Cultura o de febrero

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Cultura O Revista cultural para la región del Oriente Antioqueño / No 14, febrero de 2013

del Oriente Antioqueño / No 13, enero de 2013

Fotografía de Luis-K Maya Título: Hombre leyendo de su serie Autor: F. Sánchez Caballero Destellos de Técnica: Acrílico sobre lienzo Lucidez


Editorial

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NI REGALANDO EL ARTE LO RECIBEN

ace más de veinte años el escultor Alonso Ríos Vanegas le dijo al alcalde de turno de Marinilla que realizaran el proyecto escultórico de Simona Duque entregando sus Por: Miguel Ángel Ríos hijos a la patria, en Director bronce y en tamaño natural. Para tal aventura, el artista prometió regalar su trabajo artístico y a la administración municipal solo le correspondía la consecución de los materiales para poder rendir el más merecido homenaje a su heroína. Desde esa época ya han pasado cinco alcaldes y a ninguno le ha interesado esa ni ninguna otra propuesta realmente monumental para “La Esparta colombiana”, “La ciudad con alma musical” o “la ciudad cultural”, apelativos con los que es reconocida Marinilla. Y es que el problema no es la falta de artistas, sino la falta de visión, de empuje para la gestión cultural. El problema es de creatividad y sensibilidad por las expresiones artísticas y esas falencias son la peor dolencia que padezca cualquiera que dirija los destinos de una localidad. Marinilla posee el mayor inventario de corporaciones, asociaciones e instituciones que trabajan

el arte desde el teatro, la danza, la plástica y la artesanía en el oriente Antioqueño. Corum ong, Acordes, Teatro Girante, Amigos del Arte, Fábula, El Taller de las guitarras y otras tantas organizaciones culturales visibilizan a la municipalidad en el mapa departamental y nacional, pero para ninguno de ellos es desconocido que falta el apoyo de la centralidad, del Estado representado en el ente territorial. Hace pocos días visité el municipio de El Peñol, una población con apenas 20 mil habitantes y que fue diseñada, luego de su traslado, para que desapareciera lo más pronto posible. Lo que encontré fue una ciudad colmada de gentes pujantes que re diseñaron su pueblo, construyeron la iglesia que los genios del departamento no habían contemplado en los trazos originales, y como si fuera poco, se dieron a la tarea de construir un museo que muchos otros municipios envidian. ¡le dejaron espacio a la cultura! Y la agenda de exposiciones y conciertos es supremamente variada, y esas gentes sencillas se acostumbraron a entrar al museo, de ruana o de botas pantaneras, porque no se les mira con recelo. Allí la cultura es para todos. Y

CONTENIDO Cuento: Pierna arriba Cuento: Agua bendita Poesía: Fotografía: Destellos de lucidez Recomendado: Museo de la cerámica, El Carmen de Viboral Opinión: Pequeño análisis al imaginario colectivo de este siglo La columna del Maestro: Aprendiz de ciego Crónicas del nuevo mundo: forma, luz y distancia Para recordar: El seminarista de los ojos negro Poesía: Carlos Otero- poemario El Dios de Spinoza Fiesta Cultural en El Peñol

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durante esta visita, acompañado del Maestro Alonso Ríos, escuché cuando le dijeron al escultor que regresara pronto para construir una escultura monumental, igual que como le dijeron en Medellín tantas veces y en Sabaneta y en otros tantos municipios que sí reconocen al último de esa especial generación de artistas antioqueños monumentalistas. Pero en la “Esparta Colombiana” pocos son los que se han dado cuenta de que hace 40 años reside en sus tierras un verdadero genio de la escultura, que lo único que ha querido es dejar su legado en la tierra que escogió para vivir y, seguramente, morir. No se han dado cuenta que la cultura no es una exposición multitudinaria, sino poder hacer sentir a un noble campesino, aunque sea a uno solo, que el desarrollo artístico de un pueblo también es asunto suyo. Me quedo con las ruanas y las botas pantaneras en vez de los fracs y las corbatas de los que asisten a un concierto o a una exposición sin tener la menor idea de lo que tiene frente a sus narices. Amigos del Oriente: cuando alguien les regale arte ¡recíbanlo! porque estoy seguro que de no hacerlo, el corazón del artista siente un dolor tan intenso que debe buscar otras latitudes. para aliviarlo.

Cultura Director: Miguel Ángel Ríos Diseño Gráfico: María Alejandra Ríos Colaboradores: Carlos Eduardo Vásquez Luis Enrique Atehortúa Alonso Ríos Vanegas

E-mail: revistaculturao@gmail.com / Teléfonos 5617191 - cel. 3128360990

Un producto de:


