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PEREGRINOS ILUSTRES

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JOYAS DEL PASADO

JOYAS DEL PASADO

piratas y peregrinos

Que a Santiago llegaban miles de peregrinos del norte de Europa, procedentes por lo general de Inglaterra, es cosa sabida. Que A Coruña era el puerto ansiado para echar pie a tierra, también, aunque los vientos de vez en cuando jugaban una mala pasada. Pero menos conocido es que algunos de los barcos que transportaban a aquellos se dedicaban, de paso o cuando no había a nadie a quien trasladar, a la piratería. Y además, otros se centraban única y exclusivamente en esta última lucrativa y peligrosa actividad, y ponían un a todas luces innecesario punto de tensión y miedo a quienes simplemente hacían el viaje porque era su oficio o para rezar ante la tumba del Apóstol.

Lo cierto es que pensamientos y deseos de capitanes y tripulaciones no coincidían por lo general con las ansias y preocupaciones religiosas de los peregrinos. Así que de paso que los transportaban, o bien una vez que los dejaban en puerto, simplemente buscaban a quien abordar y robar. Unos robos que también se daban entre los propios viajeros, como dejó escrito el sacerdote William Wey en 1456: un bretón fue pillado in fraganti cuando estaban en alta mar.

En algunas ocasiones la desfachatez con que actuaban los piratas movía y todavía mueve al asombro. Así, el 15 de julio de 1456 una embarcación bretona llegó tranquilamente al puerto coruñés y por la noche sus tripulantes asaltaron el Juliana, inglés, que se encontraba anclado cerca de la orilla. De allí se marcharon a toda prisa con cuerdas, anclas, capas y túnicas.

Dice el refrán que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Porque el Juliana, que acababa de desembarcar peregrinos quienes en esos momentos se encontraban rumbo a Santiago, estaba mandado por John Barlett. Y John Barlett había sido cuatro años atrás el capitán del Catherine, dedicado a la piratería y que había tenido la mala suerte de abordar el George, donde iban dos grandes amigos del rey de Inglaterra por lo cual el episodio acabó en ese momento y, de paso, con la escasa reputación de Barlett como hombre honrado.

Por cierto que el episodio del Juliana no remató mal. Meses después los ladrones fueron obligados a devolver lo sustraído, aunque cuesta creer que fuese la totalidad. Así consta en un documento denominado «Renuncia» y que se encuentra en el Archivo Departamental de Nantes, firmado el 18 de noviembre de 1456.

John Girdler es otro nombre propio que merece ser recordado pero no encumbrado. Hombre de gran habilidad y escasa moral, era miembro de la tripulación del Trinity, que se dedicó a llevar peregrinos a A Coruña entre 1434 y 1462. El barco, con John Girdler a bordo, no era ajeno a los avatares piráticos, como sufrieron entre otros quienes navegaban en una pinaza que desde Bretaña se dirigía a la isla de Guernesey.

Todo apunta a que en general no había un interés en hacer daño a las personas, pero sí en saquear: de ese barco se llevaron cuatro piezas de tela pequeña, mil lienzos y bienes valorados en cien libras esterlinas, una gran cantidad de dinero en el siglo XV. John Girdler debió de desempeñar bien y a conciencia su trabajo, porque acabó siendo capitán del Margaret, de Topsham, un puerto pequeño y hoy turístico muy cerca de la ciudad de Exeter. El Margaret se dedicó,al transporte de peregrinos.

En fin, otro John, de apellido Elys, capitaneaba el Peter, de Dover, dedicado al trasladar a devotos ingleses a aguas gallegas, y cuando podía aumentaba sus ingresos por la vía del abordaje, como bien supo el Mighel, de Burdeos, en 1440.

