no se quiere. La oportunidad que es al mismo tiempo una prudencial de salir por fin de los desgastadora agresión cultural. El c o m p r o m i s o s a p l a z a d o s p o r Niño Dios fue destronado por el Santa indeseables: la invitación al pobre ciego Claus de los gringos y los ingleses, que nadie invita, a la prima Isabel que se que es el mismo Papá Noel de los quedó viuda hace 15 años, a la abuela franceses, y a quienes conocemos paralítica que nadie se atreve a mostrar. demasiado. Nos llegó con todo: el Es la alegría por decreto, el cariño por trineo tirado por un alce y el abeto lástima, el momento de regalar porque cargado de juguetes bajo una nos regalan o para que nos regalen, y de fantástica tempestad de nieve. En llorar en público sin dar explicaciones. realidad, este usurpador de nariz de Es la hora feliz de que los invitados se cervecero no es otro que el buen San beban todo lo que sobró de la Navidad Nicolás, un santo al que yo quiero anterior: la crema de menta, el licor de mucho porque es el de mi abuelo el chocolate, el vino de plátano. No es raro, coronel, pero que no tiene nada que como sucede a menudo, que la fiesta ver con la Navidad, y mucho menos termine a tiros. Ni es raro tampoco que con la Nochebuena tropical de los niños —viendo tantas cosas América Latina. En la leyenda nórdica, atroces— terminen por creer de veras San Nicolás construyó y revivió a que el Niño Jesús no nació en Belén sino varios escolares que un oso había en los Estados Unidos. descuartizado en la nieve y por eso le proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se celebra el 6 de diciembre y no el 25. La leyenda se volvió institucional en las provincias germánicas del norte a fines del siglo XVIII, junto con el árbol de los juguetes, y Director: Miguel Ángel Ríos hace poco más de cien años Diseño Gráfico: María Alejandra Ríos pasó a Gran Bretaña y a Francia. Colaboradores: Carlos Eduardo Vásquez Luego pasó a Estados Unidos y Luis Enrique Atehortúa éstos nos lo mandaron para Alonso Ríos Vanegas América Latina, con toda una cultura de contrabando: la nieve E-mail: revistaculturao@gmail.com / artificial, las candilejas de Teléfonos 5617191 - cel. 3128360990 colores, el pavo relleno y estos quince días de consumismo Un producto de: frenético a los que muy pocos nos atrevemos a escapar. Con todo, tal vez lo más siniestro de estas navidades de consumo sea la estética miserable que trajeron consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras

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EL BOBO DEL PUEBLO

Cuento

A PROPÓSITO DE BOBOS

COSIACA

Por: Carlos Eduardo Vásquez

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uien no haya visto un bobo de pueblo no podrá entender jamás la siguiente historia. Forzoso es recordar que el bobo de pueblo está a mitad de camino entre un personaje municipal reconocido y uno de aquellos seres vergonzantes que se resisten abandonar el brillo de otras épocas. El bobo de pueblo es conocido porque casi siempre pertenece a una de las mejores familias de la región. Y es que hace años era corriente que las familias más prominentes del pueblo, especialmente si eran numerosas, contaran entre su parentela con uno o dos bobitos recalcitrantes. Es como si el destino tomara revancha por darle a unos tanto y a otros tan poco. Pues bien, uno de estos bobos de pueblo viajaba en un bus intermunicipal a cinco filas de mi silla y por eso pude ver y escuchar lo que narro a continuación. Resulta que el bobo venía conversando con uno de esos antioqueños afables y dicharacheros de pulido bigote y amplia sonrisa. Además, el contertulio del bobo usaba uno de esos carrieles que lastimosamente se usa cada vez menos en el Oriente antioqueño. Tal vez, por esa circunstancia, no me fue fácil asignarle a este personaje una edad definida. Estos dos singulares y anacrónicos personajes estaban hablando de la muerte del hermano del bobo. Un hombre en apariencia muy rico. El bobo decía que había viajado al entierro de su pariente y se soslayaba contando los pormenores del evento a su interlocutor. Entre las situaciones tragicómicas que iba describiendo, el bobo hacía lo que mejor sabe hacer un bobo: decir bobadas… Por ejemplo, decía que cuando él se muriera se iba a dedicar a espantar a la gente que lo hubiera conocido en vida. El del carriel se reía con sorna y le pedía que por favor a él no lo fuera a asustar. Entre sus disparates, el bobo también