Cuento

PIERNA ARRIBA

AGUA BENDITA Por: Luis Miguel Rojas Estudiante de Comunicación Social UCO

Por: Carlos Eduardo Vásquez

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er profesor no es fácil, pero es necesario reconocer que hay momentos maravillosos en esta profesión y que con los años se van acumulando historias de todo tipo. Durante mi trayectoria docente he recopilado un buen número de ellas. Las vivencias compartidas con los estudiantes se conservan en la memoria y de vez en cuando, el recuerdo de un episodio, ocurrido hace tiempo, despierta en uno una sonrisa espontánea. Ayer en la tarde, durante una reunión, me llegó uno de esos recuerdos. Alguien habló de la capacidad de asombro de los estudiantes, y mi mente, aunque divagaba a kilómetros de distancia del lugar donde me hallaba, por alguna razón recordó la anécdota que relato a continuación. Había finalizado el semestre académico en la Universidad Católica y un grupo de estudiantes y yo estábamos evaluando el curso de negociación que terminaba esa misma noche. Tal como acostumbro a hacer cuando cierro una asignatura, le había pedido a cada estudiante que recordara algo que le hubiera llamado la atención sobre el curso que estábamos a punto de terminar. Uno de los muchachos mencionó lo práctico del Método Harvard y otro habló sobre la importancia de llegar a acuerdos de integración. Luego una chica aprobó la metodología empleada para cumplir con los objetivos académicos. Todos expresaron sus opiniones y sugerencias mientras yo tomaba atenta nota. La evaluación iba sobre ruedas y yo estaba convencido de que no habría mayores novedades en las palabras de los últimos tres estudiantes que aún no habían hablado. Y efectivamente, dos de ellos repitieron lo que ya estaba dicho. Sin embargo, la última estudiante, una hermosa joven con aire distraído, guardaba una sorpresa. Cuando le tocó el turno, respondió que

lo que más le había llamado la atención era lo sucedido en la primera clase. Esa noche, contó ella, un insecto había entrado por la ventana, había aterrizado en el muslo de profesor y había caminado hasta la bragueta del pantalón. Allí había permanecido un rato y luego, de la misma manera intempestiva como aterrizó, volvió a levantar el vuelo para desaparecer por donde había venido. Me quedé atónito. No esperaba una respuesta, digamos, tan prosaica, pero la risa del grupo me hizo caer en la cuenta de lo gracioso de su afirmación. Todos nos reímos del apunte, y la clase terminó minutos después. Sin embargo, de camino a casa empecé a preguntarme qué hacía esa estudiante concentrada en el muslo del profesor… ¿Cómo había podido estar mirándome la bragueta con tanta atención sin que yo lo hubiera notado siquiera? ¿Estaba la muchacha en verdad preocupada por su formación? ¿Sería ella capaz de diferenciar lo importante de lo no importante en su futuro desempeño laboral? Esas preguntas rondaban mi mente mientras yo empezaba a cuestionarme seriamente sobre mi capacidad de transmitir el conocimiento. Qué credibilidad podía yo merecer de mis pupilos, si lo único que una estudiante recordaba de mis clases era un bicho que se paseaba por el cierre de mi pantalón. Esas eran mis cavilaciones cuando, de repente, experimenté aquello que en los santos se llama una epifanía, es decir, la súbita revelación de una verdad. “¡Pero claro!”, pensé. En el asunto del insecto no había nada de qué preocuparse, pues forzosamente, una estudiante de último semestre que desde antes de graduarse ya sabía lo que iba “pierna arriba”, tendría que ser, en el futuro, una excelente profesional. No cabía la más mínima duda.

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l padre Artemio recién salía de la cantina. ´ Desde que terminó la misa de las seis de la tarde hasta esa hora en que los faroles encendidos de la calle le molestaban –porque delataban su presencia--, el sacerdote de pelo cárdeno había permanecido en ese antro, jugando a los dados con sus amigos de siempre, y contando chistes verdes indignos del cargo que ostentaba. Todos en el pueblo sabían de las malas andanzas del padre Artemio. Todos, excepto María Cruz, su hermana, que si daba tres pasos no daba cuatro, y que ya, vencida por las cataratas, disipaba la tristeza de su ceguera con la melancolía alegre de sus recuerdos. Cuando el padre Artemio abrió la puerta de la casa cural, María Cruz se encontraba de pie en el descansillo, sosteniendo su bastón con una mano, y con la otra un candelabro. La mujer le preguntó a su hermano: --¿Dónde andabas? -- En la cantina. -- ¿Por qué? -- Se ha muerto el cantinero. -- ¿De qué? -- Lo mataron las deudas. -- Cómo, ¿así eran de grandes? -- ¡Ja! Con decirte que las tuve que pagar. --¿Y tú de dónde dinero? -- Del que dan los feligreses… les estoy enseñando a compartirlo. -- ¿Y esa botella que traes? -- Agua bendita, María Cruz, agua bendita. Y los dos se fueron a dormir.

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Poesía Distancia Viene de página 3

Para marcar el precedente, la certeza Por: Adrián Camilo Herrera De la no posibilidad de todo lo pensado, sentido, Ella, la distancia, dicho, por hacer esa amiga Porque esa enemiga, ella, la distancia que siempre nos acompaña sabe respetar formando en nuestro pecho tu voluntad el dolor de la ausencia: mi voluntad a veces en mí, en ti, en los dos nuestra voluntad Ella, la distancia del estar aquí Que tiene a su favor del estar allá El tiempo, el espacio del no querer verte Y a su ritmo, a su son del no querer verme. Tocan, cantan, danzan Ella, la distancia La soledad; Sabe que el fin Mientras buscamos Se ha hecho presente, No ver, escuchar, sentir, pensar Y Que ya no estás aquí, no estoy ahí, Guarda el silencio necesario, Mas todo es inútil Así como el ermitaño en el Porque la distancia desierto, Ha hecho su trabajo. Para no espantarlo. Ella, la distancia La distancia, si ella, Trae en sus manos Nació Para mí, para ti, para los dos Por ti Ese quizás Si esto, si aquellos, si hubiera, si no Por mí Por los dos hubiera Ahora Ese subjuntivo Que recuerdan tu lejanía, mi lejanía. Estoy aquí Estás allá Al fin Y Ella, la distancia La distancia Fue un acto voluntario Entre los dos. Fue acto obligatorio

POEMARIO: Con ojos de vidrio Por: Johanna Montoya Castrillón

La pantalla

45 kilos

Lineamiento curricular de espasmos, absorbes los ojos con tu información activa, adictiva. El interés se postra a tu hermético recuadro. Finalidad satelital. ¿cuánto veneno contienes?

