Cultura O de noviembre

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Cultura O Revista cultural para la regi贸n del Oriente Antioque帽o / No 11,noviembre de 2012

SERIE COLOMBIA: Secuestro, torura y desaparici贸n forzosa Tallas en madera del escultor Alonso R铆os


Editorial

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a semana pasada mi amigo Fredy me comentó, con la voz entrecortada y señas evidentes de un gran desvelo y de llanto en sus ojos, que su mujer lo había abandonado. Era Por: Miguel Ángel Ríos Director viernes, finalizando la tarde y entonces aproveché para invitarlo a un trago de ron (que no fue uno y tampoco fue de ron) y conversar. Me di a la tarea de ser hombro para lagrimones. Luego de una hora de conversación, yo había sacado ya mis conclusiones. Fredy, un reconocido galán con una trayectoria de 40 años, había dejado a su esposa sumida en la más completa soledad, casi enclaustrada en una pequeña finca, donde él creía que era inmensamente feliz. Entonces las salidas a fresquiar cada vez eran menos frecuentes, el cine era un lujo semestral, el baile era un capricho reemplazable por Sábados Felices y los oficios amorosos pasaron a ser como la espera del pago: quincenales. Luego mensuales… Y como si fuera poco, el dichoso Fredy tenía una amiguita en el pueblo, con la que sí fresquiaba, bailaba, iba al cine y retozaba como si fueran conejos. Y lloraba y me decía que ella –su mujer- era el amor de su vida, frente a lo cual, sin anestesia y sin compasión tuve que

DOS CASOS DE SOBERANÍA decirle: “hermano, usted no ejerció su plena soberanía sobre ella, lo cual no significa tratarla como a una ínsula a la cual se coloniza, se domina, se maneja y de vez en cuando se le dan muestras de poder y mandato, sino que se le protege, se le considera, se le respeta y se le atiende”. Ahora en Colombia resulta que estamos muy consternados porque Nicaragua se quedó con una inmensa porción de plataforma marítima que antes era nuestra y entonces ahí sí recordamos (y muchos se enteraron) que tenemos 7 cayos: Albuquerque, Sureste, Roncador, Serrana, Quitasueño, Serranilla y Bajo Nuevo. Ahora sí nos importan los pescadores que tiene mucha menos agua de donde sacar el sustento para sus familias. El asunto es que creemos que como ellos, los isleños, los raizales, viven en esos lugares paradisíacos a los cuales nos gusta ir por cortas temporadas para olvidarnos del trabajo, del estudio y de los problemas, pues ellos están en el paraíso y necesitan poco del gobierno nacional. Pero la realidad es que ellos, que viven en el paraíso, también tienen que resolver el problema de su trabajo, también tiene que hacer maromas para poder estudiar, para poder comer y tener una vivienda digna. Pero ahora, cuando ya la corte internacional de La Haya, le reconoció a Nicaragua su derecho a tener más área marítima, ahí sí sale el gobierno a hacer

CONTENIDO Tu reflejo sobre la piel del agua (cuento) 3 Poesía 6 La columna del Maestro: Esa tarde 7 La terrible y ejemplar historia de Pedro Picasso 9 Crónicas del viejo mundo (El pequeño Chagall) 14 El derecho de Soñar 15 La innecesaria parafernalia de los eventos musicales 17 Pesimismo (análisis) 19 Colombia, ¿un país de sastres? 20 El señor del arte que fue Leonel 24 Programación Festival Internacional de Caricatura 26

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presencia en las islas y cayos que estuvo a punto de perder, ahí sí se inventó el Plan San Andrés, para prometer más presencia gubernamental y mejorar las condiciones de vida de los lugareños. Incluso una emisaria de la presidencia, luego de hacer un recorrido por estos islotes dijo ante las cámaras de los medios de comunicación que el tener estos territorios casi vírgenes, muy protegidos, era intencional, para poder conservar el paisaje y la riqueza de flora y fauna, intacta. ¡Un eufemismo de ABANDONO! Al igual que la hacendosa, amorosa, servicial y bella esposa de Fredy se fue lejos, las ricas y hermosas aguas que nunca recordamos que eran nuestras, ya las perdimos, ya son de otro. Igualito que la mujer de Fredy, quien se fue con un caballista que solía pasear sus sementales cerquita de la finca de mi amigo. Es pura cuestión de soberanía. Con las mujeres pasa como con el triciclo que tuvimos cuando éramos niños: lo usamos hasta acabarlo, luego lo archivamos, pero no permitimos que lo boten y mucho menos que otro lo monte, que otro lo disfrute. Y si seguimos descuidando lo que creemos que es nuestro, va a llegar otro a pelearlo y ganarlo y Colombia entonces será cada vez pequeña. Cuestión de soberanía, señores, ¡SO-BE-RA-NÍ-A!

Cultura Director: Miguel Ángel Ríos Diseño Gráfico: María Alejandra Ríos Colaboradores: Carlos Eduardo Vásquez Luis Enrique Atehortúa Alonso Ríos Vanegas

E-mail: revistaculturao@gmail.com / Teléfonos 5617191 - cel. 3128360990

Un producto de:


TU REFLEJO SOBRE LA PIEL DEL AGUA

Cuento

Primer lugar, VI Concurso de Cuento Universitario Ascuncultura Regional 2012 Por: Carlos Eduardo Vásquez

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os ojos vidriosos de la enfermera miraron a Nana con desprecio. Por un momento, la imaginó flotando en el fondo del pozo junto a los miasmas y las larvas de zancudo y un rictus de sonrisa se le dibujó en el rostro. La mujer odiaba el flequillo rubio que no cubría la depresión en la frente de la muchacha, y esas gafas ridículas que el sulfato del tiempo intentaba disolver. También detestaba que la paciente se estrellara contra las paredes por gusto. Y le fastidiaban los súbitos ataques de excitación sexual que sacudían el cuerpo de Nana varias veces al día. Además, había otra razón para su odio…

escudriñaban el mundo de manera independiente. El muchacho era el heredero de una inmensa fortuna que jamás había disfrutado por haber nacido enfermo. Sin embargo, las jugosas donaciones del padre de Benja al hospital le aseguraban al joven su bienestar y compraban la discreción del personal. El lugar era práctico y funcional. Las paredes eran blanquísimas y olían a desinfectante de pino. Afuera del edificio el paisaje era sobrecogedor. Parecía que la mano de Dios se hubiera entretenido en las colinas

En ocasiones, Nana pasaba las horas mirando la vaca que pastaba al otro lado de la cerca. El crujido de la hierba arrancada y la masticación escandalosa del rumiante la seducían. Le encantaba ver como las venas en el cuello del animal, estimuladas por el goce vegetal, palpitaban con furia. Hubiera querido abrazar ese poderoso cuello coronado por una montaña de nieve negra, pero su poca destreza física y la mirada vigilante de la enfermera se lo impedían. Nana amaba la enormidad y por eso amaba a Benjamín. Ella no sabía contar los días, pero sentía que habían pasado demasiados. Todas las tardes buscaba a Benja junto al pozo, pero él no subía, bien porque no estaba ahí o bien porque ignoraba deliberadamente a la minúscula mujercita que lo llamaba desde la superficie. ─ Bonito mundo allá… ¡Yo vuelvo pa'casá con usté! ─le había dicho Benja a Nana la última vez, mientras señalaba el cielo que se reflejaba en la piel del agua varios metros más abajo. Benja era grande desde el corazón hasta los dedos. Pero, aún para su enorme tamaño, la cabeza del muchacho era demasiado notoria. En ella brillaban unos ojos pardos que