mencionaba las ventajas de casarse con un cura… pero no se crea que hablaba de un casorio a la vieja usanza, es decir, hombre y mujer. No señor, el bobo decía que él mismo tendría muchas ventajas si se llegaba a casar con un religioso. Los quince o veinte pasajeros del bus escuchábamos divertidos a la pareja cuando de pronto la situación adquirió un tono solemne. De repente, el bobo se puso serio y un amago de llanto cruzó por su rostro. Empezó a hablar de su hermano como si estuviera vivo. Con sus palabras lo resucitó. El del carriel tuvo paciencia, pero cuando el bobo alucinado dijo: “Es que mi hermano es el ricachón del pueblo.”, el otro no pudo más y le corrigió: “Hombre, era… era, ¿no ve que está muerto?” El bobo insistió: “No, mi hermano está vivo.” El del carriel replicó: “¿Pero no me dijo, pues, que lo llevaron hasta el cementerio?” El bobo se empecinó: “Sí, está en el cementerio, ¡pero él está vivo!” a lo que el del carriel replicó desesperado: “Vea, hombre, una persona que esté en el cementerio no puede ser sino un difunto… a no ser que usted me haya dicho mentiras y entonces su hermano sea el sepulturero del pueblo, pues.” La risotada de los ocupantes del bus, ocultó el sollozo de tristeza del bobo, así como la mirada fulminante que le lanzó a su imprudente amigo. Muy a mi pesar tuve que bajar del bus en ese momento y no supe el desenlace de la conversación. Mejor dicho, me quedé como las señoras cuando se pierden un capítulo de su telenovela preferida. Reconozco que la presente historia “termina en punta”, como advierten en las escuelas de periodismo, pero la verdad, no la quise dejar dentro del tintero. Lo cierto es que me he convertido en un adicto a las cotidianidades y hay historias que no dejan otra alternativa sino contarlas.

Este hombre vivió entre los siglos XIX y XX. Su nombre verdadero era José García y su apodo “Cosiaca”. Nació en Heliconia, Antioquia y sus anécdotas reales o imaginarias fueron muy populares en su época y en los años posteriores. Todas llenas de ingenio y de irreverencia. Recorrió la región buscando la vida y dejando un recuerdo de picardía que ha sido celebrado en varios chistes y cuentos, donde siempre deja en ridículo a sus contrapartes. Es el típico "bobo" de pueblo que a la hora de la verdad resulta más astuto, parlanchín e ingenioso que los demás. Se destacaba por ir de pueblo en pueblo contando sus travesuras, chistes, cuentos, mentiras y manifestando su odio a la aristocracia. Su pinta era siempre la misma: descalzo, con sombrero raido, ruana sucia y perrero, pero los domingos se daba el lujo de usar alpargatas. Todavía hoy, más de un siglo después de su nacimiento, sus chistes producen risas y su astucia se ha hecho imperecedera como símbolo de la malicia paisa.

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Cultura revistaculturao@gmail.com Premiada como MEJOR INICIATIVA DE COMUNICACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO

Véala hasta el 31 de enero

APOYEMOS LA CULTURA APOYEMOS LA CULTURA DEL ORIENTE En el primer aniversario de Cultura O, el pintor F. Sánchez Caballero donó a la revista esta obra titulada HOMBRE LEYENDO. Es hermosísima, es enorme, su técnica (acrílico sobre lienzo) es impecable y el colorido es deslumbrante. Si quieres tenerla en tu casa u oficina, llama al 3128360990 o envía un mensaje al correo revistaculturao@gmail.com Con lo recaudado por la venta de esta obra de arte se fortalecerá el proyecto llamado CULTURA O. La obra se entrega con certificado de autenticidad y un libro escrito por el autor, titulado EL LIBRE ALBEDRÍO, donde hay un compendio de hermosos escritos de corte poético y fotografías de muchas de sus obras.

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Cultura O NO poya las corridas de toros

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EL POETA, VISCICITUDES Y ALGUNOS TRINOS

Recomendado

Por: León Gil Apreciados amigos (cuando digo 'amigos'; obviamente, estoy incluyendo a mis apreciadas amistades de ambos géneros -En archivo adjunto va un texto que explica en parte mi reticencia a expresar de manera explícita dicha inclusión:Vicisitudes editoriales modernas-), hoy me permito recomendarles un libro que leí hace poco y que me ha brindado un gozo espiritual e intelectual que no experimentaba hace mucho tiempo con un libro. Pero antes; no de hacer una reseña, sino de copiar una pequeña muestra de una o dos de sus espléndidas y profundas páginas, quisiera contar un poco acerca de mí feliz y fortuito encuentro con el maravilloso libro. Ocurrió en la querida biblioteca de Comfenalco (la Playa) de Medellín, en donde a comienzos de año se realiza la loable campaña de auspiciar un intercambio de libros y textos escolares, con el fin de ayudar un poco con la “lista de útiles” a los padres y estudiantes de menores recursos económicos. Se trata de llevar cinco libros de texto o de literatura, y de llevarse a cambio igual número. Pero ocurre que muchos –como yo- no solo dejan textos escolares, sino libros que ya hemos leído o no queremos leer ni conservar. Allí he encontrado libros valiosos y costosos que me he llevado a casa casi que a cambio de nada; pues muchos –como yo- más bien lo que hacen es desembarazarse de un libro de esos que no le reciben a uno ni para reciclaje. También he visto hasta diez ejemplares de un libro, de esos que obsequian los autores en los lanzamientos. Y sé de escritores de la ciudad que prácticamente tienen allí su librero personal, pues podemos ver allí toda su obra reunida en los estantes y en aumento cada año. (Me