45 kilos de ausencia síntoma de un visitante sin aire, sin huesos, 45 kilos de ausencia reconozco que la falta de carne es síntoma de una cultura inflada por la apariencia.

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Legado de momento. Tiempo eres un holgazán, un ebrio, un homero. El gran pintor de todo cuerpo maltratado. Sabes atravesar el viento, y liviano le pesas a la vida. Arruga que se adhiere a la carne. Invocación hilvanada por la vejez. Te nombro, y nunca te detienes, intangible, escapas al cuentagotas de mis párpados. ____________

Cántico al amor Este cántico es como el poema: se oculta bajo las sombras de una calurosa mañana, está lleno de sabiduría cotidiana sentado bajo las piedras siendo polvo, más diminuto que los granos de arena. Descansa en la palabra que se hace papel eterno de limpio pensamiento poético. Teme al olvido volviéndose verbo, evocación de un espíritu azul profundo.



(Textos de Margarita Restrepo Cano)

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esde muy joven, Luis Carlos Maya se ha sentido atraído por la fotografía. Su conocimiento por esta práctica lo adquirió mediante la lectura, y su técnica fue mejorando gracias a la práctica. En detalle, las orquídeas jugaron un papel fundamental para afianzar sus aptitudes y llevar su fotografía a otro nivel. Este responsable, perseverante, alegre e innovador fotógrafo considera que cuando se captura una imagen esta se convierte en “Arte”. Además siente que “con la gente se encuentran momentos únicos, instantes que se captan en un segundo y que posiblemente ya no se vuelven a vivir”. Este agrónomo, miembro activo de la Sociedad Colombiana de Orquideología, juez en las exposiciones de Orquídeas y cultivador de estas plantas, posee una mirada sensible en la que logra transmitir diferentes sensaciones y realidades de lo que ha sido fotografiado. Así mismo, al ser tan minucioso consigue que los observadores

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de esas imágenes “disfruten de otro punto de vista, de un universo pequeño. “El mundo es diferente a través de mi lente y me gusta que la gente pueda ver lo que yo veo” – expresa el fotógrafo. Luis Carlos consigue mostrar que lo percibido tenga un contraste, sea peculiar y que el objeto o sujeto en la fotografía tengan vida. En cada imagen, como rúbrica, imprime su toque personal, un estilo que ya ha consolidado. La sublimación de los detalles, el juego con los contrastes, la armonía en la construcción de sentidos y la ambientación de sensaciones, lugares, seres y especies, son las principales armas que utiliza Luis Carlos para que un solo instante perdure para la posteridad. Con sus fotografías el tiempo se detiene, los ambientes cobran nuevos matices, y la vida le gana la batalla a lo efímero.

“En mis fotografías no muestro las cosas como son, sino como las percibo. Esa es la diferencia entre la monotonía de la cotidianidad y el encuentro de nuevos sentidos dinámicos”.

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En El Carmen de Viboral EL MUSEO DE LA CERÁMICA: ARCILLA E HISTORIA DECORADA A MANO

Por: Mario Augusto Arroyave Posada En El Carmen de Viboral, -la perla azulina que el oriente embrujado guardó-, se abrió en diciembre de 2012, el Museo de la Cerámica. Un espacio que recoge las evidencias de una reconocida tradición industrial, artesanal y artística. Platos, tazones, soperas, pocillos, objetos decorativos, fotos y herramientas son entre muchas cosas, el centro de atención y se pueden observar en un remozado y amplio sitio dispuesto para este fin en el interior de la Casa de la Cultura Sixto Arango Gallo. Allí todo gira alrededor de la actividad más generalizada en el municipio durante el siglo XX, la que dio sustento a cientos de familias carmelitanas: la transformación del material mediante los procesos cerámicos, pastas, engobes, barbotina, colada, moldes, el fuego, los esmaltes, las pintas. Todo allí remite a ese oficio con el que se lograron producir hermosas vajillas pintadas a mano y distribuirlas en toda Colombia y en otros países.

producción de loza en el país. En el marco de las tradicionales Fiestas de la Loza y con un preámbulo a cargo de la agrupación Nybram, se dio la apertura del Museo, un espacio donde nos cuentan los más destacados momentos del oficio del alfarero, de la magia con la que los artesanos dieron vida a hermosas formas y donde las decoradoras pusieron las más bellas pinceladas. Ese es el énfasis que se plantearon para el guión elaborado por el equipo de trabajo encargado de la construcción del Museo. Una línea del tiempo recibe al visitante para indicar los diferentes momentos y el desarrollo de la cerámica. Al lado, una serie de diplomas muestran el reconocimiento que la loza carmelitana tenía en las exposiciones nacionales a principios de siglo XX con la firma de altas personalidades de la época: el presidente Marco Fidel Suárez y funcionarios como Tomás Carrasquilla y Jesús Del Corral.

