Revista Jael Joyas de Galicia 18

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joyas de galicia

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texto: cristóbal ramírez ilustración: daniel pino

de peregrinos y posaderos Si una vieja sentencia afirma que el valor a los militares se les supone, Heinrich Schömbrunner von Zug lo demostró sobradamente en su viaje desde Francia hasta A Coruña y viceversa. Hombre de profunda fe católica, peregrinó a Santiago de Compostela en 1531. Es decir, en este año que entra se cumplirán 490 desde que el 2 de febrero montó en su caballo allá en su ciudad natal de Zug, en Suiza. Por cierto que el ayuntamiento coruñés de Oroso va a conmemorar la efeméride. No estaba solo ni cuando salió ni cuando el barco que lo transportaba atracó en la bahía coruñesa. Venía con otros compañeros, todos ellos personas piadosas, y escribió un magnífico diario. El arranque fue el normal en las peregrinaciones de la época: formar un grupo que se ayudase en el duro viaje, un buen y sencillo método para evitar los asaltos en los bosques. En su caso, sus amigos procedían de la localidad también suiza de Luzerna, y se encontraron en Solothurn, para ir dejando atrás las ciudades francesas de París y Tours. No desdeñaron los inventos de la época. Por ejemplo, parte del río Loira no lo recorrieron sobre sus cabalgaduras, sino que cogieron un barco. Y así dieron con sus cansados cuerpos en el puerto galo de La Rochelle, desde donde por entonces partían los peregrinos hacia A Coruña, y así lo hace constar ese militar helvético de impronunciable apellido. «Soplaba un viento favorable y nos apresuramos para encontrar un pasaje —escribe Heinrich Schömbrunner—. De otra nave desembarcaron 300 peregrinos». Rápidamente dan con un cascarón de nuez que se dirigía a Portugal , y tras el oportuno y

siempre necesario regateo su dueño decidió atracar en A Coruña para dejar a los suizos. Eso sí, estos tuvieron que abrir la bolsa: les costó 68 ducados, una pequeña fortuna para la época. Pero no debía de ser fondos lo que les faltaba, porque nada más poner pie a tierra en el entonces siempre abarrotado puerto herculino se hicieron con unos caballos. Y dice textualmente: «Encontramos a un buen posadero que nos prestó monturas para llegar a Santiago». Sin duda, el posadero sería amable, pero tanto como para prestar caballos a todo un grupo y punto final. Sabemos que llegaron a A Coruña temprano, porque Heinrich Schömbrunner anota en su diario: «Y cabalgamos todavía en el mismo día ocho millas». En cualquier caso, esa noche de lunes quizás hayan pernoctado en Sigüeiro, puesto que el peregrino escribe: «Nos levantamos temprano, así que llegamos a las siete a Santiago de Compostela». Y allí estuvieron tres días. El valor tuvo que demostrarlo una vez más a la vuelta. Estas son sus elocuentes y dramáticas palabras —una auténtica joya que llegó al siglo XXI— cuando regresaban en barco a La Rochelle: «Llegamos a la altura de Bretaña. De repente el viento se puso malísimo y se levantó un viento fortísimo que a nosotros no se nos ocurría otra idea que morir y perdernos». Pero «Dios y Santiago nos ayudaron cuando levantamos la voz con gritos hacia el cielo». No todo fueron alegrías: «Con nosotros navegaban dos barcos más, pero solo uno pudo salvarse. El tercer barco, no tan lejos de nosotros, se hundió con hombres y bienes». ᴥ


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