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ARENA Y ESTERAS
Por El Derecho A La Sonrisa
Llego a la casa de “Arena y Esteras” durante uno de los ensayos de Barrio Circo, uno de los programas que la asociación desarrolla con niños y adolescentes. El sonido de la risa de los chicos nos acompaña durante toda la conversación. No puedo evitar irme con una sonrisa.
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“Arena y Esteras” lleva 21 años luchando contra la indiferencia usando el juego, la solidaridad y la música como únicas armas. A fines del año pasado, la organización fue reconocida con el Premio Nacional de Cultura en la categoría de Buenas Prácticas y lo celebró con toda la comunidad que la acompañó durante sus dos décadas de trayectoria. Es un ejemplo de perseverancia en un país donde el apoyo a la cultura no abunda y donde el arte todavía no es considerado por muchos como un medio legítimo de superación.
Si bien todo parece ser risas dentro de las paredes de la casa, los comienzos de la asociación nos remiten a un momento muy duro en la historia de Villa El Salvador. “Arena y Esteras” nace en el año 1992, a raíz de la muerte de María Elena Moyano, un acontecimiento que marcó profundamente a la población. “En ese momento, un grupo de adolescentes decide salir a las calles con tambores y zancos, y con un cartel que decía por el derecho a la sonrisa”, cuenta Janeth Quispe, una de sus integrantes más jóvenes. “La idea era cambiar esa villa gris por una villa alegre. Empezaron a organizar pequeños festivales en el barrio y cada vez más jóvenes se fueron sumando. Al comienzo ensayaban en la casa de alguno de ellos, en la parroquia o en cualquier lugar libre que pudieran encontrar, ya que no contaban con un espacio propio”.
Poco después, el grupo consigue un contrato para pintar más de un centenar murales por toda la ciudad. En lugar de repartirse el dinero y utilizarlo cada uno para sus propios fines, decidieron conseguir un préstamo y comprar un lote en Villa El Salvador, frente a la casa de uno de sus compañeros. Poco a poco fueron construyéndose un espacio. Cada uno colaboraba con lo que podía y la experiencia de participar en la construcción demostró ser una forma de aprender juntos y unirse como grupo. Una vez instalados, comenzaron a dictar talleres para niños y decidieron, eventualmente, comprar el lote de al lado, hipotecando la casa de uno de ellos para conseguir el dinero. “¡Fuimos muy arriesgados!”, recuerda riéndose Arturo Mejía, uno de los miembros originales del grupo y hoy director de la asociación. El riesgo valió la pena. Allí se construyó la casa de “Arena y Esteras” que hoy en día alberga a las decenas de niños que llegan todos los meses a aprender mediante el juego, la música, el circo y el teatro.
Las cosas no han sido fáciles. “Arena y Esteras”, el nombre de la asociación, es un homenaje a ese distrito que los vio nacer y del cual su historia es indesligable. Hace veinte años, Villa El Salvador no era la inmensa ciudad que hoy se extiende en el horizonte. “Era, básicamente, un arenal cubierto por las chozas de las familias que habían participado de la invasión. Era importante para nosotros recordar de dónde veníamos, a dónde estábamos yendo y qué es lo que queríamos. Así fue como nació el nombre”.
La asociación es independiente de cualquier tipo de financiamiento y se sostiene completamente sobre los ingresos que producen con sus obras, talleres y pasacalles. A pesar de esto, uno de los principales retos a los que se han enfrentado (que todavía continúa) ha sido el convencer a la población de que el arte es una herramienta para desarrollarse y una opción legítima de empleo. “Igual, son ya veinte años que seguimos aquí y durante ese tiempo han pasado muchas generaciones. Algunos han estudiado y se han especializado, otros tienen sus propios centros de estimulación, uno de ellos ha viajado a España y ha hecho su propia escuela de teatro clown. Nosotros seguimos demostrando que sí se puede y que hay muchos jóvenes y adolescentes que quieren seguir este camino”, afirma Janeth.
Janeth, de hecho, es una de esas jóvenes que formó parte de los talleres de “Arena y Esteras” cuando era niña y que hoy se encarga de coordinar diversas tareas dentro de la asociación. “Otra dificultad ha sido siempre la falta de apoyo, aunque esa es la situación a la que se enfrentan todas las organizaciones culturales en nuestro país. No hay fondos de apoyo para las organizaciones culturales y la empresa privada tampoco suele involucrarse. Esto complica la continuidad en el tiempo de este tipo de esfuerzos. En otros países, la cultura ocupa un lugar importante: hay financiamientos, concursos, proyectos, becas de estudio. Esa es una realidad que no conocemos aquí”, continúa.
Para Alfredo las dificultades tienen que ver con el adaptarse al paso el tiempo. “Antes los chicos no tenían tanto miedo de ser políticos. Las discusiones eran políticas y los conceptos eran distintos. Pero hay que aprender que los tiempos cambian y las personas y sus prioridades también. En ese sentido, tener entre nosotros a miembros de las generaciones más jóvenes es necesario porque ellos toman la posta y nuestro trabajo se vuelve el de acompañarlos, no el de tomar todas las decisiones”.
Las risas que se escuchan dentro en la casa son testimonio de que Arena y Esteras ha sabido sobreponerse a cualquier adversidad. Con el apoyo de instituciones internacionales y de diversos gobiernos europeos, sus integrantes han tenido la oportunidad de viajar por todo el mundo y presentar su trabajo ante distintos escenarios. Además, reciben todo el tiempo a voluntarios extranjeros que ayudan en los talleres y participan en los programas de intercambio.
Gracias a una donación de la Embajada de Japón en Perú han podido ampliar y equipar mejor la casa y hoy están en proceso de convertirla en un centro cultural para toda la comunidad de Villa El Salvador. Cuentan con varios salones y una pequeña biblioteca en la que han organizado una tertulia de la que participaron vecinos y escritores invitados. Sonríen cuando piensan en los planes para el futuro y, desde aquí, no podemos esperar para ver qué sorpresas traen los próximos veinte años.
• La casa de Arena y Esteras está ubicada en St. 3 Gr. 24 Mz. E Lt. 20, Villa el Salvador (entre Av. Los Álamos y 200 millas, frente al Parque Zonal Huáscar).
• Tienen tres programas anuales: Escuela Rodante (con los colegios), Escuela de Arte (durante el verano) y Barrio Circo (taller que dura un año y que presenta una obra final en julio) por la Pontificia Universidad Católica del Perú y parte del Equipo del Observatorio Cultural Metropolitano de la Municipalidad Metropolitana de Lima.
• En mayo de este año, 12 adolescentes que participaron de los talleres partirán en una gira por Alemania para presentar su última obra.