Nana, pero la mayoría de las veces ganaba el instinto. Cuando la enfermera no estaba cerca, Nana se sentaba a esperar sobre el borde del pozo y atisbaba su profundidad. Desde allí, escuchaba los murmullos del agua mientras retaba su miopía tratando de descubrir una señal de Benja. A veces, los estremecimientos le daban mientras estaba sentada sobre el brocal. Entonces, añoraba más que nunca las torpes caricias de Benja y sus besos cargados de afán. Nana estaba decepcionada. Tampoco ese día, Benja había querido subir. De regreso, tropezó con dos árboles de mango y sintió un amago de excitación. Su cuerpo se estremeció. Definitivamente, le hubiera gustado que Benja estuviera allí, y haberse escapado con él un par de minutos al cuarto de mantenimiento. En la puerta la esperaba la enfermera. ─ ¡Tome, para que aprenda a no salirse sin permiso! ─ le gritó la mujer, al tiempo que le descargaba dos sonoras bofetadas en sus mejillas de porcelana.

circundantes. Los visitantes primerizos, incapaces de contenerse ante la belleza, salían al prado para verlo todo. Sin embargo, entraban un minuto después, desencantados. Afuera, olía a criatura sin bañar y a carne muerta porque el terreno frente al hospital había sido un vertedero de basura hasta hacía pocos años. Nana había sido internada en el sanatorio siete meses atrás. Su familia la había abandonado ahí porque no soportaba que la muchacha saliera a la calle desnuda, en medio de la noche, gritando: “¡quero hacé l'amor!” Tampoco entendían por qué cada vez que llegaba una visita masculina a la casa, Nana desde las escaleras lo miraba con ojos acechantes, la respiración entrecortada y comenzaba a frotar sus muslos uno contra el otro con ruidoso deleite. Los calmantes recetados atenuaban el furor uterino de

Esas atribuciones se las tomaban casi todos los enfermeros con los pacientes de caridad. Nana entró cabizbaja y humillada y se sentó a ver “Tuya o de nadie”. A ella le gustaba cuando Andrés del Monte le decía cosas bonitas a Rosa de los Vientos y ésta se deshacía en sus brazos como una polvorosa. Benja prefería las películas “de balas”. Por eso habían peleado el día que se conocieron. El gigante había entrado al salón, sucio de barro y sin decir nada, había cambiado el canal con sus dedos torpes. Había cinco o seis pacientes más, pero Nana fue la única que protestó. Primero se habían lanzado temibles balbuceos que sólo ellos entendían. Luego, amagaron golpes y finalmente, empezaron a gritarse. La enfermera que llegó a imponer el orden les apagó el televisor

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como castigo. Los demás internos se fueron, pero ellos se quedaron uno frente al otro mirándose por horas con un sordo encono. Sin embargo, al día siguiente se buscaron en la sala de la televisión y se sonrieron con picardía. Anduvieron todo el día juntos. Ese día, Benja descubrió dos cosas. La primera que los estremecimientos de Nana no daban espera y debían ser satisfechos a la mayor brevedad. La segunda que había algo al sur de su desproporcionado cuerpo que le servía para apaciguar las inquietudes de Nana. Por eso no les permitían andar juntos. Ya los habían descubierto varias veces en los laboratorios vacíos, en el cuarto de la limpieza y hasta en los baños. El padre de Nana había tomado la precaución de operarla para evitar un embarazo, pero la hiperactividad sexual de Nana y Benja generaba incomodidad entre el personal de planta y era un pésimo ejemplo para los otros internos. …La enfermera tocó la puerta, primero con suavidad y luego con firmeza. Al no obtener respuesta, entró al cuarto. Nana dormía de costado. La cobija había resbalado hasta el suelo. Nana estaba desnuda porque no soportaba la ropa por las noches. La muchacha era de una pequeñez dolorosa, sus huesos sobresalían por donde se le mirara, pero tenía la belleza de las personas tiernas. La enfermera le tocó un brazo y Nana se quejó en sueños. Luego le corrió el pelo de la cara y Nana se movió hasta quedar boca arriba. La mujer se sintió aceptada y se despojó de su bata exponiendo el ocaso de su cuerpo al frío de la noche. Aventuró una caricia desde el hombro de Nana hasta su cadera. En ese momento el sueño de Nana se hizo añicos y abrió los ojos. Vio a su guardiana desnuda y ansiosa sobre ella y pensó que la iba a golpear. Lanzó un grito de terror y la empujó hacia un lado antes de salir al pasillo corriendo y gritando. En su huida, terminó por estrellarse contra el director del hospital quien estaba haciendo una ronda por las habitaciones. Cuando entraron al cuarto de Nana, encontraron a la enfermera tirada en el suelo. Un hilo de sangre bajaba de su frente y se perdía entre sus magros pechos. Al otro día, el director

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interrogó a la mujer sobre las extrañas circunstancias en las que la habían hallado. No había mucho que decir porque los hechos hablaban por sí solos. Recibió resignada la reprimenda de su superior y luego, los murmullos y risas maliciosas de sus compañeros en los pasillos. Desde ese día, la enfermera solo pensaba en la venganza. No creía poder soportar la vergüenza ni la mirada reprobatoria del resto del personal. La culpa era de de Nana, de eso no había dudas, y el desquite llegaría en su momento. Afortunadamente, para la enfermera, no la relevaron de cuidar a su paciente porque para la institución una enferma de caridad valía muy poco como para preocuparse por ella. En esas circunstancias, se incrementaron los bofetones en la cara y el odio de la mujer por su paciente. Una tarde de domingo, Nana salió al patio a ver si Benja, por fin regresaba. Se sentó en el borde del pozo y lo llamó con susurros. Dos lágrimas corrieron por su rostro porque estaba perdiendo la esperanza. Lo invocó con todas sus fuerzas, cerró sus ojos y lo imaginó con su gorra de golf blanca y su overol azul. Así como estaba el día en que se fue a buscar el nuevo mundo dentro de la boca del pozo. Nana no oyó a la enfermera acercarse. ─ Tu novio está en el fondo, bonita… y te está esperando.

Nana no confiaba en la enfermera, pero podían más las ganas de ver a Benja, de tal forma que se agachó más. Estiró su cuerpo pero no logró verlo. La enfermera la sostuvo por la cintura y Nana alargó su cuello lo más que pudo sobre el pozo. De pronto, las manos la soltaron. La luz dejó de rodearla y Nana sintió su cuerpo flotar mientras una sensación de vértigo se apoderaba de ella. Los cuerpos livianos hacen poco ruido al caer. La enfermera esperó cinco minutos hasta que terminó de aquietarse el agua y gritó con todas sus fuerzas. El resto de personal de turno, el director y algunos pacientes salieron al patio. La mujer señalaba histérica el fondo del pozo. Dicen que los ahogados recuerdan toda su vida antes de perecer. Nana no tuvo mucho que recordar porque sus mejores recuerdos estaban asociados con Benja, y él ya venía a su encuentro flotando en la bruma de su promesa. Parecía incluso un hombre apuesto y su sonrisa tenía algo de elegancia. Tomó a Nana de la mano y mientras salían del pozo, pudieron observar a los concurrentes, quienes indiferentes a la muerte, escuchaban con atención a la enfermera cuando les contaba que en un momento la paciente estaba allí y al siguiente había desaparecido sin que ella hubiera podido hacer algo para evitarlo.



Poesía

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TÚ ERES BOLERO Ángela María Gómez Gómez

Piénseme (A la Marín) Julián David Arbeláez Estudiante Comunicación Social UCO

¿Qué le pasó a usted cuando me extrañó? (si lo hizo). ¿Acaso no fui un amanecer? Creo que me reprocho no haberlo sido, la calle me dejó un tanto vacío; pero me apuró un trago largo, medio lleno. Es esa sensación de sentirme extraño, sin usted, de no saber si usted me piensa. Aclaro sinceramente que siento que usted no me piensa:

Adrián Camilo Herrera

Cigarrillo El cigarrillo, compañero en la jornada, es encendido, en cada aspirada permite sentir la vida y en cada exhalada recuerda el constante desvanecer. Su sabor agridulce permea el paladar exponiendo cada experiencia vivida.