da un poco de pena decirlo, pero me alegra comprobar que jamás me he topado con uno de mis libros en aquella librería de 'intercambio'). Pues bien, fue así como hallé la joya de la que les hablo. Primero me llamó la atención su título: EL POETA. Segundo, la editorial: Grupo Editorial Norma. Tercero, su estado: casi podría decir que completamente nuevo, o por lo menos virgen. Lo único que me hacía dudar en llevármelo era lo más importante, Su autor: Yi Munyol. Jamás lo había oído mencionar. Leí en la solapa que “Yi munyol es uno de los escritores más conocidos y apreciados en su país natal, Corea del Sur, donde se han vendido cerca de seis millones de ejemplares de sus novelas”. Y en la contracarátula: “El poeta es el relato desgarrador de la vida de Kim Sakkat (1807-1863), un hombre condenado por la tradición milenaria: descendiente de un criminal de estado, fue por largo tiempo vejado y perseguido. Huyendo siempre, destinado a no echar raíces en ninguna parte, el poeta errante sólo encontró alivio en la palabra, dándole a la poesía un sentido liberador y rompiendo a través de ella las ataduras del cuerpo y el espíritu.” Después de leerlo, encontré en internet una breve reseña que del hiciera María Mercedes Carranza en 1994. Decía: “El Poeta es su cuarta novela, de la cual ha vendido un número de ejemplares que supera el millón. Debo decir que se trata de uno de los libros más hermosos que he leído.” También encontré otras cosas más. Allí están. No sé si también el libro. Me imagino que en las bodegas de Norma debe haber cantidades como para rematar. Si alguien sabe de esto, por favor me informa. Es de las cosas que me gustaría muchísimo regalar a mis amigos poetas.

UNA TANDA DE TRINOS @LeonGil2011 ¿Si uno decide volverse gay; en privado, podría decirse, entonces, que acaba de entrar al closet? ------------------ o ---------------Envejecer con sabiduría es mandar al diablo la sociedad de consumo, y gastar solamente en cervezas y putas. ------------------- 0 ----------------Vi dos palomas (¿de la paz?) en el parque, agarradas a picotazos; como Santos y Uribe en el twitter. --------------- o ----------------“Todo nos llega tarde…” decía el poeta Flores. Olvido anotar que excepto los vales, las facturas y las cuentas. -------------------- o ---------------

Yi Munyol Escritor y poeta surcoreano nacido en 1948 en Yongyang. Munyol es un pseudónimo que significa 'Pasión por la literatura'. Se graduó en la Universidad Nacional de la capital surcoreana. Entre sus obras cabe destacar, El invierno de aquel año (1983), Nuestro héroe desfigurado (1987) y El poeta (1992).


TRAMPAS A LA MUERTE

Cuento

Por: Danilo Weir Restrepo,

La densa bruma de la oscuridad se ha asentado en mi corazón, bombeo en intentos infructuosos la escases de alma que me queda e intento inhalar con desespero un poquito de vida para mantenerme en pie. Lo acromático ha abrazado mi mundo y lo único que recuerdo con claridad es el inicio de esta agonía incesante que triunfa desde que las endechas del amor se fueron apoderando de mi mente y despojándome de recuerdos que mantenían mediocremente el humor de mi vida. Las brasas de lo oscuro van quemando mi mundo y no sé en donde me encuentro. Una mortaja, un ataúd y una lápida, todo parece tan obvio, siento que el destino me ha traído con paciencia hasta aquí. No me desespero y dejo que la resignación se apodere de mi carcomido corazón mientras aplaudo al que sea que esté tras esta emboscada, los innegables nervios de encontrarme con la muerte se diluyen en lágrimas que florecen en un suelo cubierto de humo oscuro e impenetrable, más cuando el segundero constante e impávido me quita de segundo en segundo el futuro.

PARTICIPA

La espera ha llegado a su fin y me encuentro cara a cara con el blanco espectral de la calavera de la muerte, bajo la cabeza y espero que su oz parta en dos

mi vida, ella se burla de mí con una carcajada sórdida que quebranta la niebla y me despierto con el alma destrozada en mi cama. Aturdido por el suceso, respiro jadeante y miro a mi alrededor con los nervios que aún se diluyen en sudor y lágrimas tardías. Aún siento el olor a tinieblas en mi ropa y la falsa idea de que todo fue un sueño se reduce a idea nada más. Encuentro mi calma mientras camino; el ambiente cálido, un aroma dulce y la brisa exhalando terminan de disipar la oscuridad que me abrazaba con su eternidad. Sigue dando vueltas en mi cabeza ese encuentro contradictorio con la muerte; paso a paso borro de mi recuerdo tal remembranza turbia, e indiferente, trato de ignorar todo sin detener mi marcha. Continúo con el andar de mis pasos bajo el tibio aliento del sol y una mujer, una mujer que se hace uno con el misterio, hace romper mi silencio, la llamo porque, naturalmente, me gusta. Me siento seducido por una extraña que tiene un toque de familiaridad indescriptible. Cautivado y enamorado; ha sido besada por el dorado del sol, por la esperanza de la naturaleza y la nobleza de los cielos. Caigo distraído mientras ellas sigue sonriendo y el día cálido se torna