En cada una de esas piezas está narrada una tradición que comenzó hace 114 años, una historia que fue convirtiendo este municipio en el más grande centro de

A través de una disposición que permite un recorrido muy pedagógico, en el Museo se muestran cronológicamente las transformaciones que se vivieron los productos, los diseños, las caprichosas

Recomendado


variaciones que proporciona la pincelada particular de cada decoradora, los instrumentos como la famosa “esponjita” que servía de pincel y con la que se logró producir gran cantidad de “pintas”. Esas piezas que seducían la mirada en las exposiciones, las que en los comedores hicieron parte de la cotidianidad de los colombianos aportando su toque de hermoso colorido a la mesa, hoy se exhiben luego de una cuidadosa selección en la que el objeto fue escogido por la importancia como elemento que condensa formas y procesos tradicionales de fabricación y decoración, esas que posicionaron y le dieron una identidad inconfundible al producto carmelitano. Así, se avanza hasta llegar a lo que hoy representa la continuidad de un trabajo artesanal que aspira a ser ratificado como producto con la categoría de “denominación de origen” para proteger su condición y permanencia como uno de los más representativos productos colombianos.


UN PEQUEÑO ANÁLISIS AL IMAGINARIO COLECTIVO DE ESTE SIGLO (Primera parte)

Por: Oladier Ramírez Gómez En el imaginario colectivo descansa la interpretación que un determinado grupo social tiene de la realidad y es a través de este que modela su conducta.

En lo que va de este siglo he visto conductas colectivas que para nada serian aceptadas en otros tiempos, es más serian objeto de burla, herejía o traición. Sin embargo, para esta época, no abandonamos la capacidad de asombro, aceptación y rechazo ante las nacientes tendencias colectivas. Con la llegada de los medios masivos de comunicación, (en un primer momento la imprenta, la radio, el cine y la televisión), se dio inicio a l a s t e n d e n c i a s globalizantes y con ello las modas, cada una creo estereotipos por los cuales pasaron nuestros abuelos y padres y por supuesto también lo hicimos nosotros y lo harán nuestros hijos; hoy por hoy, con la Internet, la información se ha masificado aún más y con ello, las nuevas tendencias que modelan nuestro imaginario y lo prepara para los nuevos desafíos humanos. Recuerdo que hace algunos años, los medios de comunicación publicitaban el “escandaloso” hecho de un futbolista que pateaba una lechuza, el repudio fue tal que puso en vilo la carrera futbolística del fulano, tanto que hasta su vida fue puesta en peligro ante las inminentes amenazas de muerte. Este hecho responde a la tendencia ecologista y proteccionista del medio ambiente, tendencia que se ha visto influenciada,

por todos los medios de comunicación y que han validado las teorías del cambio climático, esto aunado a las múltiples representaciones animadas de los estudios de cine, en los cuales, para los animales, el ser humano es el antagónico de la película. Estas representaciones han marcado una tendencia colectiva en la cual hemos

tomado por cierto el hecho de que los animales están cargados de sentimientos y alma y por consiguiente merecen nuestra protección. Recuerdo haber visto representaciones bien figuradas y aceptadas de roedores y cucarachas, en las cuales se les personifica hasta la conciencia y el alma, pero la realidad es otra, peor aún si se las encuentran algunas personas que parecen tenerles más repulsión. Consecuencialmente viene otras situaciones como el rechazo por las corridas de toros, las peleas de gallo y otras más, que fueron y siguen siendo aceptadas colectivamente en nuestra cultura colombiana y que históricamente han sido figuradas por varios novelistas, la tendencia creciente es el rechazo, tanto

que se ha llegado al escenario judicial y político, habrá de esperarse el resultado final que lo más probable es que responda a la concepción colectiva más generalizada, que viene siendo marcada, no solo por el séptimo arte, sino, en los mensajes cortos y frecuentes de las redes sociales. El Imaginario Colectivo marca tendencias y estas son aprovechadas económicamente, es así como el mercado y el consumo hace uso de todo aquellas figuraciones imaginarias que se aceptan como parte de una verdad y terminamos adquiriendo inconscientemente aquellos productos que ostensiblemente se identifican con esa verdad, recuerdo varias campañas publicitarias en las cuales se destaca el beneficio ecológico, menos consumo de energía, menos consumo de combustible, más natural, sin productos químicos… los cuales acogemos como criterio de selección del producto, tanto que hasta en el empaque se estampa lo amigable que es el producto con el medio ambiente ya que le viene impreso la fauna y flora, los que no, hacen uso de ilustraciones abstractas que le asemejan. Continua en la próxima edición…

Cultura Esta es una publicación que exalta la labor de personas e instituciones que trabajan por la cultura del Oriente Antioqueño. Si tienes información de interés general envíala a nuestro correo