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usted me recuerda y hay una gran diferencia entre esas dos cosas, casi de rosas. Si usted me recuerda: ¡déjeme! No me mire a los ojos claro que si no es así, por favor: ¡piénseme! Piense que me necesita y así sea una pequeña esperanza Sé que si usted me piensa, usted me necesita. Si no, solo recuérdeme y moriré un tanto intranquilo, al saber que usted me recuerda, porque si usted me recuerda, ya me habrá olvidado.

La ceniza hace presencia manifestando lo que ya no es, como el recuerdo que se alberga, ¿dónde? en verdad, no lo sé. El ritmo de la consumación se convierte en baile, como el tiempo, como el espacio danzan, la danza de la muerte, para recordar la constante posibilidad de sentir la vida en cada aspirada. Fuego, humo, ceniza aire contaminado por la voluntad que abraza, dando calor a esta alma solitaria que va.

" BOLERO " HIJO DE TANGO DE LA PERLA ERES MÚSICA. ERES SINFONÍA. ERES: El caballo que lleva en sus cascos mis angustias y las hace polvo mientras galopa. En su crin enredando mis tristezas y mientras el viento las acaricia, las desvanece. En la compañía de mi caballo encuentro paz y sosiego; en su imponencia justa, la mano de Dios. Su mirada arrulla mi alma y la apacigua, su relincho llena de alegría mi corazón perturbado. Ninguna herida o dolor están por encima de la cura que me da y sana mi caballo con su presencia. ♥♥♥ Horses ♥♥♥ Con su amor... Y cuando el necesita de mi presencia, lo sabe y cuenta conmigo. Incondicionalmente. Por todo esto y todo lo que él me da, yo estoy ahí siempre. Por él.

Solitario Una multitud ruidosa, una calle iluminada por la artificialidad son la compañía de un solitario que sale a descansar de su soledad. En esa calle el alcohol, los cigarrillos y otras formas de perder la conciencia están, para ayudar a sacar al solitario de su realidad.

El reloj vueltas da Las voces se envuelven en el humo y el alcohol para la multitud da esa amiga que todos salieron a buscar. El solitario a su lugar de siempre, vuelve, una amiga por varias horas lo acompaña: la embriaguez, mientras que su contidianidad en sus ropas de siempre lo envuelve.


Desde la torre

La columna del Maestro

ESA TARDE Por: Alonso Ríos Vanegas

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omán Loaiza había muerto ese día a las ocho de la mañana. Después del velorio, me hallaba en el estudio, leyendo El General en su Laberinto de García Márquez, eran aproximadamente las cinco y cuarenta y cinco minutos de la tarde y caía una brisa suave. El sol hacía presencia con sus últimos fulgores. Las hojas blancas del libro se fueron tornando rojas como pétalos de rosa. Suspendí la lectura, enormemente sorprendido por el fenómeno, y esperé a comprender lo que ocurría, pero fue mayor la sorpresa cuando, al levantar los ojos fatigados por la lectura, observé que las paredes blancas de mi casa se teñían también de rosa, igual que las hojas del libro. Con el corazón agitado, subí velozmente a la terraza de la torre, y con gran emoción observé cómo todo el paisaje se veía rojizo, parecido al resplandor de un crisol de fundición encendido: las edificaciones, los árboles, los jardines, las montañas, el camino. Sarita, mi hija menor que jugaba en ese momento en el jardín, también parecía de fuego. Todo el paisaje estaba sumergido en ese mismo color rojo cobrizo. Al mirar hacia oriente, observé con asombro un enorme arco iris perfecto pintado en el cielo por encima de los altos cipreses, que más parecía un inmenso arco de mármol multicolor, sólido y brillante. Una bandada de garzas cruzó velozmente el fulgurante arco como una gran flecha blanca en dirección al sur. Giré mi cuerpo en dirección a occidente, arrebatado por la emoción, y distinguí cuando el sol, que se empezaba a ocultar detrás de la montaña, teñía de rojo intenso las nubes que semejaban brasas incandescentes recortadas sobre la cordillera. Llamé a Sara para que presenciara conmigo el maravilloso espectáculo, y bajé precipitadamente los treinta y seis escalones en espiral de la torre, como llevado por el viento, pero al querer buscar a mi pequeña hija y gozar en su compañía del extraordinario espectáculo celeste, me tropecé con la figura de un hombre joven, de facciones indígenas, vestido de blanco, con

sombrero y ruana también blancas, descalzo. Bajo el fenómeno celeste sus vestiduras también se bañaban con ese

colores... ese maravilloso gris del fondo nunca lo había visto! Agregué: —Es bello el espectáculo celeste… Román, extasiado mirando el cielo, musitó a mis oídos: —Es el resplandor del mismo Dios que vino por mi espíritu.

misterioso color rosado. Se me acercó con pasos sutiles, casi felinos, y sin producir ruido alguno sobre el césped, ni alborotar los grillos con su desplazamiento, me dijo con una voz suave y delicada: “Soy Román, don Alonso, no se asuste, buen amigo. Vengo para acompañarlo a ver la tarde más maravillosa que mis ojos hayan visto”. —El sol está muriendo para inventar los arreboles —me dijo. Le contesté: —Florece la luz. Sara, acercándoseme con los ojos iluminados y el rostro radiante, añadió: —¡Pero qué hermoso arco iris, papá, parece pintado al óleo en un enorme lienzo con luces de mil

El maravilloso espectáculo se disolvió tan fugazmente como se formó, y así, en esta misma forma, Román Loaiza, caminando sin tocar el suelo engramado que alguna vez fue de campos cultivados por él, caminando con sus brazos hacia el cielo, flotando envuelto en un profundo silencio, se dirigió hacia el oriente, donde aún se veía el majestuoso juego del arco iris. Con gran asombro, vi cómo al caminar se iba disolviendo hasta transformarse en una pequeña nube de polvo gris, olorosa a sudor y lágrimas, que se esparció por todo el terruño que él alguna vez cultivó, hasta que la última partícula se fundió con la tierra. Tal y como Román Loaiza lo soñó alguna vez, la deslumbrante tarde llena de arreboles incandescentes y un arco iris único y fugaz se llevaron su espíritu ante Dios, y de su cuerpo sólo quedó el polvo que las gélidas y fecundas lluvias de septiembre trasformaron primero en humus y luego en cosechas y frutos abundantes que brotaron de la tierra.

Cultura Esta es una publicación que exalta la labor de personas e instituciones que trabajan por la cultura del Oriente Antioqueño. Si tienes información de interés general envíala a nuestro correo

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Cuento

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LA TERRIBLE Y EJEMPLAR HISTORIA DE PEDRO PICASSO

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edro Picasso pensaba. Caminaba por la calle de Santa Coloma, musitando al aire maldiciones por su infortunio. Lloraba lágrimas profundas y quería darle golpes a las paredes. Miraba con desdén a las personas que, felices, pasaban por su lado sin detallarlo, sin advertir su presencia. Soñaba que algún día sería tan feliz como las otras personas. Ignoraba que no todos los sueños se hacen reales. Las nubes, que parecían querer meterse en la cúpula de la iglesia, con su tono grisáceo le recordaban a Pedro Picasso que era infeliz. Pedro Picasso veía las sonrisas como un privilegio destinado a unos pocos, los pocos millones que existían en el mundo, entre los que él no se contaba por cosas de la nada. Sentía en cambio más cercanas las lágrimas, y se aferraba a ellas como prenda de que ciertamente, él era un ser vivo. Sumido en llanto, Pedro Picasso sintió en su hombro una mano tibia que lo obligó a parar la marcha. Intentando sonreír, se giró para ver quién era aquel que le había dado la alegría fugaz de sentirse tocado. Al voltear vio que don Ricardo le sonreía con franqueza. Pese a que don Ricardo tenía los dos dientes incisivos superiores un poco separados, su sonrisa era bella, raramente encantadora, destellaba ternura y a la vez transmitía cierto halo de sinceridad, obligaba a creer en ella. “Qué felicidad verlo, mintió Pedro Picasso, y más así, tan sonriente”. “Y cómo no voy a sonreír, muchacho, respondió don Ricardo, vengo del dentista, y a que no adivinas qué, ¡me regaló una caja de dientes nueva!” Don Ricardo continuó su camino como si no fuera de buenos modales despedirse, y Pedro Picasso rompió en llanto, aunque trató de reprimirlo con todas las humanas fuerzas que de él podían salir. De nuevo maldijo, dijo que no creía en Dios, despotricó de Schopenhauer y de todos esos absurdos psicópatas que en el delirio de su psicodelia habían creído iluminar al mundo con sus despampanantes razonamientos. Nada importaba ahora, ni siquiera la posibilidad, siempre esperanzadora, de catar un vino recién salido de barrica. Lo único que pasaba por la mente de Pedro Picasso, era el permanente cuestionamiento a la nada, el reclamo de una explicación que le hiciera entender por