oscuro inevitablemente acompañado de una lluvia torrencial. El frío de la lluvia evoca mi pasado sombrío pero lo olvido cuando la veo sonreír, sigo tras ella hacia ningún lugar y mientras camino sobre mis pies se posa un humo sombrío que me agota. La llamo y empiezo a correr hacia ella, sé que es la última vez que la veré, la alcanzo, la abrazo y la beso; la miro de nuevo y la sonrisa sigue presente en su rostro. Suenan los estertores del destino y sé lo que se avecina, la muerte aparece y me mira con desprecio efectivamente, me giro y ella no sonríe, noto en sus ojos el miedo oscuro que genera la osamenta. Me desespero, desafío a la muerte y su mirada impasible acompañada del eco de su risa me envían aún más destrozado en mi cama. Despierto con la luz de calma de la mañana y ella sonriente a mi lado. Nos levantamos desnudos con un cosquilleo tímido en el pecho, con una mirada profunda e infinita que delata un pasado que no recuerdo, con una sonrisa que ahuyentó a la muerte.


AMNESIA Por: Oladier Ramírez Gómez

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unca nos preparamos para el sufrimiento, es más, transitamos los caminos sin siquiera considerarlo, aún peor, el modelo de vida que llevamos incluye rituales narcotizados que instigan a la amnesia. Parece haber algo en nuestra naturaleza instintiva, no sé si humana–racional, que incita a la huida de la amargura. Es muy fácil escabullirse en una cuantas copas y olvidar…, aunque s e a p o r u n momento, es muy grato acudir a una pequeña dosis de narcótico (la final de la copa mundial, el estreno de la última película, un concierto…) y alejarnos del sufrimiento, al fin y al cabo son acontecimientos que elaboramos para salirnos de la rutina, para huir de la amargura o quizás, simplemente para vivir…

indiferente, el más adormecido o aquel que con mayor frecuencia hace uso de narcóticos para olvidar? No me preocupa que percibamos que somos el país más feliz del mundo, lo que más me preocupa es la indiferencia por el sufrimiento, ¿será que luego de tanta

consternación llegamos a la escala máxima de dolor en la cual nos volvimos inmunes al mismo?

Es inevitable el sufrimiento, siempre se encuentra dentro de las posibilidades, y si B a s t a c o n a c e r c a r n o s a a l g u n o s vivimos en Colombia la frecuencia y indicadores mundiales para confirmar tal exposición es más probable, aunque me muestra de indolencia: Colombia se asombran la última encuesta realizada encuentra entre los países con más altos por la firma Win Gallup a finales del 2012, niveles de pobreza, y no niego que en la en la cual, de 54 países encuestados, pobreza pueda haber felicidad, la hay, pero quedamos en el primer lugar, ¡somos el es seguro que a un mayor número de país más feliz del mundo!, la pregunta necesidades insatisfechas, es mayor el que me hago es ¿somos el país más feliz, o grado de padecimientos. Colombia se más bien el más resignado o tal vez, el más encuentra dentro de los países más

inequitativos, es decir, no hay una distribución adecuada de la riqueza. Colombia uno de lo países más violentos del mundo, solo hay que ver los indicadores de muertes por causas violentas. Así como estas hay otros varios indicadores negativos… Ahora bien, no creo que el Colombiano promedio se sienta satisfecho haciendo filas para todo, en el banco, en urgencias, en las escuelas… es probable que encuentra una buena e x c u s a p a r a disfrutarlo; o es que se alegra viendo a sus político sacando leyes acomodadas a sus propios intereses, o es que se encuentra feliz por el incremento del salario mínimo que alcanza para todo; o nos sentimos orgullosos por e l sistema de salud colombiano, aunque no niego que dentro del mismo hay buenas excepciones. Amnesia, el mejor remedio para la amargura…

Una dedicatoria especial a todo el equipo de trabajo del Hospital San Juan de Dios del Municipio de Rionegro que con todo su empeño le han brindado una mejor calidad de vida a mi madre enferma de cáncer.


NUEVO RECTOR EN LA UCO Monseñor Darío Gómez Zuluaga regresa a dirigir los destinos de la institución que él mismo vio nacer.

