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Ignacio Manuel Altamirano: Un gran Mexicano
Ignacio Manuel Altamirano
Un gran Mexicano
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El 13 de noviembre de 1834 nació en Tixtla, Guerrero, Ignacio Manuel Altamirano, quien fuera cabeza de un grupo
de jóvenes brillantes que dieron lustre a la literatura mexicana, valores a la política
y servicios destacados a la Patria.
De raza indígena, junto
con Benito Juárez e Ignacio Ramírez, reivindicó para los pueblos nativos el prestigio
que les pertenece. Becado por Ignacio Ramírez, estudió en Toluca y posteriormente la carrera de Derecho en la Ciudad de México. Participó
en el Plan de Ayutla y tomó las armas para derribar a Santa Anna. Como militar también se destacó en la guerra contra la Intervención
francesa, estuvo en el sitio de Querétaro y tuvo el honor de ser uno de los primeros en tomar la Ciudad de México al restablecerse la República.
Encendido orador y dueño de una gran elocuencia, como diputado federal luchó para decretar la educación primaria laica, obligatoria y gratuita. Y aunque su iniciativa está consignada en la Constitución, en los hechos la educación no es laica, ni obligatoria, y tampoco gratuita. Y vaya
si no, pues cada ciclo lectivo vemos que se condiciona la inscripción y entrega de documentos al pago de cuotas.
Altamirano ejerció con fogosidad un periodismo crítico, fundando varios diarios: El Correo de México, El Renacimiento, El Federalista, La Tribuna y La República. Perteneció a varias asociaciones literarias y fundó otras tantas. Durante muchos años fue vicepresidente de la Sociedad de Geografía y Estadística y dejó una vasta obra literaria que retrata la sociedad de su época, cultivando con gran maestría el cuento, el relato, la crítica, la historia, el ensayo, la biografía, la bibliografía, la poesía y la novela.
Entre otras instituciones,
fundó la Escuela Normal de
Profesores de México, y en su
honor se instituyó la Medalla al Mérito Ignacio Manuel
Altamirano, que se otorga a los maestros con más de 50 años de servicio. El 13 de
febrero de 1993 se inscribió su nombre con letras de oro en el Congreso de la Unión.
Altamirano fue soldado cuando la Patria necesitó de su espada, fue orador cuando la Patria necesitó de su palabra, y fue uno de los nuestros grandes literatos cuando la Patria necesitaba mostrar al mundo y difundir la cultura mexicana.
Sería muy largo comentar los innumerables méritos de este ilustre mexicano, pero no puedo concluir esta reseña sin mencionar una anécdota cuando se desempeñaba como diplomático en España: Un gachupín, queriendo mofarse de su figura marcadamente indígena, le espetó en tono burlón: “Cuando la Conquista, ustedes creían que el jinete y el animal eran una misma persona”, a lo que Altamirano respondió: “Y lo seguimos