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INFORMACIÓN, CULTURA Y DESARROLLO

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Una de las tareas más importantes del gobierno – sea local, regional o nacional – debe de ser la generación de información. El gobierno debe poner a disposición datos e información de diverso tipo, no solo para ser aprovechados por el propio gobierno y para mejorar procesos de “toma de decisiones”, sino también para su uso directo por la sociedad civil, la misma que en la actualidad cuenta con mayor capacidad para recibir, procesar y transmitir información. En las últimas décadas, la llamada revolución digital ha impactado enormemente nuestra capacidad como personas para crear información. Ya no tenemos que depender únicamente de medios masivos de comunicación. Esto, a su vez, conlleva a la emergencia de una esfera pública en red, que ha transformado la forma en que entendemos la expresión de nuestra ciudadanía y las manifestaciones de la vida cultural en nuestras sociedades.

La noción de cultura ha cambiado. Ya no podemos hablar de una cultura basada en una identidad nacional fija (¿alguna vez pudimos?), o únicamente como la preservación del patrimonio o la promoción de las “Bellas Artes”. Una noción contemporánea de cultura nos obliga a expandir y complejizar nuestra visión. Nos exige, por ejemplo, integrar a esta visión las culturas vivas que se desarrollan desde las propias comunidades, así como las manifestaciones culturales que utilizan nuevas tecnologías para generar nuevos circuitos y flujos de expresiones y conocimientos, desafiando nociones tradicionales de propiedad intelectual. Una visión más amplia de la cultura como forma de vida implica, sobre todo, considerar que no existe una cultura alta y hegemónica desde donde se debe interpretar al mundo, sino que coexisten múltiples culturas que se entrecruzan y encuentran, que generan diversas formas de pensar y “hacer el mundo”, de observarlo, entenderlo y transformarlo.

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Ante este escenario inestable y en constante transformación, la información adquiere un carácter directamente político. En realidad la información siempre ha sido poder, pero por lo general ha sido poder en manos de algunos pocos. Para que la información permita la mejora de la calidad de vida de todas las personas, quienes se encuentran inclinados a generarla (o en la capacidad de hacerlo) deben entender su labor como integrante de un gran ecosistema de conocimiento, del cual son sólo una parte. Asimismo, los investigadores sociales o gestores culturales, debemos reconocer las lógicas que sustentan nuestros procesos de observación y medición de fenómenos culturales.

En la actualidad, por ejemplo, el imperativo economicista está copando casi todos los espacios institucionales y sociales, buscando entender todos los fenómenos en virtud de su impacto en la economía y en “la creación de riqueza”. Sin embargo, desde muchos otros lugares surgen nuevos indicadores que buscan medir el impacto social de las cosas, el significado que ciertos asuntos tienen para comunidades diversas, algunos efectos que no se ven directamen- te reflejados en bienestar económico, sino en bienestar social. Lo importante es admitir que vivimos en un momento de mucha experimentación en formas de medir y visualizar el mundo. Si queremos ponernos filosóficos, podríamos decir que el ejercicio de medir, de calcular y de generar información implica una ontología (una forma de entender y ordenar el mundo). No hay ámbito donde debemos estar más abiertos a la validez de múltiples mundos (culturas) como en el campo de la acción y las políticas culturales. Es por eso que la generación de información sobre cualquier sector cultural debe plantearse desde estrategias novedosas para integrar múltiples sistemas de conocimiento y saberes; desde aquellos que vienen desde los sectores profesionales y públicos, hasta los que vienen de la sociedad civil y de los sectores privados; desde aquellos de marcada visión occidental, hasta los que se sustentan en visiones ancestrales y aspiraciones populares.

Algunos nos dirán que los datos son los datos, y que no hay nada más concreto. Sin embargo, ya desde hace mucho tiempo sabemos que aquella idea de que existe una progresión desde los datos (data), a la información, luego al conocimiento y por fin a la sabiduría (la famosa “escalera del conocimiento”) no es un flujo natural, ni correcto. En realidad también el conocimiento determina los tipos de datos que uno decide buscar y juntar. Uno no empieza a recolectar datos por que estos son “naturales”, sino porque parte de un conocimiento pre-establecido; de una pregunta que quiere responder. En otras palabras, no hay una progresión lógica de abstracciones. Lo que debe de haber entonces son sistemas abiertos del conocimiento, integrados y dialogantes.

La eventual creación de un Observatorio de la Cultura para Lima Metropolitana es importante en este sentido, pues permitiría consolidar una plataforma interdisciplinaria desde donde se podrían integrar diversos sistemas de conocimiento y medición, y ensayar nuevos métodos para generar información cultural para el desarrollo, siempre tomando en cuenta el carácter político de la información y del ejercicio de medición. Por ejemplo, demostrar en base a estadísticas y mapeos que en un área de la ciudad no existen museos, no debe llevarnos a pensar que eso significa que deben de haberlos. Debería de llevarnos a indagar más profundamente qué otros espacios de memoria existen en la zona, que procesos de intercambio cultural se desarrollan quizás en el espacio público, y sobre todo, qué tipo de infraestructura cultural quiere la propia gente que habita estos espacios y que los sostiene.

Todo ejercicio de generación de información sobre la cultura debe ser autocrítico y vigilarse contra los imperativos economicistas que hoy en día han copado todos los espacios de observación del mundo natural y cultural. Se trata sobre todo de pensar en la información como algo que no está predeterminado, sino como algo que se puede construir de formas inclusivas, a partir de procesos democráticos y sobre todo con una visión política de que los resultados de toda información no necesariamente dan por resultado acciones obvias. La información es solo un primer paso antes del debate abierto y del diálogo; una forma de empezar a referirnos a un mundo, para transformarlo.

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