qué era infeliz. “Don Ricardo tiene una caja de dientes nueva, pensaba con amargura, por lo tanto, don Ricardo es feliz”. Y deseaba Pedro Picasso en ese instante tener a su haber una caja de dientes, suya, propia, para ver si de pronto así era feliz. Acongojado, se marchó a casa. Las nubes, que de gris habían pasado a negro, ya ignoraban, seguro, la cúpula de la iglesia de Santa Coloma, porque se entretenían ahora jugando a esconder la Luna. Pedro Picasso intentaba dormir; una mosca no se lo permitía. Tampoco el frío que a esas horas, media noche, quizá, penetraba sin cesar por las celosías de esa casa vetusta que sólo tenía una habitación, una cocina, una sala sin cuadros en las paredes, y un baño sin espejo. A las paredes se les caía la pintura de vergüenza, y el piso era ya vestigio de mármol. El reloj recién daba las doce, quizá, cuando un golpe brusco estremeció la cama de madera. Pedro Picasso se puso en pie. Deambuló por varios instantes de un lado a otro de la habitación, luego fue a la sala y se sentó. Algo pensaba. Después fue a la cocina y sirvió un poco de leche. Estaba tembloroso, pero a la vez sonreía. “Ahora sí” pensaba. Volvía a pensar: “Ahora sí”. No se bebió la leche en su totalidad. Con una rapidez que hasta a él mismo le sorprendió, se vistió y en cuestión de minutos ya transitaba de nuevo por la calle de Santa Coloma. “Ahora sí”. Por alguna razón llegó Pedro Picasso a la casa de Segismondi, su amigo, cómo no.

Por: Luis Miguel Rojas falta de volumen se veía también alto. Sus ojos negros no delataban sentimientos, su nariz aguileña tenía una pequeña protuberancia que la hacía aún más notoria, la sonrisa develaba unos dientes grandes, blancos, perfectamente alineados, que relucían contrastando con la ya mencionada piel morena y el pelo negro azabache. Cuando Pedro Picasso llegó a la casa de su amigo, éste tocaba apasionado el timbal. Segismondi cesó de darle golpes al instrumento, y abrió los brazos para recibir en ellos a su bien querido amigo Pedro Picasso, pero éste, en lugar de corresponder la muestra de cariño, propinó un puño en la cara al timbalero, que más que dolerle, lo dejó atónito, confundido. Segismondi miraba a Pedro Picasso con desconcierto, pero no lo miró por mucho tiempo porque en pocos segundos recibió otro puño, éste tan fuerte que lo tiró al suelo, donde fue también blanco de una patada. Segismondi estaba casi inconsciente. Pedro Picasso, insensible, cogió las baquetas del timbal y con ellas comenzó a golpear en la boca a su amigo, que en silencio veía formarse un charco con su sangre. Pese a que estaba como inerte, Segismondi seguía con los ojos abiertos y los labios reventados, derramando sangre por la boca. Pedro Picasso, que se molestaba con la mirada vacía de su amigo, lo volteó hacia abajo, cosa que no le fue difícil por la delgadez del timbalero, y lo sacudió hasta que

La casa de Segismondi quedaba en la desembocadura de la calle que del pueblo conducía a…, bastante apartada, lo que favorecía a los vecinos, que no tenían que oír a ese muchacho de tez morena que tocaba timbal: Era el pregonero de la p a r r o q u i a . Segismondi era delgado, y por esa

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Notre Dame

cayeron al suelo todos los dientes. Había sido tan brutal la paliza que los huesecillos se desprendieron tem blorosos de la encía. Pedro Picasso los cogió, limpiándolos en su pantalón de la sangre que los humedecía, luego los contó. Incisivos, caninos, premolares, molares: estaban completos. Así que los metió en una pequeña bolsa de tela café que se cerraba con una cuerda y se marchó sonriente a casa.

bella, porque los dientes pulidos que parecían de leche, aparecían enmarcados por unos labios delgados que los dejaban relucir. Y si a esto se le sumaba una mirada castaña y penetrante, una piel tersa y limpia, y unos provocativos pechos, diríamos que Dolores era una mujer muy encantadora.

Cuando Pedro Picasso llegó al antiguo salón, vio a Dolores más nítida de lo que la veía generalmente. Más bella, quizá. Parecía metida a la fuerza en un vestido blanco de boleros que al quedarle tan ajustado, le delineaba su pulida figura. Ella se sorprendió al ver al hombre en el salón, pues aunque llevaban varios años de entretejida amistad, él nunca se había interesado por verla bailar. Dolores sonrió, Pedro Picasso no le correspondió, sino que se acercó, la tomó de la mano, y comenzó a bailar con ella sin música, puesto que el tío de la guitarra aún no había llegado.

La mañana del día siguiente, a eso de las once más o menos, Pedro Picasso transitaba de nuevo por la calle de Santa Mario Augusto Arroyave Posada Coloma. Sintiéndose Por: importante, caminaba con las manos en los bolsillos, sonriendo Dolores estaba sorprendida, miraba con solo y saludando seres imaginarios. Estaba fijeza los ojos de Pedro Picasso, a la vez hastiado porque había oído toda la mañana que se deleitaba siendo conducida por él el cuchicheo de las gentes del pueblo que no en un baile suave y cadencioso. Parecía paraban de comentar el suceso del una escena de un cuento de hadas. pregonero de la parroquia, que había Dolores, a cada instante se sentía más amanecido casi muerto. Aunque el médico confiada en su improvisada pareja, hasta consiguió reanimarlo, vanos fueron los el punto de querer cambiar de posición esfuerzos de la policía por hacerle decir abierta a posición cerrada, es decir, quién le había dado semejante paliza: por la querer abrazar al hombre que con ella falta de dientes, el timbalero no podía bailaba. Sin embargo, cuando hizo el cambio de posición, en lugar de sentir en hablar. su cuerpo la suavidad de la piel, el calor de A pocas cuadras de la iglesia, había un salón los brazos de Pedro Picasso, lo que sintió donde otrora se realizaban las reuniones fue el golpe frío y seco de la madera sociales de la alcaldía, pero que ahora se inmunizada. Pedro Picasso le había encontraba abandonado. No obstante, puesto una zancadilla intencional, y la como el piso era de madera inmunizada, se había empujado con brusquedad hasta prestaba para que en él se realizaran bailes mandarla al piso. Ella trató de levantarse con figuras de indescriptible belleza. Una pensando, con inocencia, que había sido muchacha, que sin duda era la mejor un accidente, pero su pareja no la dejó bailarina del pueblo, practicaba allí todos incorporar, al contrario, la cogió del los días complejas coreografías al son de la vestido y la golpeó varias veces contra el guitarra que le tocaba un tío. Ella se llamaba suelo, tapándole la boca, claro está, para D o l o r e s , a u n q u e s u n o m b r e n o evitar los gritos. De los ojos de la correspondía con la eterna ternura de la bailarina, que miraban aún con ternura, chica. Su sonrisa, si bien no era tan perfecta se desprendían lágrimas, se notaba en como la de Segismondi, era mucho más ella el horror del momento que padecía, se reflejaba el dolor inmenso que le