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esde el pasado 1 de enero, Monseñor Darío Gómez Zuluaga, se posesionó como nuevo Rector de la Universidad Católica de Oriente; quien se desempeñaba como Vicario de Administración de la Diócesis de Sonsón- Rionegro, Monseñor Darío llega a nuestra Institución para trabajar con calidad y compromiso por la Región. Luego de casi 15 años de ausencia del campus universitario, Monseñor Darío regresa para ejercer su tercer período como Rector de la Institución. Entre sus principales lineamientos de trabajo, Monseñor pretende trabajar con calidad para la Región desde la pastoral, pues para la UCO el servicio a la persona humana debe ser prioridad para todo proceso de desarrollo social. La Universidad Católica de Oriente da la bienvenida a Monseñor Darío, deseándole éxitos y bendiciones en la nueva labor que Dios le ha encomendado.

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NO TE RINDAS Mario Benedetti

No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo. No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros, y destapar el cielo. No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo. Porque lo has querido y porque te quiero. Porque existe el vino y el amor, es cierto. Porque no hay heridas que no cure el tiempo. Abrir las puertas, quitar los cerrojos, abandonar las murallas que te protegieron, vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar un canto, bajar la guardia y extender las manos desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos. No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento. porque no estás solo, porque yo te quiero.


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LA MONALISA Por F. Sánchez Caballero

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rogramábamos un vídeo artístico con una desnudista profesional, que ilustrara no sólo su rutina de baile y el entorno en el que se desenvolvía, sino el concepto de su puesta en escena. Fuimos a parar a un bar de Guayaquil con nombre de perro. Uno de los compañeros había hecho contacto con “La Monalisa”, una stripper legendaria que ofrecía su show allí cada noche. Sorteada la requisa superficial del portero y la mirada parda bajo el ala de sombrero de los truhanes de poca monta, que tomaban con las muchachas cocteles con nombres exóticos, nos detuvimos. Ahí estaba ella, la reconocí de inmediato. Nos la presentaron en medio del bullicio del lugar y el rumor a boleros de un anacrónico Orlando Contreras. La vi desenvolverse con la seguridad de quien se siente el centro de atención. Muchas palabras vi desgranarse de su boca húmeda y desvanecerse en el humo ocre del ambiente. Pese a lo expuesto que me sentía, no pude dejar de mirarla. Cuántas sonrisas escaparon desnudas de sus labios carnosos. Cuántas vacilaciones entre trago y trago, cuántos merodeos. —Todo sea en boca de ella—, pensé. Era una mujer mayor, pero su halo y picardía, parecían hacerla dueña de todos los secretos de cuanta experiencia subrepticia existía. Sus grandes ojos negros y su maquillaje reteñido evocaban la mirada

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imperturbable de Horus. Lanzó su último trago a distancia para no estropear el rojo de sus labios; se puso de pies exhibiendo con descaro su conservada figura y al saber que no tomaríamos nada, nos invitó a su cuarto con desgano. —Ya los hombres no son como los de antes—, dijo. Nos miró con la indiferencia de quien lo ha visto todo y señalándonos la cámara nos previno: —Algunos de mis clientes tienen un pasado verdaderamente oscuro y pueden molestarse. Cuando subíamos las escalas, a nuestras espaldas se formó una algarabía de vasos, copas y botellas rotas, que desde todas las direcciones se estrellaban contra todo; interrumpiéndose de golpe cuando se encendió la luz en el establecimiento. Encandilados o enceguecidos, todos se paralizaron como en un ritual compartido y siniestro. Nadie salió herido, nadie dijo nada, todos conocían la rutina. Muy despacio, como evitando que sus movimientos pudiesen importunar a alguien, cada uno comenzó a ponerse de pies, levantó su mesa, miró de reojo y sacudió los vidrios de su puesto; mientras la música

continuaba y las parejas volvían a sus devaneos eróticos en la pista de baile, tan apretados como les era posible. “Que su show era internacional” nos decía mientras se cambiaba detrás de un biombo con caracteres geométricos y retocaba las líneas de su maquillaje renacentista. Nosotros preparábamos todo para la grabación. El micrófono aquí, la cámara por allá, las luces en este ángulo. “Artistas importantes como el tal Botero, Arosemena, Arenas, Ríos, Daza, venían a verme en la flor de mi juventud”, decía ella en la distancia. —El casete nuevo está en la grabadora. —Ya el sonido está listo—, escuché. “El alcalde Guerra dejaba a sus guardaespaldas en las escaleras cada que venía; solo se hacía acompañar de su hombre de confianza para abrirse la bragueta a placer y sin rubores.”… —Una lámpara debe orientarse hacia el biombo para registrar su salida—, dijo el camarógrafo… “Es un show máximo para nueve personas seleccionadas y


