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Dubrovnik: La Perla del Adriático

Universidad de la Música de Leipzig.

Y ni qué decir también de su actividad coral. Como máximos exponentes destacan el Coro de Santo Tomás, fundado en 1212; el Gewandhauschort tiene una historia ele dos siglos, y goza también de gran fama el Gewandhauskinderchor, lo mismo que el MDR Rundfunkchor, que ademas cuenta con su versión infantil.

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Sajonia viene siendo el centro, el corazón de Alemania, y estas dos ciudades milagrosamente reconstruidas de sus cenizas han surgido con nuevos y mayores bríos recuperando sus tradiciones, cultivando el arte, la cultura y la música. Un bello ejemplo digno de emularse.

Patrimonio de la humanidad. Dubrovnik, Croacia.

Dubrovnik

La perla del Adriático

Hace más de 30 años recorrí parte de la extinta República de Yugoslavia, un pueblo alegre, ejemplo de progreso bajo el liderazgo del legendario Mariscal Tito. Vi a eslovenos, croatas, serbios, bosnios, herzegovinos, montenegrinos y otras etnias, como un pueblo unido, vigoroso y trabajador.

Dubrovnik, Croacia.

Navegué en diversos cruceros por el majestuoso Danubio; admiré las hidroeléctricas a nivel de río, en plena llanura, que abastecían de energía a muchas regiones. Admiré su capital, Belgrado, donde el río Sava se une al Danubio, y pasé días muy felices en la mítica Sarajevo, con su multitud de mezquitas y minaretes que recuerdan su pasado como bastión otomano.

Por aquellos días comenzaban las historias de las apariciones de la Virgen en Medjugorje, por lo que nos fuimos al sur, a Mostar, a orillas del Neretva; recuerdo que la ruta a la aldea de Medjugorje era la número 25, y casualmente se encontraba a 25 kilómetros de distancia.

Marta, por su fe católica, disfrutó su estancia en este pueblito: La iglesia, los videntes, los sitios, las historias.

De regreso al hotel, salí al restaurante a una terraza y todas las mesas de la orilla, desde donde se observaba muy abajo el río Neretva, estaban ocupadas, únicamente una estaba ocupada por un comensal y en mi media lengua le pedí al mesero que le preguntara si podía acompañarlo. El tipo, que únicamente hablaba bosnio, aceptó. Él, y yo que solamente mastico un poquito el castellano, pasamos un rato agradable, lo que demuestra que

cuando existe el propósito se logra la comunicación.

Croacia tiene una larga cola por la costa adriática, que termina en lo que literalmente es un enclave: Dubrovnik, una ciudad medieval totalmente conservada y con una alta muralla perimetral que se puede recorrer en redondo, a veces sobre altos acantilados y otra con espléndidas vistas de la ciudad.

Dubrovnik ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y después de

Históricas Puertas de Hierro. Recorrido por el Danubio.

andar por sus altas murallas, hay que perderse en sus laberintos de callejones, subiendo y bajando escaleras; visitar el emblemático templo de San Blas, la Katedral Marijinsa, el Palacio del Rector, el Monasterio Franciscaño y la fuente de Onofrio.

La histórica fuente Lovrijenac tiene en su puerta grabado un Ietrero: “No Bene

Pro Toto Venditur Auras

Libertas”, que quiere decir algo así como: “La libertad no se vende ni por todos los tesoros del mundo”. Otro edificio interesante es el llamado Cuarentena, en el que durante los tiempos de la peste los visitantes tenían que permanecer encerrados durante 40 días para acreditar que no estaban enfermos.

Dubrovnik es una importante escala de cruceros, e indudablemente su sola visita hizo que valiera la pena nuestro viaje a la antigua Yugoslavia, desintegrada hoy por la insidia norteamericana y la complicidad del Vaticano, que desencadenaron terribles guerras fraticidas.

En un último crucero por el Danubio pasamos por la garganta de las históricas Puertas de Hierros, y observamos los antiguos grabados cincelados en las paredes de este cañón. Llegamos a Klodovo, hoy Serbia, y cruzamos a Turno Severin, en tierras rumanas, donde comimos unas tripas, que de intestinos no tenían nada, era unas mojarritas fritas. Allí tomamos el tren a Bucarest, la capital del feudo que en aquel entonces gobernaba Nicolae Ceaucescu. ¡Ah, viejos recuerdos de añejas andanzas!

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