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producían cada uno de los golpes, que ya no eran contra el piso, sino puñetazos que le daba Pedro Picasso incesantemente, tanto en el rostro, como en el pecho y en el abdomen. Tras varios minutos de golpiza despiadada, Dolores perdió también el sentido. Pedro Picasso, satisfecho por su obra, abrió con delicadeza la boca reventada de la bailarina, y valiéndose de una pinza que llevaba en un bolsillo del gabán, le arrancó todos los dientes, eso sí, con fuerza porque aún permanecían aferrados y encarnados en la encía. Pero al fin logró extraerlos todos y los contó. Incisivos, caninos, premolares, molares: estaban completos. Los metió a la bolsa de tela café, no sin antes haberlos limpiado, y se marchó dejando a dolores tirada en el piso, como quien se deshace de su delantal después de una dura jornada de trabajo. Cayó la noche y el pueblo estaba sumido en el horror. En un solo día se habían presentado los casi crímenes más espantosos que recordaran los habitantes en muchos años. No había más tema de conversación: Segismondi y Dolores estaban en todos los rincones del pueblo. Por Santa Coloma caminaba bajo las estrellas –primera noche despejada en muchos meses-- Pedro Picasso que sonreía en el momento de sentir que una mano se posaba en su hombro. Era muy delicada, quizá más que la de don Ricardo. Pedro Picasso se volteó, y empalideció cuando vio que quien lo había tocado era Blanca, la manzana del deseo. Blanca era sin duda la mujer más hermosa del pueblo. No se le conocía profesión alguna; ella sólo se dedicaba a ser bella. Era espigada, de pelo rubio, pero no brillante. Sus ojos eran claros, pero no verdes. Su piel delicada y blanca –como su nombre-- provocaba suspiros y frenesí en todos los hombres que deseaban tener,


aunque fuera por un segundo, la gloria de tocarla. Su cuerpo sensual no le restaba inocencia a la sonrisa de ángel que iluminaba su rostro. Sus dientes eran pequeños y bien formados, enmarcados por unos labios delgados que daban la impresión de ser dulces. Cuando Blanca sonreía, unos hoyuelos coquetos se hacían a lado y lado de su boca. Blanca saludó con amabilidad a Pedro Picasso, y, muy seguramente, le preguntó con asombro su opinión sobre los sucesos ocurridos en la madrugada y en la mañana. Pedro Picasso, la tomó de la mano y se la llevó para la parte trasera de la iglesia, la que daba con el altar mayor. Ella lo miraba con ternura, él con frialdad. Ella esperaba una respuesta y se quedó esperándola. Pedro Picasso la sujetó del cuello contra la pared. Con la otra mano sacó del gabán las pinzas. Sin dilación hizo que Blanca abriera tanto la boca que le era imposible hablar. Estaba asfixiada. Sin compasión alguna, y aun sabiendo que su deseada amiga estaba consciente todavía, Pedro Picasso le arrancó los dientes, uno por uno, halándolos con las pinzas hasta que salían, llevando con ellos pequeños trozos de encía y gotas de sangre. Al extraerlos todos, los limpió y los contó. Incisivos, caninos, premolares, molares: Estaban completos. Así que los metió a la bolsa de tela café y se marchó sonriente a casa. Blanca quizá no aguantó ver tanta sangre manando de su boca, y se desmayó detrás de la pared que daba al altar mayor. Al llegar a casa, Pedro Picasso no contenía la euforia que lo invadía. Estaba alegre. Bailaba y cantaba solo, daba brincos y se congratulaba a él mismo. En efecto, se sentía orgulloso. Se sentó y trató de respirar con calma pero le fue imposible. Algo lo obligaba a estar en movimiento. Así que, sin darle más espera al asunto, Pedro Picasso sacó la bolsa de tela café, la abrió tirando de la cuerdecita, y dejó que todos los dientes que ella contenía cayeran a la mesa. Los contó: tenía 96 en total. Se cercioró de que estuvieran limpios, y luego los puso en una pequeña caja de cartón que había en la mesa. Sonrió, gritó, y lloró de emoción. Ahora sí era feliz, ¡por fin tenía su propia caja de dientes!

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LA VOZ DEL ARTE Por: Alejandra Duque Giraldo Estudiante de comunicaci贸n Social UCO

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CRÓNICAS DEL VIEJO MUNDO EL PEQUEÑO CHAGALL

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n casa de Peter todo tiene las características de una ortodoxa galería de arte. Es una edificación de tres pisos con el mejor estilo republicano de preguerra. Tiene adornos geométricos en altorrelieve, empotrados sobre las ventanas y puertas rectilíneas de su doble fachada (dada su ubicación en esquina) y un techo en punta con tejas de pizarra negra, que dotan a la edificación de un especial carácter germano. En su interior las paredes son espaciosas, blancas, sobrias, sin elementos de diseño que distraigan la atención, y una iluminación focalizada que da protagonismo a cada obra. Está ubicada en el casco central de la ciudad cerca al Staattheater-Saarbrücken. Exhibidas pude estimar unas cuarenta y cinco obras entre pinturas, litografías, esculturas y dibujos, de artistas tan célebres como Dalí, Chagall, Braque, Kandinsky, Max Ernst, Picasso, B. Buffet, Munch, Zhivetin (un artista ruso contemporáneo) y una maternidad de gran formato con mi firma que había comprado unos años atrás en su viaje a Colombia.

Por F. Sánchez Caballero subimos las escaleras de mármol. Ella nos recibe con una sonrisa tranquila, elegantemente vestida en medio de las velas encendidas y los bellos adornos florales verdes y rojos, característicos en su arraigada tradición navideña. Es una mujer alta, delgada, de rasgos definidos, con un rostro angulado y perfil noble. Su belleza otoñal y extremidades largas, evocan la esbeltez de las cada vez más escasas gitanas andaluzas. No le advierto una sintomatología especial a no ser por su mirada ensimismada y melancólica, como recién liberada de un secuestro. Con Peter, hacemos un recorrido por los dos pisos repletos de

El día se llegó. A punto de regresar a mi país y luego de haber compartido con un sinnúmero de amigos ese diciembre en Saarbrücken, de asistir a varios compromisos formales y de visitar museos y sitios de interés cultural en pueblos y ciudades vecinos; vamos camino hacia su casa. —Es un psicólogo de prestigio, pero no ha podido arreglar los trastornos depresivos de su mujer—, me dice Matthias al oído mientras

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—Es casi una herejía—le digo. —Es el lugar que te mereces— me dice a manera de cumplido. Tomamos Champagne para comenzar la noche y celebrar el reencuentro. Luego como entrada, comemos un paté de salmón con camarones y caviar de truchas con una ensalada de hojas del campo, (que solo se produce en esta temporada en el valle del Sarre). Tomamos vino blanco. El plato central es una exquisita ternera en salsa de pimienta con una especie de hongos de las rocas de la montaña. Pido vino tinto, (de las riberas del Rin).