revistaculturao@gmail.com


La columna del Maestro

Desde la torre

APRENDIZ DE CIEGO Por: Alonso Ríos Vanegas

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l médico terminó la cirugía de pterigio en los dos ojos de su paciente, los tapó delicadamente con gasas, y mientras guardaba el instrumental quirúrgico, dijo: —Bueno, jovencito, usted ya está listo, baje con cuidado de la cama, que ya la enfermera le trae una silla de ruedas. Lo espero mañana para destapárselos. El paciente, que nunca había estado con los ojos tapados, sintió terror ante la oscuridad y las tiniebla. La enfermera lo ayudó a acomodarse en la silla, y le ofreció un café tibio que él tomó en sus t o r p e s y temblorosas manos. Lo degustó muy despacio. El ambiente se sentía frío, y un fuerte olor a cloroformo le invadió hasta el alma, mientras sentía en sus ojos algo así como un entumecimiento. Su acompañante lo ayudó a vestirse en e l p e q u e ñ o camerino. Luego, mientras ella lo empujaba en la silla de ruedas por los pasillos de la clínica, él oía el caminar de gentes que iban y venían afanosamente. Sintió el calor de las doce, al salir de la clínica, y el resplandor del sol le llegó a la cara como un golpe violento que lo afectó en los ojos a través de las gasas y los párpados. —Espera ahí un momento —le dijo la acompañante—, mientras arrimo la camioneta. Mientras aguardaba, recordó que en la entrada de la clínica había unas escalas antes de bajar al pavimento, y temió rodar por ellas en la silla de ruedas. Una sensación de impotencia e inseguridad lo invadió, se sintió completamente

desamparado. Escuchó el golpe seco del cierre de la puerta, y el motor de la camioneta cerca. Alguien de voz masculina se ofreció a colaborar para bajarlo en la silla de ruedas por la rampa, hasta ubicarla cerca de la puerta del vehículo. El mismo hombre lo ayudó a subir después al asiento delantero. Al interior se sentía un calor infernal. Tanteando con su mano derecha, buscó la manija y bajó el vidrio. Una ráfaga de aire caliente penetró al instante golpeándole el rostro y revolcándole la

dijo: —Tantas veces he recorrido estos cincuenta kilómetros, que sería capaz de identificar todos y cada uno de los accidentes del camino sin verlos, por los sonidos, los olores, las curvas y las pendientes. Ya te lo voy a demostrar. En este momento, por ejemplo, rodamos frente al aeropuerto Olaya Herrera. Lo identifico por el sonido de los motores de los aviones, y siento además la camioneta rodando por terreno llano. —Es correcto lo que dices —afirmó su compañera volteándolo a mirar. Se quedaron callados. —Bueno, si eres tan observador —dijo ella al rato volviéndolo a mirar—, ¿por dónde vamos ahora? Andrés aguzó sus sentidos auditivos, olfateó el aire y dijo: —Si no me equivoco, estamos cruzando por el puente de la 33, encima del río Medellín. —¿Cómo lo sabes? —Porque huelo el olor de sus aguas y el vehículo se siente rodar por la curvatura del puente.

cabellera. —Vamos, pues —dijo su esposa—. ¿Por dónde quieres que vayamos? ¿Por las Palmas o por la autopista? Andrés respondió sin pensarlo: —Las Palmas, es más segura y tranquila, y el paisaje es más hermoso. —¿Qué ganas con eso si no lo vas a poder disfrutar ? —le dijo su acompañante. —No importa —respondió él—, puedo imaginarme el paisaje, sentir el viento fresco y el aroma claro del campo. Se quedaron en silencio. Al rato Andrés

—Era fácil —dijo su acompañante—. Ya te preguntaré en otro momento. Permanecieron en silencio, mientras Andrés, impotente en el asiento, pensaba y temía: ¿Qué sucedería si en este momento tuviéramos un accidente? Dios no lo quiera, pero para un ciego debe ser algo aterrador. Esto pensaba lleno de pánico, mientras otros vehículos rugían cerca sus motores como bólidos. —Bueno, adivino —le interrumpió ella—, ¿por dónde vamos, si eres tan sabio? —El vehículo rueda con más esfuerzo, lo que me indica que

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empezamos a subir la cuesta hace poco tiempo y calculo que ahora vamos en la curva del estadero El Indio, donde mataron al futbolista Andrés Escobar. Su acompañante suspiró, estaba sorprendida con las respuestas de Andrés. —No creo que estés tan ciego, querido —dijo al rato—, para mí que te dejaron un huequito por donde estás viendo. —Ajá, si no me crees, es porque dudas de mi capacidad de orientación. —Más adelante te pongo una difícil —dijo su incrédula compañera. Andrés estiró la mano izquierda y con gran precisión alcanzó la perilla del radio pasacintas. Lo encendió, buscó una emisora y empezó a tararear una canción. —Ahora que estás orientado, angelito, dime, ¿dónde nos hallamos en este momento? Andrés, concentrado como nunca antes, calculando cada palabra que decía, así se expresó: —Hace tres minutos sentí que el vehículo giró fuertemente hacia la izquierda, lo que me induce a pensar que pasamos hace dos kilómetros la curva prolongada del Peñasco. Entonces, si desde que salimos de la clínica han transcurrido aproximadamente treinta minutos, es porque estamos cerca del Alto de Las Palmas, en el lomo de la montaña. La compañera continuó en silencio. Cuando el vehículo superó la pendiente, el motor dejó de roncar y el auto se inclinó hacia