su duración es de siete minutos”, insistía ella. —Luces… Cámara… Acción… Empezó la danza de los siete velos, ella asomó la punta de su pie derecho con zapatillas doradas estilo Scherezade y comenzó a bailar con movimientos lentos de su vientre, apenas adornado con lencería de fantasía alrededor de su ombligo, y el ritmo sutil de sus caderas envueltas en sedas multicolores que le imprimían un aire de liviandad a sus formas ajadas e indolentes. El tatuaje de una corona de espinas circundaba su tobillo izquierdo como el estigma de un amor fallido. Sus piernas rotundas y largas aún parecían evocar la gloria de una juventud extrema, pero se resistían por momentos al ritmo frenético de la música… Con elegantes y estudiados gestos, sus manos soltaban uno a uno los minúsculos velos multicolores que cubrían su piel. Era como ver a Leonardo revertir por capas su proceso creativo. Cada veladura dejaba en evidencia el despiadado paso del tiempo en aquellas formas que tanto admiraron connotados artistas y personajes de la vida bohemia y política nacional. Fue la época alegremente loca

en que debido a la persistencia y magnificencia de las propuestas, se sintió empujada a traspasar la delgada línea existente entre desnudista y puta. La danza continuaba. Ella, con una sonrisa aprendida y distante, quizá se acordaba de los tiempos en que los hombres parecían contener su respiración, se mordían los labios y tragaban saliva en cada abrupto movimiento de sus caderas… Recordó sin duda el episodio aquel en que uno de sus admiradores, alicorado y libidinoso, quiso introducir un billete en su tanga con tan mala fortuna que se quedó con ella en la mano y fue molido a golpes por una concurrencia enardecida y enamorada. —Más luz— decía el camarógrafo… —Ojo con el cable— decía el otro. —El enchufe, el enchufe… La música seguía el ritmo de las dunas y el quinto velo caía lentamente. Sus dedos largos y flacos, llenos de anillos y abalorios, recorrían su abdomen como una enorme araña y se aferraban a sus senos grandes como el mordisco de un animal. Por un momento desaparecieron sus ojeras y las manchas del sol en su piel canela, (vestigio temprano, sin duda, de una orgía a pleno aire en un oasis cualquiera). Hasta parecía más joven, más

bella. Era fácil imaginar el revuelo que causaba en los hombres de su tiempo. Pero las pequeñas distracciones del entorno y nuestra insensibilidad exacerbaron su ánimo. Ella comenzaba a apretar sus labios escarlata y su perturbadora sonrisa se hacía cada vez más difusa. Sus nalgas y muslos temblaban en un frenesí sin control. Empezaba a extrañar seguramente el clamor de quienes antaño extendían sus manos para tocarla o para recoger y oler al menos uno de sus abatidos velos… —El cable, el cable— Susurró alguien. Era más de lo que podía soportar. Sus movimientos perdieron precisión, sus pies dejaron de flotar, sus tetas se agitaban al garete y de sus ojos negros brotaban chispas como golondrinas de un campanario al amanecer, mientras apagaba la música con brusquedad y gritaba: —Basta…Ya está bueno… ¿Pero de qué están hechos ustedes?, ¿Acaso son maricas?… En Bogotá, cuando iba por el tercer velo ya todos se estaban haciendo la paja… Definitivamente ya los hombres no son como los de antes.

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LA TERRORÍFICA HISTORIA DE UN OJO MORADO Fue uno de los puñetazos más famosos de la historia: se lo dio Mario Vargas Llosa a García Márquez. Gabo fue adonde el fotógrafo Rodrigo Moya y le pidió que le tomara una foto que dejara constancia de lo sucedido. ¿Por qué el Nobel peruano le pegó una trompada al Nobel colombiano?

Fotos y texto de Rodrigo Moya

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al vez, Gabriel García Márquez sea el más popular de los mortales, porque es asombrosa la cantidad de gente que en una reunión o fiesta cualquiera se refiere al escritor como 'el Gabo', como si lo conociera de toda la vida o fueran primos hermanos del premio Nobel. Algunos hasta hablan de él como 'el Gabito', pero en más de una ocasión he descubierto a ciencia cierta que dicha familiaridad es ficticia, y que quienes lo tratan con tal confianza quizá lo han leído de cabo a rabo, pero nunca han cruzado una palabra con él. Mi madre, Alicia Moreno de Moya, sí que podía referirse a Gabriel García Márquez y a Mercedes Barcha, su esposa, como amigos muy cercanos, y referirse a él como mi Gabito o Gabo de mi alma, y a Mercedes como Meche linda, o mijita linda, y en medio de cualquier diálogo soltar un ¡eh Ave María!, o unos más contundentes carajos y varios pendejos, que a veces eran de cariño, y a veces simplemente una especie de sustantivo o calificativo de difusas connotaciones. Y es que Alicia era una colombiana de Medellín, una antioqueña de pura cepa, una auténtica paisa, como la definía el propio García Márquez. Él y Mercedes la querían como una de los mejores representantes de la colombianidad en México, por allá

