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Francia: El bello país de los castillos

El bello país de los castillos

Francia es la tierra de los vinos, de los quesos, de la gastronomía, de la moda, de los perfumes y, entre otras cosas, de los castillos. Los hay enormes como Versalles, el más fastuoso del mundo, cuyo cuerpo principal ocupa 7 hectáreas, con teatro de ópera y catedral adentro, en un parque de 800 hectáreas.

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Le sigue el castillo de Chambord, de estilo renacentista, declarado Patrimonio de la Humanidad, que cuenta con 69 escaleras.

Pero en el valle del Loira, llamado también V alle de los Castillos, hay uno pequeño que es una verdadera joya y el monumento histórico en maños privadas más visitado de Francia: Chenonceau. Construido sobre los pilares de un antiguo molino sobre el cauce del río Cher, pequeño en tamaño, pero enorme por su belleza y la historia que encierra, Chenonceau es también conocido como El Castillo

de las

El Majestuoso Palacio de Versalles.

Chenonceau, El castillo de las damas. Construido sobre el cauce del río Cher.

Damas. Enrique II lo regaló a su favorita, la duquesa de Valentinois Diana de Poitiers, y conserva en toda su estructura símbolos de este rey, la ‘H’, y la ‘D’ de esta bella dama, lo mismo que unas ‘C’ entrecruzadas de Catalina.

A la muerte de Enrique II, su viuda Catalina de Medicis asumió la regencia de Francia y obligó a Diana de Poitiers, su rival en el corazón de su difunto esposo, a restituir a la Corona el castillo de Chenonceau; a cambio de esta cesión, le entregó a Diana el castillo de Chaumont-Sur-Loire, a pocos kilómetros de Chenonceau. Convertido en una de las residencias de la católica Catalina de Medicis, ésta mando a construir la galería que atraviesa el río hasta su orilla opuesta, dándole la bella imagen que conserva hasta la fecha.

Castillo de Chambord. Digno ejemplo del estilo renacentista.

La historia del castillo quedó marcada por las damas que lo habitaron o fueron sus propietarias.

Destaca Luisa de Lorena, esposa del rey Enrique III, cuya habitación en el segundo piso sigue manteniendo el duelo de su marido asesinado en 1589. Y

la Chambre des cinq Reines

(de las cinco reinas): María Estuardo, Margarita Valois, Isabel de Austria e Isabel de Valois, y la propia Luisa de Lorena, quien tras diversos acontecimientos volvió a tomar posesión de éste.

En 1733, el pudiente financiero Claude Dupin adquirió el castillo y le devolvió sus tiempos de esplendor. La esposa de Claude, Louise Dupín, instaló su sala de recepciones en donde recibía a la crema

de la intelectualidad: Voltaire, Fontenelle, Marivaux, Montesquieu,

Buffon o Rousseau.

En 1864 fue adquirido por Marguerite Wilson Pelouze, quien emprendió obras de restauración para restablecer aspectos originales que indebidamente habían sido modificados.

Ha tenido una sucesión de propietarios. Durante la Segunda Guerra Mundial el río Cher hacia frontera entre la Francia ocupada por los alemanes y la llamada Francia libre, por lo que parte del castillo se encontraba en ambas zonas y fue ruta de escape y refugio de la resistencia durante este período.

Realmente no sé si Chenonceau es el castillo más bello que he visitado, pero su idílica imagen atravesando el río, la fuerte carga que sostiene como testigo de la historia de Francia y por las damas que lo detentaron, lo hacen único y una visita obligada en esta región donde podemos admirar muchísimos castillos, algunos con fastuosos espectáculos de luz y sonido. Un verdadero banquete de belleza y un esplendoroso camino por la historia de Francia.

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