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Alaska: La joya del Ártico
La joya del Ártico
Alaska es un inmenso territorio de 1 mil 717 kilómetros cuadrados, casi la actual extensión de nuestro México. Está habitado por tribus esquimales y su nombre proviene de una de estas que habitan las Islas Aleutianas, que significa: tierra grande, el objeto contra el que se dirige la acción del mar.
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Siendo aún territorio muy despoblado (solamente 0.4 habitantes por kilómetro cuadrado), la población es predominantemente norteamericana y de habla inglesa y solo un 5% (aproximadamente 35 mil habitantes) hablan lenguas indígenas. Sin embargo, están declarados idiomas
Barrow, Alaska. Capital energética del Ártico.
oficiales las 20 lenguas indígenas que hablan estas minúsculas minorías. Igual que en México, donde 67 dialectos hablados por más de 10 millones de personas luchan por sobrevivir, aunque varias de ellas ya son lenguas muertas.
En un principio, los rusos se establecieron en la isla de Kodiak, al sur de las Aleutianas, y se dedicaron a la explotación de pieles; posteriormente, grupos de la Nueva España ocuparon tierra firme continental y establecieron diversas poblaciones, entre las que prevalecen los ahora importantes puertos de Valdez y Córdova. Expediciones salidas posteriormente fueron a expulsar a los rusos que pretendían invadir tierra firme de Alaska.
El inmenso territorio del Oregón, que partía de la Alta California hasta Alaska, era parte del Virreinato de la Nueva España, pero Luis de Onis, para ser reconocido como embajador del tristemente recordado Fernando VII ante Estados Unidos, firmó en 1919 el Tratado de Límites AdamsOnis, entre los dos países, reduciendo los linderos del Virreinato a la Alta California. De esta forma, Oregón se lo dividieron Estados Unidos y Gran Bretaña, y ambas naciones se extendieron hasta el Pacífico gracias a este mal español; tratado que fue ratificado hasta el 22 de febrero de 1822, días antes de la Independencia de México.
Este mismo tratado de límites fue firmado por el México Independiente y Estados Unidos en 1827, y ratificado por el Senado norteamericano en 1832, pero como ha sido su costumbre, muy pronto deshonrarían su firma al iniciar el conflicto de Texas en 1836, que desencadenó la guerra de despojo contra nuestro país.
Al ser Alaska desligada de México, los rusos ampliaron su ocupación más al sur, hasta la isla de Silka, y finalmente, tras su fracaso en la Guerra de Crimea, cedieron a la negociación con Estados Unidos para evitar que pasara a maños de Inglaterra, vendiendo en 1867 esta inmensa comarca en 7.2 millones de dólares.
En 1959, Alaska paso a ser el estado número 49 de la Unión Americana.
Hace más de 10 años recorrimos buena parte de Alaska. Visitamos su capital, Juneau, rodeada de montañas, a la que curiosamente no llega ninguna carretera, solo se arriba por mar o aire; admiramos los enormes glaciares que cubren gigantescas cuencas de hielo, nieve cristalizada, camino al mar, donde es un espectáculo ver cómo se despeñan los gigantescos bloques de hielo.
También visitamos Anchorage, su principal ciudad, y el parque nacional Denali con su flora y fauna únicas, así como el pico Mackinley, con sus 6 mil 168 metros, el más alto de Norteamérica. Disfrutamos Fairbanks, con sus raudales de la fiebre del oro, navegamos en grandes barcos de rueda y visitamos aldeas indígenas con sus trineos de perros, para finalmente llegar a Barrow, la ciudad más septentrional del continente americano, a orillas del Ártico, prácticamente frente al Polo.
Allí nos recibió en el aeropuerto y nos atendió una magistrada norteamericana, con quien convivimos los tres días de nuestra corta estancia: recuerdo que comíamos en un restaurante mexicaño, adornado con piñatas y en donde tomábamos refrescos ‘Jarritos’.
En Barrow, un pequeño pueblo de 4 mil habitantes, vimos un mar parcialmente congelado y aún cuando caminamos por la costa no pudimos divisar ningún oso polar, animal por demás peligroso, pues a diferencia de otras razas herbívoras a las que el humano se puede acercar a una prudente distancia, para el oso blanco todo lo que se mueve es comida y puede correr a una velocidad de más de 50 kilómetros por hora. Barrow es el centro de la actividad petrolera en el Ártico, de donde se extrae una creciente producción de crudo que se transporta por un oleoducto gigantesco hasta Puerto Valdez, en el sur de donde es embarcado a las refinerías.
El territorio de Alaska es prácticamente virgen y extraordinariamente bello, por eso está altamente protegido. En tierra firme no hay ninguna explotación petrolera, solamente se capta en el Ártico y se embarca en el sur. Pero una de las enseñanzas que traje de este viaje es que un gobernador de Alaska creó un fideicomiso al que aportan las compañías “Un fideicomiso petroleras creado por el un fondo que Gobierno, al que permite pagar a aportan compañías cada habitante petroleras, permite un dividendo pagar a cada habitante de más de 1 mil un dividendo de más dólares anuales. de 1 mil dólares De esta forma,
anuales”. una familia promedio de
4 miembros, los padres, un bebé y un niño -como una que conocimos- recibe
anualmente 5 mil dólares, el equivalente de unos
85 mil pesos anuales ó 7 mil pesos mensuales, y repito, como dividendo.