Son solo ejemplos que cumplen otro viejo refrán: a Dios rogando y con el mazo dando. ᴥ

Jael Joyería incorpora a Breitling a su catálogo de marcas

Los relojes de la firma Breitling ya son parte de la familia Jael. Los modelos fabricados por la compañía suiza se unen al catálogo de marcas de la joyería en sus tiendas de A Coruña y Santiago de Compostela. Para Jael Joyería es un orgullo incorporar a una firma con el prestigio y el legado de Breitling. Fundada en 1884, la casa helvética ha consolidado su prestigio como marca pionera que goza de reputación mundial por sus relojes de alta precisión, el desarrollo del cronógrafo de pulsera y un compromiso sin reservas con sus valores en materia de diseño. En la rica historia de sus vínculos con la aviación, Breitling ha estado presente en los momentos estelares de la conquista humana de los cielos. Además del renombre del que disfruta por su espíritu innovador, se encuentra también en situación privilegiada en los ámbitos de la ciencia, el deporte y la tecnología. Breitling manufactura internamente sus propios movimientos y, al igual que los movimientos en todos los relojes Breitling, su estatus de cronómetro con la certificación COSC fabricados en Suiza garantiza la calidad de cada uno de ellos.

La colaboración entre Jael y Breitling se abre con la presentación de la colección Premier, un paso más allá en el terreno de la elegancia y la maestría artesana. Los relojes Premier Heritage ofrecen algunas de las complicaciones de más renombre y las combinan con el sofisticado espíritu de la década de 1940. Para poder conocerlos, no hay más que pasar por cualquiera de los establecimientos de Jael Joyería.

Fundada en 1884, la casa helvética ha consolidado su prestigio como marca pionera en relojes de alta precisión

texto: s. fraga fotografía: adolfo enríquez

apego a la tierra en a quinta da auga

Producto local, de pequeños productores a los que se conoce de siempre. Esa es la base de la cocina de Federico López Arcay para Filigrana, el restaurante del Hotel A Quinta da Auga. Esta antigua fábrica de papel, situada en la salida de Compostela hacia Noia, traslada a sus fogones la naturaleza agreste que la rodea, con una cocina, en palabras del chef, «muy gallega».

«Hacemos platos elaborados, pero sin pasarse; bien presentados, pero sin disfrazarlos», resume López Arcay. El cocinero estradense fía gran parte de su propuesta gastronómica a la calidad excelente del producto y, para ello, echa mano de productores que en ocasiones son casi de la familia: «Para hacerse una idea, tenemos unos sesenta proveedores diferentes, cada uno especializado en lo suyo. La huerta nos la trae un ex compañero del restaurante; los quesos vienen de la zona del Ulla; el pescado, de un distribuidor que fue marinero», explica. «El pequeño productor», razona, «no puede competir en precio con las explotaciones gigantescas, pero sí en calidad y en cercanía, y eso hay que valorarlo».

La terraza es uno de los territorios estrella de A Quinta da Auga en verano. Aprovecha el frescor del agua que rodea la finca, un agua que fue básica en el uso que el edificio tuvo en un pasado no tan remoto. La reforma contemporánea deja a la vista algunos elementos de la fábrica primitiva, como canales o la guía del molino que movía la maquinaria papelera, integrados en un cómodo y recogido hotel de calidad.

El exterior es un lugar ideal para disfrutar del menú que propone Federico López Arcay, y que comienza con un fresco Tartar de tomate negro de Santiago con requesón, helado de tomate y aceitunas Kalamata, en el que la base es el tomate autóctono, ahora de temporada. Como plato principal, una Merluza del pincho con cremoso de guisantes y tomate confitado; los pescados son uno de los productos más queridos en Filigrana y proceden de las lonjas coruñesas de Muros y Ribeira.

Para finalizar aparece una Tarta de chocolate con aceite de oliva, nata cruda de A Capela y arándanos gallegos que resume bien el ideario gastronómico de la casa: innovador, sí; apegado a la tierra, también. ᴥ

Tartar de tomate negro de Santiago. Acompañado de requesón, helado de tomate y aceitunas Kalamata

Merluza del pincho. Con cremoso de guisantes y tomate confitado

Tarta de chocolate con aceite de oliva. Coronada por nata cruda de A Capela y arándanos gallegos

texto: texto: martiño súarez fotografía: fotografía: adolfo enríquez

la casa bailly y los estragos del tiempo

Una ruina misteriosa atrae la vista de quienes usan la N-VI a la altura de O Temple (Cambre), en una de las entradas principales de A Coruña. Sobre la transitada carretera se alza lo que queda de dos cubiertas y dos chimeneas de clara inspiración modernista, rodeadas por la vegetación y los árboles. Son los restos de la llamada Casa Bailly, obra de dos de los principales arquitectos del siglo XX español y testigo de una historia breve y ciertamente torturada.

