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PEREGRINOS ILUSTRES

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REPORTAJE

REPORTAJE

de peregrinos y posaderos

Si una vieja sentencia afirma que el valor a los militares se les supone, Heinrich Schömbrunner von Zug lo demostró sobradamente en su viaje desde Francia hasta A Coruña y viceversa. Hombre de profunda fe católica, peregrinó a Santiago de Compostela en 1531. Es decir, en este año que entra se cumplirán 490 desde que el 2 de febrero montó en su caballo allá en su ciudad natal de Zug, en Suiza. Por cierto que el ayuntamiento coruñés de Oroso va a conmemorar la efeméride.

No estaba solo ni cuando salió ni cuando el barco que lo transportaba atracó en la bahía coruñesa. Venía con otros compañeros, todos ellos personas piadosas, y escribió un magnífico diario.

El arranque fue el normal en las peregrinaciones de la época: formar un grupo que se ayudase en el duro viaje, un buen y sencillo método para evitar los asaltos en los bosques. En su caso, sus amigos procedían de la localidad también suiza de Luzerna, y se encontraron en Solothurn, para ir dejando atrás las ciudades francesas de París y Tours.

No desdeñaron los inventos de la época. Por ejemplo, parte del río Loira no lo recorrieron sobre sus cabalgaduras, sino que cogieron un barco. Y así dieron con sus cansados cuerpos en el puerto galo de La Rochelle, desde donde por entonces partían los peregrinos hacia A Coruña, y así lo hace constar ese militar helvético de impronunciable apellido.

«Soplaba un viento favorable y nos apresuramos para encontrar un pasaje —escribe Heinrich Schömbrunner—. De otra nave desembarcaron 300 peregrinos». Rápidamente dan con un cascarón de nuez que se dirigía a Portugal , y tras el oportuno y siempre necesario regateo su dueño decidió atracar en A Coruña para dejar a los suizos. Eso sí, estos tuvieron que abrir la bolsa: les costó 68 ducados, una pequeña fortuna para la época.

Pero no debía de ser fondos lo que les faltaba, porque nada más poner pie a tierra en el entonces siempre abarrotado puerto herculino se hicieron con unos caballos. Y dice textualmente: «Encontramos a un buen posadero que nos prestó monturas para llegar a Santiago». Sin duda, el posadero sería amable, pero tanto como para prestar caballos a todo un grupo y punto final.

Sabemos que llegaron a A Coruña temprano, porque Heinrich Schömbrunner anota en su diario: «Y cabalgamos todavía en el mismo día ocho millas». En cualquier caso, esa noche de lunes quizás hayan pernoctado en Sigüeiro, puesto que el peregrino escribe: «Nos levantamos temprano, así que llegamos a las siete a Santiago de Compostela». Y allí estuvieron tres días.

El valor tuvo que demostrarlo una vez más a la vuelta. Estas son sus elocuentes y dramáticas palabras —una auténtica joya que llegó al siglo XXI— cuando regresaban en barco a La Rochelle: «Llegamos a la altura de Bretaña. De repente el viento se puso malísimo y se levantó un viento fortísimo que a nosotros no se nos ocurría otra idea que morir y perdernos». Pero «Dios y Santiago nos ayudaron cuando levantamos la voz con gritos hacia el cielo». No todo fueron alegrías: «Con nosotros navegaban dos barcos más, pero solo uno pudo salvarse. El tercer barco, no tan lejos de nosotros, se hundió con hombres y bienes». ᴥ

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En la mesa de diseño de FREDERIQUE CONSTANT

Existe una parte del proceso de creación de un reloj que pocas veces se valora: el trabajo en la mesa de diseño. En este estadio es donde se toman muchas de las decisiones que marcarán el éxito de una pieza. Es el caso del Highlife, un modelo clásico que Frederique Constant quiso modernizar para esta temporada. Sus ingenieros idearon una fórmula magistral para intercambiar los brazaletes de forma fácil y sin comprometer la seguridad de la caja.

Frederique Constant reeditó en 2020 uno de sus modelos más exitosos, el Highlife. Cuando fue lanzado, hace más de 20 años, supuso un gran éxito de diseño por el ingenioso concepto de su brazalete integrado a la caja. El mecanismo permitía un sistema de intercambio de correas, ya fuesen estas de acero, piel, grano de cocodrilo sueco o caucho, y facilitaba una de las premisas de la empresa: ofrecer al consumidor productos de lujo a precios ajustados.

Para traer al siglo XXI a una creación tan querida, los diseñadores de Frederique Constant se pasaron dos años desarrollando los tres modelos que ahora toman el relevo: el Highlife Perpetual Calendar Manufacture, Highlife Heart Beat y Highlife Automatic COSC. Lo hicieron partiendo del concepto original del brazalete intercambiable, buscando una transición suave con la caja, regular pero decreciente hasta el cierre, una fluidez natural que resulta casi imperceptible. El resultado es ingenioso: sin herramienta ni accesorio, con una simple presión, se puede cambiar la estética de un reloj, haciéndolo clásico y formal cuando la ocasión lo requiere o transformándolo en el compañero perfecto de un look casual. Basta con apretar el extremo del último eslabón del brazalete para desprenderlo de su caja y, con la misma facilidad, mediante un clic enganchar un nuevo brazalete en su lugar. Además, Frederique Constant ofrece dos correas con todos los nuevos modelos Highlife. Acero o piel vienen montados de serie y van acompañados de un segundo brazalete de caucho. Adicionalmente, se puede optar por un set con acabados en grano de cocodrilo sueco marrón, azul y negro.

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