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Turquía: Hermoso, limpio y trabajador
vivido allí por siglos. Y los que se atrevieron a quedarse tuvieron que enfrentar la hoguera.
La convivencia de las tres culturas quedó como una hermosa historia del pasado, ante el tétrico establecimiento del Santo Oficio, del actuar lúgubre y sombrío de Torquemada.
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Y nuestros pueblos originarios seguirán esperando el pedido de perdón por el genocidio, el asesinato de millones de personas y la desaparición de culturas enteras. Nunca más la barbarie.
Turquía
Hermoso, limpio y trabajador
El Palacio de Dolmabahce se encuentra en la orilla norte (europea) de el Bósforo y fue construido por el sultán Abdul Mecit, emperador otomano (1856), y la obra realizada por el arquitecto armenio Karabet Balyan. Es famoso por su suntuosidad y por su colección de lámparas, y la escalera de doble herradura construida con cristal de baccarat fijada con bronce.
En el siglo VII a.C. (657), Bizas, después de consultar el oráculo, encabezó a otros griegos para fundar un asentamiento en un sitio estratégico donde el Cuerno de Oro se une a El Bósforo, para desembocar en el mar de Marmara, e impuso a esta ciudad el nombre de Bizancio que existió como
tal hasta que Constantino, ya en la época romana, le impuso el nombre de Constantinopla, con el que fungió como capital del imperio Romano del año 330 al 395 d.C., en que ya solo fue capital del imperio Romano de Oriente, hasta 453, cayendo en maños de los turcos, quienes cambiaron nuevamente su nombre al actual de Estambul, con el que se convirtió en la capital del Imperio Otomano hasta 1922, cuando éste se desintegró.
Turquía se había aliado a Alemania en la Primera Guerra Mundial, y al ser parte de la derrota, sus dominios fueron fragmentados por los vencedores occidentales, creando multitud de nuevos Estados, entre ellos Israel. Turquía fue invadida por tropas occidentales encabezadas por Inglaterra, y a punto de desaparecer surgió el liderazgo de Mustafá Kemal, quien logró salvar al país y fijar las actuales fronteras turcas mediante el tratado de Lausana.
Estambul. Cultura milenaria, lugar de ensueño.
Mustafá Kemal, mejor conocido como Ataturk (el padre de los turcos), fue el primer presidente de la nueva República e inició su transformación: el alfabeto otomano se cambió por el latino, se creó una lengua turca, un código de vestir, se adoptaron apellidos, se logró la modernización y el milagro económico en un estado secular y laico, con una constitución civil, siendo mayoritaria la religión islámica.
El ejército es garante de la integridad nacional y del estado laico. El ejército, la bandera y Ataturk son los principales símbolos del país y la falta de respeto a ellos se considera una ofensa grave al Estado, que es severamente sancionada. Hace algunos años estuvimos en Estambul 16 días, durante los cuales apreciamos su cultura milenaria y aprendimos a querer y admirar a un pueblo educado, honesto y trabajador, amante de la naturaleza, de la limpieza y del orden. Siempre que abordamos un transporte sin asientos desocupados inmediatamente los jóvenes se paraban y nos obligaban a ocupar sus asientos. En varias ocasiones en que se nos olvidó un cambio, el puesto nos llamaba para devolverlo. Los embarcaderos y malecones brillaban por su limpieza. Nadie tiraba basura, utilizando solamente los botes para ello.
Visitamos los alrededores de Estambul, tomamos cruceros en el mar de Marmara y recorrimos El Bósforo hasta el Mar Negro. Llevé a Marta a la antigua Nicea, hoy Iznik, que fue capital del Imperio Bizantino de 1204 a 1261, donde se celebró el primer concilio de la cristiandad en el 325 y se proclamó el Credo Niceno, base del catolicismo vigente hasta la fecha.