Era mi última noche en Alemania, y le debía esa visita a Peter desde el vernissage de mi exposición en Das Heilige Kreuz – Güdingen, con motivo de los cincuenta años de mi amigo Matthias. La celebración remató con un concierto de la orquesta clásica de Saarbrücken. Después de escuchar el otoño y el invierno, de las Cuatro Estaciones de Vivaldi, (dada la predilección de Matthias por el frío), Peter se acercó con su esposa para invitarme a una cena en su casa y simultáneamente mostrarme su gran colección privada de la que tanto habíamos hablado en Medellín. — Es lo menos que puedo hacer después de cómo nos recibiste en tu taller— dijo.

entre un minotauro y un caballo, inspirado en la mitología griega que tanto le gustaba pintar al español.

arte, contándonos pequeños anécdotas en torno a cada obra: qué paciente se lo regaló, dónde lo compró, en qué ciudad o país, qué circunstancias del destino fueron necesarias para que dicha obra cayera en sus manos… Me sorprende ver que mi cuadro, el más grande de todos, (recostado sobre el piso, siguiendo algunos parámetros decorativos vanguardistas), tapa uno de los dos grabados de Picasso, que representa la lucha por una doncella,

Evadiendo un poco el azúcar del postre de manzanas, (cuya prolífica cosecha de otoño me venía acompañando desde Austria), me intereso en el pequeño Chagall (cuyo tamaño no excedía los cuarenta centímetros cuadrados). Representa los rostros de una pareja que flota sin cuerpos en una atmósfera de amarillos y rojos sobre el bosquejo ocre de Notre Dame, con algunas pinceladas azules que evocan el Sena.… Fechado en 1931 y pintado al óleo con la magia de un surrealismo encantador, es sin duda fiel reflejo de una época feliz. —Era de mi madre—, me dice ella, —es mi único aporte a la colección de Peter. Verá, mi madre tuvo un compañero al final de sus días después de morir mi padre. Vivían en Bremen. Él estaba viudo y solo igual que ella, pero prefirieron seguir viviendo en casas separadas, en un esfuerzo por conjurar


las trampas de la rutina y el desamor. Se conocieron un verano cualquiera y comenzaron a frecuentarse furtivamente en restaurantes y sitios públicos como un par de adolescentes. Cuando ella llegó a su casa por primera vez, lo que más le impactó fue esa pequeña obra y quizá por nerviosismo o por la aprensión de una frustración tardía, no paró de hablar de ella durante toda la cita. Desde entonces se pasaban horas enteras tomando vino y contemplando el cuadro hasta desentrañar su magia por completo: su simbología, su pincelada, su color, sus inciertos defectos, el más mínimo secreto. Se sentían identificados y representados allí. Hacía unos años, él había realizado algunos trabajos para Chagall y éste le regaló ese pequeño cuadro que conservaba como un tesoro. Sandra Con el tiempo su amigo tuvo principios de Alzheimer y pese a los cariños que ella le prodigaba, hubo que internarlo en un hospital mental. Los años maravillosos habían pasado. Ahora él apenas si la recordaba con intermitencia. Un día, en un rato de lucidez, tratando de exorcizar con un recurso desesperado la maldición de la enfermedad, le dijo que el Chagall era suyo… —quiero que lo conserves

como el más fiel testigo de mi amor por ti— le susurró al oído. Mi madre llevó el cuadro a su casa y poco después su amigo perdió la memoria por completo. Ella seguía visitándolo a la clínica casi todos los días. Le bordaba los pañuelos y pijamas con su nombre; lo sacaba de paseo por el jardín para tomar juntos el sol; le hablaba de lo feliz que la había hecho sentir en el ocaso de su vida y otras intrascendencias más. Pero eso ya era historia. Como habían hecho con el pequeño cuadro, se contemplaban largamente bajo el cielo gris: todas sus facciones, sus gestos, sus nuevas arrugas, sus ojos cristalinos… Para contrarrestar el olvido, porque sabían que ya no les quedaba mucho tiempo para el recuerdo. Él ya no la reconocía y quizá tampoco la escuchaba. Su pensamiento estaba absorto en quien sabe qué deslindadas ideas y su mirada extraviada o detenida en el tiempo, tampoco reflejaba los menesteres de este mundo. Pronto ella también comenzó a sentir el rigor de la enfermedad. Empezó por olvidar los pastelillos que tiernamente preparaba para su amigo, luego a quién había ido a visitar y cosas así… A veces

llegaba a la clínica por inercia o traicionada tal vez por las filtraciones de la memoria; los enfermeros la llevaban hasta su cuarto y la sentaban frente a él hasta que sin modular palabra, terminada la hora de las visitas, era acompañada otra vez hasta la puerta. En ocasiones irrumpía radiante con su canastilla de galletas recién horneadas y las compartía risueña con quienes hallaba a su paso. Un día vio en la recepción del hospital el catálogo de una retrospectiva de Chagall con su cuadro a todo color en la portada. Ella lo reconoció de inmediato y lo mostraba orgullosa a todo el que encontraba: —Es mi cuadro, este cuadro está en mi casa, es mío—, decía con alborozo y lo abrazaba y bailaba y reía y agradecía al cielo su fortuna y otra vez reía. —Ya la perdimos del todo—, dijeron enfermeros y doctores cuando la oyeron, —ahora sí está loca de remate—… Y no la dejaron salir más. Dic. 31 2011. Lufthansa. Agradecimiento especial a una cálida azafata de Lufthansa, que me trajo una copa de vino tinto y me dio con qué escribir, pero no me dijo su nombre.

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EL DERECHO DE SOÑAR Por: Eduardo Galeano, periodista y escritor

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Qué tal si deliramos por un ratito?

¿Qué tal si clavamos los ojos, más allá de la infamia Para adivinar otro mundo posible? El aire estará limpio de todo veneno que no provenga de los miedos humanos y de las humanas pasiones. En las calles los automóviles serán aplastados por los perros. La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por el ordenador, ni será comprada por el supermercado, ni será tampoco mirada por el televisor.

La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla

El televisor dejará de ser el miembro Más importante de la familia y será tratado como la plancha o el lavarropas.

La justicia y la libertad, hermanas siamesas, condenadas a vivir separadas,

Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega.

y la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.

volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda. En Argentina las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.

En ningún país serán presos los muchachos Que se niegan a cumplir el servicio militar sino los que quieran cumplirlo.

La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las tablas de Moisés

Nadie vivirá para trabajar, pero todos trabajaremos para vivir.

La Iglesia también dictará otro mandamiento que se le había olvidado a Dios,

Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas. Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas. Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos. Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.

y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo.

“amarás a la Naturaleza de la que formas parte”. Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma. Los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados porque ellos se desesperaron de tanto esperar y ellos se perdieron por tanto buscar.

La solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie, nadie tomará en serio a nadie

Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan

que no sea capaz de tomarse el pelo.

voluntad de belleza y voluntad de justicia,

La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes y ni por defunción ni por fortuna

hayan nacido cuando hayan nacido y hayan vivido donde hayan vivido,

se convertirá el canalla en virtuoso caballero.

sin que importe ni un poquito las fronteras del mapa ni del tiempo.

La comida no será una mercancía ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos. Nadie morirá de hambre porque nadie morirá de indigestión. Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle. Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.

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Seremos imperfectos, porque la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses. Pero en este mundo, en este mundo chambón y jodido seremos capaces de vivir cada día como si fuera el primero y cada noche como si fuera la última.