adelante e inició el descenso. Andrés olfateó a través de la ventanilla. Detectó el olor de las comidas del estadero Los Asados, que estaba ahí mismo en el Alto de las Palmas. Un retorcijón en el estómago empezaba a solicitarle el almuerzo, eran las doce y media. —Los Asados —dijo. —Humildemente debo admitir que eres un excelente aprendiz de ciego —dijo su compañera. Andrés continuó describiendo los diferentes parajes que se encontraban en la carretera, utilizando su intuición y cálculo, la finura de su olfato y sus oídos, mientras su compañera, cada vez más asombrada, comprobaba la exactitud de sus datos. Al llegar a la glorieta de la variante que lleva al aeropuerto José María Córdova, Andrés hizo una descripción perfecta del lugar, y lo mismo hizo al llegar al peaje, al que detectó por la vocinglería de los jóvenes que ofrecían comestibles y voces de las personas que allí atienden. La camioneta subía y bajaba por la carretera, en silencio, después de Andrés apagar la radio. Disfrutaban de la tranquilidad del paisaje, de la diversidad de aromas esparcidos en el aire, y del silencio de las soledades interrumpido no más por el ronronear del motor de la camioneta. Al llegar a la casa, en una vereda con un acceso de camino destapado, sintieron un gran alivio. Luego de las maniobras de rigor, la acompañante estacionó la camioneta en el parqueadero. En forma por demás resuelta, Andrés se apeó del carro, caminó con soltura, sin ayuda, como si viera por agujeros en las gasas, y luego de dirigirse con toda seguridad por la manga hasta el corredor de la casa, buscó tanteando con las manos la silla. Se sentó, emitiendo un profundo suspiro de satisfacción.

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CRÓNICAS DEL NUEVO MUNDO Por F. Sánchez Caballero

FORMA, LUZ Y DISTANCIA

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aminando al azar por el extenso bosque nativo de la finca universitaria teníamos la misión de encontrar un tema para nuestro taller de campo artístico; escuchar, mirar, tomar apuntes, hacer bosquejos, desarrollarlos y escribir un ensayo. Luego de l as i ns t rucci one s d e l prof e s or nos dispersamos en pequeños grupos entre la maleza para observar con detenimiento cuanto de inusual se erguía a nuestro paso. Vimos maravillados las formas caprichosas de la vegetación y el intenso colorido de las bromelias y orquídeas aferradas a las ramas. Descubrimos pequeños mamíferos en el follaje, aves de cantos extravagantes, mariposas de colores, insectos. Junto a mis dos compañeros me dejé arrastrar por el sonido arrullador de un riachuelo en la maraña. Tras la cortina de agua escuchamos el son rítmico y sordo de un compás primitivo. Al apartar la maleza hasta el barranco vimos cómo una mujer joven de traje amarillo y blanco, sentada sobre una roca, azotaba desesperanzadamente la ropa contra el agua al otro lado del río. Fascinados, la admiramos largamente… Las gotas de agua salpicada sobre su cabeza y un rayo de luz mañanero

pintaban un arco iris a su alrededor. Contemplamos en silencio sus piernas torneadas, sus tobillos hundidos en el agua, su vestido húmedo ajustado a sus formas redondas y templadas, el brillo del sol en su cabello amarillo, sus hombros desnudos, su perfil de inmaculada barroca difuminado a contraluz y su largo cuello inclinado, como buscando su reflejo en el río. Era tanta nuestra fascinación que sentíamos que en cualquier momento podía gestarse un milagro. Turbada barrió la ribera en un instante con mirada arisca hasta encontrarse de frente con nuestros ojos extasiados. Agitamos las manos como por instinto, quizá para estar seguros de que aquello era real. Ella esbozó lo que pensábamos debía ser la más hermosa sonrisa de los últimos quinientos años, después de la Monalisa. “Hola” le gritamos. El río era caudaloso en ese punto y su espuma se estrellaba contra las rocas que asomaban aquí y allá como cabezas de cocodrilo. Su voz no se oía, pero su

mano nos señalaba un cruce seguro un poco más arriba. La perdimos de vista mientras apartábamos la maleza, los helechos y las heliconias hasta encontrar un estrecho sendero abandonado que nos llevó a la orilla unos cien metros arriba. Con el agua a las rodillas seguimos un perezoso chorro de humo que salía del techo de una pequeña choza entre los pinos. Un descuidado perro orejón nos recibió a ladridos y una mujer, la mujer, nos dio la bienvenida mientras se limpiaba las manos en su vestido blanco y amarillo. “Que éramos estudiantes de Artes de la Universidad Nacional” le dijimos, y “estamos más o menos perdidos”. “Era la esposa del conserje, nos dijo, y muchos estudiantes suelen perderse aquí”. Nos tiró una mirada condescendiente y nos convidó con un verdoso brillo en los ojos a tomar un tinto endulzado con guarapo de caña. Nos miramos con desilusión. Su sonrisa incompleta fue una patada a la fantasía. Su larga cabellera castaña estaba salpicada de canas y sus manos huesudas se aferraban a la tasa fría de café como a una pócima, que tomamos con desconfiados sorbos y creciente amargura. Nos despedimos tan rápido como pudimos. Largo rato vagamos en círculos por el bosque, en silencio y escupiendo una que otra vez sobre el musgo y el lecho de hojas podridas. Nos orientamos de nuevo guiados por el primitivo sonido de la ropa en el agua y una vez en el sendero, apartamos de nuevo los helechos y las heliconias hasta el barranco como quien recoge sus pasos.

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Allí estaba ella, sentada en las rocas con su traje blanco y amarillo, húmeda toda, el rayo de sol en los hombros, el arco iris sobre su cuello inclinado y su leonardezca sonrisa todavía reflejada en el río. Llegamos al punto de encuentro cabizbajos y avergonzados. No dijimos una palabra. Mientras, todos hablaban de sus hallazgos, de las maravillas del bosque, de los rayos de luz contra las ramas, de los distintos matices de verdes, de sus flores multicolores, del oxígeno puro y fresco, de las mariposas azules…

aburridos, junto a unas ilustraciones difusas, con manchas de troncos y fragmentos casi abstractos de cuerpos desnudos que parecían flotar sobre el agua, garabateamos un ensayo que titulamos: “La distorsión de la forma por efectos de la luz y la distancia”. El profesor nos lo devolvió con una nota en sorna que, palabras más, palabras menos, decía que las formas y la perspectiva también podían verse distorsionadas por efectos de una mente acalorada, ya que un pensamiento emotivo e impresionable tiende a idealizar lo que ama.

