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Santa Sofía: La Divina Sabiduría de Dios
al lado del faraón y se piensa que fue la principal impulsora de la nueva fe. Murió en 1330 a.C., a la edad de 40 años, siendo ya viuda.
El busto tiene más de 3 mil 300 años de antigüedad, mide medio metro de altura y estaba intacto cuando Bochardt lo encontró y lo sustrajo para Alemania. Irradia un encanto especial y proyecta un ideal de la belleza femenina de la época. Una réplica del busto de esta reina preside el librero de mi casa.
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Sólo por extasiarse contemplando esta obra de arte, vale la pena viajar a Berlín, ciudad que como el ave fénix, resurge de sus cenizas, nueva y resplandeciente, pero como en casi todas las ciudades alemanas, reconstruida conforme a planos anteriores para conservar su fisonomía e identidad.
La Divina Sabiduría de Dios
La iglesia de Santa Sofía, en griego Hagia Sophia, que quiere decir de la divina sabiduría de Dios , fue construida en Constantinopla, entre los años 532 y 537 de nuestra era, bajo la supervisión personal del emperador Justiniano, autor del Digesto, la memorable compilación del Derecho Romano. Con este imponente templo, Justiniano pretendió superar a Salomón en la construcción del bíblico templo de Jerusalén, erigiendo uno más grande y más fastuoso.
Diseñada para ser un espejo terrenal del paraíso, el interior de Santa Sofía consigue transmitir una sensación celestial. Combina el misticismo de Oriente con las ambiciosas dimensiones
de la arquitectura romana: una enorme cúpula al estilo del Panteón Romano, a una altura de 55 metros, sostenida por 4 pechinas que se reparten equitativamente la carga, se ilumina a través de 40 ventanas situadas en la base de la cúpula, que hacen simular que ésta flota en el aire sobre los fieles.
Fue edificada por Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, matemático y arquitecto, respectivamente, bajo la dirección del propio Justiniano. En su construcción se utilizaron columnas de mármol pórfido que fueron extraídas por los Romanos de un templo egipcio en Heliópolis y transportadas hasta Constantinopla con grandes esfuerzos, por tierra y mar.
Originalmente fue decorada con mosaicos dorados a los que se fueron agregando figuras de santos, y aunque durante 9 siglos fue la iglesia de los emperadores Romanos, al caer Constantinopla en maños de los turcos, en 1453, se convirtió en mezquita. A partir de esa etapa, debido a que las imágenes humanas están prohibidas por el Islam, se cubrieron los mosaicos y en su lugar se pintaron caligrafias árabes.
La iglesia, aún cristiana, fue saqueada totalmente por los enviados papales de la cuarta Cruzada, en 1204, y todos sus tesoros trasladados a Roma. No sólo saqueaban a los árabes, también a los mismos cristianos. Así eran los cruzados, al amparo de la Santa Cruz.
Los primeros mosaicos bizantinos supervivientes están colocados en la puerta imperial, antes solo usada por el Emperador y convertida hoy en puerta principal de entrada. En ellos aparece un Cristo entronizado, con el Emperador arrodillado
frente a él. Otras obras importantes de la planta baja son el mihrab islámico, construido en el ábside de la iglesia; el trono que ocupaba el Emperador y el palco del Sultán; a la derecha del mihrab, el almimbar, con una plataforma de mármol para lectores del Corán; la Plaza de la Coronación; la biblioteca de Mahmut I; el trono del predicador; el Pilar de San Gregorio, el hacedor de milagros; la Virgen con Constantino y Justiniano, y desde luego, los cuatro minaretes exteriores, las torres desde las que se llamaba a los fieles a la oración.
En 1936, Mustafá Kamal, llamado Ataturk (el padre de los turcos), secularizó el templo convirtiéndolo en el Museo Ayasofya (Santa Sophia, en turco), y la principal atracción turística de Estambul, una de las ciudades más bellas del mundo, en la que habita un pueblo culto, trabajador y honesto, y en donde pasamos 16 días inolvidables.
En 1993, la UNESCO incluyó este edificio en la lista de lugares históricos en
peligro de desaparecer, y se hacen trabajos para reforzar sus cimientos, dañados por diversos terremotos, gracias a los que han descubierto poco a poco los mosaicos bizantinos que lo decoraron originalmente.