LA INNECESARIA PARAFERNALIA DE LOS EVENTOS MUSICALES Por: Nicolás Duque, cantante, estudiante de Comunicación Social, UCO

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llegan las 11 de la noche, acabas con la garganta seca, la camisa con mapas de américa y Europa dibujados con el engorroso sudor de las axilas, el dedo pequeño del pie hinchado por la el asfixia que le producen los mocasines durante siete horas, las nalgas exprimidas por el esfuerzo de presión que se ejerce en el momento de la interpretación. Parpados caídos, hambre, nauseas, sed, calor….y todo por una guitarra de 60.000 pesos, y un trofeo de acrílico barato con tu nombre mal escrito. He cantado desde que tengo 10 años. Empecé en los festivales institucionales, regionales y posteriormente departamentales. Todo es lo mismo: gastas un montón de plata en ropa nueva para la presentación, más de dos meses ensayando dos canciones, una para la presentación y la otra por si las moscas para el desempate. Aparte de eso siempre hay uno de los músicos que no quiere interpretar ese día su instrumento, o se le murió la mamá o no le pusieron retorno suficiente…y todo por la maldita presión del evento musical. Porque es un “festival departamental” donde participan 5 o 7 de los 125 municipios que tiene Antioquia. Llega el día del festival y observas a tu principal competencia. Porque, por si no lo sabías, esa frasecita de los jurados de que: la competencia estuvo muy reñida, todos son unos ganadores… no se la cree ni mi mamá. Observas a tu oponente, cantas la misma canción en la mente para escuchar errores: y perdone usted señora, pero cuando el alma llora, el silencio no es remedio….Como por arte de magia, al final de la noche, vas a estar con ese oponente abrazándote y, si queda plata, te estarás tomando unas cervezas a las afueras del improvisado hotel donde te alojaron: la normal superior del municipio. Te preparas. Empiezas a calentar las cuerdas vocales, a a a a a a a en Do Re Mi Fa y Sol…luego sigues con el mm mm mm mm mm en escala disonante, y así hasta que sientes que has hecho 500 abdominales. Es inevitable sentir nervios cuando se va a aproximando tu turno y tu estomago se empieza a mover; es como una confusión entre hambre sed y ganas

de ir al baño, cuando… ¡mierda! son ganas de ir al baño y estas a tres turnos de cantar! Empiezan las incomodas flatulencias que, entre discretas y olorosas, anuncian lo inevitable…lo peor es que el único baño del teatro está en la entrada, es decir, hay que cruzar todo el teatro… y un artista no puede mostrarse antes de su presentación, no puede perder su magia. ¡Al fin es tu turno! Sientes la primera tonada de la canción y ahí está tu público mirándote. Inevitablemente tu mirada se va hacia la persona que menos seguridad te da: Al anciano que se durmió, al niño que está comiendo... Logras sacar la canción adelante, la gente se estremece con las ultimas frases de la canción: “que eres linda y hechicera como el candor de una rosa…como el candooouuuuur de una rooooooooosaaaaaa….” Te aplauden, sales triunfante de aquel escenario improvisado por los alumnos de once del colegio. El maestro de ceremonia te felicita y te pica el ojo, tu mamá te coge a besos diciéndote que eres el mejor…y así se pasa todo el festival hasta que llega la frase que nadie quiere escuchar por medio del incomodo maestro de ceremonia que hace las veces de payaso animador de restaurante de corrientazo: “vamos a esperar 10 minutos

mientras que el jurado calificador toma la decisión”. Esos 10 minutos se vuelven media hora, en donde ponen a cantar a los nuevos talentos del pueblo o la prima cantante del alcalde. Mientras tanto, tus dedos sudan, el hambre acosa, y todo lo descrito al principio de este texto. Finamente sale uno de los jurados que en su defecto es profesor de Bellas Artes o director de bandas, y da un discurso de 10 minutos, parecidos a los que da el rector del colegio cuando uno se va a graduar. Cuando mencionan tu nombre en el primer lugar, te sientes feliz, tu voz se quiebra y sientes una orgásmica sensación de egocentrismo que pronto se esfumará cuando veas lo que te tienen de premio. Asimismo, tu oponente te abraza, te abraza el alcalde, los jurados y te dan la guitarra con sonido coco y la baratilla de trofeo. Pasarán 2 meses y nadie más recordara que hubo un festival “departamental” que te ganaste. Y nunca llegó el productor de Sony o Universal que esperabas que te grabara un cd, y un video musical en la Estación de la Sabana de Bogotá.

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PESIMISMO LA NUEVA GENERACIÓN (Primera parte)

Análisis

del periodismo en el Oriente

Los chiclosos

Por: Oladier Ramírez Gómez, Abogado UCO

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ay suficientes razones para admitir que estamos próximos a la hecatombe del siglo XXI, ya hemos pasado por otras en siglos anteriores – y eso que apenas comienza –. No hace falta ser un profeta para entender que toda actuación humana deriva consecuencias y las que se aproximan, nada tienen que ver con las profecías Mayas; que no podemos clasificar como buenas o malas, que son el resultado de las decisiones históricas de la humanidad que ha dado prioridad a la satisfacción de necesidades físicas – no sé si humanas –, así las cosas, Las Naciones del mundo han sido consecuentes con lo que les hemos pedido y el resultado está por verse. La necesidad humana de protección nos ha llevado consecuencialmente a organizarnos en territorios independientes con idiomas, culturas y necesidades propias, tantos, cuan límites físicos y políticos existentes, tantos, cuan identidades ideológicas, productivas, religiosas y morales, aún así, hoy por hoy, cada vez más diluidos en el gran fenómeno de la llamada Globalización, donde se unifica bajo los criterios del más fuerte; dirigidos por unos cuantos a los cuales otorgamos facultades para que representen nuestros intereses; administran nuestras vidas conforme a las exigencias colectivas que se desdibujan sagazmente por el mercado y la colonización de nuestra mentes y que forzosamente la adaptan al consumo de bienes y servicios, – digo forzosamente porque de un modo sigiloso manipulan nuestro instinto y lo acomodan en fastuosos mensajes publicitarios que nos instiga a negarnos y a depender de más elementos que supuestamente otorgan felicidad–. Javier Custodio Soto Director Mi Boutique de nuestra Hemos exigido la prolongación

existencia y a través de políticas públicas universales en salud, se ha prolongado la expectativa de vida que en el siglo XIX se encontraba entre 30 y 40 años de edad, a 70 y 80 en este siglo y muy posiblemente se siga extendiendo; como consecuencia, observamos algunos sectores sociales del mundo haciendo análisis que tratan de determinar hasta cuantos seres humanos pueden habitar el planeta, hoy somos alrededor de siete mil millones de personas habitándolo, la pregunta que se hacen es ¿en 30 o 50 años, cuantos seremos? la respuesta es incierta. A mayor número de personas, mayor es el número de necesidades que se deben cubrir y a necesidades insatisfechas, se manifiesta el inconformismos de sectores que no las logran satisfacer y que a toda costa, sin importar los medios, las deben tener; peor aún, las estrategias del sistema, promueven la implantación de un mayor número de necesidades que supuestamente debemos cubrir y de un mayor número de necesidades impuestas se deriva un mayor grado de insatisfacción, el resultado muy desalentador: Acceder por medios violentos, ilegales a esos bienes y servicios tan atractivos que otorgan estatus y reconocimiento, que permiten adaptar al ciudadano al estereotipo promovido, situación de la cual no están ajenos nuestros dirigentes. Y como culparos si se siente tan bien concebirse aceptado, recordemos que instintivamente rechazamos aquello que se sale de los lineamientos impuestos, de ello se derivan sectores que exigen derechos, algunos por medios violentos, encontramos a las personas obesas, discapacitadas, comunidades LGTB,

comunidades indígenas, residentes de la calle, con otras ideas políticas… y a un mayor número de comunidades inconformes, mayores serán los intentos violentos por imponer su modelo. Ahora bien, hay otros sectores que afirman que a una mayor expectativa de vida se le debe una mayor edad pensional, esto corresponde a la necesidad de prolongar la vida productiva, es decir, para poder consumir más. Parece ser que el sistema se centra en el consumo, esto es, la capacidad de adquirir más bienes y servicios, y es lógico que así sea, ya que desde el consumo es que los países logran adquirir los recursos que le permite administrarse y distribuir la riqueza entre los administrados, esto está bien, se desvía cuando a toda costa, sin ningún límite, se explotan los recursos naturales que ciertamente son renovables, para poder producir más, lo que sucede es que frecuentemente cruzamos la línea de su autoregeneración, consecuencia de ello, vienen los efectos ambientales que con mayor frecuencia impactan nuestro modelo de vida, la más reciente fue Sandy, La tormenta que azoto a un tercio de la población estadounidense, el año pasado fueron otras y quien sabes cuantas más nos esperan, parece haber una especie de síntoma que nos muestra que algo no anda bien con el ser vivo más grande, nuestro madre tierra. Continúa en la próxima edición.