Nos reunimos ese fin de semana en la biblioteca de la universidad, aún

Años después encontré a mi profesor en Madrid. Supo de mi exposición en “Galería

Juan Bravo 3” y quiso ver qué estaba haciendo. Salimos a tomarnos un café para recordar viejas épocas. Le hablé del episodio aquel del taller de campo. —Claro que si— me dijo. —Fue un bello trabajo inspirado creo, en la hija del conserje. — ¿Cómo?… ¿La hija? — murmuré. Asombrado lo miré fijamente y sentí cómo salían de las profundidades de mis recuerdos, fragmentos de formas casi en el olvido, que palabra por palabra configuraban la barroca visión de aquella mañana, mientras él concluía: —Era una de esas bellezas que se marchitan en el campo a sol y agua.

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Para recordar Desde la ventana de un casucho viejo abierta en verano, cerrada en invierno por vidrios verdosos y plomos espesos, una salmantina de rubio cabello y ojos que parecen pedazos de cielo, mientas la costura mezcla con el rezo, ve todas las tardes pasar en silencio los seminaristas que van de paseo. Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo, marchan en dos filas pausados y austeros, sin más nota alegre sobre el traje negro que la beca roja que ciñe su cuello, y que por la espalda casi roza el suelo. Un seminarista, entre todos ellos,

EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS marcha siempre erguido, con aire resuelto. La negra sotana dibuja su cuerpo gallardo y airoso, flexible y esbelto. Él, solo a hurtadillas y con el recelo de que sus miradas observen los clérigos, desde que en la calle vislumbra a lo lejos a la salmantina de rubio cabello la mira muy fijo, con mirar intenso. Y siempre que pasa le deja el recuerdo de aquella mirada de sus ojos negros. Monótono y tardo va pasando el tiempo y muere el estío y el otoño luego, y vienen las tardes plomizas de invierno. Desde la ventana del casucho viejo siempre sola y triste; rezando y cosiendo una salmantina de rubio cabello ve todas las tardes pasar en silencio los seminaristas que van de paseo. Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos, su seminarista de los ojos negros; cada vez que pasa gallardo y esbelto, observa la niña que pide aquel cuerpo marciales arreos. Cuando en ella fija sus ojos abiertos con vivas y audaces miradas de fuego, parece decirla: —¡Te quiero!, ¡te quiero!, ¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo! ¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero! A la niña entonces se le oprime el pecho, la labor suspende y olvida los rezos, y ya vive sólo en su pensamiento el seminarista de los ojos negros. En una lluviosa mañana de inverno

la niña que alegre saltaba del lecho, oyó tristes cánticos y fúnebres rezos; por la angosta calle pasaba un entierro. Un seminarista sin duda era el muerto; pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro, con la beca roja por cima cubierto, y sobre la beca, el bonete negro. Con sus voces roncas cantaban los clérigos los seminaristas iban en silencio siempre en dos filas hacia el cementerio como por las tardes al ir de paseo. La niña angustiada miraba el cortejo los conoce a todos a fuerza de verlos... tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos... el seminarista de los ojos negros. Corriendo los años, pasó mucho tiempo... y allá en la ventana del casucho viejo, una pobre anciana de blancos cabellos, con la tez rugosa y encorvado el cuerpo, mientras la costura mezcla con el rezo, ve todas las tardes pasar en silencio los seminaristas que van de paseo. La labor suspende, los mira, y al verlos sus ojos azules ya tristes y muertos vierten silenciosas lágrimas de hielo. Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo del seminarista de los ojos negros...

Cultura

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Poesía

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CARLOS OTERO POEMARIO Poema al poeta triste Que pudo haber pasado, que pudo haber sido de esa llama candente que vivía al azar. Era la vida de un poeta sufrido, cuyas penas profundas no he podido olvidar. Vivía encerrado y bebía distraído. Hablaba elocuente sobre la historia del jazz. La lectura era su comida y fue lo mejor que ha tenido. Nadie entonces confunda su dolor al cantar. Nunca nadie le ha dado ni el más pequeño motivo para apreciar el presente ni para volver a amar. Él andaba en la vida como un ente cautivo con un ansia rotunda por dejar de pensar. ¿Es acaso el miedo malvado quien ha confundido su dolorida mente y le han hecho olvidar a la amistad y a libertad tan querida, que en un mundo perdido, lo volvieron una luz furibunda que no se cansaba de luchar?

Soneto a la Rosa Para mi amiga, la poeta Rosa Silverio en República Dominicana. Y la Rosa escribió un poema con gran sentimiento y colorido para alejar de su alma triste las cadenas y despertar un amor que anda dormido. La Rosa vestida de amarillo y piel morena desata los colores del olvido, y una canción en sus pétalos resuena y le trae pensamientos florecidos. La Rosa se desnuda y se siente plena. Se apodera de ella un sentimiento libre y asesino. La Rosa está viva y en sus venas corren letras de canela y dulce vino. Rosa linda, Rosa nena: desatan tus penas toda la pasión del Cielo matutino.