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a principios de los años sesenta del siglo pasado, cuando lo conocí en aquella casa de mi madre, que era una especie de embajada paralela de Colombia en México, cuando la oficial estaba ocupada por los militares de la dictadura en turno. En alguna de aquellas fiestas de intelectuales y artistas de destinos aún inciertos, el tal Gabo no me cayó muy bien que digamos. En plena reunión, él se tendió en uno de los largos sofás, la cabeza apoyada en el brazo acodado, y desde esa posición como de marajá aburrido sostenía escuetos diálogos, o emitía juicios contundentes o frases entre ingeniosas y sarcásticas. Estaban aún lejos Cien años de soledad y el Premio Nobel, pero el paisano de mi madre se comportaba ya con una seguridad y cierta arrogancia intelectual que no a todos agradaba. Poco después leí La hojarasca, y luego Relato de un náufrago y El coronel no tiene quien le escriba, y más después todo lo que escribiría a lo largo de los siguientes casi 50 años, y entendí entonces por qué aquel tipo de bigote y gestos como de fastidio y pocas pero contundentes palabras como de frases célebres podía recostarse en el sofá en medio de una ruidosa tertulia y decir lo que le viniera en gana. Por aquellas tertulias en la casa materna fue que tuve cercanía amistosa con García Márquez, con Mercedes y con sus hijos


pequeños, Rodrigo y Gonzalo. Yo sí tenía el derecho de llamarlo Gabo, pero nunca llegué a llamarlo Gabito, pues de alguna manera lo he visto como un gigante al que no le van los diminutivos. Siendo fotógrafo y amigo, no le pedí nunca que posara para mí, y cuantas veces los visité en su casa fue sin la cámara en el hombro. Ahora tal vez me arrepiento. Por eso, fue natural que el 29 de noviembre de 1966 el Gabo apareciera por mi apartamento en los Edificios Condesa, para que le tomara algunas fotografías que ilustrarían la solapa o la contraportada del libro que había terminado después de dos años de trabajo y estaba ya en manos de los editores. Llegó acompañado de nuestro mutuo amigo Guillermo Angulo, quien había sido mi maestro y en esos años manejaba su propia compañía cinematográfica en Bogotá. El saco que había escogido Gabo para aquella sesión era despampanante, y estuve tentado de sugerirle mejor una foto en camisa arremangada o prestarle una de mis chamarras, pero usaba la prenda con tal naturalidad que adiviné que la amaba, y así las fotos se hicieron a su manera. La foto era para Cien años de soledad, cuya edición se preparaba en Buenos Aires. Pero nadie sabía, quizá ni él mismo, lo que ese título significaría después en la historia de la literatura. Diez años más tarde, el 14 de febrero de 1976, Gabriel García Márquez volvió a tocar el timbre de mi casa, ya por distintos rumbos, en la colonia Nápoles, para que le tomara otras fotografías. Esa vez lo notable no era el saco de cuadritos, sino el tremendo hematoma en el ojo izquierdo y una herida en la nariz, causada por el puñetazo que dos días antes le había propinado su colega y hasta ese momento gran amigo, Mario Vargas Llosa. El Gabo quería una constancia de aquella agresión, y yo era el fotógrafo amigo y de confianza para perpetuarla. Claro que pregunté azorado qué había pasado, y claro también que Gabo fue evasivo y atribuyó la agresión a las diferencias que ya eran insalvables en la medida que el autor de La guerra del fin del mundo se sumaba a ritmo acelerado con el pensamiento de derecha, mientras que el escritor que años después recibiría el Premio Nobel seguía fiel a las causas de la izquierda. Su esposa, Mercedes Barcha, quien lo acompañaba en aquella ocasión luciendo enormes lentes ahumados, como si fuera ella quien hubiera sufrido el

Mario Vargas Llosa, Nobel peruano que golpeó a nuestro Nobel colombiano derechazo, fue menos lacónica y comentó con enojo la brutal agresión, y la describió a grandes rasgos: en una exhibición privada de cine, García Márquez se encontró poco antes del inicio del filme con el escritor peruano. Se dirigió a él con los brazos abiertos para el abrazo. ¡Mario! Fue lo único que alcanzó a decir al saludarlo, porque Vargas Llosa lo recibió con un golpe seco que lo tiró sobre la alfombra con el rostro bañado en sangre. Con una fuerte hemorragia, el ojo cerrado y en estado de shock, Mercedes y amigos del Gabo lo condujeron a su casa en el Pedregal. Se trataba de evitar cualquier escándalo, y el internamiento hospitalario no habría pasado desapercibido. Mercedes me describió el tratamiento de bistecs sobre el ojo, que le había aplicado toda la noche a su vapuleado esposo para absorber la hemorragia. Es que Mario es un celoso estúpido, repitió Mercedes varias veces cuando la sesión fotográfica había devenido charla o chisme.

Según los comentarios que recuerdo de aquella mañana, mientras ambas parejas vivían en París, los García Márquez habían tratado de mediar en los disturbios conyugales entre Vargas Llosa y su esposa, Patricia, acogiendo sus confidencias. Como suele suceder, los consejos o comentarios de la pareja colombiana rebotaron hacia Vargas Llosa cuando este volvió al redil y se reconcilió con su esposa. Y lo que sea que se hubiese dicho o sucedido, el caso es que el peruano se sentía gravemente ofendido, y su furia la resolvió de aquella manera expedita y salvaje. Guarda las fotos y mándame unas copias, me dijo el Gabo antes de irse. Las guardé 30 años, y ahora que él cumple 80, y 40 la primera edición de Cien años de soledad, considero correcta la publicación de este comentario sobre el terrorífico encuentro entre dos grandes escritores, uno de izquierda y otro de contundentes derechazos.