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Columnista Invitado

COLOMBIA… ¿UN PAÍS DE “SASTRES”?

Por: Luis Enrique Atehortúa Sánchez Docente UCO

¡PARTICIPACIÓN!

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ijo el eminentísimo señor Simón Bolívar: “nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el Poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él a mandarlo, de donde se originan la usurpación y la tiranía” (Congreso de Angostura 1.819). Hace mucho no encontraba una frase más apropiada para hablar del tema que delineo a continuación. El Gobierno Nacional de Colombia y si de nombres se trata y no viene al caso mencionar alguno en especial; desde mucho antes de la llamada “PATRIA BOBA” no es mucho lo que ha cambiado en las formas de gobierno. Una cosa es que se hayan turnado en el poder casi los mismos de siempre – los hijos de los expresidentes, nietos, primos, etc. – pero otra cosa es que se noten cambios reales en el devenir de la nación. Incluso algunos medios de comunicación de manera errada cada vez que entrevistan a algún expresidente no titubean, y loan llamándolos “presidente” como si aún gobernaran, lo cual contribuye con la prolongación de estos mandatos; así pues, se acomoda la situación perfectamente a la frase del Libertador. En Colombia ser presidente es una “moda” sempiterna. Pero no sólo eso, las medidas que dicen tomar a cada rato los encargados de administrar la nación, se quedan en la mayoría de las veces en eso, en unas benditas frases de cajón que ya se volvieron

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consuetudinarias: “estamos o vamos a tomar las medidas…” o “vamos a hacer los estudios de…” o “vamos a crear el comité para…” y así se va el tiempo y nada importante pasa. La última perla será una norma que obligue a que los asalariados, que ya hemos alimentado un sistema de salud y de pensiones lo suficientemente corruptos e inocuos, adicionalmente permitamos que el estado congele el 50% de las cesantías. ¿Qué otra olla podrida pretenderán los legisladores tapar con esta medida? ¿en dónde habrá otro hueco para echarle esta “tierrita”? la verdad, me parece increíble que pretendan que un trabajador no pueda disponer del fruto de su sudor y utilizarlo en lo que la ley hasta hoy manda: vivienda y educación. Pregunto entonces, ¿modificarán el Código Sustantivo del Trabajo con esta perlita? O sea que las medidas que se siguen tomando, realmente no se sabe a ciencia cierta quién favorece, porque es muy claro que ésta a la clase obrera de estratos bajos, ni pío de alivio nos va a traer. Si se fijan bien, la frase se justa a la perfección. Se perpetúan el mismo tipo de medidas y como dice el viejo aforismo “la misma perra, con distinta guasca”. Qué dicha de verdad, que los legisladores colombianos en serio, tomaran medidas no populistas ni para buscar votos ni para favorecer a uno pocos. Que dicha que esas

n la actualidad se debaten los presupuestos de cada municipio para la vigencia 2013, pero si no participamos, si no opinamos, si no hacemos el control político al que tenemos derecho, luego no podemos quejarnos ni decir que no dejaron nada para cultura, que la educación sigue siendo la cenicienta, que el deporte quedó desvalido y tantas otras lamentaciones. Hay que participar. Debemos exigir. Asistamos a los Concejos municipales en masa y exijamos inversiones equitativas y justas

medidas fueran realmente prospectivas de largo aliento, para que de una vez por todas, el país entero y todos sus habitantes seamos los beneficiados. Hace ya mucho rato, que este país es manejado con puras estadísticas y normas vanas que aplican temporalmente y cada que fallan las medidas, simplemente otra norma y otra medida y así se va; v.g, la próxima reforma tributaria que cursa en el Congreso y que amenaza no sólo con que las cosas sigan iguales sino que disfrazará nuevos impuestos y por ejemplo ese cuento de rebajar la gasolina, “cuando las culebras anden paradas”. Cuando decreten bajar el precio de la gasolina va a estar por encima del monto a disminuir. Será oropel y otra vez de lo mismo. Para ese tipo de medidas sería mejor en serio que contraten unos buenos sastres, que hagan las cosas a la medida de las necesidades de más de 30 millones de colombianos que están en el rango de ingresos medio, bajo y pobreza. Pensar como lo dijo monseñor Darío Gómez Zuluaga en la homilía de su bazar en el Hogar Goretti: “Los Pobres (de economía) Son Talla Única” ¡Esa si es una sola medida y muy buena!. A la gran mayoría de los colombianos nos queda “everfit”.





EL SEÑOR DEL ARTE QUE FUE DON LEONEL Hasta de la ortodoncia el maestro Leonel Estrada hizo arte. Murió dejando enseñanzas y desarrollo. Por : Mónica Quintero Restrepo (publicado originalmente en El Colombiano, el 10 de noviembre de 2012)

La religión fue parte fundamental de su vida. Por eso él añade que estaba preparado para la muerte. Estrada decía que era un trance necesario hacia Dios. "Era profundamente católico. Entonces, con esa gran preparación espiritual, la muerte no era un trauma". Entre todas esas personas que era el maestro, también estaba su serbailarín, de musicólogo y de humorista. "Era contador de chistes", expresa Gustavo Molina , uno de sus yernos.

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eonel Estrada no era un solo Leonel Estrada. Era un cuerpo, con un montón de leoneles: el ortodoncista, el crítico de arte, el poeta, el promotor, el ceramista, el escultor, el experimentador. El artista. Tenía 91 años. La lucidez estaba perfecta y también la mano. Uno de sus nietos, de los 17 que tuvo, cuenta que en los últimos tiempos casi que hacía un cuadro diario. Si de algo hablaba el maestro era de la creatividad. "Él tenía una teoría y precisamente cuando la creatividad es un goce y no un trabajo, es cuando se redime una persona espiritualmente", señala su gran amigo Darío Ruiz.

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Esa vena lo llevó a un libro, incluso: Chistes blandos. Sin embargo, lo que era el maestro, sobre todo, era un hombre festivo y alegre. "La risa es una terapia diría Leonel un día en algún artículo-. El día que pasa sin uno reírse, lo perdió". Muchas ideas En el arte fue un pionero. Algunos alcanzaron a llamarlo un midas, porque tenía un interés por incentivar a los demás, por enseñar. "Muy joven entendió el papel del arte en la sociedad. Se le entregó al trabajo artístico y ayudó a la divulgación de las artes. Fue el gestor de las bienales de Coltejer y ello permitía poner en escena a la ciudad con las corrientes de arte del mundo", explica Marta Elena Bravo, investigadora cultural y amiga del artista. Él era un promotor, sobre todo, de lo

educativo y lo cultural. Ahí sacaba su poder de decisión, sus grandes ideas, su solidaridad, y se convertía en un defensor de espada y capa. "Puede ser que haya quienes no compartan algunas ideas con Leonel Estrada , pero de todos modos él es respetado como un ídolo. Es más: cuando yo lo miro, me parece que se le nota una aureola", comentó en un perfil Hildebrando Mejía, uno de sus buenos amigos y dueño de la galería Arte Autopista. Se fue el maestro Leonel. Sin embargo, no será como ese verso de su poema: "El morir trae el olvido". Él fue un montón de leoneles que quedaron en la ciudad a través del arte, de su experimentación, de sus propuestas. Es un referente. Como un diccionario (supo tantas cosas e hizo otras tantas) que es difícil no volver a él.



Ramón Vásquez 90 años de vida

Cultura Esta es una publicación que exalta la labor de personas e instituciones que trabajan por la cultura del Oriente Antioqueño. Si tienes información de interés general envíala a nuestro correo

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