Americano Un día, después de mucho haber vivido, me descubrí como americano, como viajero de una tierra de ignoto colorido con unos ríos de poesía que recorren sus rincones más lejanos. Yo era el poeta caminando por un sendero atingido (afligido) por el peso de la historia, que le ha atado las manos; pero al ver nuestras gentes, que trascienden su destino demergido reconozco la señal de los pueblos hermanos. América es la tierra del Indio, del Blanco y del Negrito alegre y divertido; es la tierra de todos, de los sueños, de lo santo y de lo arcano; es el futuro en la tierra, es un tesoro bruñido;

El loco Hubo una vez un loco que quería volar. Pero nadie le oía porque era loco. Pero él si quería volar y soñaba que volaba como las ideas. Un día quiso volar de una manera muy especial. Aun más especial que cuando en los aviones vuelan los presidentes, los nóveles o algún inocente gerente de una empresa. Pero él sí quería volar. Y en las mañanas lo hallaban volando en su cama de periódicos. En el día volaba con hambre por las calles y en las noches volaba aún más en sus sueños. Pero hubo un día en que ese loco llegó a volar y todos en el pueblo quisieron ser locos.

es la tierra de la cultura viva, del canto y del ingeniosos artesano; es la tierra que busca justicia en un mundo distraído, encerrando en sus entrañas la cura para los males humanos.

Cultura

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C

uando Einstein daba alguna conferencia en las varias universidades de USA, la primera pregunta que le hacían los estudiantes, casi siempre, era... ¿Cree del periodismo en el Oriente Ud. en Dios? Su respuesta era: yo creo en el Dios de Spinosa. El que no había leído a Spinosa se quedaba en nada. ______________________________

LA NUEVA GENERACIÓN

Este es el Dios o Naturaleza de Spinoza: Dios hubiera dicho: " Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida. Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti. ¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa. Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti. Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer. Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito... ¡No me encontrarás en ningún libro!

Baruch de Spinoza nació en Amsterdam en 1632 y murió en La Haya en 1677. Fue un filósofo neerlandés hijo de judíos españoles emigrados a los Países Bajos, estudió hebreo y la doctrina del Talmud. Cursó estudios de teología y comercio; por la fuerte influencia que ejercieron sobre él los escritos de Descartes y Hobbes, se alejó del judaísmo ortodoxo. Su crítica racionalista de la Biblia provocó que fuese por último excomulgado por los rabinos en 1656. Se retiró a las afueras de Amsterdam, como pulidor de lentes.

Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo? Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te critico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor. Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice... yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias... de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si Javier yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo Custodio Soto Director Boutique crear un lugarMipara quemar a todos mis hijos que se

EL DIOS DE SPINOZA Cultura

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EL DIOS DE SPINOZA

porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de dios puede hacer eso? Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para tí. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía. Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas. Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro. Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno. No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir. Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó?... ¿Te divertiste?... ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Que aprendiste?... Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar. Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy? Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?... ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.

Albert Einstein Creyente en el dios de Spinoza

Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones? No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro... ahí estoy, latiendo en ti. Spinoza

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Cultura


FIESTA CULTURAL EN EL PEÑOL El arte, la música y varios homenajes se dieron cita en La Fénix de Antioquia

U

na verdadera fiesta de la cultura vivieron los peñolenses el pasado Domingo 17 de febrero cuando, en un mismo lugar -el Museo Histórico de El Peñol- se reunieron para realizar una majestuosas exposición colectiva, los mejores artistas de la pintura y la escultura del panorama regional: los maestros Alonso Ríos, Francisco García, Guillermo Escobar, Diego Noreña, César Giraldo Carlos Alberto Osorio Monsalve, Juan Arango y Mario Hernández. Al evento asistieron casi 200 personas que pudieron conocer las diferentes obras de los artistas y conversar personalmente con ellos. La

apertura del certamen estuvo a cargo del grupo Violines de la Escuela de Música de la localidad y como balance positivo se puede resaltar que, como en los demás eventos culturales de El Peñol, los principales invitados fueron las propia comunidad hacia quienes va enfocado todo el quehacer del museo y de la fundación Amigos del Museo. Asistieron también autoridades locales e invitados del ámbito cultural de los municipios vecinos. En el acto también se rindió un merecido homenaje al Presbítero Francisco Ocampo Aristizábal, director general de Coredi

Grata sorpresa

E

l padre Pacho, como cariñosamente se le conoce al sacerdote Francisco Ocampo, observa detenidamente la escultura en bronce que en homenaje suyo elaboró el escultor Mario Henández. El Presbítero no esperaba semejante sorpresa y fue él mismo el encargado de hacer el descubrimiento de la obra.

Con esta actividad abrimos la agenda conmemorativa de los 300 años de la fundación de El Peñol que se celebrará en el año 2014. Para el resto del 2013 tenemos una amplia programación para darle espacio a más artistas y también adelantamos desde la fundación Amigos del Museo varias líneas de investigación desde lo arqueológico y geológico del territorio peñolense, tenemos un herbario y también se adelanta un registro de los paisajes del embalse, dado que son patrimonio paisajístico de la municipalidad” -expresa José Nevardo García Giraldo, Coordinador del Museo Histórico de El Peñol

Grupo memorable

De izquierda a derecha, los maestros César Giraldo, Carlos Alberto Osorio, Diego Noreña, Juan Arango, Mario Hernández y Alonso Ríos

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