El complejo lo forman dos construcciones principales, diseñadas en los años 20 del pasado siglo por Antonio Tenreiro y Peregrín Estellés. Entre ambos trazaron algunos de los edificios más significados de la transición de A Coruña a la modernidad. Su creación más destacada es, quizá, el emblemático Banco Pastor de los Cantones, con el que introdujeron las técnicas constructivas norteamericanas más avanzadas en Galicia; esta torre, hoy de dimensiones modestas en comparación con lo que se construyó

después, fue en su día el edificio más alto de España, un prodigio adelantado a su tiempo.

La llamada Casa Bailly, también conocida en su momento como El Grajal, se concibió como hotel, pero fue utilizada principalmente como residencia de verano de una destacada familia coruñesa. Hay quien traza el origen de los Bailly hasta uno de los momentos estelares de la historia coruñesa: la batalla entre ingleses y franceses en las afueras de la ciudad, en 1809, en la que perdió la vida el romántico sir John Moore. El primer Bailly coruñés habría sido un militar napoleónico que, después de ayudar a tomar la ciudad, decidió quedarse en ella. No hay nada probado en esa historia. Lo conocido es que Julio López Bailly se había hecho rico con negocios en Sudamérica y que, de vuelta a Galicia, participó en numerosas iniciativas ciudadanas, como la creación de la segunda encarnación del Banco de La Coruña, del que fue vocal en su primera junta.

Fiel a su espíritu emprendedor, López Bailly proyectó un complejo hotelero lejos y a la vez cerca del centro urbano. En sus tiempos de esplendor, El Grajal contaba con casa para el guardián, fuentes y un terreno de 30.000 metros cuadrados. En ese momento, la conurbación coruñesa no era lo que hoy es, y Cambre, pese a estar muy cerca del centro, resultaba un lugar apacible en el que desconectar del bullicio y de los negocios. Las piezas estrella del complejo eran las dos casas: dos plantas con buhardilla, espléndidos lucernarios, 22 habitaciones, mosaicos de minúsculas teselas, muebles ostentosos… Quizá consecuentemente con los orígenes galos de su propietario, Tenreiro y Estellés la proyectaron con un claro espíritu afrancesado, aunque los delirios vegetales del art déco se muestran aquí domesticados por el espíritu racionalista que ya comenzaba a dominar a los arquitectos más avanzados.

López Bailly murió en Madrid en 1935 sin que el proyecto hotelero se hiciera realidad. Le sobrevivieron su mujer, Isabel Lecarrere y Heugas, y sus hijos Julio (que acabaría por ser uno de los oftalmólogos más famosos de España), Eduardo y Juan Carlos. Tras la Guerra Civil, para El Grajal comenzaron a pintar bastos, a pesar de que no parece que la familia fuese especialmente incómoda para las nuevas autoridades franquistas. De hecho, en el archivo del diario ABC se puede encontrar una imagen de López Bailly asistiendo en 1934 a un homenaje a Calvo Sotelo en A Coruña, pocos años antes del golpe de Estado.

La casa fue usada en un primer momento como prisión y luego para diversos usos en la administración del régimen. Después, en la época de la Transición, quedó desierta. Con el vacío llegó la degradación y, convertida en refugio para gentes sin hogar, acabó ardiendo de forma accidental y espectacular. Buena parte de la construcción se vino abajo y, pese numerosos proyectos e ideas (ahora es de propiedad municipal), así se ha mantenido, cediendo cada vez más terreno a la maleza. Las sucesivas ampliaciones de la carretera le han ido comiendo espacio y en la actualidad apenas la separa de la jungla de asfalto una tímida valla metálica. De su interior, y aunque todavía se puede apreciar lo ostentoso de sus mosaicos y algunos detalles decorativos, todo lo que tenía de cierto valor ha desaparecido. ᴥ

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