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LA NUEVA GENERACIĂ“N

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Javier Custodio Soto Director Mi Boutique


Columnista Invitado

Por: Luis Enrique Atehortúa Sánchez Docente UCO

H a s t a l o s 2 0 a ñ o s aproximadamente, Yo, al lado de mis padres, mis abuelos, mis tíos, y mis vecinos y familiares, estuve entre las aulas de clases y el buscar leña, arrear las vacas, mandar a “acostar” a las gallinas, hacer arepas y ordeñar (estas dos últimas nunca las hice bien) y ya en mis años de joven echar azadón en la huerta de mi casa y en un terrenito que me prestó el papito Luis (Luis Elías Atehortúa Patiño). Conocí el arte de amarrar flores con él. Y con el papito David (David Emilio Sánchez Jurado) aprendí el arte de elaborar silletas tradicionales. Fui alumno de uno de los FUNDADORES DEL DESFILE DE SILLETEROS. Aprendí a vivir… a querer la tierra…a amar a Santa Elena…por eso ya le he escrito una canción que será su Himno. Pero hasta hace apenas unas semanas, recordé que en la emisora Sinigual Stéreo, de la UCO, Gustavo me regaló el video que hiciera la UNAL, para rendirle un homenaje al gran maestro (controvertido e ignoto para muchos) BLAS EMILIO ATEHORTÚA AMAYA. Recuerdo que hace varios años, Salió en el periódico El Colombiano, una mención hecha a este personaje, decía entre otras cosas que este personaje era de Santa Elena y que el Pbro.

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¿BLAS EMILIO ATEHORTÚA DE SANTA ELENA? TODOS LOS DÍAS UNO APRENDE… Avelino Pabón Sosa en su homilía hizo un reconocimiento a sus familiares y los felicitó y nadie ni siquiera se dio por aludido ya que nadie sabía de qué estaba hablando el Padre en la misa. Averigüé por si las moscas y nadie supo darme razón del tal Blas Emilio. Qué pena. Menos mal que el maestro odia la envidia… “El Hombre y su Leyenda” es el nombre que le diera la profesora Galina Likosova, en conjunto con Hernán Humberto Restrepo y Luis Carlos Rodríguez, investigadores de la Universidad Nacional sede Medellín y que entre otras cosas, cuenta con imágenes del año 2007 en Santa Elena. Dice el Maestro que nació por accidente. Hijo de un embarazo desafortunado de su madre que era médica bióloga y experimentaba en la vereda El Plan con hojas medicinales. Sus padres adoptivos son Ramón Atehortúa y Gabriela Amaya de Atehortúa. Su madre biológica era SEFARDÍ: (Descendientes de los judíos que vivieron en la península Ibérica España y Portugal - hasta 1492, y que están ligados a la cultura hispánica mediante la lengua y la tradición. Se calcula que en la actualidad, la comunidad sefardí alcanza los dos millones de integrantes, la mayor parte de ellos residentes en Israel, Francia, Estados Unidos y Turquía. También a México y Sudamérica) y su padre de nombre Isaac David, oriundo de TETUÁN, en el norte de Marruecos. Como nació por accidente y casi ahogado, doña Gabriela le coloca la medalla de San Blas…así lo llamó. Blas Emilio Atehortúa Amaya nació en el fondo de un barranco, en la Vereda El Plan del Corregimiento de Santa Elena, el 22 de octubre de 1943.

Adscrito al LIBRO DE ORO DE LA HISTORIA DEL PUEBLO SEFARDÍ EN AMÉRICA LATINA. Ama a Santa Elena. No sé si en El Plan alguien conozca bien de su existencia. A finales de 2008 esperaba un trasplante de riñón en Caracas Venezuela. Es uno de los compositores de Música Clásica más importantes del siglo XX e inicios del siglo XXI. Ha sido alumno de los más reconocidos compositores contemporáneos de sonatas y oberturas, tales como: Olav Roots, Lannis Xenakis, Luigi Dallapiccola, Alberto Ginastera, entre otros. Hoy, luego de saber lo que aprendí viendo este extraordinario trabajo, entiendo más claramente el aforismo que reza: “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”. Siento pena, pero con una gran satisfacción de saber que aunque de origen netamente foráneo, el maestro Blas, distinto a muchos de acá, reconoce con un gran orgullo, que nació en Santa Elena, que aunque por accidente, reconoce en esta tierra, a su madre y a su origen. ¡Qué ejemplo!. Definitivamente; “mientras más grande la dignidad, más grande la humildad”. ¡Loor al Maestro Blas Emilio!

Blas Emilio Atehortúa Amaya


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